jueves, 11 de febrero de 2016
Esquina de las Barajitas: Jerry Grote, el gran trabajador.
Bruce Markusen. Octubre 2015.
Con los Mets de Nueva York de vuelta en la Serie Mundial por primera vez desde el año 2000, inevitablemente me encontré pensando acerca de la primera vez que los Mets se aventuraron en el territorio de la gloria de otoño. Aquellos Mets de 1969 ejecutaron uno de los cinco mejores batacazos en la historia de la Serie Mundial, al vencer al equipo de los Orioles de Baltimore que tenía el impresionante talento de una dinastía.
Al pensar en aquellos Mets del ’69, los esfuerzos épicos de los inquilinos del Salón de la Fama, Tom Seaver y Nolan Ryan en la postemporada vienen a la mente, asi como los jonrones heroícos de la adquisición de mediados de temporada Donn Clendenon y la atrapada salvadora de la Serie Mundial de un atípico acróbata Ron Swoboda. Todo esto fue hermosamente orquestado por el estricto Gil Hodges, un manager quien fue amado y respetado, quizás en cantidades iguales, por sus peloteros.
Sin embargo, hay una tendencia a olvidar las contribuciones de algunos de los Mets de 1969, algunos de los cuales eran peloteros circunstanciales y algunos quienes permanecen en la oscuridad. Quizás en el tope de la primera lista está un cátcher de la vieja escuela llamado Jerry Grote, quien nunca será confundido con Gary Carter, Mike Piazza, o hasta Todd Hundley cuando se trata de batear una pelota de beisbol. Pero en las más sutiles areas de la defensa y el corrido de bases, el endurecido Grote fue tan responsable como los Mets más famosos por hacer campeones mundiales a unos recién llegados.
De todas las barajitas de beisbol que Topps ha producido, ninguna epitomiza más al jugador mostrado en ella que la barajita de Jerry Grote de 1971. Ese fue el primer año que Topps usó acciones del juego en curso en sus barajitas, y ninguna de las tomas de acción es mejor que la imagen de Grote. Lo vemos actuar en un juego, casi con certeza durante la temporada de 1970, en Shea Stadium. Grote y los Mets enfrentan a los Cardenales de San Luis, como es evidenciado por la presencia del personal de los pájaros rojos en el dugout de tercera base. (Específicamente el coach veterano Dick Sisler, el hijo del inquilino del Salón de la Fama, George Sisler, usando el número 5).
Momentos después de hacer contacto con un lanzamiento de un pitcher desconocido de los Cardenales, vemos a Grote salir desde el cajón de los bateadores derechos. Su cabeza gacha, sus brazos agitados con furia, Grote corre como si fuese el séptimo juego de la Serie Mundial, no un juego de mediados de verano perdido en el tiempo y la memoria.
Grote no creía en arrojar el bate, o agitar los puños, o trotar hacia primera base cuando bateaba un rodado al montículo. Para un jugador como Grote, la manera como lo vemos corriendo en esta barajita Topps era su manera preferida de correr al batear, fuese roletazo imparable, elevado al cuadro, o elevado largo a la zona de seguridad. En la mente de Grote, esa no era solo la manera correcta de jugar el juego; era la única manera de hacerlo.
Grote podría no haber encajado con el juego de hoy, el cual está lleno con más vedetismo que la era que precedió a la libre agencia. Así como a Jerry Grote no le gustaba posar en la caja de bateo, a él tampoco le gustaba fraternizar con los contrarios. A él no le agradaba hablar con los medios, antes o después del juego. Solo quería jugar el juego de ese día, jugarlo duro, y ganar tan a menudo como fuese posible. Esos eran atributos que ayudarían a los Mets, nada más que en 1969, y de nuevo en 1973, cuando ellos sorprendieron al beisbol al ganar el banderín de la Liga Nacional.
Tendemos a pensar que Grote fue un miembro de toda la vida en los Mets, pero eso no es verdad. Es fácil olvidar que él empezó su carrera en la organización de los Colt .45s de Houston. Grote hizo su debut en Grandes Ligas con Houston en septiembre de 1963, cuando entró a un juego en los innings finales como reemplazo defensivo del receptor titular John Bateman. El 27 de septiembre, Grote fue parte de un evento inusual, los Colt .45s hicieron la primera alineación de puros novatos en la historia de las ligas mayores. Esa alineación tenía tres futuras estrellas en Rusty Staub, Joe Morgan y Jimmy Wynn.
En contraste con esos tres jóvenes talentos, Grote tendría dificultades con los Colt .45s. No porque careciera de compromiso o esfuerzo. De hecho, Grote construyó su propia jaula de bateo en la casa de sus padres en San Antonio. La hizo con tela metálica y alfombras viejas, y pasaba horas durante el invierno tomando práctica de bateo contra una máquina de pitcheo “Iron Mike”.
Por más que trabajaba en su bateo, Grote continuaba fallando ante el pitcheo en vivo, bateó .181 con .240 de porcentaje de embasado y poco poder con Houston (para ese momento renombrado Astros). Para finales de la temporada de 1965, los Astros se cansaron de esperar por el bateo de Grote y lo cambiaron a los Mets por un pitcher llamado Tom Parsons.
El cambio fue uno de los mejores que el inquilino del Salón de la Fama George Weiss, realizó como gerente general de los Mets. Con sabiduría, Weiss escuchó el consejo de uno de sus principales scouts, Red Murff, quien había firmado originalmente a Grote mientras trabajaba para la franquicia de Houston.
Con Grote como catcher titular para la temporada de 1966, los Mets evitaron la marca de 1as 100 derrotas por primera vez en la historia de su joven franquicia. La competitividad de Grote impresionó a sus compañeros de equipo, algunos de los cuales empezaron a jugar el juego con más determinación. Dada su dureza y defensa estelar detrás del plato, a los Mets no les importó que Grote solo bateara .237 con apenas tres jonrones.
Grote a veces llevaba esa competitividad a los extremos. Para muestra un ejemplo, él desarrolló un hábito interesante detrás del plato. Cuando un pitcher de los Mets registraba el tercer out del inning con un ponche, Grote lanzaba la pelota al lado del montículo opuesto al dugout del otro equipo. Él hacía eso para obligar al pitcher enemigo a caminar un poco más antes de doblarse para tomar la pelota. Eso podría haber parecido insignificante, pero en la mente de Grote, valía la pena hacer que el pitcher contrario ejerciera más esfuerzo.
Grote no solo sentía poco cariño por los contrincantes, él podía ser rudo con sus compañeros. Esa actitud se trasladaba a sus relaciones con los medios. Él no tenía mucha paciencia para las preguntas de los periodistas; los veía como extraños que se entrometían en la santidad del clubhouse. Y luego estaba su antagónica relación con los árbitros, la cual alcanzó un punto bajo durante la temporada de 1967. El manager de los Mets, Wes Westrum enfrentó un déficit de peloteros, solo 21 cuerpos sanos, para un juego de mediados de temporada contra los Dodgers de Los Angeles. Luego de entrar al juego como corredor emergente en la parte de arriba del séptimo inning, Grote tomó su lugar detrás del plato. Casi inmediatamente, Grote empezó a quejarse acerca de la zona de strike del árbitro del plato, Bill Jackowski. Al final del inning, Grote prolongó su diatriba, gritando a Jackowski desde el dugout y luego lanzó una toalla al terreno.
Jackowski no tuvo otra opción que expulsar a Grote. Eso creó un problema mayor para Westrum, quien ahora no tenía receptores sanos. En su desesperación, Westrum presionó al jardinero Tommie Reynolds para que sirviera como su cátcher de emergencia.
No solo Westrum multó a Grote por sus acciones, sino que el gerente general Bing Devine buscó a Grote después del juego y le reclamó por su indiscreción. Grote aprendió une valiosa lección: Tenía que controlar su temperamento por el bien del equipo.
Para 1968, Grote había revisado su actitud hacia los árbitros. “Reflexioné y me dije que no iba a discutir, sin importar de que se tratara”, le dijo a Dick Young de New York Daily News. “Ellos no son tipos malos”.
Un pelotero más sabio luego de las observaciones de Devine y Westrum, Grote aún quería mejorar su perfíl como bateador. Bateó sobre .300 en la primera mitad de 1968, lo cual le valió ser seleccionado como el cátcher abridor en el Juego de Estrellas. Se convirtió solo en el segundo Met en la historia que ganaba un puesto como abridor en el equipo de la Liga Nacional para el Juego de Estrellas, uniéndose al segunda base Ron Hunt en un grupo selecto. Grote terminaría la temporada con un sólido .282, pero en vez de aceptar el reconocimiento por el avance, él acreditó al nuevo manager Hodges por ayudarlo a recortar su paso y a hacer más rápido el swing.
Mientras Grote elogiaba a su manager, Hodges reconocía la dureza de Grote. Un ejemplo clásico ocurrió en septiembre de 1969, Grote actuó en ambos juegos de una doble cartelera contra el equipo de expansión Expos de Montreal. Totalizó 21 innings en los dos juegos, una cantidad inusual de trabajo dadas las exigencias extremas de la posición.
Hodges sentía que era importante para Grote quetchearle al talentoso y joven cuerpo de lanzadores de los Mets tan a menudo como fuera posible. Aunque el promedio ofensivo de Grote cayó 30 puntos en 1969, él mejoró su manejo del cuerpo de lanzadores y eso impresionó enormemente a Hodges. Su juego defensivo también alcanzó el tope en su carrera. Incurrió en solo cuatro passed balls e hizo out a 40 de 71 corredores que le salieron a robar, lo cual representa una impresionante tasa de éxito del 56 porciento. En un deporte donde los mejores robadores de bases tienen éxito 80 porciento del tiempo, los números de Grote desafían la lógica.
Con Grote sacando lo mejor de un joven cuerpo de lanzadores, los Mets remontaron para alcanzar a los Cachorros de Chicago y ganar el este de la Liga Nacional. Grote despachó imparables clave en el segundo y cuarto juego de la Serie Mundial, ambos impactos apoyaron rallies importantes. Grote jugó un papel sutil en el campeonato mundial inesperado de los Mets.
Grote siguió siendo el cátcher titular de los Mets por las próximas dos temporadas: la campaña de 1971 tuvo su punto más brillante cuando él apareció en la portada de Sports Illustrated. Ese mismo año, el inquilino del Salón de la Fama, Lou Brock, de los Cardenales de San Luis le dio a Grote el mayor de los cumplidos, se refirió a él en el Sporting News como el “cátcher de la liga más difícil para robarle una base”.
Entonces vino la tragedia que afectó a todos los Mets en 1972; La muerte inesperada de el querido Hodges durante el entrenamiento primaveral. Poco después que Yogi Berra asumiera como manager, pasó a Grote a la reserva y convirtió a Duffy Dyer en su cátcher No. 1. Algunos observadores de los Mets especularon que Berra prefirió a Dyer porque tenía más poder al bate que Grote, pero el nuevo manager en verdad estaba protegiendo a su cátcher veterano. Grote tenía problemas con varios fragmentos de hueso en su codo de lanzar, una condición que requeriría cirugía en septiembre.
La siguiente primavera, Grote regresó a su papel como catcher titular, pero una recta descontrolada del relevista de Pittsburgh Ramón Hernández le rompió un hueso del antebrazo derecho y lo incapacitó por dos meses. Una vez más, Grote tuvo que trabajar para regresar, eventualmente subió su promedio desde los .170s hasta los .250s. Grote y los Mets regresaron a la postemporada y la Serie Mundial, antes de perder con los poderosos Atléticos de Oakland en siete juegos. Como lo hizo en 1969, Grote recibió cada inning de la postemporada en 1973.
En 1974, Grote logró su segunda selección al Juego de Estrellas, pero continuó sufriendo lesiones ese verano y terminó compartiendo la posición con Dyer. Como los Mets estaban cada vez más preocupados por el desgaste del cuerpo de Grote, llevaron seis cátchers al entrenamiento primaveral de 1975. Ahora Dyer estaba fuera de la ecuación, había sido cambiado a Pittsburgh, pero el veterano Jerry Moses y el impresionante novato John Stearns habían llegado para superpoblar la situación de la receptoría.
Justo cuando Grote parecía estar perdiendo su habilidad como receptor, él regresó para ganar la competición. Los Mets vendieron a Moses a los Padres, para asegurar un puesto para Grote en la rotación de cátchers. Jugando con dolencias en la espalda, Grote bateó .295, lideró a los cátchers de la Liga Nacional en porcentaje de fildeo, y sorprendió a seis corredores en las bases.
No fue sino hasta 1977 que Grote cayó a un papel menor. El manager Joe Frazier hizo de Stearns su cátcher titular y empezó a usar a Grote en tercera base. Esa situación terminó a finales de mayo, cuando llegó Joe Torre como manager-jugador. Torre decidió mover a Lenny Randle desde segunda base a tercera base y reinstalar a Grote como su cátcher de reserva detrás del prometedor Stearns.
La temporada de 1977 representó un año de movimientos masivos para la franquicia de los Mets. Para la fecha tope de cambios del 15 de junio, los Mets empezaron a desmantelar el equipo al cambiar a Seaver y Dave Kingman en un par de negociaciones. La liquidación continuó a finales de agosto, cuando los Mets enviaron a Grote, de 35 años a los Dodgers de Los Angeles. Grote se convirtió en respaldo de Steve Yeager por el resto de 1977 y todo el ’78.
Luego de esa última temporada, Grote se convirtió en agente libre. Él recibió una llamada sorpresiva del presidente de los Yanquis de Nueva York, Al Rosen, quien le ofreció a Grote un contrato de dos años. Rosen le explicó a Grote que jugaría máximo 40 juegos por temporada como respaldo del cátcher Todos-Estrellas, Thurman Munson. Grote consideró la oferta, pero también tenía dificultades familiares en ese momento. Como la familia tenía prioridad sobre el beisbol, él decidió retirarse.
El retiro duró solo dos temporadas. Grote decidió regresar a la acción en 1981, esta vez con los Reales de Kansas City (lo cual le da una conexión con el oponente de los Mets en la Serie Mundial de 2015). Más maduro que en sus días de alta intensidad con los Mets, Grote aceptó un papel como tercer cátcher detrás de John Wathan y Jamie Quirk. Disfrutó un último gran momento el 3 de julio, cuando fijó un record para los Reales con siete carreras empujadas en un juego contra los Marineros de Seattle. Grote eventualmente subió su promedio en la temporada a .304, per sorpresivamente fue despedido el 1 de septiembre. Siete días después, firmó con los Dodgers, participó en dos juegos para terminar la temporada, y entonces decidió retirarse ese invierno.
Con sus cualidades de jugador activo fuera de circulación, era natural que Grote buscara ser manager. En 1985, Grote se desempeñaba como manager de los Barons de Birmingham, el afiliado de los Tigres de Detroit en la Southern League AA, cuando de pronto se quedó sin cátchers sanos en medio de una doble cartelera. Entre los juegos, Grote telefoneó a su gerente general y le pidió permiso para ser activado para el juego de la noche. El gerente general le dijo que si, así que Grote, de 42 años, se puso la pechera, las rodilleras, y la máscara, y le dio un último intento a la receptoría. Grote jugó sin errores y ejecutó con destreza un toque de sacrificio, para dejar impresionados a sus jóvenes “compañeros de equipo”.
Aún en sus cuarentas, algunos cuatro años después de sus últimos días como grandeliga, Grote había retenido la misma determinación que mostró en su barajita Topps de 1971. Para un practicante de la vieja escuela como Grote, cuando se trata de ser profesional y jugar el juego, nada ha cambiado.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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