lunes, 2 de diciembre de 2019
Los Yanquis contrataron a una entrenadora de bateo. Su nombre es Rachel
Se cree que Rachel Balkovec es la primera mujer contratada a tiempo completo como entrenadora de bateo de una organización de grandes ligas.
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Lindsay Berra. The New York Times. 22 de noviembre de 2019.
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Mientras tomaba una caminata matinal en Fort Lauderdale, Fla., esta semana al asistir a Slugfest, una conferencia de tres días donde se reúnen los entrenadores de bateo más destacados de Major League Baseball, Rachel Balkovec aminoró el paso para saludar a una madrugadora.
¿Asistirá a la conferencia? Preguntó la mujer
Si.
“¡Oh!” replicó la mujer. “¿Con quien estás casada?”
Ese es el tipo de respuesta estereotípica que Balkovec, 32, ha estado enfrentando por años en el beisbol, y la que espera continuar quebrando cuando se reporte a Tampa el 1 de febrero para convertirse en la entrenadora de bateo de ligas menores de los Yanquis. Firmó contrato el 8 de noviembre y se cree que es la primera mujer empleada a tiempo completo como coach de bateo de un equipo de grandes ligas.
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Los oficiales del equipo dijeron que habían contratado a Balkovec basados en las calificaciones, que incluyen dos grados de maestría en ciencia del movimiento humano y experiencia en varios equipos de ligas menores, que fueron una razón natural para ingresar en el cuerpo de entrenadores para la próxima temporada.
“El porqué escogimos a Rachel para este cargo tiene una respuesta fácil”, dijo el coordinador de bateo, Dillon Lawson. “Es una buena coach de bateo, y una buena entrenadora, punto”.
Lawson conoció a Balkovec mientras ambos trabajaban con los Astros de Houston en 2016, él como coach de bateo de ligas menores y ella como coordinadora de fuerza y acondicionamiento de los latinoamericanos del equipo. Ella había aprendido español por su cuenta para ser una entrenadora más efectiva. En 2018, se convirtió en coach de fuerza y acondicionamiento del equipo AA de los Astros, Hooks de Corpus Christi.
“Dillon fue mi mentor con los Astros, lo considero un visionario del juego”, dijo Balkovec.
Ella dijo que una vez lo vio ponerse un micrófono para grabar su sesión de entrenamiento con los peloteros para escucharse y criticarse después.
“Su deseo de superarse para poder hacer que otros mejoraran siempre me ha inspirado a actuar de la misma manera”, dijo ella.
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Major League Baseball ha ido dando pasos para incluir más mujeres en los cargos de campo, como coaches, scouts, árbitros y masajistas atléticos.
Los Atléticos de Oakland contrataron a Justine Siegal como instructora invitada del equipo de la liga instruccional de otoño en 2015, entonces tuvieron a Verónica Álvarez como entrenadora de cátchers invitada en el entrenamiento primaveral de este año. Los Cachorros de Chicago contrataron a Rachel Folden para trabajar como principal técnico del laboratorio de bateo y como “cuarto” coach de su equipo de novatos en la Arizona League el próximo año. Y en sus reuniones invernales de San Diego en diciembre, MLB tendrá su segundo programa “Take the Field”, diseñado para proveer a las mujeres interesadas en carreras como entrenadoras, scouts y desarrollo de peloteros, con oportunidades para asistir a paneles y sesiones de grupos de trabajo.
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Antes de su época en Houston, Balkovec, quien creció en Omaha, Neb., fue coordinadora de fuerza y acondicionamiento para los Cardenales de San Luis en 2014 y 2015; fue la primera mujer en tener una posición en fuerza y acondicionamiento a tiempo completo en el beisbol afiliado a las grandes ligas.
Pero ser mujer siempre ha sido el mayor obstáculo para su éxito, dijo ella.
Después que sus mensajes no fueron contestados cuando inicialmente aplicó para trabajos de fuerza y acondicionamiento en beisbol, ella cambió su primer nombre en su curriculum y aplicaciones a “Rae” en vez de “Rachel”.
Entonces el teléfono empezó a sonar.
La mayoría de los que llamaban se sorprendían al oir la voz de una mujer en el teléfono, dijo ella, y no llamaban por segunda vez. Un equipo le dijo de plano que nunca contratarían a una mujer.
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Pero Balkovec ya había trabajado con los Cardenales con un contrato temporal en 2012, como coach de fuerza y acondicionamiento de su equipo afiliado en Johnson City, Tenn., donde ella ganó el premio de entrenadora del año en la Appalachian League.
Cuando ella buscaba un trabajo a tiempo completo, los Cardenales recordaron sus destrezas y le dieron una oportunidad.
Balkovec, quien fue catcher de equipos de softbol en Creighton University y New Mexico, obtuvo una maestría en kinesiología en la Louisana State University en 2012. Se fue de los Astros en el otoño de 2018 para buscar su segunda maestría, en ciencias del movimiento humano en Vrije University en Holanda, la cual ha realizado investigación avanzada en rastreo del ojo en cricket y beisbol, un area de gran interés para Balkovec. Mientras estuvo en Holanda también fue coach de bateo asistente en los programas de beisbol y softbol del país.
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“Sabía que mi pasión estaba cambiando desde fuerza y acondicionamiento hacia una visión más global del juego, quería ser capaz de tener un mayor impacto en el desarrollo de los peloteros ayudándolos a mejorar desde una perspectiva científica”, dijo Balkovec. “La dirección que ha tomado el juego es obvia, sabía que tener un mejor acercamiento a la investigación y el lado analítico de las cosas sería beneficioso para mi futuro en el beisbol”.
Balkovec ha estado trabajando en Driveline Baseball, un centro de entrenamiento de manejo de datos en Washington State, desde agosto, para terminar su investigación en rastreo del ojo para bateadores y el movimiento de la cadera para pitchers. Ella espera aplicar la investigación en su trabajo con los Yanquis.
“Durante el proceso de entrevistas, fui dejada a un lad por el cuerpo de coaches de bateo de los Yanquis”, dijo ella. “Están haciendo cambios operacionales agresivos para competir en el cambiante paisaje del desarrollo de peloteros”.
Y Lawson dijo que nunca tuvo segundos pensamientos sobre el hecho de que Balkovec es mujer.
“Si jugaste por 30 años en las grandes ligas y te conviertes en coach, inmediatamente eres confiable y legítimo, pero cuando se viene de un ambiente diferente, toma más tiempo”, dijo Lawson. “Cuando trabajas con Rachel como pelotero o entrenador, queda muy claro que su trabajo contigo y su experticia en el campo solo va a hacerte mejor. Al principio puede ser diferente porque es una mujer, pero rápidamente notarás que simplemente es una entrenadora élite y la ves por eso”.
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Lindsay Berra es una periodista deportiva que ha escrito para ESPN Magazine y MLB.com y es la nieta de Yogi y Carmen Berra.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 01 de diciembre de 2019.
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Esquina de las Barajitas: Andy Messersmith. Topps. 1979.
Bruce Markusen
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Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
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Al fotografiar lanzadores durante la década de 1970, Topps tendía a mostrarlos de lado, o al menos desde un ángulo parcial. La barajita Topps de 1979 de Andy Messersmith es un poco diferente, sin embargo. Fue tomada casi de frente, como si tuviésemos la perspectiva del bateador ( o el catcher, o el árbitro). Esto nos da una pequeña idea de lo que puede ver el bateador cuando observa al pitcher.
En el caso de Messersmith, notamos que su pierna derecha está firmemente plantada y que su pierna izquierda, doblada en la rodilla, está completamente levantada del suelo. Como bono adicional, la barajita nos da una visión de la pelota, la cual ha sido lanzada desde la mano derecha de Messersmith, y ahora está yuxtapuesta contra su brazo derecho.
Los bateadores a menudo hablan de cómo leen las costuras y el giro de la pelota, lo cual les permite determinar si lo que fue lanzado fue una recta o una pelota quebrada, En este caso, la pelota está muy borrosa para dar una idea de lo que ocurre con las costuras y el giro. Dado que mi visión lateral es pobre, me imagino que cada lanzamiento me parecerá borroso, lo cual no me dará pista alguna de si lo que viene hacia mi es una recta, curva, slider o cambio de velocidad.
Aunque esto es solo una toma de Messersmith, nos da una idea de lo retador que puede ser enfrentar en vivo a un pitcher de grandes ligas. Seguro, a los bateadores les enseñan a mantener la concentración en la pelota, pero hay muchas distracciones: Una de las piernas del pitcher está doblada, la otra está firme, su cabeza está inclinada hacia un lado, y hay sombras desarrollándose sobre el montículo. En todo ese tiempo, el bateador tiene que descifrar la pelota contra un fondo de camisas grises o blancas, lo cual hace la tarea más difícil.
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Es una maravilla que alguien pueda batear un imparable con todos esos obstáculos, aun así, los bateadores de grandes ligas lo hacen una y otra vez.
A primera vista, la mecánica de Messersmith luce muy buena aquí, en la que resultó su barajita Topps final, pero en retrospectiva, sabemos que su brazo era cualquier cosa menos estar en buen estado hacia finales de la década de 1970. No era a menudo que Messersmith tenía la oportunidad de aparecer en acción en un juego para los Yanquis de Nueva York; mientras estuvo una temporada con el equipo, solo estuvo lo suficientemente sano para hacer apenas cinco aperturas y un relevo durante la temporada de 1978. El resto del tiempo lo pasó en la lista de incapacitados.
Dada su escasez de pitcheo en 1978, es relativamente fácil determinar en que juego fue tomada esta fotografía. Messersmith usa el uniforme gris de los Yanquis, así que debe ser un juego en la carretera. Solo hizo dos apariciones en la carretera esa temporada, una en Cleveland y otra en Oakland. El juego de Cleveland fue uno nocturno, así que podemos descartar ese. El juego de Oakland fue una apertura en la tarde, así que ese debe ser el juego. Ocurrió el 3 de junio en el Oakland-Alameda County Coliseum.
Messersmith abrió el juego esa tarde. Lanzó cinco innings, permitió cinco carreras (cuatro limpias), incluyendo tres jonrones. Fue relevado por Ken Clay, Messersmith perdió 5-1, una de tres derrotas que sufrió esa temporada. Esas fueron sus únicas decisiones como Yanqui; nunca ganó un juego para la franquicia.
De hecho, Messersmith no tendría oportunidad de lanzar para los Yanquis en 1979, el año cuando esta barajita Topps salió. Eso, debido a que los Yanquis decidieron despedirlo en noviembre de 1978. Messersmith firmó con uno de sus primeros equipos, los Dodgers de Los Angeles, donde solo hizo 11 apariciones antes de reconocer que había llegado el momento de retirarse. Para un pitcher que fue dominante y había aparecido en varios juegos de estrellas y competido muchas veces por el premio Cy Young, esa fue una manera poco apropiada de terminar una buena carrera.
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La carrera profesional de Messersmith empezó en California, pero pudo fácilmente haber comenzado en Detroit. En 1965, los Tigres lo seleccionaron en la tercera ronda del recientemente establecido draft amateur, pero no pudieron convencer al joven pitcher derecho para que firmara. Messersmith regresó a la universidad, lanzaba para la University of California at Berkeley y entonces se declaró elegible para el draft de 1966. Esa vez fue seleccionado en la primera ronda, los Angelinos lo tomaron en el décimo segundo turno general. De los 11 peloteros seleccionados antes que él, solo cuatro llegarían a las grandes ligas, solo Duffy Dyer tuvo el impacto más grande como receptor de reserva por mucho tiempo.
Aunque Messersmith tenía solo 20 años de edad en ese momento, los Angelinos pensaban que estaba lo suficientemente avanzado en sus destrezas de pitcheo para ameritar una asignación al Seattle AAA de la Pacific Coast League. Después de todo, Messersmith ya tenía tres pitcheos en su arsenal: recta, curva, y cambio de velocidad. Apareció en 18 juegos, ganó cuatro de 10 decisiones, y logró una respetable efectividad de 3.60. Messersmith parecía mantenerse en AAA, pero los Angelinos pensaron que necesitaba bajar un nivel en 1967. Así que lo reasignaron a El Paso AA, donde su efectividad subió hasta 4.34.
En la superficie, los números de Messersmith fueron mediocres, pero los Angelinos lo llevaron de vuelta a AAA en 1968. En 20 juegos, tuvo una efectividad por debajo de 3.00, la cual era destacada para una liga de bateadores como PCL. En julio, los Angelinos, pensaron que estaba listo. El manager de los Angelinos, Bill Rigney se mostró optimista respecto a Messersmith, y con buenas razones.
“Este muchacho tiene el potencial para ser el mejor pitcher de la liga”, le dijo el manager de los Angelinos a John Weibusch, corresponsal del Sporting News. Rigney llevó a Messersmith poco a poco, le dio solo cinco aperturas y lo usó principalmente como relevo intermedio. Respondió bien, ponchando a 74 bateadores en 81 innings mientras tenía efectividad de 2.21. En 1969, Rigney movió a su joven prodigio hasta la rotación de abridores a tiempo completo. Con un repertorio que incluía una tremenda curva, un buen cambio de velocidad y una recta por encima del promedio, Messersmith dominó la competición.
Al realizar 33 aperturas, ponchar 211 bateadores y ganar 16 juegos, se convirtió en el as del cuerpo de lanzadores de los Angelinos. Aunque los Angelinos no contendieron por la recientemente conformada división oeste de la Liga Americana, Messersmith recibió algún apoyo en la votación del jugador más valioso.
La temporada de 1970 no sería tan buena, pero no porque los bateadores de la Liga Americana se hubiesen ajustado a Messersmith. La razón fue un asunto de lesiones. Primero el lanzador derecho se lastimó el hombro mientras se deslizaba en una base. También tuvo dolores en las costillas. Al efectuar solo 26 aperturas, consiguió 11 triunfos, pero su efectividad subió en casi una carrera.
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Una temporada maravillosa esperaba a Messersmith en 1971. Recuperó su salud, realizó 38 aperturas, acumuló 276 innings y ganó 20 juegos. También disminuyó su efectividad por debajo de 3.00 Messersmith no solo participó en el juego de estrellas, sino que terminó quinto en la votación del premio Cy Young.
Los Angelinos esperaban más cosas grandes de Messersmith en 1972, pero la salud no lo permitiría. Una lesión en uno de sus dedos de lanzar requirió cirugía, lo cual limitó su trabajo ese verano. Aun a menos del 100 porciento, Messersmith tuvo efectividad de 2.81, pero el poco apoyo ofensivo de los Angelinos determinó que su marca fuese de 8-11.
Esa resultaría ser la temporada final de Messersmith con los Angelinos. En enero de 1973, se enteró de la noticia de que había sido cambiado a los Dodgers del otro lado de la ciudad. Fue un cambio de proporciones épicas, al enviar a Messersmith y el veterano tercera base Ken McMullen a Chavez Ravine por un paquete de cinco peloteros, incluyendo al jardinero del Salón de la Fama, Frank Robinson.
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Sano otra vez en 1973, Messersmith encontró una bienvenida en Dodger Stadium, conocido por ser amigable a los lanzadores. Pitcheó 249 innings, bajó su efectividad hasta 2.70 y ganó 14 juegos para unos Dodgers que ocuparon el segundo lugar.
La segunda temporada de Messersmith con el Dodger Blue resultaría ser la mejor de su carrera, al menos hasta ese momento. Emergió como el as de un talentoso cuerpo de abridores de los Dodgers que ya contaba con Don Sutton y Claude Osteen. Messersmith ganó 20 juegos, tuvo efectividad de 2.59 y ponchó 221 bateadores. Esos números produjeron un segundo lugar en la votación por el premio Cy Young, mientras ayudaba a los Dodgers a conseguir su primera clasificación a la postemporada desde 1966.
En la serie de campeonato de la Liga Nacional, continuó brillando al tener una apertura dominante ante el camión de leña de los Piratas de Pittsburgh. Desafortunadamente, la temporada terminó con una nota baja; Messersmith encajó dos derrotas en sendas aperturas contra Oakland, mientras los Dodgers perdían la Serie Mundial en cinco juegos.
En general, Messersmith había tenido una buena temporada. Participó en el juego de estrellas, ganó un guante de oro y terminó décimo sexto en la votación por el premio al jugador más valioso. En respuesta, los Dodgers le ofrecieron un aumento, desde 100.000 $ hasta 115.000. Messersmith estaba dispuesto a aceptar el aumento, pero también quería que se incluyese una clausula que impidiera cualquier cambio, en su contrato. Los Dodgers no aceptaron, así que Messersmith decidió pitchear toda la temporada de 1975 sin firmar su contrato.
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De alguna manera, Messersmith convirtió su actuación en otro acierto en 1975. Al disminuir su efectividad hasta 2.29, ganó 19 juegos y lideró la Liga Nacional en aperturas, juegos completos, blanqueos, e innings lanzados (321). Fue una temporada fenomenal, una que fue de alguna manera ensombrecida por el fallo de los Dodgers en repetir como campeones de la división oeste de la Liga Nacional. A medida que avanzaba la temporada de 1975, Messersmith y los Dodgers tuvieron inconvenientes en sus conversaciones contractuales. Decidió plantear una reclamación con la asociación de peloteros, citando la clausula de la reserva del beisbol, la cual permitía a los equipos renovar el contrato de un pelotero que ellos desearan. En respuesta, los Dodgers le ofrecieron a Messersmith un contrato de tres años por 400.000 $, pero él no lo aceptó.
“He llegado tan lejos”, le explicó Messersmith al afamado periodista Jerome Holtzman. “Necesito ver que ocurre. No hay razón para que un equipo tenga que renovarle el contrato a un pelotero año tras año, si el pelotero no quiere firmar y quiere ir a otro lugar”.
Un hombre tranquilo y reservado, Messersmith no quería la luz pública, pero sintió que actuar contra la clausula de reserva era lo correcto. Otro pitcher, el veterano zurdo Dave McNally, también estaba en medio de una disputa salarial con los Expos de Montreal y decidió unirse a Messersmith en presentar una reclamación.
Hacia finales de noviembre, el caso fue ante una mesa de arbitraje que contaba con un representante de los peloteros, otro de los equipos y un árbitro independiente llamado Peter Seitz. Pocas semanas después, con los representantes de los peloteros y equipos votando por sus causas, Seitz anunció su sentencia, una que favoreció a Messersmith y McNally. Acordó con los peloteros que los equipos solo podrían renovar un contrato sin firmar por una temporada más; después de eso, el pelotero se convertiría en agente libre.
La sentencia no solo hizo que Messersmith fuese libre de firmar contrato con cualquier equipo, sino que forzó a los dueños a negociar un nuevo Collective Bargaining Agreement, uno que permitiría a los peloteros convertirse en agentes libres después de completar seis años de tiempo de servicio.
Para sorpresa de Messersmith, pocos equipos mostraron interés en él. De hecho, ningun equipo le hizo una oferta durante los meses invernales. No fue hasta el entrenamiento primaveral que tres equipos, los Yanquis, los Angelinos y los Padres de San Diego, hicieron ofertas formales. Cuando Messersmith despreció la propuesta de los Padres de cuatro años y 1.15 millones de $, el dueño del equipo, Ray Kroc le dijo a Associated Press, “Debería trabajar en un autolavado”. En lugar de eso, Messersmith siguió esperando por una mejor oferta. Esa propuesta llegó poco después del comienzo de la temporada, cuando Ted Turner, el dueño de los Bravos de Atlanta, le dio un contrato de tres años por un millón de $, completos con clausula de no cambio.
“Sentimos que Andy Messersmith era muy bueno para trabajar en un autolavado”, le dijo Turner a AP.
Messersmith también se convirtió en símbolo del estilo de Turner. El dueño animaba a sus peloteros a usar sus apodos en la parte posterior de sus camisetas. Por ejemplo, Jimmy Wynn usaba “Cannon”, abreviatura de “The Toy Cannon”. Messersmith, a solicitud de Turner, colocó la palabra “Channel” en el respaldo de su camiseta. Channel no era el apodo de Messersmith; en realidad era “Bluto”. Así que ¿por qué Channel?
Cuando fue apareada con el número 17 de Messersmith, el respaldo de la camiseta leía “Channel 17”, el cual solía ser la estación local de Atlanta que transmitía los juegos de los Bravos, y era la futura TBS Superstation. Esta fue una manera perfecta de promocionar la estación bandera de Turner.
Con el comienzo retrasado de su temporada, y sin el beneficio del entrenamiento primaveral, el pitcheo de Messersmith desmejoró en 1976. También fue molestado por una lesión en una pierna. Aun así estuvo bien, como lo evidenció una efectividad de 3.04 y una selección para el juego de estrellas, pero no era el derecho dominante que había sido visto en el sur de California.
Aún en una temporada truncada, Messersmith lanzó más de 200 innings. Pero para 1977, las pesadas cargas de trabajo, de sus días en Los Angeles, empezaron a pasar factura. Despues de un pobre inicio de temporada, Messersmith se cayó durante un juego en julio, aterrizó sobre su codo derecho. Una visita al médico detectó depósitos de calcio, los cuales pudieron haber estado allí desde antes. El médico recomendó cirugía, lo cual terminó la temporada de Messersmith.
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Messersmith no lanzaría más con los Bravos. Ese invierno, los Bravos vendieron su contrato a los Yanquis, quienes asumieron todo el dinero del contrato. Era un negocio riesgoso, pero pareció haber sido un acierto en los días iniciales del entrenamiento primaveral. Messersmith lanzó bien, impresionó a su nuevo manager, Billy Martin. Pero entonces, mientras trataba de cubrir primera base en un juego de exhibición, Messersmith tuvo que estirarse hacia atrás para tomar un tiro errático del primera base de los Yanquis. Messersmith cayó al suelo, y se separó el hombro.
Los Yanquis temían una lesión que terminara la temporada, pero Messersmith trabajó en su retorno diligentemente. Solo 10 semanas después de la lesión en el hombro, regresó al montículo. Claramente, no estaba listo. Hizo las cinco aperturas descritas antes, tuvo muchas dificultades, y perdió su puesto en la rotación. Ese invierno, los Yanquis, tiraron la toalla con Messersmith, le dieron su libertad incondicional.
Al intentar un regreso con los Dodgers, Messersmith tuvo inconvenientes antes de sufrir la inflamación de un nervio en su brazo de lanzar. La condición requería de cirugía, lo cual terminó con la temporada de Messersmith, junto con su breve regreso a Los Angeles. Decidió que era tiempo de retirarse.
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Al preferir una vida tranquila después del beisbol, Messersmith se mudó a una comunidad playera localizada alrededor de una hora fuera de San Francisco. Por buena parte de la próxima década, permaneció casi completamente alejado del juego, hasta que recibió una oferta para entrenar un equipo local en la cercana Cabrillo College. Estuvo dos períodos en Cabrillo antes de retirarse en 2007.
La mayor parte del tiempo, Messersmith ha permanecido fuera de la luz pública desde que terminó su carrera de grandes ligas. Eso es lo que prefiere, como hombre que valora su privacidad. Pero en la década de 1970, pocos peloteros tuvieron más impacto que Andy Messersmith, primero como pitcher dominante y luego como uno de los pioneros que decidió enfrentar la clausula de la reserva.
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Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 7 de noviembre de 2019
Ron Fairly, Estrella de los Dodgers convertido en narrador, fallece a los 81 años de edad.
En su carrera de 20 años como jugador activo, estuvo en tres equipos ganadores de Serie Mundial. Despues de sus años como jugador activo, pasó más de 20 años en el micrófono.
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Richard Goldstein. The New York Times. 31 de octubre de 2019.
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Ron Fairly,un jardinero y primera base quien en una carrera de casi medio siglo jugó en tres equipos campeones de Serie Mundial con los Dodgers de Los Angeles en la década de 1960 y después se mudó a la cabina de transmisión, falleció este miércoles 30 de octubre en Indian Wells, Calif.
Los Marineros de Seattle, para quienes Fairly fue narrador por mucho tiempo, dijeron que la causa fue cáncer.
Al jugar por 21 temporadas de grandes ligas, Fairly fue dos veces al juego de estrellas. Un bateador zurdo de swing compacto, tuvo un promedio vitalicio de .266 con 1913 imparables, 1044 carreras empujadas y 215 jonrones. Su mayor promedio al bate fue .322 con los Dodgers en 1961.
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“Tenía un sistema de bateo casi perfecto”, Tommy Lasorda, el manager del Salón de la Fama quien fue scout y manager de ligas menores con los Dodgers durante la época de Fairly con los Dodgers, escribió en su prólogo para: “Fairly at Bat: My 50 Years in Baseball, From the Batter’s Box to the Broadcast Booth” (2018), una memoria que Fairly escribió con Steve Springer. “Podías hacerlo out, pero no podías avergonzarlo. Swing. Balance. Tiempo. Todo perfecto”.
Springer dijo que había un lado caritativo de Fairly que pocos conocían.
Cuando el huracán Harvey, una tormenta de categoría 4, impactó a Houston en agosto de 2017, causando inundaciones catastróficas, Fairly, entonces de 79 años de edad, alquiló un camión en Rancho Mirage, lo cargó con donaciones de alimentos y ropas, manejó más de 1.400 millas hasta Houston, descargó las donaciones en un almacén, entonces dio media vuelta y regresó a casa.
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Fairly jugó para los equipos de los Dodgers que ganaron la Serie Mundial de 1959, cuando vencieron a los Medias Blancas de Chicago en seis juegos; en 1963, cuando barrieron a los Yanquis; y en 1965, cuando él bateó dos jonrones y tres dobles, empujó seis carreras y bateó para .379 cuando los Dodgers superaron a los Mellizos de Minnesota en siete juegos amparados en el pitcheo de Sandy Koufax y Don Drysdale. Su última aparición en la Serie Mundial fue en 1966, cuando los Dodgers fueron barridos por los Orioles de Baltimore.
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Después que la producción al bate de Fairly disminuyó, los Dodgers lo cambiaron en junio de 1969 a los Expos de Montreal (ahora Nacionales de Washington), quienes estaban en su primera temporada como equipo de expansión de la Liga Nacional. En el cambio los Dodgers recibieron a Manuel Mora y a Maury Wills. Desde ese momento hasta 1974 Fairly bateó para .276 con 80 jonrones y 331 carreras empujadas en seis temporadas con los Expos.
“Recuerdo haber pensado, ‘Vengo de las playas y el clima cálido y de un equipo del que se espera gane 100 juegos, y voy para el clima frío y un equipo del que se espera pierda 100 juegos’”, le dijo Fairly a The New York Times en 2019. “Dispusieron de mí, pudieron haberme enviado a Siberia”.
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Pero Fairly fue llamado al juego de estrellas mientras jugaba para los Expos en 1973, cuando bateó .298 con 17 jonrones. Terminó su carrera con breves paradas en San Luis, Oakland, Toronto y Anaheim Mientras jugaba para otro equipo de expansión, los Azulejos de Toronto de la Liga Americana, en 1977, bateó para .279 con un tope en su carrera de 19 jonrones y 64 empujadas y de nuevo fue al juego de estrellas.
Se retiró luego de la temporada de 1978, después de jugar con los Angelinos de California, su sexto equipo.
Fairly fue narrador de radio y televisión para los Angelinos desde 1980 hasta 1986, para los Gigantes de San Francisco desde 1987 hasta 1992, y finalmente para los Marineros. Fue integrante a tiempo completo del equipo de transmisión de Seattle desde 1993 hasta 2006 y narró algunos juegos después de eso.
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Ronald Ray Fairly nació el 12 de Julio de 1938, en Macon Ga., cuando su padre, Carl, jugaba para los Peaches de Macon en las ligas menores. La familia se estableció en el sur de California después de esa temporada, y el se convirtió en un destacado jardinero de beisbol y baloncestista en la secundaria de Long Beach.
Fairly fue un jardinero central estrella para el equipo de beisbol de la University of Southern California que ganó la Serie Mundial universitaria de 1958, entonces firmó con los Dodgers por un bono de 75.000 $ (el equivalente de 673.000 $ actuales). Debutó con los Dodgers en septiembre de 1958, cuando terminaban su primera temporada en Los Angeles después de salir de Brooklyn.
Desde el principio recibió la ayuda de Duke Snider, el futuro jardinero central del Salón de la fama, y Carl Furillo, el jardinero derecho notorio por su brazo de rifle.
“Tuve la oportunidad de compartir con Snider por unos años, y me enseñó mucho”, le dijo Fairly a The Press-Telegram de Long Beach en 1963. “Estuve cercano a Furillo en 1959, y me enseñó como manejar las pelotas que rebotaban de la pared”.
Fairly recibió permiso de Furillo para usar el número de su uniforme, el 6, después que Furillo se retirara en 1960. Desde 1946 hasta 1982, Fairly fue uno de solo tres peloteros de los Dodgers que usaron el No. 6, los otros fueron Furillo y Steve Garvey.
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Los Marineros dijeron que los sobrevivientes de Fairly incluyen tres hijos, Mike, Steve y Patrick, y nietos. Su esposa, Mary, falleció antes que él.
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Fairly era reconocido como un analista conocedor con un estilo amigable. A menudo contaba cuentos de sus días como jugador activo.
Pero a veces era traicionado por los errores verbales, más notablemente su a menudo citada referencia a uno de los relevistas principales de la Liga Nacional, cuando transmitía para los Gigantes:
“Bruce Sutter ha estado por aquí por un tiempo, y es muy viejo. Tiene 35 años edad, eso le dará una idea de que tan viejo es él”.
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Traducción: Alfonso L. Tusa.
martes, 29 de octubre de 2019
¿Puede la Recuperación de un Estadio de las Ligas Negras Revivir una Ciudad Empobrecida?
Paterson, N.J., planea restaurar Hinchliffe Stadium, el cual una vez fuese escenario del beisbol de las Ligas Negras, y convertirlo en museo y facilidad multideportiva.
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Kelly Whiteside
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PATERSON, N.J. — Solìa haber un estadio de beisbol aquí, en la esquina de Maple y Liberty. La realeza del beisbol una vez rondaba las bases, y los ciudadanos llenaban las tribunas.
Ahora desfigurado con graffitis, Hinchliffe Stadium parece un pedazo de terreno a punto de ser demolido. Arbustos y árboles han invadido las gradas, y el cuadro interior esta cubierto de asfalto y basura.
“Este es un estadio que desafortunadamente ha simbolizado el decaimiento y el declive de la ciudad”, dijo el alcalde la de ciudad André Sayegh. “Es triste. Y eso habla de la trayectoria de Paterson. Lo que tratamos de hacer es colocar a Paterson de vuelta en el mapa, y parte de eso consiste en restaurar el estadio hasta su gloria previa”.
Hinchliffe, abandonado desde 1997, es uno de pocos estadios de las Ligas Negras que aun siguen de pie. Una joya arquitectónica y símbolo de perseverancia en medio de la injusticia racial, se convirtió en una víctima de las necesidades más urgentes de esta ciudad empobrecida económicamente. Luego de muchos intentos fallidos para recaudar fondos para su recuperación, un salvado de noveno inning parecía poco probable.
Hasta ahora.
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Despues de mucho debate en los últimos meses, una propuesta para transformar Hinchliffe en un complejo deportivo, principalmente para niños y equipos de secundaria, venció su último obstáculo cuando miembros del Concejo Municipal aprobaron el plan de desarrollo.
Se espera que la refacción empiece el año próximo, a tiempo para el centésimo aniversario de la fundación de las Ligas Negras. Una vez hogar de los Black Yankees de Nueva York y los Cubans de Nueva York, Hinchliffe vio jugar peloteros como Monte Irvin, Josh Gibson, Satchel Paige, Cool Papa Bell y el nativo de Paterson Larry Doby, primer pelotero negro en jugar en la Liga Americana.
Los esfuerzos previos para devolverle la vida al espacio fallaron, eso dejó a los residentes, incluyendo a los jóvenes, fatalistas respecto al futuro de la edificación. “Cuando este lugar sea restaurado, tendré 40 años de edad”, dijo Saleh Ahmed de 14 años de edad.
Al cruzar la calle, en frente de Hichliffe, Ahmed y otros inmigrantes de Bangladesh se reúnen regularmente para jugar cricket. Aunque el estadio Art Decco se asoma inmenso, los muchachos no saben nada de su lugar en la historia. Para ellos, es otro territorio abandonado, uno con una placa de National Historic Landmark. Los camerinos, los cuales alguna vez alojaron inquilinos del Salón de la Fama y peloteros estrellas de la época, ahora son solo corredores de silencio. Ahmed una vez tuvo que buscar una pelota que fue a tener al estadio. “Fue muy tenebroso”, dijo él.
Vaughn McKoy, administrador de negocios de la municipalidad, jugó futbol americano liceísta en Hichliffe. Eso le allanó el camino para una beca en Rutgers y una carrera como abogador y fiscal estadal y federal.
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“Si naciste en la década de 1990, no tienes recuerdos de ese estadio y lo que significa para la comunidad”, dijo McKoy. Por eso piensa que una galería de exhibición para rendir honor a los peloteros de las Ligas Negras quienes llamaron a Hinchliffe su hogar, lo cual es parte del plan de restauración, es tan importante: “Contar la historia de estadio”, dijo él, “y lo que significa para la comunidad”.
En las décadas de 1930 y 1940, el juego floreció aquí, cuando la segregación mantuvo a los peloteros negros fuera de las ligas mayores. En 1933, la primera temporada completa de beisbol del estadio, Hinchliffe recibió en equivalente en las Ligas Negras de la Serie Mundial. El próximo año, los Black Yankees de Nueva York convirtieron al estadio en su hogar.
Después que Jackie Robinson rompió la barrera racial en Major League Baseball en 1947 con los Dodgers de Brooklyn, y Doby lo imitara tres meses después con los Indios de Clevelnad, las puertas finalmente se abrieron para los peloteros de color, disminuyendo la necesidad de las Ligas Negras.
Más allá del beisbol, Hinchliffe experimentó una amplia existencia, allí se presentaron veladas boxísticas, carreras automovilísticas y personalidades como Duke Ellington y Abbott y Costello, quien pudo en realidad haber estado en primera base durante la actuación del dueto. (Lou Costello creció en Paterson). La ciudad lanzaba sus fuegos artificiales desde el estadio, cerca de Great Falls, donde el río Passaic se precipita por un desfiladero de 77 pies. El estadio está incluido en el Great Falls National Historic Park.
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Hinchliffe, el cual pertenece al sistema escolar, se convirtió en fuente de orgullo cívico. Generaciones de atletas de escuela secundaria actuaron en su terreno, y el día de Acción de Gracias, era reverenciado el juego de futbol americano entre las secundarias rivales de la ciudad.
Hasta Doby, quien empezó su carrera de beisbol de Salón de la Fama probando en Hinchliffe, atesoraba las memorias de sus días de futbol americano en la escuela secundaria allí, de acuerdo a su hijo: “Le pedía a mi padre que me contara sus historias de beisbol, y todo de lo que quería hablar era del futbol americano en el día de Acción de Gracias entre Paterson Eastside y Central High School”, dijo Larry Doby Jr.. Agregó, “Hablaba de cómo todo el pueblo iba al estadio”.
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Cuando el estadio cayó en el abandono en la década de 1990 y cerró en 1997, parte de Paterson murió también. Ahora el renacimiento del estadio es la pieza central de una propuesta para revitalizar a Paterson mediante créditos de impuestos estadales. El proyecto de 76.7 millones de dólares, con 31.4 millones destinados a Hinchliffe, incluye planes de construir edificios residenciales, un restaurant, un estacionamiento y la galería, la cual el alcalde avizora como una versión en la costa este del Negro Leagues Baseball Museum de Kansas City, Mo.
Recordar las dificultades que enfrentaron los peloteros es relevante especialmente hoy, dijo Raymond Doswell, vice presidente del museo de Kansas City. “Es una pena que haya tenido que haber una Liga Negra. Es una tragedia para la historia estadounidense”.
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Paterson, la tercera ciudad más grande de Nueva Jersey, es también una de las más diversas, se habla más de 40 lenguajes y tiene una vibrante escena gastronómica. A pesar de este entramado, y de las lecciones de historia que provee el estadio, los comentarios intolerantes rodearon el manejo de la propuesta en el Concejo Municipal. Michael Jackson, el vicepresidente del concejo, quien fuera mariscal de campo de Bethune-Cookman después de jugar en Hinchliffe, se opuso a la restauración, diciendo que eso no generaría el crecimiento económico que se supone aportarían los créditos de impuestos. Prefería un plan para construir un complejo deportivo y un hotel para crear más empleos y mejorar la base de impuestos de la ciudad.
“¿Cómo da revitalización económica el estadio?” dijo Jackson. “No lo hace. No se hace dinero con los niños”.
En una reunión reciente del Concejo Municipal, él usó la frase “los judíos nos degradaron”, para referirse a los planes de los desarrollistas y las negociaciones pasadas de la ciudad. Cuando fue interpelado por el alcalde, un opositor político de origen árabe, Jackson, quien es negro, respondió, “Como si ustedes no hubiesen usado la palabra ‘negro’ antes”. Después el concejal publicó una nota en su página Facebook, lo cual generó interpretaciones acerca de que él comparaba la crítica de su comentario anti-semita con una turba de linchamiento.
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Han pasado 22 años desde que se produjeron las últimas celebraciones en Hinchliffe, y si el Concejo Municipal hubiese votado contra el plan, como lo hizo inicialmente, la oportunidad de desarrollarlo usando créditos de impuestos estadales hubiera desaparecido. Como dijo Sayegh, “No había Plan B”.
Al final, la propuesta avanzó. Se espera que el estado firme el plan este mes. Una vez empiece la restauración el año próximo, el proyecto se debe completar en dos años, de acuerdo a lo estipulado por el estado.
Ante el voto del futuro de Hinchliffe, el concejo se hizo cargo de los negocios regulares de la ciudad. También reconoció a Nazier Mule, un destacado jugador de la secundaria de la clase de 2022. Hinchliffe no estará listo para que él juegue allí.
Aún así, la promesa de ver peloteros rondar las bases allí, genera sonrisas. “Imagino que será como si se regresara a aquellos días”, dijo Mule, “con los niños divirtiéndose en el terreno”.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 28 de octubre de 2019.
miércoles, 16 de octubre de 2019
Puedo tener cáncer, pero el cáncer no me tiene a mí.
Carlos Carrasco. Cleveland Indians. Cleveland Clinic. The Players’ Tribune. 27 de septiembre de 2019.
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Diez segundos.
Eso es lo que transcurrió. Casi exacto.
Ese es el tiempo que estuve sentado en el hospital pensando que me iba a morir. Pensando en no estar más en este planeta. En…el fin de mi vida. Y no estar más ahí para mis hijos, para oírlos reir, o verlos sonreir, o vigilar su crecimiento. En dejar a mi esposa, a todos solos. Diez segundos. Unos momentos antes, mi esposa, Karelis, había interrumpido al doctor en la Cleveland Clinic, quien me había llamado a finales de junio para discutir los resultados de algunos exámenes sanguíneos recientes. Había empezado por discutir mi conteo de plaquetas, y entonces nos dijo que había descubierto lo que me había estado haciendo sentir extenuado y super cansado por semanas. Era la leucemia.
El doctor estuvo muy bien explicando todo, y dando la información detallada, pero mientras hablaba, mi esposa…ella pudo notar que yo no entendía.
Nunca antes había oído nada de la leucemia, y ella podía entender que eso no me decía nada. Que solo estaba sentado ahí ladeando la cabeza mientras el doctor hablaba.
“¡Espere!” dijo ella. “Deténgase por un segundo, por favor”.
Ella se volteó hacia mi, y me tomó del brazo. Entonces, mirandome fijo a los ojos, me dice…
“¡Carlos. Carlos!”
Solo la miraba mientras decía mi nombre.
“Tienes cáncer”.
“Eso es lo que te está diciendo. Es lo que te está explicando…”
“¡Tienes cáncer!”
Y justo ahí, cuando Karelis terminó esa última palabra, cáncer…fue cuando empezaron los 10 segundos.
Fueron como dos segundos pensando, Esto es todo para mí, voy morir. Luego tres segundos de profunda tristeza. Y después como cinco segundos pensando en mi familia, en no estar más juntos.
Esos fueron los peores 10 segundos que se pueda imaginar. Parecían durar una eternidad, como si en verdad fuesen días, días y días, donde lo único que podía pensar era en morir. Todo era muy oscuro y triste. No le desearía esos 10 segundos a nadie.
Pero entonces, en un pestañear, todo cambió por completo.
Para bien.
Mi esposa, deben entender esto…es la persona más positiva del planeta.
Así, que no había nada de tristeza para ella. Nada que lamentar.
Después que me dijo esas palabras, y me dejó procesarlas, lo próximo que salió de su boca fue…
“¡Vas a estar bien. Vas a vencer eso!”
Siguió diciendo eso una y otra vez mientras el doctor seguía hablando.
“Estás bien”.
“Eres bueno”.
“Eres duro. Puedes hacer esto. Puedes vencer esto”.
Oirla decir eso me motivó tanto que no me preocupé ni me asusté más por lo que pudiera pasarme. Y, a la vez, el doctor siguió diciendo que esto era algo que podíamos tratar y controlar con medicamentos. Me sentí cansado y quebrantado por un momento, pero confiaba en que yo podía volver a sentirme bien otra vez.
Así que a partir de ese momento, Karelis y yo decidimos que íbamos a ser positivos y no preocuparnos.
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Cuando salimos del hospital y subimos al carro, no discutimos el hecho de que estaba enfermo, o que tenía cáncer. Nunca mencionamos lo que ocurrió en esa oficina. No hablamos de lo que iba a ocurrir o de los retos que aguardaban.
Lo que hicimos fue…
Que salimos a cenar.
Tan pronto como salimos de Cleveland Clinic, fuimos directo a The Capital Grille.
Entonces, por dos horas completas, nos sentamos en una mesa y tuvimos una comida completamente normal donde disfrutamos nuestra compañía. El tópico del cáncer nunca se tocó.
Mi esposa pidió salmón.
¿Yo?
Pedí el filete de 24 onzas.
Ni siquiera era una pregunta. Esos 10 minutos de oscuridad y miedo ya estaban muy atrás en el retrovisor, para ese momento.
No hay manera de que el cáncer me vaya a privar de vivir mi vida.
O de disfrutar ese filete.
Que estaba delicioso.
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No fui a casa e investigué acerca de la leucemia en Google.
Nunca miré ningún dibujo de cómo se desarrolla el cáncer en la sangre ni lei historias tristes.
Nada de eso.
Me convencí de que iba a vencer a esta enfermedad, y entonces…Hice todo lo que estaba a mi alcance para enfocarme en esa meta.
“Puedo tener cáncer”, me dije. “Pero el cáncer no me tiene a mi”.
Cada día cuando me levantaba, Karelis me daba los buenos días y me preguntaba como me sentía, entonces decía, “Recuerda Carlos, esto es nada para ti. Eres una persona fuerte. Puedes hacer esto”.
Y lo decía con mucha convicción. Con mucha certeza.
Así que seguí su liderazgo. La única vez que pensaba en el cáncer era temprano en la mañana y pocas horas antes de la cena…cuando me tomaba las pastillas que me dio el doctor.
Eso es todo.
Durante todo el tiempo entre esos dos momentos, yo era el mismo Carlos que había sido. No pensaba en morir o estar enfermo. Solo vivía mi vida y me mantenía positivo.
Casi siempre, todo salía muy bien.
Pero nada, y especialmente el cáncer, nunca es así de fácil.
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Tenemos cinco hijos en el rango desde los 16 hasta los 2 años de edad, y mi esposa y yo decidimos decirles a los dos mayores. Pero no les dijimos a los de ocho, cuatro y dos años de edad.
Los dos menores son muy pequeños para entender lo que estaba ocurriendo, pero nuestra Camila, de 8 años de edad, estaba justo a mitad de camino. Al final del día decidimos no preocuparla o presionarla con la noticia.
Durante la primera semana, no hubo problemas.
Entonces MLB me invita a presentarme en el juego de las estrellas en Cleveland, en la ceremonia de Stand Up To Cancer, donde a cada cual en la multitud le dan una tarjeta para escribir el nombre de un ser querido y luego levantarla.
Mi hija está en la tribuna con mi esposa, y tiene una de esas tarjetas, pero no sabe para que son, y tampoco sabe de mi diagnóstico. Solo ve una tarjeta donde se puede escribir. Karelis le dice que puede escribir el nombre de cualquiera allí, y nuestra hija la llena con: Me levanto por MI PAPÁ.
Pero ella está escribiendo porque soy su papá y estamos en el estadio donde juego, y pienso que soy la persona en la cual ella piensa en ese momento…no porque ella sepa que su papá tiene cáncer.
Así que estoy a nivel del terreno para la ceremonia, y cuando voy al campo y me muestran en el jumbotron, mi hija…está viendo eso. Está viendo que los aficionados responden, y oye la ovación, y ve que en todas las tarjetas de mis compañeros ellos se levantan por COOKIE.
Así que allí es cuando ella se entera de que su papá tenía cáncer.
Ahí, en el estadio.
Mirándome en la pantalla grande.
Cuando regresé a mi asiento, tan pronto como me vio, mi hija corrió hacia mí.
Había lágrimas derramadas de sus ojos.
“¡Papá, tienes cáncer! ¿Vas a morir? ¿Papi, vas a morir?”
Y en ese momento, al oirla decir esas palabras…mi esposa, mi hijo mayor, yo, todos los que oyeron eso…todos quedamos impactados.
Sollozo en ese momento. Pero tomó el aliento suficiente para hablar.
“¡NO!” le dije. “Voy a estar bien. Los doctores me dijeron eso. Dijeron que iba a estar bien. Lo prometo”.
Sin embargo, no estaba convencida. Sin importar cuantas veces se lo dije.
Asi que Camila, Dios la bendiga, me encaraba cada día que compartimos después de eso.
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Le había dado la noticia a mis compañeros unos días antes, y eso fue increíblemente emocional, una experiencia muy conmovedora para mí.
Antes de hacer nada, hablé con Tito (Terry Francona, el manager de los Indios de Cleveland) primero y le pedí que pidiera una reunión para mí en el clubhouse.
Nadie sabía que estaba pasando.
Hubo algunos muchachos que me dijeron que pensaban que yo había reunido al equipo para decirles que me había lesionado el hombro, o que me había lesionado el codo y no jugaría más por el resto del año. Nunca esperaron que se tratara de cáncer.
Cuando se enteraron de la noticia, toda la habitación quedó en silencio.
Fue la ocasión en que vi más quieto nuestro clubhouse. Nadie decía nada. Parecía que nadie se movía o hiciera sonidos con sus zapatos o tosiera o cualquier cosa. Era un silencio total.
Dije unas palabras acerca de regresar más fuerte que nunca, y entonces nuestro masajista terminó con más detalles acerca de mi tratamiento.
Tan pronto como terminé de hablar, Francisco Lindor caminó hacia mí.
“No estás solo en esto”, dijo él. “Vamos a fajarnos con esto, y a pelear a través de esto, juntos”. Y entonces me miró y dijo…
“Te quiero mucho, hermano”.
Jason Kipnis fue otro compañero que se me acercó y me dijo que estaba allí conmigo. Que todo el equipo lo estaba.
Y después de eso, me enviaría mensajes de texto todo el tiempo, preguntando como me sentía, o como iba mi tratamiento, o si había algo que ellos pudiesen hacer por mí.
“Estamos aquí para ti”, diría él.
Y yo podía sentirlo. Podía sentir ese amor y apoyo de mis compañeros ese día, y cada día después.
Más allá de nuestro clubhouse, Josh Tomlin, mi compañero y amigo por mucho tiempo, se enteró de la noticia en Atlanta, donde juega ahora. Se comunicó de inmediato.
Cuando me llamó, después que le di los detalles, pude oir que su voz estaba cambiando un poco a medida que hablaba. Empezaba a hablar entrecortado y lloraba. Pero entonces se recuperó y dijo “Amigo. Estoy contigo. Te quiero mucho. No puedo esperar a que termine la temporada para pasar algún tiempo contigo y darte un gran abrazo”.
Después de eso, me enviaba mensajes de texto cada mañana, preguntando como iba todo y dándome apoyo y coraje.
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Además de todos los peloteros y personas del juego quienes se acercaron, recibí miles de mensajes de “mejórate pronto” de personas de todo el mundo, desde mi país Venezuela, República Dominicana, México, de todas partes. Cuando la noticia se hizo pública, recibí 2500 mensajes de texto en los primeros dos días. Y más de 300 llamadas.
Había mucho amor dirigido hacia mí. De personas que ni siquiera me conocían, pero que se tomaron el tiempo para desearme lo mejor. Recibí 500 tarjetas. Recibí cartas de niños de Cleveland quienes dibujaron figuras de Cookie Monster para mí. La leyenda WWE de Roman Reigns se comunicó mediante Twitter. Todo seguía y seguía. Y se mantenía vigente.
Se sentía constantemente una avalancha de amor y apoyo.
Seguí sintiéndome positivo, como si solo fuese un asunto de tiempo para recuperar la salud completamente.
Pero aún siendo tan positivo y confiado, definitivamente tenía mis días malos. Solo porque dejé de enfocarme en los pensamientos negativos después de esos primeros 10 segundos, no significa que no soy humano ¿saben a lo que me refiero? Les estaría mintiendo si dijera que no hubo momentos cuando el miedo y la duda y la frustración me rodearon.
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El más difícil de esos momentos llegó un mes después de mi diagnóstico.
Nunca lo olvidaré.
Decidí lanzar una sesión de bull pen para revisar como estaba mi brazo después de un poco de inactividad, y nuestro coach de pitcheo, Carl Willis, estaba ahí para supervisarlo todo. Desde el comienzo, podía decir que algo andaba mal.
Salí al montículo y…la pelota no salía. Trataba de lanzar como normalmente lo hacía, pero era como un 20 o 30% de lo que normalmente lanzaba.
No podía siquiera lanzarle la pelota al cátcher sin que esta rebotara del suelo.
Hice cinco lanzamientos como ese. Despues de ese quinto envío, me detuve por unos segundos porque estaba muy frustrado, y Carl se acercó.
“¿Qué ocurrió?” preguntó él.
Y había algo en esas palabras.
“¿Qué ocurrió?”
Por la razón que fuese, eso fue mucho para mí en ese momento, y antes que lo notara empecé a llorar en el montículo.
No podía detener las lágrimas.
Era como si me dijese: ¿Por qué me ocurrió esto? Esto no es justo ¿Por qué yo? ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Por qué me ocurrió esto?
Carl me dio un gran abrazo y me dijo que todo iba a salir bien. Pero podía sentir que tal vez él no estaba seguro.
Minutos después de bajar de ese montículo, tal vez segundos, decidí que necesitaba tratar con una medicina diferente de las pastillas que el doctor me había prescrito.
Me tomé dos semanas y fui a casa para estar con mi familia.
Pasaba el tiempo con Karelis, y jugaba con los niños, me desconecté completamente del béisbol y el cáncer por dos semanas seguidas.
Y tengo que decir…que los medicamentos definitivamente me han ayudado los últimos meses, pero nada me hace sentir mejor que estar junto a las personas que más quiero,
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El día cuando regresé al equipo y subí al montículo el 1 de septiembre en Tampa, es uno que recordaré por el resto de mi vida.
Toda mi familia estaba en el juego, y todos estaban muy emocionados de verme otra vez en el terreno. Era increíble que ambos equipos salieran de los dugouts y mostraran su alegría por tenerme de vuelta.
Y ¿saben qué? Tengo que admitir algo aquí.
Usualmente no me pongo nervioso antes de los juegos, pero esa tarde, en ese momento…Estaba muy nervioso. Antes de meterme en el juego, noté que estaba sudando muchísimo. Y en ciertos momentos todo mi cuerpo empezaba a temblar por los nervios. No podia sentir la pelota cuando subí al montículo.
Pero salí allá afuera, y recuerdo mirar detrás del plato, y pude ver a mis hijos y mi esposa en las sillas. Entonces, mientras me disponía a efectuar el primer pitcheo, hubo un silencio mientras hacía el wind up, y de pronto oigo…
“¡Vamos papi!!!!!! ¡VAMOS!!!!!!!!
Todo el estadio estaba callado, excepto por una vocecita.
“¡Papi, vamooooooos!!!!!”
Era Camila. Mi hija de ocho años.
Entonces, antes del siguiente envío…
“¡Papi, vamos!!!!!!” ¡Anda, Papi, anda!!!!!”
En el lanzamiento siguiente…fue igual.
Ella lo hizo antes de cada lanzamiento que hice. Tan fuerte como podía.
Y ¿saben qué? Ese no fue mi mejor día en el montículo. No fue mi mejor salida. Pero en el futuro, no recodaré esa parte.
Lo que recordaré es a Camila gritando en apoyo del papá, quien, pocos meses antes, le prometió que no moriría.
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Cuando regresamos a Cleveland, y fui capaz de hacer una aparición en el montículo frente a nuestros aficionados…es imposible poner en palabras que maravilloso me hizo sentir la multitud.
Me sentí como si tuviera a toda la ciudad conmigo.
Ese rugido que oi de la multitud mientras me acercaba al montículo, ese amor que sentí en todo mi cuerpo mientras miraba alrededor y veía a cada quien de pie y sonriendo, esas memorias perdurarán toda la vida conmigo. Así que desde el fondo de mi corazón quiero agradecer a la gente de Cleveland por siempre haberme respaldado. Ha sido un honor jugar en esta ciudad durante los pasados 10 años. No pasa un día cuando no me sienta afortunado y aprecie que de alguna manera fui capaz de terminar jugando en esta maravillosa ciudad.
Y ¿saben qué? Definitivamente no pienso que fue un accidente que llegara aquí. Mientras más pienso en eso, especialmente ahora, después de todo lo que he vivido esta temporada, más creo que Cleveland y yo…estábamos destinados a estar juntos.
Esta ciudad no solo tiene algunos de los mejores aficionados del país, sino que también tiene uno de los mejores hospitales del país, con cuidados expertos. Pude haber estado jugando para cualquier equipo en el país cuando me ocurrió esto. Pero el hecho de tener la fortuna de ser un Indio de Cleveland significa que puedo tener el mejor tratamiento posible, de unos doctores y enfermeros de clase mundial, en una ciudad donde me siento completamente cómodo y en casa.
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Más allá de la insistencia de mi esposa de que iba a estar bien, una de las cosas que de verdad me ayudó a mantener la confianza fue saber lo buena que es Cleveland Clinic, y haber tenido la oportunidad de ver la diferencia que hacen en las vidas de muchas personas.
Ahora, después de vivir lo que tengo, y de regresar al terreno de juego, estoy aun más inspirado para conocer pacientes y ayudarlos a través de sus retos, como muchos de ustedes me ayudaron los meses pasados. Quiero vencer completamente a esta enfermedad y hacerle saber a todos como lo hice, así que las personas que están luchando contra el cáncer pueden mirarme, ver lo que hice, y decir, ¡Puedo hacerlo, también!
Quiero que las personas que batallan contra el cáncer sepan que no solo estoy aquí para representarme y a mis compañeros y a mi familia, sino, que estoy aquí para representarlos a ustedes, también.
¡Por los luchadores!
Y así como no creo que fue un accidente el que terminara jugando en Cleveland, tampoco puedo dejar de pensar que todo lo que me aconteció esta temporada, ocurrió por una razón. Esta enfermedad, y mi batalla con la leucemia, me ha permitido llegar a muchas personas, y darles esperanza a muchos niños a quienes he visitado en la Cleveland Clinic Children’s, Así que, tan raro como probablemente suene, de alguna manera estoy agradecido por mi leucemia porque me ha dado la oportunidad de convertirme en ejemplo y símbolo para aquellos quienes podrían necesitar algo de apoyo e inspiración.
Las cosas de verdad lucen bien, ahora.
Estoy de vuelta a sentirme al 100%. Soy más optimista que nunca. Y gracias a esta increíble ciudad y a la gente de Cleveland que me ha mostrado tanto amor, y a los doctores y enfermeros quienes supervisaron mi recuperación, puedo decir que no voy a ninguna parte.
Voy a estar bien.
Así que ahora…es tiempo de buscar ganar un trofeo de campeonato mundial para traerlo conmigo a mis visitas en el hospital.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 15 de octubre de 2019.
miércoles, 9 de octubre de 2019
‘Un gran compañero de equipo’: Andy Etchebarren, el antiguo catcher de los Orioles de Baltimore, integrante de los equipos campeones de 1966 y 1970, fallece a los 76 años de edad.
Baltimore Sun. 06 de octubre de 2019.
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El antiguo catcher de los Orioles, Andy Etchebarren, integrante clave de varios equipos que fueron y en dos ocasiones ganaron la Serie Mundial, falleció esta sábado 5 de octubre, de acuerdo a los reportes de Major League Baseball y el equipo York Revolution de la Atlantic League. Etchebarren jugó 15 temporadas en las grandes ligas, incluyendo las primeras 12 con los Orioles. Fue integrante de los equipos de los Orioles ganadores de la Serie Mundial en 1966 y 1970. Fue el catcher del out final en la victoria de los Orioles ante los Dodgers en 1966, se recuerda mucho como se juntó con el pitcher Dave McNally y el tercera base Brooks Robinson en una épica celebración después de barrer sorprendentemente a Los Angeles. “Fue un gran compañero y un buen amigo mío”, dijo Robinson, quien habló por última vez con Etchebarren hace alrededor de un mes. “Amaba el juego y amaba ser un Oriol”.
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Etchebarren llegó a las grandes ligas con los Orioles en 1962 y se convirtió en baluarte permanente del equipo en 1966, luego que el veterano receptor Dick Brown hubo de someterse a una cirugía por un tumor cerebral.
Etchebarren seria llamado al equipo de estrellas de la Liga Americana (un hecho que se repitió en 1967 aunque no jugó en ninguno de los dos juegos de estrellas), mientras Baltimore ganaba su primera Serie Mundial.
Una de las mayores contribuciones de Etchebarren esa temporada ocurrió fuera del terreno de juego. En una fiesta del equipo promovida en agosto por un booster en Towson, las cosas se pusieron rudas cuando los peloteros empezaron a empujarse hacia la piscina. Mientras su turno se acercaba, Frank Robinson optó por lanzarse. Nadie sabía que no podía nadar.
“Vi a Frank en lo más profundo de la piscina, agitando sus brazos”, dijo Etchebarren, quien se había sentado a un lado de la piscina, en un artículo en The Sun. “Pensé que estaba bromeando, pero me sumergí y fui a buscarlo”.
Cuando alcanzó a Robinson, el catcher dijo, “me apretó tan fuerte que tuve que soltarlo, salir a respirar y regresé abajo para sacarlo”.
Etchebarren sacó al bateador de poder, jadeando del agua.
Robinson se recuperó rápidamente; bateó dos jonrones en el próximo juego y ganó los premios de jugador más valioso de la Liga Americana y la Serie Mundial.
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Etchebarren fue parte de los equipos que regresaron a la Serie Mundial en 1969, 1970 y 1971 y jugó en la serie de campeonato de la Liga Americana en 1973 y 1974 antes de terminar su carrera con los Angelinos de California y los Cerveceros de Milwaukee, Se retiró en 1978.
“La vez cuando lo vi más feliz, pienso que fue cuando bateó aquel jonrón de tres carreras ante Vida Blue en Oakland, durante los playoffs”, recordó Robinson. Ese jonrón de séptimo inning empató el cuarto juego de la serie de campeonato de la Liga Americana, y los Orioles se fueron adelante y se quedaron con la victoria cuando el segunda base Bobby Grich despachó jonrón solitario en el octavo. Ese triunfo empató la serie a dos juegos por bando. Oakland ganaría el quinto y decisivo juego el día siguiente.
Nativo de California, Etchebarren era conocido por sus habilidades defensivas, compiló un promedio de bateo vitalicio de .235, con 49 jonrones y 309 carreras empujadas. Una de sus mejores temporadas fue la de 1966 cuando largó 11 vuelacercas con 50 carreras empujadas. Tuvo su mejor promedio de bateo durante la época dominante de los Orioles, en 1971, .270.
De los ocho peloteros regulares, a excepción de los pitchers, del equipo campeón de 1970, Etchebarren es el único que no ha sido elegido al Salón de la Fama de los Orioles; compartió responsabilidades en la receptoría con Elrod Hendricks, quien es miembro del selecto grupo.
“Teniamos muchos buenos peloteros en ese equipo, él no recibió el reconocimiento que merecía”, dijo Robinson. “Le recibió a grandes cuerpos de lanzadores”.
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John Wesley “Boog” Powell, un primera base que jugó con los Orioles desde 1961 hasta 1974, dijo que Etchebarren era un fajador que “entendía el juego tan bien como cualquiera” y dejaba todo en el terreno por su equipo.
Dijo que durante un juego, un foul tip golpeó la mano de Etchebarren, él trató de seguir jugando como si nada. “Me acerqué y le dije, ‘Andy ¿estás bien?’” Dijo Powell. “Había un hueso dislocado en el lado derecho de su mano”.
Dijo que, a pesar de que había un hueso sobresaliendo en la piel del catcher, Etchebarren le aseguró que todo estaba bien y procedió a colocar el hueso de vuelta en su lugar.
Powell dijo que tenía que llamar al cuerpo médico para que examinaran al catcher. “Como catcher era una roca”, dijo Powell.
Fuera del terreno de juego, Powell dijo que Etchebarren mostró sus raíces californianas, una vez rechazó comer ostras a pesar de jugar para un equipo de una de las regiones más ricas en ostras de Estados Unidos.
“Dijo ‘No voy a comer esa cosa’”, dijo Powell, y agregó que tuvo que insistir para que probara un molusco bivalvo de agua salada por primera vez.
“Se comió la ostra y, desde entonces, en cualquier parte donde comíamos, pedía ostras”, dijo Powell.
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Etchebarren permaneció en el beisbol como coach después de sus días como jugador activo. Fue manager de los Baysox de Bowie categoría AA, los IronBirds de Aberdeen categoría A de temporada corta, y los Red Wings de Rochester AAA, todos equipos filiales de los Orioles; fue coach de banca de los Orioles en 1996 y 1997. También dirigió al Revolution de York, categoría independiente, de la Atlantic League, los guió a campeonatos consecutivos en 2010 y 2011, antes de retirarse en 2012.
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Los reporteros del Baltimore Sun, Chris Kaltenbach y Phil Davis colaboraron en este artículo.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 24 de septiembre de 2019
Charlie Silvera, El Cátcher Invisible de los Yanquis, fallece a los 94 años de edad.
Richard Goldstein. The New York Times. 10 de septiembre de 2019.
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Charlie Silvera fue cátcher en seis equipos campeones de Serie Mundial con los Yanquis, pero estuvo ausente en la mayoría de los juegos.
Fue un buen bateador, lo suficientemente capacitado detrás del plato, y tenía un buen brazo. Pero se pasó la mayor parte del tiempo agachado en el bullpen, calentando a los relevistas, sus oportunidades de jugar regularmente habían sido víctimas de un obstáculo insuperable: Yogi Berra.
Silvera, quien falleciera este sábado en su hogar de Millbrae, Calif., en el area de la bahía de San Francisco, fue el segundo pocas veces usado cátcher de los Yanquis durante su dinastía de la década de 1950, era mejor conocido por su buena fortuna para cobrar cheques de Serie Mundial.
“Estoy en el bullpen del Salón de la Fama”, le dijo al San Francisco Chronicle en 2008. “Con todos esos cheques de Serie Mundial, no tenía que trabajar en el invierno”.
El salario de Silvera en 1956 fue de alrededor de 17.000 $ (el equivalente a unos 163.000 $ de hoy), pero el agregaba casi 9.000 $ con la cuota del premio que le correspondía por ganar la Serie.
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“Yo recibìa casi todos los juegos de la temporada, incluyendo las doblecarteleras”, recordó Berra en su tratado filosófico de 2001, “When You Come to a Fork in the Road, Take It!”, escrito con Dave Kaplan. “Él podía romper una mascota nueva por mí o cualquier implemento del cátcher y no se quejaba”.
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Silvera era el último sobreviviente de los 12 peloteros que se mantuvieron con los equipos de los Yanquis que ganaron cinco Series Mundiales desde 1949 hasta 1953, entre ellos Berra, quien falleció en 2015 a los 90 años de edad. También acuñó una frase de perdedores cuando los Dodgers de Brooklyn triunfaron sobre los Yanquis en octubre de 1955. (Los Yanquis vencerán a Brooklyn el año que viene).
Silvera participó en un solo juego de Serie Mundial: Sustituyó a Berra, quien tenía una mano adolorida, en el segundo juego de la Serie de 1949 y se fue de 2-0 contra los Dodgers. Pero tuvo unos pocos momentos memorables aparte de ese papel fugaz.
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Los recuerdos en el hogar de Silvera incluían la pelota que bateó para su único jonrón en su carrera de grandes ligas, una línea sobre la cerca baja del jardín izquierdo en Yankee Stadium contra los Senadores de Washington el 4 de julio de 1951.
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Y a menudo recordaba haber calentado a Don Larsen antes de su juego perfecto en la Serie Mundial de 1956.
No sorprendió a nadie que Silvera no viera el lanzamiento que hizo Larsen para lograr el out 27, un ponche ante el bateador emergente de los Dodgers, Dale Mitchell. Estaba ocupado en el bullpen de los Yanquis en el jardín derecho, calentando a Whitey Ford en caso de necesidad de un relevista.
Silvera participó en solo 227 juegos durante nueve años con los Yanquis y una temporada final con los Cachorros de Chicago. Tuvo 482 turnos al bate, menos que los que Berra tuvo en cada una de sus temporadas durante los años de Silvera con los Yanquis, excepto cuando se lesionó en 1949.
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Pero Silvera no fue el cátcher Yanqui menos usado de su época. Ralph Houk, el futuro manager ganador de Serie Mundial del equipo y gerente general, fue el tercer cátcher desde 1947 hasta 1954, apareció en solo 91 juegos.
Charles Anthony Ryan Silvera nació en San Francisco, el 13 de octubre de 1924, en el hogar de Victor y May (Ryan) Silvera. Su padre, quien era dueño de una finca de peras, era de ascendencia portuguesa; su madre provenía de una familia irlandesa.
Fue firmado por los Yanquis en 1942 después de jugar caimaneras con Bobby Brown y Jerry Coleman, sus futuros compañeros en equipos campeones de Serie Mundial.
Silvera jugó beisbol en el equipo de las Army Air Forces durante la segunda guerra mundial, pasó tres años en las menores, luego debutó con los Yanquis en septiembre de 1948.
En 1949, participó en 58 juegos, su tope para una temporada, entonces Berra estaba lesionado con un pulgar roto; bateó para .315 ese año.
Silvera fue cambiado a los Cachorros despues de la temporada de 1956, jugó brevemente para ellos en 1957, luego se retiró. Tuvo un promedio de bateo vitalicio de .282.
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El deceso de Silvera fue anunciado por su esposa, Rose (Goytan) Silvera. También le sobreviven sus hijas, Charleen Silvera y Susan Dunn; un nieto; y un bisnieto. Su hijo, John, falleció en 2013.
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Despues de sus días de jugador activo, Silvera fue coach para Billy Martin, su antiguo compañero de equipo en los Yanquis, cuando Martin dirigió a los Mellizos de Minnesota, Tigres de Detroit y Rangers de Texas. Su carrera de coach terminó a mediados de 1975, cuando Martin fue dejado en libertad por los Rangers y se preparaba para su primera experiencia como manager de los Yanquis, Silvera también fue dejado en libertad. Luego fue buscador de talento para varios equipos, incluyendo a los Cachorros.
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Silvera recibió su cuota de ataques por ser una especie de espectador en octubre, cinco veces contra los Dodgers, y una Serie por cabeza ante los Filis de Filadelfia (1950) y Gigantes de Nueva York (1951). Pero como una vez le dijo a The Oakland Tribune, nunca se sintió ofendido.
“Los rivales me llamaban, ‘Jesse James, el bandido de la nómina’. Yo les decía, ‘Sigan diciendo eso, pero Yogi Berra me da propinas que valen más que lo que ustedes ganan’”.
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Traducción: Alfonso L. Tusa. 24 de septiembre de 2019.
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