jueves, 6 de octubre de 2016

Las historias íntimas del Monstruo Verde de Fenway.

Stan Grossfeld. The Boston Globe. 26-09-2016. Las bases están llenas y David Ortíz escupe sus manos, aplaude dos veces, y entra en la caja de bateo ante los odiados Yanquis. El jardinero izquierdo de Nueva York, Brett Gardner retrocede hacia la zona de seguridad. A menos de 10 pies detrás de él, Christian Elias el operador de la pizarra del Monstruo Verde, mira sobre el hombro de Gardner. Elias está en el lugar donde estaría parado el jardinero izquierdo en la mayoría de los estadios menos en Fenway Park. Por un cuarto de siglo, él ha tenido el mejor asiento de la casa. Ha operado la pizarra por más de 1800 juegos. Eso es más que lo que el gran Carl Yastrzemski jugó en Fenway. Suficientes juegos para no tener que mirar para saber lo que ocurre en el campo. “Conoces los sonidos del juego”, dice él. “Puedes hacerlo por los fanáticos”. Para probarlo, Elias cierra sus ojos y quita el volumen al televisor. Big Papi hace swing y golpea un elevado altísimo a la izquierda hacia la zona de seguridad. Jackie Bradley hace pisa y corre y anota. Elias oye el rugido inicial, luego un murmullo, seguido de una animación moderada. “Elevado de sacrificio”, dice él. “Entra una carrera”. Momentos despues, un número uno amarillo es soltado en la pizarra manual con un sonido pesado. Ese es un sonido que Elias podría extrañar. Recientemente se reunió con el presidente de los Medias Rojas, Sam Kennedy, y anunció que se retiraba al final de la temporada. “Eso es algo un poco emocional”, dice Elias de 44 años. “Eso ha sido una buena parte de mi vida. De verdad no recuerdo mi vida sin hacer eso”. En 1992, a los 19 años de edad, el soñaba con obtener un trabajo de verano a nivel del terreno de Fenway. “¿Cuál muchacho quien crezca alrededor de aquí no ha querido estar en esa grama legendaria?” dice Elias. Pero no había trabajo, excepto en la pizarra. Elias puso una cara algo desilusionada cuando le ofrecieron el trabajo. “Dije, está bien, lo haré, pero en el fondo de mi mente, me dije que lo haría solo por un verano”, recuerda él. “Resultó ser un cuarto de siglo de increíble diversión. Ha sido un trabajo de ensueño”. Ahora él le dice a los otros operadores que tan cómodo es su trabajo; tienen teléfonos celulares, televisión por cable, y laptops. “Yo sueno como uno de esos tipos viejos”, dice él con una risa. “En aquel entonces nosotros estábamos desconectados del mundo exterior. Una vez que esa puerta se cerraba a las 7:30, no salíamos otra vez hasta después del juego. No podíamos hablar con nuestras familias. “Así que, Mike Greenwell, por tres o cuatro horas era nuestro único contacto humano. Ese es un pensamiento que asusta”. Pero Elias se relacionó con los jardineros izquierdos de los Medias Rojas a través de los años. “Greenwell solo hablaba de beisbol”, dice él. “Manny Ramírez nunca hablaba de beisbol. Troy O’Leary nunca llegaba tan atrás”. O’Leary tenía una buena razón. “Una vez yo estaba trabajando ahí atrás y tuve alguna compañía en forma de amigos peludos corriendo alrededor”, dijo Elias. “Al estar yo solo ahí y esa no es una zona muy iluminada, estaba empezando a asustarme”. “Había muchos de ellos, así que tomé un palo de escoba y empecé a golpear la pared de metal para espantarlas. Finalmente luego de cinco o seis innings, Troy O’Leary vino y se asomó a través de una de las ranuras y dijo, ‘Epa hombre, ¿está todo bien?’ Le dije, ‘Roedores. Tengo algunos amigos peludos aquí’”. “Él no regresó a preguntar más. No quería tener nada que ver con eso”. El operador de la pizarra tiene una vista única de la acción. Ahora el espacio dentro de la pizarra está limpio, y los roedores han sido evacuados, reemplazados por giras ofrecidas durante el juego a los aficionados que compran entradas sobre el Monstruo Verde. Todavía no hay baño y solo hay cuatro bombillos de 60 vatios, junto a cientos de números y firmas. La pregunta que Elias ha oído más es acerca de lo que hacía Ramírez en la pared durante un juego de 2005 cuando los Medias Rojas casi fueron penalizados por tener solo ocho hombres en el campo. “Dice la leyenda que Manny vino y fue al baño”, dice él. “Él vino, pero no fue al baño. Aquí no hay baño; desde que empecé aquí no ha habido uno”. Ramírez venía muchas veces, dice Elias. “Hablábamos de todo menos de beisbol”, dice él. “Aún si él bateaba un jonrón en el inning anterior. Me preguntaba por mis hijos, hablábamos de la familia, a él le gustaban los carros, y fue muy cordial con nosotros. Nos reíamos mucho. A veces le dábamos algo de fruta. Él tenía una pequeña merienda” Entonces ¿Por qué casi perdió un pitcheo? “Manny entraba en la pared cuando (Terry) Francona salía”,dice Elias. “En ese entonces, 99.9 por ciento del tiempo, cuando el manager salía, eso indicaba que habría cambio de pitcher”. Ramírez se conectaba brevemente en línea y revisaba un portal de internet, eso era “definitivamente Manny en su elemento”, de acuerdo a Elias. Cuando se le pide más detalles, muestra una sonrisa fugaz y dice, “Lo que ocurre en la pared se queda en la pared”. “Entonces él estaba hablando con nosotros y oímos a la multitud agitarse”. Elias pensó que algun aficionado había saltado al terreno, pero en realidad el juego estaba apunto de reanudarse. “Francona no hizo el cambio de pitcher”, dice él. “Dejó al pitcher. Miramos hacia afuera y a la vez dijimos, ‘Ay, carajo’. Manny saltó y corrió hacia afuera mientras el pitcher estaba a punto de empezar su movimiento. La multitud emitió un grito de ánimo y eso se convirtió en un gran momento”. Parte de una tradición En sus días de juventud, Elias hacía varias trabajos y realizaba su tarea universitaria para la casa dentro de la pared. Se fajaba con ambos compromisos. “Me exigía mucho en aquellos largos juegos de las tardes dominicales”, dice él. “recogíamos tantas latas ahí que podíamos haber pagado la extensión del contrato de Mo Vaughn. Nunca hice ese trabajo por dinero, siempre fue por amor al beisbol”. Al principio, él fue un hombre de hierro junto al operador adjunto Rich Maloney. Estuvieron 12 temporadas juntos sin perder un juego. “Fuimos los Cal Ripken de los operadores de la pizarra”, dice Elias. Maloney ahora es un ejecutivo en Federal Express y tiene seis hijos. Él y Elias siguen siendo buenos amigos. “Él es insano”, dice Maloney. “Ama el beisbol absolutamente. Es joven de corazón, lo cual es una manera agradable de decir que es inmaduro. Nunca se dejó impresionar por las estrellas, trataba a todos de acuerdo a su expresión facial. Tiene un gran corazón y es el primero que se rie de si. Para cualquier pelotero quien quería visitarlo, Christian Elias tenía la puerta abierta. Elias piensa que la tradición de peloteros que van a visitar la pizarra ha pasado de generación en generación. El cerrador de los Yanquis, Mariano Rivera era un asíduo visitante, siempre preguntaba por los hijos de Elias. Las estrellas insurgentes como Bryce Harper de Washington considera muy importante presentarse fomalmente. “Lo agradable de eso es que es natural”, dice Elias. “No tiene nada que ver con patrocinantes o que sea una obligación de los peloteros. Ellos entienden la tradición de la pared y quieren saber de ella”. Elias señala las firmas de los peloteros y celebridades dentro de la pared. “La tenemos todas, desde Usain Bolt hasta Rene Russo hasta Neil Diamond”, dice él. “Tenemos a los dos líderes de juegos salvados de todos los tiempos, Mariano Rivera y Trevor Hoffman. Pedro Martinez, Nomar Garciaparra, Jimmy Piersall, Felix Hernandez, Barry Larkin, Tony Gwynn, Wade Boggs, Carlton Fisk, Johnny Damon, Roy Halladay. Manny Ramirez. “ Rheal Cormier escribió algo en francés”. Andy Pettite alcanzó la inmortalidad. “Esculpió su nombre en el concreto”, dice Elias. “No se va a ir a ninguna parte”. Pero la nueva generación de jardineros izquierdos de los Medias Rojas no la ha visitado aún, y Elías no sabe porqué. “Tengo que establecerme primero, me parece”, dijo el novato de los Medias Rojas Andrew Benintendi. Errores y bromas. Tal como en el terreno de juego, ocurren errores dentro de la pared, a veces con los marcadores de los juegos en otros estadios. “Había un juego en Minnesota, y lo teníamos marcado como retrasado por la lluvia”, dice Elias. “Entonces se jugaba en el Metrodomo, así que 30.000 personas aquí pensaron que el Metrodomo tenía huecos en el techo. Ese fue un error del operador de la pizarra”. Pero algunas veces no es su falta. Los jugadores de los Marineros cambiaron las tablillas de los equipos de manera que los marcadores eran correctos pero los equipos estaban equivocados. El teléfono sonó y desde la sala de control empezaron a gritarlos. “En lugar de tener a Detroit enfrentando a Kansas City, aparecía Detroit vs Minnesota”, dice Elias. “Todo estaba desordenado”. Despues del tercer inning, Elias salió afuera. Vio al futuro inquilino del Salón de la fama, Ken Griffey Jr. riéndose de él. “Entonces supe lo que había ocurrido”, dice él. Elias, quien también trabaja como director de ventas en Live Nation, ha disminuido su trabajo en Fenway a 30 juegos por temporada. Oh, y hay una cosa más. Él es un gran fanático de los Yanquis. “He sido fanático de los Yanquis desde niño”, dice él. “Hay fotos mías de un año de edad usando una gorra de los Yanquis”. Su padre es fanático de los Yanquis, y ambos iban a un bar de Davis Square en Somerville que tenía WPIX (Canal 11 de Nueva York) en el cable. “Yo tenía 7 años de edad, y los dos nos tomábamos seis Coca-Cola y veíamos el juego”, dice Elias. Así que cuando Dave Roberts se robó la segunda base en la serie de campeonato de la Liga Americana de 2004 ¿Estaba él ligando que Derek Jeter lo tocara con el guante para ponerlo fuera? “Si”, dice Elias. “Muchos peloteros lo sabían. Muchos no lo tomaban en cuenta. Todos lo veían como una broma. Así es el beisbol, todo en sana broma. Sin tomarlo muy en serio”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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