jueves, 14 de noviembre de 2013
Mel Nelson alcanzó la gloria hace cincuenta años.
Desde el sexto inning, a pesar de que Domingo Carrasquel acabó el juego perfecto con una base por bolas, el público, en especial los magallaneros que seguían al equipo Orientales por defecto del equipo de sus preferencias, coreaban el nombre del rubicundo lanzador quién los dos inviernos anteriores (1961 y 1962) había trabajado en la ciudad de San Bernardino, a unas 60 millas al norte de Los Ángeles, California, como jardinero podando los árboles de las calles y jardines públicos, y cambiando los bombillos quemados en los postes de las avenidas. En esta ocasión los Angelinos de los Ángeles le consiguieron contrato para que viniese a la LVBP para jugar con el equipo Orientales, aunque los Criollos de Caguas lo habían pretendido con anterioridad. Nelson se recompuso para retirar en orden a los próximos tres bateadores del sexto episodio, mientras trotaba hacia el dugout se pasaba la mano por la visera de la gorra. Un eco de emotividad retumbaba desde los cimientos del estadio hasta las entrañas del Ávila.
Sólo el reflejo distante de una canción que traspasaba el tropel del Guaire, distraía la atención de Alberto. Todavía recordaba aquel último inning cuando Lenny Yochim dejó sin hits ni carreras a los Navegantes del Magallanes. No le importaba que el equipo no se llamara así en ese momento, igual tenían enfrente al equipo autor de aquella derrota. Quizás por eso escuchaba con nitidez la voz de Bobby Vinton: “She wore blue velvet…bluer than velvet was the night…softer than satin was the night…from the stars…”
Melvin Frederick Nelson, había nacido el 30 de mayo de 1936 en San Diego, California, lo más cerca que había estado de un juego sin hits ni carreras fue un desafío ante el Veracruz de la Liga Mexicana en 1959, entre ese año y 1961, la Liga de Texas se fusionó con la mexicana para formar la Panamerican Association de categoría AA. En aquel juego, Nelson dejó en dos imparables a los veracruzanos como lanzador de los Oilers de Tulsa. Dejó marca de 9-9, 140 innings, 3.03 efectividad, 10 juegos completos, 3 blanqueos, 92 ponches, 44 boletos. Eso le valió la promoción a los Cardinals de Omaha en la Liga American Association AAA.
Luego del boleto de Carrasquel, Alberto subió al último escalón de la preferencia de la derecha. Apretó la cartulina del boleto de entrada hasta casi desaparecerlo en la mano. Se había escapado el juego perfecto. Ante las sonrisas caraquistas, gritó hasta que le ardió la garganta. “Vamos Nelson. Tienes que completar este no hit no run. Se asomó al pretil y trató de refrescarse con la brisa nocturnal al tiempo que seguía escuchando a Bobby Vinton. “She wore blue velvet…Bluer than velvet were her eyes…Warmer than May her tender sighs…Love was ours…”
En el séptimo episodio Las respiraciones corcovearon y en el estadio apenas se percibía el frío que atacaba en algodones de neblina que bajaban del Ávila. Después del primer out, Victor Davalillo la rodó por la intermedia y Mike White incurrió en marfilada. Alberto miraba hacia el cielo mientras bajaba diez escalones y subía siete en diagonal. Trataba de eludir los comentarios que ligaban un imparable del próximo bateador. Imaginaba que estaba a un lado del montículo y le decía a Nelson con cual lanzamiento podía dominar al bateador.
En 1955 bateó 27 jonrones y empujó 112 carreras con los Cardenales de Fresno en la California League (C). Al año siguiente solo bateó .244 con los Red Wings de Rochester en la International League (AAA). En esa misma temporada hizo la transición a lanzador. En 1960 pasó a la organización de los Dodgers de Los Angeles y dejó marca de 13-7 y 3.69 de efectividad en 161 innings con los Indians de Spokane en la Pacific Coast League. En 1963 ganó 2 juegos por 3 derrotas, 5.30 de efectividad en 52.2 innings con los Angelinos de Los Angeles de la Liga Americana.
Alberto casi se cae en la espalda de otro espectador cuando César Gutierrez soltó un roletazo algo adormecido que el campocorto Nelson Castellanos tomó a mano limpia para sacar a Gutiérrez en el salto, había caído el out 25. Alberto respiró profundo y trató de gritar pero todo lo que le salía era sonidos incomprensibles. Con dos outs en la pizarra, Dámaso Blanco la rodó por la antesala y Camaleón García lanzó desviado a primera. Los caraquistas aún ligaban el sencillo. Los magallaneros solo se estrujaban las manos. Venía a batear Victor Davalillo. Camaleón y Nelson Castellanos se acercaron a conversar con Nelson. De las tribunas los caraquistas pedían que rompiera el no-hitter. Un silencio escandaloso arropó todo la parte derecha de la tribuna. La figura de Davalillo lucía imponente en el plato. Nelson frotó la pelota y la soltó. Al caer el out 27, Alberto volvió a tararear “Blue velvet”, bajó al campo y leyó por detrás del periodista las anotaciones que hacía de la entrevista con Nelson. “A partir del sexto inning me encontré en un camino extraño, con una emoción fantástica cuando empezaron a corear mi nombre”.
Seis de los outs aterrizaron en el guante del jardinero central. Dos globos al jardín derecho. Dos rodados al pitcher. Seis ponches. Cuatro rodados al campocorto. Dos elevados al campocorto. Una línea al campocorto. Dos roletazos a la antesala. Un globo en foul a primera base. Un globo a la intermedia.
Orientales 5 – Caracas 0.
Alfonso L. Tusa C.
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