sábado, 9 de julio de 2016
Esquina de las barajitas: Joe Foy 1967
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
A menos que seas fanático de los Cardenales de San Luis, los pensamientos de beisbol en 1967 tienden a gravitar hacia “El Sueño Imposible”. Aquellos improbables Medias Rojas de Boston, aunque no ganaron la Serie Mundial, continúan cautivándonos como uno de los grandes equipos Cenicienta de la era de expansión. Cuando recordamos aquellos Medias Rojas, probablemente no pensamos mucho en un pelotero como Joe Foy. No, recordamos a Carl Yastrzemski, George Scott, Reggie Smith, y Jim Lonborg, y el manager Dick Williams. Pero Foy fue parte importante de ese equipo, el cual capturó la atención del país durante una espeluznante carrera por el banderín de la Liga Americana entre cuatro equipos.
La barajita de Foy, Topps 1967, nos presenta un primer plano extremo de su rostro. Esta era una manera común en la que Topps fotografiaba a los peloteros en los años ’60. Esas fotografías no solo nos daban una buena mirada a los rasgos faciales de un pelotero, sino que también nos permitían examinar su expresión. En este caso, hay un sentimiento de incomodidad en su rostro. Eso es comprensible. La fotografía casi de seguro fue tomada en el entrenamiento primaveral de 1966, cuando Foy todavía era jugador de ligas menores y dudaba de su futuro inmediato en el juego. Ni siquiera había debutado en Grandes Ligas. Foy no se encargaría por completo de la tercera base hasta más adelante en la temporada, después que los Medias Rojas decidieron reacomodar su infield y mover a George Scott desde tercera hasta primera base.
Adicionalmente, Foy luce como un novato de rostro fresco en su barajita Topps 1967. Aparece joven e inocente, sin desgaste ni magulladuras en el rostro, como lucen muchos peloteros de primer y segundo año. No hay señales de los problemas que Foy enfrentaría en los años posteriores de su carrera, cuando asuntos extraterreno segaron la promesa de aquellas primeras temporadas en Boston.
Nacido y criado en el Bronx, donde emergió como destacado jugador de pelota de goma como adolescente, Foy firmó originalmente con los Mellizos de Minnesota en 1962, recibió un pequeño bono como parte de su primer contrato. Foy tenía lo que algunos observadores describirían como una contextura roly-poly, lo cual explica porque los Mellizos trataron de convertirlo en catcher. Pero pronto notaron que el cambio no funcionaría y lo mudaron a primera base. Al jugar en la New York-Penn League con el Erie en 1962, mostró un ojo selectivo, al negociar de manera increíble 109 boletos en solo 113 juegos. (Esa es una relación que habría dejado orgulloso a Ted Williams). Pero basados en las reglas del día, Foy fue elegible para un draft de ligas menores después de solo una temporada. Los Medias Rojas aprovecharon, y seleccionaron a Foy con lo cual removieron un prospecto legítimo del sistema de los Mellizos.
Foy tenía apenas 20 años de edad y distaba de estar listo para las Grandes Ligas, así que los Medias Rojas lo asignaron a una temporada completa de pelota Clase A. Los Medias Rojas también trataron de usarlo como cátcher, pero cuando falló, lo regresaron a primera base. Eventualmente, Foy se hizo de un camino hacia el campocorto, mientras continuaba una inusual trayectoria de carrera. En 1964, se mudó a tercera base, donde se establecería. Para 1965, había conseguido llegar a AAA. Ese verano, bateó .302 con 64 boletos y 14 jonrones para los Maple Leafs. Su actuación le ganó los honores del Jugador del Año de ligas menores entregado por Sporting News.
En noviembre, los Medias Rojas anunciaron que Foy sustituiría a Frank Malzone como su tercera base regular en 1966. En la primavera, Foy jugó lo suficientemente bien para hacer el roster del día inaugural de los Medias Rojas, pero empezó como infielder de reserva. En su lugar, Scott (un amigo novato) empezó la temporada en tercera base. Esa situación no duró mucho. En una semana, los Medias Rojas movieron a Scott a primera base en lugar de Tony Horton quien tenía dificultades para batear y probaron al veterano Eddie Kasko en la esquina caliente. Cuando Kasko mostró carencias, Foy entró a la alineación. Antes que terminara el mes de abril, Foy estaba jugando todos los días en la esquina caliente de los Medias Rojas.
Los números del primer año de Foy fueron impresionantes. Aunque su promedio de bateo de .262 parecía ordinario, negoció 91 boletos, los cuales levantaron su porcentaje de embasado hasta el nivel de los .360. También despachó 15 cuadrangulares. El único detrimento de su juego era su defensiva, la cual era errática por momentos. Aún solo con 23 años, y en posesión de velocidad y poder por encima del promedio, Foy parecía tener asegurada la posición de tercera base por años en Boston.
Foy no jugó tan bien en 1967, pero siguió siendo un contribuyente positivo en la chiquita, al ocupar con efectividad el segundo puesto de la alineación. A principios de temporada, Foy hizo una brillante jugada defensiva para preservar temporalmente el juego sin hits ni carreras de Billy Rohr. Sin embargo, la temporada le trajo dificultades a Foy. En junio, se quemó la casa de su familia en East Bronx. Nadie salió herido, pero Foy perdió la mayoría de sus pertenencias.
Ese mes trajo controversia también. En un juego el 21 de junio en Yankee Stadium, Foy se convirtió en el centro de una de las peleas más memorables de la vieja rivalidad entre los Medias Rojas y los Yanquis de Nueva York. En el primer inning, Tony Conigliaro le dio a los Medias Rojas una ventaja tempranera con jonrón de tres carreras. En el inning siguiente, Thad Tillotson, un pitcher derecho, lanzó una recta alta y adentro contra Foy, quien había jonroneado en el juego anterior. De alguna manera Foy se las arregló para eludir el pitcheo. Aparentemente no satisfecho con su primer intento, Tillotson lanzó otra recta alta, esta vez golpeó de lleno en el casco de Foy. Aunque momentáneamente afectado, Foy permaneció en el juego con valentía y ocupó su lugar en primera base, sin hacer ningún esfuerzo por incitar a Tillotson.
Cuando Tillotson tomó su turno al bate en el cierre del inning, el abridor de ,los Medias Rojas, Jim Lonborg se aseguró de tomar revancha inmediata por su compañero, al golpear a Tillotson con un rectazo. Mientras Tillotson caminaba hacia primera base, lanzó algunas palabras furiosas hacia Lonborg. Foy sintió que era el momento de intervenir. Foy cruzó caminando el terreno desde tercera base y le dejó saber su mensaje a Tillotson. “Si quieres pelear, ¿Por qué no peleas conmigo?” Le preguntó Foy al pitcher de los Yanquis. “Soy a quien golpeaste para empezar todo este problema”.
Aunque eso detonó una tremenda trifulca entre los equipos, el gesto de Foy era lo que lo hacía popular con sus compañeros, especialmente Yastrzemski y el segunda base Mike Andrews, quienes se convirtieron en sus amigos más cercanos del equipo. Generalmente un tipo positivo, Foy ganó elogios a través del clubhouse de los Medias Rojas. Cuando aparecían los problemas raciales como a menudo ocurría en los años ’60, Foy usualmente trataba de buscar soluciones. Foy sabía de la indignidad racial, principalmente mediante sus experiencias con la segregación de Jim Crow en Florida durante el entrenamiento primaveral. Como dijo Andrews una vez, “Si había algún problema entre blancos y negros que necesitaba ser resuelto, Joe era el puente”.
Por más que sus compañeros lo estimaban, la falta de acondicionamiento de Foy quebrantaba su relación con la dirigencia. El nuevo manager del equipo, Dick Williams, sentía que Foy estaba fuera de forma y tenía exceso de peso. Su nivel de juego probó ser más errático en 1967, también. En la segunda mitad de la temporada, Foy tuvo dificultades para batear, lo cual llevó a Williams a alternarlo con Dalton Jones, un bateador zurdo, y con Jerry Adair, quien bateaba a la derecha. El promedio de bateo de Foy y sus totales de boletos, cayeron, pero bateó con más poder, al conectar 16 jonrones. Como equipo, los Medias Rojas sorprendieron a todos los observadores al asumir el liderato de la liga en agosto y mantenerlo con el alma, para ganar una salvaje carrera por el banderín de la Liga Americana en una temporada que se esperaba fuese el inicio de una reconstrucción en Boston.
La Serie Mundial de 1967 resultó frustrante para los Medias Rojas, quienes la perdieron en siete juegos ante los Cardenales de San Luis. Foy fue relegado al banco en los primeros cuatro juegos, pero cuando jugó, solo despachó dos imparables en 15 turnos al bate, se ponchó cinco veces contra un difícil cuerpo de lanzadores de los pájaros rojos.
En 1968, Foy se reportó a los Medias Rojas con 98 kilogramos, el peso más bajo de su carrera de Grandes Ligas. Pero su promedio de bateo y su poder se vinieron abajo. Pero eso le ocurrió a la ofensiva de todos, en una temporada conocida como “El Año del Pitcher”. En el contexto de esa época, Foy siguió siendo un pelotero ofensivo por encima del promedio, pero su defensiva se convirtió en una gran preocupación. Siempre un defensor irregular, Foy cometió 30 errores, el total más alto de un tercera base de la Liga Americana.
Un incidente extraterreno esa temporada afectó el futuro de Foy. Foy manejaba un carro, y llevaba como pasajero a Juan Pizarro, cuando el vehículo chocó contra un taxi. La policía de Boston arrestó a Foy y a Pizarro, los sancionó por andar intoxicados en la vía pública. Los Medias Rojas estaban disgustados. Ellos multaron a ambos peloteros por violar la hora límite de reportarse al hotel, y los suspendieron por un doble juego, sin pago.
El incidente de manejar borracho convenció a los Medias Rojas de que era el momento de salir de Foy. Decidieron no protegerlo en el venidero draft de expansión. Los Reales de Kansas City, ante la oportunidad de adquirir un tercera base de renombre, seleccionaron al veterano infielder en la cuarta escogencia general. El movimiento fue difícil para Foy, quien se sintió traicionado por Williams. Para empeorar las cosas, el amigo cercano de Foy, Yastrzemski, ahora era un ex compañero.
Un comienzo firme con Kansas City ayudó a Foy. Redujo sus errores desde 30 hasta 12 y también aumentó su promedio de bateo hasta el rango de .260. Al dásele más libertad para correr las bases, estafó un tope personal de 37 bases. También mostró versatilidad al jugar cinco posiciones para los Reales. Foy hizo tan buen trabajo que generó interés en el mercado de cambios. Los Mets de Nueva York, quienes había estado buscando por mucho tiempo una buen tercera base desde su aparición en 1962, buscaron a Foy con intensidad. Accedieron a entregar dos de sus mejores prospectos: el jardinero Amos Otis, quien había tenido dificultades al hacer la transición hacia la tercera base, y el pitcher derecho de poder Bob Johnson. Los Reales simplemente no podían dejar pasar tal oferta por un pelotero quien había sido seleccionado del draft de expansión solo un año antes.
Fox estaba emocionado por ir a casa, por participar en juegos en Queens, solo a corta distancia de su lugar de nacimiento en el Bronx. Los Mets creían que Foy, un pelotero quien había mejorado su defensiva con capacidad de batear con poder y paciencia, estabilizaría la tercera base en lo años por venir. Eso no ocurrió. Foy se involucró en drogas, particularmente marihuana. Hubo reportes de bebida profunda.
Durante un el primer juego de una doble cartelera en 1970, Foy colmó la paciencia del manager de los Mets Gil Hodges. Estando en el dugout, Foy caminó frente a Hodges durante un lanzamiento, se paró ahí, y empezó a hablar. Al bloquear la visión de Hodges durante el juego, Foy Había hecho algo que simplemente no se hacía en el dugout de los Mets. Más adelante ese día, en el segundo juego de una doble cartelera, Hodges inició con Foy en tercera base. Un bateador descargó un roletazo cercano a Foy, pero él no reaccionó, como si no hubiese visto la pelota. Después que la pelota le pasó a un costado y llegó al jardín izquierdo, él empezó a golpear el guante con su mano, y gritaba “Bateala hacia mi. Bateala hacia mi”. Los otros peloteros de los Mets (y Hodges) lo miraban con asombro.
Basados en esta extraña conducta en el dugout y el campo, se sospechaba que Foy estaba bajo la influencia de las drogas. Los peloteros de los Mets querían que sacaran a Foy del juego inmediatamente, pero Hodges decidió darle una lección a Foy al mantenerlo más tiempo en el juego.
El incidente prácticamente selló el destino de Foy con sus compañeros y Hodges, este último no toleraba el uso de drogas o la falta de profesionalismo. El 12 de septiembre, unas pocas cejas se enarcaron cuando los Mets sacaron a Foy de la alineación regular a última hora. Ese octubre, los Mets sacaron a Foy del roster, lo enviaron a AAA. “No conseguimos nada”, le dijo un oficial de los Mets al periodista deportivo Dick Young acerca de los esfuerzos del equipo por cambiar a Foy. “Su valor se hizo nulo”. Mas tarde esa temporada de receso, los Mets vieron como los Senadores de Washington seleccionaban a Foy en el draft de la regla 5.
En 1971, Foy jugó una pelota mediocre al comienzo de la temporada con los Senadores. Mientras estuvo con Washington, él comentó sobre los rumores de su uso de drogas: ¿Cuántos jóvenes de Nueva York conoces que no hayan fumado hierba?” Le dijo Foy a un reportero. Esa no era probablemente la respuesta que querían oir los Senadores.
El manager de Foy, el gran Ted Williams, pronto notó que Foy estaba fuera de forma y pidió a la oficina principal que lo enviaran a la pelota AAA para que bajara de peso. En 15 juegos de liga menor en Denver, Foy bateó solo .191. Un día, Foy discutió con el gerente general de Denver. Solo dos horas después, los Senadores despidieron a Foy. A los 28 años de edad, Foy había terminado su carrera como jugador de beisbol profesional. Su carrera en las Grandes Ligas, a pesar de su enorme talento, había durado solo seis temporadas.
Los problemas de Foy con las drogas y el alcohol se mantuvieron por un tiempo en sus días posteriores al beisbol activo. Era dueño y atendía una licorería.
Para su crédito, Foy se sobrepuso a sus demonios. Dejó de consumir drogas. Limpio y sobrio, vivió su vida de la mejor manera en las próximas dos décadas. Tristemente, su cuerpo lo traicionó. En octubre de 1989, sufrió un ataque cardíaco fatal en su casa de la ciudad de Nueva York. Tenía solo46 años de edad.
Acerca de Bruce Markusen
Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 8 de julio de 2016
Renuevan esfuerzos para retirar la camiseta de Tony Conigliaro con los Medias Rojas de Boston.
Cary Shuman. Lynn Journal- 27 de mayo de 2016.
Richie Conigliaro dijo que su familia está renovando su campaña para conseguir que se retire la camiseta número 25 de los Medias Rojas.
Uno de quienes apoyan el esfuerzo es el residente de Revere Mickey Casoli, quien conoció a Tony C cuando crecía en Revere y sigue siendo un amigo cercano de la familia Conigliaro.
“Tony C no fue solo un gran pelotero sino un terrífico hombre joven”, dijo Casoli, un antiguo destacado atleta en la escuela secundaria de Revere en los años ’40. “Tony es el pelotero más joven en la historia de la Liga Americana en ganar el título de jonrones y en alcanzar la meseta de los 100 jonrones. Él fue un muchacho local y de verdad creo que él merece el honor de tener su número retirado. Si no hubiera sido por la lesión (hueso malar izquierdo fracturado y retina dañada como resultado de ser golpeado por un pitcheo) en la temporada de 1967, Tony C estaría hoy en el Salón de la fama del beisbol”.
Richie Conigliaro de 64 años de edad dijo que está agradecido por el apoyo de Casoli y su amistad.
“Mickey siempre ha sido un gran amigo de la familia y un apoyo para mi y mis hermanos”, dijo Richie. “Estamos felices de que esté comprometido con este proyecto”.
Richie Conigliaro dijo que está solicitando una reunión con los dueños de los Medias Rojas, John Henry y Tom Werner para discutir la posibilidad de retirar el número de Tony.
“Conseguimos más de 250,000 firmas la última vez, pero los antiguos dueños (de los Medias Rojas) no lo tomaron en cuenta”, dijo Conigliaro. “Queremos sentarnos con Mr. Henry y Mr. Werner para hablar de eso. Tenemos muchas personas colaborando, incluyendo a mi hermano Billy (quien también jugó con los Medias Rojas de Boston) y los hermanos Farrelly, Bobby y Peter”.
Richie Conigliaro recuerda con agrado los días cuando él era una estrella de beisbol en Swampscott High School y sus dos hermanos mayores, Tony y Billy, jugaban para los Medias Rojas en ese momento.
“Cuando yo estaba en el último aña de la escuela secundaria, era el capitán de mi equipo de beisbol y los jardineros regulares de los Medias Rojas eran Yaz (Carl Yastrzemski) en la izquierda, Billy en el centro, y Tony en la derecha”.
Cualquiera que vio jugar a Tony C con los Medias Rojas a mediados de los años ’60 sabía que él era una superestrella en desarrollo. Era un bateador que halaba la pelota con un swing hecho a la medida para el monstruo verde de Fenway Park, Tony C se convirtió rápidamente en uno de los toleteros más temidos del juego. La mayoría de los aficionados del beisbol proyectaban que el poderoso bateador derecho “Conig” se convertiría en amenaza para romper la marca de jonrones de todos los tiempos de Babe Ruth. (Hank Aaron y Barry Bonds rebasaron la marca de Ruth).
“Tony debió haber tenido su número retirado, todos están de acuerdo en eso”, dijo Richie Conigliaro.
Mickey “Say No To Drugs” Casoli recuerda el hogar de la familia Conigliaro en la Tapley Avenue de Revere.
“Tony y Billy solían jugar beisbol en Ambrose Park”, recordó Casoli. “Estaban afuera todo el tiempo hasta que el sol se ocultaba”.
La familia Conigliaro vivió en Revere hasta 1951 cuando Sal y Theresa Conigliaro y sus tres hijos se mudaron a East Boston. En 1962, la familia se reubicó en Swampscott. Tony C asistió a St. Mary’s High School en Lynn antes de ser seleccionado por los Medias Rojas de Boston. El gimnasio de la secundaria en St. Mary fue nombrado a la memoria de Tony Conigliaro.
Richie Conigliaro dijo que además de la campaña por el retiro de la camiseta, también hay una propuesta en curso para una película acerca de la vida de Tony.
Anthony Richard “Tony” Conigliaro falleció en 1990 a los 45 años de edad. Richie ha honrado la memoria de su hermano fallecido al nombrar a uno de sus hijos, Anthony Conigliaro II. El próximo “Tony C” es un estudiante de St. John’s Prep en Danvers donde es el segunda base del equipo de beisbol de primer año.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
El arte de las asistencias de los jardineros.
The Dash Board, Blog.
Cobertura en detalle de los Dash de Winston-Salem (Filial de Clase A fuerte, Medias Blancas) desde la cabina de transmisión de los Dash.
Un pequeño consejo para los corredores de la Carolina League: piénsenlo dos veces ante de tratar de tomar una base extra ante los jardineros de Winston-Salem.
Esta temporada (2016), los jardineros de los Dash han hecho un trabajo fenomenal al retirar a los corredores en las bases. Hunter Jones y Mason Robbins están igualados en el liderato de la liga con seis asistencias (junto a Jeffrey Baez de Myrtle Beach), mientras Louie Lechich, quien ha jugado 29 encuentros en el jardín derecho, tiene tres asistencias.
Entre todas las estadísticas que el beisbol ofrece en la actualidad, las asistencias de los jardineros sigue siendo una de las más subestimadas. Las estadísticas sabermétricas nunca han dado mucho peso a esta jugada, y rara vez los aficionados del beisbol saben quien lidera MLB en esa categoría. Aún así, un tiro potente puede cambiar el desarrollo de un juego de beisbol.
Tomemos el juego de Winston-Salem con Salem del 23 de mayo en LewisGale Field. Con los Dash arriba 4-3 en el octavo inning contra el mejor equipo de Carolina League, una asistencia desde los jardines puede haber salvado el juego.
Con dos outs, el jardinero izquierdo de Salem, Mike Meyers descargó un linietazo contra la pared del jardín izquierdo. Lo que pudo haber sido el inicio de una reacción con dos outs terminó siendo el tercer out del inning. Robbins atacó la pelota al rebotar de la pared y metió un balazo hacia el segunda base Toby Thomas, quien tocó a Meyers para sofocar la amenaza. Winston-Salem ganó el juego 5-3.
A través de la pericia de los jardineros, la asistencia sigue siendo una de las raras ocurrencias del beisbol. Todo tiene que alinearse perfectamente: corredores en base, hacia donde es bateada la pelota, etc. Cuando llega la oportunidad de hacer out a alguien, los jardineros tienen que estar preparados.
Jones, quien está en su sexta temporada profesional y tercera con la organización de los Medias Blancas, conoce bien eso. “tan pronto como entro al terreno, una de las primeras cosas que hago es asegurarme de que mi hombro y mi brazo están bien y en forma antes de hacer algo”, dice el pelotero de 24 años de edad.
Lechich, mientras tanto, dice que la primera cosa que hace cuando llega al terreno es explorar los alrededores.
“Obviamente, al ir a estadios nuevos, lo esencial es conocer las dimensiones y familiarizarse con las cercas. Yo diría que lo más importante es tener la sabiduría para determinar el lugar donde vas a jugar”.
Aprender la mecánica apropiada sigue siendo la parte más esencial de hacer out a los corredores desde los jardines. Lechich citó a Brad Marcelino, su entrenador asistente en la University of San Diego, como uno de los primeros quien le enseñó los fundamentos.
“Lo principal es achicar la distancia de la pelota, si está en el suelo, tan rápido como se pueda. Porque muchas veces ese influirá en que el coach de base envíe al corredor”, dijo Lechich. “Pero si puedes cortar la distancia y tener un buen juego de pies, eso te ayudará mucho a tener una buena posición para lanzar la pelota”.
Los Dash, junto a otros equipos afiliados de los Medias Blancas, han tenido el beneficio esta temporada de trabajar con el coordinador de jardineros y antiguo todos estrellas de MLB, Aaron Rowand. Una parte integral del equipo de los Medias Blancas de 2005 que ganó la Serie Mundial (también ganó un anillo con los Gigantes de San Francisco en 2010), el antiguo ganador del Guante de Oro sabe cuan difícil es de lograr una asistencia desde los jardines.
“Algunos tipos corren tras la pelota y la manejan rápidamente, pero no hacen un buen lanzamiento”, dijo Rowand, quien tuvo 62 asistencias en su carrera de ligas mayores. “Luego, están algunos tipos quienes tratan de hacer cuatro pasos y luego sueltan la pelota con tanta fuerza que hacen un tiro desviado. Eso tampoco funciona porque no se tiene control de la pelota”.
“Hay un punto adecuado donde se puede atrapar la pelota, tener control de ella a tiempo y ser capaz de hacer un tiro fuerte y preciso”.
Rowand ha trabajado con Lechich, Jones y Robbins desde el entrenamiento primaveral y tiene altos elogios para el trío.
“Ellos han hecho un trabajo destacado, todos tienen buenos brazos”, dijo el antiguo jugador de 11 años en MLB. “Ellos tienden a tomar su defensiva en serio. No es solo otra cosa que hacen antes de ir a batear. Pienso que eso muestra su rendimiento, ellos trabajan extremadamente duro y son muy buenos jardineros”.
La historia de MLB esta llena de lanzamientos legendarios desde los jardines. ¿Quién puede olvidar el tiro que introdujo a Ichiro en el mundo del beisbol? ¿O ese otro de Vladimir Guerrero?
Lo que hace a este tipo de asistencia tan especial es que cuando se logra, es algo hermoso.
Cuando le preguntaron por su lanzamiento más memorable, Lechich recordó una jugada de sus días colegiales en la University of San Diego.
En el primer año de Lechich, los Toreros llegaron a la NCAA Regional Final. El equipo enfrentaba a UCLA y en el quinto inning, con corredores en segunda y tercera, una pelota fue bateada entre el jardín central y el derecho. Lechich, quien jugaba en el centro, tomó la pelota y de seguidas puso out al corredor que iba hacia tercera base.
“Fue un lanzamiento muy largo”, dijo el antiguo Torero de esa jugada. “Previamente había tenido un turno al bate muy difícil, así que tenía mucha adrenalina en el cuerpo. Lancé la pelota de aire y el tercera base (en la actualidad juega con los Cachorros de Chicago y fue el novato del año de 2015, Kris Bryant) hizo un buen trabajo bloqueando al corredor”.
Por supuesto, un la asistencia de un jardinero no se puede completar sin un infielder. En algunos casos, su papel juega una gran diferencia en si el corredor es out o quieto. Sus movimientos pueden agarrar a los corredores fuera de guardia, como lo ha visto Jones varias veces esta temporada al trabajar con el tercera base y el campocorto de los Dash, Gerson Montilla y Cleuluis Rondón.
“Ayuda mucho cuando cuentas con Montilla y Rondón, quienes parecen distraídos”, dijo Jones. “Ellos hacen ver como que ‘Oh, no está pasando nada’, pero en el último segundo tocan rápidamente a los corredores”.
Mientras los Dash completan el mes de mayo, saben que solo con la defensiva de sus jardineros no conseguirán las victorias. En la actualidad, el equipo se ubica en el último lugar de la Southern Division, con 17-29.
Aún así, los jardineros de Winston-Salem continuaran disfrutando haciéndole difícil la vida al rival.
“Siempre algo motivador en que alguien te rete”, dijo Lechich. “Ellos básicamente dicen, ‘Hey, no nos pueden hacer out’. Y cuando haces el tiro y sacas el out, dices, ‘Si, no debiste haber hecho eso’”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 6 de julio de 2016
En medio del maíz de Iowa, hay fe en la fertilización del futuro del beisbol.
Michael Tackett. The New York Times. 02-07-2016.
Justo afuera del dugout del equipo anfitrión en el Municipal Stadium de Clarinda, Iowa, está una escultura de bronce de Merl Eberly, sonriendo, con los ojos enfocados, las líneas de expresión en el rostro de todos esos juegos de beisbol bajo el sol del MedioOeste.
Detrás de la escultura, fijados en la pared externa del dugout, están tres docenas de placas con los nombres de sus antíguos jugadores para los A’s de Clarinda quienes llegaron a las Grandes Ligas. En total, más de otros 300 firmaron contratos profesionales.
Los peloteros llegaron a la esquina lejana del suroeste de Iowa persiguiendo un sueño compartido que es jugar ahora en las ligas de verano a lo largo del pais, desde la Cape Cod League hasta la Alaska Baseball League, y las docenas que hay entre estas. Los bates son de madera, los calendarios intensos, unos 60 juegos en dos meses, a menudo con largos viajes en autobús, y las rarezas de ser descubiertos son casi desesperadamente largas.
Pero Eberly ayudó a definir otra era. La escultura, un regalo para su familia y un símbolo de gratitud colectiva, fue comisionada por un miembro del Salón de la Fama del beisbol quien fue a jugar para Eberly en el verano de 1975, un hombre joven conocido entonces como Osborne Smith.
Smith, quien creció en el turbulento vecindario de Watts en Los Angeles, nunca había estado en el MedioOeste antes de ese verano. Había reducido su noción de la región a una palabra: maíz.
A él no le habían ofrecido una beca para jugar beisbol luego de la escuela secundaria. Los scouts profesionales estaban interesados en su compañero de equipo Eddie Murray, otro futuro inquilino del Salón de la Fama. Después de dos temporadas sin pena ni gloria en la universidad, Smith fue a Clarinda pesando 70 kilogramos pero lleno de deseos porque Eberly lo detectara en su primera práctica, cuando el entrenador lo dio todo tratando sin éxito de batear un roletazo que perforara a su nuevo campocorto. “Yo creía que podía competir”, dijo Smith. “Se trataba de conseguir la oportunidad”.
La historia de Smith fue replicada por más de cuatro décadas, con jugadores llegando a las maizales buscando su oportunidad. Eberly se benefició de un tipo de fama de rumores, un modesto renombre entre los entrenadores, jugadores y sus padres. Despues del éxito de Smith, se hizo más fácil persuadir a los jugadores de California o Texas para que pasaran un verano en Clarinda, un pueblo adormecido pero persistente de 5000 personas que solía recibir a los visitantes con el mensaje “Donde la ética de trabajo aun funciona”.
“Para la mayoría de nosotros quienes íbamos allí y nos hacíamos parte del programa, Merl se convertía o en la extensión de su padre o en la figura total del padre, ese ser disciplinado, esa persona quien hace cumplir las reglas”, dice Smith. “Y tienes que persistir con esas reglas, si no lo haces, no puedes ser parte de esto”.
Y el conocimiento de Eberly y los A’s de Clarinda siguió creciendo. Bud Black, un pitcher estrella de los Reales de Kansas City quien llegó a ser manager de los Padres de San Diego, jugó ahí dos veranos. También lo hizo Von Hayes, aunque le pidió a Eberly que lo dejara en libertad luego de dos semanas en su primera temporada porque no pensaba que era lo suficientemente bueno. Chuck Knoblauch, el antíguo yanqui, pasó por Clarinda también, uno de seis peloteros del equipo de 1987 quienes llegaron a usar uniformes de Grandes Ligas.
Todos estaban integrados a Eberly y a las personas de Clarinda, quienes representaban los valores de un pequeño pueblo de compromiso, lealtad y desinterés que pensamos solo existen en el mito. Hayes describió a su entrenador como una “mezcla de John Wayne y Andy Griffith”.
Black, quien creció en el Pacífico Noroccidental, dijo que necesitaría un mapa cuando su entrenador universitario le dijo que iba para Clarinda. Pero no le tomó mucho tiempo para sentirse en casa, en el pueblo y con su entrenador.
“Él tenía una presencia que podías sentir”, dijo Black. “Era un hombre de gran carácter e integridad, y tenía un lugar agradable para sus peloteros. El nos estimaba a todos. Podías sentirlo. Nos hablaba de la vida y del beisbol”.
Luego de una breve carrera profesional, una temporada con el equipo Clase D de los Medias Blancas de Chicago de Holdrege, Neb., Eberly regresó a Clarinda como héroe. Los A’s empezaron como un equipo del pueblo que hacía giras por el MedioOeste. Eberly era un cátcher muy resistente, quien consistentemente lideraba a su equipo en jonrones. En 1969, a la edad de 35 años, bateó .475. Pero mientras él y otros envejecían, notó que el equipo tenía que cambiar, así que transformó a los A’s en un equipo colegial de verano.
Persuadió a los comerciantes locales de aportar apoyo financiero, y su esposa, Pat, persuadió a las familias de abrir sus puertas a extraños por un verano completo, para proveerles un lugar donde quedarse, comidas y paternidad alternativa. Eberly creía que el beisbol podía ser importante en la identidad del pueblo; de otra manera este sería conocido principalmente como el lugar de nacimiento del director de orquesta Glenn Miller.
Él no lo hacía por dinero, y solo tenía una regla para aquellos involucrados en el funcionamiento del equipo: Nadie era remunerado. Eberly, quien fue un joven problemático desde un hogar fracturado, sintió que su vida había sido redimida por un entrenador, y dedicó mucho de su vida a tratar de hacer lo mismo por sus jugadores. Quería enseñarles valores así como beisbol, reforzar las reglas de la vieja escuela acerca de los cortes de cabello cortos y los zapatos pulidos. Él pasaba una tarjeta de crédito por las mejillas de los peloteros para revisar el vello facial. Los peloteros quienes se enfrentaban con él se encontraban corriendo interminables vueltas alrededor del estadio, o simplemente les decía que regresaran a casa.
“No se trata de, ¿Podemos hacerlos mejores beisbolistas?” dijo una vez Eberly a un entrevistador local. “Se trata de ¿Podemos convertirlos en mejores personas?”
Los entrenadores universitarios llegaron a depender de él, a enviarle peloteros porque confiaban en Eberly y creían que Clarinda sería un ambiente apropiado.
“Merl reclutaba con el aval de los peloteros que jugaron para él”, dijo Augie Garrido, el antiguo entrenador de beisbol de la University of Texas. Él añadió: “Él ayudaba al pelotero a ayudarse a si mismo a buscar su destino como pelotero y como persona”, y agregó: “lo que él hizo fue que inspiró a las personas. Les dio esperanza”.
Tomó más que un Eberly para que el programa se mantuviera. Hay familias multigeneracionales quienes han recibido peloteros, una práctica que ellos llaman mantener, y para algunos hombres jóvenes eso significa encontrar una familia cuando ellos no sentían que tenían una en casa.
Cada año, mientras el juego avanza, con la evolución del video, las estadísticas avanzadas y el entrenamiento regimentado a lo largo del año, a los programas como el de Clarinda se les hace difícil sobrevivir.
Cuando Eberly falleció en 2011 luego de una larga batalla con el cáncer, muchos temieron que los A’s desaparecerían. Las multitudes se han reducido. Pero los A’s siguen honrando a su equipo, y el pueblo sigue apoyándolo porque para ellos, los veranos siempre han sido acerca de algo más que beisbol.
Este artículo es un extracto de “The Baseball Whisperer”, de Mitchell Tackett, que será publicado el martes 5 de julio por Houghton Mifflin Harcourt. Tackett es editor el escritorio de Washington del New York Times.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Esquina de las Barajitas: El Pequeño Joe 1971.
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y le gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
Es difícil de creer en retrospectiva, pero la compañía Topps no comenzó a usar fotografías de acción en color en sus barajitas hasta 1971, o algunos 19 años después que se produjera el primer juego completo de barajitas en 1952. La colección de 1971, la cual también fue distintiva por su uso de bordes negros, mostrando no menos de 52 tomas de acción de peloteros individuales. Era una manera agradable de diversificar las barajitas de los peloteros, las cuales habían consistido en perfiles, fotografías de frente en primer plano y poses por la mejor parte de dos décadas.
El grupo de tomas de acción de 1971 incluye un número de imágenes tremendas. Está la barajita del fajador Jerry Grote, una toma maravillosa de Thurman Munson tratando de tocar en medio de una polvareda al pitcher de los Atléticos de Oakland, Chuck Dobson, una barajita del zurdo Chris Short de los Filis de Filadelfia haciendo un lanzamiento contra el entorno del anuncio de “Alpo” en Connie Mack Stadium, y una esplendente toma de Felipe Alou a medio swing mientras usaba los gloriosos colores verde y dorado de los Atléticos.
Todas esas son grandes barajitas, y merecen más exploración, pero otra favorita de la colección de 1971 nos ofrece una mirada a un inquilino del Salón de la Fama. La barajita de Joe Morgan es inusual en el sentido de que no nos muestra el rostro del pelotero, haciéndola reminiscente de la barajita de Johnny Bench de 1973, la cual sigue la espalda del cátcher del Salón de la Fama mientras persigue un elevado de foul mientras casi se mete en el dugout de los rivales. Para algunos coleccionistas, la falta de un rostro en la foto es una marca negra contra la barajita, pero no para mi, especialmente cuando se trata de un pelotero famoso. Las estrellas son tan bien conocidas que nosotros tenemos una buena idea de cómo lucen, no necesitamos que cada una de sus barajitas tengan un primer plano de sus rasgos faciales. Algunas veces es la acción retratada en la barajita lo que llama nuestra atención, y esta barajita de 1971, como la de Bench de 1973, tiene éxito en hacer eso.
Numerada 624 en la colección, la barajita de Morgan lo muestra en medio de un swing a nivel, mientras trata de conectar un lanzamiento en la parte superior de la zona de strike. (Lo único lamentable es que la barajita no muestra a Morgan ejecutando su característico movimiento de codo, pero no se puede tener todo en una barajita). La foto, que se desarrolla contra el tramado, es interesante debido a la yuxtaposición entre Morgan al bate, el cátcher detrás del plato (Grote de los Mets de Nueva York) y el árbitro del plato severamente agachado (quién permanece desconocido). Raramente vemos de nuevo esta perspectiva en televisión; casi siempre vemos a los bateadores desde la ventajosa posición de los lentes del jardín central o desde la cámara lateral del dugout. Pero esta barajita nos da algo diferente, el punto de vista de alguien que ve el juego desde los palcos de terrenos justo detrás de la alambrada del plato. Esto nos permite ver que tan cercanos están el bateador, el cátcher y el árbitro. Si, es un ángulo inusual de este lado del plato, pero también es fascinante.
La barajita de Morgan de 1971 también trae a la mente el tema de las reuniones invernales (Winter Meetings). Fue en las Winter Meetings de 1971 que Morgan y un grupo de otras estrellas del beisbol cambiaron de uniforme en lo que resultaría ser una reunión histórica de gerentes generales y dueños.
Las Winter Meetings de 1971 empezaron el 29 de noviembre y concluyeron el 3 de diciembre. Por cinco días, los gerentes generales de los 24 equipos de Grandes Ligas se congregaron en el Arizona Baltimore Hotel, Ariz. No les tomó mucho tiempo a los gerentes generales entrar en calor. El primer día de las reuniones, seis equipos hicieron tres cambios, todos significativos. El cambio más grande del día fue uno a escala completa entre los Rojos de Cincinnati y los Astros de Houston. Los Rojos enviaron al primera base bateador de poder Lee May y los jugadores del cuadro Tommy Helms y Jimmy Stewart (sin relación con el actor) a los Astros por Morgan, el infielder Denis Menke, los jardineros Cesar Gerónimo y Ed Armsbrister, y el pitcher derecho Jack Billingham.
Para ese momento, Lee May era el pelotero más conocido de los ocho del supercambio, lo que llevó a varias personas a especular que los Astros habían ganado la transacción. Ese análisis resultó ser equivocado. A corto plazo, los Rojos repotenciaron su infield, lo hicieron más atlético y mejor defensivamente. Al salir de May, el gerente general de los Rojos, Bob Howsam, le abrió la primera base a Tany Pérez, quien había estado jugando fuera de posición en tercera base. Menke, un mejor jugador defensivo con más alcance en la esquina caliente, fortaleció el lado izquierdo del infield de los Rojos.
La mejora más grande ocurriría en segunda base, donde Morgan reemplazó a Helms. En la superficie, Morgan venía de una temporada en la cual había bateado .256 con los Astros. Aún así, él era un buen pelotero, y cerca de convertirse en estrella en Cincinnati.
Los Rojos ciertamente entendían lo que Morgan podía aportarles. Cuando un reportero le preguntó al manager de Cincinnati, Sparky Anderson, por el promedio de bateo de Morgan, él despreció la estadística y demostró que estaba adelantado a su tiempo cuando apeló a una filosofía sabermétrica. “Este es un tipo que se embasa muchísimas veces”, le dijo Anderson al longevo escritor de Cincinnati Earl Lawson. “Su radio de embasado es increíble, como el del año pasado, 149 imparables y 88 boletos”. Esos números, ocurridos en 689 apariciones al plato, ayudaron a Morgan a compilar un respetable porcentaje de embasado de .351 con los Astros.
Morgan destacaría en Cincinnati, donde se benefició de la presencia de mejores compañeros de equipo y de la sabiduría de Anderson. Al disfrutar un repunte de su carrera en 1972, Morgan lideró la Liga Nacional con 115 boletos y un porcentaje de embasado de .417, para contribuir a que los Rojos ganaran el banderín y avanzaran a la Serie Mundial.
En las próximas dos temporadas, el hombre conocido como “Little Joe” continuó jugando bien pero entonces emergió como superestrella en 1975, para liderar a los Rojos al primero de dos campeonatos mundiales seguidos. Morgan bateó para un .327 tope en su carrera y encabezó la liga con un promedio de embasado de .466 en ruta a ganar el premio al jugador más valioso de la Liga Nacional. Él repitió como jugador más valioso en 1976, al compilar el mejor porcentaje de slugging de la liga con .576. ¿Qué tan bueno fue Morgan en 1975 y 1976? Fue el mejor pelotero del juego, eso es que tan bueno. También estaba muy bien encaminado en su camino al Salón de la Fama.
Más allá de la negociación de Morgan, los Gigantes de San Francisco y los Indios de Cleveland también hicieron un cambio ese primer día de las reuniones invernales. Los Gigantes enviaron a Gaylord Perry y el joven campocorto Frank Duffy a los Indios por Sam McDowell, un poderoso lanzador zurdo quien parecía estar en su mejor momento. En otro cambio importante, los Atléticos adquirieron al pitcher zurdo Ken Holtzman, autor de dos juegos sin hits ni carreras, desde los Cachorros de Chicago por el jardinero Rick Monday, quien para el momento era mejor conocido por ser el primer pelotero tomado en el primer draft amateur de 1965.
Aún así, había más por venir. El día siguiente, 30 de noviembre, los Mellizos de Minnesota negociaron al veterano campocorto Leo Cárdenas a los Angelinos de California por el joven pitcher zurdo Dave LaRoche. Mientras tanto, los Atléticos anunciaban el despido de un estimado pitcher veterano, Jim “Mudcat” Grant, un movimiento que hizo rascar cabezas dada la manera efectiva en que Grant había lanzado como relevista en 1971.
El 1 de diciembre llegó la noticia del despido de un nombre más grande. Los Cachorros dejaron libre a Ernie Banks de 40 años, quien planeaba retirarse, y lo añadieron a su cuerpo técnico para la temporada de 1972.
Entonces vino el remolino fluorescente del 2 de diciembre. Entonces los equipos ingeniaron ocho cambios adicionales, que involucraron 30 peloteros. El día completo de actividades incluyó un cambio de tres peloteros entre los Astros y los Reales de Kansas City. Los Astros entregaron al prometedor primera base John Mayberry por dos pitchers jóvenes, Jim York y Lance Clemons. En una negociación más grande, los Orioles cambiaron a su estrella veterana, Frank Robinson, y el relevista zurdo Pete Richert a los Dodgers de Los Angeles por el joven pitcher derecho Doyle Alexander y tres jugadores de ligas menores. Luego de adquirir a Robinson, los Dodgers enviaron al primera base de poder Dick Allen, a los Medias Blancas de Chicago por el pitcher zurdo Tommy John.
Para el momento cuando terminaron las reuniones invernales el 3 de diciembre, un día que vio cuatro cambios más realizados, los equipos de Grandes Ligas se habían combinado para hacer 15 cambios que involucraron a 53 peloteros. La serie de cambios voluminosos generó titulares desde los periódicos diarios hasta Sporting News y Sports Illustrated, para mantener la estufa caliente del beisbol crujiendo durante la temporada regular de futbol americano. La onda de cambios también creó una serie de secuelas que cambió el paisaje del juego por la mayor parte de la próxima década.
Para el momento, la decisión de los Gigantes de cambiar a Perry de 33 años por McDowell de 29 pareció un movimiento inteligente de su dueño y gerente general, Horace Stoneham. Después de todo, los Gigantes estaban adquiriendo al pitcher más joven y el que lanzaba más duro. Desafortunadamente, los Gigantes no se dieron cuenta del largo expediente de problemas de bebida de McDowell, y como eso afectaría su carrera. Para 1973, McDowell se convirtió en ex.Gigante. Para 1975, estaba fuera del beisbol.
Mientras tanto, el duradero Perry ganó un tope de la liga de 24 juegos para los Indios en 1972. Dos años después, agregó 21 triunfos mientras ganaba el premio Cy Young de la Liga Americana. Perry continuaría lanzando hasta 1983 (para ese momento había ganado 314 juegos), ocho años después del retiro de McDowell.
Otra de las superestrellas involucradas en los cambios de invierno también ganaría un premio importante. El manager de los Medias Blancas, Chuck Tanner le dijo al periodista deportivo Jerome Holtzman que Allen “debe ayudarnos a ganar al menos 20 juegos con su bate”. Las palabras de Tanner fueron una exageración, pero no por mucho como unos cuantos pudieron haber creído. Motivado por el gran manager a favor de los peloteros que era Tanner, el muy talentoso Allen lideró la liga en porcentaje de slugging, carreras empujadas y boletos en 1972, mientras llevaba a los Medias Blancas a terminar a cinco juegos y medio de un equipo mucho más talentoso de Oakland. Fue la mejor temporada de la carrera de Allen, y eso le valdría el premio al jugador más valioso.
Para el invierno de 1971, los Reales habían jugado tres temporadas completas como equipo de expansión. Aunque todavía no estaban listos para ser contendores legítimos en la división oeste, la adición de Mayberry le dio a su ofensiva una base sobre la cual construir. Para 1976, cuando los Reales ganaron el primero de tres títulos divisionales seguidos, Mayberry se había desarrollado como un consumado cuarto bate. Con Mayberry, el inquilino del Salón de la Fama George Brett, y el subestimado dueto de Hal McRae y Amos Otis formando el núcleo de la ofensiva de los Reales, Kansas City era ahora una fuerza mayor.
Otros cambios jugaron aún influencias más grandes al afectar los resultados de venideras carreras por el banderín. Pocos se beneficiaron de las reuniones invernales como la dinastía en desarrollo del beisbol, la que tomaba forma en el area de la bahía. Al actuar como su propio gerente general, el dueño de Oakland, Charlie Finley consiguió a Holtzman del gerente general los Cachorros de Chicago John Holland. La adición de Holtzman le dio a los Atléticos un tercer abridor de primera línea para alternar con Jim “Catfish” Hunter y Vida Blue.
Gracias a la adición de Holtzman, los Atléticos se convirtieron en un rival más formidable, particularmente en la postemporada. Desde 1972 hasta 1974, Holtzman ganó cuatro de cinco decisiones de Series Mundiales mientras agenciaba una efectividad de 2.55. Lanzó todavía con más calidad en las series de campeonato, donde su efectividad de 1.55 brillaba. Sin el pitcheo de Holtzman en postemporada, para no mencionar su promedio de casi 20 triunfos y 250 innings lanzados durante ese período, los Atléticos no podrían haber ganado tres títulos seguidos de Serie Mundial.
A excepción de la pérdida de Morgan por Houston, ningún cambió tuvo un impacto más negativo que la decisión de los Orioles de cambiar a Frank Robinson, uno de sus mejores jugadores en todos los terrenos e indiscutiblemente su presencia más influyente en el clubhouse, donde “El Juez” regía la afamada “Corte de los Canguros” de Baltimore. Los Orioles pensaron que podían reemplazar a Robby con Merv Rettenmund, un bateador de .318 en 1971, pero este decepcionó como jugador de todos los días, mientras los jardineros Paul Blair y Don Buford tuvieron rendimientos considerablemente bajos, lo cual causó la caída de los ganadores del banderín hasta el tercer lugar en 1972.
Es natural preguntarse si alguna vez se verá un frenesí de cambios en una reunión de invierno como la que se presenció en 1971, cuando esos 53 peloteros cambiaron de equipo. Bien, eso ha ocurrido una vez, en 1980, cuando los equipos de Grandes Ligas se combinaron para intercambiar 71 peloteros, la marca de todos los tiempos. El inquilino del Salón de la Fama, Whitey Herzog, quien fungía como gerente general y manager de los Cardenales de San Luis, participó mucho en las actividades, al realizar cuatro cambios que involucraron 23 peloteros. Entre los jugadores que cambiaron de equipo en las reuniones de 1980 estaban los inquilinos del Salón de la Fama, Bert Blyleven, Rollie Fingers y Bruce Sutter.
Parece que no se verá una reedición de lo que atestiguamos en 1971 o 1980, aunque los equipos de Grandes Ligas crearon alguna agitación en las reuniones invernales de 2014, cuando hicieron 12 cambios que involucraron a 37 peloteros. Basados en términos de volumen, lo que ocurrió en 1971 y 1980 no parece que ocurrirá otra vez, no con el dominio actual de la libre agencia, los costosos contratos multianuales, y varias cláusulas que vetan los cambios. Aquellas reuniones invernales de 1971, cuando los futuros inquilinos del Salón de la Fama, Morgan, Perry y Robinson cambiaron de uniforme, permanecerán cerca del tope de la lista.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
lunes, 4 de julio de 2016
Ellos Estuvieron Ahí: Bob Locker.
“Finley era un personaje real y muchas personas...no le prestaban atención al hombre. Pero yo lo respetaba porque hacía lo que pensaba y se mantenía con eso mientras todos lo llamaban pájaro loco y muchas otras cosas que no puedo repetir”.
Bob Locker lanzón en las mayores desde 1965 hasta 1975 con los Medias Blancas de Chicago, Pilotos de Seattle/Cerveceros de Milwaukee, Atléticos de Oakland y Cachorros de Chicago. A los 27 años de edad, Locker debutó con los Medias Blancas, al lanzar dos innings y permitir tres carreras. Se estableció e hizo diez apariciones esa temporada luego de esa presentación inicial y terminó su año de novato con una respetable efectividad de 3.15. En 1969, Locker fue cambiado al equipo de expansión Pilotos de Seattle, registró una efectividad de 2.18 para un equipo que terminó último en la división.
En 1970, el contrato de Locker fue comprado por los Atléticos, donde fue miembro clave de los campeones de la Serie Mundial de 1972 al tener marca de 6-1 con 2.65 de efectividad preparando el camino para Rollie Fingers. Locker apareció en la serie de campeonato de la Liga Americana ese año, permitió dos carreras en tres innings. El 21 de octubre, Locker hizo su primer y única aparición en Series Mundiales, al relevar a Vida Blue en el sexto inning del sexto juego. Permitió un sencillo a Tany Pérez pero consiguió el último out del inning. Un mes después, Locker fue cambiado a los Cachorros de Chicago por el jardinero Billy North. Locker concluyó su carrera con los Cachorros, estuvo inactivo en la temporada de 1974, se sometió a una cirugía para remover depósitos de calcio de su codo de lanzar. En 1975, Locker hizo 22 apariciones y agenció una efectividad cercana a 5.00, con lo cual terminó su carrera de beisbol.
En la actualidad, Locker y su esposa viven en Lafayette, California y él pasa mucho de su tiempo libre pescando y cazando. Es graduado de Iowa State University y miembro del Salón de la Fama de esa escuela.
Como le fue contado a Ed Attanasio, This Great Game
Sobre los Pilotos de Seattle de 1969: “Fui cambiado desde los Medias Blancas a los Pilotos por Gary Bell en junio de 1969. Seattle ciertamente no fue el fin de mi carrera, pero pasé mucho tiempo en Chicago tratando de encontrar mi pitcheo de afuera y creo que ellos se cansaron de esperar. Los Medias Blancas me cambiaron luego de un par de semanas de pobre pitcheo, lo cual terminó siendo un error, porque dos o tres semanas malas no son una carrera y ellos debieron ser más pacientes conmigo, en mi opinión. Yo estaba molesto y no quería ir a Seattle, pero ellos no te dan mucho de donde escoger, ellos te cambian y te vas.
En Seattle encontré mi pitcheo de afuera, mi sinker, y como resultado tuve una efectividad de 2.18 y permití solo ocho carreras en 30 apariciones para los Pilotos. A Seattle le faltaba una cosa: Talento. Era un grupo que tenía muchas personalidades diferentes, pongamoslo de esa manera. Joe Schultz fue el manager de los Pilotos, y el no era un estratega de beisbol, pero era muy bien manager porque conocía su trabajo, el cual era poner a 24 tipos en la misma página. Y con un grupo de peloteros tomados de aquí y de allá, estuvimos en tercer lugar hasta uno o dos meses del final de la temporada. Pienso que nos miramos en un punto y dijimos, ¿Qué estamos haciendo aquí? Así que no jugamos a nuestra capacidad después de eso.
Teníamos algunos verdaderos personajes poco convencionales en Seattle, así que yo me sentía a gusto. Mike Marshall era un genio, especialmente pitcheando, pero era básicamente un solitario. Jim Bouton estaba garabateando algo en su cuaderno todo el tiempo, pero nunca pensé dos veces en eso. (Bouton escribió Ball Four, considerado como el mejor libro de beisbol escrito jamás). Él recibió muchas críticas cuando su libro fue publicado y oi que Mickey Mantle nunca le volvió a hablar a Bouton. Las personas sentían que Bouton reveló secretos íntimos, pero todo lo que escribió fue lo que en realidad ocurrió. Había mucho de ese tipo de conducta, persecución de faldas y bebida en exceso, pero yo estuve claro con todos esos errores. Prefería pescar o cazar que sentarme en un bar o en un club nocturno cualquier día”.
Un manager joven en sus años de formación: “Tony LaRussa se sentaba en el banco con los Atléticos en los años ’70 cuando jugábamos en Oakland y absorbió toda la información acerca del juego que pudo. Los mejores managers son o cátchers o tipos quienes realmente no son talentosos pero pueden ingeniárselas para sacar lo mejor de cada situación, y Tony era uno de esos tipos. Justo ahora, él es el mejor manager del beisbol, porque entiende suficientemente el juego, el manejo de los pitchers, el uso de las mejores habilidades de cada pelotero y la manipulación del lado mental del juego para ventaja de su equipo”.
Sobre el dueño de Oakland Charles Finley: “Finley era un personaje real y muchas personas, tal vez la mayoría, no le prestaban atención al hombre. Pero yo lo respetaba porque hacía lo que pensaba y se mantenía con eso mientras todos lo llamaban pájaro loco y muchas otras cosas que no puedo repetir. Charlie no le gustaba a muchos de sus peloteros ni confiaban en él, pero al menos reconocían que él haría lo que fuera para poner un equipo ganador en el terreno. Aquellos equipos de los Atléticos de comienzos de los años ’70 son algunos de los mejores de todos los tiempos”.
Sobre Catfish Hunter: “Un príncipe en todos los aspectos, un amigo de mucha clase. Todo lo que quería en tu equipo. Gran pitcher, buena defensiva, buen bateador para ser un pitcher, nunca dijo una mala palabra de nadie; un consumado competidor; el gran competidor, y un gran pescador y cazador, él era mi tipo favorito de ese equipo. Cuando él se enfermó más adelante en la vida, fue terrible.”
Sobre la temporada de novato de Vida Blue: “1971 fue su año fenomenal y recuerdo eso con nitidez. Fue probablemente la actuación más impresionante de cualquier pitcher que haya visto. Observar lo que él estaba lanzando era sorprendente. Hay ciertos secretos de pitcheo, hay tipos que lanzan en las esquinas como Catfish lo hacía, tipos como Drysdale o Ryan quienes manejan la pelota y desafían las leyes de gravedad o lanzan curvas que se caen de la mesa. Pero, la recta de Vida era tan singular, al desplazarse en las cuatro direcciones. Iba a cualquier lugar excepto sobre el plato. Era un placer observar. Vida atraía grandes multitudes en las giras y había un zumbido alrededor del estadio cada vez que lanzaba”.
Sobre el manager de Oakland Dick Williams: “Dick fue el mejor manager que tuve, pero pienso que yo no le gustaba. Si le preguntabas, él diría algo no muy agradable de mi, me imagino. Yo era un espíritu libre, o como se quiera llamarlo y a Dick no le agradaba mi actitud. Pero yo lo respeté más que a cualquier manager. Él me llamaba “extraño” o algo así. Lancé bien para él en 1972 y no me puso a lanzar en la Serie Mundial excepto en una ocasión limitada, pero puedo entender eso. Él tenía a Vida Blue en el bullpen en esa serie y lo usó en casi todos los juegos, y sus abridores lanzaron bien, así que todo funcionó bien. No era un asunto personal. Yo fui básicamente un preparador para Rollie Fingers, quien era un cerrador muy decente (risas). Pero yo no era santo de la devoción de Williams, me imagino, porque me cambiaron a los Cachorros de Chicago por Billy North un mes después”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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