viernes, 7 de octubre de 2016

De tal padre, tal hijo. ¿Te gustan los Cachorros? ¡Nada que ver!

Ben Strauss. The New York Times. 28-09-2016. Cuando yo era niño, tenía una pesadilla recurrente. Me imaginaba entrar al cajón e bateo para mi primer turno al bate en Grandes Ligas, mi nombre era anunciado en los parlantes, seguido de un rugido de la multitud. El sueño se dañaba, sin embargo, cuando yo miraba mi camiseta y veía “Cachorros” impreso en letras rojas brillantes. Como puede ver, yo crecí en una familia inclinada hacia los medias Blancas. Mi papá es un Media Blanca a sangre y fuego, como lo fue su padre. En nuestra casa, los Cachorros eran tanto un enemigo mortal como un equipo de beisbol. Mi padre no compraba en una tienda cercana, Cubs Food, solo debido al nombre (la tienda no tenía nada que ver con el equipo). Él no compraba The Chicago Tribune porque su compañía matriz es dueña de los Cachorros. El pensamiento de usar un uniforme de los Cachorros era suficiente para hacerme llorar. Desafortunadamente, mi carrera en el beisbol se desinfló en mi adolescencia, así que me sentí aliviado de mi pesadilla. Pero este otoño, los fanáticos de los Medias Blancas enfrentan una realidad mucho más aterradora: Los Cachorros, quienes tienen el mejor record del beisbol, son favoritos para ganar su primera Serie Mundial en más de un siglo. Gran parte de Chicago está zumbando de expectativas, Stephen Colbert estuvo en Wrigley Field vestido de vendedor de perros calientes recientemente, lo cual nos deja como los malolientes de la fiesta del jardín. “No puedo escuchar el radio; no puedo abrir el periódico”, me dijo mi padre hace un par de semanas. “Si ellos ganan, yo pudiera mudarme a Canadá”. En Chicago, tienes que escoger un equipo de beisbol. No dos, solo uno. El lado sur pertenece a los Medias Blancas, y el lado norte a los Cachorros. Mi padre es nativo del lado sur, pero yo fui una anomalía, al crecer a menos de una milla de Wrigley Field. Esa podría ser la razón de porque la rivalidad siempre se ha sentido tan personal. Pasé mis años de formación en el equivalente de un territorio ocupado. Tratar de discutir en el campo de juego con una turba de fanáticos de 12 años de los Cachorros, que Frank Thomas, el toletero de los Medias Blancas, es mejor pelotero que Sammy Sosa de los Cachorros. Eso deja cicatrices, créame. Los Cachorros son la obsesión de los fanáticos de los Medias Blancas mucho más que viceversa. Ser fanático de los Medias Blancas en Chicago, o en cualquier parte, es existir a la sombra de los Cachorros. Los patiblancos son el segundo equipo de la segunda ciudad, el insulto avanza, y molesta. Los Cachorros tienen Wrigley Field y su vibrante vecindario, lleno de bares restaurantes elegantes. A través de los años ’80 y ’90, los Cachorros construyeron una audiencia nacional cuando sus juegos fueron transmitidos de costa a costa por WGN, con la narración del querido Harry Caray, un antiguo narrador de los Medias Blancas. Los Medias Blancas, mientras tanto, juegan en un vecindario de clase obrera en un estadio tedioso con vista panorámica de un autopista. Con sólo tres títulos de Serie Mundial (1906, 1917 y 2005) a su nombre, los Medias Blancas han sido perdedores por mucho tiempo, también, solo que sin romanticismo. Así que nos flagelamos, como hicimos durante los playoffs del año pasado cuando un bar del lado sur ofrecía cervezas gratis cada vez que un bateador de los Cachorros despachaba un jonrón. Mi padre a lo largo de su vida, ha observado indiferencia hacia los Medias Blancas en todas partes, especialmente en el lado norte, lo cual refuerza el punto de vista que él me transmitió. Una lavandería cercana a nuestra casa empezó una promoción de los Cachorros, así que dejamos de ir ahí. Nos lamentábamos de la asistencia (los Medias Blancas no han superado a los cachorros desde 1994) y de la cobertura de los medios (nos quejábamos cada vez que los Cachorros encabezan el segmento deportivo de las noticias locales). Cuando la película “Rookie of the Year” apareció en 1993, la boicoteamos. ¿Por qué? El protagonista de la película, un muchacho bendecido con una recta de 100 millas por hora, lanzaba para los Cachorros. Lo que contribuía a hacer más llevaderas esas indignidades a través de los años era la miseria de los Cachorros. Recuerdo escuchar en el radio del carro un juego de los Cachorros en septiembre de 1998. Ellos estaban en medio de la carrera por el banderín, y el jardinero Brant Brown dejó caer un elevado que ocasionó una grave derrota. “¡Noooo!” sollozó el narrador de los Cachorros, Ron Santo, con la voz enronquecida de dolor. Yo estaba tan impulsivo que le di una patada al tacómetro y le dejé una marca. En 2003, vi el colapso de los Cachorros ante los Marlins en la serie de campeonato de la Liga Nacional con una mezcla de miedo y placer. La mañana siguiente a que Steve Bartman, el infortunado fanático de los Cachorros que tomó un elevado de foul, para ayudar a que empezara un ataque de los Marlins en el sexto juego, yo compré una gorra de los Marlins para usarla en la escuela. Manejé mi bicicleta hacia Wrigley la noche del séptimo juego y me paré detrás de la pared del jardín central, desesperado mientras los cachorros perdían. (Mi padre fue al cine las noches de los juegos sexto y séptimo). Mi padre dice que no siempre odió a los Cachorros. Creció en Hyde Park, en el lado sur, y dijo que solo después que se mudó al lado norte en los años ’70, cuando un fanático irritante de los Cachorros, amigo de él, lo llevó a ese camino de resentimiento. La mayoría de los fanáticos de los Cachorros que yo sepa, siempre han estado más preocupados por los Cardenales de San Luis que por los Medias Blancas. El apoyo declarado del Presidente Obama por los Medias Blancas ha sido una buena noticia. Él es nuestra celebridad para contrarrestar la impresionante lista de fanáticos de los Cachorros: Bill Murray, Eddie Vedder y Vince Vaughn, entre ellos. Y estuvo la carrera por la Serie Mundial de 2005. Mi papá estaba en el juego de campeonato en Houston, y recuerdo hablar con él esa noche, con lágrimas en mis ojos. Aún así, no pude evitar imaginar que si los Cachorros hubiesen ganado, todo habría sido más grande, más importante. El título de una columna de Associated Press ese octubre se me quedó grabado: “La Nación de los Medias Blancas es muy pequeña”. A medida que me desarrollé como periodista deportivo, mis intereses por aupar un equipo se diluyeron. No sentí ninguna malicia mientras cubría la transformación de los Cachorros ejecutada por Theo Epstein, llevándolos de equipo secundario a contendor. Si hubiese tenido 10 años habría estado molesto y disgustado, pero está bien. Dejar ir una vida de odio se siente bien. Si los Cachorros lo ganan todo en octubre, lo veré desde mi nueva casa en Washington, y estaré feliz por mis amigos quienes han sido seguidores de los Cachorros toda una vida. También pensaré en mi papá. Imaginó que se pondrá a llenar un crucigrama en casa, con el televisor apagado, las persianas cerradas y el teléfono desconectado. Pero a medida que las calles se llenen de fanáticos de los Cachorros, también pensaré en toda una vida de memorias de los Medias Blancas con él, desde mi primer dia inaugural, cuando tenía tres años de edad, hasta la Serie Mundial de 2005. Pensaré en los perros calientes y los aros de cebolla asada y aprender a anotar el beisbol. Espero que mi papá pueda encontrar algo de solaz en eso. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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