jueves, 23 de octubre de 2014
Chili Davis recuerda el día cuando Pedro Martínez estaba al rojo vivo
20-10-2014. Providence Journal
Bryan McPherson.
Nota del Editor: Esta historia fue publicada originalmente el 12 de enero de 2010.
Chili Davis, no necesariamente va a tomar crédito por los 17 ponches.
Pero Pedro Martínez no empezó a mostrar que estaba en una noche memorable en Yankee Stadium en 1999 hasta que Davis le dio aquel batazo largo.
“Se puede decir que desde el momento cuando calentaba tenía una recta centelleante y poderosa, y la iba a usar desde temprano”, dijo Davis, el nuevo coach de bateo de los Medias Rojas de Pawtucket (AAA), por teléfono desde su hogar en Arizona. “Iba a tratar de pasar por la alineación al menos una vez con esa recta para establecerse”.
“En el segundo inning le quemó el bate a Bernie Williams y a Tino Martínez. Le dije a Tino, ‘Este tipo tiene una gran recta’. Estaba sentado viendo los turnos de los bateadores y cuan rápido llegaba la pelota a ellos. Estaba retando a todos, primer pitcheo adentro, segundo pitcheo adentro. Me dije, ‘Cuando esté ahí, buscaré un primer pitcheo adentro. Tengo que hacerlo. Recta adentro’. Me lanzó una recta adentro, y respondí’. Eso fue temprano en el juego. Desde ese momento, más nadie le bateó imparable. Se hizo más dominante. Pienso que yo lo desperté”.
El jonrón solitario que Davis bateó en el segundo inning fue el único imparable que Martínez permitió en quizás el juego más grande que el futuro inquilino del Salón de la Fama lanzó alguna vez. Martínez ponchó 17, incluyendo a Davis en sus próximos dos turnos, y no permitió que nadie se le embasara luego del segundo inning.
Davis usaba el uniforma de rayas en 1999, la temporada final de una carrera de 19 años en las Grandes Ligas con los Gigantes, Angelinos, Mellizos, Reales y Yanquis. Él cambiará de lado en la rivalidad Yanquis- Medias Rojas la próxima temporada cuando comience a trabajar como coach de bateo de Pawtucket. A pesar de nunca haber sido coach en las ligas menores, Davis fue anunciado este lunes como la pieza final del cuerpo técnico del equipo AAA bajo el nuevo manager Arnie Beyeler.
“Todavía estoy sorprendido y feliz”, dijo Davis. “Pensaba que para regresar al juego, aun con mis credenciales de ex jugador, probablemente requeriría que fuera a trabajar a Clase A primero, a lo cual no estaba negado porque sé que puedo aportar algo al juego. He estado lejos del juego por 10 años, pero mis hijos ya están grandes, y tengo la oportunidad de regresar a algo que hice y disfruto hacer en el frente de entrenamiento. Es una oportunidad con una gran organización, una organización de respeto.
Como no muchos peloteros, Davis se alejó tanto del béisbol como pudo luego de retirarse en 1999. Su hijo mayor, por necesidad, había crecido con su padre en el estadio. Pero sus otros dos hijos, aun pequeños para el momento, tenían su niñez completa por delante. Antes que dedicarse a entrenar Davis pasaba sus veranos en el estado de Washington pescando en un bote con sus hijos.
Hace aproximadamente un año, sin embargo, Davis empezó a sentir la picazón. Todos lo que había hecho en el entretiempo fue entrenar durante un par de sesiones de ocho semanas con la Academia de Béisbol Australiana en 2003 y 2004, él indirectamente tuvo algo que ver en la medalla de plata ganada por Australia en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, y una aparición como invitado ocasional en un entrenamiento primaveral.
“Hablé con mis muchachos de eso, y dije, ‘Ustedes están en lo suyo. Me gustaría sentir que estoy haciendo algo que beneficiará a alguien antes que estar sentado sin hacer nada’”, dijo Davis.
Davis falló en su primer intento en un trabajo como coach hace un año. Simplemente empezó muy tarde. La mayoría de las posiciones de coach están ocupadas para el día de año nuevo.
Pero el tres veces Todos Estrellas recibió un llamado a su puerta en septiembre de los Dodgers para un cargo como coach en la liga instruccional de otoño para prospectos de liga menor. Una entrevista con los Dodgers para su puesto de coach de bateo en Grandes Ligas no llegó a nada, pero los Medias Rojas no esperaron más para llamarlo.
Como bateador, Davis ciertamente habría llamado la atención de cualquier oficina dirigida por Theo Epstein. Registró un promedio con gente en base de .380 o mayor en seis de sus últimas ocho temporadas completas en Grandes Ligas. Se embasó con un promedio de .429 con los Angelinos de California en 1995, bueno para ser quinto en la Liga Americana.
Pero ser coach para Davis, es más que haber sido un buen bateador.
“Uno de los factores más importantes es ganar la confianza de la gente y mostrarles que estás comprometido con ellos, no para tu promoción, sino por su beneficio”, dijo. “No necesariamente necesito ser promovido. No necesito más tiempo en Grandes Ligas. No necesito tiempo para la pension. Ya he conseguido todo eso. Tengo el deseo de enseñar. Me veo enseñando en cada forma possible. Cuando veo un juego, lo hago desde la perspectiva de un coach. He sido ese tipo de persona desde que era jugador”.
Sus experiencias en el campo, ganó una Serie Mundial con los Mellizos de Minnesota en 1991, y dos más con los Yanquis, en 1998 y 1999, le darán credibilidad instantanea en el clubhouse de Pawtucket.
Y si un pitcher rival sale del dugout dominando a los bateadores con rectas adentro desde el comienzo, él sabrá que hacer con eso también. Se lo hizo a Martínez en 1999 en lo que todavía puede ser el juego más grande lanzado por un pitcher de los Medias Rojas.
“He visto tres juegos perfectos y numerosos sin hits ni carreras”, dijo Davis. “He visto algo en mi carrera, y no necesitaba estar más tiempo en un equipo para ver que alguien viniera y nos dominara de esa manera. Cuando estás en esos juegos, quieres batear ese imparable lo más temprano posible. Cuando enfrentábamos a Nolan Ryan, mientras yo era novato, Joe Morgan decía, ‘Bateen ese hit temprano. No hay que dejarlo pensar que va a lanzar sin hits ni carreras hoy’. Ese es el tipo de pitcher que era Pedro Martínez. No quieres que él tenga esa adrenalina y pensar que tiene oportunidad de lanzar sin hits o un juego perfecto”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 21 de octubre de 2014
Tommy Harper todavía impresionado por lo que vivió en los Medias Rojas.
Bob Hohler. BostonGlobe. 21-09-2014.
Por décadas, Tommy Harper se encontró con extraños ansiosos de compartir sus memorias en los Medias Rojas: sus primeros juegos con sus padres, sus primeras miradas al verde de Fenway, sus adioses a Ted y Yaz.
Harper escuchaba pacientemente, aún cuando las historias se hacían muy predecibles, podía terminar de escucharlas. Pero nunca compartió sus memorias. Algunas eran inapropiadas para una conversación casual.
Como figura central de la complicada historia racial de los Medias Rojas, Harper soportó años de discriminación como jugador, coach, y empleado de la oficina principal cuando el equipo estaba bajo el régimen de Yawkey. Una vez el respondió a los maltratos y recibió algún tipo de reivindicación con un acuerdo fuera de la corte. Pero luego cargó con las cicatrices de la experiencia en el otoño de su vida.
Ahora, a los 73 años, Harper ha decidido develar sus historias antes de irse a la tumba. Dice que las futuras generaciones deberían saber lo que debió vivir como hombre negro en una organización que por mucho tiempo aplicó la forma equivocada de la justicia racial antes que la franquicia cambiara de manos en 2002.
Como ciudadano de segunda clase en un clima de prejuicios, Harper dice que debió soportar inequidades en el pago, oportunidades y alojamiento. Dijo que oyó ofensas raciales no solo de los fanáticos del equipo, sino de su personal uniformado. Por momentos, su vida beisbolera en Boston era un ejercicio de indignidad.
“Ellos la llamaban la Nación de los Medias Rojas”, dijo Harper, “pero nunca fue mi nación”.
Harper, quien no le guarda rencor alguno a los dueños actuales, introdujo demandas estadales y federales contra el equipo en 1986 y recibió una compensación financiera. Él alegó que los Medias Rojas fueron retaliativos con él por denunciar al equipo por mantener una política de admitir solo empleados blancos en un club social privado cercano al complejo de entrenamientos primaverales en Winter Haven, Fla.
Harper, en una serie de entrevistas recientes desde su hogar suburbano de Boston, dijo que el episodio marcó la segunda vez que los Medias Rojas lo despedían de un trabajo por denunciar la intolerancia racial. El caso del ’86 fue publicitado ampliamente, aunque no completamente reportado hasta ahora, y Harper nunca ha hablado públicamente de un episodio anterior, en el cual fue removido de un cargo en la oficina principal en 1979 luego de informar a la Comisión Contra la Discriminación de Massahusetts (MCAD) que los Medias Rojas habían violado su compromiso de mejorar la diversidad racial de la franquicia.
Los Medias Rojas nunca reconocieron haber despedido injustamente a Harper en ambos episodios y lo acusaron de pobre desempeño en el trabajo en 1986. Dijo que está hablando alto en parte para contrarrestar la imagen distorsionada que ellos han transmitido de él.
“No soy alguien enojado buscando revancha”, dijo harper. “Solo quiero dar mi versión de la historia sobre un equipo que me trató indebidamente y no lo admite, en público o privado. No puedo permitir que eso se quede así”.
Harper dijo que no está hablando por alguien más que haya usado un uniforme de los Medias Rojas. Ni cree que los Medias Rojas fue la única institución deportiva a través de los años con un mínimo compromiso de ecuanimidad racial.
Pero los historiadores han registrado el rol singular de la era Yawkey en los Medias Rojas, en desafiar el progreso racial, y la experiencia personal de Harper con la franquicia es como hablar de la de cualquiera.
El presidente de los Medias Rojas Larry Lucchino, en una entrevista reciente, dio crédito a Harper por reclamar justicia racial durante las décadas de intolerancia en el equipo.
“Además de ser un pelotero, coach, instructor, y personal administrativo, Tommy principalmente ha sido un agente de cambio para la organización de muchas formas positivas”, dijo Lucchino.
Las crueldades de la vida.
Un hijo del sur segregado en lo racial, Harper dijo que nunca se consideró un activista social. Nació en Louisiana, siendo niño se mudó con su familia a los proyectos habitacionales de Alameda, Calif., donde su padre trabajaba en un molino industrial, y su madre en una estación aérea de la naval.
Harper tenìa 4 años de edad en 1945 cuando los Medias Rojas tuvieron una aparente prueba en busca de talento en Fenway Park para tres jugadores negros, que incluìa a Jackie Robinson y Sam Jethroe. Un empleado de los Medias Rojas insultó a los hombres con ofensas raciales antes de ser invitados a largarse, para nunca más saber de los empleados del equipo.
Dos años después, Robinson rompiò la barrera racial de MLB con los Dodgers de Brooklyn, en ruta al Salón de la Fama. Jethroe fue el Novato del Año de la Liga Nacional en 1950, con los Bravos de Boston.
Harper tenía 8 años en 1949 cuando los Medias Rojas de nuevo tomaron el lado equivocado de la historia al desechar una oportunidad de firmar a uno de los peloteros más grandes de la historia, el antiguo prospecto de las Ligas Negras Willie Mays.
La intransigencia del equipo se debìa a su dueño Thomas A. Yawkey y asociados, quienes controlaron la franquicia desde 1933 hasta 2002. Su indisposición para firmar peloteros afro-americanos ayudaba a explicar la mediocridad crónica del equipo y la declaración de Robinson de que Yawkey era “uno de los tipos más intolerantes del béisbol”.
Solo cuando Harper cumplió 19 años en 1959, los Medias Rojas se convirtieron en el último equipo de las mayores en integrarse a la diversidad racial, con el debut de un infielder marginal llamado Pumpsie Green.
Harper pronto entendiò que el cambio sería lento, no solo en Boston sino en todo Estados Unidos. Cuando él empezó su carrera de ligas menores en 1960 con los Rojos de Cincinnati, gran parte de la nación permanecía bajo el efecto de la segregación de facto.
Cuando Harper llegó al aeropuerto de Tampa en 1961 para su entrenamiento primaveral, se alineó en una cola para tomar taxi, un funcionario le dijo, “Oye, esta cola es solo para gente balnca”.
Los grande ligas blancos y negros comían y dormían en alojamientos segregados por razones raciales. Cuando terminó el campamento, Harper fue asignado para viajar a un equipo de la organización afiliado a las ligas menores en Topeka, Kan., con dos peloteros blancos. En la vía, se detuvieron en un restaurant en Jacksonville, Fla., donde un camarero le informó a Harper, “No atendemos a gente negra”.
Harper dijo que se fue. “afectado y avergonzado”. En una memoria que escribió a su familia, recordó inventarse una frase filosófica para lidiar con las crueldades de la vida.
“Luego de alguna búsqueda espiritual, resolví disfrutar de lo que podía y soportar lo que debía”, concluyó.
A finales de 1971, Harper tenía 10 años en Grandes Ligas cuando los Medias Rojas lo adquieren de los Cerveceros en una negociación que envió a dos estrellas del equipo del Sueño Imposible de Boston, Jim Lonborg y George Scott, a Milwaukee.
Harper llevó una cualidad rara a la alineación de Boston: velocidad. En 1969, lideró las Grandes Ligas con 73 bases robadas para los Pilotos de Seattle. Fue un jardinero del Todos Estrellas en 1970 con los Cerveceros, terminó sexto en la votación del Jugador más Valioso de la Liga Americana y se unió a Mays, Hank Aaron, Bobby Bonds y Ken Williams, como los únicos miembros (para el momento) del club 30-30 de todos los tiempos (bateó 31 jonrones y estafó 38 bases). También lideró la Liga Nacional en carreras anotadas en 1965 con 126, ocho más que Mays.
Harper, a diferencia de Reggie Smith, su extovertido compañero de equipo afro-americano, mantuvo un bajo perfil como jugador de los Medias Rojas. No hizo ningún comentario público cuando presenció como eran distribuidos pases de cortesía en el club house de los Medias Rojas durante su primer entrenamiento primaveral en Winter Haven 1972, para asistir al Elks Club.
“¿Qué pasó con los de nosotros?”, Harper recordó haberle preguntado a Smith
“Ninguno para nosotros”, replicó Smith señalando el color de su piel.
Así fue por 13 años más, que los peloteros negros iban y venían al Chain O’Lakes Park pero nunca al Elks Club.
“Lo más irritante era que la práctica discriminatoria nunca fue un secreto para la gerencia de los Medias Rojas o los medios de Boston”, dijo Harper. Varios reporteros de béisbol de Boston después expresaron pesar por no reportar esa realidad.
John Harrington, un confidente de confianza de Yawkey y su esposa Jean, trabajó en la oficina de los Medias Rojas por casi 30 años. Fue jefe ejecutivo desde 1988 hasta que dirigió la venta del equipo en 2002 en representación de Yawkey.
Harrington declinó comentar. Pero mientras ha defendido a los Yawkey y los Medias Rojas contra los cargos de abuso racial, ha reconocido algunas pequeñas cosas.
“Hemos tenido algunos problemas en el pasado, no tengo que mencionar nombres, pero tuvimos algunas dificultades con algunos grandes hombres de herencia afro-americana”, le dijo Harrington al Boston Globe en 1997. “Hemos resuelto eso”.
Blanco del odio.
Harper dijo que él y Smith recibían regularmente correos de odio racial mientras jugaban con los Medias Rojas a principios de los ’70. También fueron blanco de ofensas raciales de los patrones de Fenway. Pero cuando Smith decribió públicamente a Boston como una ciudad racista, sus compañeros y la gerencia permanecieron silentes.
No solo había poca tolerancia en el béisbol para el activismo social en ese momento, sino que en Boston era normal la tensión racial. Debido a que los Medias Rojas no apoyaron a Smith cuando este habló, dijo Harper, “Fue más fácil para los medios hacer parecer que Reggie estaba exagerando algo de la nada”.
En el campo, Harper se ubicaba entre los líderes en varias categorías durante sus primeros dos años con los Medias Rojas. Fue el jugador mas Valioso del equipo en 1973, cuando lideró la Liga Americana con 54 bases robadas y rompió el record de la franquicia que tenía Tris Speaker con 52 desde 1912. La marca de Harper se mantuvo hasta que Jacoby Ellsbury estafó 70 bases en 2009.
En 1974, Harper tuvo dificultades en su juego y fue enviado a los Angelinos de California, sus mejores dìas como jugador habían quedado atrás. Los Angelinos lo negociaron a Oakland a mediados de la temporada de 1975, y para 1976 estaba retirado y buscando una segunda carrera en el béisbol.
Luego de ser ignorado por los Medias Rojas en su búsqueda de un trabajo como coach, Harper tocó la puerta de los Yanquis, quienes le dieron un contrato de tres años como instructor de ligas menores, 25000$ anuales. Entonces los Medias Rojas fueron a buscarlo, no por sus conocimientos beisboleros, resultó ser, que era por el color de su piel, dijo él.
El equipo tenía un problema racial de empleo. En 1977, la MCAD había sancionado cargos por discriminación contra los Medias Rojas, el equipo acordó adelantar varias políticas dirigidas a mejorar la diversidad racial en su fuerza laboral.
Los Yanquis no rescindirían el contrato de Harper a menos que le ofrecieran un trabajo de mayor nivel. Por lo que los Medias Rojas dijeron a Harper y los Yanquis que lo querían para que trabajara como instructor de ligas menores y relacionista público, con un salario de 40000$ anuales.
Solo después que Harper llegó a Fenway, descubrió que los Medias Rojas tenían otro trabajo para él.Lo supo por una reportera nacional quién hacía una investigación de la historia racial del equipo. La reportera le preguntó a Harper por su rol como funcionario de acción afirmativa del equipo.
“No sabía de que estaba hablando ella”, dijo Harper.
Decidió buscar a Harrington, entonces el tesorero del equipo.
“¿Nadie te lo dijo?” Harper recordó la respuesta de Harrington.
De hecho, él era el nuevo funcionario del equipo para la igualdad de oportunidades de empleo.
“Si hubiese sabido que mi trabajo tenía ese título, me hubiera quedado en Nueva York”, recordó.
Harper dijo que Harrington le entregó el documento de la política de acción afirmativa del equipo y lo puso a trabajar. Luego Harrington dejó el equipo temporalmente y Harper empezó a reportarle a Buddy LeRoux, quién lo trataba como alguien que estaba ahí por mandato de MCAD.
Cuando Harper informó a LeRoux que deseaba asistir a un seminario de MCAD para aprender de que trataba su nuevo trabajo, LeRoux abortó el plan, le dijo, “Vamos a bromear con esta gente”. LeRoux murió en 2008.
Semanas después de la conversación de Harper con LeRoux, un investigador de MCAD realizó una visita sorpresa a los Medias Rojas.
“Les dije que los Medias Rojas estaban ignorando todo el acuerdo”, dijo Harper. “Les dije que los Medias Rojas seguían realizando sus negocios sin ninguna intención de contratar a alguien de color. Todo era una charada”.
Le informóa la MCAD que los oficiales del equipo contrataban blancos para los cargos de la oficina principal sin seguir las reglas de acción afirmativa. Cuando se quejó a los ejecutivos del equipo, alegó Harper, los oficiales de los Medias Rojas respondieron dando instrucciones a un empleado nuevo para que abandonara temporalmente su cargo mientras ellos pretendieron satisfacer las prácticas justas de empleo al colocar un anuncio en el Bay State Banner, un periódico que esencialmente circula en una comunidad minoritaria.
Harper reportó otras irregularidades, como entrevistas simuladas para candidatos minoritarios que habían sio enviados a Fenway por Acción Afirmativa a través de Boston Community Development.
“Nunca llegaron a mi oficina”, dijo de los buscadores de trabajo. “Algunos de ellos fueron entrevistados por el recepcionista de turno y despachados”.
Harper tambien reportó que cuando advirtió a los oficiales del equipo que habían ignorado un acuerdo para reunirse anualmente con los líderes de las minorías de Boston, le dijeron que eso “no era una prioridad”, de acuerdo a una carta de MCAD a Haywood Sullivan, entonces presidente de los Medias Rojas.
La MCAD tomó acciones en 1979, citando al equipo por numerosas violaciones de su acuerdo de conformidad. Los Medias Rojas respondieron, dijo Harper, despidiéndolo de la posición de acción afirmativa, sin informar a MCAD o al público.
Por casi tres años más, mientras Harper ejecutaba otros trabajos, los Medias Rojas continuaron identificándolo ante la MCAD como el oficial de acción afirmativa del equipo, de acuerdo a documentos que él suministró al Boston Globe.
También entregó una carta de 1982 de un ejecutivo de los Medias Rojas a un representante estatal, Mel King, entonces lider de una comunidad minoritaria de Boston. El documento describía a Harper como el oficial de acción afirmativa del equipo. Para ese momento, Harper era el coach de primera base del equipo.
Al despedirlo del trabajo de acción afirmativa, dijo Harper, los Medias Rojas redujeron su salario hasta 26000 $ desde 40000$. Así lo hicieron a pesar de realizar durante la temporada las tareas para las que fue empleado. Dijo que el equipo nunca reconoció sus salarios caídos.
“Deposité mi confianza en las personas equivocadas y salí estafado”, dijo.
La próxima primavera, Harper comenzó una estadía de cuatro años como coach de primera base de Boston, una bendición a medias.
“Estaba feliz de regresar al terreno de juego”, dijo, “pero pronto descubrí que la cultura racista del clubhouse era similar a la de la oficina principal”-
Nada había cambiado
Harper había crecido acostumbrado en los años ’60 a oir la palabra “nigger” en el béisbol. Pero estaba sorprendido de que una generación después la oía pronunciada por peloteros y personal uniformado, incluyendo miembros de los Medias Rojas. Él declinó identificar a los individuos porque han pasado 30 años y algunos pueden haber cambiado sus actitudes. Otros fallecieron.
Harper fue coach bajo tres managers: Don Zimmer, Johnny Pesky y Ralph Houk. Cuando Houk se fue luego de la temporada de 1984, tambien lo hicieron sus coaches. Harper entonces aceptó un trabajo como uno de los asistentes especiales del gerente general de los Medias Rojas Lou Gorman, una parte del trabajo era como instructor de campo, un rol que lo llevaría de vuelta a Winter Haven en 1985.
Allí, el problema arreció. Dos años antes, Harper se había airado cuando se reportó al entrenamiento primaveral y descubrió un paquete de pases de cortesía solo para blancos del Elks Club en su casillero, en apariencia una broma. Él dijo que se quejó con Sullivan y se le aseguró que se acabaría el segregacionismo. Sullivan murió en 2003.
Pero cuando Harper regresó en el ’85, supo que nada había cambiado. Se quedó tranquilo en primera. Entonces su compañero de equipo Jim Rice, quien recientemente había firmado una extensión de contrato, hizo público el asunto disimuladamente al bromear con Sullivan en frente de los reporteros, “Ahora que firmé, ¿tengo derecho a un pase del Elks Club?”
El secreto estaba develado, aunque enprincipio recibió poca atención. El Boston Globe reportó los comentarios de Rice al final de la columna de los Medias Rojas de la edición del día siguiente.
“El Club Elks concede pases de cortesía a la delegación de los Medias Rojas, excepto aquellos que sean negros”, escribio Peter Gammons. “Crealo o no, todavía existe una institución segregada en este país, de manera que Rice, Mike Easler, Tommy Harper, y otros no pueden comer ahí”.
Entonces el periodista del Globe, Michael Madden, empezó a indagar. Le preguntó a Harper de esa política y este le dijo que esa práctica estaba vigente desde 1972.
“No me importa mucho lo que me ocurra, si ellos quieren que me despidan o lo que sea, pero esto ha ido demasiado lejos con este equipo”, Madden reportó lo que le dijo Harper de esta manera, “Ellos aún practican el racismo, y eso está equivocado”.
Madden reportó que fue amenazado en el Elks Club por un cliente quién lo acusó de tratar de revivir la Guerra Civil.
“Señor, ¿usted sabe con que se peleó la Guerra Civil? Con pistolas”, Madden reportó que el hombre dijo. “Si hay malas palabras sobre Winter Haven en lo que escribiste, yo sacaré las mías”.
Los pases de cortesía del Elks Club no se vieron más en el clubhouse de los Medias Rojas. Pero Harper pagó un precio por su postura. Le detrozaron los neumáticos de su vehículo, y empezó a recibir llamadas telefónicas misteriosas nocturnas en su hotel de Winter Haven, los que llamaban se quedaban en silencio. Y, aunque él no había reportado el vandalismo o llamadas violentas a los organismos legales, después un agente del FBI le preguntó si había recibido alguna amenaza directa. No la había recibido.
La postura de Harper arruinó su relación con la gerencia de los Medias Rojas. Él dijo que los ejecutivos del equipo inmediatamente lo degradaron, lo borraron de las reuniones de los entrenamientos primaverales, no le dieron asignaciones durante la temporada regular, lo aislaron hasta que fue despedido la semana anterior a la Navidad de 1985.
Harper tomó acciones respecto a lo que le había ocurrido. Introdujo denuncias de discriminación racial en la MCAD y la US Equal Employment Opportunity Commission. Los Medias Rojas negaron las acusaciones, catalogaron a Harper como un empleado descontento y de bajo nivel.
Los oficiales del equipo acusaron a Harper de incumplir con muchos de sus deberes regulares. Alegaron que él había recortado su estadía en un equipo afiliado de ligas menores que competía por el campeonato de la liga, falló al reportarse a la liga instruccional, y se negó a entregar los reportes de evaluación de los peloteros.
Peor, de acuerdo a Harper, el equipo lo acusó de usar inapropiadamente una tarjeta de crédito de la compañía para gastos personales.
“No hubo racismo ligado al despido”, dijo Gorman a los reporteros en su momento. “Solo sentíamos que él hacía un trabajo pésimo”.
Harper presentó evidencia al EEOC para rechazar cada acusación, y la comisión dictaminó a su favor. El panel halló que la causa probable de que los Medias Rojas hubiesen despedido a Harper ilegalmente, era el episodio del Club Elks. La comisión también dictaminó que “había suficiente evidencia” soportada por el alegato de Harper de que los ejecutivos del equipo habían “creado y perpetuado un ambiente de trabajo hostil a las minorías”.
Al llegar a un acuerdo financiero con Harper, los Medias Rojas no admitieron haber actuado indebidamente pero una vez más acordaron adherirse a las prácticas de empleo no discriminatorias.
Para Harper, el acuerdo trajo una comodidad fría. El despido le costó dos años de su carrera beisbolera, dijo él, porque varios equipos rechazaron sus solicitudes de trabajo y otro retiró una oferta para no contrariar a la gerencia de los Medias Rojas.
Entonces vino un hecho histórico del beisbol. En 1987, el gerente general de los Dodgers, Al Campanis desencadenó un temporal al declarar en televisión a nivel nacional que los negros “podrían no contar con los requisitos”, para ocupar cargos de manager y gerente general en las Grandes Ligas.
Campanis fue despedido, pero el daño estaba hecho, sus comentarios sugerían una medida de la intolerancia racial que había en el beisbol. El Comisionado Peter Ueberroth indicó a los equipos que mejoraran su política de empleos para las minorías, y los Expos de Montreal pronto firmaron a Harper como instructor de ligas menores.
Relación mejorada
Harper ascendió en el sistema y para 1990, un años despues que Dan Duquette se convirtió en gerente general de Montreal, fue promovido al cuerpo técnico de Grandes Ligas. Harper fue coach de los Expos hasta 1999, cuando Duquette, entonces gerente general de los Medias Rojas, lo contrató como coach de primera base de Boston.
“Me dijeron que todo había mejorado en la organización de los Medias Rojas”, recordó Harper.“Descubrí que no”.
Aquel mismo año, los Medias Rojas pagaron una demanda a un antiguo manager del Club Fenway’s 600 quien alegó que había sido atropellado racialmente por sus compañeros de trabajo y el equipo había fallado en investigar de manera apropiada sus denuncias.
Por su parte, Harper fue ofendido por los Medias Rojas al estos contratar en 2002 a Mike Stanley, un antìguo pelotero, con un salario de coach mayor al suyo en 50000 $, aunque Harper tenía 15 años de experiencia como coach de Grandes Ligas y Stanley ninguno.
Harper dijo que informó a los dueños de los Medias Rojas para ese momento sobre la injusticia y ellos resolvieron la diferencia entre su salario y el de Stanley, algo que el equipo confirmó.
Harper permaneció como coach de primera base hasta el otoño de 2002, cuando fue reasignado como consultor de desarrollo de peloteros, una posición que ha mantenido desde entonces.
Los nuevos dueños de los Medias Rojas no perdieron tiempo en reconocer el “innegable legado de intolerancia racial del equipo”, como dijo Lucchino en 2002. Se hicieron cambios, mejoró la diversidad racial, y en 2010 los Medias Rojas exaltaron a Harper a su Salón de la Fama.
Los ejecutivos del equipo atribuyeron la inducción de Harper a sus logros beisboleros y su batalla por la justicia racial. Lucchino emitió una declaración elogiando a Harper por su papel fundamental al denunciar el escándalo del Elks Club yaseguró que “la organización nunca más toleraría esta práctica”.
Harper se reuniò recientemente con Lucchino en las oficinas ejecutivas de Yawkey Way, donde por mucho tiempo se sintió ignorado. Lucchino reconoció que los Medias Rojas deben seguir tratando de reparar los daños del pasado, y ademàs dijo que estaba impresionado con la mejorada relación de Harper hacia el equipo.
Harper, por su parte, continuará representando a los Medias Rojas en charlas anuales con niños de edad escolar, sobre el legado de Jackie Robinson.
Dijo que podría empezar a conversar de su propia experiencia con los Medias Rojas.
“Las personas recuerdan a Jackie Robinson, Willie Mays y Pumpsie Green cuando hablan de los Medias Rojas y su historia racial”, dijo Harper. “Pienso que un día la gente podría querer saber mi historia”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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