viernes, 13 de noviembre de 2015
El muchacho vuela lejos
The Hard Ball Times. Mark Pelesh. 15 de octubre de 2015.
Baseball
La pelota una vez impactada
El muchacho vuela lejos
Al próximo destino de puesto
Y entonces al hogar con alegría.
Es una tarde de viernes en octubre. Un sol de verano indio está comenzando a delinear una sombra grande sobre un diamante de beisbol. El séptimo y decisivo juego de la Serie Mundial se está jugando. El juego está igualado 3-3, con un out en el cierre del décimosegundo inning. El juego ha tenido muchas alternativas, tensando los nervios de más de 31.000 aficionados en un estadio repleto, incluyendo al Presidente de los Estados Unidos. Un hombre joven, 28 años de edad, se para en segunda base. Su nombre es Herold “Muddy” Ruel.
Muddy Ruel.
Ruel creció y aprendió a jugar beisbol en los terrenos baldíos de San Luis. Su padre era un official de policía, su madre murió cuando Ruel tenía solo nueve años. Adquirió el apodo “Muddy” en su juventud. Jugaba como cátcher en sus equipos de la escuela secundaria y el de semiprofesional, el Wabadas, él llamó la atención de uno de los scouts de Branch Rickey, y firmó a la edad de 19 años con los Carmelitas de San Luis. Era pequeño para ser cátcher. Pero Ruel era duro y tenía el fuego de la fiereza competitiva. Debutó en las Grandes Ligas con los carmelitas en mayo de 1915. Fue reclutado por la armada en 1918 y se unió a los Yanquis de Nueva York luego de su servicio militar. Después de la temporada de 1920, Ruel fue cambiado a los Medias Rojas de Boston. En 1923, fue cambiado a los Nacionales de Washington (solo ocasionalmente llamados entonces por un apodo, los Senadores).
En Washington, él se convirtió en el cátcher de Walter Johnson, quién se acercaba al final de su gran carrera. Ruel ayudó al Gran Tren a pasar de una temporada perdedora en 1922 a registros ganadores de 17-12 y 23-7 en 1923 y 1924. Los Nacionales ganaron su primer banderín de la Liga Americana en 1924, y jugaron ante los Gigantes de Nueva York en la Serie Mundial. Los Gigantes, dirigidos por el implacable John McGraw, era uno de los equipos preeminentes del beisbol, al haber jugado tres Series Mundiales seguidas y ganar dos. La Serie de 1924, vio como los equipos dividieron los dos primeros juegos en el Griffith Stadium de Washington. Los Gigantes ganaron dos de los próximos tres encuentros en el Polo Grounds de Nueva York, y los Nacionales ganaron el sexto desafío de vuelta a Washington. Johnson había iniciado dos de los juegos y los había perdido.
Ruel no había hecho mucho en la Serie. No tenía imparables hasta el séptimo juego. Luego de recibir un telegrama de ánimo y consejo del scout quien lo había firmado, cateó un imparable en el octavo inning cuando los Nacionales empataron el juego. Entonces Johnson fue traído a relevar en el noveno. Mientras los aficionados de los Nacionales y, de hecho, la mayoría de los comentaristas de beisbol de la época temían que el volviera a fallar, Johnson escapó de amenaza tras amenaza de los Gigantes. En el cierre del décimosegundo inning, con un out, Ruel bateó un doble hacia la raya del jardín izquierdo luego que el cátcher de los Gigantes, Hank Gowdy, se tropezó con su máscara de cátcher y se le cayó lo que debió haber sido un fácil out ante el elevado de foul de Ruel. De seguidas Walter Johnson se embasó por error del shortstop Travis Jackson ante un roletazo.
Otro hombre joven, 26 años de edad, se para en la caja de bateo. Su nombre es Earl McNeely.
Earl McNeely.
McNeely nació y creció en Sacramento. Su padre era zapatero, y McNeely era uno de seis hijos. Él sirvió 16 meses en Francia durante la primera guerra mundial, y al regresar a Sacramento empezó a jugar beisbol profesional a los 22 años de edad con los Senadores de Sacramento en la Pacific Coast League. Un atleta natural quien había jugado varios deportes, estaba bateando .333 cuando fue vendido a los Nacionales.
McNeely jugó su primer juego con los Nacionales el 9 de agosto de 1924, menos de dos meses antes que empezara la Serie Mundial. El novato era un jardinero central, bateó 59 imparables en 43 juegos, y tuvo un promedio de bateo de .330. Él era pequeño como Ruel. Él contribuyó de manera significativa en el remate de los Nacionales cuando finalmente se despegaron de los Yanquis.
Tambien como Ruel, él había tenido dificultades en el plato en la Serie Mundial. Tuvo solo 5 imparables en 26 turnos al bate y ninguno en el séptimo juego cuando entró a la caja de bateo aquella tarde de octubre en el décimosegundo inning . Su hija, Carol Cowden, recordó que él había tenido miedo de que lo sacaran del juego debido a que no estaba bateando como lo había hecho en la carrera de los Nacionales por el banderín.
McNeely batea de foul el primer envío de Jack Bentley, el pitcher de los Gigantes. Bentley es uno de los mejores pitchers de los Gigantes, con record de 16-5 y efectividad de 3.78 en la temporada de 1924. En la Seri Mundial, él ha perdido un juego y ganado uno. El próximo envío de bentley para McNeely es una recta, y McNeely hace swing.
La bola es bateada con fuerza hacia el tercera base de los Gigantes, el joven de 18 años Freddie Lindstrom. La pelota lo elude. (¿Pego esta en un guijarro y dio un mal bote por sobre Lindstrom hacia el jardín izquierdo? Tal vez si, tal vez no). Con el batazos de McNeely, Muddy Ruel arranca a correr, la pelota es impactada, y el muchachos corre lejos. Pasa por tercera base, su próximo destino de puesto, y enfila hacia el plato. El jardinero izquierdo de los Gigantes, “Irish” Meusel, fildea la pelota pero no hace disparo. Ruel llega al plato con alegría. Los Nacionales de Washington ganan la Serie Mundial, la primera que el equipo ha ganado. Aún es la única Serie Mundial que un equipo de Washington ha ganado.
La copa de alegría.
Toda la primera página de The Washington Post del próximo día fue dedicada a la victoria de los Nacionales. Un gran encabezado proclamaba “Johnson es héroe en el triunfo del juego decisivo de la Serie Mundial, 4-3; la ciudad en carnaval, celebra la victoria”. Una historia de primera página empezaba: “El remolino de alegría que recorrió Washington ayer inmediatamente después que Earl McNeely había empujado la carrera que hizo a los Nacionales campeones mundiales continuó arrollando hasta bien después de medianoche… En espontaneidad y entusiasmo genuino la demostración de la tarde-noche de ayer excedió cualquier otra de su tipo en la historia de Washington. Fue un armisticio, el día y mardi gras se mezclaron en uno. Fue la expresión de alegría de una ciudad la cual no conocía límites. Fue maravilloso”.
Otra historia de The Post decía:
“Menos de diez segundos después del imparable de McNeely, que hizo anotar a ‘Muddy’ Ruel, el cátcher de los Nacionales, la carrera decisiva, 35000 hombres, mujeres y niños, delirantes de alegría se lanzaron al terreno que nunca había alojado una excitación tan intensa en los anales de la historia deportiva…Ante que McNeely pudiera llegar al dugout dos policías lo agarraron tratando de proteger al nuevo héroe. Los botones fueron arrancados de la camisa del jugador y la parte superior de su uniforme fue arrancada a jirones por los cazadores de recuerdos. Los hombres lo agarraban y lo besaban mientras las mujeres gritaban por tener la misma oportunidad, peleaban como gatos salvajes para acercarse a él. Los policías fueron forzados a sacar sus rolos para contener a el tumulto frente al dugout y así eventualmente McNeely pudiera pasar por la estrecha abertura que levaba al camerino”.
El Post editorializó:
La copa de la alegría derrama sus burbujas tóxicas sobre el Monumento, el Capitolio, la Casa Blanca, el Griffith Stadium, y toda la ciudad…¡Honor para Walter Johnson, campeón de campeones, creador de victorias! ¡Felicitaciones para McNeely, el joven que bateó la pelota crítica que hizo a los Nacionales campeones del mundo! Felicitaciones a todos ellos… La Serie Mundial de 1924 no tiene contraparte y pasaran muchos años para tener otra similar…El país es mejor por esta experiencia. Los estadounidenses son mejores estadounidenses debido a su sentido democrático, en el cual la victoria es pura y la derrota honorable”.
The Post no era el único periódico de Washington en esos días. The Washington Star, publicó este titular, “100.000 enloquecen cuando Ruel anota”, que indicaba que “El tiempo puede borrar las solemnes páginas de la historia, las edades fugaces pueden hundir las naciones en el polvo de los pasados olvidados. Pero nada borrará la memoria de esta hora maravillosa cuando Washington ganó el campeonato mundial de beisbol”. Los escritores famosos del momento estuvieron de acuerdo en que la noción de que algo único, histórico, y para no ser olvidado nunca, había ocurrido. Grantland Rice escribió, “Nunca hemos visto en el deporte algo que iguale ese momento”. Heywood Broun concluyó, “Nunca fui impresionado por la historia del domingo de resurrección hasta que vi el séptimo juego de la Serie Mundial”.
Los Nacionales, felices y excitados acerca de su victoria, parecen haber tenido un sentido de claridad del rol que la fortuna y hasta la ironía juegan en los torneos del hombre. Varios notaban que se habían quedado cortos antes de la temporada de 1924, por la presencia de mejores equipos como los Yanquis y los Atléticos de Filadelfia, pero ahora habían ejecutado los papeles clave para ser campeones. Mudy Ruel dijo esto:
“No me digas que los saltos del juego no te hacen saltar o te asaltan. Si Gowdy hubiese atrapado mi elevado de foul, muy fácil por cierto, en el décimosegundo, yo nunca hubiese tenido la oportunidad de batear el doble y luego anotar la carrera ganadora. Per él lo hizo, y yo lo hice, y por esos somos campeones”.
Earl McNeely dijo: “No cambiaría de lugar con el Presidente Coolidge hoy. Solo conseguí un imparable, pero lo que significó. Si, sé que fue sortario, pero ¿no son sortarios todos los imparables?”
Y de hecho, los Nacionales, quienes repitieron como ganadores del banderín de la Liga Americana en 1925, perderían ante los Piratas de Pittsburgh en la Serie Mundial. Esta vez, el séptimo juego decisivo fue contra ellos. Walter Johnson fue el pitcher perdedor, uanque él y Ruel creían que él había ponchado a Kiki Cuyler con un strike perfecto para terminar una amenza y preservar un empate en el octavo inning. En su lugar, el árbitró cantó bola, y entonces Cuyler descargó un doble para remolcar lo que sultó ser las carreras ganadoras. Washingto regresó a la Serie Mundial solo una vez más. En 1933, los nacionales de nuevo jugaron ante los Gigantes y perdieron en cinco juegos. Para entonces, sin embargo, Johnson se había retirado, y Ruel y McNeely se habían ido del equipo.
Los Muchachos Volaron Lejos.
Los mejores años de Muddy Ruel como pelotero ocurrieron a mediados de los años ’20. Luego de batear .316 en 1923, el año que se unió a los Nacionales, y .283 en 1924, cuando ganaron el banderín y la Serie Mundial, sus promedios de bateo fueron .310 en 1925, .299 en 1926, y .308 en 1927. Las principales figuras del beisbol, Babe Ruth, Connie Mack y Miller Huggins, reconocieron el valor de Ruel. Más adelante en los años ’20, el promedio de bateo de Ruel empezó a caer. Los Nacionales lo cambiaron a los Medias Rojas en 1931. Ahí y subsecuentemente en Detroit, San Luis y Chicago, él vio menos tiempo de juego. Su juego final fue en agosto de 1934 cuando tuvo un ataque cardíaco a la edad de 38 años. Terminó su carrera con porcentaje de embasado de .365 y más de 1200 imparables, y retiró al 45 porciento de los corredores rivales. Como su hijo, Dennis Ruel, refirió, Muddy Ruel vio el ataque cardíaco como “strike uno”.
Ruel se convirtió en hombre por partes. Fue admitido como “estudiante especial” en la escuela de leyes de Washington University, y estudiaba ahí en el receso entre temporadas. Se graduó en 1922, y fue admitido en la barra de Missouri en 1923 y en la barra de la Corte Suprema de Estados Unidos en 1927. Excepto por unos meses al final de su carrera como jugador activo cuando trabajó en un banco de San Luis, él no practicó su profesión. Aún así, permanece como el único pelotero de Grandes Ligas en haber sido admitido en la barra de la Corte Grande.
La inteligencia y sofistificación de Ruel fueron ampliamente reconocidas. A su regreso a Washington luego de su cambio a Boston, los aficionados le rindieron un homenaje. El programa del evento tenía en la portada una foto de él, no en uniforme, sino de saco y corbata con una apariencia estudiosa en su cara, y el título, “Estratega del Beisbol, Abogado, Caballero”. En Boston, el alcalde lo hizo ciudadano honorario y le obsequió un volumen de la poesía de Longfellow porque, como notó Dennis Ruel, Muddy Ruel tenía el hábito inusual de leer libros.
Ruel amaba el beisbol e hizo de este su propósito de vida. Como Dennis Ruel declarara, “el beisbol tenía más sentido para él que cualquier cosa en la vida”, y lo concebía como “la mejor mezcla de destreza y determinación,, talento humano y error humano que hayamos sido capaces de imaginar”. Despues del breve interludio en el banco, se convirtió en coach de pitcheo de los Medias Blancas de Chicago en 1935. Él continuó sorprendiendo, revelando otra dimensión cuando fue forzado a entrenar bajo techo, al sonar valses y música clásica durante una sesión de ejercicios. En 1946, él se convirtió en asistente especial del nuevo comisionado del beisbol, Happy Chandler.
Pero él no podía permanecer fuera del terreno de juego, y fue empleado como manager de los Carmelitas de San Luis en 1947. Los Carmelitas, sin embargo, nunca fueron un equipo exitoso, estaban en sus años invisibles en San Luis ( y subsecuentemente se convirtieron en los Orioles de Baltimore. Luego de la llegada de Jackie Robinson a las Grandes Ligas, los Carmelitas contrataron a varios peloteros de las Ligas Negras. Eso dice mucho de Ruel que, cuando fue entrevistado por Sam Lacy, un prominente periodista deportivo afroamericano, acerca de los peloteros, Lacy estaba impresionado de que Ruel hablara de ellos como “solo dos hombres nuevos”. Ruel dio lo mejor de si en esa ocasión y realizó varios movimientos dirigenciales para mejorar la asistencia, pero hay algunas peleas que no se pueden ganar. Fue despedido como manager de los Carmelitas luego de la temporada de 1947. Ruel trabajó para otros dos equipos, los Indios de Cleveland y los Tigres de Detroit. En 1956, se llevó su familia a Italia para su educación y dejó el beisbol por las buenas.
Ruel se casó algo tarde, en 1938, cuando tenía 42 años. Tuvo cuatro hijos. En la maravillosa memoria acerca de su padre, Dennis Ruel lo llamó una “encantadora mezcla de propiedad y humor”. Él notaba que su padre siempre usaba corbatas, aún en la casa, y que aunque el beisbol eran central en su vida, ellos nunca tuvieron un cuarto de trofeos o fotografías de beisbol en las paredes de la casa.
Muddy Ruel sobrevivió a un segundo ataque cardíaco, pero como adolescente a finales de los años ’50, Dennis Ruel sentía que su padre sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Muddy Ruel falleció de un ataque cardíaco en 1963 en Palo Alto, Calif., strike tres, como notara Dennis Ruel. The New York Times publicó un obituario, llamando a Muddy Ruel “uno de los cátchers más trabajadores e inteligentes” y “de lenguaje pausado y culto”. Red Smith, el decano de los periodistas deportivos, lo eulogizó como “agradable, gracioso, inteligente, e infinitamente divertido”.
El otoño pasado, mientras los nuevos Nacionales de Washington llegaron a una serie de play off con los Gigantes, los descendientes del equipo que Muddy Ruel había ayudado a destacar hacía tanto tiempo, recordó Dennis Ruel recordó haber dicho a su padre, “Papá ¿no es sorprendente como el beisbol es tan parecido a la vida? hay tantas fallas”. En respuesta, Muddy Ruel “solo sonrió”.
Earl McNeely jugó siete años más en las ligas mayores después de la Serie Mundial de 1924. Sus números vitalicios fueron respetables, él fue regular desde 1925 hasta 1927, y bateó .303 en 1926, pero su mejor año fue su temporada de novato en 1924. McNeely regresó a Sacramento y se hizo manager del equipo que había sido su trampolín para llegar a las mayores. Luego de un año, se convirtió en presidente del equipo. En 1936, sin embargo, el dueño perdió el equipo durante la depresión. McNeely regresó a Washington y fue entrenador hasta 1938. Entonces abandonó el beisbol profesional.
En 1959, McNeely recreó su vida en una publicación de reminiscencias de los residentes de su comunidad, Orangevale, Calif. McNeely dijo que en los años ’20, “Estuve muy involucrado en el beisbol, de hecho, vivía de eso”. Pero el sólo da una visión muy escueta de su carrera beisbolera. Y fue dejado a cargo del editor notar el imparable ganador de McNeely en la Serie Mundial de 1924 (aunque este lo diminuyó, al declarar que McNeely bateó la pelota que el campocorto flumbeó para dejar entrar la carrera ganadora).
La mayoría de los recuerdos de McNeely se refieren a su vida después del beisbol y especialmente a sus actividades cívicas. Durante la mayor parte de su vida, Orangevale fue una comunidad rural con cultivos de frutas que controlaba la base de su economía McNeely hizo una sociedad con sus cuñados para secar y embalar frutas. Tambien estaba involucrado en el manejo de ganado. Luego de describir estos negocios, McBeely dijo que “el progreso educativo en Orangevale ha sido de mucho interés para mi a través de los años”. Él trabajó en la dirección de la escuela primaria, y dijo que “Yo firmaba los cheques, empleaba los maestros, buscaba los sustitutos cuando era necesario, trabajé en el asunto de conseguir buses escolares”. Él estaba muy orgulloso del crecimiento de las escuelas. Él también fue clave en la fundación de el American River Junior College, y fue el presidente de su directiva. Él se extendió en como fue creada la universidad y como había crecido, “Es una gran satisfacción para mí, ver nuestra hermosa universidad en el presente, aunque esta lejos de ser una obra completa”. McNeely tuvo una variedad de otras actividades cívicas y usualmente ocupaba un papel de liderazgo.
McNeely se casó con una mujer de Sacramento-Orangevale en 1926. Pero como Ruel, él se convirtió en padre tarde, en 1939, cuando nació su hija Carol. Ella recordaba que aunque el seguía siendo aficionado al beisbol y entrenaba a jóvenes peloteros, su carrera y su papel en ganar una Serie Mundial no parecía figurar con prominencia en su vida. Él permanecía en contacto con miembros de los Nacionales (aunque interesantemente, no con Muddy Ruel, aunque ellos últimamente vivían cerca uno del otro”. Él estaba principalmente feliz de que había sido capaz de ganar el juego y la Serie para Walter Johnson. Ella recordó que todos lo estimaban porque él tenía los pies sobre la tierra y tenía sentido común. Ella también dijo que él nunca alardeó o vociferó, “Él disfrutaba a las personas, y las personas disfrutaban con él”. Earl McNeely falleció en 1971 en Sacramento de cáncer de pulmón.
Los sueños de juventud.
La historia informa más de beisbol entre nuestros deportes principales. Sin embargo, solo los aficionados más dedicados del beisbol probablemente conocen la historia del triunfo de los Nacionales en la Serie Mundial de 1924. Y solo una fracción deseos aficionados saben de Muddy Ruel y Earl McNeely. Para ellos, Ruel y McNeely son principalmente nombres asociados a estadísticas en Baseball-Reference.com. La aparición del documental del séptimo juego de la Serie de 1924 en el otoño de 2014 ilustra el punto. Fue recibido como un tipo de revelación arqueológica, fascinante, pero no algo que reviviera memorias en la conciencia de los aficionados actuales del beisbol. Para Washington, no hay recuerdos de los días gloriosos de un octubre pasado cuando la ciudad estaba “de carnaval” y tenía “un derrame de alegría…que no conocía límites”, y cuando los comentaristas locales y nacionales se explayaron en las declaraciones más portentosas y floridas sobre el significado dl evento. Contrario a lo que The Washington Post había reportado, “la memoria de esa hora maravillosa cuando Washington ganó el campeonato mundial de beisbol” se ha desvanecido y marchado.
En The Glory of Their Times, Lawrence Ritter, al notar que muchos de los peloteros de los primeros días del beisbol de Grandes Ligas estaban muriendo, se propuso encontrar a quienes aun vivían y grabar los recuerdos de su época y días de jugadores activos. La inspiración para el título vino del Libro de Eclesiastés, 44:7- “Todos estos fueron honrados en su generación, y fueron la gloria de sus tiempos”. Es un libro maravilloso lleno no solo de recuerdos de hace mucho tiempo y juegos olvidados, triunfos y fracasos, sino también de sabiduría, introspectivas e inteligencia articulada.
Uno de los hombres que Ritter encontró, Bill Wambsganss, recordó un poema de autor desconocido que él había visto en un periódico durante su carrera de pelotero. Lo había recortado del periódico y lo guardó hasta que finalmente se desintegró. A su avanzada edad, Wambsganss fue capaz de recitarlo de memoria. Estas eran las estrofas concluyentes:
Así se desvanece el laurel
En los pantanos de nieve
De los años volátiles
Y los sueños de juventud
Para encontrar la amarga realidad
De dolor y lágrimas.
Entre la multitud animada
Dejen pasar a los victoriosos
Para encontrar el impulso del destino
Mientras la fama del mañana
Escribe otro nombre en el polvo oscilante”.
Los victoriosos de 1924 de hecho escribieron su nombre en polvo oscilante, como lo harán los victoriosos de este y futuros años, a pesar de que nuestra época es propensa a la hipérbole sobre la naturaleza histórica de los eventos transitorios.
Muddy Ruel y Earl McNeely también tienen algo que contarnos acerca de la multitud animada y el impulso del destino. Ellos lograron hacer lo que cada muchacho que juega beisbol sueña, empujar y anotar la carrera ganadora en el séptimo juego de la Serie Mundial. Como siempre ocurre en el deporte, sus momentos pueden servir como metáfora para el sueño de cualquier joven de alcanzar algún pináculo de logros. Podría se la política, una profesión, arte de actuación, o cualquier actividad humana que capture la atención y ofrezca alguna forma de aclamación. La mayoría de nosotros falla en alcanzar ese sueño y nos tenemos que enfrentar el hecho de habernos quedado cortos. Algunos reaccionan con amargura y sienten que sus vidas han sido burladas. Otros buscan sustitutos como la riqueza y acumulan más artículos de consumismo. Y hay otros aceptan el impulso del destino y pueden de hecho tener la satisfacción de saber que traspasar la fama, cumplir con su deber, y asumir asuntos de más pertinencia fue lo mejor, las decisiones morales más maduras que las circunstancias de sus vidas les presentaron. El muchacho se aleja y el hombre toma su lugar.
Mientras Ruel y McNeely lograron alcanzar los sueños de juventud, una vez conseguidos esos sueños, ellos tuvieron que enfrentar las mismas decisiones que el resto de nosotros. Los atletas exitosos en especial, tienden a replicar sus triunfos. El una vez gran pitcher o bateador que no traté de mantenerse y quedarse por más tiempo es casi un cliché. Ellos pudieron dejar que sus vidas fueran definidas por ese momento del cierre del décimosegundo inning y buscar más. Ellos pudieron amargarse de que la multitud animada se hubiese dispersado y que la dinámica de la victoria no les ocurriera otra vez.
En vez de eso, sea mediante permanecer en el beisbol o retirarse y regresar a casa, Ruel y McNeely parecen haber aceptado que hay mucho más en la vida. De hecho, aún en su momento de triunfo, ambos parecen haber entendido que habían sido afortunados y que el destino simplemente había trabajado a su favor, sin falsa modestia. Como “estratega del beisbol, abogado, caballero” con el “hábito inusual de leer libros”, pianista de alguna habilidad, y alguien con una sonriente apreciación de cuan a menudo cometemos errores, Ruel tenía cualidades admirables más importantes que cruzar el plato con la carrera ganadora. Y como hombre muy orgulloso de construir escuelas y una universidad en su comunidad, McNeely lo hizo también. El contraste es notorio con los peloteros del deporte dominante de hoy quienes golpean mujeres en los ascensores, hablan basura de sus rivales, alardean en el terreno con actuaciones rutinarias, y se convierten en monumentos de cultura física con drogas.
Un grupo nuevo de Nacionales de Washington espera alcanzar la gloria de la Serie Mundial. En algún octubre, con otoño en el aire, quizás uno o dos de ellos tendrá la oportunidad de vivir su sueño de juventud, y probar que pueden igualar a Muddy Ruel y Earl McNeely.
Mientras para el resto de nosotros que no hemos alcanzado los sueños de juventud, el beisbol provee una manera de imaginar como podría ser ese logro y compartirlo cuando ocurra. El aficionado es en esencia un muchacho todavía, y el muchacho todavía no se ha esfumado aun cuando pasen las temporadas y “la amarga realidad de dolor y lágrimas” de la vida (y el beisbol) punza. Para él, otro poema, irónicamente, “Polo Grounds”, (el hogar de los Gigantes de Nueva York, ahora desaparecido) de Rolfe Humphries, expresa como se siente:
“El tiempo es de esencia. La sombra se mueve
Desde el plato hasta el montículo, desde el montículo a la segunda base,
Desde la segunda base hasta los jardines, hasta las gradas.
El tiempo es de esencia. La multitud y los peloteros
Siempre tienen la misma edad, pero el hombre en la multitud
Es más viejo cada temporada. ¡Vamos a jugar pelota!”
References & Resources
• John Newberry, Little Pretty Pocket-Book (1744)(first reference in print to baseball).
• Dwayne Isgrig, “Muddy Ruel BioProject”
• Baseball-Reference
• Dennis Ruel, Memoir of Herold “Muddy” Ruel
• Baseball Almanac, 1924 World Series
• Dennis Ruel, video on life and career of Muddy Ruel
• Mark Gavreau Judge, Damn Senators, 125-29 (San Francisco: Encounter Books, 2003)
• Frederic J. Frommer, You Gotta Have Heart, 33-34 (Lanham, Maryland: Taylor Trade Publishing 2013)
• Henry W. Thomas, Walter Johnson: Baseball’s Big Train, 241-46 (Lincoln and London, University of Nebraska Press 1995)
• Carol Cowden, telephone interview, February 14, 2015.
• Fair Oaks and San Juan Memories, “Orangevale Man, Formerly Big League Ball Player, Tells of Vale Growth”
• Baseball-Reference Bullpen, Earl McNeely
• Total Baseball (seventh edition), 1,341 (Kingston, NY: Total Publishing 2001).
• N.W. Baxter, The Washington Post, Oct. 11, 1924.“Griffmen Triumph in 12-inning Battle as City Goes Wild.”
• Dan Steinberg, “Watch Rare Footage of the Senators Beating the Giants in the 1924 World Series”
• The Washington Post, Oct. 11, 1924, “Whirlwind of Joy Sweeps Capital in Big Demonstration.”
• Francis P. Daily, The Washington Post, Oct. 11, 1924.“Crazed by Thrills, Mad Mob Engulfs Heroes After Game.”
• The Washington Post, Oct. 11, 1924, “Champions of the World.”
• Harold K. Philips, The Washington Star, Oct. 11, 1924.
• Heywood Broun, New York World, Oct. 11, 1924.
• “What Nats Say,” Washington Post, Oct. 11, 1924.
• Robert M. Jarvis, Journal of Supreme Court History, March 2011, “And Behind the Plate … Muddy Ruel of the U.S. Supreme Court Bar.”
• The New York Times, Nov. 11, 1963.“Muddy Ruel Dies; Former Catcher.”
• Allen Abel, Toronto National Post/Postmedia Canada, Oct. 4, 2014.“Postcard from Washington.”
• Bill Lee, “The Baseball Necrology”
• Lawrence S. Ritter, The Glory of Their Times, xvii (New York: The Macmillan Company 1966).
• Rolfe Humphries, The New Yorker, 1942, “Polo Grounds.”
Acerca de Mark Pelesh
Martk Pelesh es un ejecutivo con una organización sin fines de lucro y abogado en Washington, DC. Él vio su primer juego de beisbol en Griffith Stadium en 1961, la segunda edición de los Senadores de Washington vs Atléticos de Kansas City. Él es un campocorto de poco bateo, pero bueno con el guante.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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