martes, 7 de enero de 2020
Don Larsen, el Pitcher de los Yanquis que lanzó el único Juego Perfecto en una Serie Mundial, fallece a los 90 años de edad.
Se retiró luego de 14 temporadas con un registro vitalicio negativo, pero por un día de 1956 fue la marca de la perfección.
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Richard Goldstein. The New York Times. 01 de enero de 2020.
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Don Larsen, un lanzador ordinario quien alcanzó lo extraordinario cuando lanzó el único juego perfecto en la historia de la Serie Mundial, falleció este miércoles 01 de enero en Hayden Lake, Idaho.
Su deceso fue confirmado por Andrew Levy, su agente.
El hijo de Larsen, Scott, dijo la semana pasada en una declaración que su padre estaba siendo tratado por cáncer de esófago, el cual había sido diagnosticado este verano.
Cuando Larsen subió el montículo contra los Dodgers de Brooklyn la tarde del 8 de octubre de 1956, en el Yankee Stadium original, estaba en la cuarta temporada de una carrera poco llamativa.
Poseía un físico imponente para su época, 6 pies 4 pulgadas y 108 kilogramos, su humanidad la remataba un corte de cepillo y unas orejas extra grandes. Su repertorio de recta, slider y curva parecía el arsenal suficiente para tener una buena carrera.
Pero Larsen había perdido 21 juegos lanzando para los Orioles de Baltimore hacía dos años, y tenía dificultades para controlar no solo sus pitcheos sino también por su afinidad con la vida nocturna.
Sin embargo, por un día Larsen fue el retrato de la perfección. Veintisiete veces, los bateadores de los Dodgers, en una alineación que contaba con cuatro futuros inquilinos del Salón de la Fama fueron al plato, y todos regresaron al dugout sin conseguir imparable, boleto o algún error de la defensa de los Yanquis.
La obra maestra de Larsen llegó 34 años después que las ligas mayores habían presenciado otro juego perfecto. Ningún pitcher, antes o después, ha lanzado un juego sin hits ni carreras en la Serie Mundial.
Como Larsen dijera una vez: “Ocurren cosas tontas”.
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La temporada de Larsen en 1956 no había empezado de manera prometedora. Durante el entrenamiento primaveral en St. Petersburg, Fla., estrelló su carro contra un poste de teléfono mientras regresaba al hotel donde se alojaba el equipo alrededor de las 4 am. Más adelante ese día, dijo que se había quedado dormido mientras manejaba, y cuando le preguntaban sobre el incidente a través de los años, mantuvo que no había estado bebiendo.
A excepción de una fisura en un diente ese episodio no tuvo consecuencias serias, pero el choque inspiró a sus compañeros de los Yanquis para apodarlo Gooney Bird, por el albatros, el cual se encuentra principalmente en Midway Atoll en el Pacífico, conocido por lo sus caídas de espalda mientras se desplaza sobre el suelo.
Pero Larsen tuvo marca de 11-5 en 1956, brilló hacia el final de la temporada cuando desarrolló lo que era conocido entonces como un envío de windup no ortodoxo que le dio un mejor balance para determinar su selección de pitcheos.
El manager Casey Stengel le dio la oportunidad en el segundo juego de la Serie Mundial, y los Dodgers lo castigaron en el segundo inning en Ebbets Field al marcarle seis carreras en un victoria 13-8.
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Cuando Larsen llegó a Yankee Stadium tres días después, no tenía idea si enfrentaría de nuevo a los Dodgers. Supo que abriría el quinto juego con la serie igualada a dos juegos, solo cuando encontró una pelota en uno de sus zapatos, la señal acostumbrada de una asignación para abrir juego, colocada por Frank Crosetti, el coach de tercera base. Hasta el día anterior Stengel no había escogido a nadie.
Larsen y Sal Maglie, el abridor de los Dodgers, llegaron perfectos al cuarto inning. Pero Mickey Mantle descargó jonrón con dos outs en el cuarto para darles a los Yanquis ventaja de una carrera, y los Yanquis agregaron otra carrera en el sexto.
Larsen avanzó en la distancia, sobreviviendo algunas dificultades.
En el segundo inning de los Dodgers, Jackie Robinson abrió con un fuerte linietazo que rebotó en el tercera base Andy Carey, pero el campocorto Gil McDougald atrapó el rebote y retiró a Robinson, quien no tenía la rapidez de sus primeros años, en una jugada cerrada. “Pegó en la punta de los dedos de mi guante”, recordó Carey. “Pocos años antes, Robinson habría sido quieto”.
En el cuarto inning, Duke Snider no bateó un jonrón por la derecha por pocos centímetros. En el quinto, Gil Hodges bateó una línea entre el jardín izquierdo y el central que atrapó Mantle corriendo mucho, y Sandy Amoros perdió un jonrón por la derecha por un pelo.
Para el séptimo inning, Larsen sabía que tenía un juego sin hits ni carreras, aunque no se había dado cuenta que lanzaba un juego perfecto. Solo había llegado a cuenta de tres bolas con un bateador, Pee Wee Reese, en el primer inning, sus envíos bordaron las esquinas del plato a través de la tarde.
“Nunca tuve un control como ese antes o después”, le dijo a Sports Illustrated décadas después. “Parecía que todo lo que lanzaba estaba en la zona”.
Sus compañeros, temiendo que podían empavarlo, se alejaban en el dugout cuando él trataba de iniciar una conversación en las etapas finales del juego.
Con más de 64.000 personas gritando, Carl Furillo, el primer bateador de los Dodgers en el noveno inning, elevó a la derecha. Entonces Roy Campanella la rodó por segunda base. Dale Mitchell, un jardinero, emergió por Maglie, fue al plato, y como Larsen lo recordaba, “Recé una pequeña oración”.
Con la cuenta en una bola y dos strikes, lanzó una recta, su envío 97. Mitchell aguantó el swing, pero el árbitro Babe Pinelli cantó el tercer strike. Pocos minutos después de las tres en punto, se había hecho historia beisbolera.
El cátcher Yogi Berra saltó a los brazos de Larsen, el efusivo abrazo fue capturado en una foto que se convirtió en una imagen clásica del beisbol. “Junto a llegar al Salón de la Fama en 1972, ese fue probablemente mi momento más emotivo en el beisbol”, dijo Berra una vez.
Larsen solo se percató de que había lanzado un juego perfecto cuando entró al clubhouse.
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Donald James Larsen nació el 7 de agosto de 1929, en Michigan City, Ind., pero sus padres, james y Charlotte Larsen, mudaron la familia para San Diego cuando el tenía 15 años de edad. Mientras lanzaba para Point Loma High School llegó una oferta de los Browns de St.Louis en 1947. (David Wells, otro alumno de Point Loma lanzó un juego perfecto para los Yanquis contra los Mellizos de Minnesota en 1998).
Larsen llegó a las mayores en 1953, cuanto tuvo marca de 7-12 con los Browns.
Tuvo marca de 3-21 en 1954 cuando los perennes sotaneros Browns se convirtieron en Orioles de Baltimore, entonces fue cambiado a los Yanquis en una negociación de 17 peloteros que también les proporcionó al lanzador de poder Bob Turley, quien ganara el premio Cy Young de 1958 como el mejor pitcher del beisbol.
Larsen tuvo marca de 9-2 con los Yanquis en 1955. Después de sus 11 victorias en 1956, nunca ganó más de 10 juegos en una temporada.
Fue cambiado a los Atléticos de Kansas City en diciembre de 1959, en una negociación que llevó a Roger Maris a los Yanquis. Dos años después, Maris establecería otra marca simbólica, al despachar 61 jonrones para romper la marca de Babe Ruth para una temporada.
Larsen también pitcheó para los Medias Blancas de Chicago, Gigantes de San Francisco, Astros de Houston (entonces Colt .45s), Orioles y Cachorros de Chicago. Se retiró luego de 14 temporadas con marca de 81-91 y lanzó en la Serie Mundial cuatro veces con los Yanquis y una con los Gigantes.
“No estoy contento con mi marca vitalicia”, dijo Larsen una vez. “Pudo haber sido mejor. Las fiestas tuvieron algo que ver con eso. Pero siempre necesitaba compañía, aun si solo había dos personas en la ciudad”.
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Luego de retirarse del beisbol, Larsen fue vendedor para una compañía de productos de papel de California.
Larsen y su esposa, de soltera Corrine Bruess, pasaron sus años finales en el pequeño pueblo de Hayden Lake, en la frontera de Idaho. Larsen disfrutaba pescando en un lago cercano a su hogar, pero también asistía a eventos de autógrafos y memorabilia y a los juegos de viejas glorias de los Yanquis.
Vendió su uniforme del juego perfecto, la camiseta de rayas con el número 18 y sus pantalones, a un negociador de memorabilia en una subasta por 765.000 $, en diciembre de 2012 para financiar la educación de sus nietos, Justin y Cody Larsen. Además de su esposa e hijo, ellos le sobreviven.
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Larsen decía a menudo que no había un día en que no pensara en su hazaña, y manejaba un carro con placas DL000, por sus iniciales y el box score que indicaba cero carreras, cero hits, cero errores.
En el aniversario 45 de su juego perfecto, Larsen reflexionó sobre ese momento. “Mi creencia es que si trabajas lo suficientemente duro, algo bueno va a ocurrir”, dijo él. “Todos pueden tener días buenos”.
Tyler Kepner contribuyó reportando.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 06 de enero de 2020.
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