martes, 2 de agosto de 2016

Cooperstown Confidencial: Los Medias Rojas de 1978

Bruce Markusen. 30 de septiembre de 2011. Un par de caídas a fines de temporada me han hecho pensar en el colapso más memorable del beisbol de mi niñez. Después de todo, los sinsabores de los Bravos y los Medias Rojas se hicieron noticias nacionales en la semana final de la temporada regular, y por todas las razones negativas. En la Liga Nacional, los Bravos se las arreglaron para desperdiciar una ventaja de 10.5 juegos sobre los insurgentes Cardenales, perdiendo lo que ha debido ser una clasificación fácil de comodín. En la Liga Americana, los Medias Rojas, tenían una ventaja de nueve juegos sobre los Rays el 31 de agosto, pero de alguna manera ganaron solo siete de 27 juegos en septiembre, permitiendo que los Rays les ganaran el deseado premio del comodín. El martirio de los Medias Rojas y los Bravos trae memorias del verano de 1978. De alguna manera los Medias Rojas de 2011 han encontrado una forma para hacer de los Medias Rojas de 1978 un pie de página. Los Medias Rojas del ’78 tenían una ventaja aún mayor, la cual llegó a ser de 14 juegos sobre los Yanquis, a diez semanas de terminar la temporada. Ellos también se las arreglaron para ganar un pequeño margen de respeto al cerrar su temporada regular a todo tren antes de sucumbir en un juego de desempate. Al arrancar con marca de 51-21, los Medias Rojas del ’78 se establecieron como los lideres de la Liga Americana. Parecían una casa de poder imparable, un favorito de inicios de temporada para ganar la Serie Mundial. El 19 de julio, los Medias Rojas alcanzaron uno de sus puntos más altos cuando tenían nueve juegos de ventaja sobre los Cerveceros en segundo lugar, 12.5 juegos sobre los Orioles, y 14 sobre los Yanquis. Para ese punto, los Yanquis no parecían ser contendores. Este fanático de los Yanquis se había rendido ese verano y había empezado a escribir alineaciones imaginarias para la temporada siguiente. La causa de los Yanquis parecía tan ridículamente perdida que la decisión de Billy Martin a finales de julio, lo cual pavimentó la via para la contratación de Bob Lemon, pareció un movimiento hecho con 1979 en mente, y no por el resto de 1978. Nadíe pudo haber culpado a los Medias Rojas por olvidarse de los Yanquis; la mayoría de los medios lo hizo. Los Cerveceros parecían ser la amenaza más legítima. Para finales de julio, los Cerveceros se habían acercado a cinco juegos y medio de los punteros Medias Rojas. Por eso, los Medias Rojas no tenían a nadie quien los culpara. Tuvieron un terrible declive ofensivo en los días finales de julio, perdieron nueve de 10 juegos para cerrar el mes. Los Medias Rojas jugaron mejor al empezar agosto, al recuperar su ventaja de nueve juegos, esta vez sobre los Yanquis, quienes habían saltado sobre los Cerveceros y los Orioles para ubicarse en el segundo lugar. Para finales de agosto, la ventaja había sido reducida a siete juegos, pero con solo un mes de temporada regular por delante, el margen parecía más que cómodo para los patirrojos. Aún así quedaba una serie entre los dos rivales. Los Medias Rojas empezarían una serie de cuatro juegos ante los Yanquis desde el 7 de septiembre hasta el 10. Si los Yanquis podían cerrar la brecha cuatro juegos para el comienzo de la serie, una barrida de esta resultaría en un empate por el primer lugar entre ambos equipos. Los Medias Rojas perdieron cuatro de sus primeros seis juegos de septiembre, y vieron su ventaja recortarse a cuatro juegos. Ahora se preparaban para recibir a los Yanquis en el primero de cuatro juegos en Fenway Park. El fin de semana se convirtió en desastre para los Medias Rojas. Mike Torrez estuvo fatal en el primer juego, duró solo un inning, permitió seis imparables y cinco carreras, aunque solo tres fueron limpias debido a un par de errores del tercera base Butch Hobson. Los Yanquis continuaron castigando el bullpen de los Medias Rojas, en ruta a una paliza 15-3. La ventaja ahora era de tres juegos. El segundo juego fue solo un poco mejor para Boston. El pitcher derecho novato Jim Wright duró solo un inning y un tercio, lanzó muy mal, uno de sus puntos bajos en una temporada decente, mientras los Medias Rojas caían con marcador final de 13-2. Wright y el relevista Tom Burgmeier fueron afectados por una defensiva deficiente: Los Medias Rojas cometieron siete errores, incluyendo dos del normalmente seguro Carlton Fisk y dos del jardinero derecho guante de oro, Dwight Evans. La ventaja sobre los Yanquis se redujo a dos juegos. En el tercer juego, los Medias Rojas tuvieron que lidiar con Ron Guidry, en medio del año de su carrera en ruta a una victoria en la carrera por el premio Cy Young. El derecho Dennis Eckersley lo hizo mejor que Torrez y Wright, al llegar al cuarto inning, pero eso no fue ni de cerca suficiente para competir con Guidry. “The Eck” permitió siete carreras, incluidas seis limpias, mientras Guidry lanzaba un blanqueo. Una derrota 7-0 de los Medias Rojas diluyó la ventaja a un juego. Con la ventaja en su margen más estrecho en meses, el manager de los Medias Rojas, Don Zimmer, decidió darle la pelota al pitcher zurdo novato Bobby Sprowl en el cuarto juego. Los periodistas y aficionados de Boston se preguntaban por qué Zimmer no escogió al veterano zurdo Bill Lee. Después de todo, “The Spaceman” había lanzado brillantemente como relevo largo en el primero de la serie. Con su pericia y experiencia, Lee parecía la selección lógica. Sprowl solo tenía un juego de experiencia en Grandes Ligas, había debutado pocos días antes contra los Orioles. Sprowl había lanzado con credibilidad en una derrota de mala fortuna, al permitir solo tres carreras en siete innings. Además, a Zimmer le gustaba la actitud de Sprowl, lo describía como “tiene hielo en las venas”. El hielo en las venas se calentó rápidamente. Y ocurrió muy rápido. Sprowl permitió tres carreras en el primer inning y no pudo terminar en episodio, Zimmer lo sacó y trajo al veterano Bob Stanley. El “Steamer” de la bola sinker no lo hizo mucho mejor al permitir 10 imparables en tres innings, permitiendo que los Yanquis doblaran su ventaja a 6-0. Los Medias Rojas solo pudieron hacerle un daño pequeño a Ed Figueroa, quien los limitó a tres carreras en seis innings. Rich Gossage, el lanzallamas del Salón de la Fama, vino a realizar uno de sus salvados de tres innings. Los Medias Rojas perdieron 7-4, su novena derrota en diez juegos, completaron la llamada “Masacre de Boston”, y había traido lo impenable: La ventaja de 14 juegos de los Medias Rojas sobre los Yanquis se había reducido a nada. Los Medias Rojas ahora estaban ahora igualados en la tabla con los una vez sin esperanzas Bombarderos. Durante la masacre de los cuatro juegos, los Yanquis superaron a los Medias Rojas 42 carreras por 8. El atropello dejó a los Medias Rojas impactados. Con el pánico regado desde las tribunas de Fenway Park hasta las calles de Boston, los Medias Rojas se encontraron en una encrucijada. Para su crédito, rebotaron la noche siguiente, al vencer a Baltimore para retomar medio juego de ventaja sobre los Yanquis. Pero luego los Medias Rojas perdieron sus próximos cinco juegos para caer tres juegos y medio detrás de los Yanquis. Ahora los Medias Rojas habían perdido 14 de sus últimos 17 juegos, un incomprensible período de juego lamentable para un talentoso equipo. A solo dos semanas para terminar la temporada regular, los aficionados más pesimistas de los Medias Rojas habían renunciado a las esperanzas de ganar la división. De pronto los Medias Rojas se estabilizaron. Ganaron sus próximos tres encuentros, para colocarse a juego y medio de Nueva York. Luego vino una derrota, seguida de un triunfo, y entonces otro revés. En un esfuerzo supremo, los Medias Rojas ganaron ocho juegos seguidos para cerrar la temporada regular, eso les permitió borrar el déficit de dos juegos en la tabla de posiciones. Un blanqueo de cinco imparables de Luis Tiant el día final de la temporada, junto a la derrota de los Yanquis ante su némesis de Cleveland, Rick Waits, dejó a los dos equipos con marcas idénticas de 99-63, lo cual forzó un juego de desempate en Fenway Park el lunes en la tarde. Todos sabemos lo que ocurrió en ese juego, desde que los Medias Rojas tomaron una ventaja tempranera contra el usualmente impenetrable Guidry, hasta Bucky Dent llevándose en claro al monstruo verde con un bate prestado por Mickey Rivers, hasta Goose Gossage retirando al inquilino del Salón de la Fama Carl Yastrzemski con un elevado a Graig Nettles para terminar el juego. Dejando de lado ese memorable juego de desempate, ¿Cómo hicieron los Medias Rojas para desperdiciar una ventaja de 14 juegos sobre sus rivales? Ese era un equipo con talento. Tenían la alineación diaria más devastadora de la Liga Americana, cargada de bateadores de poder como Yaz, Jim Rice (quien estaba en medio de una temporada de jugador más valioso y de inquilino del Salón de la Fama), Dwight Evans y Carlton Fisk. Tenían hasta un toque de velocidad, cortesía de su segunda base Jerry Remy, quién robó 30 bases y se convirtió en la primera amenaza en las bases desde los días de Tommy Harper. Para suplementar su un-dos de pitcheo con Luis Tiant y Bill Lee, los Medias Rojas habían repotenciado su rotación de abridores con un cambio de entrenamiento primaveral que trajo a Dennis Eckersley (quien ganaría 20 en 1978) y la firma invernal del ex Yanqui Mike Torrez. Boston también tenía un bullpen profundo donde destacaban cuatro nombres: los relevistas intermedios Tom Burgmeier, Dick Drago y Bob Stanley, y el veterano lanzallamas Bill Campbell. Como en la mayoría de los equipos que colapsan, las razones de la declinación y la caída de los Medias Rojas del ’78 fueron numerosas. Ellas incluían todo, desde el manager, hasta las lesiones, hasta la factura del calendario, con quizás una dosis de mala suerte. * Don Zimmer, el coach de tercera base del equipo ganador del banderín en 1975, quien había sido promovido a manager, debe ciertamente asumir su cuota de responsabilidad. El rechazo de Zimmer a sentar al tercera base Butch Hobson enarcó muchas cejas en Boston. Afectado por un codo adolorido, Hobson tenía problemas para hacer los lanzamientos de rutina hacia primera base. Hobson terminaría cometiendo 43 errores esa temporada, un total que parecía propio del beisbol jugado a mano limpia del siglo 19, la mayoría de las marfiladas ocurrieron en tiros desviados. Firme hasta el final, el fajador Hobson no pidió que lo sacaran de la alineación hasta el 23 de septiembre, en lo que fue el juego 155 de la temporada. (Ese día, Hobson fue alineado como bateador designado). Pero parece claro que Zimmer debió haber tomado la decisión de descansar a Hobson mucho, mucho antes. Habría tenido más sentido usar al infielder de reserva Jack Brohamer, quien no habría aportado mucha fuerza ofensiva, pero habría sido más confiable por mucho en términos de fildear y lanzar. Otra opción habría sido alternar al bateador zurdo Brohamer con o el veterano Bob Bailey (un bateador de poder con rango limitado al campo) o Frank Duffy (un bateador de poca monta pero de buena defensiva). Zimmer no escogió ninguna de las dos opciones, al menos hasta la semana final, y esa decisión afectó negativamente a los Medias Rojas. * Fue también Zimmer quien decidió darle la pelota a un inexperto Sprowl en el juego final de la masacre de Boston, en vez de recurrir al más experimentado Lee. Aunque Sprowl era considerado un buen prospecto, no había sido dominante en AAA con Pawtucket, tuvo efectividad de 4.15. Hay pocas dudas de que las diferencias de Zimmer con Lee influyeron en esa decisión. Mientras nadie puede asegurar si Lee hubiera rescatado el juego final de la masacre, es razonable pensar que lo habría hecho mejor que Sprowl y le hubiese dado más oportunidad de ganar a los Medias Rojas. En un sentido más amplio, Zimmer evitó usar a Lee cada vez que le fue posible ese verano. Luego de empezar la temporada como parte de la rotación y ganar 10 de sus primeras decisiones, Lee cayó en desgracia con Zimmer. Lee hizo solo ocho apariciones durante los dos meses finales de la temporada. Cuatro de ellas fueron aperturas, las otras cuatro relevos largos, usualmente en juegos en los cuales los Medias Rojas ya estaban detrás en el marcador. *Aunque los Medias Rojas tenían la que era considerada la mejor alineación del juego, esa alineación solo se mantuvo activa por 38 juegos. Fisk estaba plagado de dolores en las costillas, Burleson sufría de un tobillo adolorido, Fred Lynn tenía espasmos en la espalda, y Evans estaba afectado por los mareos resultantes de un pelotazo en la cara. Las lesiones de Fisk y Burleson llegaron en el peor momento, lo cual afectó su producción durante el período de la caída libre. El primera base de poder George Scott perdió muchos dedos con un dedo medio fracturado, pero “Boomer” escogió un mal momento para mostrar su edad. Uno de los pocos Medias Rojas regulares que había pasado sus mejores años, Scott, de 34 años de edad, bateó solo 12 jonrones en 120 juegos, tuvo un magro porcentaje de slugging de .379, y generalmente llevaba a Zimmer al borde de la desesperación con su incapacidad para perder peso. *Una transacción de principios de temporada pudo haber pasado factura a los Medias Rojas. El 15 de junio, el gerente general Haywood Sullivan vendió al jardinero de reserva Bernie Carbo a los Indios. Carbo se había convertido en un problema disciplinario para los Medias Rojas, fue uno de varios peloteros quienes se burlaron de Zimmer. Pero Carbo tenía un bate zurdo vivo que pudo haber ayudado a los Medias Rojas. El pudo haberle dado descanso a Evans en el jardín derecho ante pitchers zurdos, o pudo haber tomado varios turnos como bateador designado en vez de Bailey. Al vender a Carbo sin recibir peloteros a cambio, los Medias Rojas debilitaron su banca para la instancia final. * El bullpen de Boston no justificó su precio, particularmente en los innings finales. Burgmeier, normalmente un zurdo confiable, tuvo una de sus peores temporadas, con una efectividad de 4.40 y casi tantos boletos como ponches. Además, Campbell no disfrutó de una gran temporada como apagafuegos. Afectado por repetidos problemas en el brazo causados por exceso de trabajo, Campbell vio subir su efectividad hasta 3.88 y su total de juegos salvados cayó hasta cuatro, mientras perdía su papel de apagafuegos con Stanley y Drago. Mientras todos los peloteros compartieron la insatisfacción de esas últimas diez semanas, algunos de los Medias Rojas del ’78 nunca recibieron otra oportunidad de jugar en Boston. Tiant se fue como agente libre, firmó nada más que con los Yanquis. Bailey, el bateador designado de 35 años de edad e infielder de reserva, anunció su retiro luego de una carrera respetable de 17 años en las Grandes Ligas. El catcher de reserva Fred Kendall, quién rara vez jugaba ante la presencia del duradero Fisk, se convirtió en agente libre y firmó con los Padres. Sprowl no hizo el roster del día inaugural en 1979, antes de ser cambiado a los Astros en la fecha límite del 15 de junio. Y Lee fue cambiado a los Expos por un infielder utility llamado Stan Papi. Para todos estos peloteros de los Medias Rojas, su último sabor de beisbol en Boston fue desagradable y descorazonador. Desafortunadamente, los aficionados de los Medias Rojas y los Bravos pasan hoy por sentimientos similares. Hay poco consuelo para ellos, así como lo hubo para los Medias Rojas de 1978. Si, ellos pueden tomar algo de aire al saber que ganaron 15 juegos en septiembre y octubre, y que ganaron 99 juegos en la temporada. Hay algo de valor en eso. Quizás, a medida que pasa el tiempo, el aguijón de ese colapso se hace algo menor, un poco más tolerable. Aún así, nunca desaparecerá completamente. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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