jueves, 5 de septiembre de 2013
Una forma dura de jugar béisbol
Russell Martin juega en la receptoría, la posición más dificil del béisbol.
David Waldstein. 16-06-2012. The New York Times
Era un momento típico de un juego ordinario en un día promedio para un receptor de Grandes Ligas. Esto ocurrió el 30 de mayo en Anaheim, pero pudo haber sido agosto en Kansas City o marzo en Tampa.
Un año detrás del plato.
Como receptor de grandes Ligas, Russell Martin juega una de las posiciones más exigentes en todos los deportes. The New York Times sigue de cerca a Martin a través de la temporada 2012, para examinar el valor de su trabajo y explorar su considerable significación.
Russel Martin, catcher de los Yanquis de Nueva York, parado detrás del plato y armado con 2 kilos y medio de implementos, conocidos afectivamente como las herramientas de la ignorancia, dobla sus rodillas y baja su torso hacia el suelo como un juguete Transformer reacomodándose a su forma compacta.
Balanceándose sobre los dedos de sus pies, movió los hombros hacia adelante y colocó su mano derecha detrás de su pierna derecha para protegerla de la piedra blanca que corta el aire hacia él. Detrás del plato, estaba una vez más, sobre sus piernas dobladas. Es un rasgo distintivo de posicionamiento físico para los hombres que juegan quizás la posición más importante del juego.
También puede ser un lugar miserable y despiadado para ganarse la vida.
En Anaheim, Martin levantó la mano izquierda con la mascota para recibir el pitcheo de cuenta completa, un slider, del relevista Rafael Soriano en el noveno inning de un juego de una carrera. El bate se movió. Justo sobre el plato, donde rebotó y, como cientos de pelotas se comportan cada año, encontró una de las muchas partes desprotegidas y vulnerables del cuerpo de Martin.
Con la posibilidad de que el bateador, Alberto Callaspo, podría hacer swing y fallar para el tercer strike, era necesario para Martin bloquear la pelota para prevenir que se le fuese hacia atrás.
Bloqueó la pelota. Con su cuello.
No trataba exactamente de usar su cuello. Pero alguna parte, cualquier parte de su cuerpo siempre acude al llamado al deber, y en esta ocasión fue su cuello. Así es este trabajo.
La pelota se incrustó en el cuello de Martin como el puñetazo de un peso welter furioso, y lo estremeció momentáneamente. Tosió, recuperó el aliento, sacudió la cabeza. Luego de una pausa breve, es todo lo que la mayoría de los receptores pide o consigue, estaba de vuelta en aquella familiar, vulnerable y peligrosa posición, listo para el próximo lanzamiento contra el suelo, el próximo posible foul tip, el próximo golpe furioso.
"Cada vez que recibes un golpe en el cuello, entras en pánico por un segundo", dijo Martin. "Recibí un golpe directo en la manzana de Adán el año pasado, y por un segundo temes por tu vida. Pero esta vez vez fue en un costado de mi cuello. Mantuve el aliento por un segundo, y cuando pude respirar, me di cuenta que estaba bien. Así que me preparé para el próximo pitcheo".
Agacharse para el próximo pitcheo, una y otra vez, a través de los marcadores de los juegos y cientos de innings y fajándose con miles de lanzamientos, es la esencia del trabajo de Martin. Él es, como catcher profesional, a la vez motivo de vitalidad y confianza, expuesto y exigido, su equipo cuenta con él, y es muy subestimado por los aficionados.
Desde el primer día de entrenamientos primaverales a finales de invierno hasta el fin de la temporada en otoño, un catcher tomará innumerables decisiones críticas que afectarán los resultados de los juegos. Recibirá cientos de pelotazos en docenas de partes protegidas y desprotegidas de su cuerpo.
Y someterá a una presión y desgaste inimaginados sus rodillas, piernas, espalda y cuello. Sólo con ubicarse en su posición.
"Es la posición más dura de jugar, de lejos", dijo Tim McCarver. "La gente no se da cuenta ni de la mitad de lo que exige esa posición".
McCarver recibió 1387 juegos de Grandes Ligas desde 1959 hasta 1979, y su dedo medio derecho se le partió nueve veces debido a los pelotazos en foul, usualmente generados por bateadores derechos tratando de tocar la slider de Bob Gibson. Le hicieron un transplante de rodilla hace dos años, a los 68, y su mano izquierda aun tiembla del incesante impacto de recibir pelotas. Aún con la protección de la mascota, sus manos quedaron abatidas como masa de harina de trigo, hoy los dedos índice y medio de su mano izquierda se le duermen con frecuencia.
Otros receptores veteranos confirman esa condición, a menudo en compañía de alguna otra.
"Vi a John Roseboro, y me dijo que se partió los dedos muchas veces que hubo de hacerse una operación para quitarse las cicatrices", dijo McCarver. "Veo a John Bench y Carlton Fisk y Darren Daulton, y otros tipos que catchearon bastante. Cuando nos reunimos, hablamos de la forma como caminamos, de nuestras rodillas, las espaldas, de lo que sentimos en general. Es natural. Es una pequeña fraternidad, compartimos las mismas sufridas experiencias.
Sandy Alomar Jr., recibió 1324 juegos con siete equipos en las grandes ligas desde 1989 hasta 2007, y recibió otros cientos más en las menores. Tuvo 10 operaciones en sus rodillas, siete de las en la izquierda.
"Me siento afortunado de que aun pueda caminar", dijo Alomar riendo. "Considerando todo lo que pasé, siento que vencí al juego".
En el séptimo año de su carrera, Martin, un obsesivo con la salud y la condición física de 29 años, quién ha practicado de manera intensiva artes marciales mezcladas, dice que cualquier lesión que haya sufrido hasta ahora ha sido más momentánea que duradera. Tiene esperanza, si no confianza, en el futuro de su cuerpo.
"Hasta ahora, mis rodillas se sienten bien"; dijo Martin. "Tal vez el desgaste asociado a la posición sea un mito. Pero definitivamente hay mucho abuso asociado con ella".
The New York Times, programó la crónica de una temporada en la vida de un receptor. En efecto, para considerar: los momentos cómicos, satisfacciones y retos, la mecánica de la posición y el desgaste mental de jugar detrás del plato dia tras día, los rasguños y el tedio, las jugadas obvias y las decisiones anónimas.
Aquí tenemos un reporte a grosso modo del primer tercio de la temporada de 2012 para Russell Martin: 54 juegos; 4461.1 innings, 392 outs incluyendo los ponches, 11 outs en el plato, incluyendo uno muy duro en mayo y una jugada critica en la que tuvo que buscar al corredor en un juego sabatino para preservar un empate en un juego donde recibiría 14 innings sin descanso, 2 pelotazos en el cuello, y el ocasional impacto en el dorso de la mano o la cabeza de un swing con todas las fuerzas.
Entonces ocurrió esto, una nueva lesión para un receptor dentro de una carrera llena de golpes al cuerpo: durante un juego en Baltimore el 14 de mayo, un foul tip golpeó la careta de Martin y dobló una de las barras de metal hacia su barbilla.
"No tenía bien colocada la careta, y la barra de metal se proyectó sobre mi barbilla", dijo. "No le presté atención. Seguí jugando. Algunas veces, ni siquiera recuerdo. Entonces mientras paseo con mi novia ella me toca el brazo u otra parte, y yo me quejo 'Ay, eso duele'. Y sucede que tenía un golpe ahí y no me había dado cuenta".
En 2012 el dolor ha sido más considerable para otros en la posición. Para el 10 de junio, 16 catchers estaban en la lista de incapacitados por diferentes lesiones. Los Nacionales de Washington perdieron dos catchers en tres dias en mayo. Los Tigres de Detroit tienen dos en la lista de incapacitados. Uno de ellos es Alex Ávila, quien está fuera por una lesión en el tobillo, pero también fue retirado de un juego luego de sentirse mareado por recibir un foul tip de lleno en la careta. El receptor de los Mets Josh Thole resultó con una concusión cuando fue golpeado en una jugada en el plato el 7 de mayo; perdió cerca de un mes.
El padre de Martin, un saxofonista de jazz con un don para la metáfora, ha desarrollado su propio estilo de capturar el trabajo del receptor a lo largo de la temporada:
"Es como estar parado en el medio del autopista".
La incomodidad es el trabajo numero 1.
Adelante, inténtelo: agáchese bien abajo, con los glúteos casi tocando el suelo. Quédese ahí. ¿Todavía no duele? Bien, levántese. Ahora agáchese de nuevo. ¿Todavía no duele? ¿Duele más?
Doblarse así, no es normal. En realidad, a los receptores no les gusta llamarlo doblarse. Ellos prefieren llamarlo agacharse. ¿Quién puede saber más que ellos?
Para el aficionado promedio a los deportes, después de todo, sentarse en el taburete de un bar durante un juego de la Liga Americana es suficientemente exigente.
De hecho, no es fácil imaginar otros trabajos que requieran algo como eso. ¿Un mecánico? ¿Una maestra de preescolar? ¿Un detective revisando las envolturas de las balas? Un par de minutos a lo sumo ¿Cierto? Hasta los encantadores de serpientes se sientan con las piernas cruzadas en algún momento.
Para un hombre adulto, doblar su cuerpo una y otra vez en la posición de catcher, casi siempre tiene sus consecuencias.
"Ahorita no pudiera ni siquiera agacharme", dijo el manager de los Gigantes de San Francisco Bruce Bochy, quien tiene 57 años y fue catcher en las Grandes Ligas por nueve años. "Y si lo hiciera, pienso que no podría levantarme".
Bochy dijo que cuando él jugaba, las caderas se le desarrollaron tanto que no podía comprar pantalones en las tiendas, sus pantalones debía mandarlos a confeccionar con un sastre para ajustarlos a su voluminosa cintura.
Agacharse para un catcher actual es muy normal, es tan familiar para el juego como la grama. Pero los catchers no siempre se doblaban detrás del plato. En los dias iniciales del béisbol a mediados del siglo 19, de acuerdo a los historiadores del Salón de la Fama, los catchers se paraban bien atrás del plato y recibían los lanzamientos al primer rebote, sin guante. Debido a esto, los estadios debían ser maquillados de tal manera que el area detrás del plato estuviera bien plana y lisa, de manera de producir rebotes uniformes.
Pero en la década de 1870, un estudiante de Harvard llamado Fred Thayer inventó una máscara para el catcher del equipo de la universidad, James Tyng. Inspirado en las máscaras de los esgrimistas, Thayer confeccionó la suya con alambre y cuero, muy parecida a las de los catchers de hoy. Esto cambió la posición para siempre.
Tyng, y los que le siguieron, fueron capaces de acercarse más al plato, y pronto los catchers empezaron a agacharse, lo que les permitió ofrecer un blanco en la zona de strike con sus guantes nuevos.
Los catchers tienen dos agachadas básicas. La posición primaria es relativamente relajada, con las rodillas dobladas en ángulo agudo y los talones juntos, como un excursionista prendiendo un fuego.
Pero cuando hay un corredor embasado, el catcher se moverá a su posición secundaria, un salto o paso lateral. Aquí, las rodillas están en ángulo recto, el peso del cuerpo descansa más en la punta de los pies, lo que le permite al catcher moverse con más rapidez y efectividad para poner out a un potencial robador de bases.
La mayoría de los catchers utilizan los mismos principios en sus agachadas, con pequeñas variantes, como poner una rodilla debajo de la otra para fijar un blanco más bajo. Otros, como Tony Peña, ahora coach de los Yanquis, fueron notables por extender una pierna a un lado, estirada sobre el suelo. Pero esto es inusual, una pose como de ballet, solo puede ser hecho cuando no hay corredores en base.
"Algunas veces tu cuerpo apenas te permite ser catcher", dijo Peña, quién recibió 1950 juegos en 18 temporadas. "Si no es apropiado, lo entenderás pronto y jugarás en otra posición".
El pasado de los croissants de chocolate
El padre de Russell Martin, Russell, nació y se crió en Montreal. Cuando sus sueños de convertirse en futbolista americano terminaron luego de la secundaria, el señor Martin trabajó restaurando casas. Pero a los 26 años agarró la flauta de un amigo, luego un saxofón tenor, y tenía una vocación nueva.
El señor Martin tenía habilidad natural para la música y ganas de trabajar en eso. Tocó en el metro de Montreal, especialmente en la estación Villa-Maria porque tenía buena acústica.
Cuando su hijo nació, el señor Martin le puso Coltrane por segundo nombre, en homenaje a John Coltrane, no solo por su música, también por su espíritu libre e independiente.
La familia deambuló alrededor de Canadá antes de la separación de los padres de Martin. Cuando la madre de Martin se volvió a casar, se llevó a Russell quien tenía 8 años, y a su hermana a Paris.
Russell hablaba muy bien el francés, y rápidamente perfeccionó el acento parisino, dijo su madre, Suzanne Jeanson. Aún así hubo algunas dificultades con su adaptación. Fue señalado y segregado como forastero.
"Eso fue una experiencia muy dura para él, porque siempre fue un niño extrovertido que hacía amigos con facilidad", dijo Jeanson. "Tuvo que aprender a defenderse por su cuenta, y llegó a ser muy bueno en eso". Pero lo más significativo para el eventual grande liga, fue que el futuro atlético de Martin estuvo en peligro en París. Y no por la falta de opciones de entrenamiento beisbolístico para niños que pudiera haber en Francia.
No, fue una pastelería francesa en Issy-les-Moulineaux del sudoeste parisiense. Agacharse como catcher es dificil. Hacerlo con una barriga pronunciada es más duro.
"Los comía todos los días", dijo. "Cuando regresé a Montreal en el verano, mi papá no podía creer cuanto había subido de peso".
El padre de Martin estuvo de acuerdo. "Eso me rompió el corazón", dijo. "Lo llevé al campo a jugar pelota, pero no se podía mover como antes".
Tocando su trompeta en el Metro, el señor Martin hizo suficiente dinero para tener tiempo libre en el verano y así jugar béisbol con su hijo hasta ponerlo de nuevo en forma. Eventualmente, envió a Russell a la prestigiosa secundaria Édouard Monpetit.
Para ese momento, Russell era uno de los muchachos más atléticos de su zona en Montreal. Y como la mayoría de los muchachos en Montreal, jugaba un poco de hockey. También incluía algo de diversión con el saxofón y la batería. Pero destacaba en béisbol. Aunque en esa etapa destacaba como shortstop y jardinero.
Como Coltrane, quetchear, pareció, que iba a ser una habilidad adquirida. Una sofisticada y a veces impactante habilidad adquirida.
Arriba. Abajo. Etc.
Hay muchas formas de apreciar la carga física que experimenta un catcher. El pelotazo en la garganta en Anaheim fue una forma. Un juego entre los Yanquis y los Orioles el 2 de mayo de 2012 fue otra.
Aquel día en Yankee Stadium, Martin e Iván Nova, el derecho que abrió el juego, caminaron hacia el bullpen a las 6:35. Una vez allá, Martín se ubicó detrás del plato y se agachó. Repitió el movimiento casi 50 veces. Se paró por completo exactamente 4 veces, una durante el himno nacional.
The New York Times contó las veces que Martin se agachó durante la noche. Por todo, contando el calentamiento antes del juego con Nova en el bull pen y los 8 a 10 envíos de calentamiento antes de cada inning, lo hizo 311 veces.
En el primer inning, Martin se levantó y volvió a agacharse 19 veces, y pasó 7 minutos, 30 segundos agachado. El inning más largo fue el séptimo, en el cual se levantó y se agachó 54 veces y pasó 10:48 minutos moviéndose agachado y casi una hora agachado.
Los números crecen inmisericordes. La temporada de 2011, la primera de Martin con los Yanquis luego que firmara como agente libre, inició 118 juegos, lo que significó que pasara 106 horas agachado. En su carrera de siete años, ha pasado el equivalente de casi 28 días agachado.
"Nunca haría eso", dijo C.C. Sabathia, compañero de Martin en los Yanquis, sobre quetchear
Las penas físicas pagadas por el catcher, por supuesto, no siempre están caracterizadas por la violencia espectacular de un receptor de fútbol americano. Ni están acompañadas frecuentemente por el ruido rabioso de los palos de hockey estrellándose en las barreras.
El precio pagado, tiene que ver con un cansancio profundo, tanto mental como físico. Se trata de lidiar con una rutina demoledora y sucia, donde en San Luis o Arlington, Texas, en agosto, un catcher puede perder cinco kilogramos en un juego. En 2007, cuando jugaba con los Dodgers de Los Ángeles, Martin inició 143 juegos detrás del plato.
Tres veces en la temporada de 2012, Martin recibió por lo menos seis juegos en seis días. Desde el 11 al 17 de mayo, recibió siete juegos seguidos, y en una ocasión, entre el 5 y el 13 de junio, recibió nueve juegos seguidos.
"Cuando estas en esa rutina, no lo notas", dijo Martin sobre el desgaste. "Solo cuando paras uno o dos días, aparecen los dolores de los foul tips y la fatiga burbujea en la piel, entonces dices 'Caramba ¿me arrolló un tren?' "
"Algunas veces prefiero seguir jugando seguido, como un soldado, porque es más duro cuando se ha descansado un día y hay que regresar".
A las Grandes Ligas por el canal rápido.
No es que quetchear carezca de encantos. Para ser honestos, no hay muchos.
Aquí está uno: cuando un catcher se agacha en su lugar, tiene una visión opuesta a la de sus compañeros, tiene todo el juego de frente. Lo mira como nadie más. Eso quizás explica porque muchos catchers se hacen managers.
"Siento que tengo la mejor vista porque es como si tuviese una gran pantalla de televisión frente a mí todo el día", dijo Martin, para describir su ventajoso punto de vista. "Me puedo sentar ahí y vigilar todo".
Nunca hubo duda de que Martin encontraría su posición detrás del plato.
Entonces llegó una mañana de rocío en febrero de 2003, en el campo número 2 de Dodgertown, para la época el asentamiento de los entrenamientos primaverales del equipo grande de los Dodgers y las oficinas de la categoría A en Vero Beach, Fla. Un pitcher grandulón de República Dominicana llamado José Díaz, se paró sobre un montículo cubierto a la espera de lanzarle rectas meteóricas a Martin, el último proyecto de los Dodgers.
Díaz, conocido como Jumbo, podía lanzar muy duro la pelota, de 97 a 100 millas por hora. Pero era aterradoramente descontrolado, y representaba una gran prueba aun para un catcher experimentado, mucho más para un neófito.
Mientras varios coaches y evaluadores del sistema de ligas menores de los Dodgers miraban, Martin se paró a 63 pies de distancia, completamente disfrazado con lo que para él eran unos implementos nuevos. Entonces se agachó.
Díaz subió las manos a la cabeza, se balanceó y lanzó. Martin atrapó el envío, y en ese momento, era un catcher.
Martin había jugado como tercera base hasta ese momento. Aunque jugó como shortstop y jardinero central en su niñez en Montreal, tercera base era su posición en las ligas menores luego que los Dodgers lo draftearon el 4 de junio de 2002.
A pesar de ser seleccionado para jugar tercera base, los Dodgers temían que no tuviera el suficiente poder en el plato para jugar la posición.
Jon Debus era el coordinador de catchers de los Dodgers, y tenía la idea de que Martin podía ser un buen catcher. Los Dodgers dijeron que era la mejor decisión. Si Debus pensaba que un jugador tenía mejor oportunidad de llegar a Garndes Ligas como catcher, le permitían hacer el cambio. Así fue como Mike Piazza, un primera base en sus inicios, se convirtió en catcher del equipo todos estrellas con los Dodgers.
Debus consultó con otros, incluyendo a Terry Collins, el manager actual de los Mets, quien era coordinador de campo de ligas menores de los Dodgers para ese momento.
"Le dije, 'Este muchacho es un tercera base muy bueno, ¿por que quieres complicar las cosas?'" dijo Collins. "Pero Debo sabía lo que estaba haciendo. Martin tenía el tipo de habilidad atlética para salir adelante".
Martin estuvo a gusto casi inmediatamente. Había recibido algunos juegos en la universidad en Florida, por lo que había alguna familiaridad. Además, siempre había oído que la forma más rápida de llegar a Grandes Ligas era como catcher.
"Siempre sentí que podía jugar cualquier posición", dijo, "pero ellos sintieron que esa era la mejor posición para mí, por lo que lo intenté".
Intentarlo significó horas de práctica con Debus, un antíguo catcher, en los campos de Vero Beach. Y practicar significó cosas como ponerse los implementos o gatear detrás del plato mientras Debus le lanzaba pelotas contra el suelo para que Martin practicara bloquearlas con la primera parte de su cuerpo disponible.
Tuvo que aprender las técnicas apropiadas de agacharse, la posición primaria y la secundaria. Tuvo que aprender como proveer un blanco al pitcher, como ubicar los envíos apropiadamente para inducir al árbitro a apreciarlos como strike, como bloquear envíos contra el suelo, como lanzar a segunda base para atrapar a un potencial ladrón, como hacer un lanzamiento sorpresivo a primera base y, lo más importante de todo, como pedir los lanzamientos.
"Fueron toneladas y toneladas de repeticiones", dijo Martin.
En 2005, Martin se convirtió en el catcher titular del equipo AA de los Dodgers en Jacksonville, Fla., recibió 117 juegos. Lo hizo bien, impresionó tanto a Debus y Collins que Collins envió reportes favorables a su jefe, Paul DePodesta, entonces el gerente general de los Dodgers. DePodesta tenía un viaje programado a Jacksonville aquel verano y Collins notó que Martin no estaba en la alineación. Era un juego diurno luego de otro nocturno, los catchers usualmente reciben descanso en esos juegos, a menos que el equipo esté en carrera por el banderín.
"Le dije, '¿Sabes quién esta aquí?'" dijo Collins que le preguntó a Martin. "Él vino a verte jugar'. Luego que le dije eso, jugó como si hubiese regresado de tres días de reposo. Hizo de todo, en el plato y detrás de este. Pienso que desde ese momento, Paul entendió que debía llevar a Russell a las Grandes Ligas".
Un año después, el 5 de mayo de 2006, en Dodger Stadium, Martin hizo su debut luego de solo 23 juegos en AAA. Le recibió a Derek Lowe y ayudó a los Dodgers en una victoria 4-3 mientras bateaba dos imparables.
Martin, luego de un desvío a París, luego de coqueteos con la tercera base, luego de un duro aprendizaje sobre como agacharse y como asumir el dolor de la mejor manera, estaba parado justo en el medio del autopista.
Y en ese momento, a un tercio de la séptima temporada de Martin, a mediados de junio, con más de 50 juegos efectuados y su equipo batallando, el tráfico pesado aún estaba por llegar.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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