viernes, 9 de mayo de 2014
La doble tarea de Tom Seaver con los Medias Blancas de Chicago
Tyler Kepner. The New York Times. 04-05-2014.
Chicago.- Era alrededor de la medianoche en el lado sur de la ciudad el pasado mes, y los Medias Blancas tenían dificultades. Estaban igualados con Boston en el décimocuarto episodio en el U.S. Cellular Field, con dos Medias Rojas embasados y un pitcher desvencijado en el montículo.
Aquello sonaba razonable, porque el pitcher era un infielder llamado Leury García, quién nunca había lanzado antes, ni siquiera cuando era niño.
"Lánzala más lento", le dijo Robin Ventura en el montículo, el manager de los Medias Blancas. García lo hizo y los Medias Rojas consiguieron el doble de irse adelante.
Luego de la derrota, Ventura explicó que había usado sus siete revlevistas, incluyendo cuatro para hacer tres outs, y no quería traer a lanzar a un abridor.
Hace treinta años, cuando existía el viejo Comiskey Park al otro lado de la calle, otro manager de los Medias Blancas tambien se quedó sin relevistas. Pero Tony LaRussa tenía una mejor opción, uno de los mejores lanzadores abridores de la historia, a quién le ordenaron dejar de hacer su crucigrama, ponerse el uniforme y ganar el juego más largo, para el momento, en la historia de las Grandes Ligas.
El juego, entre los Medias Blancas y los Cerveceros de Milwaukee, empezó el 8 de mayo de 1984. Después de 17 innings, fue suspendido debido a una regla de límite de tiempo que existía para la época. Terminó al día siguiente, antes del juego programado. Harold Baines lo ganó para los Medias Blancas, 7-6, con un vuelacercas en el cierre de inning 25.
El pitcher ganador fue Tom Seaver, un futuro inquilino del Salón de la Fama quién empezó el día con 274 victorias y lo terminó con 276. Así como lo leen: Seaver terminó el primer juego como relevista y entonces abrió el segundo encuentro, laboró 8.1 innings para ganar otra vez 5-4.
"Fue una actuación tipo Walter Johnson", dijo Bil Schroeder, entonces receptor de Milwaukee y ahora narrador de los Ceveceros. Schroeder le bateó un sencillo a Seaver en el vigésimoquinto inning del primer juego pero desapareció con un dobleplay. Nunca llegó a tocar con la mascota el envió 753 y final del juego, una sinker alta de Chuck Porter en el cierre de ese episodio.
Baines, ahora coach de los Medias Blancas, no recuerda el tipo de lanzamiento o el nombre del pitcher, ni siquiera a que altura de la temporada ocurrió el juego, una temporada negativa para ambos equipos. Él sólo sabe que mandó la pelota sobre la pared del jardín central.
"Estaba felioz de que hubiera terminado", dijo Baines. "Pienso que cada pelotero se emociona al batear un jonron para hacer ganar a su equipo. Deseé haberlo bateado en el noveno en vez del vigésimoquinto".
"Desgastados mentalmente".
Aquellas noches en Comiskey Park son poco más que un pie de página en la historia del beisbol. Cuando el tema es la longitud de los juegos, las personas piensan en el juego de AAA entre Rochester y Pawtucket en 1981. En ese juego actuaron dos futuros inquilinos del Salón de la Fama, Wade Boggs y Cal Ripken, es el más largo en la historia del beisbol profesional. Duró 33 innings y 8 horas, 25 minutos.
Pero en las mayores, solo un juego ha durado más de 25 innings: El efectuado entre los Robins de Brooklyn y los Bravos de Boston y terminó igualado 1-1 en 26 innings en 1920, ese juego duro 3 horas, 50 minutos. En 1974, los Cardenales de San Luis vencieron a los Mets 4-3 en Shea Stadium. El juego tardó 7 horas, 4 minutos.
El juego entre los Medias Blancas y los Cerveceros duró 8 horas, 6 minutos. Ningún juego de Grandes Ligas ha durado más tiempo.
"Fue el juego más desgastante mentalmente que haya dirigido en toda mi vida", dijo Rene Lachemann, 69, coach de los Rockies de Colorado que dirigió a los Cerveceros en aquel juego. "Despues estaba exhausto".
Lacheman dirigió 988 juegos en las mayores, pero solo una temporada con Milwaukee. Previamente había dirigido una primitiva versión de los Marineros de Seattle y estaba entusiasmado de llegar a los Cerveceros, que habían ganado el banderín de la Liga Americana en 1982.
"Me dije 'Es agradable ir a los entrenamientos primaverales con la idea de ganar entre 90 y 100 juegos en vez de como evitar perder de 90 a 100' " dijo. "Cuando llegó septiembre, había perdido 96 juegos".
En realidad fueron 94, pero las derrotas del 9 de mayo pudieron haber contado como dobles. Ante LaRussa, Lachemann enfrentaba a su antiguo compañero de equipo y amigo. Jugaron juntos en 1968, en la organización de Oakland, Lacheman más adelante fue coach de LaRussa con los Atléticos y los Cardenales.
"En la menores yo llegaba al estadio a las 2 p.m; Lach llegaba al mediodía", dijo LaRussa. "Este tipo amaba el juego más que cualquiera que haya visto".
Los Cerveceros, entonces en el este de la Liga Americana, habían vencido a los Medias Blancas el 7 de mayo para nivelar su marca en 13-13. Pero para ese momento, en la era previa a los comodines, sus esperanzas de play offs se habían esfumado. Paul Molitor, su tercera base estrella, estaba fuera por el resto de la temporada con una lesión en el codo, y los Tigres de Detroit estaban en ruta a una arrancada de 35-5 y el campeonato.
Los Medias Blancas habían ganado el oeste de la Liga Americana en 1983 en lo que fue su primer viaje a la postemporada en 24 años. Ellos llegaron a ese juego con marca de 12-15, y terminaron la temporada igualados en el quinto puesto con marca de 74-88.
"Eramos el brindis de la ciudad", dijo LaRussa. "Y no hicimos un buen trabajo al arrancar con un equipo armado desde el principio".
LaRussa tenía mejores expectativas. Los Medias Blancas habían mejorados sus íconos de los Mets de 1969 aquel invierno. Canjearona Jerry Koosman a Filadelfia por un relevista y seleccionaron a Seaver entre las opciones de compensación por agentes libres cuando otro relevista firmó con Toronto.
Los Mets, en un error colosal, habían dejado a Seaver, entonces de 39 años, desprotegido.
Seaver, quién había iniciado 34 juegos con los Mets en 1983, dejó efectividad de 3.55, tuvo un momento memorable en Nueva York como miembro de los Medias Blancas en 1985, ganó su juego 300 en un juego en Yankee Stadium. Su sobresaliente actuación del 9 de mayo de 1984, lo ayudó a llegar allí.
La regla del límite de tiempo aplicada.
El encuentro del 8 de mayo lucía de una sola calle. Los Cerveceros enviarían a Don Sutton al montículo, uno de seis futuros inquilinos del Salón de la Fama, incluído LaRussa, que participaron en el juego. Por los Medias Blancas abriría Bob Fallon, un novato que fue enviado a las menores después del juego y nunca más abrió un juego en Grandes Ligas.
Tom Paciorek, un jardinero y primera base veterano, pensaba que tenía la noche libre. A principios del juego, ordenó una pizza al restaurante Connie y se la llevaron al compartimiento de los árbitros. Mientras masticaba la pizza con sus otros compañeros de banca, llegó el recogebates. Ron Kittle había salido del juego con punzadas en las piernas.
"Él dice, 'Hey Wimpy, tienes que ir a batear por Kittle'", dijo Paciorek, usando su apodo. "Le dije, '¿Cuando le toca batear? Y dijo que era el próximo bateador. Fui corriendo por el compartimiento de los árbitros, a través de nuestro clubhouse, agarré un bate, con la camisa toda llena de salsa de pizza salí a batear contra Sutton, y me hizo out con tres lanzamientos. Dije, '¡Kittle tu podías haber hecho eso por tu cuenta!'".
Eso fue en el cuarto inning. Al final, Paciorek lograría la mayor cantidad de imparables en el juego, cinco, un record de Grandes Ligas para un jugador que no inició el juego. Cuando fue a batear para abrir el cierre del noveno, los Medias Blancas perdían 3-1, Milwaukee había anotado la carrera de irse adelante por un error en tiro de Carlton Fisk, y enfrentaría a Rollie Fingers.
Paciorek llegó a segunda mediante error de dos bases del jardinero derecho de los Cerveceros Charlie Moore. Anotó con un doble luego de dos outs de Julio Cruz, entonces Fingers falló un envío en conteo de dos strikes ante Rudy Law. Jim Sundberg, el catcher de los Cerveceros, empuñó su mano, pensando que el juego se había terminado. Luego Law sencilleó para empatar el marcador 3-3.
"Teníamos dos outs y una ventaja de dos carreras con un inquilino del Salón de la Fama en el montículo", dijo Lachemann aun desconsolado. "Y lo echamos a perder".
Esas fueron las últimas carreras que entraron el 8 de mayo. Mientras los innings transcurrían, un limpiabotas llamado Anthony Mayfield, que trabajaba debajo de la tribuna, pulió 150 pares de zapatos. "Tuve un gran día", le dijo a The Chicago Tribune. La cuadrilla de árbitros, la cual pasó toda la noche sin ir al baño, de acuerdo a Jim Evans el árbitro del plato el 8 de mayo, notó que los jugadores se estaban tornando más excitados.
"Los tipos miraban al catcher y sonreían y le pegaban en las rodilleras: '¿Estás despierto?'" Dijo Evans. "No se convirtio en una echadera de broma, pero si fue como un relajo, como, ¿que es lo que viene ahora?
Los equipos pusieron corredores en posición anotadora seis veces en extrainnings el 8 de mayo, pero luego de 17 innings, a la 1:05 a.m.; Evans aplicó la regla del límite de tiempo en la Liga Americana, que decía que no se podía abrir entradas despues de la 1.
El receso de la acción no ayudó a LaRussa, quien dijo que casi no había dormido ponderando sus opciones de pitcheo. Quería mantener a Juan Agosto, quien había lanzado cuatro innings. Pero Agosto no había lanzado tanto desde su debut en Grandes Ligas en 1981.
"Nuestras opciones estaban limitadas, ¿podíamos continuar con él? Dijo LaRussa.
Mientras los Cerveceros se plantaban con Porter, un abridor con cuatro días de descanso, Agosto se ofreció a seguir cuando se reanudó el juego y completó tres entradas en blanco adicionales. Ron Reed lo relevó para empezar el inning 21 y permitió un jonrón de tres carreras de Ben Oglivie.
Otro error afectó a los Cerveceros en el cierre del episodio, esta vez del reemplazo de Molitor en tercera base, Randy Ready, quién tomó un roletazo para iniciar el inning y metió la pelota en los asientos detrás de primera base. Paciorek coronó el ataque con sencillo de dos carreras que igualó el juego 6-6.
Richard Dotson, un pitcher que corrió por el primera base Marc Hill, anotó la carrera del empate. En el reajuste de la alineación que siguió, LaRussa perdió su bateador designado, Reed se convirtió en el primer pitcher de los Medias Blancas que bateaba desde 1976. Fue out en rodado al cuadro en el inning 22.
Los Medias Blancas casi gana el juego en el próximo inning, cuando Paciorek bateó imparable a lo profundo del jardín central con un out y uno en base. Jim Leyland, coach de tercera base, trató de parar al corredor Dave Stegman. Los dos chocaron y Stegman fue out.
"En toda mi carrera, y trabajé más de 30 incluyendo las ligas menores, nunca había visto una asistencia del coach", dijo Evans, el árbitro del plato. "Si un coach de tercera o primera base asiste físicamente a un corredor para regresar a la base, o adelantar a la próxima, eso es interferencia del coach".
"Naturalmente, el próximo bateador, Vance Law, bateó otro imparable. Pero con Stegman out por interferencia, la carrera dejó de entrar.
Durante el inning 24 que transcurrió sin carreras, LaRussa envió a su coach de pitcheo, Dave Duncan, al clubhouse. Estaba buscando a una leyenda.
'Yo no relevo'
Ahora de 69 años, Seaver pasa buena parte de su tiempo trabajando en su viñedo de Calistgoga, Calif., el cual produce de 400 a 500 cajas de cabernet sauvignon cada año. El trabajo es rentable, dijo, y familiar.
"Lo mismo que pitchear, hay que estar pendiente de los detalles", dijo Seaver por telefono el mes pasado. "No puedes forzarlo".
Seaver no ve el beisbol, pero dijo que aun devoraba los box scores. Ha lidiado recientemente con la etapa 3 de la enfermedad Lyme, y sus memorias vienen y van. Este era un buen día, estaba feliz de recordar un hecho que ha clasificado entre los mejores de su carrera, para la diversión y el humor, dijo.
"Estoy en el clubhouse, sentado en mi casillero tomando café y haciendo el crucigrama del Times", dijo. "He seguido el juego por radio por lo que entiendo lo que está pasando, pero estoy fuera de la acción. Olvidé quién era, pudo haber sido Duncan, que vino y dice, 'Ponte el uniforme, vas a lanzar'
"Por Dios sagrado que fue así. Todo esto pasó por mi mente: 'Yo no relevo. No hago esto. Cuando voy a pitchear, estoy calmado, tranquilo y preparado mentalmente'.Estaba tan nervioso que apenas me podía vestir".
Seaver no consideró rechazar la asignación, "todavía eras una abeja obrera", dijo, aunque no había relevado desde 1976, cuando enfrentó a dos bateadores el día anterior del des canso del Juego de Estrellas.
Para Seaver, abrir era el mejor trabajo del mundo porque era muy predecible.Calentar en el bull pen el 9 de mayo, dijo, se sentía fuera de lugar. Pero no tenía alternativa, y lanzó la apertura del inning 25, le batearon un sencillo, un rodado para dobleplay de Robin Yount y un elevado.
"Fui al dugout muy contento, trinaba como un pichón de ruiseñor: ¡Que buen relevista soy!'" Dijo Seaver." Luego oí el sonido del bate".
Baines, quien eventualmente se convirtió en el lider jonronero de la franquicia por un momento, había terminado el juego con un jonrón luego de un out. Bateó 29 vuelacercas esa temporada, su tope personal, pero él no comenzó el juego regular del día.
Seaver si lo hizo. Jugó a atrapar la pelota un rato frente al dugout, subió al montículo otra vez y llegó al noveno inning, salió luego que Yount jonroneara con un out. Los Medias Blancas ganaron 5-4, y Seaver llamó a su esposa Nancy, a su casa en Connecticut.
"Hola, hola", dijo Seaver, recordando su conversación.
"¿Como te fue?" preguntó ella.
"Lancé bien; lancé bien", contestó Seaver.
"¿Ganaste?"
"Gané; gané".
"¿Por qué estás repitiendo las palabras?, dijo ella exasperada.
Su esposo envió la noticia: "¡Gané dos veces!"
Fue un día extraño. Seaver terminó su carrera con 3640 ponches, un total que ahora es sexto en la lista de todos los tiempos, pero no tuvo ninguno ese día. Los dos triunfos son los únicos entre los 311 de su carrera donde no ponchó ningún bateador.
Ganar dos veces en un día todavía ocurre de vez en cuando para relevistas. De acuerdo al Elias Sports Bureau, Brian Duensing de Minnesota, lo hizo el año pasado, y Luis Vizcaíno de los Yanquis lo hizo en 2007. Pero ganar como relevista y abridor fue diferente.
El logro de Seaver fue circunstancial, para estar claros. Pero remarca la destreza y la comprensión de un maestro.
"El pìtcher más inteligente que haya conocido", dijo LaRussa. "Fue un gran compañero, tuve buenas conversaciones con él. Me enseñó un poco. Él cuenta historias de mi como manager para hacer reir a todos. Yo cuento historias de él como pitcher para hacer a la gente apreciar su grandeza".
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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