viernes, 18 de septiembre de 2015

Esquina de las Barajitas: 1973 Topps: Brooks Robinson.

Bruce Markusen. The Hard Ball Times. 19-04-2013. De todas las barajitas que Topps produjo de Brooks Robinson durante su larga carrera, esta es la única que lo muestra asumiendo una posición defensiva en un juego formal. Ah, su barajita de 1976 lo muestra sosteniendo un guante y una pelota, pero es con claridad una pose para la fotografía, y no una tomada de la acción del juego. Todas sus otras barajitas son tomas de poses, muchas de ellas lo muestran sosteniendo un bate, mientras solo un par lo muestra en el plato en un juego. Pero la barajita de Topps de 1973 es la mejor, ya que esta lo muestra, siempre alerta en el campo, a punto de tomar su estilo defensivo. Está afincado en la punta de los pies, sus brazos están listos. Se prepara para hacer lo que nadie podía hacer mejor, y eso es jugar la posición como si esta hubiera sido diseñada para encajar en sus destrezas atléticas. Brooks Robinson se ha convertido en sinónimo de élite de fildeo en tercera base. Aunque esto casi no ocurrió. Cuando los Orioles lo firmaron a mediados de los años ’50, él jugaba segunda base en una liga eclesiástica. Paul Richards, el gerente general de los Orioles, recibió reportes contradictorios de los talentos de Robinson. “Recuerdo haber enviado a un par de scouts a mirarlo en la escuela secundaria”, le dijo Richards a Baltimore Sun. “Uno de ellos dijo que no podía correr, lanzar o batear, y no podía jugar. El otro scout dijo que él podía jugar. Decidimos seguir al scout quien dijo que Robinson podía jugar, afortunadamente”. La falta de velocidad de piernas de Robinson se mantuvo como una preocupación, pero Richards sentía que su lentitud de pies no afectaría sus otras habilidades. La intención original de Baltimore era que jugara segunda base, pero los Orioles pronto notaron el error de ese plan. Lo movieron de la intermedia, donde carecía del rango requerido, y lo convirtieron en tercera base, donde su rapidez y su fuerza en el brazo parecían encajar mejor. Al final de su primera temporada de ligas menores en el York Clase-B, los Orioles promovieron a Robinson a Baltimore, pero claramente el no estaba listo. Se ganó dos tazas de café más en 1956 y ’57, pero tuvo dificultades cada vez. En 1958, los Orioles ignoraron sus tropiezos en Grandes Ligas y lo hicieron su tercera base regular. Esperaban que fuera el reemplazo a tiempo completo de George Kell, el futuro inquilino del Salón de la Fama quien se había retirado en 1957. Dada la gran oportunidad, Brooks bateó solo .238 y casi no mostró poder, largando apenas tres jonrones. Aunque solo tenía 21 años de edad, Robinson había llegado a la primera encrucijada de su carrera. Los Orioles asignaron a Robinson al Vancouver AAA en 1959; él procedió a destrozar la Pacific Coast League, bateó .331 en 42 juegos. Su actuación en Canadá le ganó una promoción a mitad de temporada a Baltimore. Al jugar la mayor parte del tiempo en tercera base, Robinson bateó un respetable .288, pero sin poder ni paciencia. En 1960 finalmente ocurrió su explosión. Al empezar la temporada en tercera base, Robinson procedió a batear .294 con 14 jonrones, mejoró su OPS a .769. Más impresionante aún, jugó como un acróbata en tercera base, atrapando todo lo que iba en su rango. Por sus esfuerzos, ganó el guante de oro, fue seleccionado al equipo Todos Estrellas, y logró un impresionante tercer lugar en la carrera por el jugador más valioso de la Liga Americana. A la edad de 23 años, luego de muchos ajustes y comienzos, Brooks Calvert Robinson, Jr., había llegado. También resultó ser el muchacho All-American, un jugador que trabaja duro quien era amable con los reporteros, amigable con sus compañeros, y considerado con sus aficionados. Aquellos que buscaban por arranques de carácter con Mr. Robinson de seguro se desilusionarían. Aunque Robinson jugó todos los 163 desafíos de los Orioles en 1961 y continuó defendiendo su posición como ningún tercera base en la historia de la franquicia, su poder disminuyó considerablemente. Bateó solo siete jonrones, convirtiéndose en una deuda ofensiva. Pero la súbita ausencia de poder no lo privó de asistir al Juego de Estrellas o de ganar alguna consideración para el jugador más valioso de la liga. Al jugar otra vez todos los juegos de los Orioles, Robinson tuvo su mejor temporada hasta la fecha en 1962. Alcanzó topes en su carrera con 28 jonrones y .486 de porcentaje de slugging, también ganó su tercer guante de oro seguido. Luego de un bajón en 1963, Robinson rempujó sus talentos ofensivos al nivel óptimo en 1964. Bateó .317, 28 jonrones, y empujó 128 carreras, para liderar la Liga Americana en esa última categoría. Robinson levantó su poder de bateo al mismo nivel de su defensa, la cual había alcanzado estado de élite. Impresionados con su juego general, los periodistas lo eligieron jugador mas valioso de la liga. Robinson ahora era una estrella completa. Aunque nunca alcanzaría su topes ofensivos de 1964, siguió siendo un jugador ofensivo efectivo el resto de la década. Rara vez fue el mejor bateador de los Orioles, pero calificaba como colaborador ofensivo, un hombre quién podía batear más de 20 jonrones, negociar el boleto ocasional, y poner la bola en juego consistentemente. Para mediados de los años ’60, Robinson también mostraba una pose distintiva en el campo. A principios de su carrera, sufrió un pelotazo cuando falló al seguir la trayectoria de una recta errante en su camino hacia el plato. Robinson sintió que la visera de su casco bloqueó su visión de la pelota. Así que hizo un cambio en su implemento. Tomó su casco y recortó el extremo exterior de la visera. El ajuste no solo su línea de visión, sino que también lo dejó con un distintivo e inusual casco de visera corta, el cual se convirtió en la marca de fábrica de cada una de sus subsecuentes turnos al bate. En 1966, Robinson recibió atención nacional cuando fue llamado al equipo de estrellas. Coleccionó tres imparables en el Clásico de mediados de verano, y ganó el premio al jugador más valioso de ese juego. Más significativo fue que bateó bien durante la temporada regular, alcanzó el nivel de las 100 carreras impulsadas por segunda ocasión en su carrera. Su actuación coincidió con la llegada de otro Robinson, un cierto jardinero llamado Frank. Rechazado por los Rojos de Cincinnati por ser “un viejo de 30 años”, Frank Robinson bateó de tercero para los Orioles, lo que proporcionó más oportunidades de empujar carrera a Brooks. Luego de lograr el banderín de la Liga Americana por un margen de nueve juegos, los Orioles de 1966 enfrentaron a los Dodgers en la Serie Mundial. Liderados por una mitad de alineación donde destacaban los dos Robinson y el bateador zurdo Boog Powell, los Orioles barrieron a los Dodgers. Brooks no bateó para promedio durante la Serie, pero despachó un jonrón ante Don Drysdale en el primer juego, para ayudar a la victoria de los Orioles 5-2. Su presencia en tercera base también mantuvo a raya a los Dodgers acerca de emplear su estrategia de toques durante la Serie. Los Orioles capturaron el primer título mundial para la franquicia desde que se mudaron desde San Luis en 1954. Ahora que Robinson había aparecido en la escena nacional, en el Juego de Estrellas y en la Serie Mundial, su reputación por defensiva notable había crecido. Algunos observadores lo compararon con grandes fildeadores de todos los tiempos como Pie Traynor. En la superficie, Robinson ofrecía una apariencia engañosa. No parecía atlético y su brazo carecía del poder de otros terceras base. Sin embargo, ninguno en ambas ligas tenía la rapidez de pies para atacar roletazos, el alcance tipo shortstop, y las manos suaves de Brooksie. “Su habilidad es moverse dos metros, en cualquier dirección, más rápido que cualquiera”; observó Boog Powell, quién presenció mucha de la maestría de Robinson desde el otro lado del infield, en una entrevista con Jimmy Cannon. “Él no se anticipaba. Jugaba con la pelota. Cuando esta es bateada, él reacciona”. Robby jugaba la posición tan eficiente y brillantemente que se ganó el apodo, “La Aspiradora Humana”. Si alguna vez un apodo tuvo sentido, fue este. Robinson manejaba los roletazos como si sus manos fuesen ductos de succión. Robinson creía en mantener el guante bajo, cerca del suelo, teorizaba que era más fácil subir el guante que bajarlo. Él jugaba la posición como nadie antes o después, con la posible excepción de Clete Boyer y Graig Nettles. O para ser más modernos, Adrián Beltré o Scott Rolen. El debate puede subir de tono sobre este tema, hasta nuevo aviso, me mantendré con Robinson. Robinson continuó visitando el mercado de guantes de oro, ganó el premio en 1967, ’68, y ’69. Su defensiva ayudó a los Orioles a avanzar a la Serie Mundial en 1969, antes de ser vencidos por los insurgentes y ricos en pitcheo Mets de Nueva York. Robinson estaba tan confundido como el resto de los bateadores de los Orioles; solo conectó un imparable en 19 turnos al bate contra Tom Seaver, Jerry Koosman y compañía. Robinson se redimiría con creces en la Serie Mundial de 1970. Luego de dominar el este de la Liga Americana, los Orioles arrollaron a los Mellizos de Minnesota en tres juegos seguidos de la Serie de Campeonato. Eso sirvió la escena para un enfrentamiento de Serie Mundial entre los Orioles y los Rojos de Sparky Anderson. Con una pléyade de bateadores derechos que halaban la pelota entre los que destacaban el primera base Lee May, el tercera base Tany Pérez, y el catcher Johnny Bench, los Rojos se preparaban para probar el lado izquierdo del infield de los Orioles. Como se esperaba, los Rojos retaron al tercera base de los Orioles de Baltimore, pero este convirtió la Serie Mundial en el circo volador de Brooks Robinson. En el primer juego, Robby una atrapada con el guante de revés ante un roletazo incandescente de Lee May. Con el cuerpo cayendo hacia territorio de foul, él giró completamente y lanzó hacia primera base donde Powell completó la jugada. En el tercer juego, luego que Pete Rose y Bobby Tolan iniciaran el encuentro con sencillos seguidos, Pérez bateó un rodado de botes altos que parecía destinado a pasar sobre la cabeza de Robinson rumbo al jardín izquierdo. Robinson saltó, tomó la pelota en extremo y pisó tercera base para iniciar un dobleplay 553. En el inning siguiente, Robinson atacó un rodado adormecido de Tommy Helms y realizó un tiro fuera de balance a primera base. Y en el sexto, Bench soltó un linietazo sobre la línea de cal que Robinson capturó lanzándose de cabeza. Cuando Robinson fue a batear en el cierre del sexto, los aficionados de Memorial Stadium lo premiaron con una ovación de pie. Para ese momento Sparky Anderson había visto mucho de Robinson. “Estoy empezando a ver a Brooks en mi sueño”, le dijo Anderson a los reporteros mientras comí una merienda antes del juego. “Si yo dejara caer este plato de cartón, él lo levantaría y en un salto me sacaría out en primera”. La frustración de Anderson fue compartida por Rose, el jardinero derecho de los Rojos, quién comento a la revista Time, “Ese tipo puede atrapar una pelota con un alicate”. Sólo la defensiva habría convertido a Robinson en el colaborador clave de la Serie, pero él agregó un bateo feroz a sus amplios logros. Bateó .429 en la Serie, descargó un par de jonrones, y estableció una marca de bases totales con 17 (en solo cinco juegos). Los periodistas hicieron a Robinson la opción lógica para ganar el jugador más valioso de la Serie. El Salón de la Fama solicitó el guante de Robinson, éste lo dono con alegría al museo de Cooperstown. Mientras Robinson ejecutaba la extravagancia defensiva de un hombre, los rivales Rojos empezaron a llamarlo “Hoover” en referencia a la manufacturera líder de aspiradoras a principios de los años ’70. Era una manera natural de acortar su apodo usual de La Aspiradora Humana. Quizás si Robinson jugara hoy, se referirían a él como “Dyson” o “The Shark”. A la edad de 33 años, Robinson se había convertido en un nombre establecido. Le quedaba una gran temporada, la cual desarrolló el siguiente verano. Bateó 20 jonrones en 1971, se embasó 34 % del tiempo, y ejecutó otra actuación de guante de oro, al ganar su duodécimo premio seguido por excelencia defensiva. La gran temporada postrera de Robinson coincidió con el fin de la dinastía de los Orioles, lo cual ocurrió en una Serie Mundial de siete juegos ante los Piratas. Robinson siguió siendo el tercera base regular de los Orioles por otros cuatro años, pero nunca más alcanzó las dobles figuras en jonrones. Su alcance en el campo también declinó, aunque continuó ganando el premio guante de oro anualmente, terminó su carrera con 16 trofeos de fildeo. Luego de batear solo .201 en su temporada final como regular, Robinson pudo haber estado tentado a retirarse. Desafortunadamente, él tenía severos problemas financieros que lo motivaron a seguir jugando. Cerca de la bancarrota debido a las dificultades de su negocio de artículos deportivos, Robinson tuvo que recurrir a la mayor parte de sus ahorros de toda la vida para pagar sus deudas. Él necesitaba el salario de un pelotero de Grandes Ligas. Como ya no podía batear, y ahora con sobrepeso, tuvo dos temporadas miserables en 1976 y 1977 como jugador de ocasión y sustituto, y tutor de su reemplazo en tercera base, un joven y subestimado Doug DeCinces. Para el tiempo que Robinson se retiró a los 40 años en agosto de 1977, había jugado 23 temporadas, todas con el uniforme de Baltimore. Eso lo igualó con el inquilino del Salón de la Fama, Carl Yastrzemski para mayor cantidad de temporadas jugadas con un equipo de Grandes Ligas. Seis años después de su retiro, Robinson entró al Salón de la Fama. Un pelotero muy popular entre los aficionados, llevó miles a Cooperstown, muchos hicieron el viaje subiendo por la costa desde Baltimore. Fue a través de su llegada al Salón de la Fama que yo eventualmente fui lo suficientemente afortunado de conocer a Robinson. Cuando las personas se enteran de mi conexión con Cooperstown y el Salón de la Fama, e menudo me preguntan, “¿Quien es el tipo más agradable entre los inquilinos del Salón de la Fama?” Esa pregunta se ha hecho fácil de responder. Aunque hay muchos ejemplos de jovialidad entre los inquilinos, desde los difuntos Harmon Killebrew y Robin Roberts hasta los vivientes Don Sutton y Billy Williams, ninguno es más agradable que Brooks Robinson. Ya sea diciendo hola cuando entra por la puerta del frente del Salón de la Fama, o en medio de una entrevista larga en el Grandstand Theater, Robinson siempre me hace sentir como si me conociera bien, como si fuese uno de sus amigos de toda la vida. No estoy solo en ese sentimiento. Cualquiera que se ponga en contacto con Robinson durante el fin de semana del Salón de la Fama compartirá pensamientos similares. Por eso es que me he sentido especialmente afectado al oir acerca de los problemas de salud de Robinson en años recientes. Él ha librado una batalla exitosa ante el cáncer de próstata, sobrevivió una dura caída, y se fajó con una infección que requirió estadía en el hospital. Es seguro decir que él ha tenido tiempos rudos en el pasado reciente, aunque ha probado ser muy resiliente. Robinson tiene ahora 75 años. Espero que lo tengamos por otros 20 años. Él aún sigue activo como presidente de la MLB Alumni Association. Más importante, se ha convertido en un tesoro norteamericano, no solo como el modelo patrón para jugar tercera base, sino como modelo patrón de cómo un inquilino del Salón de la Fama debería conducirse. Necesitamos mantener a Brooks Robinson alrededor por tanto como sea posible. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Quincuagésimo aniversario de la primera expansión de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional.

Armando se acercaba a la página deportiva de El Nacional hasta casi sumergirse en las letras grandes del titular. Aquella noche del 15 de octubre de 1965, la Liga Venezolana de Beisbol Profesional recibiría dos nuevos invitados: Cardenales de Lara para cristalizar el sueño del empresario caroreño Antonio Herrera Gutiérrez, el equipo tenía experiencia en la pelota profesional, como socio en par de temporadas de la Liga Occidental a la que contribuyó a quebrar cuando armó un trabuco encabezado por Luis Tiant para despegarse con una inmensa ventaja, y Tigres de Aragua tras el esfuerzo del gobernador aragüeño Ildegar Pérez Segnini, el locutor Foción Serrano, los banqueros Homero Díaz Osuna, Alfredo García Guevara y los doctores Iván Márquez García y Oscar Ortega; hasta el español José Clavijo, fundaron una compañía que colocó 500.000 acciones de valor Bs. 1000 cada una, en toda la población. Mientras atosigaba a sus hermanos con preguntas y leía periódicos y revistas, Armando esperaba las 8:00 de la noche con una mezcla de sentimientos encontrados: le picaba la curiosidad por ver al Magallanes enfrentar a los equipos nuevos, sin embargo lamentaba que ahora su equipo solo jugaría 42 veces en el estadio Universitario cuando hasta la temporada anterior había efectuado unos 50 juegos en Caracas. Armando ansiaba saber como serían los juegos. Que tan competitivos serían Tigres y Cardenales, si sus peloteros criollos podrían aguantar el ritmo de Caracas y La Guaira, si los peloteros se quedarían hasta el final de la temporada con equipos perdedores. También quería saber como sería el sistema de clasificación para los playoffs con seis equipos, del que tanto hablaban sus hermanos. Lara debutaría ante Caracas en su estadio de Barquisimeto, Ken Sanders por Cardenales versus Urbano Lugo por los Leones. En el José Perez Colmenares de Maracay, los Tigres jugarían por primera vez ante los Pericos del Valencia. Bill Knoch por los aragüeños versus Steve Hargan por los Industriales. El zuliano Graciliano Parra lanzaría las serpentinas por Magallanes y Darrell Brandon haría lo propio por La Guaira en los confines del estadio Universitario. Los hermanos de Armando no esperaban mucho de aquella primera alineación de los Tigres donde se preguntaban quien sería J.M. Tovar, o T. Martínez, o S. Boros, o R. Robinson. En la configuración de Cardenales, apenas si tenían alguna referencia de Ramón Webster y Federico Velásquez. Armando escuchaba a sus hermanos conversar que iban a sintonizar el juego de Magallanes en el porche con el radio portátil y se turnarían para ir al radio de tubos del comedor para escuchar como iban los juegos en Maracay y Barquisimeto. En Maracay, Hargan se encargaría de anotarle la primera carrera a los Tigres, en el cuarto episodio largó doblete, pasó a tercera con roletazo de Teolindo Acosta y llegó al plato mediante elevado de sacrificio de Gustavo Gil. En el quinto los Industriales pusieron el marcador 2-0 mediante imparables de Lee May, Luis Rodríguez, y Dick Kenworthy. Los Tigres descontaron en el séptimo, José M. Tovar se embasó por error, pasó a la intermedia mediante rodado de Olinto Rojas y anotó con sencillo del jardinero Robinson. Así terminó el juego. Hargan se apuntó la victoria en trabajo de 9.0 innings, 5 imparables, 1 carrera, 11 ponches, 3 boletos. Knoch cargó con la derrota, fue relevado en el octavo inning por Freddy Rivero. En Barquisimeto, Sanders amarró en seis imparables a los Leones y logró controlar algunos amagos como el del cuarto inning cuando Rene Lacheman fue retirado en el plato con preciso disparo del dominicano Vidal Nicolás, luego de atacar un sencillo de Juan Francia, o cuando ponchó a Dionisio Acosta y Urbano Lugo y dominó a Dámaso Blanco con rodado por segunda base para dejar congelado en tercera a Nelson Castellanos. Cardenales anotó en el tercer inning, mediante sencillos de Daniel Díaz y Sanders, boleto a Oswaldo Chavarría y wild pitch de Urbano Lugo. En el sexto episodio aumentaron la ventaja con jonrones seguidos de Ramón Webster y Federico Velásquez, y remató con otra en el octavo frente a Manuel González, mediante sencillos de Webster, Velásquez y Julio Pirela. Sanders se apuntó el blanqueo, recetó nueve ponches y concedió 1 boleto. Lugo cargó con la derrota, fue relevado por Jimenez y González. En el estadio Universitario Magallanes vencía 1-0 a La Guaira. Graciliano Parra lanzó blanqueo de 10 entradas, durante las primeras nueve mantuvo sin hits nis carreras a los campeones defensores de LVBP. Alfonso L. Tusa C. Septiembre 2015.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Un rey de las sliders remonta la cuesta.

Tyler Kepner. Extra Bases. The New York Times. 05-09-2015. Recientemente un panel de peloteros en Baseball America nombró a Chris Archer, el joven as de los Rays de Tampa Bay, como el pitcher de mejor slider de la Liga Americana. Archer, un lanzador derecho, ha usado el lanzamiento para establecerse como un pitcher sobresaliente, el mes pasado lanzó un blanqueo de un hit y 11 ponches contra los Astros de Houston. Observando esa noche en Minute Maid Park estaba un antíguo lanzador cuya slider fue probablemente la mejor de si época entre los pitchers derechos. “Eso es lo que decían”, dijo el pitcher J.R. Richard en una reciente entrevista telefónica. “Pero vi que él definitivamente tiene buenos lanzamientos. Vi algunas cosas que cambiaría muy lentamente, si él pudiera, pero no me preocuparía por cambiarlo mucho, porque él está haciendo un gran trabajo”. Archer, como casi cualquier pitcher, podría solo tener esperanza en lograr el tipo de trascendencia que alcanzó Richard en una fugaz pero gloriosa carrera con los Astros. Él fue el pitcher más alto de su época, y probablemente lanzó 100 millas. En su debut de 1971, ponchó 15, incluyendo tres veces a Willie Mays. Dos veces poncho 300 bateadores en una temporada. Sus oponentes solo promediaron 6.9 imparables por juego ante Richard, la quinta mejor marca en la historia de las Grandes Ligas entre los pitchers con al menos 1000 innings lanzados. “Pienso que realmente no alcancé mi apogeo, cuando empiezas a despegar”, dijo Richard. “Si miras mi record, nunca despegué”. Richard abrió el Juego de Estrellas de 1980, y tres semanas despues su carrera había terminado, a los 30 años, luego de sufrir un infarto debilitante en cascada en un entrenamiento en el Astródomo. Batalló ante la depresión, perdió su fortuna y quedó sin hogar a mediados de los años ’90, a menudo dormía bajo un puente entre las calles 59th y Beechnut de Houston. Este verano, Richard publicó su memoria, “Still Throwing Heat” (“Aun lanzando Candela”), escrita con Lew Freedman para Triumph. Firmó ejemplares durante su visita al estadio en Houston, donde aún vive, y hace apariciones para los Astros. Richard, 65, ha sido predicador, está activo en su iglesia y es voluntario para asistir a las personas sin hogar. “Estoy en un punto donde retribuir se ha convertido en más que una prioridad en mi vida, debido a las cosas por las que he pasado”, dijo Richard. “Digo eso porque estoy agradecido. Algunas veces Dios te bendice no solo por ti, él te bendice para que puedas bendecir a otros”. El libro está escrito en estilos contrastantes, con las reflexiones de Richard alternadas con el recuento de Freedman acerca de la vida y la carrera de Richard. Richard recrea su niñez en Louisiana, donde aprendió su slider al leer un manual de pitcheo que había encontrado a un costado de una carretera rural. Richard también describe su ascenso al estrellato, su infarto, sus regresos fallidos y su descenso y salida de la pobreza. “Yo dormía bajo un puente algunas noches a la semana”, dijo Richard. “Yo tenía algunas personas que conocía desde cuando jugaba pelota e iba a sus casas para lavar mis ropas y comer, tal vez me quedaba una noche o dos, pero algunas de esas personas tenían familias y no me sentía bien quedándome allí. Así que me iba debajo del puente, y eso es todo”. “Toldo se convirtió en un asunto de supervivencia. Tratas de sobrevivir, no tienes transporte, ni comida, ni finanzas. Te preguntas muchas veces: ¿A dónde voy desde aquí? No tienes respuesta. Pero me di cuenta que lo haría a mi manera, y mira lo que pasó”. Richard contactó con un pastor local, encontró trabajo en una compañía de asfalto y recibió ayuda del Baseball Assistance Team, el cual fue formado en 1986 por un grupo de antiguos Grandes Ligas. Los detalles son un poco borrosos, Richard dijo que perdió células cerebrales debido a su infarto, el cual aún afecta sus reflejos en el lado izquierdo, y algunas veces, sus palabras. Pero él camina mucho, disfruta pescar y tiene destreza para cocinar costillitas. Está casado desde 2010 y dijo que la vida era buena. Y aún puede recordar sus días de dominio. “Fue grande, tener el control”, dijo Richard. “No le temes a nadie. Los respetas como ser humano; ellos te podían batear un jonrón así como tú podías poncharlos. Pero me sentía como si fuese el león más malo del valle”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.