martes, 28 de julio de 2015

Cooperstown confidencial: El cuento de Charley Lau.

18-05-2012. Bruce Markusen. Mickey Hatcher se había convertido en una figura importante en el sur de California. El manager de los Angelinos, Mike Scioscia, tenía una gran confianza en su coach de bateo, quién había trabajado con él en las 13 temporadas previas. A muchos en la organización les gustaba su sentido del humor y la actitud entusiasta, lo cual le permitía desarrollar un buen trabajo con los bateadores del equipo. Sin embargo, muchos de los aficionados de los Angelinos habían llegado a detestar a Hatcher. Ellos lo culpaban por los pobres resultados ofensivos en 2010 y 2011, y las continuas fallas ofensivas de esta primavera. Los críticos de Hatcher sentían que él había hecho que los bateadores de los Angelinos fuesen demasiado agresivos, hasta el punto que no negociaban suficientes boletos y hacían swing a muchos lanzamientos alejados de la zona de strike. Hatcher se metió más adentro en el fuego cando su alumno estrella más nuevo, Albert Pujols, criticó al coach por revelar alguna información de una reunión privada con los bateadores de los Angelinos. Los coaches de bateo se han convertido en celebridades menores en años recientes. Rudy Jaramillo fue reconocido como gurú de bateo durante su larga estadía con los Rangers. Kevin Long ha recibido elogios por su trabajo con Curtis Granderson y Derek Jeter. Merv Rettenmund fue elogiado una vez como un excepcionalmente buen coach de bateo. Pero con la celebridad vienen las grandes expectativas, las cuales pueden ocasionar disgustos. Cuando los bateadores empiezan a tener malas rachas, el coach de bateo se hace un blanco visible. Y cuando la mala racha dura mucho tiempo, el coach de bateo algunas veces es despedido. Eso le ocurrió a Hatcher esta semana. El primer coach de bateo que recuerdo como celebridad fue Charley Lau. Durante finales de los años ’70 y los ’80, él fue reconocido como el instructor de bateo élite del juego, era tan reverenciado en algunos círculos que sus seguidores sentían que debía ser pagado tan bien como un manager. Luego de una carrera descolorida como bateador de sencillos y cátcher de reserva con los Tigres, Bravos, Orioles y los Atléticos de Kansas City, y una temporada relativamente tranquila como coach de bateo como coach de bateo de Baltimore en 1969, Lau se abrió paso hacia la conciencia pública como coach con los Atléticos de Oakland. Durante el entrenamiento primaveral de 1970, Lau trabajó mucho con Joe Rudi. Lau lo convenció de cambiar su forma de batear. Rudi empezó a recortar su manera de empuñar el bate, mientras se acercaba más al plato y se agachaba. Rudi respondió al tutelaje bateando para .309 en 350 turnos al bate. “Ese fue”, le dijo Rudi a la revista Sport al recordar la primera vez que se encontró con Lau, “el punto de inflexión de mi carrera”. Durante la misma temporada, Lau recibió cierta publicidad indeseada cuando se enfrentó con el hombre que narraba jugada a jugada los juegos del equipo, el legendario Harry Caray. No le agradaba el criticismo de este hacia los jugadores de Oakland mientras transmitía los juegos, por eso estuvo a punto de irse a los puños con el extrovertido narrador en un vuelo del equipo. Luego vino el invierno posterior a la temporada de 1970. Charley Finley había despedido a John McNamara como manager durante una reunión de una hora. Finley inmediatamente dio una conferencia de prensa para anunciar el cambio. En una actitud extraña, el impredecible dueño pasó buena parte de la conferencia criticando a su cátcher regular, Dave Duncan. Finley atacó a Duncan por varias razones, en particular por su estilo de vida. “Un día encontré que Duncan estaba durmiendo con el coach de bateo Charley Lau”, exclamó Finley, de acuerdo a The Sporting News. Fue una extremadamente pobre e inadecuada elección de palabras. “Con esto quiero decir que eran compañeros de residencia, compartían gastos. Cuando noté esto, les…pedí que acabaran con eso inmediatamente, porque como todos sabemos, en la armada, las tropas no fraternizan con los oficiales”. Duncan y Lau, cuyo despido también fue anunciado en la conferencia de prensa, habían rechazado cumplir la orden de Finley. Ambos hombres se habían separados recientemente de sus esposas. Habían decidido reducir costos compartiendo un apartamento, nada sorpresivo en una época cuando la mayoría de los peloteros y coaches no tenían salarios significativos. Finley trató de insinuar que Lau estaba durmiendo con uno de sus jugadores. Fue como si Finley hubiese usado intencionalmente la frase “durmiendo con” como una manera falsa de sugerir alguna relación romántica entre el jugador y el coach. Debido a los extraños razonamientos de la mente de Finley, es difícil saber exactamente cual fue el motivo de su reacción hacia Duncan y Lau. Si Finley estaba de alguna manera tratando de vetar a Lau y mantenerlo fuera del beisbol, sus esfuerzos fueron en vano. Antes de comenzar la próxima temporada, Lau consiguió trabajo con los Reales. Desde 1971 hasta 1978, excepto por un breve período cuando fue removido del cargo por Jack McKeon, Lau fue el coach de bateo de Kansa City. Durante ese tiempo, él trabajó con un número de peloteros que estaban en el equipo y otros que llegaron del sistema de los Reales, los ayudó a todos a convertirse en mejores bateadores de Grandes Ligas. El ilustre grupo incluía a los jardineros Amos Otis, Hal McRae y Willie Wilson, y a un infielder futuro inquilino del Salón de la Fama de nombre George Brett. Solo en 1976, Brett y McRae disputaron el título de bateo de la Liga Americana, convirtiéndose en testamentos de las teorías de bateo de Lau. Lau instituyó el uso de cintas de video para trabajar con los bateadores de los Reales. Mucho antes de que esa práctica se hiciera norma, él pasaba numerosas horas estudiando los videos de sus bateadores, analizando sus fortalezas y debilidades. Brett se convirtió en el alumno más aventajado de Lau. “Luego de algunos experimentos y refinación, hallamos el estilo de bateo que funcionaba mejor para mí”, dijo Brett años después. “En ese momento casi ni me di cuenta de cómo eso iba a cambiar mi vida”. Con su estilo de bateo asesorado por Lau, Brett bateó .308, .333 y .312 en tres de sus primeras cuatro temporadas. Aunque era considerado un valioso prospecto, nadie podía predecir que él emergería como uno de los 10 mejores terceras base ofensivos de todos los tiempos. Además de sus consejos como coach de bateo, Brett demostró las mejores cualidades del sistema de bateo de Lau. Si este era ejecutado correctamente por un pelotero con el talento de Brett, el sistema de Lau funcionaba. Lau creía que cada bateador debe empezar por tener un estilo de bateo balanceado y trabajable, pero debe sentirse dispuesto a incorporar ritmo y movimiento a ese estilo. Desde ahí un bateador necesitaba ejecutar un profundo cambio de centro de gravedad, comenzando con un lado trasero firme y rígido que luego debe pasar a un lado frontal firme y rígido. Lau creía que el bateador debía conectar a través de la pelota, con un swing libre de tensión. Entonces venía el hueso de contención. Muchos de sus bateadores terminaban sus swings soltando la mano de arriba desde el bate. Aunque él no pedía eso (un punto a menudo no entendido por sus críticos), el los animaba a soltar la mano de arriba como una forma de extender sus brazos. Más que cualquier otra cosa, esta característica se convirtió en el punto crítico durante el tope de la popularidad de Lau. Los escépticos se quejaban, “¿Cómo se puede batear con una sola mano?” Lo que los críticos no entendían era que el bateador solo soltaba su mano de arriba después de hacer contacto con la pelota. Un bateador puede extender el bate más lejos con una mano, que cuando lo sostiene con ambas manos. De acuerdo a la manera de pensar de Lau, la extensión importaba más que agarrar el bate con ambas manos después de conectar. Las filosofías de Lau siguieron siendo propiedad de los Reales después de la temporada de 1978, cuando los Reales lo cesantearon. La gerencia de los Reales sentía que Lau estaba convirtiendo a los bateadores de poder del equipo en bateadores de sencillos. El despido molestó a Lau, quién ya tenía un problema con el alcoholismo. No estuvo desempleado por mucho tiempo. Ahora como agente libre, firmó un lucrativo contrato multianual con los Yanquis. Lau no tendría el mismo impacto con los Yanquis que el que tuvo con los Reales, pero algunos bombarderos respondieron. Reggie Jackson tuvo una de sus mejores temporadas en 1980, también Oscar Gamble. Hasta jugadores promedio como Rick Cerone y Bobby Brown sorprendieron con productivas campañas ofensivas. “Charley es el maestro más científico que hay visto”, dijo el primera base de los Yanquis, Bob Watson. “Si hubiera tenido a Charley Lau hace siete años, hoy sería un mejor bateador”. En 1981, el impacto de Lau pareció disminuir cuando la ofensiva de los Yanquis cayó significativamente. De los jugadores regulares, solo Dave Winfield agenció un OPS mejor que .800. Así que los Yanquis dejaron ir a Lau, le permitieron llevar sus servicios a los Medias Blancas, donde firmó un contrato de seis años, sin precedentes. Las filosofías de Lau parecieron tener mucho más que un impacto en Chicago, allí hizo movimientos positivos con jugadores como Carlton Fisk, Ron Kittle, Harold Baines y Greg Luzinski. Lau recibió crédito por ayudar a Kittle a ganar el premio de Novato del Año de la Liga Americana. Fue con los Medias Blancas que Lau se enfermó seriamente. Afectado con cáncer de colon, Lau se ausentó en 1983. Su salud se complicó en la primavera de 1984. El 18 de marzo, con los Medias Blancas en medio de sus preparativos primaverales para la nueva temporada, Lau falleció a los 50 años. Si no es por su muerte prematura, él pudo haber permanecido como coach de bateo por el resto de los ’80 y ’90. Él pudo ser mejor conocido por las generaciones actuales de aficionados, los cuales generalmente parecen desconocer sus logros. Después de todo, Lau se había ido hace casi 30 años. Desde su partida, algunos coaches de bateo, como el discípulo de Lau, Walt Hriniak y el antíguo coach de bateo de los Yanquis, Lou Piniella han ganado algún nivel de celebridad como coaches de bateo. También Jaramillo. Pero ninguno se ha convertido en la superestrella que fue Lau. De muchas maneras, el sigue siendo el oráculo de los coaches de bateo, uno del cual podríamos no volver a ver nunca más alguien parecido. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Nota del traductor: Charley Lau dirigio a los Tiburones de La Guaira en LVBP, temporada 1971-72

lunes, 27 de julio de 2015

En el palco de la prensa no hay celebración.

15-07-2015. Jason Linden. The HardBall Times Imagine esto: Es el ultimo día de la temporada. Los Yanquis, a pesar de ser el quipo más viejo desde que Nebuchadnezzar inventó la bola de saliva, están empatados en el primer lugar. El este de la Liga Americana es mediocre, por lo que deben ganar la división para llegar a los playoffs. Ellos pierden por una o dos carreras. Hay corredores en base. Alex Rodríguez toma turno al bate. Esta, estamos supuestos a creer, es una instancia rara donde los aficionados y los periodistas en el palco de la prensa estarán deseando la misma cosa. Los fanáticos de los Yanquis quieren la postemporada, no importa quien los lleve allí. Los periodistas quieren una historia, y es difícil imaginar una historia mejor que el maléfico Rodríguez enviando a los Yanquis a la postemporada con un jonrón oportuno. La única diferencia en esa circunstancia, debe ser una de volumen. Los aficionados estarán gritando, pero el palco de la prensa estará en tenso silencio. No hay celebración en el palco de prensa. ¿Pero eso es realmente así? ¿De verdad no hay celebración en el palco de la prensa? ¿Y qué significa eso? ¿Eso significa que los reporteros están supuestos a mantener la objetividad o el periodismo deportivo es el equivalente de usar casco en un sitio en construcción? Hay personas trabajando. Tranquilos. Como parte de la investigación para este artículo, contacté periodistas de beisbol de cada mercado de Grandes Ligas para pedirle sus opiniones sobre el concepto de “en el palco de prensa no hay celebración” y su experiencia personal con eso. Escuché a siete periodistas (uno de los cuales pidió anonimato) y aunque la muestra no es enorme, mostró algún desacuerdo con lo que significa la frase. Mark Gonzales del Chicago Tribune me dío la respuesta objetivista más pura que haya escuchado, al decir, “Eso significa que eres estrictamente objetivo, sin mezclar las emociones al resultado. Algunos periodistas han dicho que se ‘aupa por la historia’. Lo entiendo, pero no voy tan lejos…mi trabajo es documentar los elementos tan bien como pueda…” Encontré esta respuesta interesante porque la mayoría de nosotros hemos escuchado a los periodistas deportivos decir abiertamente que ellos “aúpan por la historia”. Es tan bien conocido que solo tiene que darle un vistazo al uso de esto en la introducción de esta pieza. Pero, aupar por una historia, es emocional, ¿cierto? Se trata de interés propio. Como C. Trent Rosecrans del Cincinnati Enquirer dijo cuando le preguntaron por sus intereses de aupar algo o alguien: “Honestamente, al final, aúpo por mí, quiero un buen, rápido, emotivo juego con una gran historia”. El punto en el que todos parecen estar de acuerdo sobre “no celebrar..”, significa que efectivamente, es un ambiente de oficina. Más allá de eso, también hubo acuerdo general en que los periodistas no están supuestos a aupar a los equipos que cubren, ni siquiera internamente. Esto llega hasta el fondo del asunto de la objetividad. ¿Son los periodistas capaces de ser verdaderamente objetivos? Entre aquellos que respondieron a mis preguntas, hubo desacuerdo en esta. Por supuesto, las respuestas básicas son “si” o “no”. Entre aquellos que dijeron que no era posible, resultó ser porque se trata de personas. Consideren lo siguiente de Andy McCullough del Kansas City Star: “Pienso que se necesita una increíble cantidad de empatía para ser un buen reportero…Me gusta escribir historias sobre las personas, y escribir de beisbol proporciona la mejor oportunidad en un periódico para escribir historias de personas. Para hacer esto bien, se necesita conocer a las personas que se cubren. Es difícil escribir cosas negativas sobre personas que te gustan y es difícil escribir cosas agradables de los jugadores que te tratan como miembro de una especie sub-humana. Pero tienes que ser justo. De otra manera, los lectores se darán cuenta. Esa es una cita muy larga, pero quise hacerlo así porque toca algo que piensol que todos entendemos desde afuera. Algunos jugadores son idiotas. Otros jugadores son buenos tipos. Pero el que un jugador sea agradable no tiene necesariamente nada que ver con cuan bueno sea él o cuan bien haya jugado. Así que mientras los reporteros como McCullough no pueden (porque son humanos) mantener opiniones objetivas de los jugadores como personas, ellos “tienen que proceder bien”. Por supuesto, la definición de bondad nos lleva hacia otro camino, y tal vez haya espacio para un artículo sobre eso algún día, pero no hoy. Quizás la respuesta más interesante a la pregunta sobre objetividad, sin embargo, vino del reportero quien insistió en permanecer anónimo. Este periodista dijo que creía que la objetividad total era posible, pero cuando le pregunté si había roto la regla de “no celebrar”, él dijo, “Lo he hecho. Algunas veces es inevitable. Cuando sigues un equipo por una temporada completa, es difícil no involucrarse un poco emocionalmente. Mientras se mantenga claro que se puede mantener objetivo, y mientras eso se haga muy ocasionalmente, no es nada del otro mundo”. Hay mucho de disonancia cognitiva en esa respuesta. Quizás de lo que él habla en realidad es del concepto de hacer las cosas bien mencionado por McCullough y otros periodistas con quienes me comuniqué. Pero ¿objetivo? No se si puedo creer que un reportero sea objetivo cuando dice que celebra por un equipo. Esto provee un buen punto en la discusión sobre la edad de la frase “en el palco de prensa no hay celebración”. Confesaré que fui incapaz de determinar el origen con precisión. Sospecho que ha estado vigente por mucho tiempo. Ciertamente, estaba bien establecida cuando Jerome Holtzman recopiló el libro clásico sobre periodismo deportivo del mismo nombre. En el volumen original, publicado en 1973 (desde entonces fue actualizado para incluir más periodistas), Holtzman presenta los resultados de entrevistas sobre periodismo deportivo con 18 periodistas quienes estuvieron presentes en el advenimiento del periodismo deportivo en Estados Unidos. Lo que es fascinante de esas páginas es cuan a menudo registran todo lo contrario de lo que implica el título. A menudo, los periodistas estaban profundamente ligados a las vidas y fortunas de los jugadores que cubrían. Cualquiera que haya seguido profundamente los deportes ha notado que , en épocas pasadas, el reportaje deportivo tenía un tono completamente diferente del que tiene hoy. Lo que una vez fue reconocido como periodismo deportivo genuino a menudo sería relegado a una columna de opinión hoy. Al leer las historias, es imposible no ver que el periodismo deportivo por lo menos ha tratado de hacerse más objetivo. Pero ¿de verdad ha ocurrido? En 2004, Scott Reinardy (un antíguo reportero deportivo, ahora Ph.D. en periodismo y profesor en la Universidad de Kansas) publicó un estudio sobre objetividad en la cobertura del futbol americano universitario. Lo que el estudio encontró fue que a menudo es extremadamente difícil para los reporteros deportivos mantenerse objetivos en su cobertura. Las razones de esto son variadas. Primero, los reporteros deportivos están en la inusual posición de estar constantemente rodeados por miles de personas quienes tienen un interés parcializado en lo que pasa ante ellos. Segundo, los reporteros obtienen mucha de su información de los equipos que cubren y esa información puede implicar un conflicto de intereses. A los reporteros no siempre le permiten publicar todo lo que ven si quieren seguir teniendo acceso completo. Y, aún cuando los reporteros publiquen algo, los equipos pueden tener el poder de condicionar como se presenta el material en el periódico. El estudio de Reinardy da un ejemplo excelente de esto desde el período de reclutamiento de futbol americano en 1995 cuando una historia negativa…”apareció el 22 de enero, 10 días antes del 1 de febrero la fecha límite de NCAA para firmar jugadores de último año de secundaria para becas de futbol. El entrenador de Nebraska, Tom Osborne conminó a los periódicos y editores deportivos para suavizar la historia y retrasar la publicación hasta después del 1 de febrero. Luego de un acalorado debate en la sala de noticias, la historia fue reescrita, alterando el borrador original en el párrafo 15. La historia fue bajada desde el frente de la página hasta el fondo de la página deportiva, y el grueso de la historia estaba en la página interior de deportes. Tampoco fue publicada hasta el 4 de febrero”. Ahora, esa no es una historia de beisbol, y usted puede asumir que un famoso entrenador de futbol Americano en un pequeño pueblo universitario puede ejercer más presión en la prensa local que la gerencia del beisbol de las grandes ciudades. Pero ciertamente es ilustrativa y es fácil entender que presión tan similar pudiera ser aplicada por los equipos de Grandes Ligas, muchos de los cuales son o han sido propiedad de conglomerados mediáticos de varias clases. Aún con todas las influencia externas que hacen difícil mantenerse completamente objetivo, el palco de prensa permanece como un tipo de lugar especial. Pregunté a los periodistas sobre los cambios que han observado en los años recientes ahora que los aficionados obtienen mucha de su información de los blogs y las redes sociales. La respuesta general que obtuve fue que el palco de prensa es el palco de prensa, aún cuando los bloggeros están ahí. Aquí está lo que Peter Abraham del Boston Globe tuvo que decir: “Hay antíguos aficionados bloggeros quienes han migrado hacia el ambiente de los medios, Jay Jaffe de Sports Illustrated por ejemplo, y viene al palco de prensa a trabajar. Jay es un aficionado de los Yanquis y no lo oculta. Pero actúa profesionalmente cuando está en el palco de prensa…Francamente, si intentaras mostrar algún tipo de celebración obtendrías el pinchazo de la mirada de todos”. Esa es una descripción de libro de texto de presión de los pares, pero la presión de los pares no siempre es algo malo. Después de ver lo que Abraham tenía que decir, busqué a Jaffe para conocer sus pensamientos. Lo que dijo fue que eso es parte de la experiencia. O, en sus propias palabras, “Si quieres ser aceptado en el mundo de los medios profesionales, está suficientemente claro que tienes que dejar a un lado tus preferencias”. Él reconoció que la excepción fue ver a Derek Jeter conseguir su imparable 3000, pero aún entonces, “Evité la tentación de celebrar, en ves de eso canalicé mi emoción en un tweet y en sentirme impresionado por la enormidad de este logro y por mi propia fortuna de presenciarlo desde ese asiento privilegiado”. Me pregunté si había otras circunstancias como la que describe Jaffe, en las cuales no era posible controlar las emociones, y como podía ser visto eso en el palco de la prensa. ¿Que tal si tu equipo de la niñez está en la Serie Mundial, a punto de una victoria? Para todos, excepto el periodista anónimo, eso es algo adyacente. De hecho, parece que la amplitud del alcance de la mayoría de los medios lleva a los reporteros hacia la objetividad. Gonzales lo ilustró muy bein cuando dijo, “Recuerdo regresar al piso de arriba en Minute Maid Park, cerca del tiempo límite para enviar mi reporte después que los Medias Blancas de Chicago ganaron la Serie Mundial de 2005. Antes de empezar a escribir, oi una voz decir, ‘Un millón de personas va a leer tu historia. Mas te vale escribirla bien’. Miré alrededor, y era Nick Colletti, a quién conocía de nuestros días cuando yo cubría a los Gigantes,,,Ned era un antiguo reportero deportivo, por que él sabe lo que es escribir acerca de un evento monumental”. Los periodistas deportivos tienen un trabajo complicado y difícil. Durante buena parte de la historia del periodismo deportivo, ellos resolvían la dificultad no siendo completamente objetivos. Ellos frecuentaban con los peloteros. Participaban en los esquemas financieros con los peloteros. Y de todas formas, los periódicos eran locales, asi que ¿Quién los iba a criticar? Pero en las décadas recientes, esto ha transicionado hacia algo más cercano al ideal del periodismo objetivo. El periodista que cubre hoy a su equipo favorito probablemente no es objetivo por completo, pero trata de hacer las cosas bien. Está consciente de que mucha gente está observando y ellos valoran la integridad periodística. Sobre Jason Linden Jason enseña ingles en la escuela secundaria, escribe ficción, maneja un pequeño programa de escritura y escribe sobre educación y literatura. También escribe para Redleg Nation y escribe y edita para The Hard Ball Times. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Esquina de las barajitas: José Cardenal: 1973 Topps

03-05-2013. Bruce Markusen. Son barajitas como este clásico de Topps de 1973 que me hacen preguntar que exactamente se dicen entre los camarógrafos y los peloteros durante las sesiones fotográficas. ¿Indican los fotógrafos de Topps a los peloteros como deben lucir ellos en las poses? ¿O tienen los peloteros la última palabra sobre como van a sostener sus bates y guantes para tratar de lucir más atléticos frente al lente de la cámara? ¿Y cuan a menudo estas conversaciones terminan en gritos desde ambos lados ante la imposibilidad de lograr acuerdos sobre la mejor manera de presentar a un pelotero en una barajita e beisbol? Especulemos sobre lo que pueda haber sido dicho entre el fotógrafo de Topps y el jardinero de los Cachorros José Cardenal durante un juego en la carretera en 1972, cuando se tomó esta fotografía. “Toca la pelota José”, el fotógrafo pudo haberle gritado con entusiasmo a Cardenal mientras buscaba la pose apropiada para esta barajita de beisbol de 1973. Esa pudo haber sido una instrucción extraña para alguien como Rico Carty, Jim Ray Hart o Bobby Bonds. Esos tipos eran reconocidos por sus habilidades para batear con poder y raramente les pedían que ejecutaran un toque de sacrificio. En contraste, Cardenal era un diestro tocador quién podía manejar el bate con habilidad. Podía hacer casi todo en el plato, desde descargar linietazos a los callejones hasta despachar un jonrón ocasional en County Stadium o Wrigley Field o Busch Stadium. Al comienzo de su carrera, Cardenal lo hacía todo bien en el terreno de juego. Firmado por los Gigantes como agente libre amateur en Cuba en 1960 (fue uno de los últimos peloteros en salir de Cuba antes que Fidel Castro apretara las restricciones), logró grandes números en El Paso AA en 1963. Bateó 36 jonrones, robó 35 bases, y tuvo un porcentaje de slugging de .617, para levantar su OPS hasta 1.011. Parecía tan prometedor como jugador de ligas menores que resulta algo sorprendente que haya terminado con una carrera de vagabundo que lo vio hacer paradas en San Luis, Milwaukee, Chicago, Filadelfia, Nueva York y Kansas City. En términos simples, Cardenal fue un reputado prospecto con talento de cinco herramientas. Algunos scouts, incluyendo unos de la organización de los Gigantes, valoraban la combinación de Cardenal con velocidad, brazo, fuerza y poder. Desafortunadamente, los Gigantes de esa época también tenían una gran camada de buenos jardineros jóvenes. Algunos como Bonds y Hart, avanzaron en el sistema y se convirtieron en estrellas en San Francisco. Muchos otros, como Cardenal y Leon Wagner y Matty Alou, fallaron en el intento y tuvieron que buscar su salida en otras organizaciones. Los Gigantes completaban la situación al hacer un pobre trabajo en la evaluación de sus prospectos de los jardines. En particular, ellos no manejaban bien a sus peloteros latinos en ese tiempo. Es posible que los Gigantes catalogaran a Cardenal como un “cabezacaliente”; ese era un estereotipo común de los peloteros latinos en los años ’60 y ’70. Hubo por lo menos un incidente donde Cardenal mostró su temperamento. De acuerdo a una historia relatada por el autor Dan Epstein, Cardenal se tomaba el asunto de la retaliación muy en serio. Mientras jugaba para el equipo afiliado de los Gigantes en El paso a comienzos de los años ’60, Cardenal se encontró con que los pitchers rivales le estaban lanzando pegado de manera seguida. Él creía que los frecuentes revolcones y pelotazos eran motivados principalmente por el color oscuro de su piel y su herencia cubana. Un pitcher, en particular, le lanzaba a Cardenal con una regularidad molesta. Por lo que Cardenal decidió que la próxima vez que enfrentara a ese pitcher, iría al plato preparado, llevaría una navaja en sus medias. Cuando el pitcher lo golpeó con un lanzamiento, Cardenal se agachó, sacó la navaja, y empezó a perseguir al monticulista. Tan pronto como el pitcher vio la navaja, se volteó y empezó a correr hacia el jardín central. Con Cardenal corriendo a todo lo que daban sus piernas, ¡el pitcher corrió hasta la zona de seguridad del jardín central y saltó sobre la cerca! Mientras es imposible probar que incidentes como este pueden haber predispuesto a los Gigantes con Cardenal, es probablemente imposible saber si su temperamento fue el punto determinante en la decisión de los Gigantes para cambiarlo. Cualquiera que haya sido el razonamiento de los Gigantes, ellos terminaron haciendo una transacción en noviembre de 1964. Enviaron a Cardenal fuera de la liga pero lo mantuvieron en el estado al enviarlo a los Angelinos de California por un cátcher de respaldo desconocido llamado Jack Hiatt. Fue un cambio intrigante en su momento; en retrospectiva luce confuso. El cambio a la Liga Americana no solo le dio a Cardenal más oportunidad de jugar, sino que también le dio la ocasión de jugar frente a frente contra su primo, el campocorto de los Atléticos de Kansas City, Bert Campaneris. En una coincidencia más resaltante, Cardenal se convirtió en el primer bateador en enfrentar a su primo cuando Campy subió al montículo como parte de su actuación para jugar las nueve posiciones en un juego a instancias de Charlie Finley. Sus dos primeras temporadas con los Angelinos fueron prometedoras, incluyendo una temporada de 16 jonrones en 1966, Cardenal luego desmejoró en su tercer año, lo cual provocó un cambio a los Indios por el jugador de cuadro Chuck Hinton. Cardenal jugó dos temporadas alrededor del lago pero no pudo levantar su OPS más allá del rango de .600. Disgustados por su rendimiento, los Indios lo enviaron de vuelta a la Liga nacional, lo remitieron a San Luis por el veterano Vada Pinson. Los Cardenales, jugaban la mitad de sus juegos en la extensa superficie de grama artificial de Busch Stadium, parecía un lugar ideal para un rápido perseguidor de elevados como Cardenal. (También se convirtió en “Cardenal the Cardinal”, creando todo tipo de posibilidades de mercadeo). Con Cardenal en el centro y Lou Brock en el jardín izquierdo, los Cardenales desarrollaron una gran velocidad en los jardines. Cardenal alcanzó un OPS de .775 en 1970, pero el matrimonio entre Cardenal y los Cardenales no duró. Luego de temporada y media, los pájaros rojos negociaron a cardenal a Milwaukee como parte de un trato de cinco peloteros que trajo de vuelta al jugador del cuadro Ted Kubiak. Cardenal jugó irregularmente en media temporada con los Cerveceros. No sería hasta su próxima parada que Cardenal encontraría alguna estabilidad a largo plazo. Luego de la temporada de 1971, los Cachorros empacaron al derecho Jim Colborn con dos peloteros de menor rango y los enviaron a los Cerveceros por Cardenal. Al agruparlo con Billy Williams (jardín izquierdo) y Rick Monday (jardín central), los Cachorros formularon uno de sus mejores jardines en años, conformado por un inquilino del Salón de la Fama en Williams y dos peloteros con la velocidad para cubrir los jardines en Cardenal y Monday. Cardenal se mantendría fijo frente a la hiedra de Wrigley Field por seis temporadas. En un nivel más cultural, el también desarrollaría su afro de gran tamaño durante sus días en Chicago. En cada una de sus primeras cuatro temporadas con los Cachorros, Cardenal agenció un OPS por sobre .800, incluyendo dos temporadas en las cuales recibió poca consideración para jugador más valioso de la liga. En 1973, lideró a los Cachorros en promedio de bateo y emergió como el pelotero del año del equipo. Dos años después, bateó para un tope en su carrera de .317 y también consiguió otra marca personal con 77 boletos. Un pelotero subestimado, Cardenal se convirtió en uno de los mejores jardineros de las esquinas de la Liga Nacional. Entonces vino la fase del declive para Cardenal. Los Cachorros notaron que con 33 años, Cardenal ya no podía jugar todos los días, lo cambiaron a los Filis luego de la temporada de 1977. Tuvo dificultades como jugador de banca en Filadelfia, se vio cambiado a los Mets a mitad de un doble juego, y resistió dos medias temporadas más como utility con los Mets antes de disfrutar su despedida con los Reales en 1980. Firmado en waivers hacia finales de agosto, Cardenal bateó .340 en 53 turnos y luego despachó un imparable como emergente en el noveno inning del sexto juego de la Serie Mundial. Aunque su imparable contra Tug McGraw no importó en una derrota de los Reales, permitió a Cardenal terminar su carrera en las mayores con una nota alta. ¿Por qué Cardenal, un sólido pelotero quien bateó para un promedio decente, corrió las bases con agresividad e inteligencia, y jugó las tres posiciones de los jardines a un nivel respetable, usó nueve uniformes de equipos diferentes en una carrera de 18 años? Pueden haber influido dos factores. Primero, Cardenal no bateó con el tipo de poder que había asomado como prospecto en el sistema de los Gigantes. Satisfecho con dispersar sus batazos entre los callejones, él nunca bateó más de 17 jonrones en una temporada. Segundo, Cardenal puede haber agredido a algunos de sus equipos con su conducta, la cual era extraña o encantadora, dependiendo de tu perspectiva. Algunos de sus managers lo consideraban temperamental, aunque eso pudo ser el resultado de malos entendidos raciales y étnicos. Un espíritu libre con un raro sentido de la lógica, Cardenal frustraba a sus managers y jefes de la oficina con sus arrancadas y hábitos. Algunos de esos hábitos dañaron su reputación, mientras otros eran completamente inofensivos, pero todos ellos hicieron de Cardenal uno de los grandes personajes de los años ’60 y ’70 en el beisbol. Consideremos algunas de las excentricidades que hicieron a Cardenal una de las figuras memorables del juego: • Cuando jugaba en los años ’60, Cardenal prefería su uniforme marcadamente ajustado en una época cuando la mayoría de los jugadores usaban sus uniformes de algodón holgados. De acuerdo al difunto pitcher derecho de los Pilotos de Seattle Fred Talbot, quién fue citado en Ball Four, Cardenal una vez dejó de jugar en tres juegos seguidos en el beisbol invernal por una extraña razón: no podía encontrar pantalones lo suficientemente ajustados en las piernas. Y si, en caso de que te estuvieras preguntando, eso suena como al sacado de un episodio de Seinfeld. • Los pantalones ajustados eran solo uno de los hábitos de Cardenal. Ël se hizo famoso por idear extrañas excusas para justificar su indisposición de jugar. Hablaba de extrañas lesiones oculares y distracciones nocturnas ocasionadas por grillos imaginarios. En 1972, Cardenal expresó que no podía ver bien. ¿La razón? Se había despertado con los párpados y pestañas pegados al ojo. “Me desperté y tenía el ojo inflamado”, explicó Cardenal a un reportero. “Mis pestañas estaban pegadas. No podía ver, así no podía jugar”. En otra ocasión, Cardenal le dijo al manager de los Cachorros, Jim Marshall que no podía jugar en un juego de los entrenamientos primaverales de 1972 porque el ruido de los grillos lo había mantenido en vela toda la noche. Marshall, no le creyó, pero le dio el dia libre al veterano jardinero. Cuando se trataba de dar extrañas excusas para no jugar, Cardenal era el Chris Brown de los años ’70. • A diferencia de muchos jugadores latinos de su época, Cardenal hablaba inglés lo suficientemente bien para tener un nivel de comodidad con los reporteros. A veces su habilidad para manejarse en las entrevistas se traducía en algo muy irreverente para el gusto de algunas personas. Cuando el compañero de equipo Rick Monday, rescató una bandera estadounidense de dos trabajadores inmigrantes en un juego de 1976, generando admiración desde todos los ángulos del estadio, Cardenal se convirtió en uno de los pocos jugadores que reaccionó con ironía. Él sarcásticamente se preguntaba si Monday sería reconocido al nivel de un patriota estadounidense como el Presidente Lincoln o George Washington. • Cardenal se hizo muy conocido por llevar uno de los afros más grandes del beisbol. De hecho, a excepción del celebrado Oscar Gamble, nadie tenía un afro de la altura y el cuerpo del de Cardenal. Como resultado, Cardenal requería gorras y cascos apropiadamente más grandes que la talla de su cabeza, algo en el rango de Bruche Bochy/Hideki Matsui. • De acuerdo a su compañero en Filadelfia, Pete Rose, Cardenal rellenaba de corcho sus bates con frecuencia durante sus día con los Filis. Rose dice que podía oir el “sonido del taladro” en el clubhouse de los Filis, mientras Cardenal ejecutaba su carpintería en una variedad de bates. Rose dijo que él usaba uno de los bates rellenos de Cardenal en la práctica de bateo, pero nunca en un juego oficial. A pesar de su reputación por tener una conducta que desafiaba la lógica, Cardenal permaneció en el juego como entrenador. Disfrutó una larga carrera, se ganó el respeto por su conocimiento del corrido de bases y el juego en los jardines. Luego de una estadía entrenando con los Rojos, Cardenal se unió al cuerpo técnico de Joe Torre con los Yanquis. Fue empleado como coach de primera base y de los jardines, y además se ganaba su salario aportando observaciones oportunas durante la Serie Mundial de 1996. Con los Yanquis defendiendo una ventaja de 1-0 en el noveno inning del quinto juego, los Bravos de Atlanta amenazaron con empatar el marcador, y posiblemente ganar el juego. Mientras Chipper Jones abría en tercera base, y Ryan Klesko hacia lo propio en primera, Luis Polonia entró a la caja de bateo ante el cerrador de los Yanquis, John Wetteland. Momentos antes de ese turno al bate, Cardenal notó que Paul O’Neil estaba fuera de posición en el jardín derecho. Desde su posición en el dugout de los Yanquis, Cardenal le hizo señas a O’Neill, lo movió varios pasos hacia el jardín central. Polonia engarzó un envío de Wetteland hacia el callejón del jardín derecho, alto y profundo, pero sin distancia de jonrón. Al correr hacia la pared, O’Neill finalmente alcanzó el batazo, y logró atrapar la pelota en la malla de su guante. Si Cardenal no hubiese movido a O’Neill varios metros hacia el hueco entre el jardín derecho y el central, el batazo de Polonia lo hubiera sobrado. Por lo menos Jones hubiera anotado, para empatar el juego. Aunque no es seguro, Klesko posiblemente hubiese anotado desde primera, dándole a los Bravos una dramática victoria viniendo de atrás. Quién sabe que hubiera sido de los Yanquis en el resto de la serie, quienes terminaron completando una dramática remontada en seis juegos. Aunque él fue un miembro del cuerpo técnico de Torre ampliamente respetado, eventualmente tuvo una disputa salarial con los Yanquis. Cardenal salió de Nueva York, se convirtió en coach de los Devil Rays de Tampa Bay antes de regresar al cuerpo técnico de los Rojos. De ahí pasó a los Nacionales como consejero del gerente general, una posición que mantuvo hasta 2009, cuando los Nacionales decidieron dejarlo libre. Ahora, Cardenal está fuera del beisbol, un triste desenlace para un hombre quien ha interactuado con el juego como prospecto, jugador, personaje pintoresco, entrenador experimentado, y consejero de la oficina principal. Me gustaría pensar que alguien que desarrolló su vida alrededor del beisbol siempre tendría un trabajo en el juego hasta que él decidiera que era suficiente, pero me parece que eso no es realista dentro de la estructura corporativa del beisbol. Aún a la edad de 69 años, apostaría que José Cardenal podría aún inclinar su cuerpo y dirigirlo hacia el pitcher, para obsequiarnos un buen toque de pelota, como el que una vez ejecutó para fotógrafo de Topps. Traducción: Alfonso L. Tusa C.