miércoles, 6 de marzo de 2019

Después del abuso que Jackie Robinson resistió, Frank Robinson rechazó aceptarlo.

Kevin B. Blackistone. The Washington Post. 08 de febrero de 2019. Unas pocas temporadas luego de que Jackie Robinon se retirara, Frank Robinson hizo algo con lo que Jackie solo soñó, algo que juró no hacer nunca, algo que le carcomió mientras estuvo en un diamante de beisbol Frank Robinson respondió la afrenta de una pelea, contra un pelotero blanco. Un pelotero estrella blanco, Eddie Matthews de los Bravos. Robinson perdió la pelea pero ganó la guerra. “Bateé un jonrón y un doble, empujé una carrera, anoté otra y realicé una atrapada para robarle un extrabases a Matthews”, explicó Robinson después que su ojo estaba totalmente morado. “Ganamos el segundo juego 4-0”. Jackie Robinson era reverenciado por el abuso que aguantaba. Frank Robinson, si se leen las memorias que surgieron este jueves con la noticia de su deceso a los 83 años de edad, era respetado por lo que no aceptaba. El incidente de Matthews reverberó cuando Larry Doby se convirtió en el primer pelotero negro en tomar retaliación ante un pelotero blanco al golpear al pitcher de los Yanquis, Art Ditmar en 1957. William Jackson escribió en el Cleveland Call and Post de dueños negros: “Dicen que Abe Lincoln liberó a los esclavos hace unos 93 años y promovió la Proclamación de Emancipación. Pero no fue hasta que Doby lanzó ese gancho de izquierda a la barbilla de Ditmar que el pelotero negro estuvo completamente emancipado”. Frank Robinson fue un atleta negro emancipado. No solo jugaba ferozmente, como fue recordado este jueves, sino que lo hacía sin miedo. Era muy evidente para los que jugaban con y contra él le temían. En la temporada de novato de Jackie Robinson, 1947, fue cortado a propósito con los ganchos por Enos Slaughter, el sureño que de acuerdo a los rumores consideró ir a la huelga ese año más que jugar contra el primer pelotero negro desde la década de 1880. Diez años después, en su segunda temporada, Frank Robinson utilizó sus ganchos. Lesionó a Johnny Logan, campocorto de Milwaukee, un pelotero blanco, por seis semanas. Frank Robinson fue recordado inmediatamente por el pelotero del Salón de la Fama en que se convirtió por 21 temporada, más notablemente los primeros 10 años que pasó en Cincinnati y los siguientes seis en Baltimore. Fue Novato del Año, el primero en ser nombrado en ambas ligas, ganador de la triple corona de bateo, primer manager negro, un jugador “Negro Grado-A”, lo caracterizó The Sporting News al ser cambiado a Baltimore. Pero quienes describieron a Frank Robinson como hombre lo hicieron importante más que solo histórico. Estuvo en la vanguardia de los atletas negros estadounidenses liberados de la segunda mitad del siglo 20. Estuvo en la punta de la lanza en su reivindicación. Frank Robinson reflexionó sobre la escalada confrontacional de los estadounidenses negros, como Robert F. William de Monroe, North Carolina, que se enfrentó al KKK en un tiroteo en 1957, que estaba dejando atrás un movimiento de libertad más conciliatorio. Para asegurarse, Frank Robinson andaba armado. Fue arrestado por sacar una pistola en 1961 en medio de una confrontación con clientes blancos y un cocinero blanco tarde en la noche en un restaurant de Cincinnati. Frank Robinson, quien debutó el 17 de abril de 1956, en el jardín izquierdo del Crosley Field de Cincinnati, no era como los atletas negros que este país vio en la mayor parte de la primera mitad del siglo pasado. No se subyugaba a jugar y actuar de la manera no confrontativa que se esperaba de parte de muchos estadounidenses negros en la época pos-Reconstrucción, pre-derechos civiles. No era como los tres atletas negros más celebrados de Estados Unidos desde la primera guerra mundial hasta la guerra de Corea, el boxeador Joe Louis, el atleta de pista y campo Jesse Owens y su predecesor en el beisbol Jackie Robinson, quienes fueron boceteados metafóricamente por una sociedad estadounidense blanca en búsqueda de la paz racial y la unidad siempre que fuera por separado. Frank Robinson no encajaba en la narrativa del deseo del Estados Unidos blanco por atacar su arreglo social de apartheid al promover atletas negros, eso permitía actuar con coraje. Un perfil de Sports Illustrated en 1963 fue titulado “El Tigre Temperamental de los Rojos: No querido por los rivales, tímido entre amigos, Frank Robinson ha combinado sus vastos talentos y voluntad feroz para convertirse en superestrella y uno de los hombres más temidos del beisbol”. Frank Robinson era como su compañero de quipo en el baloncesto liceísta, Bill Russell. Era parte del nacimiento en los sesenta de atletas negros como Muhammad Ali, Jim Brown y Lew Alcindor, todos empezaron a confrontar sus condiciones y labor atlética y se unieron al movimiento de los derechos civiles, tradicional y radical. No había planeado ser de esa manera. Cuando Frank Robinson fue cambiado a Baltimore en 1966, el NAACP de Baltimore le pidió que se les uniera. Se reportó que él declinaba a menos que la organización prometiera que no tendría que hacer presentaciones públicas mientras fuese pelotero. Pero la búsqueda de una casa para él y su familia, que incluía un hijo y una hija, cambió su mentalidad. Como se relata en un artículo de la Society for American Baseball Research, Robinson y su esposa Barbara pensaban que habían encontrado una casa hasta que el profesor universitario que la arrendaba conoció a Barbara. “Debió haber pensado que yo era la esposa de Brooks Robinson”, comentó la esposa de Frank Robinson. Terminaron en una casa de alquiler “sucia e infectada de insectos, el piso estaba cubierto de excremento de perro”. Esa experiencia inspiró a Robinson a cambiar de mentalidad respecto a su activismo con el NAACP de la ciudad. Así que tuvo sentido que este jueves la familia de Frank Robinson pidiera que las contribuciones en su memoria se hicieran a nombre del National Civil Rights Museum en Memphis, Tennessee, o el National Museum of African American History and Culture en Washington. El asunto racial siempre afectó a Robinson. Experimentó los mismos disgustos y atropellos que otros peloteros negros tanto en pueblos sureños de ligas menores como en algunos estadios de grandes ligas. Mientras estaba con los Orioles, escribió su autobiografía en 1968, “My Life in Baseball”, y notó como los dueños y ejecutivos de las mayores se preguntaban si los peloteros negros podrían convertirse en managers algún día: “Es la misma vieja historia. Los dueños solo tienen miedo. Están solo un paso detrás del público”. Siete años más tarde, o 28 años después que el beisbol permitiera a Jackie Robinson integrar sus caminos, Cleveland nombró a Frank Robinson primer manager negro del juego. Le dieron un año de contrato. Uno de los pitchers de Robinson era Gaylord Perry, un blanco sureño y ganador de 21 juegos con los Indios la temporada previa. Perry, quien fue elegido al Salón de la Fama en 1991, no simpatizaba con la importancia que le daba Robinson al acondicionamiento físico y se quejó ante los medios, “No soy esclavo de nadie”. Luego un cátcher blanco, John Ellis, se enfrentó públicamente con el primer dirigente negro, el autor John Rosengren escribió en su pieza de la revista History Channel acerca de la primera temporada de Robinson como manager, que los fanáticos de Cleveland respondieron amenazando la vida de Robinson. Robinson estaba airoso. Rosengren notó que cuando Robinson sospechaba que el color de su piel implicaba que los árbitros trataran a su equipo injustamente, no se mordía los labios. “Ciertos árbitros la toman conmigo a través de mi equipo”, se quejaba Robinson en voz alta. “Cada sentencia cerrada es contra nosotros, pienso que le cargan al equipo lo que sienten hacia mí”. En 2008, el Salón de la Fama hizo algo que se decía nunca se hace: Editó la placa de Jackie Robinson para reflexionar sobre la historia que hizo al reintegrar las grandes ligas. Debería hacerse igual con Frank Robinson. Su contribución más indeleble no puede ser resumida con estadísticas, a menos que haya números que describan la medida de un hombre. Traducción: Alfonso L. Tusa C. 01 de marzo de 2019.

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