lunes, 10 de octubre de 2016

Detrás de su desespero, José Fernández forjó una vida ebullente.

Tyler Kepner. The New York Times. 25-09-2016. José Fernández estaba nervioso. Ya había logrado mucho, al desertar de Cuba y convertirse en estrella de Grandes Ligas, pero la idea de hablar ante un salón repleto de personas una noche de enero en Manhattan era algo nuevo. Mientras se preparaba para subir al estrado en la cena anual de los premios de los medios escritos, Fernández compartía con el otro novato del año, Will Myers. Parecían niños de preescolar reunidos en el autobús antes del primer día de clases. Hank Aaron estaría en ese estrado, Sandy Koufax, Mariano Rivera y Miguel Cabrera, también. Cuando Fernández supo que estaría entre los primeros oradores, sonrió y pareció exhalar: menos tiempo para preocuparse acerca de su discurso, más tiempo para disfrutar la noche. Hablaría solo por un minuto, y se disculparía por sus nervios. Pero sus palabras contaron una historia poderosa. “Hace seis años, estaba tratando de venir a Estados Unidos, y estuve en la cárcel, pensando que un día jugaría en las Grandes Ligas”, dijo Fernández. “Ahora estoy aquí, al lado de estos muchachos. Aquí hay mucho talento y mucha historia”. Fernández tenía el talento para hacer historia por su cuenta como pitcher derecho dominante de los Marlins de Miami. Esa noche de 2014 no se suponía que fuese la única vez que él recibiera un premio importante. Fernández estaba en camino de ser uno de los grandes del juego cuando falleció este domingo 25 de septiembre, a los 24 años de edad, en un accidente de lancha en Miami Beach. La policía dijo que Fernández y otros dos hombres fallecieron, debido al impacto, cuando una lancha de 32 pies se estrelló contra una pila de rocas- La guardia costera descubrió la lancha en un patrullaje de rutina a las 3:30 am del domingo. Don Mattingly, el manager de los Marlins, rompió en llanto en una conferencia de prensa el domingo en Miami. Los Marlins habían cancelado su juego en casa con los Bravos de Atlanta. “Por más que te hacía enfurecer con algunas de las cosas que hacía, solo veías a ese niño pequeño que ves cuando estás en un juego de pequeñas ligas”, dijo Mattingly- “Esa era la dicha de jugar con José, y la pasión que él sentía por jugar. En eso es en lo que pienso”. La historia de fondo de Fernández fue un cuento de hadas del beisbol. Como adolescente, fue encarcelado por tratar de desertar. Finalmente lo logró en su cuarto intento, a la edad de 15 años en 2008, y salvó a su madre de ahogarse cuando ella se cayó desde la cubierta del barco en aguas turbulentas en su ruta a México. “Así de altas”, le dijo Fernández a The Tampa Bay Times en 2009, levantando su mano muy por encima de su cabeza para describir las olas. “Pensé muchas veces que iba a morir”. Fernández se estableció en Tampa, Fla., y se convirtió en estrella en Braulio Alonso High School. Fue escogido en el puesto 14 del draft de 2011 por los Marlins, fimó por 2 millones de dólares y estuvo en las mayores para 2013. Fernández nunca había pitcheado por encima de Clase A, pero los Marlins no podían retrasar su talento. Lo buscaron en el campamento de ligas menores y le dijeron que se uniera al equipo. “Él hizo su primera apertura aquí en Citi Field”, dijo el manager de los Mets, Terry Collins. “No lo habíamos visto en el entrenamiento primaveral; solo habíamos oído de él. Y cuando el primen envío salió de su mano, el primer pensamiento fue; ‘Guao. Esto es algo especial’”. Fernández tenía una recta de 95 millas por hora, una slider y otros dos pitcheos que dominaba muy bien. En cuatro temporadas, tuvo marca de 38-17 con efectividad de 2.58 y muchos más ponches que innings. La operación Tommy John no retrasó su ascenso, esta temporada, su segunda en el juego de estrellas, tuvo marca de 16-8 y lideró las mayores en ponches por cada nueve innings, con 12.5. Fernández podía irritar a los oponentes. Cuando bateó su primer jonrón, contra Atlanta en 2013, Fernández se quedó en el plato para disfrutarlo. Despues de correr las bases fue saludado con hostilidad por Brian McCann, el catcher de los Bravos. Fernández dijo después que estaba avergonzado por como había actuado Aún así, el protocolo deportivo nunca podría disminuir el picante del estilo de Fernández. Él pitcheó en solo 76 juegos de ligas mayores pero fue una presencia animadora en muchos más. “Cuando él estaba en el dugout”, dijo Jacob deGrom de los Mets, “veías hacia allá y él estaba aupando a su equipo más que cualquiera que hubieses visto”. Fernández se presentó como un puente cultural en el beisbol, al retar las normas del beisbol con entusiasmo desaforado. Sus compañeros apreciaban su sinceridad. “Inicialmente, lo veíamos como ‘¿Quien es este tipo, que viene y actúa así sin haber estado en la liga?’” dijo el cátcher veterano A. J. Ellis de los Filis de Filadelfia. “Él sobresale en el equipo, levanta el puño y grita, anima desde el dugout sin parar”, dijo Ellis. “Pero la consistencia con que lo hacía probaba lo genuino que era. Se podía ver la pasión y el disfrute de jugar, y se nota que no es para burlarse del otro equipo. Es la alegría de competir, la alegría de él y sus compañeros de quipo de ser exitosos. No se puede penalizar a nadie por eso. Se admira a las personas por eso”. Fernández trajo intensidad a un juego modelado más y más por sus jugadores latinoamericanos. Otros dos desertores cubanos, Yoenis Céspedes de los Mets y Yasiel Puig de los Dodgers de Los Angeles, fijaron camisetas con el nombre de Fernández y el número 16 en las paredes de sus dugouts el domingo. “Nosotros los latinos disfrutamos el juego un poco diferente de los estadounidenses”, dijo en español el cátcher de los Mets, René Rivera. “Él disfrutaba el juego y el sabor latino. Su alegría por el beisbol, eso es lo que recordaremos”. Giancarlo Stanton, el jardinero estrella de los Marlins, escribió en Instagram que él había llamado “niño” a Fernández porque parecía un muchacho entre hombres, “aún así, eso hombres rara vez podían competir con él”. Brandon McCarthy, un pitcher de los Dodgers, escribió en Twitter que los peloteros estaban celosos del talento de Fernández, “pero muy adentro pienso que lo que más envidiábamos era la diversión con que él hacía algo tan difícil”. La muerte de Fernández no fue la primera de un pelotero activo en un accidente de lancha. En 1993, dos pitchers de los Indios de Cleveland, Tim Crews y Steve Olin, fallecieron en un accidente durante el entrenamiento primaveral que también lesionó al pitcher Bob Ojeda. Tampoco fue la primera muerte de un jugador activo del Juego de Estrellas; Roberto Clemente y Thurman Munson fallecieron en accidentes aéreos en los años ’70, y Darryl Kile falleció de un ataque cardíaco en 2002. Rara vez ha fallecido tan joven un pelotero con logros. Como Ken Hubbs, un segunda base de los Cachorros de Chicago quién ganó el premio de Novato del Año de la Liga Nacional en 1962 y falleció en un accidente aéreo en 1964, Fernández tenía mucho más por hacer. “Él amaba estar ahí afuera”, dijo Collins, quién dirigió a Fernández en el juego de estrellas en julio. “Esa era su escena. Deseo que más tipos fueran así. Deseo que más tipos se divirtieran, como lo hizo él, jugando al beisbol”. Se suponía que Fernández abriera el lunes contra los Mets en Marlins Park. El juego se realizará. El vacío permanecerá. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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