lunes, 2 de marzo de 2015
Dwight Evans. Individuo del Salón de la Fama. (Lo que un padre es capaz de hacer por un hijo).
David Laurila. 13-12-2011.
Dwight Evans es uno de los jugadores más queridos en la historia de los Media Rojas de Boston. Conocido por su clase y dignidad casi tanto como por lo que hizo en el terreno, el hombre conocido afectuosamente como “Dewey” jugó más juegos con el uniforme de los Medias Rojas que nadie, excepto Carl Yastrzemski. Miembro de los equipos plagados de estrellas de 1975 y 1986, él también jugó en algunos de los juegos más memorables de Boston.
Un bateador subestimado en buena parte de su carrera, Evans bateó .272/.370/.470, con 385 jonrones, nadie bateó más extrabases que él en la década de los ’80. Ampliamente reconocido como el mejor jardinero derecho defensivo de su época, ganó ocho guantes de oro. Bill James lo ha llamado “uno de los peloteros más subestimados en la historia del béisbol”.
Tan bueno como fue entre las líneas de cal, sus números se comparan favorablemente con los de varios peloteros inquilinos de Cooperstown, Dwight Evans ha sido un mejor esposo y padre.
Evans habla de la atrapada (1975)
“Era el úndécimo inning, y Ken Griffey estaba en primera base. Para ese momento, él era probablemente el tipo más rápido del beisbol. Joe Morgan está al bate, yo me imagino todos los escenarios: ‘¿Que tal si la batea sobre mi cabeza? ¿O si la batea entre dos?’ Pienso que puedo tener que meterme en la tribuna para atrapar la pelota, porque si perdemos, no hay mañana. Todos esos escenarios pasan por mi cabeza”.
“Todas las grandes jugadas en realidad se hacen en la mente antes de realizarlas en tiempo real. Tienes que anticipar. Un jugador como Ozzie Smith, con todas las grandes jugadas que hizo, pensaba en hacerlas antes de que ocurrieran. Eso es lo que yo hacía en el right field”.
“Cuando Morgan bateó la pelota, esta vino directo a mí, pero sobre mi cabeza. Normalmente una bola como esa empezará a curvear hacia la línea del right field, yendo desde mi derecha hacia mi izquierda, por eso siempre iba un poco hacia la línea cuando corría atrás. Esta pelota no curveó”.
“Cuando reviso las repeticiones, veo que la bola estaba sobre el plato pero afuera. Si hubiera estado más en el medio, el la hubiera enganchado, pero no lo hizo. La bateó de frente y la bola se mantuvo recta. Me volteo y veo la línea del right field, corro hacia atrás, y la pelota no está curveando, en realidad está detrás de mí. He ido muy lejos”.
“Si 10000 pelotas fueron bateadas hacia mi en el right field, 9997 de ellas curvearon hacia la línea. Esta se mantuvo recta. Solo hubo dos tipos con los que me ocurrió eso. Uno fue Tony Oliva, su batazo fue hacia el otro lado, hacia el center field. El otro fue Cecil Cooper. Esas fueron las únicas pelotas que fueron bateadas hacia mí como esta”.
“Voy hacia atrás, la pelota está detrás de mí, y la pierdo de vista. Perdí la pelota. Salté y lancé el guante detrás de mi cabeza. Por eso lucía tan torpe. La perdí por una fracción de segundo. Ese es un momento de terror en la mente de cualquier pelotero. De alguna manera, la pelota cayó en mi guante. Estaba sorprendido. El catcher de reserva de los Rojos, Bill Plummer, estaba en el bull pen del visitador, y dijo que la pelota hubiera aterrizado a dos o tres filas en la tribuna. La cerca por ese lado es baja, como de un metro de altura, y él dijo que la pelota habría pasado por encima de esta si yo no la atrapo”.
“Luego de atrapar la pelota, me volteé para lanzarla. Recuerdo que Fisk fue entrevistado luego de batear su jonrón en el duodécimo inning. Ellos preguntaron ‘¿Qué te pareció la atrapada de Evans?’ El respondió, ‘Si, fue una gran atrapada, pero el tiro fue defectuoso’.
“Mientras giraba, lo primero que miré fueron las luces. Fue como ver el sol por una fracción de segundo, como un flash repentino en los ojos. Lancé desviado hacia primera base como por siete metros. Yaz atrapó la pelota y se la pasó a Rick Burleson, quién vino a cubrir primera base. Fue un dobleplay. Fue una gran jugada. No fue la mejor atrapada que hice, pero fue la más importante de mi carrera”.
Sobre Bill Buckner y el jonrón de Hendu (1986)
“Estabamos muy confiados para el séptimo juego. Habíamos dejado atrás el sexto juego. No había ni un pensamiento distinto a que nos preparábamos para otro juego, un juego que queríamos ganar a toda costa”.
“Bateé un jonrón en el segundo inning, ante Ron Darling, para irnos adelante 1-0. Fue un bombazo que sobrevoló todo entre left-center. Luego, despaché un largo doble sin outs en el octavo inning para empujar dos carreras. Todavía estábamos abajo 6-5, pero yo representaba la carrera del empate y estaba en posición anotadora. Entonces Rich Gedman bateó una línea hacia el segunda base. Le pegó duro, pero no me permitió avanzar; seguía atascado en segunda base. Don Baylor era el siguiente en el turno y bateó un elevado que me hubiera remolcado fácilmente, para igualar el juego, si hubiese estado en tercera base. Me congelé en segunda base y ellos terminaron ganando el juego y la serie”.
“Después, cuando yo viajaba, la gente se acercaba y decía que gran Serie Mundial fue esa. Al principio, yo pensaba, ‘¿Qué están ustedes, locos?’ Pero a medida que pasó el tiempo y fui capaz de mirar eso desde una perspectiva diferente, fui capaz de apreciar como fue para los aficionados del beisbol, los aficionados de otros equipos diferentes de los Medias Rojas y los Mets, ver esa remontada en el sexto juego, y entonces aquel excitante séptimo juego. Fue una serie fenomenal.
“El sexto juego fue como el quinto de los play offs de la Liga Americana, cuando vencimos a los Angelinos. Eso fue cuando Dave Henderson descargó un jonrón salvador con dos outs en el noveno episodio. Recuerdo haber visto (al antiguo cátcher de los Angelinos) Bob Boone aquel invierno. Bob dijo que estaba viendo el juego por TV cuando la pelota pasó entre las piernas de Bill Buckner, y el saltó y gritó, ‘¿Cómo se siente eso ah? ¿Cómo se siente eso?’ Lo que nos ocurrió a nosotros fue lo que les pasó a ellos. Ellos habían estado a un out de ganar. Así como a nosotros nos mató perder con los Mets, a ellos los mató perder con nosotros, especialmente por la forma como ocurrió”.
“Para mí, el jonrón de Dave Henderson fue más importante que el de Carlton Fisk. Mucho más importante. Íbamos a quedar fuera de la serie. El jonrón de Bernie Carbo fue más importante que el de Fisk. No estoy quitándole nada a Pudge. Su jonrón fue grande, fue para ganar un juego, pero el juego estaba empatado. El jonrón de Carbo llegó en el octavo inning cuando perdíamos por tres carreras. Fue inmenso. Fue el jonrón más largo que ví, justo delante del de Fisk”.
“Cuando Henderson bateó su jonrón, la policía del estadio nos había sacado fuera del dugout. Nos habían empujado hacia el pasillo. Veíamos a Dave Henderson batear a través de las piernas de los policías del estadio. Él bateaba fouls pitcheo tras pitcheo contra Donnie Moore, quién se suicidó pocos años después. Fouleaba tenedores cortantes, envíos difíciles, y entonces conectó uno para salvar el juego. Había 65000 personas en el estadio y ellos estaban eufóricos y listos para saltar al campo. Para ellos era como si todo se hubiese acabado. Había dos outs, dos strikes, y su relevista estrella en el montículo. Entonces ¡bam! Henderson engancha una y estamos de vuelta. Ganamos en extra inning, luego regresamos a Boston y ganamos los próximos dos fácilmente. Ese, para mí, es el jonrón más grande que vi”.
Sobre el jonrón espiritual (1982)
“Mi hijo, Tim, tiene una enfermedad llamada neurofibromatosis. Él ha tenido 40 cirugías mayores y una de ellas ocurrió en 1982 cuando él tenía 12 años de edad. Estábamos en el hospital, donde él había pasado por una cirugía de seis o siete horas, y luego de recuperarse fue llevado a la habitación. Él estaba mareado, casi inconsciente, pero alerta de las cosas y capaz de comunicarse. Le dije, ‘Tim, tengo que ir al estadio. Te amo y hablamos después, nos vemos después del juego’. Entonces lo besé en la frente”.
“Cuando llegué a la puerta, el dijo, ‘Papá ¿me puedes hacer un favor?’ Le respondí, ‘Seguro, Tim ¿Qué quieres?’ El dijo, ‘¿Puedes batear un jonrón para mí esta noche?’ Yo odiaba decir que sí, porque obviamente eso no es fácil, pero regresé a su cama y le dije, ‘Tim, batearé un jonrón para ti esta noche’. Me despedí y regresé a la puerta, él dijo, ‘Papá, ¿puedes hacerme otro favor?’ Le dije, ‘Seguro, Tim, ¿qué es? Él dijo, ‘¿Puedes batear dos jonrones para mí esta noche?’ Ahora no sabía que decir. No había estado seguro de que debía haber prometido uno, y ahora él me pedía dos. Me tenía que ir al estadio, así que le dije, ‘Tim, batearé dos jonrones para ti esta noche’”.
“Esa noche, él y Susan, mi esposa, vieron el juego en el hospital. Él dormía y despertaba, Susan le dijo, ‘Tim, tu papá acaba de batear para ti un jonrón’. Dos veces. No me percaté de lo que había hecho hasta después del juego. Cuando estás en el momento, y estás enfocado en el juego, no piensas en, ‘Caramba, bateé un jonrón, y fue para Tim’. Pero después del juego, me di cuenta de lo que había pasado. Si hubo algún momento espiritual en mi vida, fue ese. Yo sabía que alguien había estado mirándome”.
“Cuando regresé al hospital, él todavía se dormía y despertaba, pero muy feliz de que yo hubiese bateado dos jonrones. Yo probablemente estaba más feliz. Algunas veces deseo que él me hubiese pedido batear un jonrón mil veces”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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