miércoles, 29 de octubre de 2014

Con los Gigantes en la Serie, una canción de rock sonará y sonará.

Con los Gigantes en la Serie, una canción de rock sonará y sonará. Tim Rohan. 26-10-2004. The New York Times. San Francisco.- La primera vez que Larry Baer, jefe ejecutivo de los Gigantes de San Francisco, habló con Steve Perry fue en 2008. Él recordó que Perry sonaba desconcertado. Perry, el antíguo cantante de Journey, había crecido en California central y era un furibundo fanático de los Gigantes. Se quejó con Baer de que los rivales Dodgers de Los Angeles estaban usando su canción “Don’t Stop Believin’” sin su permiso. Por supuesto, los Dodgers no era el único equipo que había convertido la canción de Journey en su himno. La canción tiene mucha conexión con los deportes, especialmente el béisbol. En la última década, por lo menos cuatro franquicias que han entonado regularmente la canción llegaron a la Serie Mundial. Los dos equipos de la Serie Mundial de este año, los Gigantes y los Reales de Kansas City, la han usado. Pero los Gigantes la aprecian como suya. La han entonado regularmente desde 2010, cuando el equipo ganó su primer campeonato desde que se mudó a San Francisco. Los Gigantes, quienes añadieron otro título dos años después, también son el único equipo que tiene a Perry, de 65 años, encabezando los cánticos en sus juegos. “Se ha convertido en una tradición local, y él es original de aquí”, dijo Baer el sábado antes que los Gigantes ganaran el cuarto juego. Él añadió: “Cuando esa canción suena en eventos públicos en San Francisco, la gente piensa en los Gigantes. Lo dejaré de ese tamaño”. Los fanáticos de los Medias Blancas podrían argumentar con otra historia. En 2005, A.J. Pierzynski, Aaron Rowe y Joe Crede, jugadores de los Medias Blancas para ese momento, oyeron “Don’t Stop Believin’” en un bar de Baltimore y la adoptaron como su himno. La sonaban en el clubhouse luego de las victorias. Hacia el final de la temporada, los Medias Blancas la sonaron en su estadio cuando estaban perdiendo. Luego que el equipo aseguró el banderín de la Liga Americana, Pierzynski agarró a un ejecutivo del equipo durante la celebración con champaña y le preguntó, “¿Puedes buscar a Steve Perry?” Perry asistió al primer y segundo juego de la Serie Mundial en el U.S. Cellular Field y estaba tan identificado con el equipo que viajó a Houston para los dos juegos finales. Los Medias Blancas barrieron a los Astros, y él encabezó la interpretación de la canción en el desfile de campeonato del equipo. Perry quería tanto que la canción, que fue estrenada en el album “Escape” de Journey en 1981, estuviese ligada a los Medias Blancas que llamó repetidamente al productor de MLB Productions para acordar que la canción fuese incluida en el DVD conmemorativo del equipo. Pero no todos los miembros de la banda darían su consentimiento para usar la canción. Aún así, eso no pudo evitar que la canción se extendiera hacia otros equipos. Los Tigres de Detroit empezaron a sonarla en 2006 y la usaron regularmente cuando fueron a la Serie Mundial de 2012, donde fueron barridos por los Gigantes. Los Reales también empezaron a sonarla este año luego que ganó una votación de los fanáticos. Pero dejaron de usarla cuando se encontraron con los Gigantes en la Serie Mundial. “Pensamos, ‘Tienen a Steve Perry; que lo hagan’”, dijo Toby Cook, vicepresidente de los Reales para asuntos comunitarios y publicidad. En agosto de 2008, Perry estaba en Dodger Stadium cuando sonó la canción durante el noveno inning de un juego cerrado. La multitud cantó cada palabra, lo cual era lo que había deseado Charles Steinberg de los Dodgers. Steinberg podría ser el experto principal en música para juegos de béisbol. Ha trabajado por casi 40 años en varios roles en el béisbol ligados a las relaciones públicas y el mercadeo. Consideren su curriculo. Él impuso “Thank God I’m a Country Boy” por años en los juegos de los Orioles. También hizo sonar a “Hells Bells” durante el calentamiento de bull pen de Trevor Hoffman en los juegos de los Padres. E hizo de “Sweet Caroline” un símbolo en los juegos de los Medias Rojas. Cuando Steinberg llegó a los Dodgers en 2008, quería saber que canción haría sonar allí. Todavía la buscaba a principios de agosto cuando el equipo adquirió a Manny Ramírez. Steinberg sintió una excitación que lo hizo sonar “Don’t Stop Believin’” en el juego de agosto cuando Perry fue al estadio. “Una canción funciona bien cuando lo hace sin provocación”, dijo Steinberg el sábado en una entrevista telefónica. “Ocurre sin ninguna manipulación. Es completamente espontáneo de parte de los fanáticos”. Los Dodgers sonaron la canción regularmente por unos pocos años. Esto eventualmente se acabó, y Steinberg se fue del equipo después de la temporada de 2009. Para entonces, Perry había planteado su caso a Baer, de los Dodgers usando su canción, dijo que quería demandar a los Dodgers, algo de lo que Baer lo disuadió, y le pidió a Baer que los Gigantes la sonaran en sus juegos. Baer le dijo que no usarían la canción mientras los Dodgers la estuvieran usando, pero que buscarían el momento apropiado muy pronto. Perry tuvo que esperar hasta el final de la temporada de 2010, cuando los Gigantes se aproximaban a los playoffs. Los Gigantes decidieron sonar una de dos canciones de Journey en el octavo inning. Si estaban ganando, sonarían “Lights”. Si estaban empatados o perdiendo, sonarían “Don’t Stop Believin’”. La primera vez que sonaron la canción, la pantalla de video mostró una toma relámpago de Perry, y como lo dijo Baer “el lugar se volvió un manicomio”. A partir de ese momento, se desarrolló una rutina. Cuando Perry asistía a un juego, lideraba a la multitud cantando las canciones, levantando los brazos y señalando. Se convirtió en un símbolo en la última fila de la Sección 219. “Era nuestra inspiración”, dijo Baer. Perry ha parecido más entusiasta con su espectáculo del octavo inning este año.. El sábado durante el cuarto juego, cuando terminó la parte alta del octavo con los Gigantes ganando 11-4, los fanáticos saltaron en la Sección 219 para darle un vistazo a Perry. Llegaron las primeras notas de “Lights”, y Perry se levantó, entendió sus brazos y llamó a que se levantara la multitud, su mano rodeaba su oreja. A medida que avanzaba la canción, corrió por el pasillo hasta el fondo de la sección y puso su brazo alrededor de un fanático. Antes del juego, trataron de entrevistar a Perry. “No puedo hacerlo”, dijo sonriendo. “Tengo mis propias supersticiones sobre ganar. Tal vez después de la Serie Mundial, después que ganemos”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 27 de octubre de 2014

Bill Buckner se desprende del estigma, y encuentra la paz

Brian Koonz. 23-10-2014. Bridgeport.- Después de 28 años, Bill Buckner ya no sufre más. Ya no cierra los ojos y desarrolla un ajuste emocional para alejarte de su alma. No era una noche de miércoles diferente en el Bijou Theatre, donde Buckner, el antíguo primera base de los Medias Rojas, firmaba autógrafos y sonreía para individualidades con la multitud de Bridgeport Bluefish. Siempre fue el hombre atracción aquí, no el segundo juego de la Serie Mundial entre Gigantes y Reales. La barajita con goma de mascar de Buckner, el árbitro estadístico de la carrera de un pelotero, dice que terminó con 2715 imparables, .289 de promedio de bateo vitalicio, un título de bateo en 1980 y una aparición en el Juego de Estrellas de 1981. Los números son ilustrativos y describen, la estampa de una carrera respetable que comenzó en Los Angeles en 1969 y terminó en Boston en 1990. Aún así, los 22 años de Buckner en las mayores, incluyendo cinco temporadas con los Medias Rojas, se ven reducidos injustamente a un juego, un momento, un error. El error que define a Buckner para muchos fanáticos, pero no para si mismo, está congelado para la eternidad en el sexto juego de la Serie Mundial de 1986. Cuando un bateador de los Mets, Mookie Wilson bateó un roletazo hacia primera base y Buckner dobló para tomarlo. Pero Buckner, el buen soldado con piernas adoloridas, no dobló lo suficiente y la pelota pasó hacia la barriga de los jardines de Shea Stadium, empujada por el rugido sísmico de la multitud local. Los Mets se apoderaron del sexto y luego del séptimo juego de la Serie Mundial. “Veo al ’86 como un gran año. Me ocurrieron cosas muy buenas y probablemente tuve mi mejor septiembre para contribuir a llegar a los playoffs”, dijo Buckner, quien empujó 102 carreras esa temporada con los Medias Rojas. “Desafortunadamente, y no tengo que recrear la Serie Mundial, todos saben lo que pasó”. Buckner vivió con esa fría noche de otoño en Queens todos esos años con la gracia de un caballero, pero con la cadencia sucinta de un pelotero quien ha sufrido momentos duros en el camino. Si es duro como revivir ese juego en público, es aún peor revivirlo en privado. Buckner, de 64 años, creció en el norte de California con Willie Mays, Juan Marichal y sus queridos Gigantes: Ellos fueron la impresión en vivo de lo que quería hacer cuando fuera grande. “No puedo decir cuantas veces, cuando jugaba pelota de goma a la edad de 8, 9, 10 años en mi patio, estaba jugando con los Gigantes”, dijo Buckner, quién fue firmado por Tommy LaSorda y los Dodgers en Napa High School. “Desarrollaba el juego como si estuviera en la Serie Mundial y bateaba el jonrón ganador en el patio cientos de veces”, dijo Buckner, sosteniendo cuidadosamente al recuerdo y la audiencia en su mano. “Nunca piensas en perder un roletazo que perjudique a tu equipo. Pero así es la vida. Así es el deporte”. El esfuerzo nunca fue una dificultad para Buckner, ni siquiera cuando sus condenados tobillos lo enviaron al quirófano luego de la temporada de 1986. Desde el primer día cuando Buckner empuñó un bate como profesional todo fue memorable. LaSorda, quien después se convirtió en manager de los Dodgers, fue el primer manager de ligas menores de Buckner. Un día específico en Ogden, Utah, LaSorda lanzaba en un juego interescuadras para ambos equipos. Buckner era el muchacho que usaba el uniforme de lana desgastado. “Al primer lanzamiento, bateé la pelota contra la pared del jardín derecho para un triple”, dijo Buckner. “Él se quitó el guante, lo tiró al suelo y dijo, ‘Tú ilustre desconocido. Si vuelves a batearme la pelota otra vez de esa manera, me voy a cortar el cuello con una hojilla de afeitar’”. “Aquí estoy, veinte minutos en mi primer juego. ¿Puedes imaginar, que tienes 18 años y tienes un manager que te habla de esa manera? No sabes por completo en que te estás metiendo”. Algunas cosas nunca cambian, especialmente en el béisbol. Después que Buckner se retiró en 1990, jugó 22 encuentros con los Medias Rojas ese año, se fue a Boise, Idaho, el lugar perfecto para un hombre cazar y pescar y encontrarse a si mismo. El ajuste emocional de Buckner ahora es cosa del pasado, probablemente fue lanzado a uno de esos grandes lagos de Idaho. Pero el juego que ama continúa, como siempre, en patios, estadios y barajitas con goma de mascar”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

¡Luces, Catcher, Acción!

Salvador Pérez de los Reales de Kansas City gana respeto por su juego y por el perfume 21-10-2014. Tyler Kepner. The New York Times Kansas City, Mo. __ Salvador Pérez jugaba tercera base cuando era niño en Venezuela, pero era muy indiferente a la defensiva. “Era malo”, dijo Pérez este martes 21 de octubre, riendo antes del primer juego de la Serie Mundial. “Me gustaba batear”. Pérez necesitaba una posición para ser firmado, por eso los Reales de Kansas City, impresionados por su tamaño y rapidez, trabajaron con él para que fuese catcher. Él aprobó su prueba de habilidades y ahora es un ganador del guante de oro con los campeones de la Liga Americana. La Serie Mundial le da a Pérez un beneficio colateral a su posición: mucho tiempo en la vitrina de la pantalla. “Me gusta todo”, dijo Pérez. “¡Me gusta bloquear algunas pelotas, me gusta hacer outs en las bases, me gusta llamar el juego, y estamos bajo la cámara cada vez!” Pérez rió de nuevo. Él ríe mucho, y nadie pareciera haber tenido más diversión que él durante la marcha de los Reales hacia el banderín. En el primer juego de la Serie Mundial todo se enturbió rápidamente para los Reales, pero Pérez jonroneó ante Madison Bumgarner en el séptimo inning de una derrota 7-1 en Kauffman Stadium. Luego que los Reales barrieron a los Angelinos de Los Angeles en su serie divisional, Pérez se subió al techo del dugout y blandió una escoba sobre su cabeza. Luego de barrer a los Orioles de Baltimore para ganar el banderín, Pérez salió de la celebración del clubhouse para confundirse en abrazos con los aficionados en la tribuna detrás del plato. “El se faja en el campo, pero en el clubhouse se mantiene relajado y asentado”, dijo el jardinero Lorenzo Cain. “No importa lo que ocurra, el no cambia. Esa es una gran cualidad de él”. Una cualidad menos agradable, para Cain, es la afición de Pérez para filmar películas. Pérez esgrime un iPhone como un arma alrededor de Cain, lo captura en el bus, en la habitación de terapias, la habitación de pesas y cualquier parte, luego publica videos cortos para sus 65000 seguidores en Instagram. “Sal de aquí ahora”, le dice Cain, mientras trata de hacer pesas. “Vete ¿Entiendes?” Cain dijo que no sabía porque Pérez la garraba con él. Pérez llamó a Cain un blanco fácil porque se molesta fácilmente. Pero estas travesuras no son las más inusuales de Pérez. Pérez usa perfume de mujer en cada juego. Un día, el campocorto Alcides Escobar, quien dijo que lo usaba para la buena suerte, roció un poco en la camiseta de Pérez y le dijo que batearía cuatro imparables. La profecía se hizo realidad, dijo Pérez, entonces ordenó una docena de cajas. Sus marcas preferidas son Victoria’s Secret y 212 VIP. Los árbitros están agradecidos. “Hueles bien mi amigo, gracias”, le dicen, cuenta Pérez. “Sudamos, olemos mal, tu sabes. Necesitamos ponernos algo para el terreno. Algo diferente a lo que usamos fuera del terreno”. René Francisco, gerente general asistente de Kansas City para operaciones internacionales, dijo que la personalidad de Pérez impresionó a los Reales cuando lo firmaron a los 16 años de edad, por 65000$, en 2006. Dayton Moore recien se había hecho cargo como gerente general, heredando a un equipo que se ubicaba de último en las Grandes Ligas en inversiones internacionales durante la última década. El viaje que permitió encontrar a Pérez, dijo Francisco, fue el primero del equipo a Venezuela. “Creo que fue el destino”, dijo Francisco. “O la suerte, como se quiera llamar. Estuvimos en el lugar apropiado en el momento indicado”. Orlando Estevez, coordinador de scouts de los Reales para Latinoamérica, se encargó de Pérez y recomendó que jugara como catcher en la práctica. Pérez se adaptó tan rápido que Moore estaba emocionado cuando recibió una llamada de un asistente especial durante la primera parada de Pérez como profesional, en la liga de novatos de Arizona en 2007. “Bill Fischer me llamó y dijo, ‘Acabo de ver al Johnny Bench venezolano’”, dijo Moore. “Le dije, ‘¿de quién estás hablando?’” Desde ese momentot, Pérez se convirtió en un nombre a tener en cuenta en la organización de los Reales. En 2010, en una asignación de rehabilitación de una lesión con el Wilmington Clase A (Del.), Alex Gordon notó de inmediato que Pérez sería una parte importante de la estructura de los Reales. En la próxima temporada, Pérez estaba en las mayores, ahora está bajo control del equipo hasta 2019. “Estaba casi seguro, cuando lo veía, de que este muchacho iba a ser muy especial”, dijo Gordon. “No sabía que iba a ser tan rápido, pero al verlo en la Clase A fuerte, su defensa era increíble. Y para su tamaño, moviéndose como lo hacía, era algo que definitivamente se podía visualizar”. Pérez mide un metro noventa y pesa 120 kg., 12 cm., más alto y 10 kg., más pesado que Yadier Molina, el catcher guante de oro de los Cardenales de San Luis. Pérez nombró a Molina entre sus peloteros favoritos, otro es Pedro Martínez, el antíguo lanzador de los Medias Rojas de Boston quién llamó para desearle lo mejor en esta post-temporada, y Francisco dijo que Pérez había aprendido a recibir como su maestro. “Molina es su ídolo, y Molina no se mueve detrás del plato”, dijo Francisco. “Pienso que ahí es donde ha mejorado más Pérez, estando quieto detrás del plato. Y ha aprendido, poco a poco, sobre como llamar un juego y hacerse cargo”. El manager Ned Yost, un antíguo catcher, llamó a Pérez el mejor catcher de la Liga Americana, elogiándolo por su habilidad para bloquear y su velocidad para lanzar a segunda base, la cual Yost catalogó como la más rápida que haya visto. Reconoció que Pérez tuvo dificultades con el madero en los playoffs de la Liga Americana (de 34-4, con un boleto), pero dijo que siempre fue una amenaza de poder. Pérez hizo su segunda aparición en un Juegos de Estrellas este año, bateó para .260 con 17 jonrones y 70 carreras empujadas, números sólidos que disimularon un bajo promedio con gente en base (.289). Pérez es más bateador de bolas malas que Pablo Sandoval de los Gigantes de San Francisco, un amigo desde que Pérez tenía 13 o 14 años. Ellos hablan a menudo, dijo Sandoval, se animan mutuamente durante los momentos difíciles. “Es un gran tipo, una gran persona, un tipo divertido”, dijo Sandoval. “Cuando estás desilusionado, él te apoya, es muy bueno tenerlo al lado”. Los Gigantes, por supuesto, están maravillados con su catcher, Buster Posey, el mejor jugador de los dos equipos. Pero los Reales están satisfechos con Pérez, un hombre dispuesto a alcanzar las miradas, los sonidos, y si, los olores de la Serie Mundial”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

domingo, 26 de octubre de 2014

Desde Kansas a los Gigantes, el equipaje de victorias e inteligencia de un pionero.

David Waldstein. 22-10-2014. The New York Times. Olathe, Kan.- Un Gigante está enterrado en Kansas. Baldwin City, Kan., está a escasas 50 millas de Kauffman Stadium, el hogar de los Reales de Kansas City, los Campeones de la Liga Americana de este año. Allí fue donde Luther Taylor, quién fuera conocido como Dummy Taylor, fue enterrado en 1958, el año cuando su antíguo equipo, los Gigantes, empezó a jugar en San Francisco, al mudarse desde Polo Grounds en el Alto Manhattan. Taylor fue un pitcher pionero, un personaje carismático y colorido quien no podía oir ni hablar pero podía lanzar una pelota con experticia. Ayudó a los Gigantes a ganar su primera Serie Mundial de la era moderna, en 1905, y tendió un puente al vacío entre los atletas que oyen y los sordos, permanece como el único vínculo entre Kansas City y los Gigantes. Durante la época de Taylor con los Gigantes, desde 1900 hasta 1908, muchos de sus compañeros aprendieron el lenguaje de señas, y Taylor los hizo reir, y algunas veces gana, en buena parte de su carrera. “El permanece como una inspiración para muchas personas”, dijo Sandra Kelly, una antígua maestra y directora en la Escuela de Sordos de Kansas, donde Taylor destacó como beisbolista y luego como entrenador, en Olathe, una ciudad 20 millas al suroeste del centro de Kansas City, Mo. “Está muy claro en las historias que sus compañeros lo querían y respetaban”. Kelly ahora es directora ejecutiva del Centro Cultural para Sordos local, el cual está ubicado enfrente de la escuela- El centro aloja un museo con una exhibición dedicada a Taylor, uno de los graduados más celebres de la escuela, junto a Paul Hubbard, de quién se dice que es el inventor del círculo de conferencia del futbol americano. La Escuela de Kansas para Sordos es una institución pública, accesible a los niños sordos de todo Kansas- Taylor, quién nació el 21 de febrero de 1875, asistió a la escuela desde 1884 hasta 1895 y fue el primero de su clase y un gran prospecto de béisbol. El gimnasio K.S.D. lleva su nombre, el campo de futbol americano el de Hubbard. Luego de unos pocos años en el béisbol semi profesional, Taylor se unió a los Gigantes en 1900, y en nueve años con ellos dejó marca de 115-103 con efectividad de 2.77. En 1904, tuvo registro de 21-15 y los Gigantes ganaron su primer banderín del siglo XX( aunque no hubo Serie Mundial ese año por una disputa con la Liga Americana). El próximo año, los Gigantes ganaron el banderín de nuevo, y Taylor agenció un registro de 16-9, y jugaron su primera Serie Mundial de la era moderna. “El béisbol es un buen deporte para atletas sordos, especialmente para los pitchers porque ellos están en control del juego”, dijo en un correo electrónico Suzanne Robitaille, una aficionada sorda del béisbol y abogado de los discapacitados. Taylor fue señalado para iniciar el tercer juego de la Serie Mundial de 1905 contra los Atléticos de Filadelfia, la franquicia se mudó a Kansas City en los años ’50 y a Oakland hacia finales de los ’60, pero el juego fue pospuesto, y los Gigantes luego designaron a Christy Mathewson, quien ganó tres juegos en la Serie sin permitir una carrera. En una entrevista con The Sporting News en 1942, Taylor expresó su disgusto, porque pensaba que si hubiese lanzado ese juego se habría convertido en el primer pelotero sordo en una Serie Mundial. Pero la influencia de Taylor iba más allá des béisbol. Algunos han discutido sobre la posibilidad de que las señas del béisbol se deben a él, aunque otros dicen que las señas precedían su llegada al juego. (Algún día Dummy Hoy, un sordo quien jugó en el siglo XIX, proporcionó el impulso para las señales de mano de los árbitros). Las contribuciones de Taylor también incluían su gran sentido del humor. Hay una leyenda en la cual él como coach de base un día usó botas altas en medio de una tormenta para avergonzar a los árbitros y hacerlos suspender el juego. Fue un personaje punzante hasta en sus señas, tuvo varios encontronazos con los árbitros como jugador y luego como entrenador en la K.S.D. David W. Anderson, en un ensayo sobre Taylor, escribió del día cuando Taylor, entonces coach de primera base de los Gigantes, como hacían los jugadores de la época, se burlaba del árbitro del plato, Hank O’Day, en lenguaje de señas. Lo que Taylor no sabía, escribió Anderson, era que O’Day había sido criado por padres sordos y podía entender las señas. “Te vas para el clubhouse”, dijo O’Day con señas. “Paga 25$”. En aquellos días, los jugadores sordos y mudos eran llamados rutinariamente Dummy, y Taylor no fue la excepción. (Los Gigantes tuvieron brevemente en 1901 otros dos peloteros con ese nombre, Dummy Leitner y Dummy Deegan). Los tiempos han cambiado, pero Kelly, la antígua directora y maestra de la Escuela de Kansas para Sordos, dijo que Taylor apreciaba el apodo porque eso indicaba que podía hacer señas y estaba orgulloso de ello. Los managers de Taylor, George Davis y después John McGraw, animaron a sus compañeros a que aprendieran el lenguaje para comunicarse con él. Taylor pasó a los Bronchos de Cleveland de la Liga Americana en 1902 por más dinero pero regresó a los Gigantes porque no se sintió bienvenido en Cleveland donde los peloteros no hacían señas. En “The Glory of Their Times” de LaurenceS. Ritter, Fred Snodgrass, un jugador de los Gigantes, explicó como Taylor rechazaba a permitir que sus impedimentos lo separaran de sus compañeros. “Si ibamos a un espectáculo de vaudeville, el quería saber de que trataba el chiste, y alguien tenía que contárselo”, dijo Snodgrass. “Así que todos aprendimos”. No todos los peloteros sordos hacen señas. Cuando Curtis Pride, un pelotero con impedimento para escuchar, estaba en el sistema de ligas menores de los Mets en los años ’80 y ’90, no hacía señas porque podía leer los labios. Pero los Mets, dijo Steve Phillips, el director de las granjas del equipo a comienzos de los ’90, cambiaron sus protocolos en los jardines para que solo Pride pidiera las pelotas porque el no podía oir si los otros jardineros pedían la pelota. Pride es el entrenador de béisbol en Gallaudet, una universidad privada para sordos y casi sordos en Washington donde Hubbard, el antíguo estudiante-atleta de K.S.D., era futbolista estrella. Hubbard, quien era seis años mayor que Taylor, jugaba de quarterback en Gallaudet y se le acredita el invento el círculo de conferencia como una manera de prevenir que los rivales vean las señales del equipo. Como Taylor, Hubbard eventualmente regresó al area de Kansas City, y enseñó y entrenó en K.S.D. por décadas al lado de Taylor. El nieto de Hubbard, James, es abogado en Olathe y un gran aficionado de los Reales. El nació en 1943, tres años antes que falleciera su abuelo. Pero lo recuerda. “Puedo recordarlo”, dijo James Hubbard por teléfono. “Sé que mi abuelo y Taylor fueron ambos entrenadores y miembros de la facultad en K.S.D. por muchos años. Mi madre enseñó ahí, también, y yo solía oir todas las historias”. Hoy, Hubbard es un buen amigo y socio de golf de George Brett, la estrella de los Reales y vicepresidente senior del equip, así que Brett conoce a un hombre que conoció a un hombre que trabajaba con Luther Taylor. Ahora Taylor yace a un paseo corto de Kansas City, donde su viejo equipo está tratando de ganar otra Serie Mundial 109 años después de su primera de la era moderna, la cual llegó gracias en partea un Gigante de Kansas. Traducción: Alfonso Tusa