martes, 13 de octubre de 2015
El pitcher que el tiempo olvidó.
Michael Beschloss. The New York Times. 09-10-2015.
En este mes en 1947 fue la primera vez que los afroamericanos jugaron en la Serie Mundial. Los dos hombres pertenecían a los Dodgers de Brooklyn. Probablemente usted conozca uno de sus nombres pero no el otro.
Jackie Robinson avanzaría para ganar su lugar como alguien quien tuvo el coraje de romper la barrera, pero su compañero de equipo, Dan Bankhead, el primer pitcher negro de las Grandes Ligas en el beisbol moderno, casi ha sido olvidado.
Bankhead nació en 1920 el pequeño Empire, Ala., su padre era una minero de carbón quien había jugado beisbol en la Cotton Belt League. El escritor de beisbol Rory Costello ha especulado que los Bankhead podrían tener vínculos sanguíneos con el una vez Speaker of the House (Parlante de la Casa), William B. Bankhead (1936-1940), cuya familia alguna vez había poseído esclavos en una región cercana del norte de Alabama.
Dan y sus cuatro hermanos jugaron en la Ligas Negras; él empezó a los 19 años, jugando para American Giants de Chicago antes de mudarse a los Black Barons de Birmingham (Ala.). Al cambiar su posición de tercera base y shortstop por la de pitcher, el espigado Bankhead se convirtió en estrella de las Liga Negra Americana antes de la segunda guerra mundial, cuando se unió a la marina de Estados Unidos, para servir en tropas negras segregadas en Camp Lejeune, N.C.
Luego de la guerra, en 1946, el ex-sargento Bankhead se unió a los Red Sox de Memphis y destacó en dos juegos de estrellas de las Ligas Negras, una actuación que repitió en otro juego de ese estilo en julio de 1947, en el Comiskey Park de Chicago. Bankhead fue promovido como “el Bob Feller de color” o “el próximo Satchel Paige”.
Como han escrito Larry Moffi y Jonathan Kronstadt en “Crossing the Line: Black Major Leaguers, 1947-1959” (Bison, 2006), dos scouts de los Dodgers vieron a Bankhead destacar en Comiskey. El mes siguiente, su jefe, el presidente de los Dodgers, Branch Rickey, voló a Memphis para observar a Bankhead en acción y compró su contrato a los Medias Rojas, (para los cuales había sido el pelotero mejor pagado) por 15.000 $.
Una vez que Banhead llegó a los Dodgers, cuando el equipo viajaba, él compartía habitación con Robinson en hoteles segregados. Con mucho en común y en juego, gritos racistas y amenazas de muerte, los dos pioneros rápidamente congeniaron. Bankhead bromeó una vez durante una discusión jovial, “¡No solo estás equivocado, Robinson, sino que estás totalmente equivocado!”
Los Dodgers en ese momento estaban en una lucha cerrada por el banderín de la Liga Nacional, y Rickey necesitaba pitchers encarecidamente. Un biógrafo de Rickey, Lee Lowenfish, insiste en que fue esto, y no el deseo de adquirir otro jugador afroamericano, el motivo principal para buscar a Bankhead. Ni Rickey creía que tenía el tiempo que le había permitido suavizar la instalación de Robinson en los Dodgers a comienzos de ese año al colocarlo primero en el equipo de ligas menores Royals de Montreal.
Como resultado, el debut de Bankhead en Grandes Ligas fue abrupto, solo unos pocos días después de su último juego en Memphis. “Bankhead tine un gran futuro como pitcher en las Grandes Ligas”, le dijo Rickey a The New York Times. “No sé que tan pronto”. Él explicó que Bankhead “puede estar un poco nervioso, me temo que lo estará”.
Rickey le dijo a otro reportero: “Sé que este muchacho tiene el fondo físico para ayudar a este equipo. La única pregunta es si será capaz de resistir la tremenda presión bajo la cual trabajará. Su problema es más grande que el de Robinson, todos los ojos están sobre el pitcher”.
En su primera aparición con los Dodgers, el 26 de agosto de 1947, contra los Piratas en el Ebbets Field de Brooklyn, Bankhead bateó un jonrón, pero el pitcheo por el cual Rickey lo había contratado no fue estelar. “En una palabra, estuvo horrendo”, escribió Joseph M. Sheehan en el Times el día siguiente, agregó que el nuevo Dodger estaba “obviamente nervioso”.
“Estaba muy asustado”, recordó Bankhead después. “Cuando me paré en el montículo, estaba sudando mucho y me sentía tenso como un tambor”. Su primer envío, una recta, golpeó duro en el codo al bateador de los Piratas, Wally Westlake.
Aunque los Dodgers llegaron a la Serie de 1947, Bankhead nunca encontró de verdad su ritmo. En aquella Serie de siete juegos, la cual ganaron los Yanquis, él salió como corredor emergente pero no lanzó. Luego que todo terminó, un periodista deportivo de Associated Press llamó a Bankhead un “chispazo fugaz” y recordó como algunos lo llamaron un “regalo para el beisbol”.
La primavera siguiente, Rickey envió a Bankhead a las menores, donde estuvo por dos años antes de regresar en 1950 para una despedida de temporada y media con los Dodgers. Al abandonar las Grandes Ligas, y sufrir de una vieja lesión en el brazo, él cruzó la frontera para jugar 15 años en la liga mexicana.
Casi quebrado, su vida privada se complicó con mujeres diversas, él estaba tratando de “enfrentar dificultades domésticas” y “tratar de volver sobre sus pasos”, como recordó un amigo, él se estableció en Houston, tratando de sostenerse él y su esposa entregando víveres, mientras a menudo fumaba un cigarrillo. En 1976, el día anterior a su cumpleaños 56, Bankhead falleció en el hospital Veterans Administration de cáncer de pulmón.
Algunos de esos pocos quienes han escrito acerca de Bankhead han discutido que él carecía del tipo de destrezas técnicas que podrían haberle permitido tener el tipo de carrera que disfrutó Robinson. Pero una mejor explicación podría ser el temperamento. Rickey había insistido que él encontró en Robinson al primer afroamericano del beisbol de Grandes Ligas que tenía tanto resiliencia como habilidad sobre el diamante.
Pero cuando Rickey reclutó a Bankhead, el temperamento no estaba en su mente. Como Rick Swaine sugiere en “The Black Stars Who Made Basebal,l Whole” (McFarland, 2005), “el problema principal” de Bankhead era que cuando era llamado a asumir el complicado y peligroso trabajo de cobertura nacional, “él simplemente carecía de la profundidad psicológica para sobreponerse a los numerosos obstáculos que encontraba”.
La vieja estrella de las Ligas Negras, Buck O’Neal, quien había jugado con Bankhead, hizo la observación más crujiente de todas. Como Joe Posnanski registra en “The Soul of Baseball” (HarperCollins, 2007), O’Neal dijo una vez: “Esto es lo que siempre oi. Dan tenía mucho miedo de que fuese a golpear a un tipo blanco con un lanzamiento. Él pensaba que podría haber algún tipo de disturbio si él hacía eso”.
O’Neal siguió: “Dan siempre fue de Alabama, ¿sabes lo que digo? Él oyó a toda esa gente poniéndole apodos, amenazándolo, y él estaba asustado. Él había visto hombres negros ser linchados”.
Michael Beschloss, un historiador presidencial, es el autor de nueve libros y colaborador en NBC News y “PBS NewsHour”
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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