miércoles, 8 de febrero de 2017

Vinculados: Jackie Robinson y Dummy Hoy

Gary Kaschak. The Hard Ball Times. 28 de diciembre de 2016. Es hora de que la importancia de Dummy Hoy en la historia del beisbol, sea reconocida. (Vía Goodwin & Company) Para una impresionante mayoría de historiadores de beisbol y aficionados, el término “romper barreras” está únicamente ligado al inquilino del Salón de la Fama, Jackie Robinson. Todos conocemos la historia, o al menos deberíamos, porque esta trasciende al beisbol como ningún otro tópico de la historia del juego. De hecho el término “breaking barriers” ha sido utilizado tan prevalentemente desde que Robinson rompió la barrera del “color” en 1947, que Major League Baseball se unió con Scholastic Inc. Hace más de 20 años en un programa de extensión llamado Breaking Barriers. En medio de su mensaje de construcción del personaje, el concurso anual de ensayos “Breaking Barriers” combina los valores determinación, compromiso, persistencia, integridad, justicia, coraje, trabajo de equipo, ciudadanía y excelencia mostrados por Robinson. Los estudiantes desde cuarto a noveno grado son instados a compartir sus experiencias propias para sobreponerse a los obstáculos. Hasta la fecha, más de 27 millones de estudiantes y casi 4 millones de maestros han participado.
Comprometida a mantener vivo el nombre de Robinson, MLB ha ido un paso más allá con sus celebraciones del “Jackie Robinson Day” cada 15 de abril, el aniversario del debut de Robinson en las mayores. Enfocándose en saludar y rendir honores a Robinson, todos los peloteros, coaches, managers y árbitros usan el número 42 en sus camisetas ese día especial. Lo que sigue son centenares de artículos e historias de Robinson, escritas por centenares de periodistas. En este celebrado día del beisbol, no se escatima esfuerzo para mantener vivo el icónico nombre de Robinson . Pero mientras MLB se ha enfocado con justicia, en preservar y mantener a un verdadero campeón del beisbol y lo que él experimentó a favor y en contra, otro pelotero, virtualmente perdido en el entramado de la historia, había roto la primera barrera del beisbol más de 50 años antes que Robinson rompiese la suya. Y al romper la barrera de la comunicación en el beisbol, William “Dummy” Hoy está vinculado a Jackie Robinson en ese respecto. Solo que nadie lo sabe. Las Señales de Manos Los historiadores conocen a Hoy como el pelotero sordo más celebrado y exitoso de la historia de las ligas mayores. Con estadísticas meritorias de al menos una buena mirada para ser consideradas dignas de tener un lugar en el Salón de la Fama, el nombre de Hoy aparece usualmente en cualquier discusión acerca de quien fue el responsable de implementar las señales de manos usadas por los árbitros. Hay centenares de referencias de que Hoy fue el catalizador, incluyendo a su difunta nieta, Joan Hoy Sampson, quien dijo antes de su deceso hace pocos años, “Nunca cuestionamos el hecho de que él había iniciado el uso de las señales de manos. Sabíamos que lo había hecho, era un hecho aceptado en nuestra familia”. El documental ganador del Emmy-award 2009, Signs of The Time, examina el debate desde ambos lados, al citar la edición del Washington Post de 19 de abril de 1906 apoyando fuertemente la campaña de Hoy. En la reseña del juego, el reportero escribe: “El árbitro Silk O’Loughlin se dislocó la laringe este martes al expulsar al manager Stahl del terreno en Washington, y hoy no tenía voz. En lugar de pronunciar sus decisiones, empleó el código de señales mudas de Dummy Hoy”. A pesar de esta y otras referencias de compañeros de equipo, familia y reporteros, es el árbitro inquilino del Salón de la Fama, Bill Klem, quien es reconocido y acreditado con la introducción de las señales de manos, en su placa del Salón de la Fama se lee en parte, “acreditado con la introducción de señales de brazos que indican strikes y pelotas en zona buena o en foul”. A pesar de que Hoy es subestimado y hasta suprimido de su verdadera importancia en los anales de la historia del beisbol, él es tan extraordinario y reverenciado para los sordos como lo es Robinson para los afroamericanos. Y los números son impresionantes y escalofriantes. Con la cantidad de sordos estadounidenses (48 millones) sobrepasando a los afroamericanos (45 millones), hay una armada de simpatizantes de Hoy quienes conocen su historia. Un Nombre Familiar Pero mientras Hoy es ciertamente un héroe para los sordos, ¿Por qué su nombre todavía no es familiar como lo es el de Robinson? ¿Por qué MLB no ha reconocido a Hoy como un pionero, un verdadero ariete para romper una seria barrera durante tiempos muy difíciles? ¿Es porque los sordos no tienen una voz real para justificar su causa, o es que MLB no está escuchando lo que los sordos han estado tratando de expresar a sus autoridades y otras personalidades del beisbol por décadas? El U.S. Postal Service anunció recientemente que el afamado abogado sordo y académico Robert Panara sería homenajeado con una estampilla en su honor. Con su imagen en la estampilla, firmada con la palabra “respeto”, Panara hizo un reconocimiento a Hoy, hace unos años al declarar, “Hoy es el Jackie Robinson de la comunidad de sordos, Hoy rompió la barrera de la comunicación”. Esa frase es bien conocida hoy en la Deaf Society. Ciertamente hay varios paralelismos que vinculan a Hoy y Robinson al romper barreras. Mientras Hoy ciertamente no experimentó el nivel de prejuicio y segregación que vivió Robinson, él tuvo que sobreponerse a la ignorancia y la opinión sesgada durante uno de los períodos más tumultuosos en la historia de los sordos. La Conferencia de Milano de 1880 En el verano de 1880, solo un puñado de años antes que Dummy Hoy apareciera en la escena beisbolera, un evento internacional agitó la ya inestable base de la cultura sorda. Mientras los sordos habían crecido acostumbrados a una ignorancia prevalente a su alrededor, su lugar común estaba en su lenguaje de señas, la gran mayoría dependía por completo de las señas como su vehículo de comunicación. Habían empezado a aflorar debates apasionados entre los “expertos” del oralismo y los que apoyaban el lenguaje de señas. Los vientos de cambio estaban soplando, y soplaban duro y rápido. Los partidarios del oralismo pedían un cambio de paradigma, y mientras los acalorados debates se arraigaban y ganaban momento, fue organizada una reunión internacional para establecer los patrones de la vida de los sordos. La tenebrosa Conferencia de Milano de 1880 fue uno de los fraudes más elaborados en la historia de los fraudes. Con decisiones de largo alcance que retrasaron a los sordos por décadas, la Pereire Society planeó una agenda estratégica diseñada específicamente en función de sus necesidades egocéntricas. Totalmente contraria al uso del lenguaje de señas como patrón o aún como forma alterna de comunicación, la arrogante sociedad logró su cometido al asegurar una victoria sesgada y hacer sus alegatos sagrados. Con presencia de delegados pro-oralistas escogidos a dedo, e incitando reacciones hostiles contra los representantes de la oposición, no fue ninguna sorpresa que el resultado fuese desventajoso para los sordos. Ocho resoluciones fueron aprobadas, incluyendo una votación desproporcionada de 160-4 que consideró la “incontestable superioridad de la articulación sobre las señas para reinsertar al sordomudo a la sociedad y darle un conocimientos más completo del lenguaje”. El efecto negativo fue inmediato. Los educadores sordos fueron despedidos, y los maestros que oían no permitieron más las señas, dejando a la “escucha” como el único método de aprendizaje para los estudiantes sordos. Los trabajos profesionales para sordos se redujeron dramáticamente, degradando a los sordos aun más que antes, sin líderes a quienes acudir. De acuerdo al autor sordo e investigador Mark Drolsbaugh, la educación de calidad ya “no era accesible, y los estudiantes pasaban horas en aprender a pronunciar, “George Washington”, en vez de tener discusiones dinámicas acerca de quien era ese Mr. Washington, y como él contribuyó en la historia estadounidense. Las Leyes Feas Como si el prejuicio intencional ocasionado por las decisiones de la Conferencia de Milano no hubiese sido suficiente, otros obstáculos dentro de nuestras fronteras habían afectado la situación de aquellos etiquetados “diferentes”. Emitidas para ayudar a reducir la aparición pública de personas “indeseables o repugnantes”, las “Leyes Feas” contribuyeron a un incremento de la depresión, falta de autoestima y al vacío de sentimientos impropio de las personas, “Enfermos, mutilados o de alguna manera deformes como para ser objetos indeseables o repugnantes”. A pesar de que los sordomudos no eran señalados directamente en el enunciado de esas leyes, eran considerados “anormales”. Similares a las minorías étnicas previas a ellos, los sordos fueron los próximos en sufrir las consecuencias de la élite. Como lo afroamericanos durante los días de Jackie Robinson, y de alguna manera como los indígenas estadounidenses obligados de manera inmisericorde a marchar centenares de millas hacia reservaciones miserables, los sordos se habían convertido en una isla. Entonces Llega Hoy Como Jackie Robinson, Dummy Hoy apareció en escena justo en el momento apropiado en la historia. Los sordos necesitaban héroes, héroes que pudieran admirar y emular. Hoy mezclaba talento extremo, moral sobresaliente y una confianza innata y pasión por destacar en todo. En ningún momento, la población sorda había tomado a Hoy como un héroe. Con una preparación de destreza e inteligencia, así como estar consciente de su circunstancia y oportunidad, Hoy penetró una barrera de comunicación en quizás la época más inestable en la historia de los sordos. Penalizado por las restricciones impuestas como reforma social, Hoy se las arregló para sobreponerse a los límites restrictivos de la comunicación, usando su prospecto único para hacer avanzar la causa de los sordos. La historiadora y académica sorda, Susan Burch es citada: “Los eventos deportivos extendieron las interacciones de las sociedades, Sordos y oyentes…Los atletas sordos buscaban la aceptación de la sociedad, y las personas sordas servían como sus audiencias y jueces primarios. Como miembros de una comunidad sorda más grande, su solicitud de admisión en la sociedad oyente fue hecha en términos sordos. Solo su estado de sordo, no oral, no permitido, permitió a Hoy ganar la aprobación y el reconocimiento de la audiencia sorda”. Visto como un igual y héroe, el elevado estado de Hoy como “héroe” fue debido parcialmente al énfasis de la comunidad sorda en las señas sobre el discurso. Burch agrega, “Hoy representaba el sueño estadounidense de los sordos. Como no graduado universitario quien se comunicaba solo por señas y escritura, él desplegó las habilidades de las personas sordas comunes”. El afamado filántropo y escritor Stephen Jay Gould estudió a Hoy extensamente, escribió varios artículos acerca de él en el proceso. Gould estuvo de acuerdo con la consideración de que Hoy fue, y aun es, un héroe gigante en la comunidad sorda, y declaró, “Cuando estudiamos su carrera, descubrimos que él destaca no por su sordera, sino porque fue un actor y ser humano ejemplar. Su determinación, honestidad, carácter y energía dejó una impresión duradera en todo lo que conoció. Se convirtió en héroe de la comunidad sorda y de todas las personas discapacitadas”. El Proyecto Jackie Robinson: George Washington University En la primavera de 2015, fui invitado junto al colega de “Hoy For The Hall” (“Hoy Al Salón”) Rex Bishop para hablar en la reunión anual de la Jackie Robinson Society de GWU. Yo había escrito una carta al director, Profesor Richard Zamoff, comparando a Robinson y Hoy, como rompedores de barreras. Esa noción lo intrigó. Como concesión final para los oradores nos permitieron cinco minutos para exponer nuestros puntos a la asamblea de los simpatizantes de Robinson. En pocos días, recibimos la siguiente carta del Profesor Zamoff: William “Dummy” Hoy merece ser ingresado en el National Baseball Hall of Fame debido a sus logros beisboleros, su heroísmo frente a la extensión del prejuicio y la discriminación, y al crédito que su heroísmo y logros le otorga al pasatiempo nacional. A su manera, “El coraje, la perseverancia, la inteligencia y el carácter de ‘Dummy’ Hoy inspiró, y continúa inspirándonos. Como Jackie Robinson, Hoy fue ejemplar y revolucionario en uniforme de beisbol. Como Robinson, él merece reconocimiento no solo de la comunidad minoritaria que representa, sino también de la mayor comunidad a la cual aspiran sus logros ejemplares. “Jackie Robinson cambió Estados Unidos al animarnos, educarnos, retarnos y obligarnos a pensar diferente acerca de los asuntos raciales. La elección de “Dummy” Hoy al Baseball Hall of Fame proveería la atención nacional que él ha merecido por mucho tiempo. Eso no solo reconocería sus credenciales como pelotero del Salón de la Fama, sino que también proveería evidencia tangible de lo que los impedidos de la audición pueden lograr. El ingreso de “Dummy” Hoy en Cooperstown nos animaría, educaría, retaría y obligaría a pensar diferente de los asuntos relacionados con los retos físicos y las discapacidades”. Reconocimientos para Hoy En octubre de 2015, Topps presentó su colección de Barajitas Pride & Perseverance, que incluía peloteros que se habían sobrepuesto a los obstáculos. Entre los 11 peloteros está Hoy, uno de dos (Curtis Pride) peloteros sordos en la colección. De acuerdo a David Leiner, VP & gerente general de deportes norteamericanos de Topps, “Estos hombres tuvieron que sobreponerse a grandes dificultades no solo para llegar a las grandes ligas, sino a veces con lo que pudo haber sido una desventaja. En vez de eso, ellos son una inspiración y tenemos el honor de mostrarlos en nuestro producto”. Junto con el reconocimiento que Hoy recibe de Topps, fue publicado un libro infantil más temprano ese año por la autora Nancy Churnin. The William Hoy Story: How A Deaf Player Changed The Game ha recibido extensas revisiones de docenas de grandes industrias. Churnin fue una autora participante de la Hall of Fame’s Summer Author Series de este año, luego visitó el lugar de nacimiento de Hoy en Houcktown, Ohio, así como el Salón de la Fama de los Rojos de Cincinnati. Otros Salones de la Fama Mientras la presión es para conseguir la inducción de Hoy en Cooperstown, otras organizaciones notables han reconocido las contribuciones de Hoy. Hasta la fecha, Hoy ha sido inducido por los siguientes salones de la fama: • 1941: Louisville Colonels Hall of Fame • 1951: American Athletic Association of The Deaf Hall of Fame • 1989: Hancock County, Ohio, Sports Hall of Fame • 1990:Ohio School For The Deaf Hal of Fame • 1992: Ohio Baseball Hall of Fame • 2003: Cincinnati Reds Hall of Fame • 2004: Baseball Reliquary: Shrine of The Eternals Vinculados: Robinson y Hoy El investigador e historiador de Hoy, Steve Sandy ha estado estudiando a Dummy Hoy por más de un cuarto de siglo, recabando información y difundiendo las buenas noticias de Hoy. Un ávido abogado de los derechos de los sordos, Sandy (quien es sordo) entiende la causa de los afroamericanos y su prolongada pelea por la igualdad. Al reconocer que la “contribución” de Jackie Robinson al beisbol abrió el camino a los afroamericanos y estableció un nuevo patrón social, Sandy está apenado de que Hoy no haya sido reconocido por lo que hizo por la cultura de los sordos. “Los sordos pueden entender la ignorancia que resistieron los afroamericanos. Pero los Afroamericanos se han probado una vez y a menudo, y ahora son considerados en la sociedad”. Al notar que los sordos necesitan una fuerte representación, Sandy escribió, “Debemos rendir homenaje a Branch Rickey. Si no fuera por él, ¿Quién habría abierto el camino a Jackie Robinson? Así como Connie Mack, Clark Griffith, Frank Selee, Charlie Comiskey, Tommy McCarthy, Sam Crawford, Honus Wagner y otros habían intercedido por Dummy Hoy, es preciso que lo haga una autoridad más alta. Los sordos todavía tienen “techo de vidrio” y no van a ninguna parte hasta que alguien les abra la puerta”. Al haber examinado la carrera, vida y legado de Hoy, es claro como el cristal que él es vitalmente importante para la cultura de los sordos como Jackie Robinson lo es para los afroamericanos. El nombre de Hoy merece ser un nombre familiar. Él rompió la primera barrera del beisbol durante la época más difícil de la historia de los sordos. Pero su nombre no solo debería ser conocido, debería estar vinculado con el de Jackie Robinson, como rompedores de barreras pioneros. Referencias y Recursos • Signs of the Time • Charles Reilly & Sen Qi, Gallaudet University, “A Brief Summary of Estimates for the size of the Deaf population in the USA Based upon available Federal data and published research” • 2014 US Census Data • Wikipedia, “Second International Congress on Education of the Deaf” • David Boles, BolesBlogs, “Enforcing the Ugly Laws” • Dan Thompson, “Ugly Laws: the History of disability regulation in North America” • R.A.R. Edwards, Sign Language Studies, “No Dummies: Deafness, Baseball, and American Culture” • Stephen Jay Gould, “The Amazing Dummy,” essay from Susan Ware’s book Forgotten Heroes: Inspiring American Portraits From Our Leading Hist (later reprinted in Gould’s book, Triumph and Tragedy in Mudville: A Lifelong Passion for Baseball) Acerca de Gary Kaschak Gary Kaschak es un investigador y escritor del “The Hoy For The Hall Committee”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 7 de febrero de 2017

Esquina de las Barajitas: Lou Johnson 1968.

Bruce Markusen. Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown. El marco fragmentario que Topps utilizó en su colección de barajitas de 1968 es uno de los ejemplos más creativos del trabajo artístico de la compañía. En contraste con los usuales marcos blancos o negros, este le da a las barajitas una dosis de tercera dimensión. La fotografía de la colección está generalmente bien hecha, con muchos buenos primeros planos que nos muestran que los peloteros lucían en su apogeo de los años ’60. Entre mis favoritas de la colección de 1968 está la barajita de Lou Johnson. Me gustan las barajitas que muestran a los peloteros sudando, como la barajita Topps de Clay Carroll de 1966 (donde aparece casi empapado luego de los ejercicios del entrenamiento primaveral) y la barajita de 1972 del toletero de los Astros de Houston, Lee May. Aunque no suda tan profusamente como Carroll o May, Johnson aun muestra cierta evidencia de humedad en su rostro. Es un buen recordatorio de que el beisbol puede ser un trabajo duro, sea en las calistenias de los entrenamientos primaverales o en las demandas de un juego de temporada regular. Hay algo más que es inusual en la barajita de Johnson. El movimiento de su boca la hace parecer como si estuviese silbando. O tal vez le está gritando a alguien mientras le toman la fotografía. De cualquier manera, nos da un ángulo diferente de la barajita normal de beisbol. Al haber tantos peloteros que parecen sin expresión, y tan obviamente silenciosos, en sus barajitas. Ver a un pelotero silbando o hablando (o quizás hasta cantando) en su barajita, eso nos proporciona algo inconvencional. Una cosa que esta barajita de 1968 no provee es alguna evidencia del secreto que Johnson escondía en ese momento. Era un pelotero quien no socializaba con sus compañeros de equipo, un hombre quien no quería que otros peloteros vieran como era él fuera del estadio. Para sus compañeros de equipo, Louis Brown Johnson era conocido como “Sweet Lou”. De hecho, él es uno de tres “Sweet Lou” en la historia de las ligas mayores. El más conocido es probablemente Lou Piniella, quien tuvo éxito como pelotero y manager. Luego está Lou Whitaker, el buen segunda base de los Tigres de Detroit y socio de dobleplays de Alan Trammell por largo tiempo. El más oscuro de los tres, al menos para la mayoría de los aficionados, sería Johnson, quien pasó buena parte de los años ’60 rebotando en las ligas menores antes de finalmente encontrar su nicho con los Dodgers de Los Angeles. Entonces cerró su carrera como pelotero disminuido con los Cachorros de Chicago, Indios de Cleveland y Angelinos de California. Aunque Johnson solo jugó tres temporadas con los Dodgers, se las arregló para convertirse en uno de los peloteros más populares en la larga historia de la franquicia. Además del apodo “Sweet Lou”, Johnson tenía otro remoquete, a veces lo llamaban “Slick”. Esa podría ser la palabra usada para explicar su largo camino hacia Los Angeles, angosto y accidentado. Como joven atleta de Lexington, Ky., tenía esperanzas de jugar baloncesto con los Wildcats de Kentucky, pero la Southeastern Conference no reclutaba atletas negros en ese momento. “Mi sueño era jugar baloncesto en la University of Kentucky, donde trabajaban mi padre y mi madre, pero ellos no aceptaban negros”, le dijo Johnson a Ken Gurnick de MLB.com, “así que nunca me involucré con la universidad, y eso me afectó por mucho tiempo”. Desanimado por el incidente racial del baloncesto, Johnson optó por el beisbol. Firmó con los Yanquis de Nueva York en 1953 pero duró solo una temporada en su sistema de ligas menores antes de ser despedido. Antes de 1954, los Yanquis lo enviaron a un equipo de ligas menores en la Mountain States League en lo que Baseball Reference describe como una “transacción desconocida”- Antes de cada una de las dos temporadas siguientes Johnson de nuevo se movió mediante transacciones desconocidas, primero hacia los Piratas de Pittsburgh y luego hacia los Cachorros. Johnson pudo haber establecido una marca no oficial por estar involucrado en la mayor cantidad de “transacciones desconocidas”. Johnson también pasó parte de la temporada de 1955 jugando para los Monarchs de Kansas City en la encarnación final de las ligas negras. Para entonces, las ligas negras habían pasado su mejor momento, pero aún representaban oportunidades legítimas para los peloteros afroamericanos con esperanzas de extender sus carreras. Johnson sentía un orgullo especial de jugar con los Monarchs. “El punto más alto de mi carrera fue jugar con los Monarchs de Kansas City y ser seleccionado para jugar en el Juego de Estrellas Este-Oeste, frente al público de Comiskey Park”, le dijo Johnson a Sports Collectors Digest. “El calibre de la organización era grande. Aprendí a jugar beisbol ahí”. Entre los compañeros de equipo de Johnson estaba Satchel Paige. Jugó para el manager Buck O’Neil, quien luego ganaría fama por su papel en el documental de Ken Burns de 1994, Baseball. O’Neil, quien fue scout dos veces de los Cachorros, aconsejó a sus jefes que firmaran a Johnson y al toletero George Altman. Por recomendación de O’Neil, los Cachorros compraron el contrato de Johnson a los Monarchs. Ese movimiento le dio a Johnson la oportunidad que necesitaba. El jardinero que bateaba a la derecha pasaría las siguientes cuatro temporadas avanzando en el sistema de los Cachorros, finalmente ganándose una promoción a Chicago en la primavera de 1960. Pero solo bateó .206 en 68 turnos al bate, una decepcionante actuación que le valió el boleto de regreso a las ligas menores. Al jugar con el Houston AAA, Johnson agenció números sólidos: un promedio de bateo de .289, 12 jonrones y 13 bases robadas. Para ese momento, Johnson tenía 25 años y mucha experiencia jugando pelota de ligas menores. Simplemente, no tenía nada que probar en AAA. El equipo de expansión, Angelinos de Los Angeles mostraron interés, al enviar algun dinero hacia Chicago por el veloz jardinero. Él pasaría la mayor parte de 1961 en AAA antes de recibir la oportunidad de subir a Los Angeles. Jugó exactamente un juego antes de ser cambiado, esta vez a los Maple Leafs de Toronto, un equipo de una liga menor independiente, a cambio del jardinero Leon Wagner. Johnson pasó el resto de 1961 en Toronto, puso buenos números ofensivos otra vez, antes de ser vendido a los Bravos de Milwaukee ese otoño. Pero los Bravos lo enviaron de vuelta a AAA, así que empezó la temporada de 1962 en Toronto una vez más, antes que los Bravos lo llamaran a mitad de verano. Los Bravos convirtieron a Johnson en el abridor de su alineación y jardinero central. Eventualmente se desempeñó en las tres posiciones de los jardines, Johnson lo hizo bien con los Bravos. Bateó .282 y tuvo un OPS justo por encima de .800. También jugó bien en los jardines, mostrando alcance y elegancia. Eso debió haber sido lo suficientemente bueno para mantenerlo en Milwaukee en 1963, pero todo terminó en un viaje de regresó a las ligas menores. Los Bravos lo pusieron a jugar muy poco durante la primavera y luego lo bajaron a Denver antes de la inauguración de la temporada. Por alguna razón, la gerencia de los Bravos consideraba a Johnson una pobre influencia para los jugadores jóvenes del equipo. Años después, Johnson revelaría públicamente algunas de las razones tras esa reputación. “Yo había estado bebiendo desde que tenía 13 años”, dijo Johnson al afamado periodista deportivo Jerome Holtzman. “Siempre fui muy inseguro”. Esencialmente vetado de Milwaukee, Johnson permaneció en las menores por las próximas tres temporadas, al rebotar desde los Bravos, hacia los Tigres de Detroit y a los Dodgers de Los Angeles. Johnson casi abandona el juego, mientras hablaba de renunciar al beisbol por la relativa seguridad de vender carros. Pero se mantuvo en el juego y regresó a la actividad de ligas mayores en 1965 con los Dodgers. Johnson empezó la temporada en AAA, pero recibió un llamado para subir en mayo cuando Tommy Davis sufrió una severa fractura en el pie. El manager Walter Alston llamó a Johnson para reemplazar a Davis en el jardín izquierdo, tomando su lugar junto a Willie Davis y Ron Fairly en el talentoso outfield de los Dodgers. Etiquetado el “vagabundo de las menores” por el Sporting News, Johnson sustituyó maravillosamente a Davis, un doble campeón de bateo. Johnson bateó solo .259, pero bateó 12 jonrones (lo cual lo igualó en el liderato del equipo), robó 15 bases, y jugó un excelente jardín izquierdo, También anotó la única carrera del juego perfecto de Sandy Koufax el 09 de septiembre Luego de negociar boleto, robó segunda base, pasó a tercera mediante sacrificio y entonces llegó al plato por un error en tiro del cátcher de los Cachorros de Chicago, Chris Krug. Al realizar eso, Johnson se convirtió en pié de página del día perfecto de Koufax. En la temporada, Johnson jugó papel importante en el banderín de la Liga Nacional alcanzado por los Dodgers. Los Dodgers apreciaron la entrega y el entusiasmo de él. También les gustaba la manera como el aplaudía para celebrar durante los juegos, aun si el beisbol conservador de los años ’60 disentía de tal exuberancia. Los periodistas que cubrían a los Dodgers y los compañeros de equipo también disfrutaban al conversar con Johnson, cuya inteligencia, humor, y personalidad llevadera convirtieron a su casillero en una parada necesaria en las giras posjuegos. Johnson se refería cómicamente a si mismo como “LBJ”, las cuales no solo eran sus iniciales sino que también le daban algo en común con el Presidente de Estados Unidos Lyndon Baines Johnson. Un veterano de 13 temporadas de ligas menores, Johnson era uno de los menos conocidos de los ocho regulares de los Dodgers en la Serie Mundial, pero pronto se forjaría un nombre. Al batear en el medio de la alineación de los Dodgers, Johnson atormentó al cuerpo de lanzadores de los Mellizos de Minnesota. Johnson conectó ocho imparables en 27 turnos al bate, incluyendo un par de vuelacercas. El segundo estacazo resultó decisivo para ganar el séptimo juego, de lejos el batazo más importante de su carrera. Los aficionados de los Dodgers celebraron cantando “All the way with LBJ!” Prácticamente un desconocido al inicio de la temporada, Johnson era ahora un héroe. Cuando Tommy Davis regresó a la alineación de los Dodgers a finales de abril de 1966, Johnson se movió desde el jardín izquierdo al derecho. Los Dodgers también recompensaron a Johnson al colocarlo como tercer bate en la alineación. Johnson respondió con su mejor temporada, incluyendo un promedio de bateo de .272 y 17 jonrones. También fue líder en pelotazos recibidos en la liga con 14, lo cual ayudó a su porcentaje de embasado. Los Dodgers fueron de nuevo a la Serie Mundial, pero no jugaron tan bien como en el clásico de 1965, al perder el campeonato ante los Orioles de Baltimore en cuatro juegos seguidos. Johnson jugó respetablemente, al batear 4 imparables en 15 turnos al bate. En mayo de 1967, Johnson sufrió la fractura de un tobillo, lo cual lo limitó a jugar solo 104 desafíos en la temporada. Pero su porcentaje de embasado y su OPS subieron, mientras permanecía como un productivo jardinero derecho a medio tiempo. Mientras los Dodgers se preparaban para la temporada de 1968, decidieron abrir espacio para los jóvenes jardineros Willie Crawford y Len Gabrielson. Johnson se hizo canjeable, lo enviaron de vuelta a los Cachorros (su primer equipo de grandes ligas) por el joven infielder Paul Popovich y un jugador de lias menores. Johnson dijo que los Dodgers lo cambiaron por “razones personales”, las cuales eran atribuibles a sus problemas de bebida. Los Cachorros pensaron que tenían espacio para Johnson en el jardín derecho, pero una pelota de foul en un juego a finales del entrenamiento primaveral lo golpeó en la cabeza, le fracturó el cráneo. Johnson regresó a la alineación, pero la lesión tuvo un efecto a largo plazo. . Con solo un jonrón en sus primeros 62 juegos, la falta de poder de Johnson preocupó a los Cachorros. La estadía de Johnson con Chicago resultó miserable por otras razones. Pasaba muchas de sus noches en la versión de Chicago de “Skid Row”, vagando con mendigos en la calle. Solitario y sin compromisos, Johnson sintió que se podía identificar con las personas denominadas “vagos” por el resto de la sociedad. Poco después de la fecha tope para hacer cambios del 15 de junio, los Cachorros lo negociaron a los Indios de Cleveland por el jardinero Willie Smith. Después del cambio, Johnson despotricó públicamente a varios de los Cachorros, incluyendo al manager Leo Durocher y al catcher Randy Hundley. Johnson tuvo muchas dificultades para batear con los Indios, quienes salieron de él la primavera siguiente, lo enviaron a los Angelinos de California por el versátil Chuck Hinton. Al batear solo .203 en 167 juegos, se ganó su despido al final de la temporada. A los 34 años de edad, los bien viajados días de jugador activo de Lou Johnson habían llegado a su fin. Johnson consiguió trabajo como vendedor en una compañía especializada en sistemas de seguridad, pero eventualmente regresaría al beisbol. En 1978, los Dodgers emplearon a Johnson como instructor de ligas menores. Menos de un año después, lo despidieron. Fue incapaz de cumplir sus deberes, debido a la adicción al alcohol y la cocaína. Para los años ’70, Johnson estuvo metido en problemas. Uno de sus puntos bajos llegó cuando empeñó su anillo de Serie Mundial a un traficante de drogas, y solo recibió 500 $. “Hacia cualquier cosa para conseguir dinero, por el hábito de la cocaína”, le dijo a Los Angeles Times. “Emitía cheques sin fondos, usaba el dinero de mi esposa, manipulaba a las personas”. Él trató de suicidarse, dos veces. “Me metía en mi carro y manejaba a 60, 70 millas por hora en una via de 25 millas”, le dijo Johnson a Jerome Holtzman. “Una vez me tomé una sobredosis, una gran sobredosis de calmantes. Estaba cansado. No quería despertar”. Afortunadamente, Johnson despertó. Eventualmente buscó ayuda. En 1980, se piso en contacto con Don Newcombe, el antiguo gran jugador de los Dodgers de Brooklym quien se las había arreglado para vencer el alcoholismo y lideraba esfuerzos para asistir a otros. Con la ayuda de Newcombe, Johnson ingresó en una clínica de Arizona llamada The Meadows, donde inició el difícil proceso de rehabilitación. Hasta el día de hoy, Johnson agradece a Newcombe por salvar su vida. Luego de la rehabilitación, Johnson regresó a los Dodgers como parte de su equipo de servicios comunitarios. Se convirtió en uno de ocho antiguos peloteros de los Dodgers en aparecer en eventos comunitarios y cívicos como representante oficial de la organización. Para el efusivo, burbujeante y energético Johnson, el trabajo representó una oportunidad perfecta para sus talentos. Más de 35 años después; Johnson sigue siendo empleado del departamento de relaciones comunitarias de los Dodgers, trabajando como coordinador del equipo. Ahora de 81 años de edad, él continúa haciendo docenas de apariciones con los Dodgers a través del sur de California, cada año. Para aquellos quienes dicen que los finales felices no ocurren, Sweet Lou Johnson es la prueba viviente de que esos escépticos están equivocados. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Nota del traductor: Números de Lou Johnson con los Industriales el valencia en la temporada 1961-62: 45 J, 170 VB, 23 CA, 54 H, 12 2H, 7 3H, 5 HR, 28 CI, 3 BR, .318 AVG. Regresó con los Tiburones de La Guaira en la temporada 1963-64

lunes, 30 de enero de 2017

Los Materiales de libro ‘Ball Four’ de Jim Bouton a la Una, a las Dos…

Tyler Kepner. The New York Times. 13-01-2017. Paula Kurman conoció a su esposo, Jim Bouton, en 1977, en un evento para recaudar fondos para un hospital en un Bloomingdale de Hackensack, N.J. Ella pensó que era bien parecido, pero no entendía porque las personas querían su autógrafo. Él dijo que una vez lanzó para los Yanquis, pero para Kurman eso no era una buena razón. Ella es doctora, una científica conductual, y mientras más hablaba con Bouton, más notaba que había algo más ahí. Ella lo encontraba divertido, tal vez hasta brillante, y sabía que él le gustaba. “Pero no pude llamar amor a eso hasta que leí el libro”, dijo Kurman este miércoles 11 de enero, “porque me di cuenta de algo que Jim aún no absorbe, lo cual es que él es uno de los mejores científicos sociales de los alrededores”. El libro por supuesto era “Ball Four”, el cual hizo a Bouton, quien lo publicó en 1970, mucho más famoso que su carrera como pitcher. Bouton tuvo dos grandes años con los Yanquis y ganó dos veces en la Serie Mundial de 1964. Del resto, fue un pitcher promedio, con una destreza extraordinaria: observación. Bouton se daba cuenta de todo, y lo anotó todo para la posteridad en 1969, cuando decidió escribir un diario de su temporada con el equipo de expansión Pilotos de Seattle (y, al final de ese año, con los Astros de Houston). Desde un tiraje inicial de 5000 copias, el libro ha vendido millones de ejemplares alrededor del mundo. Es probablemente el libro más honesto y comprometido escrito alguna vez acerca de las divertidas y fascinantes personas quienes juegan beisbol. Ahora, Bouton y Kurman están subastando todos los materiales que aparecieron con la escritura y el tormentoso tiempo posterior a la publicación de “Ball Four”: cada nota que Bouton garabateó, cada cinta que grabó, el manuscrito completo y toda la caldeada correspondencia de Major League Baseball, la cual le ordenaba retractarse. Bouton rechazó hacerlo, al entender que el problema de la liga no era con sus desvergonzados cuentos de borracheras, los cuales ahora parecen más divertidos que exhibicionistas, sino con su recuento del carácter unilateral de los dueños de equipo en la era anterior a la libre agencia. Bouton escribió notas en cualquier cosa desde tarjetas de citas, hasta bolsas de aviones para vomitar, hasta cajas de cereales. Dan Imler, el director gerencial de SCP Auction, dijo que la colección de “Ball Four” había atraído a varios ofertantes. La oferta mínima es 50.000 $ pero Imler dijo que esperaba que subiera hasta algun lugar en el rango entre 300.000 $ - 500.000 $. La subasta cierra el 21 de enero. Bouton también está subastando unas 29 piezas de implementos y uniformes de su carrera de 10 años con los Yanquis, Pilotos, Astros y Bravos de Atlanta. Pero el premio es el material crudo que produjo el trabajo del libro. “Es increíble ver los huesos, de un libro como este”, dijo Imler. Bouton, 77, tuvo un infarto hace dos años que le dificultó hablar, leer o escribir. Se ha recuperado bien, aunque no completamente, y Kurman ayuda en las entrevistas. Ella dijo que Bouton ha mantenido las notas de “Ball Four” meticulosamente organizadas en su hogar de Massachusetts occidental, y a menudo ha disfrutado sumergirse en ellas para agitar algun recuerdo viejo. Pero después de entregar algunos artículos de beisbol a sus hijos, y mantener algunos para ellos, decidieron que era tiempo de deshacerse del resto. La familia retiene los derechos de reproducción de todas las notas, pero el comprador está en la ruta de descubrir numerosas anécdotas no publicadas, en cada cosa desde tarjetas de citas hasta bolsas de aviones para vomitar hasta servilletas de coctel hasta papel de carta del Radisson de Minneapolis. “La idea era escribir algo que fuera interesante, así que tuve que cargar un cuaderno conmigo, pedazos de papel, cajas de cotufas”, dijo Bouton. “Yo escribía notas en la parte trasera de las cajas de cereal en el dugout. Recuerdo a Fred Talbot”, un compañero pitcher, “diciendo, ‘Sabes Bouton, ¡tomar notas así es peor que chismear!’” “Pero había tantos personajes como ese que todo era muy divertido. Estábamos en un equipo de expansión, por lo que éramos rechazados por los otros equipos y nos estábamos conociendo. Eso era parte de la diversión”. A través de “Ball Four”, Bouton reflexionó en más que solo la temporada de 1969; también compartió historias del resto de su vida y carrera. Por décadas, él no fue invitado al día de las viejas glorias en Yankee Stadium, supuestamente por haber escrito acerca de los hábitos de bebida de Mickey Mantle. En 1994, luego que Bouton enviara una nota de condolencia por la muerte del hijo de Mantle, recibió un sorpresivo correo de voz de Mantle, diciéndole que nunca se sintió herido por el libro y que nunca le pidió a los Yanquis que lo excluyeran. Esa cinta está incluída en la subasta. Kurman dijo que ella y Bouton esperaban que el comprador permitiese que los materiales estuvieran accesibles para estudios, e Imler dijo que varias instituciones, que no especificó, se habían mostrado interesadas. El Salón de la Fama del beisbol no compra artefactos, pero el comprador, en teoría, podría facilitar el material a Cooperstown. Donde sea que termine el material, los antiguos compañeros de Bouton pueden descansar en paz. “Casi 50 años después de los eventos, nadie se va a sentir herido por alguna revelación”, dijo Kurman. “Es hora de sacar todo afuera”. Quizás el único artículo relacionado a “Ball Four” que se perdió en el tiempo es la persona quien le dio el nombre. Bouton dijo que la inspiración llegó cuando él y su editor, Leonard Shecter, fuerona una taberna en Greenwich Village después de la temporada. “Shecter y yo teníamos el manuscrito final, y fuimos al Lion’s Head”, dijo Bouton. Estábamos entusiasmados de tener el libro en camino, ¡pero aún no teníamos un nombre! Así que le dije: ‘¿Cómo lo llamamos? Todavía no tenemos un nombre’. Y en ese momento, una dama borracha dijo en la barra, ‘¿Por qué no lo llaman “Ball Four”?’ “Nos reimos y pensamos que era muy divertido, y después mientras caminábamos en la calle, el dijo, ‘Sabes, “Ball Four” no es un mal nombre’”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 18 de enero de 2017

Esquina de las Barajitas: Elrod Hendricks. Topps. 1969

Bruce Markusen Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown. La colección 1969 de Topps se ha ganado su cuota de críticas a través de los años. Esa fue la temporada cuando Topps tuvo que usar fotografías viejas, algunas de dos o tres años atrás, debido a que los peloteros rechazaron posar para nuevas fotos, estaban disgustados con la compensación que estaban recibiendo de la compañía de barajitas. Por eso vemos tantos peloteros sin gorras, o usando uniformes que no corresponden con sus equipos para ese momento. A pesar de eso me gusta la colección de 1969. La fotografía es muy sólida a través de toda la serie. Hay muchos primeros planos de peloteros, hechos de frente y de perfil. También disfruto el diseño de las barajitas. Es simple y limpio. El nombre del equipo aparece en un tipo de letra atractiva en la parte baja, mientras un círculo coloreado cerca del tope contiene el nombre y la posición del pelotero. El diseño es balanceado y sin interferencias, permite que la fotografía ocupe la mayor parte del espacio en blanco del frente de la barajita. La barajita de Elrod Hendricks de 1969 nos regala una curiosidad especial. La mayor parte de su carrera él fue conocido como “Elrod” o “Ellie”. No puedo recordar , ni siquiera una vez, que un locutor o periodista se haya referido a él como “Rod”. Aún así ese es el nombre que aparece en el frente de la barajita. “Rod Hendricks”. Como pelotero joven que venía de su temporada de novato, Hendricks aún no era un nombre reconocido en 1969. Quizás alguien asumió que su nombre era Rod. O tal vez el quería ser llamado Rod, y cambió de opinión más adelante en su carrera. O tal vez el diseñador de Topps simplemente no sabía el nombre. Me parece que podemos estar agradecidos de que nadie lo llamara “E-Rod”. En 1970, Topps notó el error y corrigió el nombre para que se leyera “Elrod Hendricks”. Permaneció de esa manera en 1971. Para 1972, Topps usó el menos formal nombre de Ellie. En 1973, Topps no sacó barajitas de Hendricks, pero lo devolvió a la carpeta en 1974. Permanecería como Ellie en sus barajitas Topps por el resto de su carrera. Fui lo suficientemente afortunado de compartir con Elrod Hendricks una vez. Fue en la primavera de 1996. Realizábamos entrevistas con video para el archivo del Salón de la Fama, y Hendricks estuvo más que complacido de cumplir con nuestra solicitud. Con los Orioles preparándose para jugar ante los Yanquis en su nueva facilidad de entrenamientos primaverales en Tampa Fla., Hendricks estaba en su lugar usual: Sobre el terreno de juego, donde adoraba estar cada vez que fuese posible. Encontré a Hendricks, quien hablaba con cualquiera, tan accesible como cualquiera. Empecé preguntándole por sus memorias favoritas, incluyendo momentos de Serie Mundial. También le pregunté acerca de jugar en la serie de 1971 ante Roberto Clemente, quién llevó a Pittsburgh a la victoria en siete juegos. Hendricks tuvo el mayor respeto por Clemente. También recuerdo a Hendricks sonriendo a través de la entrevista. Fue afable al poner de su parte para aportar buenas visiones íntimas para el archivo del museo. Mientras los peloteros estrella a menudo se convierten en los rostros de las franquicias, a veces los peloteros polifuncionales se hacen sinónimos de un equipo mediante su trabajo duro, longevidad, un espíritu orientado hacia la comunidad, y una amigabilidad general. Hendricks representaba todas esas cualidades, lo cual lo hacía tan reconocible como Cal Ripken Jr., o Brooks Robinson. De muchas maneras, Hendricks era los Orioles. Su carrera con los Orioles se extendió desde 1968 hasta 2005, cuando trabajó con la organización como coach. Si no hubiera sido por breves pasantías con los Cachorros de Chicago en 1972 y los Yanquis de Nueva York en 1976 y 1977, Hendricks habría sido asociado continuamente con los Orioles por 38 temporadas seguidas. Por más que recuerdo a Hendricks por sus días con los Orioles, ellos no fueron su primera organización. Hendricks firmó con los viejos Bravos de Milwaukee en 1959, pero solo duró dos temporadas en su sistema de granjas antes de ser cesanteado. Entonces firmó con los Cardenales de San Luis, pasó temporada y media en su sistema de ligas menores antes de recibir otro despido. Buscó refugio en la liga mexicana, firmó con el Jalisco. Allí se convirtió en figura legendaria, particularmente luego de largar 41 jonrones y batear .316 en una temporada. En algún momento de agosto de 1966, Jalisco decidió obtener efectivo por Hendricks y vendió su contrato a los Angelinos de California. Luego de terminar 1966, él jugó otra temporada en el sistema de los Angelinos. Cuando los Angelinos decidieron no protegerlo en el draft de la regla 5, los Orioles lo reclamaron, lo habían seguido en la liga invernal puertorriqueña. Los Orioles lo subieron a las grandes ligas en 1968, para terminar su larga década de aprendizaje en las ligas menores. La perseverancia de Hendricks pagó resultados, debido a que las reglas dictaban que los Orioles tenían que mantenerlo en su roster por todo 1968. Lo usaron como catcher a medio tiempo, alternándolo con Andy Etchebarren. Solo bateó .202 en 79 juegos, pero jugó tan bien defensivamente y tuvo una personalidad tan llevadera que se ganó el favor del manager Earl Weaver y se convirtió en una constante en Baltimore. Hendricks nunca se convertiría en estrella, pero fue uno de esos maravillosos jugadores alternativos a quienes Weaver apreciaba y usó tan efectivamente durante la carrera por el campeonato desde 1969 hasta 1971. El pico de su carrera llegó en la Serie Mundial de 1970, cuando bateó para .364 y descargó un jonrón en la victoria del quinto juego sobre los Rojos de Cincinnati. Como cátcher quien bateaba a la zurda, Hendricks se alternaba con Etchebarren, dándole a los Orioles un jonrón ocasional y un catcher capaz de forjar una buena comunicación con su talentoso cuerpo de lanzadores. Fue particularmente ágil detrás del plato, una destreza que le permitió moverse y bloquear pitcheos que pudieron haber burlado a otros catchers. Hendricks no lucía como un catcher típico. Alto y flaco, tenía la contextura de un campocorto o la de un jardinero central. Le tocó ser cátcher en una época cuando a pocos peloteros negros o latinos les daban la oportunidad de jugar detrás del plato. No por sorpresa, catchers élite defensivos como Hendricks y Manny Sanguillén brillaron una vez que les dieron la oportunidad. Permaneció con los Orioles hasta mediados de la temporada de 1972, Hendricks se hizo canjeable debido a la insurgencia de otro joven cátcher quien bateaba a la zurda, Johnny Oates. Ahora con exceso en esa posición, los Orioles cambiaron a Hendricks a los Cachorros por el jardinero veterano Tommy Davis. Debido al desgaste de Randy Hundley, los Cachorros necesitaban ayuda en la receptoría, pero la pasantía de Hendricks en Chicago se convirtió casi en un desastre. Bateó solo .116 en 56 turnos. ¿La razón? Tenía un depósito de calcio en el cuello, una condición que le causaba parálisis parcial en su brazo y mano derechos. Era muy difícil para Hendricks sostener las llaves de su carro, ni hablar de controlar un bate de madera. Desilusionados con su pobre juego, los Cachorros cambiaron a Hendricks ese invierno. Lo enviaron de vuelta a los Orioles, acordaron por el catcher de ligas menores Frank Estrada como compensación del cambio. Al haber negociado a Oates durante el invierno, los Orioles ahora necesitaban un catcher que bateara a la zurda para respaldar a recién adquirido Earl Williams. Era un cargo para el cual Hendricks, un gran jugador defensivo, estaba dotado perfectamente. Tampoco dolió que Hendricks hablara inglés y español, una habilidad que le permitió comunicarse mejor con el as zurdo Mike Cuellar. Hendricks permaneció en la posición de reserva hasta la fecha límite de cambios de 1976, cuando los enviaron lo enviaron hacia Nueva York como parte de un cambio múltiple que llevó a Rick Dempsey y a Scott McGregor hasta los Orioles. Hendricks se convirtió en cátcher reserva de los Yanquis, al jugar detrás del duradero y talentoso Thurman Munson. Como bateador zurdo y tipo de un fuerte carácter en el clubhouse, Hendricks pareció ajustarse perfectamente como cátcher reserva en el Bronx. Pero pasó la mayor parte de la temporada en el Syracuse AAA. Quizás eso explica porque los Yanquis lo dejaron ir después de es temporada, permitiéndole regresar a Baltimore por tercera vez- Se convirtió en coach/jugador para los Orioles en 1978 y entonces apareció en un juego final en 1979 antes de su carrera como jugador activo. Hendricks se convirtió en coach a tiempo completo. Como coach de bullpen de los Orioles, trabajó con varios managers, durante algunos años que se extendieron desde 1978 hasta 2005. A lo largo de ese trayecto, sobrevivió un enfrentamiento con el cáncer testicular y un ataque cardíaco, pero siguió trabajando como coach. Despues de la temporada de 2005, los Orioles lo reasignaron debido a las preocupaciones por su salud. El 21 de diciembre de ese año, sufrió un ataque masivo cardíaco que se llevó su vida. Estaba a un día de su cumpleaños 65. Las estadísticas vitalicias de Hendricks dificilmente son impresionantes, pero para los aficionados del beisbol de la década de 1970, el valor de él excedía a los números. Como dijo el pitcher derecho del Salón de la Fama, Jim Palmer acerca de Ellie en una entrevista de 2001: “Él era el receptor perfecto. Si yo le decía que se sentara hacia la esquina, él se sentaba en la esquina. Si yo lanzaba la pelota a tiempo, él podía sacar out al corredor. Él recibió mi juego sin hits ni carreras en 1969. Yo tenía la máxima confianza en él”. Además, Hendricks podría ser el mejor pelotero que hayan producido las Islas Vírgenes. El nativo de St. Thomas no empezó a practicar el juego hasta que tuvo 13 años de edad, y solo después que sus empeines habían sido aplastados por las ruedas de un camión. Pero él se las arregló para recuperarse de la lesión, aprender el juego, y eventualmente llamar la atención de Hank Aaron, quien estaba de visita en las Islas Vírgenes durante el receso invernal. Aaron recomendó a los scouts de los Bravos que firmaran a Hendricks. Los Bravos siguieron su consejo. Lo más importante, es que Ellie fue una de las buenas personas del beisbol. Entusiasta, optimista y siempre dispuesto a retribuirle al juego, Hendricks dejó una impresión positiva en todas las personas con quienes compartió. Estoy agradecido de haber sido una de esas personas. Por esa y muchas otras razones los aficionados de los Orioles seguramente entienden, porque el juego extraña a tipos como Ellie Hendricks. Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 11 de enero de 2017

El antíguo pitcher de los Rangers, el coach Jackie Brown ha fallecido.

Stefan Stevenson. Star-telegram.com. 09-01-2017. El antíguo lanzador de los Rangers de Texas y coach Jackie Brown falleció este domingo 08 de enero luego de batallar con una larga enfermedad.. Brown, nativo de Holdenville, Okla., tenía 73 años de edad. El derecho debutó en grandes ligas con los Senadores de Washington en 1970. También jugó con los Indios de Cleveland y los Expos de Montreal durante una carrera de siete años. Fue firmado como agente libre amateur por los Filis en 1962. Él lanzó para los Rangers desde 1973 hasta 1975 antes de ser cambiado a los Indios durante la temporada de 1975. Su mejor año en las mayores fue 1974 cuando tuvo marca de 13-12 con 3.57 de efectividad. Lanzó nueve juegos completos, incluyendo dos blanqueos esa temporada. “Él es un tipo que muchas personas lo consideraban su mejor amigo”, dijo Tom Grieve comentarista y antiguo compañero de equipo y de habitación de Brown. “Siempre tenía buen ánimo, el compañero de equipo perfecto. Uno de esos tipos que todos pensaban que el mundo les pertenecía”. Brown fue coach de pitcheo de los Rangers para los managers Pat Corrales, Don Zimmer y Darrell Johnson desde 1979 hasta 1982. También fue coach de los Medias Blancas (1992-95) y de los Rays (2002). El hermano de Brown, Paul lanzó en las mayores con los Filis en los años ’60. Su sobrino, Daren Brown es un manager de ligas menores en la organización de Seattle y fue manager interino de los Marineros por 50 juegos en 2010. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Nota del traductor: Números de Jackie Robinson con los Cardenales de Lara en la temporada 1970-71: 12 J, 4 C, 8 I, 3 G, 5 P, 1 S, 79.0 IP, 76 HP, 24 CL, 46 K, 28 BB, 2.73 EFE. Regresó con as Águilas del Zulia en las temporadas 1971-72 y 1972-73.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

El antiguo pitcher de los Medias Rojas de Boston, David ‘Boo’ Ferris, fallece a los 94 años de edad.

Jack Murphy. Viernes, 25 de noviembre de 2016. The Boston Herald. El pitcher David “Boo” Ferris, quien ganó 25 juegos para el equipo ganador del banderín en 1946, falleció ayer en su hogar de Cleveland, Miss. En 1946, cuando él tenía 24 años de edad, tuvo marca de 24-6 para ayudar a los Medias Rojas a llegar a la Serie Mundial. Lanzó un blanqueo, 4-0, de seis imparables en el tercer juego de la Serie Mundial contra los Cardenales de San Luis y abrió el decisivo séptimo juego en el cual los patirrojos perdieron 4-3. En su año de novato en 1945, tuvo marca de 21-10 con 2.26 de efectividad y terminó cuarto en la votación por jugador más valioso de la Liga Americana. “Eso fueron grandes años para él”, dijo su viuda, Miriam Ferriss, 94, ayer desde su hor en Cleveland. “Amamos a Boston y a los Medias Rojas de Boston. Siempre han pensado en nosotros y nos han llevado de vuelta muchas veces. Tenemos memorias agradables de Boston”. Ferriss pitcheó hasta 1950 para los Medias Rojas y fue inducido al Salón de la Fama del equipo en 2003. Pero no fue el mismo luego de sufrir una lesión en el brazo en 1947. “Fue en un juego en Cleveland contra los Indios en una noche fría, la pizarra estaba 0-0 en el octavo inning”, dijo Miriam. “Él lanzó una curva, probablemente, y lo sintió. Algo estalló en su brazo. Siguió pitcheando y Bobby Doerr bateó un jonrón en el octavo inning y el ganó. Pero el día siguiente no podía levantar el brazo”. Ferriss dejó marca de 12-11 la temporada siguiente, pero la lesión esencialmente terminó su carrera. Regresó al equipo como coach de pitcheo entre 1955 y 1959 y él y Miriam, quienes se conocieron en 1948, establecieron su hogar en Needham. El lunes habría sido su aniversario de bodas 68. “Boston fue de verdad un lugar en su corazón”, dijo Miriam Ferriss. Ferriss eventualmente se encargó del puesto de entrenador principal en Delta State University en 1960 y se estableció como una leyenda en su estado Mississippi. Llevó a la universidad a un registro de 639-387-8 y tres apariciones en la Division 2 World Series antes de retirarse en 1988. “Su relación con los muchachos, era de lo que él estaba más orgulloso”, dijo Miriam. “Estaba interesado en sus vidas y sus familias. Veía todos sus juegos aún después que dejó de entrenar. Hasta el equipo actual. Eso era parte de su vida. Siempre disfrutó a las personas. Quería asegurarse de que estuviesen en el camino correcto y se hiceran de una educación”. Además de su esposa, a Ferriss le sobreviven un hijo, Dr. Favid Ferriss Jr., y su esposa, Pam, de Brentwood, Tenn., una hija, Margaret White, y su esposo, John, de Madison, Wis., un nieto, David Ferriss III, de Nashville, Tenn., una nieta, Miriam Pittman, y su esposo, Chase, de Memphis, Tenn., tres bisnietas, Mary Chase Pittman, Kathryn Pittman y jane Pittman, y numerosos sobrinos y sobrinas. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

viernes, 2 de diciembre de 2016

El prospecto de Grandes Ligas quien se convirtió en criminal.

Maurice Lerner. Dan Barry. The New York Times. 24-10-2016. El Buick de cuatro puertas avanzaba por las calles de Providence. El cielo de abril era azul claro, el aire agradable y suave. El clima perfecto para el beisbol. El hombre recostado en el asiento trasero una vez vivió días como ese. Cuando el carro marrón se detuvo frente a Pannone’s Market en la Pocasset Avenue, su pasajero del asiento trasero saltó con una gracia poco común, una máscara sobre su rostro bien parecido, una pistola en sus manos grandes. Un cómplice armado lo seguía de cerca. Los empleados del lugar se agacharon cuando el pistolero encontró su objetivo, un negociante quien había desafiado a Raymond L. S. Patriarca, el jefe de ojos carbón, del crimen organizado de Nueva Inglaterra. El negociante se percató a tres pies de distancia, su pistola sin usar reposaba a escasos centímetros de su mano estirada. Su paso lateral se cayó cerca de un anaquel de latas de tomate, su rostro se desencajó ante la inminencia del disparo. Los niños del vecindario pronto presionaban sus narices contra la ventana frontal de la tienda, mientras los investigadores examinaban los dos cuerpos sobre el charco de sangre. El Buick ya era una memoria. El matón y sus compinches se reunieron esa noche en un motel a pocas millas de distancia. Uno de ellos recordó después como el atlético pistolero, cuyo apodo era Pro, se ufanaba de sus estadísticas personales. Como fue el primero que atravesó la puerta, el que golpeó al librero, el que mató al guardaespaldas que trataba de escurrirse. Se notaba. Los hábitos de los peloteros de antaño son difíciles de exterminar. Si tienes talento, viajarás. Los periódicos desde Burlington, N-C., hasta Walla Walla, Wash., contaban la misma historia: Maury (Pro) Lerner podía batear. “Maury Lerner estrelló un triple contra el reloj de la pizarra y anotó con sencillo de Jacoby”. “Maury Lerner empujó dos carreras con un doble el domingo en la noche para llevar a Boise a una victoria 7-5 sobre Pocatello en un juego de la Pioneer League”. Maury Lerner sencilleó, bateó doble, triple y jonrón y ganó el juego. Siempre pudo batear. Un prospecto espigado de Brookline, Mass., el estudiante de secundaria Lerner bateó .364 en su año final. El breve subtítulo debajo de su retrato en el anuario expresaba un propósito singular (“Baseball, 2, 3, 4”) y ese apodo singular: Pro. Eso fue supuestamente derivado desde haber sido llamado Little Professor al ser un niño precoz. Lerner decía haber tenido una niñez feliz, al pasar parte de su juventud en una vivienda dúplex de Verndale Street, a unas dos millas de Fenway Park. Pero el hijo de Maury, Glen Lerner, disputa esa afirmación sobre la felicidad de la niñez. El padre de Maury, dice Glen, nunca le dijo a Maury que lo amaba, nunca fue a sus juegos de beisbol. Tal vez esto explica las cosas, dice Glen. Tal vez. Lerner firmó con los Senadores de Washington a los 18 años y fue enviado a jugar a nivel de novatos en Erie, Pa. Bateó para un miserable .167 en 13 juegos y pasó los años siguientes en la milicia. Pero regresó en 1957 para unirse a la franquicia de los Bravos de Milwaukee en Boise, Idaho, donde despachó 158 imparables en 127 juegos y bateó para un impresionante .328 (“El segunda base Maury Lerner bateó el imparable decisivo, un doble entre el jardín central y el derecho”). Entonces, arriba en Yakima, Wash., bateó .348 (“La línea de Lerner se estrelló contra la cerca del jardín derecho”). Luego en la organización de los Piratas de Pittsburgh, bateó ,372 con los Tobs de Wilson en North Carolina. (“Lerner mandó una pelota sobre la pared recortada del jardín central”). La oficina principal de Pittsburgh estaba pendiente, en caso de que Bill Mazeroski o Dick Groat se lesionaran. Ese infielder del medio que emergía, ese muchacho Lerner, parecía respetuoso, competitivo, hasta erudito. Un real caballero, excepto cuando no lo era. Al jugar en Nicaragua durante la temporada invernal 1959-60, Lerner bateaba cerca de .400 y tenía un buen momento. Tan bueno, que su manager, el grandeliga Earl Torgeson, anunció que lo suspendería por violar la hora límite de presentarse al hotel y otras transgresiones. Pero entonces Torgeson y Lerner hicieron causa común contra algunos peloteros cubanos, luego que Lerner reclamó que le estaban lanzando mucho a la espalda. Torgeson se lio a puñetazos con un pelotero cubano y renunció. Lerner atacó a un pitcher y a un árbitro cubano pero siguió jugando. Y bateando. Frank Kostro, un futuro grandeliga conocido por ser bateador emergente, compitió contra Lerner ese invierno. “Yo bateaba bien por encima de .300”, dice él. “Pero ni siquiera estaba cerca del líder, quien era Maury Lerner. Lerner regresó a Estados Unidos con un título de bateo, la reputación de ser un buen compañero, y un cachorro de gato salvaje que escondió en una cesta, de acuerdo al libro “Memories of Winter Ball” de Lou Hernández. También pareció arrastrar un miedo autodestructivo por el éxito. La historia de la familia dice que él saboteó la oportunidad de subir con los Piratas después que Mazeroski se lesionó, es verdad, al menos, que Mazeroski, un futuro inquilino del Salón de la Fama se lesionó dos veces, entonces peleó con su manager. “Uno de sus lamentos más grandes”, dice Glen Lerner. “Cada vez que iba a ser promovido, hacía algo que lo desacreditaba. No sabía como explicarlo”. Deslizándose hacia el crímen. Maury Lerner, tuvo 24, 25, 26 años, llego a la mediana edad en las ligas menores. Un veterano que hacía 700 dólares por unos pocos meses del año. Un prospecto del pasado sin futuro. Él aun se las arreglaba para sobresalir, aunque, leyendo libros, observando su dieta y ejercitándose con pesas. Eso fue en una época cuando casi nadie en el beisbol se concentraba en el acondicionamiento físico, de acuerdo a Gene Michael, el antiguo campocorto y gerente general de los Yanquis quien jugó tres juegos con Lerner en los Pirates de Savannah, en Georgia, en 1960. Aunque los dos peloteros solo coincidieron brevemente hace más de medio siglo, uno en ascenso, el otro en descenso, Michael nunca olvidó a Lerner, buen guante y gran bateador de líneas quien solía batear la pelota contra el suelo para vencer el tiro a primera. Una noche en la cena, Lerner disertó sobre la estrategia y el entrenamiento del beisbol de una manera que el joven y poco experimentado Michael no había oído nunca antes. “Él estaba muy adelantado respecto a nosotros”, dice Michael. “Muy adelantado”. Pro Lerner miraba hacia adelante. Para el verano de 1961, el pelotero profesional también estaba buscando una vida en el crímen. Para ese momento él jugaba con los Peaches de Macon, una colección de peloteros que pudieron haber sido y nunca fueron. Un veterano que se había ponchado en sus tres turnos al bate en las mayores. Otro había jugado 16 años en las menores, fue llamado para un juego arriba, y ni siquiera llegó a tomar un turno al bate. “Un equipo bastardo”, dice Tony Bartirome, uno de sus peloteros. “Todos de capa caída”. Incluyendo a su buen bate infielder del medio. Bartirome recuerda que Lerner era de tan buenas manera que “él era casi como un cura”. Y otra cosa. Ocasionalmente abandonaba el equipo para atender algunos asuntos personales. Esos asuntos personales podrían haber incluido el arresto de Lerner ese verano por el atraco a mano armada de una mueblería en Boston. Despues fue sentenciado a tres años de prueba. Lerner fue arrestado de nuevo pocos meses después, por cargo de conspirar por cometer robo portar arma de fuego sin permiso. De acuerdo a los registros de la policía de Brookline, los policías sorprendieron a Lerner y su ex compañero en medio de un robo a un conocido. Interrogado por la policía, Lerner mintió repetidamente. Y mientras eventualmente pasó la prueba, el joven pelotero dejó una impresión desfavorable. “Sé que la policía de Brookline no le tenía buena intención”, dice Glen Lerner. “Un judío problemático nunca será bien visto por una fuerza policial irlandesa”. Maury Lerner mantuvo un poco más sus sueños de beisbol. Pasó parte de la temporada de 1962 con los Capitals de Raleigh, de la organización de los Senadores, bateó .308 con ocho jonrones, el tope de su carrera profesional (“Un jonrón de dos carreras del primera base Maury Lerner en el octavo inning ganó el juego”). Un compañero de equipo John Kennedy, futuro grandeliga, no ha olvidado los sonidos de obsesión que emanaban del hogar de Lerner en Raleigh, los latigazos de un bateador enfocado en golpear un neumático con un bate. Tum, tum, tum. “Solo le preocupaba batear, batear, batear”, dice Kennedy. Una vez Lerner subió a un mendigo quien solía merodear por el estadio Deveraux Meadow, al bus del equipo. Escondió al hombre del manager, y le dio suficiente cerveza a lo largo del viaje por carretera. Un acto de bondad, dice Kennedy. “Hasta donde sé, él era un gran tipo”. Un gran tipo quien también pasaba cheques sin fondo en Tennessee, robaba un televisor de un hotel cercano a Fenway Park y estafaba a algunos universitarios en juegos de pool. Los scouts de beisbol solían escrutar cada movimiento de Lerner. Ahora los agentes de FBI eran quienes lo observaban. Un Rastro de Violencia Para ese momento, Lerner andaba con los reconocidos criminales de Nueva Inglaterra, John Kelley, también conocido como Red, y George Agisotelis, también conocido como Billy. Esos dos fueron sospechosos principales en el notorio y aun irresuelto robo del camión de correo en Plymouth, Mass., en 1962, en el cual hombres vestidos como oficiales de policía manejaron un camión del servicio postal y se escaparon con el entonces botín record de 1.5 millones de dólares en efectivo. Pero él aún jugaba beisbol, manteniéndose con el equipo afiliado de los Senadores en Pennsylvania con el exquisito nombre de los White Roses de York. Bateó solo .250 en solo 28 juegos, las razones de su truncada temporada de 1963 no están claras, excepto por un documento interno del FBI de aquella época: Joseph McKenney, Director de Publicidad, de la Liga Americana de beisbol, y Joseph Cronin, Presidente de la Liga Americana, luego de revisar los registros, determinaron que Maurice Lerner está actualmente en la lista de suspendidos del equipo de beisbol de York, Pennsylvania, sujeto a moverse a una clasificación superior de infracción. Cronin declaró que estar en la lista de suspendidos indica o que Lerner no se reportó al equipo de York o fue suspendido mientras estaba ahí por alguna infracción de las regulaciones de entrenamiento del equipo. No hubo anuncio formal, ni reporte noticioso. Pero Pro Lerner había renunciado al beisbol para concentrarse en una nueva carrera. El nombre que una vez apareció en las páginas de los scouts y los periódicos de los pueblos pequeños ahora frecuentaba en los reportes policiales de inteligencia. Maurice Lerner, alias Pro, alias Reno. Recien casado con Arrene Siegel. Sospechoso de robos en el Boston Five Cent Savings Bank y el Suburban National Bank. Socio de los conocidos criminales Kelley y Agisotelis. Antiguo beisbolista profesional. Considerado armado y peligroso, con pistola o bate, así parece. Parte de la creciente reputación de Lerner venía de cómo Pro una vez aplicó sus destrezas de bateo a su nueva profesión al tocar el timbre de una casa y partirle la cabeza al hombre quien contestó. La historia contada a menudo puede ser apócrifa, pero los rumores de la inclinación de Lerner por la violencia janía llegado a kla oficina principal de la familia criminal Patriarca, los Medias Rojas de Boston del mundo subterráneo. Y él fue reclutado. Cuando algunos hombres tomaron la decisión de robar una operación de negocios ligada al mafioso, fue Lerner junto a Kelley, quien fue enviado a solucionar las cosas. Cuando ciertas personas desaparecieron o dejaron de respirar, Lerner a menudo parecía ser, parte de la conversación postmortem. En enero de 1965, el cuerpo de un pandillero inconsecuente llamado Robert Rasmussen, fue encontrado en Wilmington, Mass., con una bala calibre .36 alojada en la perte trasera de su cabeza. Un informante, luego expresó que Rasmussen había tratado de extorsionar a Kelley, por lo que fue direccionado hacia el apartamento de Lerner con la promesa de un arreglo jugoso, solo para terminar muerto en un banco de nieve, usando poco más que una bufanda. Entonces estaba Tommy Richards, otro miembro del grupo de Kelley, quien desapareció antes del juicio de 1967 por el robo del correo de Plymouth. El reconocido abogado F. Lee Bailey, quien representaba a Kelley, recuerda que cuando preguntó por el paradero de Richards, le dijeron, “Bien, Tommy no estará con nosotros”. Richards tenía una excusa decente, estaba muerto. Otro socio de Kelley le dijo después a Bailey que estaba presente cuando Lerner le disparó en la cabeza a Richards, justo después que el hombro imploró por su vida, diciendo, “Nunca hice nada por hacerle daño a ustedes”. No se trataba de lo que Richards había hecho, sino de lo que podía hacer. Kelley no creía que su amigo se mantendría callado en el estrado, así, que se tendría que ir. Kelley y otros agresores fueron declarados no culpables en el caso de Plymouth, y la desaparición de Richards permanece irresuelta. Descifrando el mundo subterráneo. “No vi nada, no oí nada”, dijo el dueño de una tienda pequeña cercana a Pannone’s Market. El sábado claro y frío del 20 de abril de 1968, un par de pistoleros enmascarados habían dejado dos cuerpos sin vida sobre el piso del mercado. El Buick en el cual escaparon, luego fue recuperado, con una carabina M1 recortada, dos pistolas recortadas y dos pistolas calibre .38, dentro. “¿Quieres información?” le dijo alguien a un inquisitivo reportero del Providence Journal. “Llama al 411”. Pasaron meses sin pistas sólidas, aunque se sabía de la participación de Patriarca, el jefe criminal de Nueva Inglaterra. Nada se hacía en Providencia sin el consentimiento de “el viejo”, quien se sentaba fuera de su pequeño negocio de venta de monedas en Federal Hill, preparando su tabaco mientras veía a los policías observándolo. “Él era uno de los jefes criminales más poderosos del país”, dijo Thomas Verdi, jefe de policía de Providence y antíguo comandante de la unidad del crimen organizado en del departamento. “Era reverenciado y temido por todos”. Pero en 1969, la operatividad de Patriarca sufrió un golpe crítico cuando uno de sus socios se convirtió en informante. Desafortunadamente para Pro Lerner, el canario fue su amigo y mentor, Red Kelley. Un robo reciente en Brink de medio millón de dólares había sido muy sospechoso para ser considerado como un trabajo interno, eso llevó a los investigadores a interrogar a un empleado de Brink quien rápidamente nombró a sus cómplices. Entre ellos estaba Kelley, quien pronto indicó su deseo de intercambiar información a cambio de custodia protectora. Kelley le dijo a los investigadores federales que Lerner, el pistolero principal, era brillante, corajudo y homicida: el hombre más peligroso que había conocido en sus 25 años en el bajo mundo. Kelley siguió hablando. Acerca de cómo un teniente de Patriarca, Luigi Manocchio había reclutado a Lerner por su violencia controlada, y como Lerner había reclutado a Kelley por su meticulosidad en los planes de escape. Como seguían los movimientos diarios de sus víctimas, el negociante, Rudy Marfeo y su guardaespaldas, Anthony Melei. Como Manocchio después les estrechó las manos luego de haber hecho bien el trabajo y les transmitió el mensaje de que “George”, código de Patriarca, estaba complacido. Los agentes del FBI arrestaron a Lerner una mañana en el apartamento que compartía con su esposa y dos hijos pequeños. Mientras Lerner se vestía, un agente notó e estuche marrón de una pistola. Cuando los oficiales legales regresaron horas después con una orden de cateo, descubrieron su contenido, una pistola pump-action y otra calibre .45. Mientras la esposa de Lerner se deprimía y subíó arriba, ellos bajaron al sótano donde encontraron un espacio para disparar. La silueta de un blanco había sido dibujada en una pared a prueba de bales, y había esquirlas de plomo dispersas en el piso. Parecía que dispararle a hombres imaginarios, había reemplazado a batear pelotas imaginarias. Tum, tum, tum. El arresto de Lerner permitió que otros se relajaran. De acuerdo a los registros del FBI, otro informante federal, Richard Chicofsky, le dijo a sus manejadores que “ese bastardo de Lerner recibió lo que merecía”. Cuando le preguntaron que quiso decir con eso, replicó que Lerner era un matón sádico que disfrutaba viendo a las personas desangrarse. Contó de la vez cuando Lerner le alardeó de cómo había matado a Billie Aggie (Agisotelis) con una .45 mientras él y Aggie tenían una conversación casual en un automóvil. “Chicofsky declaró después que se sentía mucho mejor ahora que Lerner no estaba en la calle porque cuando estaba, siempre temía que Lerner decidiera lincharlo”. Las audiencias y el juicio de los asesinatos Marfeo-Melei incluyeron los usuales teatros del crimen. Un acusado gritó a un fiscal (“Te agarraré, bastardo. Te veré llorar antes que esto termine”), golpeó una puerta de madera y se rompió la mano. Una testigo de la fiscalía desapareció por un día, luego reapareció con un cuento de haber sido llevada a un lugar secreto donde le pidieron que testificara contra todos excepto Patriarca y Lerner, mientras la testigo salía del estrado, un familiar del acusado la amenazó de muerte. Era Lerner, un judío de Brookline, no un italiano de Providence, quien buscaba alivio con las visitas regulares a prisión de un rabí de Boston. Despues de tres días de deliberaciones en marzo de 1970, un jurado de Providence sentenció a Lerner, Patriarca y otros tres por conspirar, mientras Lerner también fue sentenciado por asesinato. El hombre con un promedio de bateo vitalicio de .308 recibía dos cadenas perpetuas. Tenía 34 años de edad. El antíguo beisbolista notificó que no quería más visitas del rabi. John Kennedy y Gene Michael. Ed Brinkman y Bernie Allen. Rich Collins y Donn Clendenon. Tany Perez y Rusty Staub y Steve Blass y Rico Petrocelli y Tommie Agee y Cesar Tovar y Roy White y Mel Stottlemyer. Todos esos antíguos compañeros de equipo y rivales aun jugaban y hasta destacaban en Grandes Ligas. ¿Y donde estaba Maury Lerner, el prospecto absesionado con el bateo quien una vez se sentó al lado de ellos en los dugouts, los acompañó en aquellos largos viajes en autobús y compartió pequeñas charlas alrededor de segunda base? Ocupando una celda de primer piso en una infame esquina en el Rhode Island’s Adult Correctional Institution. “Uno de esos debió haber sido”, dice su hijo. “Una tragedia estadounidense, cuando piensas en eso”. Un recluso modelo. Al enfrentar la vida tras las barras, Lerner pudo fácilmente haberse asimilado a la cultura dura del ala, norte de la prisión, un area reservada para reclusos de nombres resonantes que era controlada por Gerard Ouimette, un pandillero vicioso e impredecible relacionado con la familia Patriarca. La reglas eran tan vagas, y Ouimette tan poderoso, que los reclusos no podían hacer otra cosa que irse. “Recuerdo entrar en la prisión una vez para trabajar en un caso, y en una oficina estaban esos grandes contenedores de comida llenos de filetes de res y colas de langosta”, recuerda Vincent Vespia, un antíguo detective de la policía del estado. “Así que pregunté: “¿Para qué es todo esto?” La respuesta: “Ouimette tiene una fiesta”. Pero antes que unirse, Lerner se alejó, capitalizando la poco común deferencia que se había ganado al mantenerse callado acerca de Patriarca. Era después de todo un pro. Un lector incansable, Lerner tenía el segundo coeficiente intelectual de la prisión, y estaba orgulloso de aprender a diario una palabra nueva para su vocabulario. Fanático e estar en forma, desde el principio abogó por los beneficios para la salud de los vegetales crudos. Y cada vez que llegaba un oficial de cumplimiento de la ley para provocarlo, él se mantenía callado. “Un tipo disciplinado, el más frio y duro de allí”, dice Brian Andrews, un antíguo comandante de detectives de la policía del estado de Rhode Island. “Y Pro no hablaba. A veces te miraba y ni siquiera contestaba”. Lerner “se plegaba estrictamente a las reglas de la institución”, dice un registro de la prisión. Cuando reventaba una pelea él se refugiaba en su celda, cumplía sus asignaciones de tareas, asumió múltiples períodos de inactividad sin incidentes y fue capaz de manejar un despido de un trabajo en un terreno cercano. Un recluso modelo. En 1980, Lerner fue al rescate de un oficial del correccional quien estaba siendo ahorcado con una cuerda por otro recluso. Él contuvo al recluso y escoltó al oficial herido a la enfermería. Eso generó una nota de recomendación en el archivo de Lerner, alabándolo por una “acción heroíca” que no sería olvidada. Gerald Tillinghast pasó mucho tiempo con Lerner en prisión. Ahora tiene 70 años y en libertad bajo fianza, Tillinghast fue una figura temida en el bajo mundo de Rhode Island, las razones de eso se aclararon durante una conversación de desayuno. Sobre la escena de un plata de huevos revueltos con salsa de tomate, Tillinghast recuerda la carnicería que tuvo una vez con un informante federal: “Me le acerco por detrás, lo rodeo y le digo ¿Qué estás haciendo? Él dijo que eso no era de mi incumbencia. Bum. Lo tumbé de un puñetazo, lo tiré por las escaleras y ah, lo herí con un punzón de hielo un par de veces”. Él dice que Lerner, a quien él respetaba, era un tipo de prisionero distinto a la mayoría. “Deje a un lado el crimen organizado, o cualquier tipo de crímen”, dice Tillinghast. “Si quería conocerlo, nunca había que hablarle de eso. Nunca. ¿Cuando llegaba a conocerlo? Era muy carismático, si usted le caía bien. Muy rara vez lo veía reir”. Todo el tiempo, Lerner siguió siendo un hombre de familia; esto es, de su familia. Cuando las apelaciones para revertir su sentencia parecieron llegar a un punto muerto, Lerner mudó a su esposa Arrene, y sus dos hijos pequeños, Glen y Jenni, a una casa pequeña cercana a la prisión. “Nunca conocí a una mujer más leal en mi vida”, dice Tillinghast de Arrene. Y cuando Pro llegaba al salón de visitas, dice él, “los niños corrían hacia él”. Glen, quién fue criado en la creencia de que su padre era víctima de un fraude, dice que pasó más tiempo con él que la mayoría de los niños tienen con sus padres libres. “Lo veía cinco veces a la semana, dos horas diarias, a través de una mesa en la sala de visitas”, dice él. Aún así, eso no fue fácil para los hijos de Lerner. Glen dice que a menudo se liaba a golpes con otros niños quienes se burlaban de él porque su padre pagaba cadena perpetua por un doble homicidio. Además, su padre podía ser controlador, “Tienes que hacer esto, tienes que hacer lo otro”, en parte porque él había perdido control de su vida, y en parte porque quería alejar a sus hijos de esa vida. Pero Glen dice con admiración que la normalidad doméstica de alguna manera se estableció en una situación profundamente anormal. “Mis padres hicieron un gran trabajo para sobreponerse a ese estigma”, dice él, y para aclararle a otros que “no somos lo que piensas”. Su padre instaló una pared de concreto en el patio para que Glen pudiera practicar futbol, y aprendiera todo lo que pudiera de un juego que él nunca jugó y por tanto no podía aconsejar a su hijo. Cuando el tiempo libre le permitía alguna libertad, él iba a los juegos de futbol de su hijo en la escuela secundaria, y animaba a Glen. “Nos dio todas alas oportunidades para triunfar”, dice Glen. “Todos me decían siempre, ‘Me gustaría tener un papá como el tuyo’”. Glen agregó: “Nunca lo cambiaría por cualquiera como mi padre”. Encontrando la libertad. Maury Lerner vio pasar el tiempo: 1975, 1980, 1985. A través de ese período, él encontró distracción, y tal vez hasta sustento, en su antígua profesión como beisbolista. Cuando supo que un consultor de la prisión, Joseph Filipkowski, era el padre de un prometedor jugador de pequeñas ligas, se ofreció para trabajar en la mecánica del muchacho. En un campo de juego de la prisión, un recluso vestido de caqui, le lanzaba pelotas Wiffle a un niño de 12 años de edad. El niño lo está haciendo bien, reportó el exbeisbolista encarcelado. Lerner también se convirtió en el exigente entrenador de un competitivo equipo de softbol que se nutría de todos los que llegaban, oficiales correctivos, jugadores de futbol americano profesional, cualquiera dispuesto jugar ante un oponente quien siempre tendría la ventaja de la localía. Los jugadores más jóvenes lo escuchaban, dice Tillinghast, porque le temían. “Él quería perfección”, dice Tillinghast, agregando, “Dios te salve por perder un juego, ¿sabes lo que quiero decir?” En algunas maneras, Lerner todavía se consideraba parte de la familia del beisbol profesional. Una vez contactó a un antíguo manager de ligas menores suyo para decirle que tenía a un buen prospecto en el equipo de softbol de la prisión: Este muchacho lo podía hacer todo. El antíguo manager, para entonces ejecutivo de los Piratas, envió un scout para observar al recluso en un entrenamiento. El jugador resultó excepcionalmente bueno, en softbol. De acuerdo a Tillinghast, la interacción de Lerner con sus peloteros terminaba en el terreno de juego. Podía decir hola a un compañero en el terreno, pero rara vez tenía una conversación seria. “Él solo quería aprovechar el tiempo”, dice Tillinghast, al limpiar sus dientes con un palillo. “Hacía su trabajo sin importar el volumen. Nunca se quejaba”. Y luego de 18 años en prisión, Pro Lerner finalmente ganó. Su antiguo mentor, Red Kelley, estaba reconociendo que había alterado su testimonio durante el juicio de asesinato en 1970. No lo malinterpreten. Las cosas ocurrieron como las había descrito, excepto por unos detalles, incluyendo esa parte acerca de cómo se había reunido con Patriarca para discutir los planes para el golpe Marfeo-Melei. Admitió que eso nunca ocurrió. Un agente corrupto del FBI, quien luego moriría en prisión mientras esperaba juicio por cargos de homicidio, lo había puesto en evidencia. Este asunto del perjurio finalmente persuadió a la Corte Suprema de Rhode Island de revertir la sentencia por homicidio de Lerner. Así que, pocos días antes de la Navidad de 1988, el viejo pelotero y sedicioso fue declarado incompetente a los cargos de asesinato y conspiración, recibió crédito por el tiempo en prisión, y salió hacia el ambiente frío de Providence. Tenía 53 años. Lerner y su esposa salieron rápidamente de Rhode Island para california y luego a Las Vegas, como para alejarse todo lo posible del pasado. Patriarca estaba muerto y ahora también lo estaba una parte de Lerner. Él no tenía deseo de reconectarse con sus antíguos cómplices, ni interés en ser compensado por mantener su boca cerrada. Sólo quería dejar atrás todo eso. “Él se alejó de cualquier cosa que le recordara esa vida”, dice Glen, su hijo. Para ese momento, sus hijos habían asistido a Duke University, y su hijo, el futbolista estrella, había jugado con el equipo campeón nacional de Duke en 1986 y había ido a la escuela de leyes de Tulane. Una foto de Glen en la graduación de la escuela de leyes muestra a sus sonrientes padres abrazados, su padre lleva un sweater a rayas, y mira hacia abajo. Una imagen agridulce. Pocos años después, Arrene, la esposa leal quien hanía mantenido unida la familia, fallecía de cáncer a la edad de 56 años. Su esposo estaba devastado. Lerner nunca se volvió a casar. Siguió viviendo en Las Vegas, donde ayudaba en el bufete personal de su hijo, y tenía algo de acción en un local de apuestas deportivas. A veces llevaba a su nieta pequeña a pasear por Sin City, tarareando canciones de Sinatra y Ella. De vez en cuando, Glen Lerner trataba de llevar a su padre a una discusión acerca de su pasado; más específicamente, cómo liberarse del pasado. “¿Por qué no te puedes perdonar?” le preguntaba el hijo a un padre quien fue famoso por atacar a otros, y parecía que a el mismo. Aun ahora, no hablaba. “Yo podia mirar su cara, y podía notar el lamento”, dice Glen, agregando: “Puede haber sido cosas que hizo que él no quiso hacer”. El antíguo atleta quien una vez se desplazara graciosamente desde la caja de bateo, bate en mano, y desde un sedan, pistola en mano, no pudo burlar al tiempo. Hace pocos años, se le instaló la demencia. Se cayó y se fracturó la cadera. Cuando llegó la muerte en 2013, a los 77 años, dejó un hijo, una hija, nietos y muchas preguntas. “Esto es una historia detectivesca”, dice Glen. “Sabes quien lo hizo pero ¿por qué? Tal vez Lerner había gravitado hacia la figura del padre quien lo había encauzado por el camino equivocado, dice su hijo. Tal vez el buscaba a alguien a quien seguir. “Él fue muy dulce al final”, dice Glen. “Perdió mucho de su agresividad”. Pero Maury Lerner nunca perdió su sentido de pertenencia a la fraternidad del beisbol profesional. Entre sus miembros, él era conocido como un compañero de equipo leal quien podía batear muy bien. Un verdadero profesional. En los años posteriores a la prisión, Lerner empezó a llamar a antíguos compañeros y contrincantes alrededor del país, personas que ahora están en sus 70 u 80, quienes lo conocían desde antes. Él disfrutó recordar los viejos días, los momentos que pasó en los pueros beisboleros: Erie y Boise, Macon y Raleigh, Yakima y Managua. “Él me llamó”, recuerda el antíguo grandeliga Frank Kostro. “Y le dije, ‘Maury, ¿donde has estado?’” Lerner se explicó lo mejor que pudo. Traducción: Alfonso L. Tusa C.