miércoles, 16 de octubre de 2019
Puedo tener cáncer, pero el cáncer no me tiene a mí.
Carlos Carrasco. Cleveland Indians. Cleveland Clinic. The Players’ Tribune. 27 de septiembre de 2019.
___________________________________________________________________________
Diez segundos.
Eso es lo que transcurrió. Casi exacto.
Ese es el tiempo que estuve sentado en el hospital pensando que me iba a morir. Pensando en no estar más en este planeta. En…el fin de mi vida. Y no estar más ahí para mis hijos, para oírlos reir, o verlos sonreir, o vigilar su crecimiento. En dejar a mi esposa, a todos solos. Diez segundos. Unos momentos antes, mi esposa, Karelis, había interrumpido al doctor en la Cleveland Clinic, quien me había llamado a finales de junio para discutir los resultados de algunos exámenes sanguíneos recientes. Había empezado por discutir mi conteo de plaquetas, y entonces nos dijo que había descubierto lo que me había estado haciendo sentir extenuado y super cansado por semanas. Era la leucemia.
El doctor estuvo muy bien explicando todo, y dando la información detallada, pero mientras hablaba, mi esposa…ella pudo notar que yo no entendía.
Nunca antes había oído nada de la leucemia, y ella podía entender que eso no me decía nada. Que solo estaba sentado ahí ladeando la cabeza mientras el doctor hablaba.
“¡Espere!” dijo ella. “Deténgase por un segundo, por favor”.
Ella se volteó hacia mi, y me tomó del brazo. Entonces, mirandome fijo a los ojos, me dice…
“¡Carlos. Carlos!”
Solo la miraba mientras decía mi nombre.
“Tienes cáncer”.
“Eso es lo que te está diciendo. Es lo que te está explicando…”
“¡Tienes cáncer!”
Y justo ahí, cuando Karelis terminó esa última palabra, cáncer…fue cuando empezaron los 10 segundos.
Fueron como dos segundos pensando, Esto es todo para mí, voy morir. Luego tres segundos de profunda tristeza. Y después como cinco segundos pensando en mi familia, en no estar más juntos.
Esos fueron los peores 10 segundos que se pueda imaginar. Parecían durar una eternidad, como si en verdad fuesen días, días y días, donde lo único que podía pensar era en morir. Todo era muy oscuro y triste. No le desearía esos 10 segundos a nadie.
Pero entonces, en un pestañear, todo cambió por completo.
Para bien.
Mi esposa, deben entender esto…es la persona más positiva del planeta.
Así, que no había nada de tristeza para ella. Nada que lamentar.
Después que me dijo esas palabras, y me dejó procesarlas, lo próximo que salió de su boca fue…
“¡Vas a estar bien. Vas a vencer eso!”
Siguió diciendo eso una y otra vez mientras el doctor seguía hablando.
“Estás bien”.
“Eres bueno”.
“Eres duro. Puedes hacer esto. Puedes vencer esto”.
Oirla decir eso me motivó tanto que no me preocupé ni me asusté más por lo que pudiera pasarme. Y, a la vez, el doctor siguió diciendo que esto era algo que podíamos tratar y controlar con medicamentos. Me sentí cansado y quebrantado por un momento, pero confiaba en que yo podía volver a sentirme bien otra vez.
Así que a partir de ese momento, Karelis y yo decidimos que íbamos a ser positivos y no preocuparnos.
___________________________________________________________________________________________
Cuando salimos del hospital y subimos al carro, no discutimos el hecho de que estaba enfermo, o que tenía cáncer. Nunca mencionamos lo que ocurrió en esa oficina. No hablamos de lo que iba a ocurrir o de los retos que aguardaban.
Lo que hicimos fue…
Que salimos a cenar.
Tan pronto como salimos de Cleveland Clinic, fuimos directo a The Capital Grille.
Entonces, por dos horas completas, nos sentamos en una mesa y tuvimos una comida completamente normal donde disfrutamos nuestra compañía. El tópico del cáncer nunca se tocó.
Mi esposa pidió salmón.
¿Yo?
Pedí el filete de 24 onzas.
Ni siquiera era una pregunta. Esos 10 minutos de oscuridad y miedo ya estaban muy atrás en el retrovisor, para ese momento.
No hay manera de que el cáncer me vaya a privar de vivir mi vida.
O de disfrutar ese filete.
Que estaba delicioso.
________________________________________
No fui a casa e investigué acerca de la leucemia en Google.
Nunca miré ningún dibujo de cómo se desarrolla el cáncer en la sangre ni lei historias tristes.
Nada de eso.
Me convencí de que iba a vencer a esta enfermedad, y entonces…Hice todo lo que estaba a mi alcance para enfocarme en esa meta.
“Puedo tener cáncer”, me dije. “Pero el cáncer no me tiene a mi”.
Cada día cuando me levantaba, Karelis me daba los buenos días y me preguntaba como me sentía, entonces decía, “Recuerda Carlos, esto es nada para ti. Eres una persona fuerte. Puedes hacer esto”.
Y lo decía con mucha convicción. Con mucha certeza.
Así que seguí su liderazgo. La única vez que pensaba en el cáncer era temprano en la mañana y pocas horas antes de la cena…cuando me tomaba las pastillas que me dio el doctor.
Eso es todo.
Durante todo el tiempo entre esos dos momentos, yo era el mismo Carlos que había sido. No pensaba en morir o estar enfermo. Solo vivía mi vida y me mantenía positivo.
Casi siempre, todo salía muy bien.
Pero nada, y especialmente el cáncer, nunca es así de fácil.
____________________________________________________________________________________________________
Tenemos cinco hijos en el rango desde los 16 hasta los 2 años de edad, y mi esposa y yo decidimos decirles a los dos mayores. Pero no les dijimos a los de ocho, cuatro y dos años de edad.
Los dos menores son muy pequeños para entender lo que estaba ocurriendo, pero nuestra Camila, de 8 años de edad, estaba justo a mitad de camino. Al final del día decidimos no preocuparla o presionarla con la noticia.
Durante la primera semana, no hubo problemas.
Entonces MLB me invita a presentarme en el juego de las estrellas en Cleveland, en la ceremonia de Stand Up To Cancer, donde a cada cual en la multitud le dan una tarjeta para escribir el nombre de un ser querido y luego levantarla.
Mi hija está en la tribuna con mi esposa, y tiene una de esas tarjetas, pero no sabe para que son, y tampoco sabe de mi diagnóstico. Solo ve una tarjeta donde se puede escribir. Karelis le dice que puede escribir el nombre de cualquiera allí, y nuestra hija la llena con: Me levanto por MI PAPÁ.
Pero ella está escribiendo porque soy su papá y estamos en el estadio donde juego, y pienso que soy la persona en la cual ella piensa en ese momento…no porque ella sepa que su papá tiene cáncer.
Así que estoy a nivel del terreno para la ceremonia, y cuando voy al campo y me muestran en el jumbotron, mi hija…está viendo eso. Está viendo que los aficionados responden, y oye la ovación, y ve que en todas las tarjetas de mis compañeros ellos se levantan por COOKIE.
Así que allí es cuando ella se entera de que su papá tenía cáncer.
Ahí, en el estadio.
Mirándome en la pantalla grande.
Cuando regresé a mi asiento, tan pronto como me vio, mi hija corrió hacia mí.
Había lágrimas derramadas de sus ojos.
“¡Papá, tienes cáncer! ¿Vas a morir? ¿Papi, vas a morir?”
Y en ese momento, al oirla decir esas palabras…mi esposa, mi hijo mayor, yo, todos los que oyeron eso…todos quedamos impactados.
Sollozo en ese momento. Pero tomó el aliento suficiente para hablar.
“¡NO!” le dije. “Voy a estar bien. Los doctores me dijeron eso. Dijeron que iba a estar bien. Lo prometo”.
Sin embargo, no estaba convencida. Sin importar cuantas veces se lo dije.
Asi que Camila, Dios la bendiga, me encaraba cada día que compartimos después de eso.
_______________________________________________________________________________________
Le había dado la noticia a mis compañeros unos días antes, y eso fue increíblemente emocional, una experiencia muy conmovedora para mí.
Antes de hacer nada, hablé con Tito (Terry Francona, el manager de los Indios de Cleveland) primero y le pedí que pidiera una reunión para mí en el clubhouse.
Nadie sabía que estaba pasando.
Hubo algunos muchachos que me dijeron que pensaban que yo había reunido al equipo para decirles que me había lesionado el hombro, o que me había lesionado el codo y no jugaría más por el resto del año. Nunca esperaron que se tratara de cáncer.
Cuando se enteraron de la noticia, toda la habitación quedó en silencio.
Fue la ocasión en que vi más quieto nuestro clubhouse. Nadie decía nada. Parecía que nadie se movía o hiciera sonidos con sus zapatos o tosiera o cualquier cosa. Era un silencio total.
Dije unas palabras acerca de regresar más fuerte que nunca, y entonces nuestro masajista terminó con más detalles acerca de mi tratamiento.
Tan pronto como terminé de hablar, Francisco Lindor caminó hacia mí.
“No estás solo en esto”, dijo él. “Vamos a fajarnos con esto, y a pelear a través de esto, juntos”. Y entonces me miró y dijo…
“Te quiero mucho, hermano”.
Jason Kipnis fue otro compañero que se me acercó y me dijo que estaba allí conmigo. Que todo el equipo lo estaba.
Y después de eso, me enviaría mensajes de texto todo el tiempo, preguntando como me sentía, o como iba mi tratamiento, o si había algo que ellos pudiesen hacer por mí.
“Estamos aquí para ti”, diría él.
Y yo podía sentirlo. Podía sentir ese amor y apoyo de mis compañeros ese día, y cada día después.
Más allá de nuestro clubhouse, Josh Tomlin, mi compañero y amigo por mucho tiempo, se enteró de la noticia en Atlanta, donde juega ahora. Se comunicó de inmediato.
Cuando me llamó, después que le di los detalles, pude oir que su voz estaba cambiando un poco a medida que hablaba. Empezaba a hablar entrecortado y lloraba. Pero entonces se recuperó y dijo “Amigo. Estoy contigo. Te quiero mucho. No puedo esperar a que termine la temporada para pasar algún tiempo contigo y darte un gran abrazo”.
Después de eso, me enviaba mensajes de texto cada mañana, preguntando como iba todo y dándome apoyo y coraje.
___________________________________________________________________________________________________________
Además de todos los peloteros y personas del juego quienes se acercaron, recibí miles de mensajes de “mejórate pronto” de personas de todo el mundo, desde mi país Venezuela, República Dominicana, México, de todas partes. Cuando la noticia se hizo pública, recibí 2500 mensajes de texto en los primeros dos días. Y más de 300 llamadas.
Había mucho amor dirigido hacia mí. De personas que ni siquiera me conocían, pero que se tomaron el tiempo para desearme lo mejor. Recibí 500 tarjetas. Recibí cartas de niños de Cleveland quienes dibujaron figuras de Cookie Monster para mí. La leyenda WWE de Roman Reigns se comunicó mediante Twitter. Todo seguía y seguía. Y se mantenía vigente.
Se sentía constantemente una avalancha de amor y apoyo.
Seguí sintiéndome positivo, como si solo fuese un asunto de tiempo para recuperar la salud completamente.
Pero aún siendo tan positivo y confiado, definitivamente tenía mis días malos. Solo porque dejé de enfocarme en los pensamientos negativos después de esos primeros 10 segundos, no significa que no soy humano ¿saben a lo que me refiero? Les estaría mintiendo si dijera que no hubo momentos cuando el miedo y la duda y la frustración me rodearon.
____________________________________________________________________________
El más difícil de esos momentos llegó un mes después de mi diagnóstico.
Nunca lo olvidaré.
Decidí lanzar una sesión de bull pen para revisar como estaba mi brazo después de un poco de inactividad, y nuestro coach de pitcheo, Carl Willis, estaba ahí para supervisarlo todo. Desde el comienzo, podía decir que algo andaba mal.
Salí al montículo y…la pelota no salía. Trataba de lanzar como normalmente lo hacía, pero era como un 20 o 30% de lo que normalmente lanzaba.
No podía siquiera lanzarle la pelota al cátcher sin que esta rebotara del suelo.
Hice cinco lanzamientos como ese. Despues de ese quinto envío, me detuve por unos segundos porque estaba muy frustrado, y Carl se acercó.
“¿Qué ocurrió?” preguntó él.
Y había algo en esas palabras.
“¿Qué ocurrió?”
Por la razón que fuese, eso fue mucho para mí en ese momento, y antes que lo notara empecé a llorar en el montículo.
No podía detener las lágrimas.
Era como si me dijese: ¿Por qué me ocurrió esto? Esto no es justo ¿Por qué yo? ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Por qué me ocurrió esto?
Carl me dio un gran abrazo y me dijo que todo iba a salir bien. Pero podía sentir que tal vez él no estaba seguro.
Minutos después de bajar de ese montículo, tal vez segundos, decidí que necesitaba tratar con una medicina diferente de las pastillas que el doctor me había prescrito.
Me tomé dos semanas y fui a casa para estar con mi familia.
Pasaba el tiempo con Karelis, y jugaba con los niños, me desconecté completamente del béisbol y el cáncer por dos semanas seguidas.
Y tengo que decir…que los medicamentos definitivamente me han ayudado los últimos meses, pero nada me hace sentir mejor que estar junto a las personas que más quiero,
________________________________________
El día cuando regresé al equipo y subí al montículo el 1 de septiembre en Tampa, es uno que recordaré por el resto de mi vida.
Toda mi familia estaba en el juego, y todos estaban muy emocionados de verme otra vez en el terreno. Era increíble que ambos equipos salieran de los dugouts y mostraran su alegría por tenerme de vuelta.
Y ¿saben qué? Tengo que admitir algo aquí.
Usualmente no me pongo nervioso antes de los juegos, pero esa tarde, en ese momento…Estaba muy nervioso. Antes de meterme en el juego, noté que estaba sudando muchísimo. Y en ciertos momentos todo mi cuerpo empezaba a temblar por los nervios. No podia sentir la pelota cuando subí al montículo.
Pero salí allá afuera, y recuerdo mirar detrás del plato, y pude ver a mis hijos y mi esposa en las sillas. Entonces, mientras me disponía a efectuar el primer pitcheo, hubo un silencio mientras hacía el wind up, y de pronto oigo…
“¡Vamos papi!!!!!! ¡VAMOS!!!!!!!!
Todo el estadio estaba callado, excepto por una vocecita.
“¡Papi, vamooooooos!!!!!”
Era Camila. Mi hija de ocho años.
Entonces, antes del siguiente envío…
“¡Papi, vamos!!!!!!” ¡Anda, Papi, anda!!!!!”
En el lanzamiento siguiente…fue igual.
Ella lo hizo antes de cada lanzamiento que hice. Tan fuerte como podía.
Y ¿saben qué? Ese no fue mi mejor día en el montículo. No fue mi mejor salida. Pero en el futuro, no recodaré esa parte.
Lo que recordaré es a Camila gritando en apoyo del papá, quien, pocos meses antes, le prometió que no moriría.
_________________________________________________________________________________
Cuando regresamos a Cleveland, y fui capaz de hacer una aparición en el montículo frente a nuestros aficionados…es imposible poner en palabras que maravilloso me hizo sentir la multitud.
Me sentí como si tuviera a toda la ciudad conmigo.
Ese rugido que oi de la multitud mientras me acercaba al montículo, ese amor que sentí en todo mi cuerpo mientras miraba alrededor y veía a cada quien de pie y sonriendo, esas memorias perdurarán toda la vida conmigo. Así que desde el fondo de mi corazón quiero agradecer a la gente de Cleveland por siempre haberme respaldado. Ha sido un honor jugar en esta ciudad durante los pasados 10 años. No pasa un día cuando no me sienta afortunado y aprecie que de alguna manera fui capaz de terminar jugando en esta maravillosa ciudad.
Y ¿saben qué? Definitivamente no pienso que fue un accidente que llegara aquí. Mientras más pienso en eso, especialmente ahora, después de todo lo que he vivido esta temporada, más creo que Cleveland y yo…estábamos destinados a estar juntos.
Esta ciudad no solo tiene algunos de los mejores aficionados del país, sino que también tiene uno de los mejores hospitales del país, con cuidados expertos. Pude haber estado jugando para cualquier equipo en el país cuando me ocurrió esto. Pero el hecho de tener la fortuna de ser un Indio de Cleveland significa que puedo tener el mejor tratamiento posible, de unos doctores y enfermeros de clase mundial, en una ciudad donde me siento completamente cómodo y en casa.
_________________________________________________________________________________
Más allá de la insistencia de mi esposa de que iba a estar bien, una de las cosas que de verdad me ayudó a mantener la confianza fue saber lo buena que es Cleveland Clinic, y haber tenido la oportunidad de ver la diferencia que hacen en las vidas de muchas personas.
Ahora, después de vivir lo que tengo, y de regresar al terreno de juego, estoy aun más inspirado para conocer pacientes y ayudarlos a través de sus retos, como muchos de ustedes me ayudaron los meses pasados. Quiero vencer completamente a esta enfermedad y hacerle saber a todos como lo hice, así que las personas que están luchando contra el cáncer pueden mirarme, ver lo que hice, y decir, ¡Puedo hacerlo, también!
Quiero que las personas que batallan contra el cáncer sepan que no solo estoy aquí para representarme y a mis compañeros y a mi familia, sino, que estoy aquí para representarlos a ustedes, también.
¡Por los luchadores!
Y así como no creo que fue un accidente el que terminara jugando en Cleveland, tampoco puedo dejar de pensar que todo lo que me aconteció esta temporada, ocurrió por una razón. Esta enfermedad, y mi batalla con la leucemia, me ha permitido llegar a muchas personas, y darles esperanza a muchos niños a quienes he visitado en la Cleveland Clinic Children’s, Así que, tan raro como probablemente suene, de alguna manera estoy agradecido por mi leucemia porque me ha dado la oportunidad de convertirme en ejemplo y símbolo para aquellos quienes podrían necesitar algo de apoyo e inspiración.
Las cosas de verdad lucen bien, ahora.
Estoy de vuelta a sentirme al 100%. Soy más optimista que nunca. Y gracias a esta increíble ciudad y a la gente de Cleveland que me ha mostrado tanto amor, y a los doctores y enfermeros quienes supervisaron mi recuperación, puedo decir que no voy a ninguna parte.
Voy a estar bien.
Así que ahora…es tiempo de buscar ganar un trofeo de campeonato mundial para traerlo conmigo a mis visitas en el hospital.
_________________________________________________________________________
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 15 de octubre de 2019.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)