jueves, 31 de julio de 2014

El triunfo de Hank Greenberg sobre el discurso de odio

Michael Beschloss. 25-07-2014. The New York Times En un campo de beisbol de Illinois central en 1931, un jugador de ligas menores de 20 años llamado Hank Greenberg fue vejado por el tercera base del equipo rival con insultos anti-semita, lenguaje que en 2014 llamaríamos discurso de odio. Cuando Greenberg no pudo resistir más a las provocaciones, las cuales eran apoyadas por una multitud airada y feroz, confrontó al tercera base y fue sacado del estadio con protección policial. Luego Greenberg dijo que lo había asustado mucho el ambiente hostil. Greenberg nació en Greenwich Village de New York, media un poco menos de 1.83 m. pasó la mayor parte de su carrera de Grandes Ligas como primera base de los Tigres de Detroit. Bateó 58 jonrones en 1938, a solo dos del record de Babe Ruth en 1927, dos veces fue escogido como jugador más valioso de la Liga Americana. Logró esto a pesar de cargar con la recurrente aura de "Asesino de Cristo" y otros insultos antisemitas. "En cada estadio que iba, había alguien en las tribunas que pasaba toda la tarde diciéndome barbaridades", recordó Greenberg en una historia oral en 1980. "Si estás teniendo un buen día", dijo él, "no le prestas atención. Pero se estás teniendo un mal día, de pronto se siente un ardor bajo el cuello de la camiseta. Antes había existido peloteros judíos destacados, pero en los años '30, Greenberg era de lejos el más exitoso. (Fue el pelotero judío más famoso hasta el surgimiento de sandy Koufax, quién, como Greenberg, no jugaba en Yom Kippur). Greenberg luego reconoció que, en contraste a los afroamericanos, los judíos nunca habían sido vetados sistemáticamente de Major League Baseball.Ni, añadió él, hubo peloteros judíos que resistieran el aumento de amenazas de asesinato como aquellas hechas contra Jackie Robinson cuando llegó a las mayores. Pero Greenberg tenía que saber que siempre había el peligro de que alguno de los fanáticos anti-semitas de las tribunas podría un día tornarse violento contra él. Los años '30 fueron el pico no solo de la carrera de Greenberg sino tambien de la rabia anti-semita en los Estados Unidos. Temiendo algunas de las repercusiones sociales de la gran depresión y de la batalla política de enfrentar a Adolfo Hitler, el Presidente Franklin Roosevelt le advirtió en privado a un amigo que si un demagogo como Huey Long (el gobernador de Louisiana y senador quién fuera asesinado en 1935) incitaba al odio contra los judíos, "podría haber más sangre en las calles de Nueva York que en las de Berlin". Greenberg jugaba para un equipo cuya ciudad, Detroit, era compartida por dos de los anti-judíos más famosos de esa era: la estrella de la radio Padre Charles Coughlin, y el magnate automotriz Henry Ford, el una vez editor del notoriamente anti-semita Dearborn Independent y de un folleto llamado "The International Jew: The World's Foremost Problem". En la mayoría de sus 12 años en las mayores (él interrumpió su carrera para combatir en Asia durante la segunda guerra mundial), Greenberg mostró un rechazo dignificado a perder la compostura. Su biografo Mark Kurlansky sentía que Greenberg llegó a entender que "las demostraciones públicas de odio solo provocarían a los anti-semitas y no le traerían respeto ni paz". Aún así, luego de un juego, Greenberg se quitó los zapatos, se dirigió al clubhouse de los Medias Blancas de Chicago y declaró que quería ver de frente al pelotero que lo insultó al decir "pararse en la planta de sus pies". Greenberg participó al menos en una temprana prefiguración de las penas modernas para el discurso de odio. Durante la Serie Mundial de 1935 contra los Tigres, como recordó Greenberg, los miembros de los Cachorros de Chicago lo llamaban en voz alta "judio esto y judío lo otro". Pocas semanas después de la conmoción que siguió a la acción del árbitro al tratar de detenerlos, el comisionado de beisbol, el ex juez Kenesaw Mountain Landis, multó a tres peloteros de los Cachorros con 200 $ cada uno (aproximadamente 3480 $ actuales) por usar "lenguaje vil e impublicable". Aunque muy moletso porque el árbitro también había sido multado, Greenberg respaldó la sanción. Cuando Greenberg se retiró del beisbol en 1947, él sabía que se había convertido en un símbolo de como los judíos se estaban moviendo dentro de la realidad estadounidense. "Cada jonrón que bateaba", dijko una vez, "era un jonrón contra Hitler". Aunque era un judío no practicante que consideraba su religión "un accidente de nacimiento", Greenberg dijo al final de su vida (falleció en 1986) que estaba sorprendido de "querer ser recordado no solo como un gran pelotero sino más aún como un gran pelotero judío". El compañero de equipo de Greenberg, Birdie Tebbetts observó, "No hubo nadie en la historia del juego quién recibiera más abusos que Greenberg, a menos que fuese Jackie Robinson". Robinson, el primer afroamericano en jugar en la era moderna de las Grandes Ligas, llegó a los Dodgers de Brooklyn el mismo año que Greenberg se retiró. "Ellos se mantendrán provocando a Jackie", dijo Greenberg a un reportero ese año, "y el responderá forzándose a jugar por encima de sus pensamientos". Al hablar de su experiencia propia, Greenberg predijo, "Mientras más lo provoquen, más se incentivará él". Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 29 de julio de 2014

El amor de la familia punto común entre los elegidos al Salón de la Fama.

Maddux, Glavine, Thomas cada uno grandemente influenciados por mamá y papá Phil Rogers. MLB.com. 27-07-2014. Cooperstown, N.Y. -Para casi todos nosotros, comienza de la misma forma. Mamá o papá nos dá un bate y una pelota, tal vez hasta un guante. No animan a salir a jugar y nos observan a ver que pasa. Nunca se sabe.Esa es la mejor parte del beisbol, tanto si son los mejores jugadores del mundo o los muchachos de tu cuadra. Algunas veces eres una estrella de la Pee Wee League, y atesoras el logo del uniforme por el resto de tu vida. Pero si tienes suerte, dedicado y con muchas destrezas, puedes terminar en un campo de grama al norte de la zona metropolitana de Nueva York, para ingresar al Salón de la Fama. De cualquier forma, cuando miras atrás, piensas en las personas que te metieron en el juego. El lazo eterno entre los padres y el beisbol fue un tema central en las inducciones de este domingo, como siempre lo es que el Salón recibe nuevos miembros. "No estuviera parado hoy aquí si no fuese por toda la gente positiva que he tenido en mi vida", dijo Greg Maddux. "Cuando tenía 6 años, mi papá, Dave, fue mi primer entrenador. Me enseñó a disfrutar el juego. Nos bateaba a mi hermano Mike y a mi incontables roletazos cada día luego del trabajo, y eramos felices haciéndolo". Maddux dijo que fue bendecido de que su madre, Linda, fuese la mamá perfecta. "Ella nos llevaba a cada práctica y cada juego, y se aseguraba de que nunca llegáramos tarde", dijo él. "La amo, y ella es mi seguidora más grande". Tom Glavine, compañero de Maddux en Atlanta entre 1993 y 2003, fue estrella de dos deportes cuando era un muchacho. En su juventud en Billerica, Mass., pasaba los inviernos jugando hockey y los veranos jugando beisbol, y sus padres siempre estaban ahí. "Tenía un par de metas en mente cada vez que me ponía un uniforme", dijo Glavine. "La primera era representar el logo de la parte frontal. Eso significaba jugar duro, jugar de manera correcta y darlo todo cada vez que salía al campo... La segunda era no avergonzar el nombre en la espalda. Quería representar a mis padres con lo mejor de mi habilidad. Ellos trabajaban duro para ganarse el respeto que tenían en la comunidad, y yo quería hacer todo lo que pudiese para proteger eso". Glavine dijo que siempre supo que iba a ser un atleta profesional. "Media Roja o Bruin, no me importaba", dijo. "Idolatraba a Bobby Orr, Carl Yastrzemski, Carlton Fisk, Jim Rice. Pero mis modelos era, y siempre han sido, mis padres, Fred y Millie. Ellos me dieron las mejores dos cosas que se pueden pedir para un muchacho. Me dieron su tiempo y me dieron su ejemplo". Glavine dijo como sus padres lo disciplinaron por lanzar bolas de nieve a los carros desde el portal de la casa, y como su papá rechazó cualquier indulgencia para el egocentrismo de su hijo luego de perder un juego de hockey en sus años pre-adolescentes. "Recuerdo un juego de hockey de muchacho donde no me fue muy bien, y en el carro de vuelta a casa, mi papá quería hablar del juego", dijo Glavine. "Él no quería criticarme, solo quería conversar. Luego de un rato de comportarme poco agradable en la conversación, porque no había tenido un buen juego, mi papá me dijo algo que nunca olvidé, y de hecho lo uso con mis hijos en el presente. El dijo, 'Vas a ir al camerino del equipo con una sonrisa en tu cara, y vas a salir de ahí con otra sonrisa, o no te traigo más". Frank Thomas sin duda tuvo charlas similares con su difunto padre, Frank Sr., quién falleció por dificultades cardíacas en 2001. La muerte de su padre es una herida con la que todavía lucha, de acuerdo a su hermana, Sharon Porter. La madre de Thomas, Charlie Mae, comandó la delegación que viajó desde Columbus Ga., para la inducción. Ella ha tenido sus propios problemas de salud, que la han forzado a usar andadera y algunas veces sillas de ruedas para movilizarse, y de acuerdo a Thomas, su madre no había salido de Georgia los últimos 15 años antes del viaje a Cooperstown. En la tarima en frente de los inquilinos del Salón de la Fama y una multitud de 48000 personas. Thomas lloró como un bebé cuando habló de sus padres. Le agradeció por inculcarle sus valores y ambición. "No teníamos mucho, pero mis padres trabajaban incansablemente para mi y mis cuatro hermanos", dijo Thomas. "Frank Sr., sé que estás mirando y sonriendo desde el cielo. Sin tí, sé, por completo, que no estaría aquí en Cooperstown hoy. Gracias por animarme y siempre decirme, 'Puedes ser alguien especial si de verdad trabajas en eso'". "Me lo tomé muy en serio, papá. Míranos hoy... Mamá, gracias por tu paciencia, y por creer en la misma visión. Sé que no fue fácil, pero te agradezco por todo tu amor maternal y apoyo. Criarnos a todos fue duro, pero tú y papá se aseguraron de que lo lográramos. Ustedes lo hicieron parecer fácil para nosotros". Mientras Thomas daba rienda suelta a sus emociones, Charlie Mae mantenía las suyas controladas. "Ella fue estoíca", dijo Thomas luego de la ceremonia. "Habíamos pasado un largo rato anoche en un fiesta, ella lloró todo lo que quiso anoche. Ella dijo, 'Sé que vas a llorar tan pronto como menciones el nombre de tu padre'...No entiendes que mi padre es todo para mí. Él me empujaba cada día para ir a practicar y hacer todas esas pequeñas cosas. El vivió para sus hijos, estaba muy orgulloso de mí. Me dejé llevar por las emociones. Lo siento, pero no lo siento. Es lo que soy". Somos lo que nos han dado nuestros padres. Ellos ponen el bate y la pelota en nuestras manos, y el misterio de la vida que nadie sabe lo que viene en el futuro. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 28 de julio de 2014

Ensayos reverenciados del juego conducen a un honor de Salón de la Fama

Richard Sandomir. 26-07-2014. The New York Times. Cooperstown, N.Y., En 1980, Roger Angell escribió un retrato revelador de Bob Gibson que es uno de sus artículos de beisbol más admirados para The New Yorker. Gibson estaba en su quinta temporada de retiro, y Angell pensó que la gente podría haber empezado a olvidar que pitcher tan maravilloso y fiero, además de competidor, era él. Angell cree que Gibson le ayudó a mejorar sus oportunidades de ser elegido al Salón de la fama de béisbol, lo cual ocurrió en su primer año de elegibilidad. Cuando Angell encontró a Gibson este viernes 25 de julio en el Hotel Otesaga, reconoció que se había sentido intimidado de preguntarle a Gibson si le permitía entrevistarlo para lo que se convertiría en tres días brillantes en Omaha. "Bueno", dijo Gibson, a quien le gusta perpetuar su vieja actitud en el montículo. Angel contó la historia en la zona externa del hotel, donde estaba siendo reconocido al recibir el Premio J. G. Taylor Spink, el galardón de escritura del Salón de la Fama del béisbol. El porche impecable y el cercano lobby son como una expansiva habitación verde donde se reunen los inquilinos del Salón de la Fama antes de la ceremonia de inducción de cada año. Ernie Banks habló de los Cachorros y la filosofía. Tom Seaver conversó con el narrador Gary Thorne. George Brett hablaba animadamente con Angell. Tim McCarver, el amigo y catcher de Gibson, recordó que Gibson una vez lo había expulsado del montículo con este duro comentario: "Lo único que saber de pitcheo es cuanto te cuesta batear". Angell, 93 y delgado, se inclinaba en su bastón. Dirigiéndose a la familia reunida, periodistas deportivos, inquilinos del Salón de la Fama, colegas del presente y pasado de The New Yorker, dijo suavemente, "Esto es maravilloso". Angell a menudo es aclamado como el más grande escritor de beisbol, pero su trabajo principal era como editor de ficción para The New Yorker, el mismo trabajo que hizo su madre, Katharine White. "Ël era muy estricto sobre ser claro", dijo Charles McGrath, un antíguo escritor del The New Yorker quien contribuye en The New York Times, quien describía las observaciones monosílabas de Angell "(¡Argh!") al margen de su copia. La prosa de Angell es clara y erudita, elegante e informada; él es un aficionado con un ojo muy afilado para los detalles, un sentido del humor y una curiosidad acerca de la forma como actúan los atletas. Desde su debut como escritor de béisbol en 1962, una historia contada desde los estadios de entrenamientos primaverales de Florida: "El beisbol de Grandes Ligas de la costa oeste de Florida es un deporte primaveral jugado por los jóvenes para diversión de los viejos, una exhibición adormecida calentada por el sol celebra la juventud del año y la senectud de los aficionados". Ann Goldstein, la editora de Angell, dijo: "Su memoria para las jugadas y su habilidad para hacer una imagen metafórica es tan fuerte como siempre fue". El mes pasado, él ofreció un tributo a Don Zimmer en la página web de The New Yorker, en la cual escribió: "Él era una figura beisbolera de una época temprana: encantadoramente familiar, duro y resistente, lleno de jugadas y turnos al bate y estadísticas y anécdotas y sabiduría logrados desde decenas de miles de innings. El beisbol permanece siempre, sin cambios, o así solíamos pensar de niños, y Zimmer, sentado ahí, parecía decirnos si, tienes razón, nos vemos mañana". Angell no esperaba recibir el Premio Spink que han conseguido escritores como Ring Lardner, red Smith, Shirley Povich y Dick Young. Angel no era un reportero periodístico, ni siquiera un escritor diario y ciertamente no era mienbro de la Baseball Writers' Association of America. Llenaba sus libreta pero no tenía que convertir sus apuntes en un artículo bajo un apretado encabezado. Él tenía meses para digerir sus observaciones y entonces escribía largo, muy largo. "No tenía que escribir despues de un juego", dijo. "Eso era imperdonable". Él añadió. "Jerome Holtzman trató de incluirme", en referencia al antíguo periodista deportivo de Chicago y el premio de escritura, "pero había alguna oposición". Angell fue nominado por el capítulo de Nueva York de la organización de los periodistas de beisbol en la última década, pero el director del capítulo omitió la biografía, dijo Jack O'Connell, el secretario de la asociación. "Necesitábamos una biografía aun si todos sabían quién era él", dijo. "Era cuestión de procedimiento". Le tocó a Susan Slusser, una periodista deportiva de The San Francisco Chronicle, proponer que el capítulo Bay Area de la asociación nominara a Angel el año pasado. Ella creció como aficionada al beisbol y empezó a leer los artículos de Angel cuando tenía 8 o 9 años debido a la suscripción de su padre del New Yorker. "Uno de mis primeros libros de adulto fue 'Five Seasons'", la segunda colección de ensayos de béisbol de Angell, dijo ella, y añadió, "Todos reverenciamos el altar de Roger Angell". Cuando él aceptó el premio este sabado en Doubleday Field, Angel dijo que él coleccionó "habladores de .300 como un billonario cazando Cézannes y Matisses", tipos locuaces como Keith Hernández, Roger Craig, Bill Rigney y Dan Quisenberry. Y le dio sus gracias al beisbol, "el cual ha llegado a ser tan familiar y tan sorpresivo, tan espaciosos y tan exacto, y tan fácil de mirar y tan descorazonadoramente dificil que llenó mis cuadernos en un suspiro". Angel ya no escribe largos aertículos de béisbol para The New Yorker, solo piezas para blogs como la de Zimmer. Pero en febrero, él escribió, en distancia y con emoción, sobre su vida nonagenaria en "This Old Man". Comenzó con una descripción floja que rapidamente encontró su ruta hacia las imagenes beisboleras: "Revíseme. Los dos primeros nudillos de mi mano izquierda lucen como si hubiese trabajado para la K.G.B. No, es más como si hubiese sido el catcher del pitcher del Salón de la Fama Candy Cummings, el inventor de la curva, quién se retiró del juego en 1877. Artritis". A los 93 años, él es más viejo que el pitcher de la era de la bola muerta Smoky Joe Wood cuando Angel lo describía como "el viejo a mi izquierda" en Yale Field en 1981. El y Wood presenciaron un duelo de pitcheo entre Ron Darling de Yale y Frank Viola de St. John's, el cual fue preservado en su artículo "The Web of the Game"; hacia el final del juego, el se dio cuenta que era otra persona para haber exprimido las memorias de Wood. "Él había jugado pelota por catorce años", escribió Angell, "y la gente le había estado preguntando que hablara de eso por casi sesenta años. Para él, el último jugo y dulzor debió haberse exprimido de estos antiguos juegos hacía años,pero todavía esperaba responder a nuestra experticia amateur, nuestra insaciable curiosidad. Los viejos son vistos de la misma forma que los atletas; porque sentimos orgullo por ellos, esperamos su intimidad en retorno. Me había entrometido después de todo". Traducción: Alfonso L. Tusa C.