sábado, 11 de noviembre de 2017
Luto por Roy Halladay, un Maestro quien deseaba los Grandes Momentos.
Tyler Kepner. The New York Times. 07-11-2017.
Roy Halladay nunca hizo un lanzamiento en la Serie Mundial. Esperaba que eso lo molestara algun día. En la mayoría de su docena de años con los Azulejos de Toronto, Halladay fue probablemente el mejor pitcher del beisbol, y solo un cambio hacia los Filis de Filadelfia pudo llevarlo a la postemporada. Lo hizo dos veces, en 2010 y 2011, sin ganar un banderín.
“Recuerdo estar sentado en Toronto viendo los playoffs, preguntándome como me iría en esa instancia, si eso me cambiaría, si yo sería un pitcher diferente, si tendría éxito”, dijo Halladay en marzo, en una mesa de picnic cercana a los campos de entrenamiento primaveral de los Filis en Clearwater, Fla.
“Siempre me preguntaba como sería vivir esas situaciones, y todo el tiempo pensaba como sería ganar un campeonato. Y entonces, después de vivirlo dos veces, me di cuenta de que solo me preguntaba, ¿Cómo me iría? ¿Sería como pensaba que era? Y lo fue”.
“Así que para mí, solo tener la oportunidad significó tanto como ganarlo o no ganarlo. El resto, como dicen ellos, está en las cartas. Pero en cuanto a lo que puedes controlar, tener esas oportunidades fue todo lo que quería”-
Halladay falleció este martes 7 de noviembre cuando la avioneta que pilotaba se precipitó en el Golfo de México. Tenía 40 años de edad, y era el único pasajero.
Dejó una esposa y dos hijos. Entrenaba equipos juveniles y parecía disfrutar un agradable retiro, “en el aire o en el agua” como escribió en su página Twitter, donde publicó esto “¡Coraje no es carecer de miedo sino actuar a pesar de la existencia de este!”
Ese debut en el playoff, por el cual se había preguntado tanto, permanecerá como su actuación principal. Lanzó un juego sin hits ni carreras contra los Rojos de Cincinnati, el primero de postemporada desde el juego perfecto de Don Larsen en la Serie Mundial de 1956.
En el juego final de Halladay en playoff, el siguiente otoño, perdió 1-0 ante los Cardenales de San Luis y Chris Carpenter, un viejo compañero de equipo quien le había enseñado a Halladay su curva mientras jugaban a lanzarse la pelota en las ligas menores. Alguien tenía que ganar ese día, y ese fue su amigo, no él. Halladay había dado lo mejor de sí, y perdió. Eso ocurre, y él fue lo suficientemente racional para entenderlo.
Yo estaba en el clubhouse de los Filis después de esa derrota, cuando Halladay expresó una versión del comentario de arriba. Eso siempre me ha impresionado desde entonces como la esencia del competidor. Todo lo que se quiere es una oportunidad para probarse, para ver que ocurre cuando todo está en juego.
Halladay había tenido sus oportunidades. Esta orgulloso de cómo las había manejado.
Hablamos esta primavera como parte de mi investigación para un libro que escribo acerca del pitcheo. Yo había perseguido a Halladay por dos años, a través de su agencia y sus antiguos equipos, sin suerte. En mi visita a Clearwater, Greg Casterioto, el director de comunicaciones de beisbol de los Filis, me dijo que Halladay estaba ahí, trabajando con los prospectos en el lado de ligas menores. Se reunió conmigo en la mesas de picnic mientras los grandes ligas jugaban en el terreno principal.
Halladay estaba un poco más grande de lo que yo recordaba, como muchos cuando dejan de entrenar. Él había sido un fanático de estar en forma cuando jugaba, y dijo que el trabajo, la manera como este fluía en la competencia, era lo que más extrañaba desde su retiro en 2013, a los 36 años de edad.
La durabilidad fue la marca de Halladay. Lanzó 63 juegos completos desde 2002 hasta 2011, 30 más que cualquier otro pitcher en esa década. Su espalda se resintió, pero dijo que su brazo siempre se mantuvo fuerte. La carga de trabajo nunca le afectó porque la medía con precisión.
“Si lanzaba 120 envíos en un juego, yo ejecutaba 20 pitcheos en el bullpen”, explicó Halladay. “Si lanzaba 100 envíos en un juego, yo ejecutaba 40 pitcheos en el bullpen. Si solo lanzaba 80, ejecutaba 60 pitcheos en el bullpen. Así que siempre tenía la misma cantidad de pitcheos en el período de cinco días”.
Hablamos un poco acerca del estado moderno del pitcheo. Halladay tuvo ocho temporadas de al menos 220 innings, un total que ningún pitcher alcanzó en 2017. Dijo que los pitchers de la actualidad, con sus rectas turbo, insisten mucho en ponchar a los bateadores.
“Yo sentía que con dos strikes, 0-2, 1-2, si los bateadores no hacían swing, ese iba a ser el tercer strike”, dijo él. “Quería lanzar algo a lo cual ellos tuvieran que hacer swing y poner la pelota en juego, o sino eso iba a ser strike en cuenta de 0-2. Ahora se hacen dos pitcheos adicionales, y se llega a la cuenta de 2-2 y continúa el turno del bateador. Pienso que la manera como se entiende el pitcheo ha cambiado mucho. Ellos quieren mantenerse fuera de la zona de strike para evitar el contacto”.
Halladay inducía contactos débiles, y muchos swings defectuosos, al usar el modelo de Greg Maddux para mover la pelota adento o afuera en cualquier lugar del plato. Los bateadores sabían que Halladay podría haber marcado una X en el aire, abajo a las manos o afuera al mango del bate, con sus sinkers y rectas cortadas. También podía amarrarlos con curvas en la zona, o un semi cambio, un lanzamiento que aprendió de Rich Dubee, un coach de los Filis, contra el suelo.
“Quería que le hicieran swing a todos los pitcheos”, dijo él. Y con un arsenal como ese ¿por qué no?
El éxito de Halladay fue logrado con mucho esfuerzo. Luego de tres temporadas parciales en las mayores, los Azulejos lo enviaron a Clase A para reconstruir su psique y desarrollar un ángulo de lanzamiento más bajo. Él apreció cuan breve podía ser el éxito, y asumió su trabajo con una conducta seria que evocaba a Steve Carlton, un antiguo as de los Filis.
Carlton fue mi héroe en el beisbol cuando era joven. Mi hijo es seguidor de los Filis, sus abuelos lo llevaban a los juegos, y Halladay era su favorito. Cuando lo llevé al Salón de la Fama hace dos años, tomó una foto de la gorra que Halladay usó en su juego perfecto de 2010. Luego de nuestro recorrido, me pidió un collage de fotografías de Halladay enmarcado en una tienda de Main Street,
Este martes, mi hijo hizo inventario del rincón de Halladay que tiene en su habitación: dos afiches enmarcados, dos bobbleheads, un banderín y una barajita de beisbol. No lloró al conocer la noticia del accidente aéreo; tiene 15 años de edad, está muy metido en otras cosas para eso. Preguntó si podía ir al gimnasio para practicar lanzamientos al canasto. Las pruebas de baloncesto están cercanas.
Le dije que iría a buscarlo mientras escribía esta columna, me dijo que no me molestara, él quería que yo escribiera una buena historia. Insistí en buscarlo, porque Halladay lo hubiese querido. Él se rió, es algo banal de decir, yo casi no conocía al hombre. Pero lo sentí así.
Aprendí mucho de Halladay en nuestra entrevista esta primavera, como manejaba cada uno de sus pitcheos, como los sostenía, como los usó para ganarse una placa en el Salón. Pero principalmente aprendí que lo que de verdad lo motivaba no era el logro, sino ganar la oportunidad de tenerlo. Si él podía hacerlo de manera perfecta, podía vivir con el resto.
Halladay no vivió lo suficiente. Pero su legado, para mí, es poderoso e instructivo en cualquier campo: La pureza del esfuerzo importa más.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Nota del traductor: Números de Roy Halladay con Cardenales de Lara en la temporada 1997-98: 5J, 1G, 1P, 22 IL, 18 HP, 9K, 3 BB, 1.64 EFE.
En la semifinal: 4J, 2G, 1P, 26 IP, 22 HP, 12K, 8 BB, 3.12 EFE.
En la final: 2J, 1G, 0P, 10 IL, 10 HP, 3 K, 2 BB, 3.60 EFE.
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