miércoles, 5 de octubre de 2016
Vamos Cachorros Vamos: Como el himno de la victoria de Chicago mantiene vivo a un padre para sus hijas.
Steve Goodman falleció en 1984 pero su tema musical de los Cachorros se ha convertido en una parte esencial de la experiencia de Wrigley Field y proporciona un poderoso recuerdo para la familia que él dejó.
Michael Rosenberg. SI.com. Jueves 29 de septiembre de 2016.
Rosanna Goodman tenía siete años de edad cuando su mami le dijo que su papi había fallecido. Ella sabía que se suponía que debía estar triste, así que puso una cara triste. Pero ella no entendía. Su padre viajaba mucho en su trabajo como músico. Ella pensaba que él regresaría.
Steve Goodman había hecho chistes a expensas de la muerte desde que fue diagnosticado de leucemia a los 20 años de edad. Él se llamaba Cool Hand Leuk, y cuando sonaba el timbre de la casa, él le decía a su familia, “Si es un tipo con una manta y una guadaña, díganle que no estoy”. El no quería un funeral. A su solicitud, su esposa, Nancy, hizo una fiesta. Pero eso solo confundió más a la pequeña Rosanna.
Tres años después, luego que la familia Goodman se mudó a la ciudad de Nueva York, Rosanna soñaba que veía a su padre detrás del portón de una casa grande, y despertaba llorando. Ahí fue cuando finalmente recibió el impacto: Él se había ido para siempre.
Las próximas tres décadas secaron las lágrimas y suavizaron las memorias. A veces Rosanna no está segura si un recuerdo de su padre es verdaderamente de ella, o si oyó una historia repetida tantas veces que su cerebro la ha adoptado como propia. Pero está segura de recordar las naranjas. Su padre había leído que las frutas cítricas podrían ayudar a vencer el cáncer, y se sentaba con bolsas de naranjas y sus hijas a su lado, se comía las naranjas y veía el béisbol.
Hombre, Steve Goodman amaba el beisbol. Era fanático de los Cachorros y decía que programaba sus giras “tomando en cuenta la quimioterapia y la temporada de beisbol”. Memorizaba las estadísticas como un niño coleccionista de barajitas de beisbol.
“Eso era insano”, dice su viuda, Nancy Goodman Tenney. “Él era una enciclopedia de beisbol”.
Hasta escribió tres canciones sobre los Cachorros: “A Dying Cubs Fan’s Last Request” (“La última petición de un fanático de los Cachorros agonizante”), “The Cubs Go Marching In”, y la que aún cantan en Wrigley Field después de cada victoria:
Go, Cubs, go!
Go, Cubs, go!
Hey, Chicago, what do you say?
The Cubs are gonna win today
Goodman escribió muchas canciones mejores que “Go, Cubs, Go”. Escribió “City of New Orleans”, la cual fue un éxito con Johnny Cash, Willie Nelson y Arlo Guthrie. Jimmy Buffett ha cantado “Banana Republics” (escrita por Goodman) tan a menudo que la mayoría de las personas asume que es original de Buffett. Goodman gano dos Grammy, ambos póstumos, uno en 1985 por Mejor Canción Country (City of New Orleans”) y el otro dos años después por Best Contemporary Folk Album, Unfinished Business.
Aún así, “Go, Cubs, Go” puede ser la canción que los chicagoenses asocian más con Goodman, lo cual es lógico. Steve quería tanto a los Cachorros que cuando él y su esposa Nancy buscaban apartamento en Chicago, encontraron uno a tres cuadras de Wrigley Field.
Algunas veces, si él y los Cachorros estaban en la ciudad por una semana, él asistía a los juegos todos los días. Le gustaba sentarse en las gradas. A menudo llevaba a una de sus hijas pero rara vez compraba boletos. Un amigo quien trabajaba como portero lo dejaba entrar gratis. Entonces se podía hacer eso. Lo Cachorros rara vez vendían todos los boletos. El beisbol era un negocio, pero aún no era un gran negocio.
Cuando Steve estaba enfermo y la familia se mudó a Seal Beach, Calif., en 1980, él se llevó su obsesión beisbolera consigo. Siguió aupando a los Cachorros, estuvo emocionado cuando sus hijas jugaron beisbol de pequeñas ligas, y llevaba a su familia a los juegos de los Angelinos para darle a su vida un toque de beisbol.
Él estaba muy consciente de que le quedaba poco tiempo, sin embargo seguía obsesionado con el beisbol. Algunas personas llamarían a eso una pérdida de tiempo. Treinta y dos años después, con los Cachorros visualizando su primer campeonato desde 1908, podemos decir con certeza: No lo fue.
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Sarah Goodman Voyer tenía nueve años de dad cuando su padre falleció. Sabía que él había estado enfermo, y que había estado en coma. Entendía que él había muerto pero se convenció de que no era verdad.
“Fue fácil para mi tener una fantasía por tanto tiempo”, dice ella. “Era algo que me permitía pensar”.
Su padre hacía rato había confundido la línea entre aquí y lejos. Cuando estaba de gira, como a menudo lo hacía, escribía cuentos en las tarjetas postales y las enviaba a Nancy para que las leyera a sus hijas a la hora de dormir. Uno de los personajes se llamaba “I Don’t Know Jones”. Otro se llamaba Penny y era del tamaño de una moneda.
Tenerlo cerca era muy divertido, sus hijas no querían que se fuera. Una vez las llevó a ver Superman en el cine, y tan pronto como salieron, él dijo, “¿Quieren ver la película otra vez?” Por supuesto lo hicieron, así que regresaron a la sala.
Él llamaba a sus amigos tarde en la noche solo para contarles un chiste. No tenía que ser un buen chiste. Muchos de sus chistes no eran buenos. O nuevos. Pero disfrutaba tanto contándolos que sus amigos se reían de todas formas.
Sarah recuerda ver The Benny Hill Show, uno de los favoritos de su padre: “Solo era divertido cuando lo veía con papá. Me reventaba de histeria cuando lo veía con él. Trataba de verlo sola, y no era divertido. Había algo con su presencia, que si él pensaba que era divertido, era divertido para mi”.
Steve tenía un sentido de comediante que permeaba todo lo que hacía. Una de sus canciones, “You Never Even Called Me By My Name”, intentaba combinar todas las letras de cada canción country de la historia. Cuando se puso calvo por la quimioterapia, él tituló su próximo álbum fue Artistic Hair.
Tenía esa cualidad fuera de escena también, Cuando los Goodman vacacionaban en la isla Catalina de California, a la cual él llamaba Poor Man`s Hawaii (El Hawaii de los Pobres), le mostraba a sus hijas el sitio donde los Cachorros habían realizado sus entrenamientos primaverales desde 1921 hasta 1951. Le dijo a sus hijas que “los fantasmas de los Cachorros” estaban ahí. Era un viaje personal, aunque él solo tenía tres años de edad cuando los Cachorros efectuaron su último juego en la isla Catalina. El beisbol era una manera de formar memorias donde no existían.
Cuando Steve era niño, se fugaba de la escuela para que su abuelo lo llevara a Wrigley. Como la mayoría de los fanáticos de los Cachorros, su miseria era ganada y heredada.
Si usted oye de una canción llamada “A Dying Cubs Fan’s Last Request” pero en realidad no la ha oído, podría asumir que termina con los Cachorros ganando la Serie Mundial. No es así. Goodman era muy divertido para hacer eso, y muy involucrado con el beisbol.
En lugar de eso, él canta acerca de “el funeral de un doblejuego en Wrigley Field de cualquier fin de semana veraniego”, cuando el exigido jardinero Keith Moreland deja caer “un elevado de rutina”.
La canción no trata del triunfo de los Cachorros, porque ser fanático de los Cachorros nunca ha consistido en verlos ganar. Trata de una comunidad que sabe que los Cachorros probablemente no ganarán, pero los apoyan de todas formas. Goodman nació en 1948, tres años después que los Cachorros jugaron por última vez una Serie Mundial. Cuando él cantó la canción, los Cachorros no habían jugado en los playoffs durante la existencia de él.
“Denle a todos dos bolsas de maní y una merengada”, dice Goodman en la canción, “y estaré listo para morir”.
Él falleció el 20 de septiembre de 1984. Cuatro días después, los Cachorros ganaron la división este de la Liga Nacional. Se perdió de verlos en la postemporada por dos semanas. Esa fue la última broma que los Cachorros le jugaron a Steve Goodman.
Una vez grabó un video de “A Dying Cubs Fan’s Last Request” en los asientos de Wrigley mientras Sarah corría las bases. Después él dijo que ella estaba viviendo el sueño de su niñez. Pero ella era pequeña. No se daba cuenta que significaba eso. No en ese momento.
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Jessie Goodman tenía 12 años de edad cuando su padre falleció, suficiente edad para entender la muerte, pero no suficiente para tratar con ella. Ella había tenido una vida dura. Steve y Nancy la adoptaron luego que los médicos dijeran que Steve era estéril (los médícos estaban equivocados; Sarah y Rosanna son sus hijas biológicas), y ella batalló con episodios de salud mental desde temprana edad.
Como adulto, Jessie tuvo trabajos como cuidadora de mascotas, pero tenía dificultades mentales y físicas, y Rosanna eventualmente supervisaba su salud. Ella falleció repentinamente en 2012, justo después de su cumpleaños 40, de una hemorragia cerebral, después de tener colitis ulcerativa.
La suya no fue una vida fácil. Pero hubo momentos brillantes, y algunos de los más brillantes involucraron a sus dos grandes amores: los animales y el beisbol. Cada vez que Jessie visitaba Chicago en sus años de adultez, ella quería ir a ver un juego de los Cachorros con su abuela.
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Rosanna (left), wearing her dad's Cubs jacket, and Sara escort their grandmother, Minnette, to the mound to throw the first pitch before a game at Wrigley in 2008.
Courtesy of Rosanna Goodman
¿Como se puede evitar que un padre amado se aleje en el pasado? Rosanna y Sarah pueden contar historias, pero las historias se hacen viejas y repetitivas; cuando un hombre tiene 32 años de muerto, no hay muchas historias nuevas. Ellas pueden cerrar sus ojos y recordar cuando saltaban en el pecho de su padre en la mañana, antes que él se conectara su catéter. Pero eso es solo una memoria.
El beisbol ayuda a las hijas de Steve Goodman a conectarse con su padre. El juego lo mantiene en sus vidas presentes. Ellas dicen que cada vez que ven un juego, especialmente si están involucrados los Cachorros, sienten como si él estuviera con ellas. El beisbol es un regalo que él les dio, lo haya querido o no, una luz que nunca se apaga.
Las muchachas pasaron la mayor parte de su niñez en California y Nueva York, y rara vez han vivido en Chicago. Pero se sienten como en casa ahí. Sarah, dice, “Chicago fue mágica y todavía lo es. Es una de mis ciudades favoritas. Hay una cualidad en ella, un olor, una sensación, hay algo muy hogareño y reconfortante en esa ciudad”.
El año pasado, mientras se desarrollaban los playoffs de la Liga Nacional, Rosanna pensó: Oh no. Después de pasar la mayor parte de su niñez en Nueva York, ella se convirtió en fanática de los Mets. Pero los Cachorros era el equipo de su padre. Ella le preguntó a sus amigos: ¿Qué hago yo aquí? ¿Por quien voy?
Ella se decidió por los Cachorros. Quiere que ganen la Serie Mundial, por su padre y por todas las personas que cantan su canción cuando los Cachorros ganan.
Las cenizas de Steve Goodman fueron esparcidas en dos lugares. Su hermano lanzó algo de ellas sobre la pared del jardín izquierdo en Wrigley. La familia esparció el resto en Doubleday Field en Cooperstown. Aún así las hijas juran que su padre nunca se fue completamente. Los amigos de él las cuidan. Los royalties de sus canciones han ayudado a mantenerlas. Su carrera las inspira; Rosanna dice que decidió hacerse cineasta independiente a los 30 debido al ejemplo que su padre dio con su carrera musical; ella ahora vive en Phoenix y trabaja como productora de música, video y películas.
“Si esta persona lo pudo hacer, luchando contra el cáncer con tres hijas, ¿Por qué no puedes empezar ahora y hacer eso? dice ella. “Eso es parte de lo que me empuja a triunfar. No hay duda de quien fue él, y su influencia en las personas quienes lo amaron, todo ha sido parte de nuestra vida y ayudó a criarnos. Él ha estado muy presente. Las cualidades de él, y como se conectaba con las personas, su sentido del humor… esas son cosas que me guían en como trato a las personas en mi vida”.
Sarah, es una trabajadora social en Los Angeles, donde vive con su esposo y dos hijos. “Saber que fuiste querida y cuidada de esa manera, es algo que se queda contigo”, dice ella. “Sigue siendo algo de lo que saco provecho. Es importante. Necesitas esa experiencia”.
Ellas juran que algunas veces él se les aparece para decirles hola. Hablan de eso todo el tiempo. Rosanna recuerda hacer un viaje a Florida con un novio para ir a un campo de minigolf e inmediatamente pelear con él. Entonces hizo un hoyo en uno, y en el momento cuando la pelota entró en el hoyo, “Banana Republics” sonó en los parlantes, la versión de su papá, no la de Buffett. La canción, que trata de ir al trópico “esperando hallar algo de diversión”, le recordó que no había hecho ese viaje para pelear.
Cuando Rosanna tenía unos 25 años, estaba quebrada, y leyó un artículo acerca de fondos no reclamados. Investigó y había 500 $ en Illinois a nombre de ella y su padre.
Y cuando las muchachas llevaron a la mamá de Steve a Paris, se registraron en el hotel, encendieron el televisor, y apareció una versión francesa de “City of New Orleans”. Ellas piensan que era su papá agradeciéndoles por llevar a su mamá a Paris.
Eso puede parecerle alocado a usted, de la manera como la maldición de Billy Goat probablemente le parece alocada. Ha oído esa historia: Supuestamente el dueño de un bar de Chicago llamado Billy Sianis fue conminado a salir de Wrigley Field durante la Serie Mundial de 1945 porque su cabra mascota olía mal, así que él maldijo a los Cachorros, y ellos no han regresado a la Serie Mundial desde entonces.
Una necedad. Pero el punto no es que alguna Billy Goat (o su dueño) haya maldecido a los Cachorros. El punto es que los Cachorros fueron tan ineptos, tan incapaces por tanto tiempo, que pudieron hacer creer a unas personas racionales que su equipo fue sentenciado a una eternidad adversa por una animal de granja.
El beisbol te lleva tan lejos como lo permita tu imaginación. Los papá también.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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