lunes, 28 de julio de 2014
Ensayos reverenciados del juego conducen a un honor de Salón de la Fama
Richard Sandomir. 26-07-2014. The New York Times.
Cooperstown, N.Y., En 1980, Roger Angell escribió un retrato revelador de Bob Gibson que es uno de sus artículos de beisbol más admirados para The New Yorker. Gibson estaba en su quinta temporada de retiro, y Angell pensó que la gente podría haber empezado a olvidar que pitcher tan maravilloso y fiero, además de competidor, era él. Angell cree que Gibson le ayudó a mejorar sus oportunidades de ser elegido al Salón de la fama de béisbol, lo cual ocurrió en su primer año de elegibilidad.
Cuando Angell encontró a Gibson este viernes 25 de julio en el Hotel Otesaga, reconoció que se había sentido intimidado de preguntarle a Gibson si le permitía entrevistarlo para lo que se convertiría en tres días brillantes en Omaha.
"Bueno", dijo Gibson, a quien le gusta perpetuar su vieja actitud en el montículo.
Angel contó la historia en la zona externa del hotel, donde estaba siendo reconocido al recibir el Premio J. G. Taylor Spink, el galardón de escritura del Salón de la Fama del béisbol. El porche impecable y el cercano lobby son como una expansiva habitación verde donde se reunen los inquilinos del Salón de la Fama antes de la ceremonia de inducción de cada año. Ernie Banks habló de los Cachorros y la filosofía. Tom Seaver conversó con el narrador Gary Thorne. George Brett hablaba animadamente con Angell. Tim McCarver, el amigo y catcher de Gibson, recordó que Gibson una vez lo había expulsado del montículo con este duro comentario: "Lo único que saber de pitcheo es cuanto te cuesta batear".
Angell, 93 y delgado, se inclinaba en su bastón. Dirigiéndose a la familia reunida, periodistas deportivos, inquilinos del Salón de la Fama, colegas del presente y pasado de The New Yorker, dijo suavemente, "Esto es maravilloso".
Angell a menudo es aclamado como el más grande escritor de beisbol, pero su trabajo principal era como editor de ficción para The New Yorker, el mismo trabajo que hizo su madre, Katharine White.
"Ël era muy estricto sobre ser claro", dijo Charles McGrath, un antíguo escritor del The New Yorker quien contribuye en The New York Times, quien describía las observaciones monosílabas de Angell "(¡Argh!") al margen de su copia.
La prosa de Angell es clara y erudita, elegante e informada; él es un aficionado con un ojo muy afilado para los detalles, un sentido del humor y una curiosidad acerca de la forma como actúan los atletas.
Desde su debut como escritor de béisbol en 1962, una historia contada desde los estadios de entrenamientos primaverales de Florida: "El beisbol de Grandes Ligas de la costa oeste de Florida es un deporte primaveral jugado por los jóvenes para diversión de los viejos, una exhibición adormecida calentada por el sol celebra la juventud del año y la senectud de los aficionados".
Ann Goldstein, la editora de Angell, dijo: "Su memoria para las jugadas y su habilidad para hacer una imagen metafórica es tan fuerte como siempre fue".
El mes pasado, él ofreció un tributo a Don Zimmer en la página web de The New Yorker, en la cual escribió: "Él era una figura beisbolera de una época temprana: encantadoramente familiar, duro y resistente, lleno de jugadas y turnos al bate y estadísticas y anécdotas y sabiduría logrados desde decenas de miles de innings. El beisbol permanece siempre, sin cambios, o así solíamos pensar de niños, y Zimmer, sentado ahí, parecía decirnos si, tienes razón, nos vemos mañana".
Angell no esperaba recibir el Premio Spink que han conseguido escritores como Ring Lardner, red Smith, Shirley Povich y Dick Young. Angel no era un reportero periodístico, ni siquiera un escritor diario y ciertamente no era mienbro de la Baseball Writers' Association of America. Llenaba sus libreta pero no tenía que convertir sus apuntes en un artículo bajo un apretado encabezado. Él tenía meses para digerir sus observaciones y entonces escribía largo, muy largo.
"No tenía que escribir despues de un juego", dijo. "Eso era imperdonable".
Él añadió. "Jerome Holtzman trató de incluirme", en referencia al antíguo periodista deportivo de Chicago y el premio de escritura, "pero había alguna oposición".
Angell fue nominado por el capítulo de Nueva York de la organización de los periodistas de beisbol en la última década, pero el director del capítulo omitió la biografía, dijo Jack O'Connell, el secretario de la asociación. "Necesitábamos una biografía aun si todos sabían quién era él", dijo. "Era cuestión de procedimiento".
Le tocó a Susan Slusser, una periodista deportiva de The San Francisco Chronicle, proponer que el capítulo Bay Area de la asociación nominara a Angel el año pasado. Ella creció como aficionada al beisbol y empezó a leer los artículos de Angel cuando tenía 8 o 9 años debido a la suscripción de su padre del New Yorker.
"Uno de mis primeros libros de adulto fue 'Five Seasons'", la segunda colección de ensayos de béisbol de Angell, dijo ella, y añadió, "Todos reverenciamos el altar de Roger Angell".
Cuando él aceptó el premio este sabado en Doubleday Field, Angel dijo que él coleccionó "habladores de .300 como un billonario cazando Cézannes y Matisses", tipos locuaces como Keith Hernández, Roger Craig, Bill Rigney y Dan Quisenberry. Y le dio sus gracias al beisbol, "el cual ha llegado a ser tan familiar y tan sorpresivo, tan espaciosos y tan exacto, y tan fácil de mirar y tan descorazonadoramente dificil que llenó mis cuadernos en un suspiro".
Angel ya no escribe largos aertículos de béisbol para The New Yorker, solo piezas para blogs como la de Zimmer. Pero en febrero, él escribió, en distancia y con emoción, sobre su vida nonagenaria en "This Old Man". Comenzó con una descripción floja que rapidamente encontró su ruta hacia las imagenes beisboleras:
"Revíseme. Los dos primeros nudillos de mi mano izquierda lucen como si hubiese trabajado para la K.G.B. No, es más como si hubiese sido el catcher del pitcher del Salón de la Fama Candy Cummings, el inventor de la curva, quién se retiró del juego en 1877. Artritis".
A los 93 años, él es más viejo que el pitcher de la era de la bola muerta Smoky Joe Wood cuando Angel lo describía como "el viejo a mi izquierda" en Yale Field en 1981. El y Wood presenciaron un duelo de pitcheo entre Ron Darling de Yale y Frank Viola de St. John's, el cual fue preservado en su artículo "The Web of the Game"; hacia el final del juego, el se dio cuenta que era otra persona para haber exprimido las memorias de Wood.
"Él había jugado pelota por catorce años", escribió Angell, "y la gente le había estado preguntando que hablara de eso por casi sesenta años. Para él, el último jugo y dulzor debió haberse exprimido de estos antiguos juegos hacía años,pero todavía esperaba responder a nuestra experticia amateur, nuestra insaciable curiosidad. Los viejos son vistos de la misma forma que los atletas; porque sentimos orgullo por ellos, esperamos su intimidad en retorno. Me había entrometido después de todo".
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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