viernes, 25 de noviembre de 2016

Ralph Branca, Quien recibió el “batazo que se oyó alrededor del mundo”, fallece a los 90 años.

Richard Goldstein. The New York Times. 23-11-2016. Ralph Branca el pitcher quien tuvo tres temporadas seguidas como integrante del equipo todos estrellas con los Dodgers de Brooklyn pero a quien no se le permitió olvidar un lanzamiento que los aplastó, falleció temprano este miércoles 23 de noviembre en Rye Brook, N.Y. La imperdonable ofensa de Branca (al menos para los fanáticos de los Dodgers) ocurrió la tarde del 3 de octubre de 1951, cuando, en un juego final con los Gigantes de Nueva York para dilucidar el campeonato de la Liga Nacional, él hizo un envío ante el cual Bobby Thomson descargó el electrizante (al menos para los fanáticos de los Gigantes) jonrón ganador del banderín, el “batazo que se oyó alrededor del mundo”, probablemente el más memorable de la historia del beisbol. Los Dodgers habían estado en el primer lugar con ventaja de 13.5 juegos a mediados de agosto, pero los Gigantes habían remontado para empatar el liderato en el fin de semana final de la temporada. “Un tipo comete asesinato y es perdonado 20 años después”, dijo una vez Branca en un juego de viejas glorias. “Yo nunca fui perdonado”. Su hija Patti Barnes dijo que él fue declarado muerto poco despues de la medianoche en un centro de rehabilitación cercano a su hogar. En los anales del beisbol el jonrón de Thomson ha sido preservado en ámbar. Est{a al lado de la despedida de Lou Gehrig en Yankee Stadium, el juego perfecto de Don Larsen en la Serie Mundial y “la Atrapada” espectacular de Willie Mays de espaldas al plato, corriendo hacia la zona de seguridad durante un juego de Serie Mundial en Polo Grounds, tres años después del “batazo” de Thomson. Ese batazo también fue inmortalizado en la literatura estadounidense por Don DeLillo, quien inició su novela de 1997, “Underworld”, con una recreación lírica de ese miércoles en Coogan’s Bluff, la cual se hace eco de la incrédula narración del locutor radial Russ Hodges mientras la pelota viaja hacia la cerca y pasa sobre el jardinero izquierdo de los Dodgers Andy Pafko, para terminar, en medio de un pandemonio, con la eufórica y repetida declaración, “¡Los Gigantes ganan el banderín!” “Pafko llega hasta la pared”, escribió DeLillo. “Entonces miró hacia arriba. La gente piensa donde está la pelota. El instante fugaz, la fracción de segundo que dura un suspiro. Y Cotter se para en la sección 35 y mira a la pelota venir hacia él. Él siente que su cuerpo se mueve para fumar. Pierde la visión de la pelota cuando esta sube por encima del techo y él piensa que aterrizará en el primer piso. Pero antes que pueda sonreir o gritar o golpear a su vecina en el antebrazo. Ante que el momento lo pueda impactar, la pelota aparece de nuevo, se puede diferenciar las costuras en la rotación, así de cerca se estrelló, golpeando un pilar y rebotando por todas partes. “Russ siente la multitud a su alrededor, un temblor avanza a través de la tribuna, y entonces grita en el micrófono y hay un estallido de color y movimiento, un choque que ocurre hacia arriba y a todo lo ancho del estadio, manos y rostros y camisas, bandas de hombres saltando, y él está gritando, su voz tiene un poder que él pensaba había perdido hacía tiempo, esta puede levantar el tope de su cabeza como un cohete de cartón. “Él dice, ‘Los Gigantes ganan el banderín’”. En cuanto al desafortunado pitcher, DeLillo escribió: “Branca se voltea y toma la bolsa de la pezrrubia y la bataquea, ahora se dirige al clubhouse, sus hombros están inclinados, empieza el largo y tortuoso camino. Caen papeles por todos lados”. Branca, un derecho quien había Ganado 13 juegos en la temporada regular, había inciado y perdido el primer juego de la serie de playoff a tres encuentros, recibió cuadrangulares de Thomson y Monte Irvin en la victoria de los Gigantes 3-1 en Ebbets Field. Pero los Dodgers ganaron el juego siguiente en casa de los Gigantes, el Polo Grounds en Upper Manhattan, lo cual sirvió la escena para el emotivo desafío. Los Dodgers llegaron ganando 4-1 al cierre del noveno inning con su pitcher abridor Don Newcombe, quién seguía en el montículo. Entonces los Gigantes atacaron, anotaron una carrera y pusieron hombres en segunda y tercera con un solo out. Thomson, quien había bateado 31 jonrones esa temporada, venía a batear. El manager de los Dodgers, Charlie Dressen, telefoneó a su bullpen, donde el coach, Clyde Sukeforth, observaba calentar a Branca y a Carl Erskine, otro de los piotchers estelares del equipo. Dressen preguntó quien estaba listo. Erskine solo había lanzado una curva, le dijo Sukeforth al manager. Dressen pidió a Branca. Branca lanzó una recta, y Thomson aguantó un strike. Branca, lanzó una segunda recta, esta alta y quizás algo adentro. La pelota saltó del bate de Thomson en línea hacia la pared verde de cinco metros de altura del jardín izquierdo. “Baja, baja, baja”, dijo Branca en su mente. Hodges, el locutor de los Gigantes, hizo la narración: “Es un batazo largo…creo que se va… ¡los Gigantes ganan el banderín! ¡Los Gigantes ganan el banderín! ¡Los Gigantes ganan el banderín! ¡Los Gigantes ganan el banderín! Thomson había despachado un jonrón de tres carreras para darle a los Gigantes una victoria” 5-4, y coronar una carrera por el banderín conocida como “el milagro de Coogan’s Bluff” para darles el boleto a la Serie Mundial contra los Yanquis. (En esa serie, los Yanquis ahogaron las esperanzas de título de los Gigantes en seis juegos). Luego de la derrota, Branca se sentó en los escalones de madera del clubhouse, con la cabeza gacha y los hombros encogidos. En el estacionamiento de Polo Grounds, su prometida, Ann Mulvey, la hija de James y Dearie Mulvey, dueños parciales de los Dodgers, había estado esperando por él. Estaba acompañada de su sobrino, el reverendo Pat Rowley, un cura jesuita. Cuando Branca salió, le preguntó al padre Rowley, “¿Por qué yo?” El padre le respondió, “Ralph, Dios te escogió porque que sabía que eras lo suficientemente fuerte para cargar esa cruz”. Branca asumió esa carga sin quejarse aun después de saber pocos años después que los peloteros de los Gigantes habían estado robándose las señas de los pitcheos buena parte de la temporada de 1951 mediante un esquema en el cual los Gigantes usaban un telescopio desde el clubhouse de Polo Grounds. Los detalles del robo de señas fueron revelados públicamente por Joshua Prager en The Wall Street Journal en 2001 y en su libro “The Echoing Green” de 2006. Thomson, quién falleció a los 86 años de edad en agosto de 2010, siempre mantuvo que él no fue informado de que Branca lanzaría una recta en lo que se convirtió en el pitcheo del dramático jonrón. Pero Branca estaba convencido de lo contrario. “Cuando te robas las señas todo el año, y cuando tienes la oportunidad de conectar un batazo largo o un jonrón, ¿ignorarías esas señas? Dijo Branca en una entrevista semanas antes de la muerte de Thomson. “Él sabía lo que yo iba a lanzar. Seguro”. Ralph Theodore Joseph Branca nació el 6 de enero de 1926, en Mount Vernon, N.Y., fue el décimoquinto de 17 hijos de John Branca, un conductor de tranvía, y su esposa, Katherine. Despues de pitchear en su primer año en la New York University en la primavera de 1944, debutó con los Dodgers en junio. De contextura espigada, con una recta resaltante, Branca brilló en 1947 cuando tuvo marca de 21-12. Tuvo marcas de 14-9 y 13-5 las siguientes temporadas, lo cual lo llevó al equipo de estrellas esos tres años. Luego de una temporada negativa en 1950, él rebotó para agenciar marca de 13-10, hasta esa serie de playoff con los Gigantes. Branca tuvo más infortunio en el entrenamiento primaveral de los Dodgers en 1952. Una silla donde estaba sentado sobre la punta de las patas traseras, se resbaló en un piso recién pulido y se cayó de espaldas sobre una botella de refresco. Se golpeó la espalda, la pelvis y eso afectó el movimiento de sus piernas. Nunca recuperó su forma, solo ganó 12 juegos más con los Dodgers, los Tigres de Detroit, Yanquis y Dodgers de nuevo, terminó su carrera en 1956 con marca de 88-68. Branca rechazó las especulaciones de que el jonrón de Thomson había afectado su psique. “Ellos decían que el jonrón de Bobby era un trauma que yo no podía superar”, le dijo a Sports Illustrated 40 años después. “Eso es ridículo. Si practicas deportes, sabes que vas a perder algunos juegos”. Despues de retirarse del beisbol, Branca se convirtió en agente de seguros y fue presidente del Baseball Alumni Team, el cual provee ayuda financiera a los beisbolistas necesitados. Branca y sus 16 hermanos y hermanas fueron criados católicos. Pero en 2011, Prager, el autor del libro sobre el jonrón de Thomson, le dijo a Branca que una investigación genealógica había determinado que su madre, quién llegó a Estados Unidos desde Hungría a los 16 años de edad, nació judía, que su nombre de pila era Kati Berger, y que dos de sus hermanos habían fallecido en campos de concentración. De acuerdo a la ley judía tradicional, Branca y sus hermanos eran judíos. “Tal vez por eso Dios estaba molesto conmigo, porque no practicaba la religión de mi madre”, Prager citó a Branca diciendo con una sonrisa que quizás había encontrado una nueva reflexión sobre su destino en el beisbol. “Él me hizo lanzar ese envío de jonrón. Me hizo lesionarme el año siguiente”. Antes de entrar al hogar de cuidados, Branca vivía en el Westchester Country Club de Rye, NY. Además de su hija Patti, le sobrevive su esposa Ann; otra hija, Mary Ellen Valentine; y tres nietos. Ms. Valentine está casada con Bobby Valentine, el antiguo pelotero y manager quien se hizo comentarista y ahora es director de deportes en Sacred Heart University en Fairfield, Conn. De sus 16 hermanos, Branca era el último sobreviviente. A través de los años, Branca apareció con Thomson en juegos de viejas glorias, cenas de beisbol y cruceros. Ellos lograron una porción de sus ganancias de sus apariciones conjuntas para caridad y se hicieron amigos. Y Branca se resignó a ser conocido como un chivo expiatorio clásico de la historia del beisbol. “Nadie recuerda que gané 21 juegos a los 21 años”, dijo él una vez. “Nadie recuerda que a los 25 años, yo tenía 75 triunfos. Todo lo que recuerdan es el jonrón”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.