miércoles, 6 de abril de 2016

La puja obstinada de David Peralta desde el beisbol independiente hasta las ligas mayores.

Tyler Kepner. The New York Times. 25-03-2016. Scottsdale, Ariz. David Peralta tenía un sueño y un problema. Su sueño era jugar beisbol de nuevo. Su problema era que no podía pagar los gastos. Peralta contó su historia el otro día antes de una práctica en el complejo de entrenamientos primaverales de los Cascabeles de Arizona. El sería el cuarto bate y jugaría en el jardín derecho en el juego de esa noche, y con otra temporada o dos como la del año pasado, cuando bateó .312 con 17 jonrones, Peralta será muy rico. Hace cinco años, él era pobre. Peralta trataba de revivir su carrera, la cual había naufragado en la liga de novatos mientras pitcheaba para la organización de los Cardenales de San Luis. En dos temporadas, Peralta tuvo dos ganados, seis derrotas, una efectividad de 5.69 y un hombro lesionado. Su recta de 92 millas por hora era inservible porque no podía lanzarla sin dolor. Los Cardenales lo dejaron libre. “Las lesiones y todo ese tipo de cosas, son parte del juego, es duro, pero tienes que lidiar con eso”, dijo Peralta, 28, quien tuvo dos operaciones en el hombro. “Pero cuando te llaman a la oficina y dicen, ‘Hey, tenemos que dejarte libre’, es difícil recuperarse”. Su padre, también llamado David, pensó que su hijo podría tener futuro como entrenador. Pero también recordó que tan bien había bateado su hijo alguna vez, lo rápido que podía mover las muñecas para despachar líneas. Él había pulido el swing de su hijo haciéndolo practicar cerca de una pared. Si el joven David se retrasaba con su codo, podía reventar la pared. Él necesitaba estar presto, a tiempo, y dejar que las muñecas atacaran. No se suponía que Peralta fuese pitcher. Pero los Cardenales lo habían visto en su nativa Venezuela en una rara aparición en el montículo, y Peralta lanzó cinco buenos innings. “Hemos tenido toneladas de bateadores allá afuera”, dijo el padre de Peralta, citando a los scouts. “Los pitchers zurdos controlados, son mucho menos, así que tenía una mejor oportunidad de llegar como pitcher”. Eso tenía sentido, y Peralta aceptó un bono de 35.000 $. Pero también era riesgoso. Si un jugador de posición deja de batear pero aún puede lanzar duro, las organizaciones podrían dejarlo pitchear; nadie quiere perder un brazo prometedor. Pero los pitchers que fallan rara vez regresan como bateadores. Con tanta especialización que hay ahora en el juego aficionado, los pitchers casi nunca batean. Y las ligas menores usan el bateador designado, lo cual desvanece cualquier destreza de bateo que pueda tener un pitcher. “Una vez que llegas al deporte profesional, te perfeccionas en un aspecto o el otro”, dijo el manager del Salón de la Fama Tony LaRussa, actual jefe de operaciones de beisbol de los Cascabeles. Peralta trató de perfeccionar uno, y no fue a ninguna parte. Con el apoyo de su familia, empezó a trabajar en el otro, primero en una liga independiente administrada por el gobierno venezolano. Peralta regresó a Estados Unidos, vive en Stuart, Fla., con su esposa Jordan, y actuó como su propio agente, para conseguir una prueba con Eddie Dennis quien dirigía un equipo en una liga independiente. Peralta hizo el equipo, lo que lo llevó a su gran problema: El equipo, los White Wings de Rio Grande Valley, estaba en Harlingen, Tex., en la ahora desaparecida North American League. “Era un largo viaje para mi desde Florida hasta Texas”, dijo Peralta. “El pasaje aéreo costaba como 600$, y no tenía ese dinero. Necesitaba dinero para la gasolina”. Un amigo era el gerente de un McDonald’s 24 horas en Stuart, y le dio trabajo a Peralta. Hacía papas fritas y tomaba órdenes, dijo él, a veces trabajaba en el turno de amanecida de 8 pm a 8 am. Recibió su pago, manejó a Texas, bateó .392 y resolvió no volver a trabajar en McDonald’s de nuevo. Es un honor hacer ese trabajo, Peralta lo reconoce. Pero eso no era para él, no cuando aun podía jugar beisbol. “Esas personas trabajan duro todos los días, y para el dinero que haces, no es mucho lo que ganan”, dijo él. “Solo ganas lo mínimo. Y yo no soy así. Eso me motivó a decir: Esto no es lo que quiero. Quiero algo mejor para mi y mi esposa y para mi vida y para mi familia. Asi que eso me puso en la situación donde me dije, tengo que seguir adelante y no volver atrás”. En 2012, Peralta jugó para otro equipo independiente, en Kansas, los Wingnuts de Wichita. Bateó ,332. En 2013, estaba de vuelta en Texas con los Sox de Amarillo. Bateó .352. Para entonces Peralta había tenido noticias de Chris Carminucci un cazatalentos de los Cascabeles quién había jugado y dirigido en la pelota independiente, y hasta fue copropietario de un equipo con Van Schley y el actor Bill Murray. Generalmente, dijo Carminucci, los equipos firman peloteros de las ligas independientes simplemente para completar los rosters de ligas menores. Pero esos peloteros vienen con una meta. “Cuando esos tipos llegan, te quieren arrancar la cabeza”, dijo Carminucci. “Ellos no están ahí para hacer amigos y pasear por un rato y usar el uniforme. Ellos saben que si no rinden pronto, se tendrán que ir”. Peralta trabajó en privado con Carminucci, quien estaba impresionando por su control del bate, fuerza y habilidad para batear hacia todos lados. Los Cascabeles no tenían espacio, dijo él, pero le pidió a Peralta que se mantuviera en contacto. Peralta hizo lo que se le indicó. Llamaba o enviaba mensajes de texto todos los días al cazatalentos parar actualizar su trabajo. Eso no molestaba a Carminucci. Estaba intrigado por las destrezas y la confianza. “Parte de la razón era su tenacidad”, dijo Carminucci. “No te podías negar con este muchacho. Era diferente. Algunos tipos dicen que quieren estar en las Grandes Ligas, pero lo que en verdad dicen es que quieren ser grandes. Este muchacho iba a llegar desde el primer minuto que lo vi”. Nunca se abrió un espacio, pero Mike Bell, el director de desarrollo de peloteros de los Cascabeles, decidió que Peralta se había ganado una oportunidad. Carminucci compró su contrato por alrededor de 3.000 $ en julio de 2013. “¿Por qué te tomó tanto tiempo?” le dijo Peralta. Desde ahí, Peralta subió rápidamente. Bateó .346 en el Visalia Clase A (Calif.) el resto de ese verano, era claro que los Cascabeles tenían un prospecto impacto. Bateó .297 con el Mobile AA (Ala.). “Él tomaba en cuenta sus habilidades secundarias, que tan duro podía correr desde primera hasta tercera base, cada pequeño detalle”, dijo Andy Green, el manager de Mobile. “Quería aprender de todo”. LaRussa llegó a los Cascabeles ese año y de inmediato se dio una vuelta por el sistema de ligas menores. Estaba sorprendido al descubrir que Peralta había jugado en la organización de los Cardenales mientras había sido el manager de Grandes Ligas. El jardinero de bateo consistente frente a él, nunca había cruzado su radar como pitcher de brazo adolorido. “Cuando vi batear a Rick Ankiel por primera vez”, dijo LaRussa, en referencia al pitcher convertido en jardinero que él dirigió en San Luis, “Pensé: Stan Musial. No en el estilo, sino el final de su swing era como el de Stan Musial. Y cuando vi a Peralta, era un bateador hecho”. Para el 1 de junio de 2014, Peralta había llegado a las Grandes Ligas. Green, quien ahora dirige a los Padres de San Diego, nunca olvidará la reacción de Peralta a la promoción. “Desconectado”, dijo Green. “Indrédulo. No lo creía para nada, como, me estás mintiendo. Para cuando notó que era verdad, estaba literalmente tirado en el piso en posición fetal, llorando”. Las lesiones afectaron a los Cascabeles esa temporada, y peloteros como Peralta aprovecharon eso. Bateó .286 en 88 juegos y se ganó el trabajo a tiempo completo la temporada pasada. La producción de peloteros como Peralta ayudó a persuadir a los Cascabeles, el equipo más joven de la temporada pasada, para firmar al abridor Zack Greinke, traer en un cambio al abridor Shelby Miller, con el propósito de competir en el oeste de la Liga Nacional. “Él epitomiza la manera como jugamos”, dijo el manager Chip Hale de Peralta. “Juega duro todo el tiempo. Es como un retriever Labrador en la playa. Lo lanzas al agua y él seguirá allí hasta que lo detengas. Es un tren de carga (Freight Train). Ese es el apodo de Peralta, el cual usa con orgullo en una franela en el clubhouse de los Cascabeles. Juega con el mismo abandono obstinado que lo llevó a las mayores, dijo que nunca se detendría. “Todo lo que pido es una oportunidad, porque para mi, solo hubo una prueba”, dijo Peralta. “O lo haces bien o te vas a casa”. Los Cascabeles sacaron al pelotero de una liga independiente. Pero el espíritu de la liga independiente vive en el pelotero”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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