martes, 25 de agosto de 2015

Cincuenta años después que Juan Marichal de los Gigantes golpeó a John Roseboro de los Dodgers con un bate, todo está disculpado.

Bill Plaschke. Los Angeles Times. 22-08-2015. Hace cincuenta años este fin de semana, Juan Marichal de los Gigantes de San Francisco descargó un batazo sobre la cabeza de John Roseboro de los Dodgers de Los Angeles en un tormentoso momento de la historia de los deportes. Fue una pelea que definió para siempre la más enconada de las rivalidades, con una horripilancia que ofreció un miedo nuevo a la violencia deportiva. Cincuenta años después, la memoria más duradera de la pelea más famosa del beisbol es que esta no define a los hombres que la protagonizaron. Este lunes 24 de agosta es el decimotercer aniversario de un momento mucho más poderoso, uno ocurrido en el funeral de Roseboro, cuando, en un salón lleno de viejos Dodgers, un viejo Gigante de pronto caminó hacia el estrado. Era Marichal, quién quería decir adiós, y agradecer. “Que Johnny me haya disculpado fue una de las mejores cosas que me pasaron en la vida”, le dijo Marichal a la sorprendida concurrencia. “Deseo poder haber tenido a John Roseboro como mi cátcher”. Ustedes seguramente habrán visto la foto, la imagen de Neil Leifer de Marichal agitando su bate sobre su cabeza mientras Roseboro cae al suelo. Esa fue una portada de Sports Illustrated que pareció haber sido reimpresa por 50 años. Fue una foto que ilustró el programa del funeral de Roseboro. Morgan Fouch, una de las hijas de Roseboro, dijo que esa no es la foto más icónica de su casa. “Las fotos que tengo son unas de mi padre y Juan Marichal parados juntos sonriendo”, dijo ella. La pelea fue incluida en la primera línea del obituario de Roseboro cuando el falleció en agosto de 2002, por encima de sus cuatro Juegos de Estrellas, tres campeonatos de Serie Mundial con los Dodgers, y su papel en dos no-hitters de Sandy Koufax. Cuando su hijo Jaime habla de la dureza de su padre, eso no tiene que ver con la pelea real, sino con lo que ocurrió después. “Cuando pienso en agallas, pienso en lo que hizo mi padre al hacerse amigo de Marichal”, dijo él. “Si hubiera sido yo, no se si lo hubiera disculpado. ¿Alguien básicamente viene a tu casa y te lanzaba un bate a la cabeza? Mi padre era un hombre más grande que yo”. John Roseboro media alrededor de 1,70 metros, pesaba menos de 100 kg, pero era absolutamente grueso, la roca inamovible quién ayudó a formar la fundación de los Dodgers a través de sus tempranos años gloriosos en Los Angeles. Hablaba con tan poca frecuencia, que lo llamaban en broma “Gabby”. Pero su presencia era tan fuerte que Koufax lo consideraba quizás el cátcher más grande de los Dodgers de todos los tiempos. “Para mí, John Roseboro fue el cátcher”, me dijo Koufax una vez. “Con él ahí, sentía que nunca estaba solo”. No era sorpresa, entonces, que Roseboro estuviera en medio de la estufa ardiente que fue la serie final de fin de semana entre los Dodgers y los Gigantes el 22 de agosto de 1965, en Candlestick Park. Los equipos estaban en el calor de una carrera por el banderín, y ya había ocurrido un incidente entre Matty Alou de los Gigantes y Roseboro temprano en la serie que terminó con Marichal gritándole a Roseboro desde los escalones del dugout. “Si no cierra su bocota, recibirá un bolazo detrás de su oreja”, Roseboro le gritó de vuelta a Marichal, de acuerdo al libro de John Rosengren, “The Fight of Their Lives: How Juan Marichal and John Roseboro Turned Baseball’s Ugliest Brawl into a Story of Forgiveness and Redemption”. La tarde dominical, luego que Marichal y Koufax habían intercambiado pitcheos a la espalda ante Maury Wills y Willie Mays respectivamente, Marichal fue más allá al recostarle la pelota a Ron Fairly, en ese punto Roseboro le dijo a Koufax que él se encargaría de eso. Cuando Marichal fue a batear, Roseboro lanzó la pelota a Koufax por detrás de la cabeza de Marichal, casi rozándole la oreja. Marichal le reclamó al cátcher, entonces Roseboro maldijo al pitcher y caminó hacia él, en ese momento Marichal levantó el bate sobre su cabeza y golpeó la cabeza descubierta de Roseboro, la madera aterrizó sobre su ojo izquierdo, le causó una cortadura de dos pulgadas y un hematoma. “Tenía el infierno encima, sangre por todas partes”, me dijo Roseboro en 1990. El zafarrancho duró 14 minutos, la visión de Marichal golpeando a Roseboro con el bate vivirá por siempre. Cada vez que cualquier jugador de ligas menores de los Dodgers o Gigantes pregunta porque sus equipos no se gustan mutuamente, los jugadores antíguos traen ese momento. Marichal fue suspendido por ocho días, restringido de unirse a los Gigantes en Dodgers Stadium para dos juegos de fin de temporada, y multado con 1.750 $. Roseboro, quien necesitó 14 puntos de sutura y sufrió dolores de cabeza el resto de la temporada, demandó a Marichal, ante un tribunal por 7.500 $, y eso fue el fin de eso. O así pensaron todos. “La percepción muestra a Marichal como el villano y a Roseboro como la víctima, y Roseboro estuvo de acuerdo con eso, pero entonces se sintió culpable por eso”, dijo Rosengren en una entrevista. Diez años después de la pelea, los dos hombres estrecharon manos por primera vez desde entonces, cuando se encontraron en un juego de jugadores antíguos de los Dodgers. Para ese momento, Marichal se había unido a los Dodgers brevemente, como agente libre al final de su carrera. Su encuentro fue cordial, ellos participaron en una entrevista televisiva durante la cual Marichal se excusó por el incidente y Roseboro respondió con, “No se puede vivir con resentimiento”. Pero aún persistía cierta tensión cuando, 17 años después de la pelea, Marichal telefoneó a Roseboro para pedirle un favor. De acuerdo a Barbara, la esposa de Roseboro quién falleciera en 2012, así fue como se desarrolló la conversación. “John, todavía estás molesto” “No”. “John, necesito tu ayuda”. Marichal empezaba un tercer intento seguido por ingresar al Salón de la Fama luego de no recibir los votos suficientes en sus dos primeras oportunidades de elegibilidad. Estaba seguro de que su pelea con Roseboro era la razón de su exclusión. Marichal necesitaba la ayuda de un hombre a quién una vez pudo haber matado, para que lo ayudara a ser inmortal. Había ido al lugar correcto. “Mi padre era la persona a quién más fácil se le daba disculpar que conocí, y esta situación fue de verdad como cualquier otra”, dijo Fouch. “Si yo alguna vez hacía algo equivocado, le decía, ‘Papi, lo siento mucho’, y el respondía, ‘Está bien, vamos a comer helado’”. En pocas semanas, Roseboro había volado con su familia hasta República Dominicana para aparecer en el torneo de golf de Marichal y anunciar al mundo que todo estaba disculpado. En pocos meses, el teléfono de Marichal sonaba de nuevo, era Marichal otra vez. Había sido elegido al Salón de la Fama. Pronto ambos hombres lloraban. Muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias”, dijo Marichal. Roseboro sintió esa gratitud el resto de su vida. Cuando el cátcher estaba en su lecho de enfermo por complicaciones cardíacas a los 69 años en el verano de 2002, Marichal me telefoneó desde República Dominicana con voz desesperada. “Por favor, dile a John que resista”, dijo Marichal. “Por favor dile que estoy rezando por él”. La voz de Marichal se quebró cuando agregó, “Maravilloso, es un hombre maravilloso. Desde hace mucho tiempo lo disculpé y de verdad espero que él me haya disculpado”. Cuando Roseboro falleció el 16 de agosto de 2002, Marichal siguió rindiéndole honores al volar a Los Angeles para servir como orador honorario y pronunciar una de las eulogías en su funeral. En ese momento, el poder de la disculpa fue más fuerte que el de un bate de beisbol agitado con rabia. Uno de los capítulos más horribles de esta a veces sin sentido rivalidad Dodgers-Gigantes finalmente había terminado, y por una vez, había triunfado el espíritu humano. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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