viernes, 10 de julio de 2015

Esquina de las Barajitas: 1973 Topps: Paul Casanova.

27-12-2013. Bruce Markusen. Cuando vi esta barajita por primera vez, imaginé que Paul Casanova en realidad no podía ser un cátcher. Primero, él luce muy tallado y atlético, más como un ágil jardinero que un cátcher musculoso o con exceso de peso. Aunque es difícil saber cuan rápido es un corredor a partir de una fotografía, parece como si Casanova supiera lo que hace al correr las bases. Con los puños apretados y los brazos extendidos, Casanova parece estar en una condición excelente. Al pasar por tercera base, nótese como su pierna izquierda toca la esquina interior de la base mientras su pierna derecha está a punto de trascender la almohadilla. Esos son fundamentos del corrido de bases sobre como recortar camino mientras se corre desaforadamente hacia el plato. Técnica aparte, esta barajita de Topps es una de las más hermosas de la colección de 1973. Es un enfoque maravilloso de la acción de un corredor que parece dar el máximo esfuerzo. Sin ningún asomo de oscuridad, que es a veces un problema con las imágenes de acción de 1973, el cuerpo completo de Casanova aparece encuadrado en la fotografía. Finalmente, hay un agradable contraste entre la camiseta azul oscuro de los Bravos y la grama artificial verde detrás de Casanova. También hay algo de misterio ligado a la ubicación de la fotografía. Basados en el azul de visitantes, sabemos que es en un juego de gira de los Bravos, pero no puedo decir si es Candlestick Park o Veterans Stadium o algún otro lugar de la Liga Nacional. Paul Casanova representó otros retos para mí. Mientras crecía en 1973, yo no tenía idea de que Casanova era latino, y no afroamericano. Más específicamente, él procedía de Colón, Cuba. El nombre, Paul Casanova, no daba pistas de sus orígenes. Al revisar su biografía encontré que su nombre completo era Paulino, lo cual me dio una mejor clave. Adicionalmente, yo nunca habría imaginado que Casanova jugó en las Ligas Negras. Él nació en 1943, solo cuatro años antes de la llegada de Jackie Robinson, pero Casanova jugó en los remanentes de las Ligas Negras. Él fue un pelotero destacado con los viejos Clowns de Indianapolis, uno de los últimos equipos de puros negros que seguían activos. Los Indios escautearon a Casanova mientras jugaba beisbol semiprofesional en Cuba. Al venir de lejos impresionaba con su presencia de liderazgo, los Indios le ofrecieron un contrato de agente libre en 1960. Pero él nunca vería la luz del día en Cleveland. La mayor parte del tiempo, servía como cátcher de bullpen, tomó solo seis turnos al bate para un equipo afiliado de categoría baja en la Northern League, antes de ser despedido. Los Indios decidieron darle una segunda oportunidad después de la temporada, lo firmaron en diciembre luego de seguirlo en el beisbol invernal. Pero lo despidieron el abril siguiente, esta vez sin darle un solo turno al bate de liga menor. Los Indios simplemente no pensaban que el batearía. Sin otros equipos interesados, Casanova decidió pasar el verano de 1961 jugando para los Clowns, un equipo independiente de puros negros que se presentaba a lo largo del país. La vida era poco glamorosa con los Clowns, cuyos peloteros a menudo dormían en el autobús y algunas veces tenían que efectuar triplejuegos. Durante un triplejuego, Casanova bateó de 5-5, uno de sus imparables fue ante el legendario Satchel Paige. El desempeño de Casanova con los Clowns llamó la atención de los Cachorros, quienes aceptaron asumir la mitad de su salario y eventualmente le dieron un contrato a finales de septiembre. Los Cachorros lo llevaron a su campamento de ligas menores en 1962 y lo asignaron a su equipo afiliado en la Texas League. Participó en dos juegos, consumió un turno al bate, y luego los Cachorros lo despidieron. Así que luego de un gran total de siete turnos al bate, Casanova había sido despedido tres veces. Con apenas 20 años de edad, Casanova enfrentaba con una temprana encrucijada en su carrera. Él decidió olvidarse del juego y seguir una carrera en la construcción. Pero los Senadores de Washington, a través de los esfuerzos del scout John Caruso, mostraron interés. Caruso le dijo que se quedara en el beisbol. Al llegar octubre, Caruso y los Senadores le ofrecieron un contrato de liga menor. “Él nunca me vio batear”, le dijo Casanova a Bob Addie del Sporting News. “Todo lo que quería era verme lanzar. La próxima primavera, los Senadores lo asignaron al Geneva de la NY-Penn League. Al recibir su primera dosis real de tiempo de juego en el beisbol organizado en 1963, Casanova bateó para un respetable .261 con siete jonrones en una liga conocida por su pitcheo. Los Senadores decidieron mantenerlo con el Geneva en 1964 ty lo vieron dominar la liga. Bateó .325 con 19 jonrones y un porcentaje de slugging de .508. Ahora estaba en lo suyo. La gran actuación de Casanova en Geneva le ganó una promoción al Burlington en 1965. Asumió el papel del caballo de batalla, participó en 142 juegos, bateó .287, y descargó ocho jonrones. La edición de 1965 de los Senadores necesitaba ayuda en la receptoría, donde Mike Brumley había bateado un magro .208 con .280 en porcentaje de embasado. Cuando Casanova terminó la temporada en las ligas menores, los Senadores lo llamaron a Washington para una presentación de final de temporada. Al debutar en las Grandes Ligas, Casanova se convirtió en el penúltimo jugador de las Ligas Negras en llegar a un roster de liga mayor. (Sólo Ike Brown, el futuro utility de los Tigres, debutaría después de Casanova). En un ensayo de cinco juegos, Casanova tuvo 14 apariciones en el plato y respondió con un promedio de bateo de .308. Fue una muestra muy pequeña de lo que podía hacer, pero le dio esperanza a los Senadores para el futuro. De una manera conservadora, los Senadores pusieron a Casanova en el York AA de la Eastern League para empezar la temporada de 1966. Casanova bateó solo .211 en poco turnos al bate, pero los Senadores experimentaron una plaga de lesiones que afectó la situación de sus cátchers. Insatisfechos con Brumley, lo bajaron a las menores y llamaron a Casanova, quién de pronto se convirtió en su cátcher regular. En su primer juego completo en las Grandes Ligas, bateó un jonrón en el octavo inning, el cual rompió un juego sin hits de Fred Talbot. El receptor novato respondió bateando .254 con 13 jonrones mientras jugaba buena defensa, donde destacaba una tasa de 46 % de éxito para retirar a los corredores rivales. Esos atributos compensaron su tentación de hacerle swing a lanzamientos malos, lo cual resultó en solo 14 boletos negociados en la temporada. Casanova dejó una impresión única a la defensiva. Tenía una complexión distinta a la mayoría de los cátchers, era alto y de largas extremidades. Cuando los bateadores rivales tocaban la pelota, él reaccionaba con rapidez felina, saltaba sobre la pelota antes de soltar una bala hacia primera base. Al combinar un rápido movimiento de pies con un cañón en el brazo, Casanova ofrecía un paquete de talentos difícil de encontrar en un cátcher. Aunque Casanova terminó detrás de un par de Medias Rojas, George Scott y Joe Foy, en la votación del Novato del Año, el manager de los Senadores, Gil Hodges, le dio su voto a su propio cátcher. “No cambiaría a ‘Cazzie’ por Scott o Foy”, dijo Hodges enfáticamente a Bob Addie. “Este muchacho puede llegar a ser un gran cátcher en verdad. Él ha hecho un gran trabajo en su primer año en las mayores”. Como organización, los Senadores habían visto suficiente de Casanova para considerarlo su cátcher en el futuro inmediato. Un buen comienzo en la temporada de 1967 le gano alguna notoriedad, como los eventos del juego del 12 de junio ante los Medias Blancas. Casanova jugó los 22 innings detrás del plato, retiró a tres corredores, y después cerró con broche de oro su actuación al batear el imparable para ganar el juego. Fue su único imparable en nueve turnos al bate esa noche, pero sirvió para terminar el juego nocturno más largo en la historia de la Liga Americana. “No estoy bromeando, no estoy cansado”, le dijo Casanova a UPI luego del juego de 22 innings. “Podía haber recibido otros 10 innings”. En otras palabras, él disfrutaba el juego. Sus habilidades como catcher y bateador le valieron a Casanova un lugar en el equipo de la Liga Americana para el Juego de las Estrellas, aunque él no apareció en ese juego. Algo más significativo fue que recibió alguna consideración para el jugador más valioso de la liga ese octubre, los periodistas lo ubicaron en el puesto 21 de la elección. Si no hubiera sido porque tuvo un desliz en la segunda mitad, habría terminado mucho más arriba en la elección. Los Senadores estimaban mucho el entusiasmo de Casanova en el terreno, lo cual lo convirtió en un pelotero divertido durante una época conservadora. Apreciaban su disposición a fajarse y exuberancia, la manera como corría hacia su posición al inicio de cada inning. También disfrutaban su ritual de cada turno al bate. En vez de caminar hacia el plato, él prácticamente corría hacia la caja de bateo. Hacía dos swings de práctica, se agachaba hasta casi tocar el suelo, y se preparaba para batear cualquier envío en la zona. La plana mayor de Washington adoraba su defensa espectacular, en particular su poderoso brazo que le permitió retirar al 49 por ciento de los corredores. A los Senadores también les gustaba su poder potencial (nueve jonrones). Por el contrario, la falta de disciplina en el plato se convirtió en una preocupación. En 141 juegos, recibió solo 17 boletos. Por eso su porcentaje de embasado se mantenía en .273 al final de la temporada. Había bateado más descontrolado en 1967, que en su temporada de novato. La falta de paciencia de Casanova lo afecto mucho más en 1968. Empezó la temporada con una profunda sequía ofensiva. Para finales de junio, su promedio de bateo era un intolerable .181. Aún en el contexto de una temporada de 1968 que vio a los pitchers dominar de manera muy marcada a los bateadores, los Senadores necesitaban más ofensiva de su cátcher. Por eso enviaron a Casanova al Buffalo AAA con la esperanza de que recuperar su swing y su confianza. Durante casi un mes de estadía en la International League, Casanova bateó .273 con un par de jonrones. No eran grandes números, pero fueron lo suficiente para merecer otro llamado a finales de julio. Recuperó su puesto como cátcher regular y bateó un poco mejor en la segunda mitad, subió su promedio final hasta .196. Pero los números totales permanecieron deficientes. Un porcentaje de embasado de .210, respaldado por solo siete boletos, y un promedio de slugging de .252 simplemente no podían ser números auspiciosos. Hasta su defensa desmejoró, retiró solo al 38 por ciento de los corredores, una cifra que apenas estaba por encima del promedio de la liga. Para 1968, Casanova también se había ganado la reputación de ser alguien que disfrutaba mucho la vida nocturna. Se quedaba hasta tarde en los clubes nocturnos, bebiendo y bailando mientras perdía la hora límite de llegada al hotel. Ese hábito le valió varias multas del manager Jim Lemon. A pesar de sus dificultades, los Senadores no se cansaron con Casanova, quién lideraría a los cátchers de la Liga Americana en dobleplays en tres ocasiones. Él retuvo su puesto como titular en 1969, con el manager nuevo Ted Williams. En el lado positivo, Casanova negoció un tope personal de boletos. Del lado negativo, el total fue solo de 18, solo uno mejor que su tope anterior. Bateó un pobre .216 y se embasó solo 25 por ciento del tiempo. En un equipo donde la mayoría de los bateadores mostró mejoras significativas bajo la tutela de Williams, Casanova apenas se mantuvo con lo necesario. Como sus debilidades ofensivas continuaban, Casanova perdió tiempo de juego, primero con el veterano John Roseboro en 1970 y luego con el joven Jim French en 1971. La estabilidad de esas dificultades impidió que Casanova hiciera el viaje de Washington hasta Texas, los Senadores se preparaban para mudar la franquicia y convertirse en Rangers. Al acercarse a su cumpleaños 30, Casanova fue negociado. En las famosas reuniones invernales de 1971, los Rangers lo enviaron a los Bravos por el cátcher Hal King, un bateador mucho mejor que Casanova. Los Bravos ya tenían a un buen cátcher bateador en Earl Williams, el Novato del Año de la Liga Nacional en 1971. Ellos querían (y necesitaban) a un buen cátcher defensivo de respaldo quién pudiera tutorear a Williams. Casanova cumplió ese papel a la perfección. Solo bateó .209 en 49 juegos, pero a los Bravos no les importó eso. Cuando él jugaba, mantenía a raya a los corredores rivales. Ellos solo intentaron 18 robos y fueron retirados ocho veces. Un 44 por ciento de éxito para Casanova probaba que su brazo seguía siendo muy bueno. Luego de la temporada de 1972, los Bravos decidieron cambiar a Williams por sus dificultades defensivas, lo enviaron a Baltimore en un cambio de varios peloteros. Esa decisión significó más tiempo de juego para Casanova en 1973; se convirtió en el bateador derecho de una alternancia con el joven Johnny Oates. El tiempo de juego adicional dejó en evidencia a Casanova, cuyo juego defensivo, incluyendo su brazo, había desmejorado respecto a su actuación de 1972. Pero se vio involucrado en un momento histórico ese verano. El 5 de agosto, Casanova recibió el juego sin hits ni carreras de Phil Niekro contra los Padres. Niekro lanzaba bolas de nudillo casi exclusivamente, pero Casanova las manejó todas sin incidentes. Mientras Casanova se preparaba para la temporada de 1974, se involucró en una aventura en Venezuela, su hogar durante el invierno. Junto al pelotero de los Medias Blancas Pat Kelly y su hermano Leroy Kelly jugador de la NFL, Cazzie abrió una discoteca. Era el negocio perfecto para el hombre a quien le gustaba la fiesta. Con su personalidad extrovertida, Casanova se conectó con el pelotero más famoso de los Bravos. Él y Hank Aaron se hicieron amigos. Como Casanova, Aaron también había jugado en las Ligas Negras con los Clowns, aunque mucho antes. Al compartir un vínculo común, los dos hombres se hicieron los mejores amigos. Mientras Aaron igualaba y rompía la marca de jonrones de Babe Ruth, Casanova observaba con especial interés. Poco después de largar su jonrón 715, Aaron vino al plato y bateó el número 716. Estacionado en el bullpen de los Bravos, Casanova capturó la pelota del jonrón y luego se la entregó a Aaron. Casanova pasó buena parte de su tiempo en el bullpen ese verano, los Bravos lo habían reducido al puesto de tercer cátcher y asistente defensivo. Oates compartía ahora el tiempo de juego con Vic Correll, quién había sido adquirido desde los Medias Rojas. Limitado a 104 turnos al bate en 42 juegos, Casanova bateó .202. Jugó bien defensivamente mientras tutoreaba a los jóvenes Oates y Correll. Los Bravos llevaron a Casanova de 32 años al entrenamiento primaveral de 1975, pero Aaron se había ido, había sido despachado hacia Milwaukee. Casanova enfrentaba una batalla cuesta arriba para tratar de hacer el equipo, en parte porque los Bravos tenían en alta estima a uno de sus cátchers jóvenes, Biff Pocoroba de 21 años. El detalle que faltaba llegó a finales de la primavera, cuando Casanova se lesionó el codo. El 28 de marzo, con solo dos días para terminar el entrenamiento primaveral, los Bravos dejaron libre al adolorido Casanova. El despido de última hora afectó las esperanzas de Casanova de catchear para otro equipo, dado que la mayoría de los equipos buscaban reducir sus nóminas antes que agregar veteranos en el último minuto. La lesión en el codo redujo su fuerza más grande como pelotero. Nadie mostró interés en Casanova, lo cual le hizo retirarse luego de 10 años en las Grandes Ligas. Y con el despido de Casanova, solo un ex jugador de las Ligas Negras, un tal Hank Aaron, permanecía en las Grandes Ligas. Retirado hace mucho tiempo de las Grandes Ligas, Casanova recién cumplió 72 años. La mayoría considera esa una edad de jubilación, pero no él. Siempre sonriente, él continúa trabajando con jóvenes en una academia de beisbol que él y dos amigos de las Ligas Negras abrieron en Florida. La academia es llamada afectuosamente “Paul’s Backyard”. Es un lugar donde Casanova instruye a los jóvenes sobre como jugar el juego apropiadamente. Imagino que Paul también le dice a los niños como cruzar por las bases de la manera correcta, como lo hizo en su barajita Topps de 1973. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

jueves, 9 de julio de 2015

Esquina de las barajitas: Satchel Paige

13-11-2009. Bruce Markusen. Con disculpas para el crónicamente subestimado Smokey Joe Williams, el consenso de los historiadores de beisbol considera a Leroy “Satchel” Paige como el pitcher más grande en la historia de las Ligas Negras. También pudo haber sido el más excéntrico, con una lista de incidentes y citas que podían haber llenado pilas de cuadernos. Mientras era joven en Mobile, Ala., Leroy Paige a menudo se metía en dificultades. Peleaba frecuentemente con otros niños y se escapaba de la escuela. Mientras cargaba bolsas por dinero en una estación local del ferrocarril, asi fue como recibió el apodo de “Satchel”, Paige una vez trató de robar una pieza de equipaje. Las fechorías y el raterismo llevaron a Paige a la Industrial School for Negro Children en Mount Meigs, Ala. Permaneció en esa escuela especial hasta los 17 años. Durante se estancia en la escuela, aprendió como usar un movimiento que incluía levantar inusualmente el pie y un engañoso movimiento para soltar la pelota hacia el bateador. Gracias a Dios, Paige tenía suficiente talento como pitcher para sobreponerse a su errática conducta juvenil. Mientras jugaba con un equipo de beisbol semiprofesional, Paige exhibía un explosivo brazo derecho que pronto llamó la atención de los buscadores de talento de las Ligas Negras. Paige firmó con los Black Lookouts de Chatanooga, quienes le dieron la oportunidad de lanzar regularmente. Impresionaba mucho con una recta dinámica y un control afinado. Paige casi inmediatamente se convirtió en leyenda en todo el sur. Como lo ilustra Larry Tye en su detallado libro, Satchel: The Life and Times of an American Legend, Paige lanzaba una recta tan pesada que algunos de sus cátchers colocaban pedazos de carne cruda en sus mascotas para aliviar el impacto de la pelota en la palma de sus manos. Paige no duró mucho con los Lookouts, pero añadió un lanzamiento importante a su repertorio con Chatanooga. Aprendió como lanzar su famoso pitcheo incierto, el cual involucraba una pausa completa en el tope de una patada extremadamente alta, otra parte única de su dinámico y diferente estilo de pitcheo. En 1931, Paige se fue de los Lookouts, en busca de un salario mensual más alto con los Barons de Birmingham. Durante su carrera, Paige convertiría el proceso de saltar de equipo en equipo en una forma de arte, aprovechando las suaves restricciones contractuales de las Ligas Negras como ningún otro. Siempre a disposición del mejor postor, Paige elevó su salario astronómicamente, convirtiéndose de lejos en el pelotero mejor pagado de la pelota negra. La controversia alcanzó a Paige en Birmingham. Tuvo un encontronazo con el manager Bill Gatewood, al resistirse a tomar en cuenta su consejo acerca del pitcheo y sus esfuerzos por contener la agresividad del pitcher. Paige empeoró las cosas en un juego de junio contra los Stars de St. Louis. Golpeó a tres bateadores seguidos de los Stars, lo que detonó una furiosa batalla campal. Dado que Paige poseía un control muy fino, había poca duda de que él lanzó los pelotazos intencionalmente. Al salir de Birmingham por lo que él creía eran lugares de mejores recompensas, Paige pasó estadías cortas en un par de equipos desconocidos. Entonces hizo uno de los mejores movimientos de su carrera ( y vida), al establecerse con los Crawfords de Pittsburgh. Lanzó dos juegos sin hits ni carreras para los Crawfords, quienes eran sin duda el equipo más talentoso de las Ligas Negras para la época. Más importante aún, Paige se casó con Janet Howard, una mesera del renombrado Crawford Grill de Pittsburgh. Paige también se preocupó más por su salario. Ahora con una esposa que mantener, Paige buscó un trabajo extra en 1934. Firmó con un equipo semiprofesional en Bismarck, N.D. Al llegar a Bismarck, Paige se dispuso a mostrar a los locales que las historias de su legendario control no eran exageradas. Paige coloco un palillo de fósforo sobre un palo cercano al plato. Entonces hizo 20 pitcheos hacia el plato, golpeó el palillo de fósforo 13 veces. El calendario de Paige se hizo más ocupado en 1934 cuando firmó para jugar con el equipo Cuban House of David, un conjunto itinerario conformado por peloteros blancos. Todos los miembros del equipo tenían barba; también Paige, quien usaba una barba postiza en vez de una de autentica vello facial. La apariencia de Paige cambió, pero su recta y su característico pitcheo incierto permanecieron casi imbateables. Esos pitcheos se mantuvieron imbateables para los Crawfords de 1935, quienes ensamblaron sin discusión el mejor equipo de la historia de las Ligas Negras. Los Crawfords del ’35 tenían a Paige y otros cuatro inquilinos del Salón de la Fama: el cátcher legendario Joshua Gibson, el tercera base de excelsa defensa Judy Johnson, el ágil jardinero central Cool Papa Bell y el poderoso jardinero derecho Oscar Charleston. Desafortunadamente, los Crawfords no pudieron mantener ese grupo élite por mucho tiempo. Ese mismo año, Paige tuvo desaveniencias con el dueño de los Crawfords Gus Greenlee debido a una amarga disputa contractual. Al salir de los Crawfords, Paige regresó al equipo semiprofesional para el que había jugado en Bismarck. Eso terminó siendo una proposición de trabajo de corta duración. Cuando los oficiales del equipo notaron que Paige había estado durmiendo con mujeres blancas en Nebraska, lo expulsaron de la ciudad. Con Paige suspendido de la Liga Nacional Negra por una temporada debido a su violación del contrato con los Crawfords, buscó refugio en la Liga Americana Negra. Firmó con los legendarios Monarchs de Kansas City y jugó la temporada con ellos antes de recibir una oferta para encabezar su propio equipo, los “Alls Stars de Satchel Paige”. Era un testamento al nivel de popularidad único de Paige, el que un esquipo de todos estrellas llevando su nombre como carta de presentación pudiera existir en el circuito itinerario Mientras Paige continuaba rebotando de un equipo a otro, hasta regresó a Pittsburgh en determinado momento, él jugó algo parecido a un calendario interminable de juegos. Lanzaba una temporada en las Ligas Negras durante el verano y luego salía de gira en el invierno. Como Tye señala en su libro, es “factible” que Paige lanzara en tantos como 250 equipo, como a menudo decía. En el trayecto, Paige desarrolló una relación con los periodistas de diarios y revistas, se convirtió en uno de los peloteros más citados del beisbol profesional. Él suplía a los reporteros con historias ilimitadas y sarcasmos pintorescos. Algunas de sus citas más famosas incluyen las siguientes gemas: “Generalmente no me gusta correr. Creo en el entrenamiento de levantarme y sentarme suavemente en el banco”. “El único cambio es que el beisbol ha convertido a Paige de un ciudadano de segunda clase a un inmortal de segunda clase”. La habilidad de Paige para alterar una frase solo sirvió para aumentar su leyenda. Otra parte intrigante de su historia involucraba a su certificado de nacimiento. Algunos reporteros se obsesionaron con la verdadera edad de Paige, lo cual se convirtió en una fuente constante de debate a medida que su carrera avanzó en los años ’40 y ’50. Paige se contradecía continuamente en referencia a su edad; algunas veces su respuesta a las preguntas indicaba que había nacido en 1906, mientras en otras entrevistas ubicaba su cumpleaños en 1908, o hasta en 1903. En verdad no era responsabilidad de Paige, su madre tampoco parecía saber su año de nacimiento, ella suministraba información contradictoria a los periodistas y a su hijo. Cualquiera que haya sido su edad verdadera, generalmente se creyó que Paige había sobrepasado sus cuarenta años para el momento cuando debutó en las Grandes Ligas con los Indios de Cleveland en 1948. (Cinco años después, se produjo su primera barajita de beisbol. Ni siquiera la gran fama de Paige pudo evitar que se escribiera mal su primer nombre en la barajita). Una industria que no se preocupaba por la edad de Paige era Hollywood. Luego que su carrera en las Grandes Ligas terminó en 1957, Paige se aprovechó de su notoriedad y apareció en la película “The Wonderful Country”. La película de 1959, protagonizada por Robert Mitchum, presentó a Paige en un papel significativo como un sargento de la Armada en una unidad segregada de soldados negros. Para el momento del estreno de la película, en muy pocas cintas habían aparecido soldados afroamericanos con prominencia. La fecha de nacimiento de Paige volvió a la palestra en 1965, cuando él regresó a las Grandes Ligas luego de varias apariciones en las ligas menores. Traído de vuelta a las mayores por otro hombre espectáculo, Charlie Finley, Paige lanzó en un juego para los Atléticos de Kansas City a la supuesta edad de 59 años. Entre innings, él se sentaba en una mecedora en el bullpen y sorbía el café que le servía una “enfermera”. Cuando Paige salió del juego luego de lanzar unos espléndidos tres innings en blanco contra los Medias Rojas de Boston, el locutor interno y la multitud del Municipal Stadium en Kansas City lo premiaron cantándole “The Old Gray Mare”. Paige siguió llamando la atención luego de sus días de jugador. En 1971, se convirtió en el primer hombre elegido al Salón de la Fama basado en su actuación en las Ligas Negras. Hace varios años, el Salón agregó otro honor al erigir una estatua de bronce de Paige, la cual está ubicada entre la biblioteca y el museo del Salón. Cuando camino subiendo la rampa desde la galería de placas del Salón hacia la biblioteca, usualmente miro afuera por la ventana y veo esa estatua. Es un buen recordatorio del personaje más grande que haya producido el beisbol negro. Sobre Bruce Markusen. Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning en el National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A’s, el cual fue premiado con laMedalla Seymour de SABR. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 7 de julio de 2015

Cooperstown Confidencial: La historia de Oscar Gamble

30-10-2009. Bruce Markusen. Cuando pienso en los Filis y los Yanquis simultaneamente, pienso en la Serie Mundial de 1950 y en Jim Konstanty, quien solía vivir en la milla 22 de la carretera de Oneonta, N.Y. Tambien pienso en peloteros como Charlie Hayes, Mike “The Hit Man” Easler, Jay Johnstone, Al Holland y Sparky Lyle, personajes coloridos y personalidades intrigantes quienes usaron el uniforme rayado de ambas franquicias. Pero ninguna lista de jugadores comunes de ambos equipos estaría completa sin el estimable Oscar Gamble. La carrera profesional de Gamble no empezó con Filis ni con los Yanquis, sino con los Cachorros de Chicago a finales de los años ’60. Fue firmado por un scout de los Cachorros llamado Buck O’Neil, un hombre cuyo ojo para el talento joven era tan afilado como su efervescente personalidad, Gamble avanzó rápidamente a través del sistema de los Cachorros como un veloz jardinero central. La primera descripción de la habilidad de Gamble para el juego probablemente no concuerda con lo que la mayoría de los lectores recuerda de Gamble. Es justo decir, que la velocidad y la habilidad para jugar el jardín central pronto se esfumaron de Gamble, eventualmente fueron reemplazadas por un bate poderoso. A los Cachorros les gustaba tanto Gamble que lo subieron a las Grandes Ligas a los 19 años, durante la dolorosa temporada de 1969, tratando de que él fuese uno de varios posibles remedios a su problema del jardín central. Mientras jugó varios encuentros para los contendientes Cachorros, Gamble tuvo dificultades a la ofensiva, principalmente debido a que no estaba listo, y fracasó defensivamente, principalmente debido a que no tenía las condiciones para jugar en el jardín central. En 24 juegos en el center field, Gamble cometió cuatro errores. El fallido intento de Gamble en el jardín central determinó en parte su salida al terminar la temporada. Quizás reconociendo que Gamble carecía de las destrezas físicas para jugar en los jardines a un alto nivel, los Cachorros lo enviaron a los Filis como parte de un paquete por el veterano jardinero derecho Johnny Callison, en el inicio de una serie de transacciones que resaltarían en su carrera de vagabundo. Los Filis movieron a Gamble desde el jardín central hasta los jardines de las esquinas, pero lo vieron fallar en batear para promedio o poder durante sus tres temporadas ahí. El logro más distintivo de Gamble en Filadelfia puede haber ocurrido en su último día con los Filis. Al jugar en el juego final en el decrépito Connie Mack Stadium, Gamble se convirtió en el último hombre en registrar un imparable y una carrera empujada en el vetusto estadio, que existía desde 1909. En el cierre del décimo inning, el sencillo remolcador de Gamble para ganar el juego le dio al Connie Mack Stadium una clausura adecuada. Como los Cachorros, los Filis desistieron respecto al desarrollo de Gamble. Luego de la temporada de 1972, ellos lo cambiaron a los Indios de Cleveland. Dado el desempeño de la franquicia en aquella época, poco peloteros querían jugar en Cleveland. Para Gamble, sin embargo, sería el escenario ideal para su advenimiento como toletero de Grandes Ligas. Empezó a mostrar un poder significativo, particularmente contra lanzadores derechos. Los Indios no lo consideraban un jugador regular, pero empezaron a usarlo de manera alternada en el jardín izquierdo y el derecho. En 1973 largo 20 jonrones en 432 turnos al bate, para subir su promedio de slugging en más de 100 puntos hasta .464. Gamble también empezó a hacer su marca con su distintiva cabellera. Aún reclamando más tiempo de juego en unos jardines de los Indios muy concurridos, Gamble pensó que podría llamar la atención si dejaba crecer su cabello. (¡Cuando se es un joven, inexperto pelotero, se hace cualquier cosa por más tiempo de juego, aun si eso no tiene nada que ver con como se juega!). El cabello creció largo, y también ancho y alto. El afro extragrande de Gamble era toda una visión en Cleveland’s Municipal Stadium. El antíguo investigador del Salón de la Fama Russell Wolinsky me dijo una vez, que los aficionados en Cleveland frecuentemente le gritaban a Gamble con cánticos de “Bo-Zo”, en una referencia sarcástica al popular payaso de televisión de los años ’60 y ’70 quien usaba una tomuza similar de cabello, aunque de color rojo brillante. Mientras corría a través de los jardines del Municipal Stadium, o se fajaba al correr las bases, Gamble frecuentemente perdía su gorra o casco con el viento; hasta los implementos de talla extra grande no podían resistir la fricción creada por el incontenible afro. Aún más desconcertante, Gamble usualmente tenía un mal caso de “cabello ensombrerado”, su afro sufría severas marcas de la suave gorra que usaba en el terreno y el casco que usaba en el plato. Las gorras y cascos simplemente no se ajustaban apropiadamente a su afro, el más grande cualquier pelotero en las Grandes Ligas y rivalizaba con las cabelleras de de la American Basketball Association. (Los viejos seguidores de la ABA podrían recordara Darnel Hillman, el poderoso alero de los Pacers de Indiana cuyo cabello lo hacia parecer dos o tres centímetros más alto). El problema llegó a tales extremos en 1975 que Gamble hizo un concurso para preguntarle a los aficionados por recomendaciones de cómo usar sus gorras. “Estamos abiertos a todas las sugerencias, excepto el corte de cabello”, informó Gamble al longevo periodista deportivo de Cleveland, Bob Sudyk. Gamble también adquirió una colorida reputación por otras razones durante su estadía en los Indios. Los medios de Cleveland lo reconocían como el pelotero de ropas más vistosas de los Indios. Gamble una vez usó un patriótico par de pantalones a cuadros rojos, blancos y azules, rematados con zapatos rojos de plataforma. Estando con los Indios, Gamble también abrió una discoteca en 1976, aunque le confió las operaciones diarias del club a sus hermanos. Como miembro de los Indios, Gamble también desarrolló la reputación de tener una actitud cuestionable. Frecuentemente refunfuñaba por la falta de tiempo de juego, algunas veces se quejaba por ser dejado en el banco ante lanzadores zurdos. Por lo menos un crítico consideró a Gamble deshonesto. “Él habla de querer jugar”, le dijo un pelotero anónimo de los Indios a Phil Pepe del New York Daily News, “pero cuando le dan la oportunidad, actúa como si no quisiera jugar”. Por su parte, Gamble catalogó la crítica como fuera de orden y parcialmente motivada por su apariencia y raza. “Si, la gente siempre me pregunta por mi cabello. Me gustaba, pero entiendo que eso me causó una mala reputación”, dijo Gamble al Sporting News en 1979. “La gente miraba el cabello y pensaba que yo era un tipo malo. Había unos periodistas que ni siquiera me hablaban. Pensaban que yo era algún tipo de militante con mi barba y mi cabello”. En realidad, Gamble era cualquier cosa menos militante. Era amante de la diversión, llevadero y accesible. Esas cualidades se hicieron evidentes a los periodistas de Nueva York luego que los Indios lo cambiaran a los Yanquis por el pitcher derecho Pat Dobson. Pero antes que Gamble pudiera vestir oficialmente las rayas tuvo que remover algo de su cabello. George Steinbrenner ordenó un corte de cabello para mantener a Gamble dentro de las rígidas regulaciones de apariencia en el equipo. Cabello largo y barba simplemente no eran aceptados en Nueva York. Steinbrenner ordenó al director de relaciones públicas del equipo, Marty Appel, planificar un corte de cabello. Gamble se convirtió en uno de los Yanquis más citados, a menudo daba sus respuestas de una manera más prolongada que la vida. En el terreno, aportó a los Yanquis un esperado nivel de poder; bateó 17 jonrones en 340 turnos al bate, mientras usaba su estilo de bateo profundamente agachado en el cual parecía enfrentar las gradas del jardín derecho de Yankee Stadium. Gamble emergió como un pelotero importante para los Yanquis de 1976, quienes llegaron a la Serie Mundial antes de caer ante la Gran Maquinaria Roja en una barrida de cuatro juegos. Luego de la temporada, la firma del agente libre Reggie Jackson hizo a Gamble disponible, y luego negociable, cuando la necesidad de un campocorto influenció el cambio de Gamble por Bucky Dent con los Medias Blancas de Chicago durante la primavera de 1977. Mientras el cambio le negaría a Gamble la oportunidad de jugar para un equipo de campeonato mundial, le abriría una gran oportunidad en su carrera. El verano de 1977 se convirtió en uno memorable para Gamble. Como uno de los tipos vitales de un equipo de los Medias Blancas que era conocido como los “South Side Hit Men”, Gamble despachó 31 jonrones y agenció un porcentaje de slugging de .588. Aunque todavía vio su tiempo de juego limitado a 51 turnos al bate contra pitchers zurdos, participó en casi cada juego en el cual abría un pitcher derecho. El tiempo para la mejor temporada de su carrera no pudo haber llegado en mejor momento, Gamble sería elegible para la agencia libre al final de la temporada. Gamble disfrutaba jugar en Comiskey Park, pero el dueño de los Medias Blancas, Bill Veeck, no tenía el dinero para firmarlo con un contrato largo. Gamble tomó el libre mercado y se fue a jugar con los Padres de San Diego, quienes lo recompensaron con un lucrativo contrato multianual. Desde un punto de vista financiero, Gamble no pudo haberlo hecho mejor. En términos de beisbol, Gamble lo pudo haber hecho mejor firmando con una de los dos nuevos equipos de expansión, Marineros de Seattle o Azulejos de Toronto. Al tener dificultades para ajustarse a los pitchers de la Liga Nacional y encontrar que el Jack Murphy Stadium no favorecía su bateo de poder, Gamble se desdibujó durante la primera parte de la temporada. Los Padres se sintieron tan insatisfechos que cambiaron a Gamble luego de una temporada, lo enviaron a los Rangers de Texas como parte de un cambio por Mike Hargrove. Gamble encajó bien en el clubhouse de los Rangers donde coexistía un número de otros espíritus libres y personajes pintorescos. Mucho más a gusto en la Liga Americana, Gamble recuperó su bateo de poder, aunque nunca más regresó al nivel de números de slugging que había logrado durante su temporada pico en Chicago. Los días de Gamble con los Rangers no duraron mucho, a pesar de que estaba bateando .355 con el equipo. El 1 de agosto, se encontró de nuevo en una mudanza. Buscando reconstruir durante una temporada desastrosa, los Yanquis enviaron a Mickey Rivers, otro favorito de este autor, a Texas. Como parte del paquete de compensación, los Yanquis recibieron a Gamble, quién ahora era un bateador más inteligente y paciente. (Durante su carrera, Gamble recibió más boletos que ponches, usualmente un buen indicador de un bateador habilidoso). Al no ser cuestionado más por su actitud, Gamble era bien estimado por los aficionados y compañeros durante su segunda estadía en el Bronx. Era conocido como “The Big O”, un apodo supuestamente ideado por el narrador de los Yanquis Phil Rizzuto. Aunque Rizzuto probablemente nunca lo pensó así, el apodo se prestaba para un hilarante doble sentido que no solo se refería al nombre de Oscar sino que también tenía connotaciones sexuales. Por su parte, Gamble empezó a llamarse “Ratio Man” debido a su tendencia a batear muchos jonrones en pocos turnos al bate. Gamble mantuvo su popularidad en Nueva York hasta la primavera de 1982, cuando vetó un cambio que lo hubiese enviado junto al primera base Bob Watson y el joven pitcher derecho Mike Morgan a los Rangers por Al Oliver. Los compañeros de equipo entendieron su decisión, pero el veto de Gamble enfureció a Steinbrenner, quién había buscado por mucho tiempo los servicios de Oliver. “El Jefe” llevó la molestia a tal grado que algunos periodistas sintieron que él ordenó al manager Billy Martin limitar el tiempo de juego de Gamble como una forma de castigo. A pesar del tratamiento rudo desu dueño, Gamble mantuvo su siempre presente sonrisa antes de regresar eventualmente a los Medias Blancas, donde permaneció hasta su retiro en 1985. Gamble no ha trabajado en el beisbol organizado desde entonces, pero ha pasado algún tiempo enseñando el juego a nivel juvenil. Él también asesora jóvenes peloteros quienes tienen aspiraciones de jugar profesionalmente. Y para aquellos quienes se lo preguntan, Gamble ha perdido la mayor parte del afro que alguna vez mantuvo diligentemente. Por esos azares del destino, Oscar Gamble es presa de la ironía al ser ahora completamente calvo. Sobre Bruce Markusen. Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning en el National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A’s, el cual fue premiado con la Medalla Seymour de SABR. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 6 de julio de 2015

Cooperstown Confidencial: Danny Murtaugh y el Salón de la Fama

04-12-2009. Bruce Markusen. Whitey Herzog, Davey Johnson y Billy Martin han recibido la mayoría de los titulares entre los managers listados en la votación del Salón de la Fama de este año, pero ninguno tiene mejores argumentos para llegar a Cooperstown que un amigo menos publicitado. Entre todos los antiguos managers listados para la votación del Comité de Veteranos, el difunto Danny Murtaugh tiene tantos méritos como cualquiera. Ya puedo oir los argumentos contra Murtaugh. “¿Murtaugh, no era el tipo quien parecía dormido en el dugout?” O, hay uno que se ha convertido en un refrán común recientemente: “Murtaugh no se siente como un inquilino del Salón de la Fama”. Esos tipos de reacciones ocurrirán cuando el manager es más retraído que fiero, no se autopromociona, y pasa su carrera entera dirigiendo un equipo de mercado pequeño. Pero una mirada más detallada de Murtaugh, en términos de logros estadísticos y testimoniales y apoyo anecdótico, provee un retrato mucho más nítido. Para determinar los méritos de un manager para el Salón de la Fama, tres medidas estadísticas me parecen las más importantes. Ellas no deben ser consideradas como la palabra final en la candidatura de un manager, pero si una simple herramienta para suministrar una idea de la carrera de un manager. Estas medidas incluyen el número de campeonatos mundiales, el número de presencias en los playoffs relacionado al número de temporadas dirigidas, y el porcentaje de juegos ganados del manager en la temporada regular. Murtaugh tiene buenos números en las tres categorías: Campeonatos Mundiales: Ganar una Serie Mundial es dificil. Para los managers, ganar varios campeonatos mundiales es muy duro. (Pregúntenle a los seguidores de Herzog, Johnson y Martin, quienes ganaron una Serie Mundial) Solo ocho managers han ganado tres o más Series Mundiales. De esos ocho, siete están en el Salón de la Fama. El octavo, Joe Torre, se les unirá dentro de poco luego de retirarse como manager. Trece managers han ganado exactamente dos Series Mundiales, incluyendo a Murtaugh. De esos, seis son miembros del Salón de la Fama (Frank Chance, Bucky Harris, Tommy Lasorda, Bill McKechnie, Billy Southworth y Dick Williams). De los siete que no están en el Salón de la Fama, tres aún están activos (Terry Francona, Cito Gaston y Tony LaRussa). Eso deja a cuatro hombres por examinar: Bill Carrigan (quien tuvo un porcentaje vitalicio de ganados y perdidos por debajo de .500), Ralph Houk, Tom Kelly (cuyas marcas vitalicias también estuvieron por debajo de .500), y Murtaugh. Así que Murtaugh tiene una compañía muy rara. Y aunque un mínimo de dos campeonatos mundiales no debería garantizarle a nadie un lugar en Cooperstown (13 de 21 lo han conseguido hasta ahora), al menos da para tomarlo en cuenta. Quizás Murtaugh también debería recibir algún crédito extra por el tipo de campeonatos mundiales que ganó como manager. En 1960 y 1971, los Piratas llegaron a la Serie Mundial como potenciales víctimas de los Yanquis y los Orioles, respectivamente. A pesar de desventajas iniciales en la Serie, estaban abajo dos juegos a uno en cada Serie, los equipos dirigidos por Murtaugh remontaron, para completar dos de las sorpresas más impresionantes en la historia de la Serie. Frecuencia de postemporada: Como la carrera de Murtaugh estuvo dividida entre la liga y los formatos divisionales, tenemos que ser cuidadosos con eso. Después de todo, desde 1969 hasta el presente, se ha hecho más fácil llegar a la postemporada que para aquellos managers quienes trabajaban en los días anteriores a que fueran creadas las cuatro divisiones. De los 19 hombres que han sido al Salón de la Fama como managers, seis tuvieron carreras que incluyeron períodos significativos desde 1969 en adelante. Comparemos a Murtaugh con este “Super sexteto”. Manager: Apariciones en postemporada/ temporadas totals. Porcentaje Earl Weaver (seis de 17) 35 por ciento. Tommy Lasorda (cinco de 21) 33 por ciento. Danny Murtaugh (cinco de 15) 33 por ciento. Walter Alston (siete de 23) 30 por ciento. Sparky Anderson (siete de 26) 27 por ciento. Dick Williams (cinco de 21) 24 por ciento. Leo Durocher (tres de 24) 13 por ciento. A Murtaugh le va bien entre los managers de este grupo. Solo está por debajo de Weaver, está igualado con Lasorda (quien lo aventaja en longevidad), y se clasifica por delante de pesos pesados como Alston y Anderson. Murtaugh resiste el cotejo con los managers establecidos en el Salón de la Fama. Porcentaje de victorias: Al acumular 1.115 triunfos en 15 temporadas, Murtaugh compiló un porcentaje de victorias de .540. ¿Cómo se compara eso con los managers del Salón de la Fama? Si lo ponemos en una lista con los 18 managers de Grandes Ligas que están en el Salón (excluyendo al gran Rube Foster de la Ligas Negras), Murtaugh clasificaría décimo en porcentaje, justo en el medio. Murtaugh está detrás de leyendas como Joe McCarthy, John McGraw y Miller Huggins, quienes forman el primer pelotón de managers del Salón de la Fama. Pero Murtaugh está por delante de luminarias como Lasorda, Williams, Bill McKechnie y Casey Stengel. Habiendo considerado todo, Murtaugh no se clasifica ten bien como lo hizo en frecuencia de postemporada, pero aún está por encima de la mitad del grupo. Todo bien, es suficiente de números. Ahora vamos con el material divertido. El impacto de cualquier manager puede ser medido solo en parte por los logros estadísticos. Otros factores, más subjetivos y anecdóticos, necesitan ser considerados. ¿Logró el manager un clubhouse cohesivo? ¿Sus equipos mejoraron en relación al trabajo del manager anterior? ¿Hizo el manager cambios positivos? ¿Fue innovativo? ¿Cambió el juego de alguna manera? Cuando Murtaugh asumió la dirección de los Piratas a mediados de la temporada de 1957, la franquicia estaba fracturada, en parte debido al resentimiento entre los peloteros blancos y las pocas minorías del equipo. Murtaugh cambió rápidamente la cultura del dugout, unificó el equipo y produjo resultados positivos inmediatamente. Al hacerse cargo de un equipo que había dejado marca de 36-67 con Bobby Bragan, Murtaugh guió a los Bucaneros a un record de 26-25 en el resto del trayecto. El giro continuó la siguiente temporada, Murtaugh dejó marca de 84-70 en su primera temporada completa como manager. La fuerte influencia de Murtaugh alcanzó su pico dos años después, cuando los Piratas ganaron el banderín de la Liga Nacional con 95 victorias antes de sorprender a los poderosos Yanquis en la Serie Mundial. Los Piratas desmejoraron mucho en tres de las siguientes cuatro temporadas, lo cual terminó con la renuncia de Murtaugh por motivos de salud luego de la temporada de 1964. Él regresaría a los Piratas en tres ocasiones distintas, el equipo mejoró en dos de ellas. Cuando Murtaugh se encargó de los Piratas para su tercera estadía en 1970, él sustituyó a Larry Shepard, cuyo período había estado marcado por las peleas internas. Murtaugh tuvo éxito en convertir un clubhouse dividido en otro más familiar. Como escritor, Jimmy Cannon describió así a los Piratas: “Fue un equipo corcoveante bajo Harry Walker y Larry Shepard. Los peloteros no se llevaban bien. Se quejaban y estaban divididos en facciones beligerantes. Pero Murtaugh parece haberlos apaciguado. Ya no hay más tensión”. La tercera estadía de Murtaugh en Pittsburgh también trajo la resolución de una de sus pocas fallas como manager. Durante sus primeros dos períodos en Pittsburgh, Murtaugh había tenido dificultades en su relación con Roberto Clemente. Al creer que Clemente era hipocondríaco, a menudo cuestionaba la severidad de sus lesiones. Como resultado, Clemente llegó a desconfiar de Murtaugh. Hacia finales de la temporada de 1970, Murtaugh y Clemente habían alcanzado una coexistencia pacífica. Aunque todavía no eran amigos cercanos, los dos hombres llegaron a entender la importancia de cada cual. Murtaugh reconoció a Clemente como el líder del clubhouse, un reconocimiento que facilitó más el trabajo del manager. Empezó a confiar más en Clemente, sabía que este podía transmitir mensajes importantes al resto de los peloteros. La otra estrella residente de los Piratas siempre a considerado a Murtaugh como un aliado. En una reveladora entrevista con el Newark Star Ledger, Willie Stargell elogió a Murtaugh como un manager ejemplar. “Si yo fuera manager”, dijo Stargell, “Danny Murtaugh es el tipo de manager que quisiera ser. Él no pide respeto; lo practica. Sabe como manejar a los peloteros, sacar lo mejor de ellos. No habla mucho, pero cuando lo hace, le escuchas porque sabes que es importante”. Hasta el más controversial de los Piratas apoyaba a Murtaugh de todo corazón incluyendo el tema de la raza. “Murtaugh es un tipo bello”, le dijo el extrovertido Dock Ellis una vez a la revista Sport. “Bello. Ganador. Eso es todo lo que le importa. Nada más. No me jodas, es lo que se oye. Blanco o negro”. La actitud de Murtaugh indiferente al color de la piel pudo haber contribuído a una pieza de la historia del beisbol. El 1 de septiembre de 1971, Murtaugh puso en el terreno la primera alineación negra de las Grandes Ligas. En el momento Murtaugh trató de restarle atención al hecho, pero algunos de los Piratas con quienes he hablado creen que el manager sabía exactamente lo que hacía para armar una alineación de nueve minorías. Si es así, Murtaugh mostró un tipo de fortaleza y coraje que otros managers no tenían. Menos de un mes y medio después, esos Piratas integrados por completo concluyeron la temporada con un monumental batacazo en la Serie Mundial ante los Orioles. En términos de ser un psicólogo, un manager de los peloteros, y la figura de un padre para sus jugadores de los Piratas, Murtaugh tuvo un éxito magistral. Aún así recibió su cuota de críticas de los medios por ser muy retraído, por ser muy mano suelta en su estilo dirigencial. Pudo haber algo de legitimidad en ese argumento. Murtaugh no afrontaba el juego con la fiereza que Martin mostró en algunas de sus experiencias como manager. Él no motivaba de la manera como Williams lo hizo en Boston, Oakland o San Diego. Ni enfatizaba en el uso de las estadísticas como lo hizo Weaver con los Orioles. Aún así, Murtaugh hizo más que simplemente llenar la tarjeta de la alineación y observar como se desarrollaba el juego. Trabajaba con sus cuerpos de lanzadores los cuales carecían de abridores dominantes, Murtaugh mezcló y confrontó con maestría su bullpen en 1970 y 1971. Fue Murtaugh quién decidió convertir a Dave Giusti de abridor a relevista a tiempo completo; el especialista de la palmball emergió como uno de los mejores apagafuegos de principios de los ’70. Murtaugh también desarrolló talento en Pittsburgh; jóvenes peloteros como Willie Stargell (a principios de los ’60), Manny Sanguillén, Bob Robertson, Dave Cash, Richie Hebner y Dock Ellis se establecieron bajo su guía. En años posteriores, Dave Parker y John Candelaria emergieron bajo la mirada de Murtaugh. La mano paciente de Murtaugh con los peloteros jóvenes se convirtió en una marca registrada en sus dos últimos períodos en Pittsburgh. Para cerrar mi argumento por Murtaugh como inquilino del Salón de la Fama, me referiré a las palabras que utilicé en el final de mi libro de los Piratas de 1971. Ellas resumen mis pensamientos respecto al valor de Daniel Edward Murtaugh. “A través de su carrera, el humilde Murtaugh minimizó, quizás hasta subestimó sus destrezas dirigenciales. Mientras fue bendecido con un gran suplemento de talento durante sus distintos periodos como manager en los ’70, Murtaugh fue lo suficientemente inteligente para no minar las posibilidades de éxito de aquellos equipos de los Piratas. Y dada lo impredecible del beisbol en general, y la posibilidad de que el rendimiento de un pelotero pueda fluctuar de un año a otro, la marca de los Piratas con Murtaugh de hecho es un testamento a su habilidad para sacar lo mejor de sus peloteros. El ‘Irlandés Silbador’ nunca sobredirigió, y sus equipos raramente decepcionaron”. References & Resources The Team That Changed Baseball, by Bruce Markusen The Bill James Guide to Baseball Managers, by Bill James Sobre Bruce Markusen. Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning en el National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A’s, el cual fue premiado con la Medalla Seymour de SABR. Traducción: Alfonso L. Tusa C.