martes, 12 de febrero de 2019

Edgar Martinez confunde a sus pares aun cuando los acompaña en Cooperstown.

Tyler Kepner. The New York Times. 23 de enero de 2019. Los años pasan, los peloteros se retiran, y si se les conoció un poco, se recuerda algo de sus rutinas en el clubhouse. Mariano Rivera firmando pelotas cuidadosamente, siempre legibles, y soplando la tinta para que no se chorreara. Mike Mussina resolviendo crucigramas, retando su mente para pasar el tiempo. Edgar Martínez pesando sus bates en una balanza de comida, marcando un más o un menos en la escala para tener una medida más precisa. Roy Halladay rara vez aparecía en su casillero en Toronto o Filadelfia. Usualmente estaba sudando en otra parte.
“Trabajo duro y humildad”, dijo Brandy Halladay, su viuda, para resumir el legado de su difunto esposo este miércoles. “No puedes entrar ahí sin expectativas. Tienes que trabajar por cada cosa que quieras conseguir, y eso fue lo que hizo cada día”. Rivera, Mussina, Martinez y Halladay lograron el honor más alto por su meticulosa preparación esta semana, con su elección al Salón de la Fama del beisbol. Todos fueron contemporáneos de la Liga Americana en la década de 2000, quienes se conocieron entre sí como competidores. Rivera estableció la marca de juegos salvados y ganó cinco campeonatos con los Yanquis, mientras Mussina tuvo longevidad, se acreditó 270 victorias por 203 de Halladay, pero Halladay, dos veces ganador del premio Cy Young con un juego perfecto y un sin hits ni carreras de playoff, tuvo los momentos y herramientas que eludieron a Mussina. Estuvieron de acuerdo en una cosa: Martínez de seguro podía batear. Bateó ,312 en su carrera pero fue aun mejor ante Rivera, Halladay y Mussina, con .375. Rivera bromeó este miércoles al decir que Martínez le debía una cena. “También lo ayudé”, dijo Mussina, “No tanto como tú”. Martínez largó cinco jonrones contra Mussina, su mayor cifra ante cualquier pitcher, y le bateó .307 (de 75-23). Se fue de 18-8 ante Halladay y de 19-11 ante Rivera. Solo David Ortíz y Jason Varitek tuvieron más imparables ante Rivera, pero ambos tuvieron al menos el doble de turnos al bate contra él. “Especialmente al principio de mi carrera, hombre, ponía en dos strikes a Edgar y el tercero nunca llegó”, dijo Rivera después de su elección este martes, y agregó el miércoles, “Cuando se enfrenta al tipo de bateador que fue Edgar, tienes que de verdad dar lo mejor de ti, de lo contrario te comerá en el desayuno, almuerzo y cena como hizo conmigo”. Martínez se fue de 9-8 ante Rivera hasta 1997, cuando Rivera descubrió su recta cortada mientras jugaba a lanzarse la pelota con Ramiro Mendoza antes de un juego en Detroit. Después de eso, las cosas se normalizaron entre Martínez y Rivera, de 10-3, incluyendo el encuentro que aun molesta a Martínez. En la serie de campeonato de la Liga Americana en 2000, Martínez fue a batear como la carrera del empate con dos outs en la apertura del noveno inning del sexto juego.
“Me dije: ‘Bien, me va a lanzar la recta cortada. Miré de la mitad hacia afuera como siempre hacía’. Y ahí estaba la primera sinker que había visto lanzar a Mariano en toda mi carrera, me lanzó una sinker”, dijo Martínez, quien bateó un manso rodado al campocorto. “Se acabó el juego, nos fuimos a casa. Habría cambiado todos esos imparables por ese turno al bate”. Los Marineros desde entonces no se han acercado tanto a la Serie Mundial; perdieron con los Yanquis de nuevo en la próxima serie de campeonato de la Liga Americana, en cinco juegos. Mussina ganó su apertura en esa serie, pero Martínez usualmente lo confundía, “Podía tener un orden diferente de lanzamientos, podía tratar con rectas primero, curvas primero, ponerme adelante en la cuenta, atrás en la cuenta, no importaba”, dijo Mussina. “Cuando se es tan buen bateador como era él, entonces te dices, ‘Escucha, voy a lanzarla en el medio y espero que la batee duro de frente hacia alguien, porque si me esmero y de todas formas él consigue un imparable, eso me va a molestar’. Y honestamente, a veces haces eso. Dices: ‘Voy a lanzar una sinker en el medio, hombre. Solo batéala y sigamos adelante, porque de todas formas vas a conseguir un imparable’”.
Mussina dominó muchos toleteros al descifrar sus swings y servirles un lanzamiento que no podían manejar. David Ortíz, Rafael Palmeiro, Alex Rodríguez y Jim Thome, quienes combinados largaron más de 2400 jonrones, batearon combinados .240 ante él. Pero Martínez era difícil de leer para Mussina, porque nunca trataba de hacer mucho. Martínez dijo que aprendió su estilo observando a bateadores como George Brett, José Cruz y Kirby Puckett, quienes jugaron 52 temporadas combinadas, sin poncharse 100 veces en alguna de ellas. Martínez solo lo hizo una vez, en 2004, su temporada final. “La mayoría de los bateadores tratan de halar la pelota cuando el lanzamiento está de la mitad para adentro. Yo miraba de la mitad hacia afuera y si venía adentro reaccionaba. Si trabajaba en la mecánica de la trayectoria de mi swing y de mi mitad inferior, era capaz de mantener el bate en la zona por más tiempo. Por eso, aun si el envío era algo suave, el bate aun estaba en la zona, y podía dirigir la pelota en todas direcciones o batear línea tras línea”. Naturalmente, algunos pitchers molestaban a Martínez. Tenía dificultades contra Nolan Ryan (de 19-1) y Pedro Martínez (de 25-3) y se fue en blanco ante Greg Maddux en el único juego donde lo enfrentó. Pero esos tres no rodearan su placa en Cooperstown. Para los inquilinos más nuevos del Salón de la Fama, Martínez es parte de su clase pero pertenece a una clase particular. “Los bateadores trataban de llevar la pelota hasta la cerca muy a menudo, y yo los dominaba con rodados al campocorto o elevados al jardín central, así era como sobrevivía. Edgar no hacía eso”, dijo Mussina “Él solo se conformaba con disparar un linietazo al jardín derecho. Eso funcionaba para él, así empujó una tonelada de carreras y eso me frustraba a morir. Por eso es que está aquí. Le hizo eso a todos”. Traducción: Alfonso L. Tusa C. 12-02-2019.

lunes, 11 de febrero de 2019

Frank Robinson, toletero inquilino del Salón de la Fama y primer manager negro, fallece a los 83 años de edad.

Richard Goldstein. The New York Times. 07 de febrero de 2019. Frank Robinson, el jardinero inquilino del Salón de la Fama quien bateara 586 jonrones y se convirtiera en pionero racial como primer manager negro en Grandes Ligas, casi tres décadas después que Jackie Robinson rompiera la barrera del color del beisbol moderno al jugar para los Dodgers de Brooklyn, falleció este jueves 7 de febrero en su hogar de Los Angeles Major League Baseball anunció la muerte pero no especificó la causa. The Baltimore Sun reportó recientemente que Robinson estaba en las etapas finales de una larga enfermedad. Jugó durante 21 temporadas, principalmente con los Rojos de Cincinnati y los Orioles de Baltimore, Robinson fue el único ganador del premio al jugador más valioso (MVP) en ambas ligas (Nacional y Americana). Fue una presencia intensa y a menudo intimidante, se abalanzaba sobre el plato desde su estilo de bateador derecho, incitando a los pitchers para que lo golpearan (lo cual hicieron 198 veces) luego tomaba revancha con batazos largos, “castigaba a los pitchers con una fina imparcialidad” como escribiera alguna vez el periodista deportivo Roger Kahn. Rompía los dobleplays con deslizamientos temibles. Como jugador, Robinson insistía en que sus compañeros estuviesen a su nivel de competitividad. Como manager, tenía poca paciencia con la falta de ganas de ganar. Robinson ganó la triple corona de bateo en 1966, al despachar 49 jonrones, empujar 122 carreras y batear para .316 en su primera temporada con los Orioles y ayudó a su equipo a capturar el campeonato de la Serie Mundial por vez primera en la historia de la franquicia. Bateó por lo menos para .300 de promedio en nueve temporadas, acumuló 2943 imparables vitalicios, empujó 1812 carreras y jugó en cinco equipos ganadores del banderín. Fue elegido al Salón de la Fama del beisbol en 1982, su primera vez en las papeletas. Robinson debutó como el primer manager negro de las ligas mayores con los Indios de Cleveland el 8 de abril de 1975, 28 años después que Jackie Robinson (sin relación familiar) salió al campo por primera vez con los Dodgers. Rachel Robinson, la viuda de Jackie Robinson, efectuó el lanzamiento de la primera bola. Frank Robinson, quien aún era jugador activo, marcó la histórica ocasión al descargar un vuelacercas en su primer turno al bate, como bateador designado, para liderar a los Indios a una victoria 5-3 sobre los Yanquis. Dirigió 16 temporadas entre completas y parciales, con los Indios (1975-1977), Gigantes de San Francisco (1981-1984), Orioles (1988-1991), Expos de Montreal (2002-2004) y su franquicia sucesora Nacionales de Washington (2005-2006). Nunca dirigió a un ganador de banderín, pero la Baseball Writers Association of America lo nombró manager del año de la Liga Americana en 1989, cuando sus Orioles terminaron segundos en la división este, dos juegos detrás de los Azulejos de Toronto. “Tenía grandes instintos beisboleros y unos atributos físicos tremendos que le permitían hacer todo en el terreno de beisbol”, escribió el antíguo manager de los Orioles, Earl Weaver en su memoria “It’s What You Learn After You Know It All That Counts” (“Lo que cuenta es lo que aprendes después de saber como es todo”) (1982). Como lo asentara Weaver: “Nunca se quejaba y siempre estaba dispuesto para aconsejar a cualquier pelotero joven quien buscara su apoyo. A veces aconsejaba a algunos que no lo buscaban, cuando los oía quejarse. ‘¡Es suficiente!’ gritaba. ‘No compliquen las cosas’”. El pitcher inquilino del Salòn de la Fama de los Orioles, Jim Palmer, le dijo a Baseball Digest en 2006 que la llegada de Robinson a Baltimore vía cambio con Cincinnati había iniciado el resurgimiento de la franquicia. “Si Frank veía algo, iba a decir algo”, dijo Palmer. “Cuando llegó aquí, fue el líder. Era el tipo. Nos hizo mejores”. Otro de los pitchers estelares de los Orioles de esa época, Dave McNally, fue citado en la historia oral del equipo de John Eisenberg, “From 33rdStreet to Camden Yards” (2000): “Lo bueno que era Frank se reflejaba en el impacto que generaba al jugar duro. La intensidad del tipo era realmente increíble”. Frank Robinson nació el 31 de agosto de 1935, en Beaumont, Tex., y creció en Oakland, Calif., era el más joven de 10 hermanos. Jugó beisbol en McClymonds High School en Oakland, donde fue compañero de Bill Russell en el equipo de baloncesto. Firmó con la organización de los Rojos en 1953 y debutó en las ligas mayores en el jardín izquierdo de Cincinnati tres años después. En esa temporada largó 38 cuadrangulares en una alineación plagada de bateadores de poder como Ted Kluzewski, Wally Post y Gus Bell, y fue nombrado Novato del Año. Robinson despacharía 37 jonrones, empujaría 124 carreras y batearía .323 para los Rojos ganadores del banderín en 1961, y fue elegido jugador más valioso de la Liga Nacional ese año. Siguió siendo una figura formidable para Cincinnati hasta mediados de la década de 1960. Robinson describió su actitud al bate en su memoria “Extra Innings” (1988), escrita con Berry Stainbeck. “Yo era tan agresivo en el plato como en las bases y en los jardines”, escribió. “Me paraba tan cerca del plato como podía y estiraba el cuello para tener la mejor vista posible de la pelota cuando salía de la mano del pitcher, así protegía la esquina de afuera. Si los pitchers me sorprendían, mis muñecas eran suficientemente rápidas para ajustarse al pitcheo”. En lo que se convirtió en uno de los cambios más desiguales del beisbol, los Rojos cambiaron a Robinson a los Orioles después de la temporada de 1965. Cincinnati recibió al pitcher Milt Pappas y otros dos peloteros destinados a no tener mucho impacto. Bill De Witt, el gerente general de los Rojos, fue citado diciendo que Robinson era “un viejo de 30 años”, sugiriendo que había visto pasar sus mejores años. Pero Robinson fue nombrado jugador más valioso de la Liga Americana y jugador más valioso de la Serie Mundial de 1966, ,cuando los Orioles barrieron a los Dodgers de Los Angeles con una alineación que también incluía a Boog Powell en primera base, Davey Johnson en segunda y el futuro inquilino del Salón de la Fama, Brooks Robinson en tercera.
Los Orioles también tenían un magnífico cuerpo de lanzadores liderado por Dave McNally, Palmer, Wally Bunker y Steve Barber. Robinson despachó dos jonrones en esa serie, ambos ante Don Drysdale, el primero en el juego inicial y el segundo en el cuarto y decisivo de la serie, una victoria 1-0 de Baltimore. En sus seis temporadas con los Orioles, colaboró para llevar al equipo a ganar cuatro banderines y dos campeonatos de Serie Mundial. El 26 de junio de 1970, Robinson descargó dos jonrones consecutivos con las bases llenas contra la segunda franquicia de los Senadores de Washington en RFK Stadium. Antes de dirigir a los Indios, Robinson había sido el primer manager afroamericano de un equipo profesional integrado fuera de la estructura del beisbol organizado, los Cangrejeros de Santurce de la liga invernal puertorriqueña. Se mantuvo en ese cargo por varias temporadas, comenzó en la campaña 1968-1969, para ganar experiencia en ruta a convertirse en manager de ligas mayores. “Los peloteros negros pensaban que yo era más estricto con ellos que con los blancos”, The New York Times lo citó mientras ocupaba ese cargo. “Pero siempre lo hacía en broma”. Robinson fue cambiado por los Orioles a los Dodgers de Los Angeles después de la temporada de 1971 y luego jugó con los Angelinos de California y brevemente con los Indios. Luego de ser nombrado manager, siguió jugando como bateador designado. Cuando los Indios anunciaron en octubre de 1974 que Robinson sería su manager, un evento histórico en las relaciones raciales del beisbol, recibió un telegrama de felicitaciones del Presidente Gerald R. Ford. “Pienso que no fui empleado porque era negro”, dijo Robinson. “Espero que no. Pienso que he sido empleado debido a mi habilidad”. Luego añadió, “El único deseo que puedo tener es que Jackie Robinson pudiese estar aquí hoy para ver esto”. Jackie Robinson había reclamado la presencia de un manager negro en las ligas mayores cuando lanzó la primera pelota en el segundo juego de la Serie Mundial de 1972. Más adelante, ese octubre, falleció a los 53 años de edad. Cuando Frank Robinson alineó con su equipo frente al dugout de los Indios en la inauguración de la temporada ante una multitud de 56.204 aficionados en Cleveland Municipal Stadium, recibió una sonora ovación. “Cien mil aficionados no habrían sido más ruidosos”, recordó en su memoria, “Fue la ovación más grande que recibí en mi carrera, casi me hizo llorar. Después de tantos años esperando para convertirme en manager de grandes ligas, ignorado porque muchos dueños de equipo sentían que los fanáticos no aceptarían un manager negro, yo tenía el trabajo y las personas estaban felices”. Los Indios habían sido un equipo perdedor por años, los equipos de Robinson terminaron cuartos en el este de la Liga Americana en 1975 y 1976. Luego de una arrancada de 26-31 en 1977, fue despedido. Los reporteros le preguntaron si pensaba que la carrera por el banderín había tenido que ver con el despido. “Si la competencia fue un factor”, le dijo a Mr. Kahn para una columna en The Times, “No estoy al tanto de eso. Nunca oi una observación seria acerca de la competencia. Nunca oi a nadie hacer una observación al respecto. No tengo amargura por Cleveland. Hice lo mejor que pude”. Cuando Robinson regresó a dirigir en las mayores con los Gigantes en 1981, el camino que había iniciado había sido transitado por otros dos. Larry Doby, quien se convirtió en el primer pelotero negro de la Liga Americana con los Indios en 1948, fue nombrado manager de los Medias Blancas de Chicago en 1978. Maury Wills, mejor conocido por haber brillado con los Dodgers de Los Angeles, fue nombrado manager de los Marineros de Seattle en 1980. Luego de lograr un modesto éxito dirigiendo a Gigantes y Orioles, Robinson tuvo marcas ganadoras dos veces con una franquicia de los Expos que había sido asumida por Major League Baseball y solo disponía de unos recursos económicos relativamente magros. Luego de dirigir a los Nacionales de Washington por dos temporadas, Robinson ocupó cargos administrativos en la oficina del comisionado del beisbol con Bud Selig y después con Rob Manfred. El Presidente George W. Bush premió a Robinson con la Presidential Medal of Freedom, el reconocimiento más alto de la nación para un civil, en una ceremonia de la Casa Blanca en 2005, lo elogió por sus “extraordinarios logros como beisbolista y manager y por servir como ejemplo duradero de carácter en el deporte”. Los Orioles, Rojos e Indios han erigido estatuas de Robinson en sus estadios. Barbara Ann Cole fue la esposa de Robinson. Tuvieron un hijo, Frank Kevin, y una hija, Nichelle. La información de sus sobrevivientes no estuvo disponible de inmediato. Robinson ingresó al Salón de la Fama junto a Hank Aaron, el rey de los jonrones en ese momento. Rachel Robinson asistió a la ceremonia, y le preguntaron acerca del legado de su esposo al liderar el camino de la primera generación de grandes peloteros negros en el juego.
“Jackie no hubiera querido que se les dejara a un lado”, dijo ella. “Ellos representan el epítome de los que Jackie quería: excelencia”. Traducción: Alfonso L. Tusa C. 1-02-2019.