lunes, 30 de noviembre de 2015

Soy diferente. Soy la misma.

The HardBall Times. 18-11-2015. Alexis Brudnicki “Tú eres diferente”. He oido eso más veces de las que puedo contar, y le aseguro que no soy mala en matemática. Se me ha dicho eso como un cumplido, lo he oído como insulto de segunda mano, tales instancias pueden ser comúnmente fastidiosas cuando se vive en un “mundo de hombres”, y me lo han dicho de una manera casual. Y ahora estoy empezando a notar que eso podría ser la razón por la cual he sido capaz de hacer todo lo que he hecho, y porqué podría no haber sido capaz de hacer mucho más. Cuando yo crecía en London, Ont., mis amigos de la escuela secundaria en Montcalm fueron los primeros en señalar muchas de mis diferencias. Como una Cougar, yo jugaba baloncesto, balompié y voleibol, y fuera de las paredes de la escuela jugaba softbol todo el año hasta que se hizo un compromiso difícil de manejar para mí. Yo era una nadadora sincronizada y competitiva. Era una gran aficionada y ávida seguidora de los juegos de los Azulejos de Toronto, iba a casi todos los juegos de los Tiger Cats de Hamilton en Ivor Wynne Stadium. Y sentía como que veía billones de juegos de hockey. Veía a mis amigos en el equipo de la secundaria como su controladora de tiempo oficial, iba a cualquier juego de los Knights de London y podía hacer trampa para conseguir boletos gratis e iba a los juegos de los Avalanche de Colorado con mi primer novio cuando eran transmitidos en nuestra area. Yo tenía amigas y amigos, pero pasaba más tiempo con los muchachos porque era allí donde yo parecía encajar mejor. Algunas veces jugábamos hockey en la calle después de la escuela, otras veces jugábamos a lanzarnos la pelota de futbol en el parque detrás de mi casa, y principalmente, jugábamos euchre (un juego de barajas) en mi garaje. Muchas veces oi a esos muchachos decirle a la gente (principalmente chicas) que ellos estaban, “jugando con los muchachos”, y cuando yo les decía, “Yo estoy aquí”, ellos respondían naturalmente, “Si, pero tú eres diferente. No es lo mismo”. Debo admitir, que eso me hacía sentir un poco especial. Ocasionalmente, yo invitaba a mis amigas a unírsenos. El obstáculo más grande para ellas era que ninguna sabía jugar euchre, pero yo insistía en que podían venir y aprender, aunque yo no estaba ofreciendo ser socia de una jugadora inexperta. Cuando ellas me preguntaban si vendrían otras mujeres, y yo les decía que estaba yo, me sentía insultada cuando ellas decían, “Eso no cuenta. Tú eres diferente”. En la secundaria, parecía bueno ser diferente. Montcalm era una escuela pequeña, y eso me permitía hacer cualquier cosa que quisiera. En una escuela más grande, no habría estado en tantos equipos, y no puedo imaginar mi adolescencia sin la confianza, amigos y experiencia que alcancé con la práctica deportiva. Mi amor por los deportes, específicamente el beisbol y los Azulejos, casi siempre era considerado muy diferente. Mis amigos de secundaria lo aceptaban porque no me conocían de otra manera. Eso o algunas incidencias específicas que no recuerdo cuando ellos lo cuestionaron, es algo de lo que estoy muy agradecida. Tal vez es porque pasaba mucho de mi tiempo adorando la escuadra canadiense durante los meses veraniegos lejos de la escuela, pero eso no parecía tan extraordinario cuando yo era una adolescente. A medida que me hice mayor, eso cambió. Por siempre un espíritu libre, yo siempre usaba camisetas en el bar cuando mis amigos y yo nos hicimos lo suficientemente mayores para consumir alcohol. Primero, disfrutaba cada vez que algún tipo sabelotodo venía hacia mí pensando que yo debía usar la camiseta por accidente porque yo posiblemente no podía saber nada de deportes, sin contar que podía hacerles disfrutar, o aún el tipo de hombre quien pensaba que podía impresionarme con su conocimiento de los Azulejos. Ellos siempre se sorprendían cuando yo les ilustraba. Era divertido hasta que yo notaba que estaba haciendo enemigos, avergonzando a tipos frente a sus amigos. Antes que yo dejara de usar camisetas, me hice inteligente y empecé a apostar cervezas con mi conocimiento de beisbol. Si yo iba a caer, lo iba a hacer dándolo todo. Nunca hice nuevos amigos, pero conseguí muchas cervezas gratis. Todos los que estaban a mi alrededor con regularidad sabían y aceptaban mi amor por el beisbol, aunque nunca lo entendieron. No tenían porque hacerlo, y raramente sentí que debía explicarlo. Amigos de toda la vida me vieron crecer jugando beisbol, primero como una de tres muchachas en la Eager Beaver Association, dos de nosotras jugábamos juntas, luego como una de dos, y finalmente como la única, antes que mis padres decidieron que lo mejor para mí era mudarme a jugar softbol. Tuve un inicio rápido en ser diferente, aunque nunca me di cuenta de eso. Si no hubiese habido otra muchacha jugando en mi primer equipo de beisbol en McMahon Park, pienso que no me hubiese percatado de que yo era una muchacha. Forcé a mi mamá y papá a que me inscribieran cuando llevaban a jugar a mi hermano menor, y eso no era extraño para ellos, así que ¿por qué lo sería para mí? Mis padres siempre habían sido diferentes en cuanto a inscribirme en actividades específicas de acuerdo al género, mi madre me enviaba a gimnasia, danza, gimnasia rítmica y nado sincronizado, y mi papá me llevaba a pescar, patinar, a practicar arquería, y hasta ejercitarme en tiro. Pensaba que cada quien se vestía con sus mejores galas y cargaba sus municiones. Entonces yo era natural, como lo era cuando llegué a la industria del periodismo deportivo como candidata perdida de la escuela de leyes quien decidió seguir su amor por el beisbol por miedo de asistir tres años más de clases luego de terminar mi pregrado. Mi naturalidad continuó mientras seguí teniendo un poco de fortuna. Fui afortunada de entrar al programa de post-grado de un año de Periodismo Deportivo en Centennial College, y fui afortunada de que la mayoría de mis compañeros de clase quisieran hablar solo de beisbol. Estaba en el lugar correcto en el tiempo correcto cuando los Azulejos necesitaban emplear alguien como estadístico en el grupo de producción del juego del día, y todavía estoy agradecida de que mi horario escolar me permitió trabajar en cada juego en casa por el resto de la temporada. Desde ahí fui a Carolina del Norte, donde completé mi educación con un internado en Baseball America. Fue casi inmediatamente después que yo había regresado a casa desde Durham que Bob Elliot del Toronto Sun me contactó y me preguntó si quería ser parte de la Canadian Baseball Network, la cual él coordina. Desde entonces, por cinco años, seis temporadas en Toronto, he trabajado los veranos para los Azulejos en Roger Centre y pasado los inviernos en la Liga Australiana de Beisbol como oficial de prensa y cualquier cosa más que se necesite hacer. En medio de eso, ha habido viajes de regreso a Durham; vacaciones a estadios; charlas con estudiantes de secundaria, jugadores universitarios, jugadores de ligas menores, grandes ligas; una aventura en Japón con Baseball Canada y mucha escritura de beisbol canadiense por CBN. Empecé a escribir para Prep Baseball Report el año pasado, pero últimamente he estado floja en contenido. Raramente yo estaba alrededor de otras mujeres, pero la aceptación de los hombres en sus círculos me mantuvo en mi nube de naturalidad. Mi jefe en los Azulejos es una mujer, así que no estaba sola. Pero cuando empecé, el equipo de producción de 25 personas incluía 23 hombres. Yo podía haber sido la segunda mujer interna en BA, pero si hubo una antes que yo, fue hace tanto tiempo que nadie la puede recordar. Cuando Elliot envió un correo electrónico a mi jefe en BA para ver si yo estaba interesada en CBN, él pensaba que yo era un tipo, algo que asumió al leer mal mi nombre. La ABL tiene algunas mujeres alrededor en una variedad de funciones, pero mi conocimiento y pasión por el juego me previno de ser considerada una más. Cuando me incorporé a la organización de los Bandits de Brisbane, recuerdo que me dijeron que no se permitían mujeres en el clubhouse, aunque rápidamente me convertí en una excepción de la regla porque, “Tú eres diferente”. Prep Baseball Report es hecho solo por hombres, al menos en lo que se refiere a la parte escrita. La pregunta que de verdad empezó a forzarme a notar que yo podría ser diferente, y que la diferencia era mi género, era la pregunta, “¿Como llegaste al beisbol? De verdad parece inofensiva. Es algo que le pregunto a cada pelotero australiano, porque el rugby, el futbol australiano y el cricket son más populares que el diamante, y nunca lo he visto como un insulto. Pero en algún momento del camino, empecé a tomarlo como uno. Se sentía como que cada persona que me encontraba en la industria me lo preguntaba, pero algo que yo nunca preguntaba de vuelta. Nadie se pregunta porque un hombre se inclina por los deportes. Es algo natural. Yo no lo era. Mi mundo se abrió un poco cuando fui invitada a hablar en un Pitch Talks event, un foro itinerante para que los aficionados y expertos del beisbol hablen de su pasatiempo favorito. Yo he sido invitada a varios eventos, espero que las personas disfruten mi paseo apasionado por el beisbol canadiense, porque soy probablemente la única mujer en todo el país quien dedica todo su tiempo al deporte. Ese primer Pitch Talks event fue probablemente el mejor para mí, a pesar de mi ansiedad, nervios obvios y el rápido fraseo de mis pensamientos aleatorios de beisbol. Eso me dio la oportunidad de hablar en un foro abierta y honestamente acerca de los aspectos terribles de ser una mujer en esta industria dominada por los hombres, y mientras estaba muy asustada de experimentar eso, eso fue ciertamente lo más abierta que he llegado a ser y que he sido. Estaba asustada porque sentía como que era la manera más rápida de ser lanzada sin preguntar por un cambio, se espera que las mujeres puedan ser vistas por el valor que aportan y no solo para cumplir con un requerimiento, o se pensaba que mis calificaciones podrían facilitarme ser empleada sobre alguien con menos de ellas, en vez de lo contrario, y me ha tomado años sentirme como parte del círculo interior. No quiero perder ningún trabajo que ya tenga, hecho o bajo contrato, o sin honorarios. Más fácil que cambiar, seria sacarme, silenciar mi voz. Estaba asustada porque nunca había admitido que mi trabajo soñado no es siempre el mundo de fantasía que la gente piensa que es y quiere que sea. No quería arruinarles eso. Ni quería ser vista como “una llorosa quien no se puede codear con los tipos grandes”. Estaba asustada porque mi mamá estaba en la audiencia, y no quería que ella tuviera que pensar en las cosas que yo había pasado o preocuparse por mí. Pero recibí retroalimentación de otras mujeres que estaban ahí, conocí otras mujeres aficionadas y periodistas de beisbol, y encontré un círculo genuino de confianza en la industria que nunca había sentido antes. Confío en muchos de los hombres con los que he trabajado y continuo trabajando regularmente, pero eso siempre toma más tiempo porque nunca sé si ellos tienen motivos ulteriores. Solía confiar en todos hasta que descubrí aquellos ocasionales motivos ulteriores, por eso ahora cuestiono (en mi mente) a cualquiera que trate de ayudarme, o trate de escucharme, o tome interés en lo que hago, o trato de hacer, porque eso puede venir de cualquier parte. He recibido comentarios inapropiados y no solicitados, o peor, de peloteros, coaches, scouts, otros periodistas, narradores, como lo quiera nombrar. Tome una categoría, y tengo historias que probablemente no quiero compartir. Siempre he sido un tipo de persona “no preferida de los hombres”. Tal vez es porque crecí como uno de los muchachos, o tal vez es porque me gusta ver cada lado de una discusión, pero siempre he llegado rápido a defender a cualquier hombre errado. Aún luego de colocar a todos los beisbolistas en el mismo saco cuando me aventuré en la industria, me encontré convirtiéndome en hipócrita. Bajé la guardia y pensé “no todos los beisbolistas son iguales”, y hasta salí con uno. En principio me resistía, temerosa de lo que otros pudieran pensar o como sería vista en la industria, pero él fue persistente, y rara vez conozco personas fuera del beisbol, así que ocurrió. La relación terminó luego de año y medio, me rompió el corazón, me sacó de la discusión de que nunca estaría con un pelotero, y me convirtió para siempre en una de “esas” chicas. Con un grupo recién encontrado de amigos de los medios sociales, quienes también resultan ser mujeres y seguidoras del juego, empecé a aprender. Leía más de las mujeres deportistas y leía más de mujeres que escribían de deportes. Era algo triste, notar cuan pocas éramos, que tan duros habían sido los caminos que ellas habían escogido, cuanto, pero en realidad que tan poco, ha cambiado en el tiempo, y como mi vida de ingenua había sido comparada al mundo hacia el que tenía mis ojos abiertos. Se abrieron más grande cuando tuve mi primera y única oportunidad de vivir mi sueño de ser parte de Baseball Canada. Con la necesidad de llenar el requerimiento de un oficial de prensa para el equipo nacional femenino, me uní al equipo de Canadá, viajé a Vancouver y a Japón y experimenté el beisbol internacional más de cerca y más personalmente de lo que hubiese deseado. Eso fue fantástico, pero ser introducida a las asperezas de las atletas de primera mano fue una forma de desinflar la nube donde yo estaba y la fuerza de gravedad me haría estrellarme contra la tierra. No hay manera de estimar las desventajas de las mujeres en el nivel más alto de sus deportes en comparación con los hombres. Solo para principiantes, cada mujer de ese equipo tenía una obligación a tiempo completo fuera del beisbol. Había doctoras, estudiantes, maestras, instructoras de yoga, ingenieros, todas usaban sus vacaciones o permisos en el trabajo o la escuela para vivir el sueño de tratar de ganar una medalla dorada en la Copa Mundial. Ellas no tenían los patrocinantes que tenía el equipo masculino, el dinero, la cobertura, el interés, o el apoyo. La mayoría de las personas con las que he hablado de mi experiencia no sabían que existía el beisbol femenino. Con mis ojos abiertos, encontré más preguntas que respuestas. ¿Podía trabajar lo suficientemente duro? ¿Era esa la razón de que no había sido capaz de encontrar un trabajo a tiempo completo en la industria?¿Cambiaría algo en mi vida? Las cosas ciertamente han mejorado, las barreras han sido rotas, y soy afortunada de estar donde estoy, pero ¿seré forzada a ponerle un tope a mi ambición? ¿He alcanzado mi techo? Cuando tengo este tipo de pensamientos, más a menudo ahora que cuando vivía en mi mundo ignorante de felicidad, me siento desanimada. Y más desanimada cuando hombres cobardes sin rostro, por correo electrónico o redes sociales, me preguntan cuantos favores sexuales he ofrecido para lograr lo poco que tengo. Pienso en la horas que he permanecido en el estadio, en mi carro en ruta a otro pueblo de ligas menores, en mi computadora transcribiendo y tratando de batallar con el cuaderno de escritor, revisando box scores en mi teléfono, esperando fuera del camerino para una entrevista, viendo los juegos, prácticas de bateo, días de scouts, campamentos. Pienso en el inventario que he colocado en varios medios de aceptación, ¿Me sigue este escritor por Twitter? ¿Vendría esta persona a consultarme por información sobre un tópico del que sé mucho? ¿Sabe este tipo de la industria que existo? ¿Estoy aquí solo para cumplir con la cuota femenina? Me he sorprendido preguntándome últimamente si todo esto ha valido la pena. Seguro, en la superficie, consigo ver juegos de beisbol para ganarme la ida, pero por debajo del nivel de mar, eso no es suficiente para vivir. Trabajo 81 días al año para los Azulejos, ninguno de esos días me están garantizados por un contrato. Escribo de beisbol canadiense porque soy más apasionada por ese tópico, pero la pasión no paga las cuentas. Disfruto ir a Australia y trabajar en una liga en crecimiento, pero lo que crecimiento en verdad significa es que he perdido dinero con cada viaje que he hecho para “trabajar” por el circuito. El dinero que he hecho, lo he gastado en viajes a nuevos estadios donde no he estado antes, esas aventuras usualmente se centraron en tratar de escribir acerca de peloteros canadienses o alguna conexión oscura del beisbol en Canadá. Así que ¿Vale la pena? Financieramente no. No tengo futuro si continuo en la dirección que voy, y no sé por cuanto tiempo más pueda perseguir mi pasión. Pero en cada otro aspecto de la palabra, si. Vale la pena, pero eso no significa que no haya espacio para el cambio, el crecimiento y el desarrollo. Vale la pena los insultos, el desánimo, la falta de apoyo, que te retengan en las puertas, el pensamiento de que las cosas podrían no cambiar nunca porque las personas piensan que han mejorado lo suficiente, pero eso no los hace necesariamente demonios. Todo eso vale la pena porque amo el beisbol. El beisbol es mi pasión, y se ha convertido en mi vida. He hecho amigos en este deporte que tendré por siempre. He ido a bodas y funerales y campeonatos, y he viajado alrededor del mundo debido al beisbol. He tenido incontables conversaciones y entrevistas que han cambiado mi visión del juego y de las personas dentro de este. Estoy aprendiendo y mejorando cada día. Mi curiosidad natural y genuino interés en el beisbol y en los otros, quienes, como yo han decidido en algún punto del camino dedicar todo su tiempo al juego que amamos, me mantiene armada con preguntas. Cada punto de vista diferente me asegura que nunca me quedaré sin maneras de estar interesada o personas de quienes aprender: desde el pelotero joven mirando hacia adelante en su año de selección, al tipo que vive la experiencia del beisbol universitario, al jugador de ligas menores entusiasta, a la sazonada veta del beisbol independiente, al novato, al grande liga que lo ha visto todo, al scout quien lo firmó, a la oficina principal ejecutiva que lo puso en el mapa, al narrador cuya voz de alguna manera permanece intacta todo el año, al equipo de comunicaciones que genera y distribuye información, a los periodistas, blogueros y personalidades televisivas, a los aficionados…Y en ese respecto, soy igual a muchas otras personas que he conocido en este deporte. Soy la misma. Sobre Alexis Brudnicki Fue una beisbolista competitiva mientras crecía, Alexis Brudnicki ha trabajado para los Azulejos de Toronto, y escrito para Baseball America, la Liga Australiana de Beisbol y Canadian Baseball Network, entre otros. Traducción: Alfonso L. Tusa C.