Jonrón dentro del campo
miércoles, 27 de abril de 2022
¿De verdad el beisbol sigue siendo el mismo juego?
Es casi normal escuchar antiguos peloteros, periodistas, comentaristas, conocedores del beisbol decir que el beisbol en esencia es el mismo de siempre. Se juega entre dos equipos de ¿nueve? No, ahora son diez los peloteros regulares que conforman la configuración de los equipos a lo largo de los nueve innings; los nueve que salen al campo más el bateador designado que permanece en el dugout y solo participa para tomar turnos al bate cada vez que lo indique la alineación. Por espacio de nueve innings, ahora si se va a extrainning, aparece en segunda base un corredor con la excusa de acelerar el resultado del juego. En cada inning hay que realizar tres outs y los límites de lanzamientos buenos (strikes) y malos (bolas) son tres y cuatro respectivamente para determinar un ponche o un boleto. Si un manager quiere conceder un boleto intencional ya el pitcher no tiene que hacer los cuatro envíos con el cátcher de pie y fuera del plato, ahora solo hace una seña y el árbitro principal envía el bateador a primera base.
Es casi seguro que los conocedores de beisbol se expresan en un sentido muy general al enfatizar que el juego sigue siendo el mismo, solo que al seguir un juego, los detalles definen otra realidad. Por ejemplo un pitcher abridor es muy difícil que complete seis innings en la actualidad. Hace pocos días Dave Roberts, el manager de los Dodgers de Los Ángeles sacó del juego en el octavo inning a Clayton Kershaw cuando solo había realizado 80 lanzamientos y además estaba lanzando juego perfecto, una hazaña pocas veces vista. También pocos días atrás fue develada una estatua del legendario pitcher de los Mets de Nueva York: Tom Seaver. Durante la temporada cuando Tom y sus compañeros transformaron a su equipo desde el hazmerreir de la Liga Nacional hasta ganar el campeonato de la Serie Mundial ante los todopoderosos Orioles de Baltimore, Seaver estuvo lanzando un juego perfecto por más de ocho innings ante los Cachorros de Chicago.
Cuando se modificó la regla del boleto intencional uno de los momentos más recordados para ilustrar lo que perdía el beisbol al eliminar los cuatro lanzamientos del pitcher hacia el cátcher parado a cierta distancia del plato fue el en el tercer juego de la Serie Mundial de 1972. Cincinnati ganaba 1-0, Johnny Bench bateaba en la apertura del octavo inning en cuenta de dos strikes, con corredores en segunda y tercera bases. Dick Williams, manager de los Atléticos de Oakland salió a conversar con el pitcher Rollie Fingers, el cátcher Gene Tenace y el resto del cuadro interior. Al terminar la conferencia Williams ordenó el boleto intencional para Bench. Tenace se paró detrás de Bench y estiró el brazo derecho, cuando Fingers estaba a punto de lanzar se agachó detrás del plato y recibió el tercer strike para retirar a Bench. Cincinnati ganó 1-0 pero esa jugada mantuvo una gran emoción en el juego hasta el último out.
Roberts tiene historia de sacar a sus pitchers abridores del juego mientras lanzaban un juego sin imparables ni carreras. El conteo de pitcheos es el argumento más recurrente. La medicina deportiva ha comprobado que el movimiento de lanzar una pelota de beisbol representa un esfuerzo antinatural que termina por desgastar o lesionar el hombro y el codo principalmente. El propio Koufax reconoce que tuvo que retirarse antes de tiempo debido al desgaste que sufrió en su brazo de lanzar a consecuencia de esforzarlo excesivamente. Limitar los lanzamientos de los pitcher tiene sentido, lo preocupante es que a medida que pasa el tiempo pareciera que la tendencia es que los pitchers lancen con más velocidad, lo cual implica mayor desgaste en el brazo y por tanto los límites de pitcheos para los lanzadores abridores han bajado hasta 80 y se teme que puedan bajar más. Por eso Roberts sacó a Ross Stripling el 8 de abril de 2016 luego de100 pitcheos y siete innings y un tercio, a pesar de no haber permitido imparables a los Gigantes de San Francisco. También al zurdo Rich Hill luego de siete innings perfectos y 89 envíos ante los Marlins de Miami, el 10 de septiembre de 2016.
El último trabajo inmaculado que dejó de lado Roberts antes de los siete innings perfectos de Kershaw este 13 de abril de 2022, fue el de Walker Buehler el 4 de mayo de 2018, en seis innings Buehler no permitió imparables a los Padres de San Diego en un juego escenificado en Monterrey, México, había ejecutado 93 pitcheos.
El 9 de julio de 1969, cuando los Mets de Nueva York empezaban su escalada hacia el primer lugar de la división este de la Liga Nacional, Tom Seaver llegó venciendo 4-0 a los Cachorros de Chicago 4-0 al noveno inning. Luego de retirar a Randy Hundley en intento de tocar la bola hacia el montículo, lo cual representó el bateador 25 que retiraba en fila, Seaver enfrentó a Jimmy Qualls, un jardinero de reserva que esa noche reemplaza al jardinero central titular Don Young. Qualls depachó línea a lo profundo entre el jardín central y el derecho y la magia del juego perfecto había acabado. ¿Se le habría ocurrido al manager Gil Hodges salir al montículo para sacar a Seaver y traer por ejemplo a Tug McGraw? Ni con una grúa sacaban a Tom el Terrífico de ahí, aunque disgustado por perder el juego perfecto, Seaver pasó la página para dominar a Willie Smith con elevado de foul a primera base y a Don Kessinger mediante elevado a la izquierda.
Tampoco Alvin Dark o Bobby Bragan siquiera imaginaron sacar a sus lanzadores Juan Marichal y Warren Spahn después que estos completaron nueve innings y la pizarra mostraba empate 0-0 entre los Gigantes de San Francisco y los Bravos de Milwaukee la noche del 2 de julio de 1963. Ni Marichal ni Spahn terminaron sus carreras abruptamente debido a lesiones en sus brazos de lanzar. El dominicano lanzó por espacio de 16 temporadas de las cuales en 13 lanzó más de 100 innings, dejó marca vitalicia de 243-142. Mientras que Spahn se mantuvo por 21 temporadas en la gran carpa, 363 ganados-245 derrotas. Aquella batalla épica de entradas sin carreras se mantuvo hasta el inning 16. Mientras cada pitcher se esmeraba y recurría a sus envíos más ingeniosos, nadie en las tribunas de Candlestick Park ni mucho menos en los dugouts consideraba la posibilidad de relevar a los pitchers abridores. Cuando a Dark se le ocurrió preguntarle a Marichal si estaba cansado, este le respondió algo como, “Si ese señor mayor sigue ahí en la lomita, yo también puedo seguir pitcheando”. El juego se decidió con jonrón de Willie Mays y ambos pitchers lanzaron completo, cada cual lanzó más de 200 envío al plato.
El 9 de septiembre de 1965 Sandy Koufax y Bob Hendley protagonizaron uno de los duelos de pitcheo más memorables en la historia de MLB. En medio de la carrera por el banderín ambos lanzadores estuvieron intratables, Hendley apenas permitió una carrera inmerecida a los Dodgers en el quinto inning y solo un imparable. Koufax retiró 27 Cachorros de Chicago en fila en ruta a un juego perfecto. Lanzó otros tres blanqueos ese septiembre y regresó con dos días de descanso, como lo hizo en el séptimo juego de la Serie Mundial, para vencer a los Bravos de Milwaukee 3-1; solo permitió cuatro imparables y recetó 13 ponches, el 2 de octubre, para dejar atrás a los Gigantes de San Francisco y asegurar el banderín.
Proteger y dosificar a los pitchers resulta prudente y necesario, sin embargo puede haber contrasentido cuando se exagera y se trasciende el punto de equilibrio. Si a un pitcher no se le permite hacer más de 80 lanzamientos por juego durante la temporada con la explicación de que se está guardando o dosificando para la Serie Mundial, se podría dar el caso que dichos lanzadores difícilmente estén a tono para responder a los requerimientos de una Serie Mundial. La única manera de poder lanzar alrededor de 100 envíos en la citada instancia es mediante el entrenamiento desplegado durante la temporada regular. Si esos pitchers siempre van a estar lanzado 80, 70 o 60 envíos por partido, difícilmente van a poder ir más allá de eso porque no tienen la preparación física ni mental para afrontar el reto de ir más allá de ocho innings en el clásico de octubre.
Alfonso L. Tusa C. 23 de abril de 2022. ©
lunes, 11 de abril de 2022
El Pequeño Profesor, Tony C y Dewey: Las deudas de los Medias Rojas de Boston con tres de sus más resaltantes peloteros.
Cada cierto tiempo, los comentaristas y narradores de radio y tv hablan de esos episodios cuando las nuevas generaciones preguntan a sus padres porque les dan tanta importancia a esos estadios que todos llaman “históricos” como Wrigley Field o Fenway Park. Durante un “Juego de la Semana”, una tarde sabatina, un narrador relataba la historia de un padre y su hijo de diez años de edad. Estaban en las gradas del jardín central en Fenway Park. Había una gran discusión entre cinco tipos que hablaban de los números retirados por los Medias Rojas de Boston. El más vehemente seguía levantando la voz: “Los Medias Rojas tienen muchas deudas con algunos de sus grandes peloteros del pasado. Esa lista nunca estará completa hasta incluir entre otros a Dominic DiMaggio, Tony Conigliaro y Dwight Evans”. Ese tipo de barba blanca, ojos azules, manos pequeñas, recitaba los números con voz quebrada: “El siete del Pequeño Profesor, el veinticinco de Tony C, y el veinticuatro de Dewey, debieron haber sido retirados hace mucho tiempo…”
Recientemente los Yankees de Nueva York anunciaron que retirarán el número del jardinero Paul O’Neil, el 21. Ese es un honor que la política de los Yankees siempre ha reconocido a sus peloteros más aguerridos y fajadores sin importar si están o no en el Salón de la Fama. Aunque retiraron el número de Johnny Pesky sin que este sea inquilino del citado salón, y también retiraron el número de David Ortíz la temporada siguiente a su retiro cuando aún había que esperar unos años para estar en el salón, esos dos casos parecen ser la excepción entre Bobby Doerr, Ted Williams, Carl Yastrzemski, Jim Rice, Carlton Fisk, Pedro Martínez. Ese es un punto de vista muy lamentable y discutible porque hubo peloteros que no fueron segundos de nadie en un diamante beisbolero e hicieron de los Medias Rojas un equipo competitivo en una época cuando otros equipos eran muy poderosos. De seguro hay otros casos, pero en mi opinión, los niveles de integridad, liderazgo y coraje con que estos peloteros se desempeñaron en el campo o actuaron en el plato, los hace inobjetables. Hablamos de los méritos de Dom DiMaggio, Tony Conigliaro, y Dwight Evans para merecer que sus números sean retirados por los Medias Rojas.
El más joven de los hermanos DiMaggio ha sido tal vez uno de los peloteros más subestimados no solo de los Medias Rojas de Boston sino de todo el beisbol de grandes ligas. Dominic DiMaggio fue el mejor jardinero central defensivo de su época, aun mejor que su destacado hermano Joe. Lideró a los jardineros centrales de la Liga Americana en outs en 1947 (401), 1948 (487), 1949 (425), y en la historia de MLB ocupa la posición 40 (3.513). También encabezó a los jardineros centrales de la Liga Americana en asistencias en 1942(19), 1947 (19), 1949 (14), 1951(17), en la historia de MLB ocupa el lugar 13 (143). En menos errores cometidos como jardinero central, lideró a la Liga Americana en 1941 (15), 1947 (10), 1949 (10), 1951(11); ocupa el lugar 20 en la historia de MLB (89). En doble plays como jardinero central, lideró la Liga Americana en 1942 (7), 1947 (4), 1952 (4); ocupa el puesto 27 en la historia de MLB (30). También lideró a los jardineros centrales de la Liga Americana en porcentaje de fildeo en 1949 (.978). Dom DiMaggio también comandó a la Liga Americana en carreras anotadas en1950 (131), 1951 (113); y en triples: 1950 (11).
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Tal vez Tony Conigliaro no jugó lo suficiente para ser considerado con méritos para retirar su número 25, sin embargo en las siete temporadas que jugó para los Medias Rojas el mostró la intensidad, la destreza, la integridad, rapidez mental, para propulsar aquellos equipos mediocres de Boston y mantenerlos compitiendo, hasta colaborar en aquella memorable temporada de 1967 al nivel de Carl Yastrzemski solo detenido por esa noche terrible de agosto. Aún en la noche más cargada de neblina de abril, Tony C perseguía complicadas líneas hacia el jardín derecho hasta atraparlas cuando todos pensaban que la pelota estaba rebotando en la esquina más remota de Fenway Park en lo que de seguro sería un triple. Conigliaro era el tipo de pelotero que nunca se rendía, nunca se daba por vencido, nunca huía de las dificultades. Dick Williams, su manager en aquel inolvidable temporada de 1967, dijo: “Digan lo que quieran, pero el muchacho era un fajador…En el terreno no había nadie que jugara más duro…al tener a Tony Conigliaro batallando ahí todos los días, el juego de beisbol era el ganador”.
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Ningún jardinero derecho en la historia de los Medias Rojas de Boston ha hecho lo que Dwight Evans logró con su guante y su brazo. Pero tal ves su característica más resaltante era la paz y la humildad con que lideraba al equipo durante sus momentos más grandes. Solo tenía reflexión y respeto por cualquier compañero que tenía momentos difíciles. En ves de criticar y juzgar, la opción de Evans era mantenerse tranquilo, comprensivo, empático. Como aquel incidente cuando Don Baylor buscó a Evans porque Jim Rice tenía una actitud muy difícil hacia sus compañeros. El día siguiente Evans se apareció con un pasaje de la Biblia y Baylor tuvo que resolver la situación hablando con Rice en los términos más considerados.
Evans ganó ocho guantes de oro como jardinero derecho en la Liga Americana, cinco de ellos seguidos entre 1981 y 1985. Lideró a los jardineros derechos de la Liga Americana en outs cuatro temporadas: 1978(300), 1979 (303), 1982 (344), 1984 (315); es tercero en la historia de MLB con 4.247 outs. También encabezó a los jardineros derechos de la Liga Americana en asistencias tres temporadas: 1975 (15), 1976 (15), 1979 (15); es décimo sexto en la historia de MLB con 155 asistencias. Lideró a los jardineros derechos de la Liga Americana en dobleplays tres temporadas: 1975 (8), 1976 (4), 1980 (7); es noveno en la historia MLB con 42 dobleplays. Comandó a los jardineros derechos de la Liga Americana en porcentaje de fildeo tres temporadas: 1974 (.990), 1976 (.994), 1979 (.988); es vigésimo octavo en la historia de MLB con .987.
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Enos Slaughter dijo que su inesperada carrera de la Serie Mundial de 1946, que terminó dándole el título a los Cardenales de San Luis, casi fue detenida en tercera base, pero entonces recordó que Dom DiMaggio no estaba en el jardín central. Dom había igualado el juego a tres carreras en el octavo inning con un doble de dos carreras, pero se lesionó un músculo de su pierna mientras se deslizaba en segunda base y tuvo que salir del juego. Dom dice que observar la carrera de Slaughter hacia el plato en la Serie Mundial fue muy doloroso para él, antes del imparable de Harry Walker, le estaba dando señas desde el dugout a su sustituto, Leon Culberson, pero este no vio las señas y no se ubicó en el lugar que le indicó DiMaggio.
“Los únicos que conocían bien a Dom eran los aficionados de Boston, pero en el resto del país; no le daban mucho crédito. Podía tocar, hacer la jugada de batear y correr, podía batear largo y si tenía que hacerlo, podía robar bases. Podía vencerte de muchas maneras”. Joe DiMaggio dijo de su hermano Dom.
Su compañero de equipo con los Medias rojas de Boston, Mace Brown, siempre hablaba de la calidad defensiva de Dom. “Dom jugaba muy corto en el jardín central, su velocidad e inteligencia le permitían hacerlo. Muchos juegos se salvaron y muchos rallies se detuvieron debido a que Dom venía corriendo a tomar elevaditos detrás de segunda base cuando estaban a punto de caer y después de tomar la pelota no se caía sino que lanzaba a donde tenía que hacerlo”.
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El jueves, 27 de Julio de 1967, los Medias Rojas de Boston jugaban contra los Angelinos de Los Angeles en Fenway Park . Los patirrojos perdían 52 en el cierre del noveno inning, dominados toda la tarde por Jim McGlothlin, uno de los mejores abridores de la liga. Pero Joe Foy despacha cuadrangular de dos carreras para acercar a los Medias Rojas por solo una carrera, entonces Tony Conigliaro conecta el envió del relevista de los Angelinos Bill Kelso para jonrón sobre el monstruo verde y el juego está empatado. Los Medias Rojas finalmente ganan en el cierre del décimo inning.
George Scott, compañero de equipo de Tony en los Medias Rojas del Sueño Imposible recuerda: “Él quería ser el hombre. En el octavo y noveno inning, él quería estar ahí. Era un jugador oportuno. Era el mejor que he visto. Tony y Frank Robinson…Me gustaría saber quien fue más agresivo y determinado que esos dos”.
El 7 de abril de 1969, los Medias Rojas de Boston visitaron a los Orioles de Baltimore en Memorial Stadium y en el décimo inning, Tony Conigliaro intentando un regreso con un ojo izquierdo parcialmente recuperado, bateó jonrón contra el relevista Pete Richert para ganar el juego 4-2,
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Doug Hornig (Autor del libro: The Boys of October. 2003)., le preguntó a Don Zimmer en una entrevista. “¿Qué tan bueno es Dwight Evans en el jardín derecho?” Zimmer contestó con otra pregunta: “¿Conoce la diferencia entre un doble por reglas y otro por interferencia de un aficionado?” Hornig dijo que un doble por reglas era la consecuencia de una pelota rebotando hacia las gradas. Y que había interferencia si un aficionado tocaba la pelota antes que saliera del parque. “Bien”, dijo Zimmer. “Si la pelota se va a las gradas por su cuenta, el bateador consigue dos bases ¿Qué obtiene el bateador si un aficionado interfiere?” Hornig dudó. “¿Un doble?” “Incorrecto”, dijo Zimmer. “El árbitro principal, en su mejor juicio, coloca a los corredores donde piensa que deberían estar. Cuando Boston jugaba y había una interferencia de un aficionado sobre una pelota bateada hacia la raya del jardín derecho, ¿sabe lo que ocurría?” Hornig se encogió de hombros. Zimmer cruzó las manos. “El bateador era enviado a primera base. Punto. Bien, el manager rival siempre se iba a quejar, gritando como un pandillero. ‘¡Eso es un doble! ¡Eso es una interferencia del aficionado! ¡Tiene que ser un doble!’ El árbitro principal sonreía, señalaba hacia el jardín derecho: ‘¡Ah, ah, no con ese tipo ahí!’ Lo que quería decir era que excepto que la pelota pasara sobre su cabeza, Evans siempre reducía todo a un sencillo. Si tratabas de alargarlo, te ponía fuera en segunda base”.
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“¿Fue un mejor jardinero central defensivo que Joe? Pienso que sí, pero cuando ves a un tipo todos los días, llegar a apreciar las pequeñas cosas que hace. Parecía rastrear las pelotas tan rápido como cualquiera. Comparar a Dominic con Joe es como comparar un buen hombre pequeño con un buen hombre grande en boxeo. El hombre grande siempre va a tener ventaja. Se podría decir que libra por libra, Dominic fue el mejor jardinero central de todos los tiempos”. Johnny Pesky. Few and Chosen. Triumph Books. 2004.
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“Él bateó treinta y seis jonrones ciego. No podía ver la pelota. Eso explica cuanto coraje tenía. No podía ver y tuvo las bolas para enfrentar a todos esos tipos lanzando a noventa millas por hora”. Jerry Maffeo, un amigo de Tony C.
“No hay duda, lo he dicho un millón de veces, si Tony hubiera estado en esa alineación, habríamos ganado”, dice Scott. “Era uno de esos tipos. Reggie Jackson era un jugador de los grandes juegos. Tony era ese tipo de pelotero”. Yastrzemski dice, “Me hubiera gustado haber visto el resultado de la Serie Mundial con ese bate ahí”. David Cataneo with the contribution of Linda Householder. Tony C. The Triumph and Tragedy of Tony Conigliaro. Rutledge Hill Press. Nashville, Tennessee. 1997. Pp. 123-124.
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Hubo un juego de la temporada de 1984 donde los Medias Rojas de Boston visitaron a los Atléticos de Oakland en el Coliseo. Boston ganaba 2-0 en el cierre del noveno inning. Con dos outs, Carney Lansford bateó doblete para remolcar a Donnie Hill. Luego Bruce Bochte despachó sencillo al jardín derecho, el coach de tercera base envió a Lansford al plato ¡Suicidio! Evans hizo out a Lansford con un tiro magnífico. “Duele en el alma perder un juego de esa manera pero no teníamos alternativa”, Jackie Moore defendió su decisión de enviar a Lansford al plato. “Por supuesto, que sabíamos del brazo de Evans. Pero tenía que lanzar perfecto. Totalmente perfecto”.
Alfonso L. Tusa C. 18 de marzo de 2022.©
miércoles, 6 de abril de 2022
El Pitcher no bateará más
Esta es una situación que todos sospecharon podría ocurrir tarde o temprano. El último refugio, la guarida postrera del juego original iba a desaparecer, sin importar si eso continuaría afectando la esencia del beisbol, su dinámica, su estrategia, su integridad. Triste y finalmente lo que empezó como un experimento temporal en 1973, propuesto por el entonces dueño de los Atléticos de Oakland, Charlie O. Finley entre otros, ha sido aceptado como parte permanente del juego, el bateador designado será parte regular del beisbol en la Liga Nacional a partir de esta temporada 2022. Las autoridades del juego comenzaron una escalada desde 1968 por mejorar el atractivo del juego mediante varias medidas que favorecían la ofensiva, entre ellas el bateador designado. Se suponía que este bateador adicional iba a hacer del beisbol un deporte más interesante, una manera de nivelar la gran ventaja que tenían los pitchers. Sin embargo lo que se ha visto en el terreno es un juego cada vez más estático.
Los defensores del bateador designado explican que al no batear, el pitcher, se enfoca mejor en su trabajo desde el montículo. Otro punto, tal vez el más importante, es que con el bateador designado el equipo mejora su ofensiva. El asunto es que cuando el pitcher no batea, ese tiempo ocioso en el dugout podría desconectarlo del juego mientras sus compañeros batean. Quizás podría ir al clubhouse o dormitar en la banca. Cuando el pitcher ocupa un puesto en la alineación, tiene que estar alerta pitcheo a pitcheo de lo que su rival está lanzando, de su secuencia de envíos. Tiene que seguir los detalles más ínfimos del wind up, el punto donde está soltando la pelota, como es su movimiento para sorprender a los corredores. También tiene que observar los detalles del cátcher y de los otros siete tipos que juegan detrás del pitcher rival. En otras palabras, el pitcher traza un mapa integral del juego y se mantiene conectado a este hasta el final. Al mantenerse en contacto continuo con el juego, el pitcher es un pelotero más dinámico.
Lo que supuestamente gana el juego en el aspecto ofensivo con el bateador designado, el supuesto reto que hace al pitcher mejorar su repertorio, es nada comparado con lo que el beisbol pierde al tener a un jugador unidimensional en la alineación, porque ese jugador está prácticamente aislado del juego mientras sus compañeros actúan a la defensiva, difícilmente está en la misma página que ellos, no tiene acceso a la misma química, a experimentar el mismo momento que los otros nueve peloteros. Por otro lado, el pitcher siempre puede mejorar su repertorio aunque enfrente a un bateador teóricamente más débil como históricamente se ha conocido a los pitchers; porque no todos los pitchers son un out regalado, y aun el pitcher más débil como bateador puede mejorar con la práctica y decidir un juego con un toque de bola, un boleto, o hasta un jonrón. Así que todo este panorama siempre motivó a los pitchers a no dar nada por sentado, a estar siempre pendientes de cada detalle de los bateadores rivales, los discutían con compañeros también pitchers y también con sus cátchers.
¿Va a extrañar alguien aquellos juegos donde el pitcher era un bateador regular en la alineación? Hay un doble juego que se jugó en Forbes Field el 12 de septiembre de 1969. Los Mets de Nueva York estaban en medio de su temporada milagrosa. En el primer juego, Jerry Koosman lanzó juego de tres imparables para vencer a los Piratas de Pittsburgh 1-0; Koosman remolcó a Bobby Pfiel con sencillo al jardín derecho en el quinto inning. Para el segundo juego, Don Cardwell estuvo muy cerca de imitar a Koosman, permitió solo cuatro imparables a los piratas…los Mets volvieron a ganar 1-0 y Cardwell impulsó a Bud Harrelson en el segundo inning con sencillo al bosque izquierdo. Cualquiera pudiese decir que eso fue una rareza, pero el punto es que ese tipo de hechos ocurrían en el beisbol no todos los días pero era una posibilidad real con una frecuencia no precisamente invisible. Cuando los pitchers blandían un bate eran mucho más que un out predecible, eso se le debería preguntar por ejemplo a Gary Peters quien más de una vez fue alineado tan arriba como sexto en el orden al bate de los Medias Blancas de Chicago.
En el presente el pitcher solo debe ocuparse de lanzar la pelota hacia el plato y punto. Ha habido muchas oportunidades cuando el pitcher se aparta para que un jugador del cuadro interior venga a atrapar un simple elevadito al montículo. Otra imagen recurrente del juego actual es que difícilmente se ve al pitcher hacer la asistencia detrás de tercera base o el plato cuando viene un tiro desde los jardines. Todo esto encaja con esta nueva configuración del juego donde entre otras modificaciones lamentables el cátcher no puede bloquear el plato sin tener la pelota y el pitcher no batea. Es como ver que los bosques son deforestados y el fuego consume los árboles más grandes. En medio de esta tristeza, solo se puede soñar que alguien pudiese más temprano que tarde proponer que cada equipo jugara al menos veinte juegos con el pitcher en el orden al bate contra un rival que use el bateador designado. Eso serviría como indicador irrefutable de cómo el juego es mucho más dinámico cuando el pitcher batea.
A mediados de los años 1980s, Fernando Valenzuela y Dwight Gooden se enfrentaron en varios duelos de pitcheo que incluso fueron a extra inning sin que se anotara alguna carrera. Ambos pitchers eran bateadores respetables, lucían tan enfocados, tan comprometidos, tan concentrados mientras se enfrentaban como pitcher y bateador como cuando debían lanzarle al tercer o cuarto bate. El 6 de septiembre de 1985, Valenzuela enfrentó a Gooden en Dodger Stadium. Fernie lanzó 11 innings, permitió seis imparables, tres boletos, y salió del juego cuando todavía la pizarra estaba 0-0. Doc pitcheó nueve innings, permitió cinco imparables, ponchó 10, sin conceder boletos. Valenzuela retiró el undécimo inning a paso de conga con tres roletazos al cuadro. Gooden permitió imparables a Mike Scioscia y Greg Brock en el octavo inning. Pero Steve Sax la rodó por el montículo y Gooden lanzó a tercera base para lograr el out forzado. Valenzuela enseñó el toque, pero luego bateó rodado al campo corto para otro out forzado. Mariano Duncan fue el último out. Gooden bateó un sencillo en el tercer inning, luego que Valenzuela había retirado a Santana, era el tercer imparable que Valenzuela permitía. Luego en el quinto inning, Gooden, consiguió el próximo imparable de su equipo ante Valenzuela, luego que este retirase a los dos primeros bateadores. Ese día Valenzuela se fue de 3-0 como bateador ante Gooden. Un ejemplo de cuan respetable era Valenzuela como bateador ocurrió el 6 de julio de 1984 en Dodger Stadium ante los Cardenales de San Luis y Dave LaPoint. Valenzuela lanzó ocho innings y salió del juego con la pizarra igualada 2-2. Permitió dos carreras limpias, seis imparables, tres boletos, ponchó cuatro, y enfrentó 31 bateadores. En la conclusión del sexto inning, Valenzuela jonroneó para poner a su equipo adelante 1-0.
Más recientemente, el 2 de mayo de 2019; los Rojos de Cincinnati visitaron a los Mets de Nueva York en Citi Field. Noah Syndergaard lanzó una blanqueada. En el cierre del tercer inning, Syndergaard bateó jonrón solitario hacia el jardín izquierdo. Los Mets ganaron 1-0. Syndergaard se convirtió en el octavo pitcher en la historia de MLB que bateaba un jonrón y ganaba 1-0 mientras lanzaba juego completo. El primero de aquellos héroes mitológicos fue Harry McCormick, quien venció a Boston en la Liga Nacional el 26 de julio de 1879. El 3 de agosto de 1906; Tom Hughes de los Senadores de Washington, lanzó un juego de cuatro imparables para vencer 1-0 a los Browns de San Luis en Sportsman Park II; despachó cuadrangular en el décimo inning para decidir el juego. El 29 de septiembre de 1915, Gene Packard de los Packers de Kansas, venció a los Terriers de San Luis 1-0 en Handlan’s Park; Packard solo permitió cuatro imparables y un boleto, y bateó un jonrón en la apertura del sexto inning. El 13 de agosto de 1932, Red Ruffing de los Yankees de Nueva York, derrotó a los Senadores de Washington 1-0 en Griffith Stadium; solo permitió tres imparables y dos boletos, mientras ponchaba 12; descargó un jonrón en la parte alta del décimo inning. Entre el cuarto y octavo innings, Ruffing retiró 14 Senadores en fila. El 21 de mayo de 1938, Spud Chandler de los Yankees de Nueva York, venció a los Medias Blancas de Chicago 1-0 en Comiskey Park I, remolcó la única carrera del juego al jonronear en la apertura del octavo inning; solo permitió ocho imparables sin boletos. El primero de mayo de1959, Early Wynn, el pitcher de 39 años de edad de los Medias Blancas de Chicago, lanzó un blanqueo de un imparable contra los Medias Rojas de Boston en Comiskey Park I y bateó el jonrón que significó la única carrera en la victoria 1-0. Jim Bunning tu8vo marca de 19-9 en 1965 con efectividad de 2.60. El 5 de mayo de 1965; Bunning lanzó un juego de cuatro imparables para los Filis de Filadelfia en Shea Stadium y así vencer 1-0 a los Mets de Nueva York, solo concedió un boleto; jonroneó en la parte alta del sexto inning. El 16 de septiembre de 1971, en Shea Stadium; Juan Pizarro de los cachorros de Chicago venció a Tom Seaver y los Mets de Nueva York 1-0, y el jonrón de Juan en el octavo inning resultó la única carrera del juego. El 17 de junio de 1983; Bob Welch de los Dodgers de Los Angeles derrotó a Mario Soto y los Rojos de Cincinnati en Dodger Stadium. Welch lanzó un blanqueo y bateó un jonrón en el sexto inning para ganar 1-0.
El 5 de enero de 1966 Isaías Látigo Chávez de los Navegantes del Magallanes subió al montículo del estadio de la UCV para enfrentar a Steve Hargan de los Industriales del Valencia. Los Pericos tomaron la delantera en la apertura del segundo inning mediante jonrón de Lee May por el jardín central. En el cuarto inning Tommie Agee sencilleó y robó segunda base después de dos outs. Tom McCraw negoció boleto. Luis camaleón García roleteó por segunda base y Gustavo Gil no pudo manejar la pelota, por lo cual García se embasó y Agee anotó el empate. En el cierre del quinto inning, Jim Napier largó imparable al jardín central. Domingo Carrasquel conectó una línea peligrosa al jardín derecho ante la cual Luis Rodríguez ejecutó una atrapada fantástica. Napier avanzó a la intermedia por lanzamiento descontrolado de Hargan. Isaías Chávez bateó imparable al jardín central para remolcar a Napier con la carrera que definiría el juego. Magallanes 2 – Valencia 1. Él Látigo lanzó los nueve innings, enfrentó 32 bateadores, permitió siete imparables, recetó siete ponches, sin boletos.
El 23 de enero de 1970, los Navegantes del Magallanes enfrentaron a los Tigres de Aragua en el estadio José Pérez Colmenares en el tercer juego de la serie semi final de la temporada 1969-70 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Con su equipo perdiendo 3-2 en el quinto inning Gregorio Machado relevó a Danny Morris y realizó un trabajo de 10 innings en blanco para ganar el juego 4-3 en el inning décimo cuarto cuando Machado inició negociando boleto y luego anotó desde primera base mediante triple de Gustavo Gil.
El año pasado se jugó un encuentro en homenaje a la película “El Campo de los Sueños”, la cual muestra muchas de las características que ha ido perdiendo el beisbol a través de los años: la intensidad de los peloteros, la disposición a ejecutar la más insignificante jugada, la emoción por salir a dar lo mejor sobre el terreno. Aunque solo ocurriese en un sueño, sería muy interesante imaginar un juego donde un equipo jugara con el bateador designado y el otro alineara al pitcher como bateador, como indica el juego original. Solo para apreciar cuanto se ha desnaturalizado el juego.
Alfonso L. Tusa C. 27 de marzo de 2022.
lunes, 28 de septiembre de 2020
Roger Kahn, Quien Reivindicara la escritura deportiva con ‘The Boys of Summer’, fallece a los 92 años de edad. Feb. 15
Su libro de 1972 acerca de sus amados Dodgers de Brooklyn, reconocido como un clásico, fue, como muchos de sus 20 y tantos libros, basado en sus memorias juveniles.
Bruce Weber. The New York Times. 7 de febrero de 2020.
Roger Kahn, cuyo libro de 1972 acerca de los Dodgers de Brooklyn de comienzos de los 1950s, “The Boys of Summer”, mezcló reportaje, sentimiento y sociología de una manera tal que estampó al beisbol como tema válido para escritores y lectores serios, falleció este jueves 6 de febrero en Mamaroneck, N.Y.
Su hijo Gordon Jacques Kahn confirmó el deceso, en un hogar de cuidados. Mr. Kahn había residido principalmente en Stone Ridge, N.Y., en Ulster County, después de vivir la mayor parte de su vida en Brooklyn y Manhattan.
Los alrededor de veinte libros de Mr. Kahn, muchos acerca de béisbol, incluyen un par de novelas, un retrato de los volátiles pero ganadores Yanquis de 1978, una biografía de Jack Dempsey, y una colaboración con Pete Rose en la autobiografía de este, publicada en 1989, meses antes que fuese vetado del béisbol.
Pero es justo decir que el trabajo más memorable de Mr. Kahn se realizó desde temprano en su carrera.
En la primavera de 1952, él era un reportero de 24 años de edad del The New York Herald Tribune, cuando fue asignado para viajar con los Dodgers. Era una época valiosa en la historia del juego, especialmente en Nueva York, el indisputado centro del universo beisbolero, hogar de tres equipos y tres bases de fanáticos apasionados.
Por diez temporadas, desde 1947 hasta 1956, un equipo de Nueva York u otro, los Yanquis, los Gigantes o los Dodgers, ganaron todas las Series Mundiales a excepción de una. Los Yanquis estaban en medio de su aun inigualada seguidilla de cinco títulos de Serie Mundial.
Pocos meses antes de que Mr. Kahn se uniera al grupo de prensa que cubría a los Dodgers, el equipo había perdido el banderín ante los Gigantes, sus rivales de la Liga Nacional del otro lado de la ciudad, en una serie de playoff de tres juegos, que terminó con el estacazo de Bobby Thomson que se escuchó alrededor del mundo., quizás el jonrón más famoso bateado alguna vez.
La demoledora derrota de ese playoff fue uno de muchos disgustos para los aficionados de los Dodgers de esa época. Aunque ellos querían mucho a los peloteros, entre ellos estaban Pee Wee Reese, Duke Snider, Gil Hodges, Carl Furillo, Jackie Robinson y Roy Campanella, y sabían que todos eran de primera línea, lamentaban la falta de habilidad del equipo para ganar un campeonato. (De hecho, hasta ese momento, el equipo nunca lo había conseguido; Brooklyn finalmente ganó la Serie Mundial en 1955, al vencer a los Yanquis).
Ese es el territorio fecundo que Mr. Kahn, mirando hacia atrás en la distancia de las décadas, explotó en varios libros, a menudo enlazando memorias de su juventud en Brooklyn y su consagración como periodista con cuentos del clubhousey el bar y el diamante.
“The Boys of Summer”, con motivo del cual, él revisitó a muchos de los viejos Dodgers años después de sus días activos, fue el primero, y de acuerdo a la mayoría, el mejor de estos, el libro de beisbol más influyente que se haya escrito en los últimos cincuenta años.
“Hay un momento de la vida cuando uno termina la juventud, pero aun no descubre como ser un hombre, tuve la fortuna de viajar con el más maravillosamente atractivo de los equipos”, así empieza el libro. “A principios de los 1950s los Dodgers de Brooklyn de Jackie Robinson eran extrovertidos, opinaban, fanatizados, tolerantes, negros, blancos, abiertos, apasionados: en suma, una mezcla fascinante de hombres vigorosos”.
Un puñado de libros previos, entre ellos “The Long Season” (1960), de Jim Brosnan, y “Ball Four” (1970), de Jim Bouton, ambos escritos por peloteros activos, había buscado iluminar el juego en primer plano, sin un fulgor mitologizante.
La ficción al estilo de Ring Lardner, Bernard Malamud y Mark Harris había creado personajes redolentes de Estados Unidos contra el trasfondo del estadio. “A Day in the Bleachers” (1955) de Arnold Hano describió un juego de la Serie Mundial de 1954 desde la perspectiva del hombre de las gradas.
Pero “The Boys of Summer”, junto con “The Summer Game”, la primera colección del divulgativo de Roger Angell con artículos de beisbol publicados en la revista New Yorker, también publicada en 1972, más o menos crearon una nueva categoría literaria: narrativa del reportaje de beisbol en forma prolongada.
Mientras los elegantes ensayos de Mr. Angell eran reportes contemporáneos del juego, Mr. Kahn se basaba en las técnicas del llamado nuevo periodismo; por una cosa, se convirtió en personaje de su narrativa. Y con un título tomado de un poema de Dylan Thomas, convirtió su libro en una meditación sobre padres e hijos, el paso del tiempo, el trabajo de equipo, los derechos civiles y la naturaleza del hombre, temas tan seductores y resistente que conectados al beisbol hoy suenan a cliché.
Aunque las revisiones de “The Boys of Summer” fueron poco uniformes, este se convirtió en uno de esos libros rutinariamente descritos como clásicos. En 2002, Sports Illustrated lo colocó de segundo en su lista de los mejores cien libros deportivos de todos los tiempos, solo detrás de la reverenciada colección de piezas de boxeo “The Sweet Science” de A.J. Liebling
“Es un libro de beisbol de la misma forma que Moby Dick es un libro de pesca”, escribió la revista acerca de “The Boys of Summer”.
El libro de Mr. Kahn, dijo esta, “es por turnos, un cuento novelístico de conflicto y cambio, un tributo, una historia cívica, un pieza de nostalgia y, finalmente una tragedia, porque la mudanza de la franquicia hacia Los Angeles en 1958 se llevó el alma de Brooklyn con ella”.
“Kahn escribe elocuentemente acerca de los juegos memorables y la tendencia de los Dodgers por lo doloroso, su lema es ‘Espera hasta el año próximo’, pero los pasajes más conmovedores revisitan a los muchachos en otoño”, continúa el artículo. “Un accidente automovilístico había convertido al cátcher Roy Campanella en cuadrapléjico. El valeroso Jackie Robinson está de luto por el fallecimiento de su hijo. El tercera base de manos prodigiosas, Billy Cox trabaja en un bar. Ningún libro muestra mejor que los deportes no son solo juegos"
Roger Kahn nació en Brooklyn el 31 de octubre de 1927, pocas semanas después que Babe Ruth y los Yanquis barrieran a Pittsburgh en la Serie Mundial. Su padre, Gordon, era profesor de historia y un aficionado al beisbol bendecido con una memoria especial de amplio rango en la trivia que ayudaba a proveer las preguntas para el programa de radio “Information Please”. La madre de Roger, Olga (Rockow) Kahn, enseñaba inglés y toleraba poco al beisbol pero imbuyó a su hijo con el amor a la mitología, Shakespeare y Walt Whitman.
Se graduó en la Erasmus Hall High School y pasó tres años en la New York University antes de conseguir empleo en The Herald Tribune como mensajero.
Despues de su estadía de dos años con los Dodgers, Mr. Kahn cubrió a los Gigantes para The Herald Tribune en 1954. Luego escribió para Newsweek, The Saturday Evening Post y Esquire.
En los 1960s escribió dos libros sobre temas distintos al beisbol: una consideración de su fe, “The Passionate People: What It Means to Be a Jew in America”, y un reporte sobre los disturbios estudiantiles en Columbia University, “The Battle for Morningside Heights: Why Students Rebel”. Escribió regularmente para The New York Timesa finales de los 1970s.
La que ha sido llamada la era dorada del beisbol en Nueva York terminó cuando los Dodgers y los Gigantes anunciaron en 1957 que se marcharían a California. Después de “The Boys of Summer”, Mr. Kahn revisitó esos años en otros libros, incluyendo “Joe and Marilyn: A Memory of Love”, acerca del matrimonio de Joe DiMaggio y Marilyn Monroe; “The Era, 1947-57: When the Yankees, the Giants, and the Dodgers Ruled the World”; “Memories of Summer: When Baseball Was an Art, and Writing About It a Game”, y “Rickey & Robinson: The True, Untold Story of the Integration of Baseball”, el cual examinó la relación entre Jackie Robinson y Branch Rickey, el ejecutivo que rompió la barrera racial del beisbol al llevar a Robinson a los Dodgers.
En otros libros, Mr. Kahn examinò la batalla entre el pitcher y el bateador (“The Head Game: Baseball Seen From the Pitcher’s Mound”) y las ligas menores inferiores (“Good Enough to Dream”).
Sus novelas fueron “The Seventh Game”, acerca de las dificultades personales de un pitcher, y “But Not to Keep”, acerca de las dificultades personales de un periodista. Su libro acerca de los Yanquis de 1978, “October Men”, trazó una turbulenta temporada de campeonato.
Los matrimonios de Mr. Kahn con Wendy Mecker, Alice Russell y Joan Rappaport terminaron en divorcio. Además de su hijo Gordon, de su matrimonio con Ms. Rappaport, le sobreviven su esposa, Katharine Johnson Kahn; una hija, Alissa Kahn Keenan, de su matrimonio con Ms. Russell; y cinco nietos. Otra hija, Elizabeth, falleció un día después de nacer. Y otro hijo, Roger Laurence Kahn, quien batalló con una enfermedad mental y la adicción a las drogas, se suicidó en 1987. Mr. Kahn escribió acerca de Roger en una memoria, “Into My Own: The Remarkable People and Events That Shaped a Life”.
En las primeras páginas de “The Boys of Summer”, un pasaje expresa el propósito de buena parte de la escritura de Mr. Kahn: el anhelo nostálgico que el beisbol y Brooklyn evocaba en muchas personas. Muy pocas personas reconocerían hoy los detalles, de cómo algo desaparecido hace tiempo siempre será familiar.
“Me refiero a estar menos pendiente de los lanzamientos en curva que al atractivo del equipo”, escribió Mr. Kahn acerca de sus amados Dodgers antes de invocar la imagen de su estadio. “Ebbets Field era una cabina estrecha, construida de ladrillo, hierro y concreto, a lo largo de una empinada cuesta de adoquines en Bedford Avenue. Dos niveles de tribunas presionaban el area de juego desde tres lados, y en miles de asientos los aficionados podían oir las palabras de un pelotero, notar los detalles del pasode un pelotero, en una época cuando la televisión aun no había asaltado la ilusión con potentes lentes Zoomar, se podía ver, se podía ver de verdad, la expresión real en el verdadero rostro de un verdadero grande liga mientras jugaba. ¡Se podía saber como era!”
William McDonald contribuyó reportando.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 15 de febrero de 2020.
viernes, 25 de septiembre de 2020
La Antígua Estrella de los Astros de Houston, Jimmy “The Toy Cannon” Wynn, fallece a los 78 años de edad.
26 de marzo de 2020.
AP MLB: https://apnews.com/MLB and https://twitter.com/AP—Sports
Jimmy Wynn, el diminuto toletero de Houston cuyos monstruosos batazos de los años 1960s y 1970s le ganaron el apodo de “The Toy Cannon” ha fallecido.
Los Astros dijeron que el tres veces jardinero del equipo Todos Estrellas falleció este jueves 26 de marzo, pero no dieron más detalles.
El pequeño Wynn tenía mucho poder. Bateó más de 30 jonrones dos veces con Houston, incluyendo un tope vitalicio de 37 en 1967 mientras su equipo efectuaba la mitad de los juegos en el Astrodomo que era un estadio que favorecía a los lanzadores.
“El éxito de Jimmy en el terreno ayudó a construir nuestra franquicia desde sus inicios”, dijeron los Astros en una declaración. “Después de su retiro, su trabajo incansable en la comunidad impactó a miles de jóvenes en Houston. Aunque ya no está con nosotros, su legado vivirá en Minute Maid Park, en la Academia Juvenil de los Astros y más allá”.
Para el momento de su deceso, Wynn trabajaba en la oficina principal de los Astros como ejecutivo de apoyo a la comunidad. Celebrado a cualquier parte que fuese, Wynn a menudo era visto alrededor del estadio interactuando con los peloteros y los aficionados.
Wynn era conocido por sus largo jonrones y dos se hicieron famosos.
El primero ocurrió el 10 de junio de 1967, cuando sacó una pelota del Crosley Fieldde Cincinnati sobre la pizarra entre el jardín izquierdo y el central hacia el autopista detrás dl estadio.
Casi tres años después, el 12 de abril de 1970, se convirtió en el primer pelotero en batear un jonrón hacia el primer piso del Astrodomo cuando despachó un envío de Phil Niekro a más de 500 pies por la línea del jardín izquierdo.
Wynn pasó sus primeras once temporadas en Houston, primero con los Colt ,45s y luego con los Astros, antes de hacer paradas con los Dodgers, Bravos, Cerveceros y Yanquis en una carrera de quince años en las mayores.
Wynn salió del equipo como líder de la franquicia en imparables, jonrones, carreras empujadas y boletos. En total, terminó con 291 cuadrangulares, 964 carreras empujadas y 225 bases robadas en su carrera.
Lideró las mayores con 148 boletos en 1969 y robó un tope de 43 bases en 1965. Wynn anotó 100 carreras o más tres veces con Houston.
La camiseta número 24 de Wynn fue retirada por los Astros el 25 de junio de 2005, y fue inducido al Salón de la fama de los Astros en su clase inaugural el 3 de agosto de 2019.
En junio de 2011, fue honrado por la franquicia cuando los Astros y Minute Maid inauguraron el Jimmy Wynn Training Center, una facilidad de beisbol con todos los adelantos del momento en la Astros Youth Academy.
Nacido en Cincinnati el 12 de marzo de 1942, Wynn creció allí antes de asistir a la Central State University en Wilberforce, Ohio. Debutó en MLB el 10 de julio de 1963, a los 21 años y despachó cuatro jonrones con 27 carreras empujadas en 70 juegos esa temporada.
Wynn tuvo su primera temporada de veinte jonrones en 1965 cuando largó 22. Descargó 33 jonrones en 1969 con Houston y su última temporada de 30 jonrones ocurrió en 1974 cuando soltó 32 y tuvo un tope vitalicio de 108 carreras empujadas con los Dodgers.
Wynn jugó su única Serie Mundial en 1974 y jonroneó para los Dodgers en una derrota de cinco juegos ante Oakland.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 4 de abril de 2020.
Nota del traductor: Actuación de Jimmy Wynn con los Tiburones de La Guaira en LVBP.
Temporada 1964-1965: 44 J, 165 VB, 24 CA, 45 H, 8 2H, 5 HR, 18 CI, 10 BR, .273 AVG.
1965-1966: 15 J, 58 VB, 10 CA, 11 H, 2 2H, 2 HR, 4 CI, 1 BR, .190 AVG.
jueves, 5 de marzo de 2020
Johnny Antonelli, Pitcher Estrella de los Gigantes , fallece a los 89 años de edad.
Contribuyó para que ellos ganaran la Serie Mundial en 1954, cuando jugaban en Nueva York, y siguió siendo parte esencial del equipo cuando se mudaron a San Francisco.
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Richard Goldstein. The New York Times. 28 de febrero de 2020.
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Johnny Antonelli, el lanzador zurdo del equipo de estrellas que ayudó a propulsar a los Gigantes de Nueva York para ganar la Serie Mundial de 1954 y continuó siendo uno de los mejores pitchers de la Liga Nacional durante los primeros años de los Gigantes en San Francisco, falleció este viernes 27 de febrero en su hogar de Rochester, NY.
Scott Pitoniak, quien colaboró con él en “Johnny Antonelli: A Baseball Memoir” (2012), dijo que la causa fue cáncer.
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Codiciado por muchos equipos de grandes ligas por su cortante recta, Antonelli se convirtió en uno de los primeros “muchachos bono” en el verano de 1948 cuando, justo al salir de la escuela secundaria en Rochester, firmó con los Bravos de Boston por 52.000 dólares (el equivalente de alrededor de 566.000 dólares actuales).
Antonelli nunca pasó un día en las menores, porque los peloteros con grandes bonos podían ser reclamados por otro equipo si estaban en el sistema de granjas. Fue utilizado de manera gradual por los Bravos en sus primeras tres temporadas con ellos, luego estuvo dos años en el ejército y regresó con marca de 12-12 cuando el equipo se mudó a Milwaukee en 1953.
Él surgió como estrella después que los Bravos lo cambiaron a los Gigantes en febrero de 1954. “Fue el mejor momento de mi carrera”, le dijo una vez a The Democrat and Chronicle de Rochester.
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Antonelli dependía de la recta y la curva, pero también aprendió a lanzar envíos quebrados para lograr marca de 21-7 con los ganadores del banderín de 1954, los Gigantes. Lideró la Liga Nacional en efectividad (2.30) y blanqueos (6) e igualó al relevista de los Gigantes, Hoyt Wilhelm en porcentaje de triunfos (.750).
“Polo Grounds fue un estadio amigable para mí”, Antonelli fue citado de haber dicho eso por Danny Peary en la historia oral “We Played the Game” (1994), “Fui capaz de evitar que los bateadores halaran la pelota. Los obligaba a que batearan de frente, y tenía a Willie Mays para que buscara los batazos dificiles”.
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La Serie Mundial de 1954 entre los Gigantes y los Indios de Cleveland es recordada principalmente por la espectacular atrapada sobre el hombro y posterior lanzamiento de Willie Mays en Polo Grounds con dos corredores embasados en el primer juego, y por los jonrones de Dusty Rhodes como bateador emergente.
Pero Antonelli también brilló. Lanzó juego completo en la victoria 3-1 del segundo juego y cerró la serie en relevo, al conseguir los últimos cinco outs del cuarto juego, tres ponches, mientras los Gigantes barrían a los Indios que habían ganado el banderín con una marca para la Liga Americana de 111 triunfos.
Antonelli terminó tercero en la votación del jugador más valioso de la Liga Nacional y fue nombrado pitcher del año de la liga por The Sporting News. (El premio Cy Young aún no se había creado).
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Lanzó los 16 innings de una victoria 2-1 sobre Cincinnati en Polo Grounds en mayo de 1955, ganó 20 juegos en 1956 y fue el pitcher abridor cuando los Gigantes jugaron su último juego en Polo Grounds antes de mudarse a San Francisco en 1958.
Antonelli ganó 35 juegos en los primeros dos años de los Gigantes allá, donde los Gigantes jugaban en el favorable para los bateadores Seals Stadium, un antíguo parque de la Pacific Coast League.
Pero los aficionados de los Gigantes reservaban la mayor parte de su adulación para los peloteros que hicieron su debut en las mayores en San Francisco, Juan Marichal, Orlando Cepeda, Willie McCovey y Felipe Alou.
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Antonelli se convirtió en villano en San Francisco debido a una arrancada emocional luego de perder un juego ante los Dodgers de Los Angeles en Seals Stadium en julio de 1959, al permitir dos jonrones en un día de vientos intensos.
“Fui derrotado por dos condenados elevados”, citó Sports Illustrated a Antonelli de haber comentado en el clubhouse. “A un pitcher le deberían pagar el doble por trabajar aquí. El peor estadio de Estados Unidos. Cada vez que subes al montículo aquí, tienes que vencer al bateador y a un viento de 30 millas por hora”.
Un editorial de The San Francisco Chronicle sugirió que la directiva de los Gigantes debería enviar a Antonelli a “un estadio mítico donde el viento nunca sople, o que cuelguen una piñata en el clubhouse”.
Cuando Antonelli abrió un juego en casa contra los Cachorros una semana despues, los aficionados lo abuchearon. Nunca volvió a tener el apoyo de ellos.
Antonelli dijo mucho después que había sido malinterpretado de haber insultado a San Francisco
Antonelli le contó a Danny Peary mucho despues que un reportero quien lo interrogó después del juego “estaba buscando sensacionalismo y escribió que dije, ‘Pueden meterse a San Francisco por…’”
“Nunca dije nada malo de la ciudad”, dijo él, “ solo de Seals Stadium”.
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En 1960 los Gigantes empezaron a jugar en Candlestick Park, el cual se hizo notorio por los vientos que soplaban hacia la derecha. Antonelli tuvo problemas para ganar como abridor ese año, fue enviado al bull pen y agenció marca de 6-7. Seguía siendo abucheado por sus declaraciones de 1959, y fue cambiado a Cleveland después de la temporada de 1960.
Tuvo marca combinada de 1-4 con los Indios y Bravos en 1961, entonces fue vendido a los Mets. Pero se retiró a la edad de 31 años en vez de reportarse a ellos, quería dedicarle más tiempo a su familia y los negocios.
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Tuvo marca vitalicia de 126-110 y participó en el juego de estrellas en 1954 y todos los años desde 1956 hasta 1959.
John August Antonelli nació el 12 de abril de 1930, en Rochester, hijo de Gus y Josephine (Messore) Antonelli. Su padre, inmigrante italiano, instalaba rieles para el New York Central Railroad.
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Antonelli pitcheó en solo cuatro juegos con los Bravos en la temporada cuando ganaron el banderín en 1948. Cuando fueron vencidos por los Indios en la Serie Mundial, los jugadores decidieron no tomar en cuenta a Antonelli para entregarle su cuota de dinero por participar en la Serie Mundial y se repartieron el monto a 4.570.73 $ por pelotero. El comisionado de béisbol, Harry Chandler, ordenó que Antonelli recibiera un octavo de la cuota, 571.34 $.
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Los sobrevivientes de Antonelli incluyen a su segunda esposa, Gail Harms Antonelli, y tres hijas, Lisa, Donna y Regina, y un hijo, John Jr., de su matrimonio con su primera esposa, Rosemarie, una archivadora en Eastman-Kodak en Rochester, quien falleció en 2002.
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Despues de retirarse del béisbol, Antonelli fue dueño de más de dos docenas de tiendas de neumáticos Firestone en Rochester y áreas circunvecinas.
En 2008, cuando los Gigantes celebraron el aniversario 50 de su mudanza a San Francisco, no hubo resentimiento de parte de Antonelli a pesar del incidente de sus comentarios en 1959. Estuvo presente para la ceremonia en AT&T Park, los jonrones ayudados por el viento de Seals Stadium eran solo un recuerdo distante.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 7 de enero de 2020
Don Larsen, el Pitcher de los Yanquis que lanzó el único Juego Perfecto en una Serie Mundial, fallece a los 90 años de edad.
Se retiró luego de 14 temporadas con un registro vitalicio negativo, pero por un día de 1956 fue la marca de la perfección.
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Richard Goldstein. The New York Times. 01 de enero de 2020.
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Don Larsen, un lanzador ordinario quien alcanzó lo extraordinario cuando lanzó el único juego perfecto en la historia de la Serie Mundial, falleció este miércoles 01 de enero en Hayden Lake, Idaho.
Su deceso fue confirmado por Andrew Levy, su agente.
El hijo de Larsen, Scott, dijo la semana pasada en una declaración que su padre estaba siendo tratado por cáncer de esófago, el cual había sido diagnosticado este verano.
Cuando Larsen subió el montículo contra los Dodgers de Brooklyn la tarde del 8 de octubre de 1956, en el Yankee Stadium original, estaba en la cuarta temporada de una carrera poco llamativa.
Poseía un físico imponente para su época, 6 pies 4 pulgadas y 108 kilogramos, su humanidad la remataba un corte de cepillo y unas orejas extra grandes. Su repertorio de recta, slider y curva parecía el arsenal suficiente para tener una buena carrera.
Pero Larsen había perdido 21 juegos lanzando para los Orioles de Baltimore hacía dos años, y tenía dificultades para controlar no solo sus pitcheos sino también por su afinidad con la vida nocturna.
Sin embargo, por un día Larsen fue el retrato de la perfección. Veintisiete veces, los bateadores de los Dodgers, en una alineación que contaba con cuatro futuros inquilinos del Salón de la Fama fueron al plato, y todos regresaron al dugout sin conseguir imparable, boleto o algún error de la defensa de los Yanquis.
La obra maestra de Larsen llegó 34 años después que las ligas mayores habían presenciado otro juego perfecto. Ningún pitcher, antes o después, ha lanzado un juego sin hits ni carreras en la Serie Mundial.
Como Larsen dijera una vez: “Ocurren cosas tontas”.
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La temporada de Larsen en 1956 no había empezado de manera prometedora. Durante el entrenamiento primaveral en St. Petersburg, Fla., estrelló su carro contra un poste de teléfono mientras regresaba al hotel donde se alojaba el equipo alrededor de las 4 am. Más adelante ese día, dijo que se había quedado dormido mientras manejaba, y cuando le preguntaban sobre el incidente a través de los años, mantuvo que no había estado bebiendo.
A excepción de una fisura en un diente ese episodio no tuvo consecuencias serias, pero el choque inspiró a sus compañeros de los Yanquis para apodarlo Gooney Bird, por el albatros, el cual se encuentra principalmente en Midway Atoll en el Pacífico, conocido por lo sus caídas de espalda mientras se desplaza sobre el suelo.
Pero Larsen tuvo marca de 11-5 en 1956, brilló hacia el final de la temporada cuando desarrolló lo que era conocido entonces como un envío de windup no ortodoxo que le dio un mejor balance para determinar su selección de pitcheos.
El manager Casey Stengel le dio la oportunidad en el segundo juego de la Serie Mundial, y los Dodgers lo castigaron en el segundo inning en Ebbets Field al marcarle seis carreras en un victoria 13-8.
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Cuando Larsen llegó a Yankee Stadium tres días después, no tenía idea si enfrentaría de nuevo a los Dodgers. Supo que abriría el quinto juego con la serie igualada a dos juegos, solo cuando encontró una pelota en uno de sus zapatos, la señal acostumbrada de una asignación para abrir juego, colocada por Frank Crosetti, el coach de tercera base. Hasta el día anterior Stengel no había escogido a nadie.
Larsen y Sal Maglie, el abridor de los Dodgers, llegaron perfectos al cuarto inning. Pero Mickey Mantle descargó jonrón con dos outs en el cuarto para darles a los Yanquis ventaja de una carrera, y los Yanquis agregaron otra carrera en el sexto.
Larsen avanzó en la distancia, sobreviviendo algunas dificultades.
En el segundo inning de los Dodgers, Jackie Robinson abrió con un fuerte linietazo que rebotó en el tercera base Andy Carey, pero el campocorto Gil McDougald atrapó el rebote y retiró a Robinson, quien no tenía la rapidez de sus primeros años, en una jugada cerrada. “Pegó en la punta de los dedos de mi guante”, recordó Carey. “Pocos años antes, Robinson habría sido quieto”.
En el cuarto inning, Duke Snider no bateó un jonrón por la derecha por pocos centímetros. En el quinto, Gil Hodges bateó una línea entre el jardín izquierdo y el central que atrapó Mantle corriendo mucho, y Sandy Amoros perdió un jonrón por la derecha por un pelo.
Para el séptimo inning, Larsen sabía que tenía un juego sin hits ni carreras, aunque no se había dado cuenta que lanzaba un juego perfecto. Solo había llegado a cuenta de tres bolas con un bateador, Pee Wee Reese, en el primer inning, sus envíos bordaron las esquinas del plato a través de la tarde.
“Nunca tuve un control como ese antes o después”, le dijo a Sports Illustrated décadas después. “Parecía que todo lo que lanzaba estaba en la zona”.
Sus compañeros, temiendo que podían empavarlo, se alejaban en el dugout cuando él trataba de iniciar una conversación en las etapas finales del juego.
Con más de 64.000 personas gritando, Carl Furillo, el primer bateador de los Dodgers en el noveno inning, elevó a la derecha. Entonces Roy Campanella la rodó por segunda base. Dale Mitchell, un jardinero, emergió por Maglie, fue al plato, y como Larsen lo recordaba, “Recé una pequeña oración”.
Con la cuenta en una bola y dos strikes, lanzó una recta, su envío 97. Mitchell aguantó el swing, pero el árbitro Babe Pinelli cantó el tercer strike. Pocos minutos después de las tres en punto, se había hecho historia beisbolera.
El cátcher Yogi Berra saltó a los brazos de Larsen, el efusivo abrazo fue capturado en una foto que se convirtió en una imagen clásica del beisbol. “Junto a llegar al Salón de la Fama en 1972, ese fue probablemente mi momento más emotivo en el beisbol”, dijo Berra una vez.
Larsen solo se percató de que había lanzado un juego perfecto cuando entró al clubhouse.
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Donald James Larsen nació el 7 de agosto de 1929, en Michigan City, Ind., pero sus padres, james y Charlotte Larsen, mudaron la familia para San Diego cuando el tenía 15 años de edad. Mientras lanzaba para Point Loma High School llegó una oferta de los Browns de St.Louis en 1947. (David Wells, otro alumno de Point Loma lanzó un juego perfecto para los Yanquis contra los Mellizos de Minnesota en 1998).
Larsen llegó a las mayores en 1953, cuanto tuvo marca de 7-12 con los Browns.
Tuvo marca de 3-21 en 1954 cuando los perennes sotaneros Browns se convirtieron en Orioles de Baltimore, entonces fue cambiado a los Yanquis en una negociación de 17 peloteros que también les proporcionó al lanzador de poder Bob Turley, quien ganara el premio Cy Young de 1958 como el mejor pitcher del beisbol.
Larsen tuvo marca de 9-2 con los Yanquis en 1955. Después de sus 11 victorias en 1956, nunca ganó más de 10 juegos en una temporada.
Fue cambiado a los Atléticos de Kansas City en diciembre de 1959, en una negociación que llevó a Roger Maris a los Yanquis. Dos años después, Maris establecería otra marca simbólica, al despachar 61 jonrones para romper la marca de Babe Ruth para una temporada.
Larsen también pitcheó para los Medias Blancas de Chicago, Gigantes de San Francisco, Astros de Houston (entonces Colt .45s), Orioles y Cachorros de Chicago. Se retiró luego de 14 temporadas con marca de 81-91 y lanzó en la Serie Mundial cuatro veces con los Yanquis y una con los Gigantes.
“No estoy contento con mi marca vitalicia”, dijo Larsen una vez. “Pudo haber sido mejor. Las fiestas tuvieron algo que ver con eso. Pero siempre necesitaba compañía, aun si solo había dos personas en la ciudad”.
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Luego de retirarse del beisbol, Larsen fue vendedor para una compañía de productos de papel de California.
Larsen y su esposa, de soltera Corrine Bruess, pasaron sus años finales en el pequeño pueblo de Hayden Lake, en la frontera de Idaho. Larsen disfrutaba pescando en un lago cercano a su hogar, pero también asistía a eventos de autógrafos y memorabilia y a los juegos de viejas glorias de los Yanquis.
Vendió su uniforme del juego perfecto, la camiseta de rayas con el número 18 y sus pantalones, a un negociador de memorabilia en una subasta por 765.000 $, en diciembre de 2012 para financiar la educación de sus nietos, Justin y Cody Larsen. Además de su esposa e hijo, ellos le sobreviven.
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Larsen decía a menudo que no había un día en que no pensara en su hazaña, y manejaba un carro con placas DL000, por sus iniciales y el box score que indicaba cero carreras, cero hits, cero errores.
En el aniversario 45 de su juego perfecto, Larsen reflexionó sobre ese momento. “Mi creencia es que si trabajas lo suficientemente duro, algo bueno va a ocurrir”, dijo él. “Todos pueden tener días buenos”.
Tyler Kepner contribuyó reportando.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 06 de enero de 2020.
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