lunes, 22 de agosto de 2016

Ellos estuvieron ahí: Jerry Reuss.

“Cuando estuve con los Cardenales y los Piratas, saliámos a cenar juntos regularmente. Pero en ese equipo de los Dodgers, algunas veces ellos se aparecían en el mismo restaurant por alguna razón, pero no se sentaban juntos y se ignoraban como si fuesen perfectos extraños. Eso era nuevo para mí”. Jerry Reuss fue pitcher de ligas mayores por 22 años, jugó para Cardenales de San Luis, Astros de Houston, Piratas de Pittsburgh, Dodgers de Los Angeles, Rojos de Cincinnati, Angelinos de California, Medias Blancas de Chicago, Cerveceros de Milwaukee y terminó de vuelta con los Piratas. Ganó 220 juegos, lanzó un sin hits ni carreras, participó en dos juegos de estrellas y lanzó en la Serie Mundial para los Dodgers. Desde su retiro como jugador activo en 1981, Reuss ha estado trabajando como comentarista para varias corporaciones televisivas incluyendo ESPN, recientemente escribió su autobiografía, Bring in the Right Hander. (Llamen al derecho). Como le fue contado a Ed Attanasio, para This Great Game. Sobre el momento cuando él se dio cuenta que podía jugar en las mayores: “Eso ocurrió varias veces definitivamente. No fue como que pensé que podía jugar a un nivel mayor, pero hubo varios momentos cuando pensé en el hecho de que podría tener algo aquí. Yo sabía que tenía alguna habilidad que posiblemente era mayor que la del pelotero promedio o aun mejor que el mejor de los tipos contra los que estaba jugando en cada nivel. Siempre me estaba comparando con c lo que fuese que ocurriera en el momento. Cuando llegué a la liga de novatos, eché un vistazo y estaba impresionado, porque había muchos buenos peloteros allí. Algunos de ellos tenían una curva tan buena o mejor que la mía y estaban los bateadores quienes podían golpear la pelota por encima de la cerca en la práctica de bateo. Me dije, ¡guao, estos tipos pueden jugar! Espero haber tomado la mejor decisión al firmar un contrato profesional en vez de ir a la universidad, pensé que esto podía ser duro. La vida en general eliminó a muchos de esos tipos de la competencia y me di cuanta de eso rápidamente. Muchos de ellos perdieron interés en el juego por varias razones; se lesionaban, sentían nostalgia. Algunos de ellos se daban cuenta de que esa no era la vida que querían y muchos de ellos no podían manejar el calendario de jugar todos los días, cualquier número de razones. No era que fueron dejados libres o desechados, se eliminaban ellos mismos y eso no tenía nada que ver con talento. Pero, yo permanecía allí y muchos de mis compañeros de equipo también. Yo pasé por Clase A y vi salir a muchos tipos, aunque ellos aún estaban en sus primeros o medianos veinte años de edad. En cada nivel, los peloteros se iban por muchas razones diferentes. En AA, la situación se tornó interesante, porque había una mezcla de antiguos grandeligas tratando de regresar, fajados con un grupo de jóvenes prospectos hambrientos como yo. Al estar ahí, los peloteros viejos le enseñaban a los prospectos como jugar, era una dinámica inusual, pero en mi caso funcionó bien. La parte más fácil del viaje es llegar a las mayores, pero lo más difícil es mantenerse allí. En las pequeñas ligas, yo soñaba con ser un grandeliga, pero esos eran simplemente los sueños de un niño de ocho años de edad. En la escuela secundaria, había momentos cuando dominaba y creía que el futuro era mío. Pero siempre me preguntaba, ¿Cómo lo haría contra peloteros de otro estado en una liga diferente? Nunca sabías donde estaba, así que tenías que seguir fajándote para probar quien eras y donde merecías estar en el juego. Yo jugué partes de 22 temporadas en el beisbol, y cada vez que me ponía ese uniforme, me decía cuan afortunado era de jugar en Grandes Ligas”. Sobre su primer juego: “El primer juego de MLB al cual asistí fue en el viejo Bush Stadium cuando yo tenía siete años. Miré alrededor y vi que eso era lo que quería hacer. En el carro de vuelta a casa le dije a todos que yo iba a ser un pelotero de Grandes Ligas. Mi hermano (emitió los primeros comentarios porque él era el mayor) se rió de mi y dijo, ‘Todos queremos ser grandeligas, pero ¿no sabes que la oportunidad tal vez sea de una en un millón?’ Hice una pausa y en un raro momento de claridad dije, ‘Tiene que haber alguien quien lo haga, ¿Por qué no habría de ser yo?’ En ese momento hice un compromiso conmigo y como resultado mi vida cambió, porque ahora tenía una dirección y sabía lo que quería hacer. Ahora yo podía escribir mi futuro”. Sobre ser cambiado por llevar bigote: “Algunas personas no lo creen, pero si, fui cambiado desde los Cardenales hacia los Astros debido a mi bigote y eso es un hecho. El dueño del equipo, Mr. Busch, dijo que no le gustaban los bigotes y quería que me lo afeitara. Busch era conocido por molestarse con los peloteros y luego se ponía de acuerdo con ellos, pero tenía esta cosa acerca de los bigotes y me parece que eso se convirtió en un asunto de honor. Las personas pensaban que eso pasaría, pero no fue así y el gerente general del equipo, Bing Devine fue forzado a cambiarme a los Astros. Yo estaba desolado por el cambio, debido a que crecí en San Luis y ese era mi equipo”. Sobre pitchear en el Astródomo de Houston: “Era un estadio grande de beisbol y la pelota no se movía mucho bajo ese domo, especialmente si era bateada entre el jardín izquierdo y el central o entre el jardín derecho y el central. Y siempre parecía oscuro en el Astródomo, por alguna razón. A medida que el tiempo pasó, la grama artificial se hizo incómoda. Sé porque construyeron estadios cerrados y fueron populares entonces, pero me gustan los estadios nuevos de hoy, porque lucen como estadios de beisbol”. Sobre ser el caballito de batalla de Houston en 1973: “Abrí 40 juegos, lo cual todavía es una marca para los Astros y pienso que nunca será superada. Nuestro manager, Leo Durocher decidió tener una rotación de cuatro lanzadores, así que yo lancé casi 300 innings esa temporada. No sé porque, tal vez eso se remontaba a sus días como manager de los Dodgers y Gigantes, cuando él tenía cuatro abridores bien dotados quienes podían darle de 200-250 innings cada año y yo era el único pitcher de ese grupo de los Astros que podía manejar ese tipo de carga. Empecé a sentir el cansancio hacia el final de la temporada, pero Leo aun me hacía lanzar la práctica de bateo entre mis apertura de todas formas, como lo hacían en los años ’40. Los coaches no estaban contentos con eso y llegó el momento cuando no me permitieron más práctica de bateo, para cuidar mi brazo. Entonces no había el conteo de 100 pitcheos, de hecho no recuerdo a nadie contando los pitcheos, aunque estoy seguro de que probablemente lo hacían”. Sobre Leo Durocher: “Los Astros se deshicieron de Harry Walker porque decían que no podía comunicarse con los peloteros. Pero entonces lo reemplazaron con leo, quien empeoró las cosas en el equipo. Durocher utilizaba a algunos peloteros de la manera equivocada y yo era uno de ellos. Él hacía cosas como jugar poker con los mismos 3,4 peloteros y jugaban por dinero, algunas veces mucho dinero. A esos peloteros les encantaba jugar cartas, pero no eran rivales para Leo, no eran tan buenos como él. Él les quitaba el dinero y yo pensaba, guao eso no es justo. Eso no cuadraba conmigo”. Sobre ser cambiado a los Dodgers: “Yo estaba feliz en Pittsburgh, pero cuando me dijeron que los Dodgers me querían, lo pensé por alrededor de un minuto antes de decidir. El sur de California tiene un gran clima todo el año; ellos juegan en grama natural; los Dodgers son ganadores perennes, ¡Me gusta todo de ellos! Cada vez que iba a un equipo nuevo me pagaban un poco más, pero desarraigarme y mudarme cada vez no era divertido. Te sientes conectado a una ciudad y un equipo cuando has estado ahí por cualquier espacio de tiempo, asi que ser cambiado funcionó bien para mi en términos financieros, pero fue duro en cada ocasión por las razones que mencioné”. Sobre Tommy Lasorda y la atmósfera de equipo en Los Angeles: “Tommy bromeaba con todos los peloteros y retozaba en el dugout, ese era su estilo y funcionaba para él. Era cordial, pero el equipo no. Cuando yo estuve con los Cardenales y los Piratas, salíamos a cenar juntos con regularidad. Pero en ese equipo de los Dodgers, algunas veces ellos se aparecían en el mismo restaurant por alguna razón, pero no se sentaban juntos y se ignoraban como si fuesen perfectos extraños. Eso era nuevo para mí , pero debió haber funcionado porque esos equipos de los Dodgers fueron todos ganadores y muy profesionales en el terreno”. Sobre sus fotografías de los estadios: “Siempre tuve interés en la fotografía. De hecho, cada vez que aparecía un fotógrafo de Topps durante el entrenamiento primaveral o si veía uno durante la temporada, siempre trataba de conversar con él y le preguntaba acerca de la cámara, como enfocar la toma, cuales fotos podían ser más comerciales, las más interesantes y como acercarse a la persona o el objeto que estás fotografiando. Nunca hice nada con eso, hasta un día entre las temporadas de 1988 y 1989 cuando me percaté que mi carrera en el beisbol estaba por terminar. De hecho, no sabía si iba a jugar en el ’89. Pensé que eso podía haber sido todo. Sabía que tenía una tonelada de memorias, pero no tenía nada a mano para recordar algunos de los lugares que había visitado. Noté que no podía hacer nada acerca de todo lo que había ocurrido, pero podía hacer algo en ese momento. Así que decidí que si iba a jugar ese año, iba a llevar una cámara conmigo. Empecé a llegar muy temprano para tomar fotos de esos estadios, porque la historia me decía que ellos no iban a estar ahí por siempre. Así que, por eso es que la mayoría de mis fotos son de 1988. También tomé algunas en 1989, principalmente de los estadios que no fotografié el año anterior. Durante el breve período que estuve en las mayores en 1990, tomé aún más. Me di cuenta de que tenía acceso a partes de esos estadios por el solo hecho de usar un uniforme. Una vez que seguridad me veía uniformado, me dejaban ir donde yo quisiera. Me dejaban mover la jaula de bateo para conseguir mejores tomas y asentían a peticiones como esa. Llegué desarrollar relaciones a través de las fotos, con personas interesadas en determinados lugares de esos estadios. Me gustan algunas de las fotos que tomé durante ese tiempo, pero no estoy loco por todas ellas. Mejoraba mis técnicas constantemente y trataba de lograr mejores y mejores fotos. Estoy orgulloso de algunas de ellas, incluyendo las que tome de Exhibition Stadium en Toronto. Por alguna razón, esas se han hecho populares en línea y ganaron mucha atención. A través de los años, he recibido unos cuantos correos electrónicos de personas agradeciéndome por tomar esas fotos, lo cual es muy satisfactorio. Las personas comparten sus historias conmigo, acerca de cómo sus padres los llevaron a tal o cual estadio y es divertido leerlos. Eso sigue y sigue. Mirando en retrospectiva, me doy cuenta de que este proyecto fue un éxito monumental y ahora sé que eso será parte de mi legado. Todo lo que las personas deben hacer es conectarse en la red y mirarlas y perderse por un par de horas, lo cual es grandioso. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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