lunes, 29 de octubre de 2018

Los Muchachos de Octubre.

La atmósfera de competitividad permeaba no solo los orificios de la corneta del radio transistor. La lectura de aquellas páginas me transportó en fracciones de segundo a una noche de octubre de 1975. La fotografía en blanco y negro de un grupo de peloteros celebrando la llegada de un compañero al plato, reprodujo vívida la escena de aquel estacazo que había rasgado la madrugada bostoniana. La épica de aquellos Medias Rojas que dejaron el alma en el terreno ante la Gran Maquinaria Roja de pronto ebullía 43 años años después. La lectura de “The Boys of October” de Doug Hornig hace unos años me trajo remembranzas de la gesta épica de Luis Tiant en el cuarto juego de la Serie Mundial, de la sangre fría de Bernie Carbo al descargar el vuelacercas de empatar el sexto juego en el octavo inning, de la euforia de Carlton Fisk ante el veredicto de Larry Barnett respecto al toque de Ed Armbrister y luego sus brazos estirados para mantener su jonrón en zona buena, de las agallas de Dwight Evans para perseguir un casi seguro cuadrangular de Joe Morgan y convertirlo en atrapada espectacular que terminó en doblematanza, de como el radio cayó desde mi mano y se estrelló en mi pecho justo en el momento de esa atrapada. Ahora no podía dejar de recordar ese libro. Mientras empezaba la serie divisional ante los Yanquis inicié una búsqueda en mi biblioteca que intensifiqué después que los Mulos de Manhattan igualaran la serie divisional. Para el tercer encuentro logré divisar el libro de Hornig escondido debajo de decenas de periódicos y revistas viejos arrumbados en el tramo inferior. Poco importó que el polvo me hiciera estornudar. Para cuando los Medias Rojas despacharon a los Yanquis ya había terminado el capítulo donde Luis Tiant blanqueó a los Rojos de Cincinnati 6-0. Volví a preguntarme como un equipo que jugaba con aquella determinación, con aquel carácter, con aquella intensidad hubiese perdido aquella Serie Mundial. Me dije que de pronto aquello pudo haber sido un único ejemplo de realismo mágico y que la verdadera realidad quizás emergería al final del libro. Eso me dio un poco de ánimo, de optimismo para buscar razonamientos válidos que justificaran la posibilidad de vencer que podrían tener los Medias Rojas ante los Astros de Houston. El primer juego me hizo pensar que de nada valdrían 108 victorias ante el pitcheo de los siderales. Entonces me dije que si Los Muchachos de Octubre estuvieron a un tris de vencer a la Gran Maquinaria Roja, ¿Por qué no podían los mosqueteros de 2018 emularlos y hasta mejorarlos? Entonces apareció David Price y empezó a revertir su prontuario de once apariciones sin victorias en postemporada, fue capaz de mantener el juego al alcance de los patirrojos en el segundo juego para luego lanzar 6 episodios en blanco, en el quinto desafío. De pronto me parecía ver a un costado de Price el wind up escalonado, con la espalda hacia el jardín central de Luis Tiant. De pronto los jonrones de Jackie Bradley Jr retrataban la emoción de los turnos de Bernie Carbo en el tercer y sexto juegos de aquella serie de 1975. De pronto la atrapada de Andrew Benintendi para sellar el triunfo del cuarto juego recreaba, redibujaba, redimensionaba la carrera de Dwight Evans para desactivar el bombazo de Joe Morgan. De pronto un equipo se superponía en el otro y plasmaba todas las cualidades complementarias de uno respecto al otro. La lectura reciente de “The Boys of October” me hizo entender el fenómeno del deja vu desde otro ángulo. Al repasar cada página pensaba que lo que veía cada noche por televisión ya lo había vivido, pero a la vez imaginaba que el desenlace sería diferente. Por eso me tocó vivir una serie mundial doblemente emocionante. Price se encargó de vencer a los Dodgers de Los Angeles en los juegos 2 y 5. De pronto tenía algunas dudas, de pronto quise regresar en el tiempo para darle un poco del momentum, una pizca de la esencia de este equipo al del 75’ un poco de los jonrones de Steve Pearce y Rafael Devers en los juegos 4 y 5 de esta Serie Mundial. Pero luego me contuve, aquel equipo también fue grande, muy grande, tuvo mejores números totales que Cincinnati, y lo dejaron todo sobre el terreno. Estos otros muchachos tenían todos los ingredientes de aquel equipo de 1975, y además la esencia de “todos para uno y uno para todos de los mosqueteros Benintendi, Bradley Jr., y Mookie Betts. Alfonso L. Tusa C.

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