viernes, 22 de julio de 2016
Esquina de las Barajitas; Doug Rader. Topps 1989.
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí esta la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
Bajo circunstancias ordinarias, las barajitas de los managers no son las más atractivas para coleccionar. ¿Quién quiere ver la barajita de un caballero viejo en sus cincuenta o sesenta, usualmente un pelotero retirado, cuando puedes tener barajitas de peloteros reales transpirando?
Bien, la barajita de Doug Rader de 1989 no es particularmente ordinaria. Primero, una revisión del reverso de la barajita revela que Rader no solo tiene un registro como manager, también muestra sus estadísticas como pelotero. Rader fue un buen pelotero, un tercera base con calibre de guante de oro quien bateaba con cierto poder, particularmente en sus días con los Astros de Houston. Cuando puedes batear un número significativo de jonrones a pesar de jugar la mitad de tus juegos en el espacioso Astródomo, has hecho algo notable.
El respaldo de la barajita también nos muestra que es parte del grupo de personajes cambiados de la serie Topps de 1989, lo cual prueba que hasta los managers pueden tener el tratamiento de “cambiado” o actualizado. El manager de los Angelinos al final de 1988, Moose Stubing, reemplazó al despedido Cookie Rojas en las dos semanas finales de la temporada y sirvió de interino por ocho juegos. Increiblemente, Stubing perdió los ocho juegos que dirigió. “Moose no dirigió nunca más en las Grandes Ligas, por lo que se quedó sin un triunfo como manager, lo cual lo dejó como el manager con más derrotas sin un triunfo cuya carrera empezó después de 1900). Durante el invierno, los Angelinos anunciaron que Rader había sido empleado para sustituir a Stubing. Topps ya había producido una barajita de Stubing para ese momento, asi que la compañía no produjo una barajita de Rader hasta que apareció con el juego de las barajitas con el rótulo Traded a mediados de la temporada de 1989.
La expresión del rostro de Rader tampoco es típica de una barajita de manager. La mayoría de los managers aparecen serios, hasta preocupados, o quizás furiosos (para aquellos quienes recuerdan la barajita Topps 1972 de Billy Martin). Pero Rader no era un manager prototipo. Lo vemos riendo el dugout de los Angelinos de California, disfrutando las palabras o acciones de al pelotero o coach desconocido parado cerca de él. Esta muy bien pudo haber sido una foto tomada durante el entrenamiento primaveral, un momento del año cuando hasta los managers se sienten más relajados. O, pudo haber sido en medio de uno de las giras de los Angelinos en la temporada regular. De cualquier manera, es una pose apropiada para Rader, un hombre quien disfrutaba contar y escuchar chistes, hacerle bromas a sus compañeros de equipo, jugarse con los dueños, y hacer cosas extrañas que la mayoría de los managers (o hasta los peloteros) no harían.
Dada la conducta de Rader como pelotero, es destacable que se haya convertido en manager. Poco después de debutar con los Astros de Houston en 1967, él se estableció como el payaso del clubhouse. Para 1968, cuando Nate Colbert llegó a los Astros, Rader se había convertido en un bromista a tiempo completo. “Cuando estábamos con los Astros, él y otro de los muchachos del equipo, fueron a la tienda de mascotas”, recordó Colbert. “Entonces era legal tener cocodrilos. Y ellos compraron tres cocodrilos recién salidos del cascarón. Esperaron a que todos estuviéramos bañándonos, y los soltaron en las duchas, en Cocoa Fla. Todos queríamos trepar por las paredes con esos pequeños cocodrilos rodeándonos”.
El año siguiente, el juego sobre el terreno de Rader alcanzó el nivel de su reputación como bromista. Él afrontaba el juego con un nivel de entrega y fogosidad raras veces visto en otros peloteros, lo cual le ganó el apodo de “Red Rooster” (“Gallo Rojo”) (especialmente debido a su cabello rojo ensortijado”. Al aparecer en 155 juegos, Rader se apoderó de la tercera base, donde jugó una defensiva excelente, y mostró poder ocasional en el plato con 11 jonrones.
Rader jugó aún mejo en 1970, al batear un tope de carrera de 25 cuadrangulares y ganar el primero de cinco premios guante de oro consecutivos. La actuación de Rader a principios de los años ’70 le ganó el respeto de las ligas mayores. A menudo a la sombra de antesalistas como Brooks Robinson, Ron Santo y Joe Torre, Rader se convirtió en una estrella de segundo orden en la esquina caliente, él nunca fue lo suficientemente bueno para el equipo del Juego de Estrellas pero era de lejos mejor que muchos jugadores de esa posición.
La temporada de 1970 también trajo notoriedad en la forma del nuevo libro publicado por Jim Bouton, Ball Four. El libro relataba la temporada de Bouton en 1969, incluyendo su cambio a Houston al final de la temporada. Bouton escribió extensivamente acerca de Rader y su humor colorido. Antes de la publicación del libro, la mayoría de las travesuras de Rader se habían mantenido confinadas al clubhouse de los Astros. El libro de Bouton mostró a Rader como uno de los grandes personajes del juego.
A Rader también le gustaba atormentar a sus compañeros más delicados. Uno de ellos era el jardinero de los Astros, Jesús Alou, quien era conocido por tener un estómago débil. Rader, quien a menudo masticaba chicle, esperaba a que Alou lo mirara. Inmediatamente sacaba el chicle de su boca, Rader lo metía en su nariz, causándole nauseas infinitas a Alou.
En 1974, Rader protagonizó uno de sus episodios más memorables ante unas declaraciones públicas del afamado Ray Kroc. Mientras los Padres recibían a los Astros de Rader en el primero de una serie el 9 de abril, Kroc perdió su paciencia con su joven equipo, el cual había comprado durante el receso entre temporadas. El dueño novato irrumpió en la cabina del locutor interno, tomó el micrófono y emitió una breve descarga contra sus peloteros. “Nunca había visto jugar a la pelota de manera tan estúpida en mi vida”, soltó Kroc en el micrófono. Los aficionados de los Padres, junto con muchos peloteros de los Padres, y hasta algunos de los Astros, se molestaron y avergonzaron.
Despues del juego, Rader dio varias declaraciones dirigidas a Kroc. “Él piensa que está en una convención de ventas negociando con un grupo de cocineros de ordenes rápidas. Esa no es la manera de armar un ganador. Alguien debería sentarlo y enfocarlo”.
El gerente general de los Padres, Buzzie Bavasi, se enteró pronto de los comentarios de Rader, y más que sentirse irritado con The Rooster, decidió hacer una promoción en referencia a la situación. La próxima vez que los Astros fueron a San Diego Stadium, los Padres ofrecieron la “Noche de los Cocineros de Ordenes Rápidas” en el estadio. Bavasi estipuló que cualquier aficionado que fuese al estadio usando una gorra de chef recibiría entrada libre al estadio.
Como capitán de los Astros, Rader decidió agregar su toque personal a la promoción. “Doug Rader… relajó todo al salir a intercambiar las tarjetas de las alineaciones con una especie de gorra de chef y un delantal”, dijo Johnny Grubb, un jardinero de los Padres en ese momento. “Él relajó la atmósfera e hizo todo más llevadero en el clubhouse”. Rader agregó una espátula y una olla a su indumentaria, lo cual permitió que la tarjeta de alineación resbalara desde la olla hacia las manos del árbitro”.
Las travesuras de Rader fueron bien recibidas en San Diego, y quizás jugaron un papel importante en una transacción futura. Luego de una temporada débil con Houston en 1975, causada parcialmente por el impacto que se transmitía a sus pies por la grama artificial del Astródomo, los Astros decidieron hacer disponible a Rader para un cambio. Ellos recibieron una solicitud de Bavasi, quien estaba buscando un tercera base veterano para estabilizar la defensiva del infield de San Diego. Bavasi entregó dos jóvenes lanzadores derechos, Larry Hardy y Joe McIntosh, en la negociación por Rader.
Aún con solo 31 años de edad, Rader se convirtió en el tercera base regular de San Diego. También se las arregló para dejar de fumar, un hábito que le había afectado a lo largo de su carrera como jugador activo. Jugó bien durante una temporada y media con los padres, pero con el equipo frecuentando el sótano de la división oeste de la Liga Nacional, él de nuevo se hizo elegible para un cambio. A mediados de la temporada de 1977, los Padres lo cambiaron al equipo de expansión, Azulejos de Toronto, quienes estaban buscando un bateador derecho veterano que ocupara el puesto de bateador designado.
Rader bateó bien con los Azulejos en el resto de esa temporada, pero fue víctima del movimiento juvenil de Toronto en la primavera de 1978. Al ser dejado en l.ibertad al final de la primavera, Rader quedó sin trabajo. Al no poder conseguir otro empleo, decidió retirarse.
Al decidir quedarse en el juego, Rader se enfocó en dirigir en las ligas menores, aceptó una oferta para ser manager del equipo AAA de los Padre, los Islanders de Hawaii. La decisión sorprendió a varios, dada la tendencia de Rader a jugar bromas y de asumir el papel del payaso de la clase. Pero esas travesuras enmascaraban una inteligencia junto a un incandescente deseo de ganar.
Para el invierno de 1982, Rader se encontró de vuelta en las Grandes Ligas, como el nuevo manager de los Rangers de de Texas. En su primera conferencia de prensa, admitió que el nuevo trabajo “me asusta mucho”.
Rader dirigiría a los Rangers por dos temporadas y media, pero sin mucho éxito. Un comienzo de 9-23 en la temporada de 1985, junto a un clubhouse lleno de peloteros anodinos, resultó en su despido. Entonces se unió brevemente a los Medias Blancas de Chicago como coach, los dirigió brevemente en un interinato, entonces encontró trabajo como manager de los Angelinos antes de 1989. La primera temporada de Rader en California fue maravillosa; guió al equipo a una sorprendente marca de 91-71 y a un respetable tercer lugar en el oeste de la Liga Americana.
Desafortunadamente, Rader no pudo mantener el éxito. Los Angelinos cayeron por debajo de .500 en 1990. Cuando continuaron hundiéndose cerca del receso intermedio de 1991, los Angelinos lo despìdieron a mitad de temporada, lo reemplazaron con Buck Rodgers.
Aunque él solo tenía 46 años de edad, Rader no dirigiría más. Se convirtió en el primer coach de bateo en la historia de los Marlins de Florida, pero decidió irse dos temporadas después y anunció su retiro del juego.
Como manager, Rader nunca cumplió las expectativas que algunos habían creado con él. El notable escritor de beisbol Bill James, escribió una vez que Rader tenía todas la habilidades requeridas para ser un gran manager, rudeza, conocimiento del juego, y sentido del humor, pero su record dirigencial nunca reflejó esos atributos.
Algunos críticos dicen que Rader era muy bromista para ser un gran manager. Yo tiendo a dudar eso. Más cuando, él no dispuso de talento en Texas o California, y no tuvo la fortuna de dirigir algún equipo que tuviera la meta real de ser contendor por el campeonato.
Cualquiera que haya sido la razón, la carrera dirigencial de Rader no debería ser considerada como punto débil de su carrera en general. Ël fue un buen pelotero y un hombre quien tenía un don para jugar beisbol, todo mientras trataba a sus compañeros de equipo de una manera memorable. El juego significa divertirse; Rader y sus compañeros de seguro se divirtieron siempre.
El beisbol necesita más personas como Doug Rader.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Nota del traductor: Números de Doug Rader con Cardenales de Lara en la temporada 1969-70: 49 J, 189 VB, 30 CA, 56 H, 12 2H, 4 HR, 15 CE, 25 BB, 22 K, 3 BR, .296 AVG.
jueves, 21 de julio de 2016
Esquina de las barajitas: Bagel Battalion. Rich Scheinblum 1971
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí esta la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
El propio Rich Scheinblum admite que aparece como si se estuviera despertando en el preciso momento cuando le tomaron la fotografía de su barajita de beisbol. “En dos de mis barajitas, parezco como si hubiese salido de la cama y alguien me tomó una foto”, dijo Scheinblum durante una visita a Cooperstown en 2004. Claramente, una de esas barajitas es esta; es parte de la afamada serie Topps 1971 de bordes negros, la cual lo muestra como miembro de los Senadores de Washington, aunque usa la camiseta de los Indios de Cleveland. Gracias a la pose sin gorra vista aquí, Topps ha creado la ilusión de que Scheinblum es un consumado Senador.
Con su cabello fuera de lugar y su rostro un poco desencajado, Scheinblum no luce bien ahí, pero él aún tiene memorias agradables de rastrear sus barajitas Topps. Era un ritual anual que lo ayudaba a determinar si él iba a estar en el roster del día inaugural de su equipo. “Verme en una barajita era una gran diversión. Pero en ese momento era de una alta tensión nerviosa. Un muy buen amigo mío llamado Sy Berger, quién trabajaba con Topps Bubble Gum, caminaba hacia la habitación de casilleros, y todos los peloteros temblorosos, incluido yo, esperábamos que Sy regresara. Me guiñaba el ojo, así yo sabía que estaba en el equipo. Topps sabía quien iba a estar en el roster de 25 peloteros antes que nadie lo supiese. Así que los muchachos pasaban por un lado, le templaban la camisa a Sy y decían, ‘Sy, ¿lo hice este año? ¿Vas a hacer una barajita mía’ Era una situación muy singular”.
Conocido como un espíritu libre durante sus días de jugador activo, Scheinblum sigue siendo afable y llevadero en su retiro. Él visitó el Salón de la Fama en agosto de 2004 como parte de una conferencia de beisbol judío que se realizó en el museo. Al evento asistieron varios peloteros judíos, incluyendo a Ron Blomberg (el primer bateador designado), Mike Epstein (quien tenía el afamado apodo de “Superjew”), y Elliot Maddox y Bob Tufts (ambos convertidos al judaísmo). Como los otros peloteros, Scheinblum estaba más que feliz por hablar de sus experiencias como grandeliga judío.
Las circunstancias extraterreno tendían a solapar la habilidad de Scheinblum para jugar al beisbol. Los medios a veces se enfocaban en su herencia judía, y también notaban que él era una mezcla intrigante de herencia polaca, rusa y alemana. En una nota más ligera, él también gano algo de fama por filmar una serie de comerciales televisivos de trasplante de cabello, que lo convirtió en predecesor de Sy Sperling.
El ascenso de Scheinblum a las ligas mayores fue algo inesperado, debido a los obstáculos de su juventud. Nacido al sur dek Bronx, idolatraba a Rocky Colavito (otro neoyorquino) mientras resistía una niñez difícil. Su madre fue hospitalizada poco después de nacer él; ella falleció joven, cuando él solo tenía siete años de edad. Su padre decidió mudar la familia a Englewood, N.J., donde Richie tuvo dificultades con las tareas escolares. Para hacer las cosas más retadoras, el padre de Richie trató de apartarlo de jugar beisbol.
De alguna manera, Scheinblum fue salvado por su entrenador de pequeñas ligas, quien resultó ser una mujer. Ella era una antigua segunda base amateur de nombre Janet Murk. Al sentir que él podía aprovecharse de los pitchers derechos, Murk animó a Scheinblum a batear de ambos lados del plato. Gracias a la intervención de Murk, Scheinblum floreció como amateur, y eventualmente se convirtió en un tremendo bateador de ligas menores.
Aún así, su carrera profesional no llegó fácilmente, Un hombro separado asustó a varios scouts. Para probar que estaba en buena condición física, él decidió jugar en una liga de verano universitaria. Actuaba en juegos nocturnos, pero necesitaba un trabajo remunerado durante el día, asi se dedicó a la manufactura de hielo en cubitos. “Trabajábamos desde las 6 am hasta las 4 pm”, le dijo Scheinblum al Sporting News. “Nos pagaban 80 centavos la hora por hacer hielo en cubitos para la Polar Bear Ice Cube Company”. Como parte del trabajo, él tenía que entrar a un recinto donde la temperatura era 30 grados bajo cero.
Aún luego de firmar con la organización de los Indios, Scheinblum falló en establecerse como grandeliga regular, en parte por su tendencia a preocuparse por su juego. Era un pelotero que empezaba muy lento quien odiaba batear en clima frío (quizás porque eso le traía recuerdos de hacer aquellos cubitos de hielo), Scheinblum tenía dificultades para causar una buena primera impresión cada primavera. No hay mejor ejemplo que 1969, cuando los Indios le dieron su primera dosis de tiempo de juego, pero él empezó la temporada con una abismal seguidilla de 34-0 con los Indios. Cuando los Indios adquirieron a Hawk Harrelson en un cambio, Scheinblum se encontró en la banca. Esa temporada completa fue un largo fracaso, terminó con un promedio de bateo de .186 y solo un jonrón en casi 200 turnos al bate.
Como si esas dificultades no fueran suficientes, Scheinblum tenía que sufrir la indignidad de oir locutores internos de estadios y narradores radiales alterar la pronunciación de su apellido. Un locutor pronunció su nombre como “Shien-boom”, en vez de la pronunciación apropiada de “Shine-bloom”. Otro de alguna manera lo llamó “Shine-boop”, y otro se refirió a él como “Shine-bottom”. Si ellos solo hubiesen consultado el libro rojo de la Liga Americana, habrían encontrado la pronunciación correcta.
Despues de su temporada perdida de 1969, los Indios enviaron a Scheinblum de vuelta a las ligas menores en 1970. Prosperó en en Wichita AAA, al batear .337 con 24 jonrones. Pero antes que darle otra oportunidad en 1971, los Indios consideraron que había dejado de ser prospecto y vendieron su contrato a los Senadores.
Un comienzo lento en su carrera en Washington resultó en otro viaje a las ligas menores. Esta vez, Scheinblum fue al Denver AAA, donde castigó a los pitchers rivales a un ritmo de .417 de promedio de bateo para comienzos de agosto. Mientras crecía la especulación de que él podría batear .400 en la temporada. Scheinblum decayó un poco, y terminó con promedio de .388. Claramente, él no tenía nada que probar en las ligas menores, pero no subiría con la franquicia de los Senadores, la cual se estaba mudando desde Washington a Texas. Los flamantes Rangers vendieron su contrato a los Reales de Kansas City por 40.000 $.
La venta a Kansas City, un reciente equipo de expansión, era el cambio que Scheinblum necesitaba. En 1972, los números de ligas menores de Scheinblum finalmente se tradujeron al estrellato de las Grandes Ligas. Como jardinero derecho regular de los Reales y el manager Bob Lemon, Scheinblum se encontró bateando .341 para mediados de julio lo cual lo colocó al frente de los bateadores de la Liga Americana.
Para comienzos de septiembre, Scheinblum había empezado a decaer. Pero sus dificultades de septiembre parecían triviales en comparación a otros eventos deportivos mundiales. En los Juegos Olímpicos de Munich, 11 miembros del equipo olímpico israelí fueron tomados prisioneros y luego asesinados. En memoria de ellos, Scheinblum uso una banda negra en el brazo de su camiseta de las Reales. “Usé la emblemática banda negra”, le dijo Scheinblum a un reportero, “no solo porque ellos eran atletas judíos, sino porque eran seres humanos”.
A un nivel de mucho menos importancia, Scheinblum resistió algunos problemas físicos el mes final de la temporada. Fue golpeado en cada pie por pelotas lanzadas, una por John “Blue Moon” Odom y otra por el futuro inquilino del Salón de la Fama Jim “Catfish” Hunter. Richie siguió jugando adolorido, perdió 18 puntos de su promedio de bateo, y terminó con promedio de .300 pero sin título de bateo.
Quizás preocupados por su bajón de finales de temporada, los Reales consideraron la posibilidad de un cambio. Despues de la temporada, los Reales lo negociaron a los Rojos de Cincinnati por la futura estrella Hal McRae. El cambio de ligas no ayudó a Scheinblum, quien tuvo que aprenderse un nuevo grupo de pitchers mientras se ajustaba a su papel como cuarto jardinero detrás de los establecidos como Pete Rose, Bobby Tolan y César Gerónimo. Dado el irregular tiempo de juego, Scheinblum solo bateó .222 en 29 juegos. En la fecha tope de cambios del 15 de junio, los Rojos lo negociaron de vuelta a la Liga Americana, esta vez a los Angelinos de California por un par de jugadores oscuros que serán nombrados más adelante.
Con los Angelinos, Scheinblum hizo un dueto con el antes mencionado Mike Epstein para formar lo que los medios del sur de California llamaron el “Bagel Battalion” (No es tan memorable como “Muderer’s Row”, pro es más creativo”). Al principio, Scheinblum jugó bien para los Angelinos, al batear .328 en la temporada de 1973. Pero un pobre comienzo en la temporada de 1974 resultó en un cambio de regreso a los Reales; desde allí, los Reales lo vendieron a los Cardenales de San Luis, donde fue enterrado detrás de otra banda de talentosos jardineros, incluido el futuro inquilino del Salón de la Fama, Lou Brock.
Scheimblun aún tenía solo 31 años de edad y quería seguir jugando. Encontró una opción viable en la Japanese Pacific League, firmó un contrato de dos años con los Toyo Carp de Hiroshima. Como uno de los primeros peloteros judíos que jugó en Japón, se le hizo difícil explicar sus razones para no jugar durante el Yom Kippur.
A pesar de la dificultad cultural, Scheinblum bateó bien en sus dos primeras temporadas con los Carp. Él habría jugado más tiempo allí, pero se lesionó el tendón de Aquiles durante el receso entre temporadas; esa lesión terminó su carrera a la edad de 33 años.
En total, fue un camino tortuoso para Scheinblum, pero también fue un camino que lo vio perseverar una y otra vez. Esencialmente, él creció sin una madre. Tuvo personas diciéndole que un pelotero judío como él no llegaría a las Grandes Ligas. A veces, tuvo problemas para batear, tanto que su carrera pareció estar en peligro. Pero finalmente Richie Scheinblum lo hizo. También encontró el camino de varias barajitas Topps.
Aùn si él no lucíó exactamente como un modelo en una o dos de ellas, Scheinblum siempre disfrutó al saber que Topps pensaba que él era lo suficientemente bueno para ser merecedor de ocho barajitas a lo largo del camino. Cualquier muchacho estadounidense hubiera estado orgulloso de eso.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Nota del traductor; Números de Rich Scheinblum con los Leones del Caracas en la temporada 1969-70: 54 J, 205 VB, 24 CA, 57 H, 4 2H, 1 3H, 6 HR, 34 CI, 20 BB, 17 K, 3 BR, .278 AVG.
martes, 19 de julio de 2016
Chet Lemon recuerda su carrera de Grande Liga.
Brett Balantini, Baseball Digest. Enero-Febrero 2005.
El viaje de 16 años del antiguo jardinero central de los Medias Blancas de Chicago y los Tigres de Detroit produjo una marca defensiva, temporadas productivas con el bate y un título de Serie Mundial en 1984.
Una lección de lo que no se debe hacer empujó a uno de los peloteros defensivos más agresivos del juego hacia los amplios confines del jardín central.
Era el 9 de septiembre de 1975 cuando Chet Lemon un jovencito de 20 años de edadefectuó su primer juego en las Grandes Ligas en tercera base. Estaba impresionado con Comiskey Park, el estadio que lo rodeaba mientras tomaba su posición para los Medias Blancas de Chicago. Mientras crecía en Los Angeles, el había estado en Dodger Stadium incontables veces para ver a héroes como Willie Mays llegar a la ciudad, pero estar en un campo de Grandes Ligas…no había nada como eso.
Lemon estaba tan emocionado, que cortó una pelota que iba de frente al campocorto, la joven estrella Bucky Dent, y casi choca con el segunda base de los Medias Blancas, Jorge Orta, trasladando su trabajo al lado derecho del infield.
No hacía falta un genio para ver que él no podía dar lo mejor de si en el infield.
“Despues del juego, (el manager de los Medias Blancas) Chuck Tanner sonrió y puso su brazo en mis hombros”, dice Lemon con una sonrisa. “Subimos las escaleras del dugout y él señaló hacia el jardín central”. Comiskey Park era inmenso a finales de los años ’70, se extendía 445 pies derecho hasta la cerca. “¿Ves allá, Chet?” Puedes tener todo el espacio del mundo para correr. Nadie se va a atravesar en tu camino allá afuera”.
Despues de una carrera desempeñándose en la esquina caliente, Lemon necesitaba más espacio para moverse, así nació un jardinero central. Y que fildeador fue.
Menos de dos temporadas después, en 1977, Lemon le había dado buen uso a sus alegres pies al establecer una marca para la Liga Americana con 524 lances para un jardinero y 512 outs. (La marca de outs rompió el registro de Dom DiMaggio de 503 establecido 29 años atrás, y ambas marcas todavía están vigentes en la Liga Americana). De hecho, al final de su carrera, Lemon registró cinco temporadas con al menos 400 outs, incluyendo tres seguidas (1983-85) con los Tigres de Detroit, ningún pelotero de la Liga Americana tiene más.
Lemon fue un pelotero agresivo, sin miedo, marcado por sus curiosos deslizamientos de cabeza en primera base. Pero al campo no era simple velocidad o agresividad lo que alimentaba el éxito de Lemon, sino estudio cuidadoso.
“Me tomaba mi tiempo para estudiar los distintos estadios y bateadores”, dice Lemon. “Descifraba las señas del catcher, nadie me las daba, yo las tomaba por mi cuenta. De esa manera, siempre me estaba moviendo, basado en el pitcheo que era pedido y las tendencias del bateador”.
El equipo de Chicago al cual Lemon se unió en septiembre de 1975 terminó en quinto lugar del oeste de la Liga Americana; la primera temporada completa de Lemon, 1976, fue aun peor, el equipo terminó en último lugar con marca de 64-97. Fue un impacto total cuando los Medias Blancas de 1977 se convirtieron en los paleadores del South Side para ocupar el primer lugar hasta agosto antes de ceder frente a los encendidos Reales de Kansas City.
“Nunca pensamos que lo que hacíamos era extraño o inesperado”, dice Lemon de su primera experiencia en un contendor. “Solo era asunto de un grupo de tipos unidos por una misma unidad mental: No nos preocupaba el individuo, sino el equipo”.
Mientras 1977 puede haber sido la llegada de Lemon a la fiesta en el aspecto defensivo, su bate pronto mostró chispazos, también. Tuvo su temporada ofensiva más fuerte en 1979, cuando terminó noveno en promedio al bate (.318) y en porcentaje de embasado (,391) en la Liga Americana y lideró la liga en dobles con 44. Al jugar junto a veteranos como los compañeros de los jardines Ralph Garr y Richie Zisk, Lemon hizo un rápido estudio de las altas y bajas de las mayores.
Lemon aprendió bien, a pesar del reto de llegar tan joven a las mayores. A la edad de 23 años en 1978, Lemon participó en su primer Juego de Estrellas. Y nada menos que el compañero (y una vez fenómeno) Bobby Bonds le dedicó elogios.
“Mi meta siempre fue ser un jugador franquicia, pero Bobby fue el primero quien de verdad empezó a reconocerme como uno de los mejores jardineros central del beisbol”, dice Lemon. “Él dijo que yo era tan bueno como cualquiera que él hubiese visto, y para un hombre quien jugó con uno de mis héroes, Willie Mays, eso es un gran elogio”.
Para 1981, el pelotero más popular de Chicago acordó los términos que lo convertirían en el miembro mejor pagado del equipo, cuando el grupo de Jerry Reinsdorf compró los Medias Blancas a Bill Veeck. Pero el desastre se hizo presente de alguna manera, cuando el sorpresivo agente libre Carlton Fisk se unió a los Medias Blancas por más dinero que Lemon.
Lemon admite hoy que fue inmadurez lo que le afectó cuando perdió la supremacía como mejor pagado. “Como un tipo joven, no vi eso como una oportunidad, que Carlton Fisk nos ayudaría a conseguir más victorias” dice Lemon de si cuando tenía 25 años de edad. “Vi eso como un insulto. Todavía estaba madurando. Dije, ‘Les enseñaré, me haré agente libre’. Pero estaba asustado, Chicago era todo lo que conocía. Ese era mi hogar. Y me gustaban los aficionados quienes siempre me apoyaban y animaban”.
El disgusto de Lemon por la llegada de Carlton Fisk a los Medias Blancas fue el detonante. Él siguió reclamando a través de la temporada de la huelga de 1981 y fue negociado el día de Acción de Gracias a los Tigres por Steve Kemp.
Kemp solo jugaría una temporada con los Medias Blancas, mientras el tren que corría hacia el este representó un botín más valioso para Detroit. El cambio, al principio impopular en la ciudad del motor, resultó ser el mejor movimiento para Lemon.
“Todos éramos casi de la misma edad en Detroit”, dice Lemon, “pero todos, Lou Whitaker, Alan Trammell, Jack Morris, Lance Parrish, Kirk Gibson, habíamos estado jugando por mucho tiempo en las Grandes Ligas. Éramos muy competitivos y hambrientos, un equipo lleno de líderes”.
De hecho, Lemon y Morris, ambos de 27 años al momento del cambio, calificaron como los mayores entre el grupo de estrellas. Para 1983, Detroit se había convertido en un casi ganador de la división, al ganar 92 juegos y terminar en segundo lugar de la división este de la Liga Americana. Solo había un problema: los Medias Blancas.
“¡Salí de Chicago y entonces los Medias Blancas ganaron!”, Lemon exclama sobre la mejor marca de las mayores, los Medias Blancas de 1983, 99 triunfos. “Me dije, ‘¿Qué hice!?”
La angustia de Lemon fue corta, los Medias Blancas fueron vencidos por los Orioles de Baltimore quienes ganaron la serie Mundial de 1983. Los Tigres sabían que si los Orioles eran lo mejor que el beisbol podía ofrecer, su momento estaba próximo: Detroit había vencido a Baltimore en ocho de trece juegos en 1983.
De hecho los Tigres manejaron a Baltimore, y el resto de la Liga Americana, en 1984, a un ritmo de 16 triunfos en sus primeros 17 juegos y un inimaginable comienzo de 35-5. Si para finales de mayo, Detroit había acumulado tal colchón que podían haber jugado para .500 el resto del camino y aún tener una temporada de 96 victorias.
Dice Lemon del recordado 1984: “Fue increíble. Éramos como estrellas de rock. Equipos que no llenaban sus estadios aunque los boletos fueran gratis, tenían concurrencias de 30.000 aficionados cuando jugábamos contra ellos”.
Pero la gran ventaja de los bengalíes también representaba un peligro: Había grandes expectativas, y mucha presión para que Detroit lo ganara todo. Los aficionados sintieron rápidamente que cualquier cosa menor a un título mundial convertiría a la temporada en un fracaso.
“Eso se convirtió en nuestro lema: ‘Los elementos de la sorpresa nunca sacaran lo mejor de nosotros’”, dice Lemon. “Sabíamos que por más bueno que había sido nuestro arranque, no podíamos dar nada por sentado”.
Detroit no lo hizo, al terminar con 15 juegos de ventaja en el este, con marca de 104-58. El equipo lideró la Liga Americana en carreras por juego (5.12), y pitcheo (3.97 de efectividad colectiva).
“Los Invencibles” navegaron la postemporada, barrieron a los Reales en tres juegos y derrotaron en cinco juegos a los Padres de San Diego en la Serie Mundial. “Al avanzar estábamos un poco asustados”, dice Lemon de la presión por ganar. “Nadie recuerda quién estuvo ahí, solo recuerdan al ganador”.
De la manera como resultó, ganar la Serie Mundial, Lemon dice, “Fue el sentimiento más grande, un alivio”.
A pesar de tener jóvenes estrellas, formadas en su sistema de granjas, en cada posición, fue el cambio de los Tigres por Lemon lo que la mayoría vio como la pieza final del rompecabezas del campeonato. La cosa más grande que le podía ocurrir a Lemon fue la cosa más grande que le pudo haber ocurrido a los Tigres.
“La adquisición de Chester fue tan importante para el desarrollo de ese equipo y su consecuente éxito, como cualquier otra cosa”, dice el narrador de los Tigres, Ernie Harwell. “Un gran jardinero central es usualmente el aglutinante de un gran equipo, Él le llegaba a todo allá afuera. Era como si tuviéramos un jardinero izquierdo y otro derecho adicionales, porque él podía cubrir mucho terreno”.
“Todo se completó de verdad cuando llegó Chet”.
Lemon se ríe con la caracterización de Harwell acerca de su defensiva. “Me había hecho tan bueno en anticipar hacia donde sería bateada la pelota, que el jardinero izquierdo, Larry Herndon, y el derecho, Kirk Gibson, empezaban a gritarme si no me movía antes del pitcheo, para que los ayudara a posicionarse”.
Aún como uno de los estudiantes más astutos del beisbol, a Lemon le tomó unos años darse cuenta de lo que él y los Tigres habían logrado con su título de Serie Mundial. “Muchos peloteros quienes han jugado el juego lo darían todo, los jugador mas valioso y otros premios individuales, por ganar una Serie Mundial. No hay nada más grande que un hombre pueda lograr en el beisbol que ganarlo todo”.
Lemon no fue exactamente un caballo de hierro (promedió 135 juegos temporada en sus 14 campañas completas), pero participó en 1988 juegos de Grandes Ligas. Y mientras su carrera no fue exactamente de Salón de la Fama como la de sus compañeros de equipo en la niñez, Ozzie Smith y Eddie Murray, Lemon compartió un camino al estrellato y una carrera longeva con el par.
Lemon sabía de donde venía ese camino, del miedo a fallar.
“Fui un niño del ghetto, de Watts, y nunca quise volver atrás”, dice Lemon. “Tuve una oportunidad, y muchos amigos estaban pujando duro para que yo llegara a las mayores. No podía desilusionarlos. No era suficiente con solo llegar a las Grandes Ligas. Tenía que destacar. Eddie y Ozzie crecieron jugando conmigo, y todos nosotros queríamos salir del hueco. El beisbol era nuestra salida”.
Llegó con un poco de sorpresa entonces, que a la relativa joven edad de 36 años, el veterano terminó su carrera. Pero el resto de la historia salió a flote en el primer año de retiro de Lemon cuando un dolor crónico estomacal forzó a la estrella a entrar y salir de los hospitales.
Las respuestas eran vagas, pero después de varias pruebas y viajes, un doctor ordenó un ultrasonido. La afección de Lemon, policitemia vera, esencialmente una sobreproducción de glóbulos rojos que hace más viscosa la sangre, fue finalmente diagnosticada.
“Eso es descubierto usualmente durante la autopsia”, dice Lemon, “Nunca me quejé mucho de eso, así que cuando mi dolor siguió empeorando, las personas supieron que algo andaba muy mal”.
Diagnosticar el problema fue casi peor que no conocer las respuestas, porque el seguimiento de la enfermedad de Lemon era complicado. Para tener alguna esperanza de supervivencia los médicos necesitaban emplear una especie de drenador para limpiar el flujo sanguíneo de Lemon, solo esa sustancia limpiaría la sangre insana, la sana y los tejidos.
“Tenía miedo de no despertar, al saber que había tan poca oportunidad de sobrevivir”, dice Lemon de la cirugía. “Aún con todos los medicamentos y la anestesia, me llevó varias horas quedarme dormido, porque no quería que fuese la última vez que cerrara mis ojos”.
La cirugía fue exitosa y aunque Lemon ha tenido que pasar por otras dos operaciones igualmente críticas desde entonces, incluyendo la más reciente, cuando los médicos le removieron su bazo, él mantiene su buen humor.
“Te sientes más agradecido por cada pequeña cosa”, dice Lemon. “Al ser un grande liga, estás blindado, puedes hacer todo lo que quieras. Despues de esto. Me he hecho más humilde. He tenido que convertirme en más sociable y desarrollar relaciones con muchas otras personas”.
“La vida puede ser solitaria si solo quieres refugiarte. Esto me ha forzado a abrirme y ser un persona diferente”.
Una de las cosas a las que Lemon se ha abierto desde su retiro ha sido a ser entrenador. Al haber sido siempre un pelotero analítico, Lemon ha tenido éxito a nivel de la escuela secundaria y la Amateur Athletic Union.
En la actualidad está en Sanford, Florida entrenando a Chet Lemon’s Juice un equipo de beisbol para jugadores de 18 y por debajo de 18 años que ha ganado cinco años seguidos el título de la Florida AAU.
El roster incluye al hijo de Lemon, el campocorto Marcus, quien es uno de los principales jugadores amateur del país.
En este punto, viviendo de muchas maneras un “bono” de tiempo, Lemon no descarta cualquier cosa, aún regresar a las mayores como coach.
“Siempre fui un estudioso del juego. Me gustaría regresar y hacer algo en Chicago, si se presentara la oportunidad”, dice Lemon. “(El gerente general de los Medias Blancas) Kenny Williams, uno de mis antiguos compañeros de equipo, y (el consejero ejecutivo de los Medias blancas) Roland Hemmond, quien era como mi papá cuando llegué a los Medias Blancas como un muchacho intenso, fueron a verme cuando estuve enfermo. Tal vez un día les haga una llamada”.
Los Medias Blancas de seguro no querrán que su tercera base se mueva hacia segunda base o se lance de cabeza en primera base, pero Lemon tiene más de una lección valiosa que compartir”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
lunes, 18 de julio de 2016
Esquina de las Barajitas: Willie Stargell 1974.
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí esta la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
Cuando tratas de coleccionar un juego de barajitas al comprar paquetes al azar en tu tienda local, estás en ruta a un laberinto. Para mi, uno de esos años fue 1974. Compraba agresivamente un nuevo paquete de barajitas cada sábado en las tiendas de mi pueblo, pero no podía conseguir la barajita que buscaba: la Topps de Willie Stargell. No estoy seguro de porqué me obsesioné tanto con la barajita de 1974; en verdad me gustaba mucho más la de 1973, porque era una toma en acción, mostraba a Stgargell estirándose para recibir un tiro en primera base ante la llegada de Del Unser. También me gustaba la barajita de 1973 de Bobby Bonds, la cual muestra una aparición inesperada de Stargell, quien está intentando retirar a Bonds en un corre y corre.
En comparación, la barajita de Stargell de 1974 luce más que ordinaria. Es una barajita buena, pero carece de cualquier atractivo o curiosidades. Se ve a Stargell, posando de lleno antes de un juego en la carretera de los Piratas de Pittsburgh, empuñando un bate en posición de listo para hacer swing. Es una de muchas clases de tomas en pose que Topps usó en los días cuando las tomas de acción todavía eran relativamente raras.
Nada de eso de verdad me importaba en la primavera de 1974. Me gustaba y admiraba tanto a Willie Stargell que tenía que tener esa barajita. Se convirtió en santo grial, mi ballena blanca, ese verano. Cuando no la pude conseguir en las tiendas, me motivé a hacer algo tonto, Decidí tomar sin permiso, esta esquiva barajita de beisbol de 1974, de la casa de mi vecino de al lado.
Antes que alguien decida llamar a las autoridades por este caso de hurto, recordemos que yo solo tenía nueve años de edad. Notemos también que la justicia fue aplicada, y rápidamente. Mi vecino Hank Taylor, el hermano mayor de uno de mis mejores amigos, Alec, sabía de mi obsesión por el toletero de los Piratas. El sabía que yo había tomado la barajita de Stargell de su escritorio. A un día del hurto, Hank rápidamente me confrontó por la barajita. Al sentirme humillado por ser capturado por lo que había hecho, admití el crimen y devolví al artículo birlado ese día. Mientras recuerdo ese incidente todos estos años después, me siento tentado a llegar a la siguiente conclusión: A través de Hank Taylor, Willie Stargell me enseñó una importante lección acerca de cuan equivocado fue tomar algo que no me pertenecía.
¿Por qué me gustaba tanto Stargell en aquellos días? Mis amigos y yo crecimos en Westchester County, principalmente como aficionados de los Mets de Nueva York o de los Yanquis de Nueva York, con algunos aficionados de los Filis de Filadelfia mezclados. Solíamos imitar los bateadores del equipo local, como el estilo de pichón inclinado de Roy White de los Yanquis, o el de Félix Millán de los Mets. También tratábamos de imitar a los bateadores de los otros equipos. Uno de ellos era Joe Morgan, quien regularmente movía su codo izquierdo como un ala de pollo mientras esperaba el próximo lanzamiento. El otro era Stargell, debido a la inusual manera como movía su bate en círculos como un molino de viento. Mientras esperaba cada pitcheo, Stargell se inclinaba adelante y atrás en la caja de bateo, moviendo su bate hacia adelante, señalando por un momento hacia el jardín central y entonces regresando el bate hacia atrás para otro giro. Ese movimiento de molino de viento parecía ayudar a que Stargell ajustara el tiempo de su swing. Eso pudo ayudar hasta su poder, en el sentido de que aquellos antiguos windups de pitcheo parecían agregar millas extra a las rectas de los pitchers. De cualquier manera, no podía ser divertido para los lanzadores de la Liga Nacional tener que ver a Stargell prepararse para su próximo swing feroz.
Sabíamos del estilo de bateo de Stargell, de su prodigioso poder, y de su reputación como uno de los tipos buenos del beisbol. Pero no conocíamos la historia completa. Dada nuestra juventud, no entendíamos que Starg había crecido pobre, en contraste con nuestra cómoda crianza.
Por buena parte de su juventud, Stargell vivió en un proyecto gubernamental en Alameda, Calif. Allí, Stargell y su familia vivían bajo circunstancias magras, pero él encontró relativamente poco racismo en la comunidad integrada del area de la bahía. Esas circunstancias empezaron a cambiar en 1959, cuando él firmó su primer contrato profesional con los Piratas y se reportó a la filial de ligas menores del equipo en San Angelo (Texas) en la Class-D Sophomore League. (¿Te puedes imaginar jugando en una liga llamada la Sophomore League?)
Fue allí que Stargell descubrió un mundo diferente, uno más antagonístico hacia los afroamericanos. Como muchos hoteles, particularmente en el sur, no permitían huéspedes negros, Stargell algunas veces dormía en catres en los porches traseros de las casas privadas de otros afroamericanos. Los restaurantes también discriminaban contra los negros. Stargell a menudo tenía que esperar en la cocina de los restaurantes, donde le daban restos de comida. En otras ocasiones, Stargell tenía que sentarse en el bus del equipo mientras los jugadores blancos comían cómodamente en un restaurant a un lado de la carretera.
Las severas hostilidades que Stargell y otros peloteros negros experimentaron dejaton al toletero sintiéndose comprensiblemente amargado, al menos al inicio de su carrera. También se sentía preocupado por su seguridad. En una ocasión, un hombre blanco amenazó a Stargell con una pistola. El hombre le dijo a Stargell que si intentaba batear con éxito en el juego de esa noche, él le dispararía. “Yo no podía entender como el color de mi piel podía hacer que las personas me odiaran por algo que yo nunca había hecho”, recordó Stargell en el Herald American.
Stargell se sobrepuso al racismo para hacer su debut de Grandes Ligas en 1962. De contextura robusta, Stargell de manera sorpresiva era un jardinero ágil. También mostraba un brazo poderoso, particularmente para un jardinero izquierdo. En el plato, mostraba destellos de promesa. Aún así, él no empezó a comprometerse con el juego hasta después que sufrió una temporada de disgusto en 1968, cuando bateó para un débil .237 con 24 jonrones. Mientras Stargell pudo haberse justificado con la excusa de El Año del Pitcher, escogió culparse. “Yo quería saber si todo lo que quería era ser un pelotero quien se mantendría alrededor unos 10 años sin lograr nada”, le dijo Stargell a Baseball Digest, “o quería convertirme en un pelotero bueno de verdad, en un pelotero destacado”. Una vez llegué a pensar que todo lo que había que hacer en este juego era llegar al estadio dos horas antes de la hora del juego, hacer la rutina usual, jugar nueve innings, e irse a casa”.
Stargell empezó a batear más consistentemente en 1969 y 1970, pero no fue hasta 1971, después de un viaje a Vietnam en el receso entre temporadas, que se convirtió en estrella nacional. Luego de reportarse al entrenamiento, primaveral en la mejor condición de su carrera, disfrutó un tórrido primer mes de temporada, al ejecutar un ataque exitoso a la marca de jonrones en abril. Para final de mes, él había largado 11 cuadrangulares, incluyendo un par de juegos de tres jonrones. En la temporada, Stargell resultaría líder con 48 jonrones y terminó segundo en la votación del jugador más valioso, al llevar a los Piratas a un campeonato mundial en 1971.
Mientras hacia la transición al estrellato, Stargell continuó aprendiendo acerca de liderazgo con su compañero de equipo, Roberto Clemente. Él observaba la ética de trabajo de Clemente, incluyendo un régimen de prácticas en el cual trataba de lanzar la pelota desde el jardín derecho para meterla en un recipiente de basura situado en tercera base. Ocho años despues del campeonato mundial de los bucaneros, y mucho después del deceso de su amigo Clemente, Stargell lideró a los Piratas a otro título. En el año de “We are Family”, ningún Pirata fue más prominente que Stargell. El indiscutido líder de los Piratas de 1979, se convirtió en ejemplo y figura paternal de sus compañeros de equipo, quienes en su mayoría eran de 10 a 15 años más jóvenes que él. Para entonces, Stargell había establecido la práctica de entregar “Stargell Stars” (“Estrellas Stargell”) a los compañeros que las merecían. Los peloteros pegaban las estrellas en sus gorras en reconocimiento a sus contribuciones por la victoria.
Stargell prácticamente se echó el equipo al hombro en ese campeonato de 1979. Luego de compartir el premio de jugador más valioso con Keith Hernández durante la temporada regular, bateó .455 con dos jonrones en la serie de campeonato de la Liga Nacional, y de nuevo ganó el premio del jugador más valioso. Y entonces completó la trifecta de jugador más valioso en la Serie Mundial, donde atormentó a los Orioles de Baltimore a ritmo de .400 de promedio ofensivo y tres jonrones. Stargell se convirtió en el primer (y hasta la fecha el único) pelotero en barrer los tres premios al jugador más valioso en la misma temporada.
Los jonrones de Stargell no solo ocurrían frecuentemente, recorrían distancias que no habían sido vistas en décadas. Stargell revitalizó el interés en la medida con cintas de los jonrones, algunos de los más largos vistos desde el apogeo de Mickey Mantle en los años ’50. El resumen de jonrones de Stargell incluye dos que bateó completamente fuera del Dodger Stadium, conocido como un parque extremadamente favorable a los pitchers. Durante la carrera de Stargell, ningún otro pelotero bateó un jonrón fuera del estadio de Chavez Ravine.
Por más que los largos jonrones definieran a Stargell en el terreno de juego, ellos solo eran una sombra en sus contribuciones generales al juego, incluyendo la relación con sus compañeros de equipo y el público. A diferencia de otros atletas egocéntricos, Willie sabía como conectarse con los aficionados. Despues de comprar un restaurant en la sección The Hill de Pittsburgh en 1970, él cocinó una promoción especial: Cada vez que él bateara un jonrón, el restaurant obsequiaría pollo gratis a todo el que ordenara un servicio en ese momento. La popular acción llevó al legendario locutor de los Piratas, Bob Prince a proclamar las palabras, “Spread some chicken on the hill!”, (“¡Suelten unos pollos en la colina!”), cada vez que Willie despachaba otra pelota allende las cercas.
Stargell no simplemente enfocaba sus esfuerzos hacia la actividad de su restaurant. Él se acercaba a todos los aficionados de los Piratas, regularmente hablando con ellos antes de los juegos y firmando autógrafos. Para Stargell, esto era parte de su rutina regular, particularmente en Three River Stadium.
Las personas devotas al juego también notaban la voluntad de Stargell para dedicar tiempo a las causas humanitarias. Durante el receso de 1970-71, él participó en una gira USO a beneficio de los soldados estadounidenses que combatían en Vietnam. En el area de Pittsburgh, él realizó trabajo voluntario para los Job Corps y los Neighborhood Youth Corps, al colaborar en los ghettos como parte de la “War on Poverty” (“Guerra a la pobreza”). Se convirtió en presidente de la Black Athletes Foundation, una organización dedicada a ayudar a que los atletas afroamericanos lograran mejores contratos y patrocinios mientras también resolvía problemas de la comunidad negra.
En quizás su causa más conocida, Stargell sirvió como vocero principal de la Sickle Cell Anemia Foundation, incrementando la conciencia sobre una enfermedad que había recibido poca publicidad en los años ’60. Stargell hizo numerosas apariciones públicas para recaudar dinero para combatir la enfermedad que ataca las células sanguíneas, principalmente en afroamericanos. “Muchas personas saben poco de esta enfermedad”, dijo una vez Stargell en una entrevista con The New York Times. “Estas personas tienen una vida corta y miserable. Necesitamos la ayuda de todos”.
En 1998, solo tres años antes de su fallecimiento, tuve el privilegio de conocer a Willie Stargell. En enero de ese año, durante las crudezas de otro invierno del noreste, él fue a Cooperstown como parte de un programa auspiciado por el U.S. Post Office. Él acordó para hablar ante un grupo de niños quienes asistirían al Grandstand Theater del Salón de la Fama. Aunque ninguno de esos estudiantes lo vio jugar, estaban cautivados por su habilidad para inspirar con sus palabras. A pesar de la brecha generacional, él fue capaz de llegarle a aquellos muchachos, como siempre había llegado hasta mi, empezando con aquellos días cuando yo coleccionaba sus barajitas e imitaba su swing.
Despues de la charla de Stargell, fui privilegiado al ser incluido en un almuerzo con Willie y varios miembros del equipo del Salón de la Fama. Por primera y única vez, tuve la oportunidad de hablar con Stargell cara a cara.
Ese día, aquella barajita Topps 1974 llegó completa a mi memoria. Había conocido al hombre quien indirectamente me había enseñado una lección importante. Por supuesto, era muy vergonzoso contarle eso a él. Yo estaba muy feliz de conocer a un héroe.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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