lunes, 14 de marzo de 2016

Cooperstown Confidencial: Dick Allen

Bruce Markusen. The Hard Ball Times. 18-12-2009. La “Estufa Caliente” (The “Hot Stove”) y otros programas manejados por analistas reciben la mayoría de la publicidad, pero “Studio 42” con Bob Costas ha surgido como uno de los mejores programas del canal MLB. Cuando se trata de entrevistar figuras históricas del beisbol, pocos están mejor preparados que Costas. A diferencia de otros narradores, él no toma la ruta floja y le pregunta a los peloteros de antaño lo que piensan del juego de hoy. Él se ocupa de la historia real, personal y a través de las ligas, mientras trata de poner esa historia en contexto con el beisbol contemporáneo. En la última versión de “Studio 42” el martes, Costas entrevistó a Dick Allen. Las preguntas de Costas permitieron reflexiones en la mente de Allen, una de las figuras más controversiales del juego en los últimos 50 años y el niño del afiche para el debate del Salón de la Fama. (La declaración de Allen de que Robin Roberts merece ser llamado el “verdadero rostro” de la franquicia de los Filis más que Mike Schmidt seguramente dejó a algunos televidentes listos para debatir). Dejaré la discusión del Salón de la Fama para otros como Craig Wright y Bill James, quienes han discutido a profundidad el caso a favor y en contra de Allen en Cooperstown. Para mi, el color y la controversia de Allen ocupan la escena central. Cuando estaba motivado apropiadamente, Allen bateaba lanzamientos con tanta ferocidad como sus contemporáneos del Salón de la Fama como Hanl Aaron y Frank Robinson y corría las bases con la precisión y la pasión de Roberto Clemente y Willie Mays. Aunque había otras veces Allen se encontraba distraído, encerrado en la última de una serie de disputas infinitas que desviaron su camino al Salón de la Fama. Algunos de los problemas de Allen fueron autoinfligidos, otros fueron creados por una cultura estadounidense de los años ’60 que aun estaba plagada de profundo racismo y segregación. Luego de firmar con los Filis, el joven Richie Allen se reportó al equipo afiliado de ligas menores en Little Rock. Un grupo de fanáticos lo saludó marchando en un desfile de protesta, furiosos porque él estaba a punto de convertirse en el primer pelotero negro en la historia de la ciudad de ligas menores. Durante la entrevista con Costas, Allen reveló que después de un juego el regresó a su carro y encontró que los vándalos habían pintado las palabras “Nigger go home” (“Negro vete a tu casa”) en el vehículo. Aunque fue tratado por muchos ciudadanos de Little Rock como un vago (o menos), él comandó la liga en bases totales y se ganó una rápida promoción al equipo grande de los Filis. Aunque tenía mucho talento como bateador y corredor, Allen irritaba a la gerencia de los Filis con su tardanza crónica. Él casi siempre llegaba a tiempo para el juego pero a menudo perdía la práctica de bateo y otros ejercicios antes del juego. El manager Gene Mauch estimaba que el multó a Allen por varios miles de dólares en una temporada por sus repetidas llegadas tardías al estadio. Allen algunas veces chocaba con compañeros de equipo, aunque su celebrada pelea de 1965 con el toletero Frank Thomas parece haber sido justificada. Después que Thomas llamó repetidamente a su compañero afroamericano Johnny Brigss “boy” y comparó a Allen con “Muhammad Clay” (una referencia cortante a Muhammad Ali). Allen intercambió palabras ácidas con el toletero veterano. Por esto, Allen merece un aplauso, no el ridículo. Más tarde, mientras los Filis tomaban práctica de bateo, Allen y Thomas se tropezaron cerca de la jaula de bateo, y Thomas golpeó a Allen con su bate en el hombro. Aunque su hombro lo molestaba de vez en cuando esa temporada, Allen escapó de una lesión seria. Los conflictos de Allen con compañeros de equipo, la gerencia y los medios de Filadelfia unidos al periódico juego defensivo indiferente en el campo y, casi por seguro, el color de su piel, lo hicieron impopular con los fanáticos de los Filis. Los espectadores del Connie Mack Stadium a menudo lo abucheaban cuando ocupaba su posición en primera base. Hacia el final de su período con los Filis, él respondía rastrillando la tierra del infield con sus spikes, dibujaba la palabra BOO. A veces, escribía más palabras y frases vitriólicas. Las “cartas en la tierra” de Allen, como las describió el director de investigaciones del Salón de la Fama, Tim Wiles, solo incrementaron los duros sentimientos de los filadelfianos hacia el talentoso pero impredecible toletero.Algunos fanáticos empezaron a lanzarle objetos, incluyendo baterías, frutas y varios tipos de basura, lo cual llevó a Allen a usar un casco de bateo mientras jugaba al campo. El nuevo aditamento en su cabeza promovió que fuese llamado “Crash Helmet” (“Casco de Impacto”), o “Crash”. Para 1968, la infelicidad de Allen en Filadelfia alcanzó un punto de ebullición. Empezó a violar reglas menores del equipo intencionalmente como una manera no sutil de tratar de persuadir a la gerencia de cambiarlo. La temporada siguiente, él hizo la transición y empezó a violar reglas mayores del equipo. En mayo de 1969, no llegó al estadio hasta después que un juego había empezado. La llegada tardía ocasionó una multa de 1.000 $ del manager Bob Skinner, una cifra astronómica para la época. Allen solo complicó el problema más adelante en la temporada cuando olvidó que la hora de inicio de un doblejuego contra los Mets había sido cambiada. Al escuchar el radio del carro, supo que el juego había empezado y se enteró que Skinner lo había suspendido por 28 juegos. Este último acto de irresponsabilidad, junto con al aumento de su bebida, selló su destino en Filadelfia. Amenazó con retirarse si los Filis no lo cambiaban. Los Filis sin otra opción, lo enviaron a San Luis como parte del famoso cambio que involucró al jardinero estrella y pionero en asuntos laborales Curt Flood. Allen pasó temporadas únicas con los cardenales y Dodgers antes de encontrar un hogar más confortable en la Liga Americana. Luego de la temporada de 1971, los Medias Blancas adquirieron a Allen de los Dodgers por Tommy John. Otros cambios ocurrieron durante su paso de un equipo a otro. Luego de uno de los cambios, él anunció que ya no quería que siguieran llamándolo “Richie”, él sentía que ese era un nombre de niño. Le dijo a los reporteros que quería ser llamado “Dick”. La mayoría de los reporteros lo aceptaron, pero unos pocos siguieron llamándolo por el nombre viejo, quizás como una forma de irritar al hombre que sentían era un rebelde sin causa. Para el momento cuando Allen llegó a Chicago, se había convertido en un especie de prima donna. Como superestrella residente del equipo, él esperaba un trato especial y hacía demandas inusuales a la gerencia. El agradable Chuck Tanner, el propio manager de los peloteros, lo complacía cada vez que era posible. Allen también expresó dudas de jugar con los Medias Blancas. Inseguro de si quería continuar su carrera, no se reportó al campo de entrenamientos primaverales de los Medias Blancas en Sarasota. Contemplaba el retiro, solo para cambiar su mentalidad. Aún así, su talento como jugador era mucho mayor que los problemas creados por su ego. En sus mejores momentos, jugaba como un talento superlativo. El llevó a un equipo mediocre de los Medias Blancas a competir en 1972, ganó el premio al jugador más valioso de la Liga Americana a pesar de que el equipo terminó en segundo lugar. Esa temporada representaría el punto más alto de su carrera en las Grandes Ligas. Aún en su apogeo, Allen siguió siendo una figura controversial en Chicago. Una fotografía de una famosa portada de de Sports Illustrated lo mostraba haciendo malabares con tres pelotas en el dugout de los Medias Blancas, todo mientras fumaba un cigarrillo. En la superficie, la fotografía capturaba perfectamente a un rebelde del beisbol. En realidad, su entrenador de la escuela secundaria l había enseñado a hacer malabares con las pelotas muchos años antes. “Teníamos que hacer eso en la secundaria; eso era lo que teníamos que aprender en secundaria”, dice el hermano mayor de Allen, Hank, a quien conocí hace unos años en una cena en homenaje al antiguo manager de Grandes Ligas Danny Murtaugh. “Eso es bueno para la agilidad y la destreza manual, y todos nosotros, teníamos que aprender como hacer eso…” “¡Ahora el cigarrillo era el toque propio de Dick!” El primer año de Allen en Chicago transcurrió tranquilamente, culminó con su selección como jugador más valioso. En solo dos años, sin embrago, llegó a ser tan infeliz que anunció su retiro antes que terminara la temporada de 1974. En vez de seguir la tendencia de la mayoría de los peloteros y esperar hasta el invierno, él lo informó a mediados de septiembre. Durante la entrevista con Costas, Allen reiteró el clamor de que estaba jugando con un tobillo roto, lo cual influyó en su decisión de salir del equipo. Otra fuente de sus problemas en Chicago fue un enfrentamiento con el nuevo compañero de equipo Ron Santo, quien terminaba su larga carrera al jugar una temporada final con los Medias Blancas. (A menudo me he preguntado lo que pasaría si Allen y Santo entraran al Salón de la Fama el mismo año). Luegom de la temporada de 1974, los Medias Blancas, quienes aun tenían los derechos del contrato de Allen, lo cambiaron a los Bravos. Allen no quiso reportarse a Atlanta hasta prefería jugar en Filadelfia antes que en un equipo asentado en cualquier ciudad sureña. Así que el 7 de mayo de 1975, los Bravos lo enviaron de vuelta a Filadelfia. Terminó su carrera en las mayores en 1977 con los Atléticos, un equipo cuyo dueño era el igualmente inconforme Charlie Finley. Animado por Finley, Allen usó las letras W A M P U M en la espalda de su uniforme, en lugar del tradicional apellido. Wampun tenía un significado especial para Allen, ese era el nombre del pueblo de Pennsylvania en el cual él había nacido. Por más que a Finley le gustara tener peloteros de grandes nombres como Allen, el matrimonio entre Oakland y el muy viajante toletero no duró mucho. Cuando los Atléticos trataron de convertir a Allen en bateador designado, él se disgustó ante la idea de terminar como un pelotero unidimensional. Los Atléticos lo dejaron en libertad, lo cual ocasionó su retiro, esta vez fue real, del juego en el cual él había labrado un nicho tan inusual. Excepto por un breve período como instructor de entrenamiento primaveral con los Rangers, Allen ha trabajado fuera del beisbol organizado desde su retiro en 1977. Para un tipo quien ha sido un rebelde, inconforme, esa es probablemente una mejor opción. Pero cada cierto tiempo, él regresa a la escena del beisbol, como lo hizo rn la cena de Murtaugh hace unos años. Aunque Allen no estaba programado para hablar esa tarde, el se ofreció a decir unas palabras, y habló brillantemente de Murtaugh como hombre que dio lo mejor para mejorar las relaciones raciales durante los tumultuosos años ’60. Allen fue reflexivo, humilde y de tono suave ese día, de la misma manera que con Costas la otra noche. Una vez más, Dick Allen nos recordó que cuando él habla, vale la pena escucharlo. Acerca de Bruce Markusen Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR. Traducción: Alfonso L. Tusa C.