domingo, 26 de octubre de 2014
Desde Kansas a los Gigantes, el equipaje de victorias e inteligencia de un pionero.
David Waldstein. 22-10-2014. The New York Times.
Olathe, Kan.- Un Gigante está enterrado en Kansas.
Baldwin City, Kan., está a escasas 50 millas de Kauffman Stadium, el hogar de los Reales de Kansas City, los Campeones de la Liga Americana de este año. Allí fue donde Luther Taylor, quién fuera conocido como Dummy Taylor, fue enterrado en 1958, el año cuando su antíguo equipo, los Gigantes, empezó a jugar en San Francisco, al mudarse desde Polo Grounds en el Alto Manhattan.
Taylor fue un pitcher pionero, un personaje carismático y colorido quien no podía oir ni hablar pero podía lanzar una pelota con experticia. Ayudó a los Gigantes a ganar su primera Serie Mundial de la era moderna, en 1905, y tendió un puente al vacío entre los atletas que oyen y los sordos, permanece como el único vínculo entre Kansas City y los Gigantes.
Durante la época de Taylor con los Gigantes, desde 1900 hasta 1908, muchos de sus compañeros aprendieron el lenguaje de señas, y Taylor los hizo reir, y algunas veces gana, en buena parte de su carrera.
“El permanece como una inspiración para muchas personas”, dijo Sandra Kelly, una antígua maestra y directora en la Escuela de Sordos de Kansas, donde Taylor destacó como beisbolista y luego como entrenador, en Olathe, una ciudad 20 millas al suroeste del centro de Kansas City, Mo. “Está muy claro en las historias que sus compañeros lo querían y respetaban”.
Kelly ahora es directora ejecutiva del Centro Cultural para Sordos local, el cual está ubicado enfrente de la escuela- El centro aloja un museo con una exhibición dedicada a Taylor, uno de los graduados más celebres de la escuela, junto a Paul Hubbard, de quién se dice que es el inventor del círculo de conferencia del futbol americano.
La Escuela de Kansas para Sordos es una institución pública, accesible a los niños sordos de todo Kansas- Taylor, quién nació el 21 de febrero de 1875, asistió a la escuela desde 1884 hasta 1895 y fue el primero de su clase y un gran prospecto de béisbol. El gimnasio K.S.D. lleva su nombre, el campo de futbol americano el de Hubbard.
Luego de unos pocos años en el béisbol semi profesional, Taylor se unió a los Gigantes en 1900, y en nueve años con ellos dejó marca de 115-103 con efectividad de 2.77. En 1904, tuvo registro de 21-15 y los Gigantes ganaron su primer banderín del siglo XX( aunque no hubo Serie Mundial ese año por una disputa con la Liga Americana). El próximo año, los Gigantes ganaron el banderín de nuevo, y Taylor agenció un registro de 16-9, y jugaron su primera Serie Mundial de la era moderna.
“El béisbol es un buen deporte para atletas sordos, especialmente para los pitchers porque ellos están en control del juego”, dijo en un correo electrónico Suzanne Robitaille, una aficionada sorda del béisbol y abogado de los discapacitados.
Taylor fue señalado para iniciar el tercer juego de la Serie Mundial de 1905 contra los Atléticos de Filadelfia, la franquicia se mudó a Kansas City en los años ’50 y a Oakland hacia finales de los ’60, pero el juego fue pospuesto, y los Gigantes luego designaron a Christy Mathewson, quien ganó tres juegos en la Serie sin permitir una carrera.
En una entrevista con The Sporting News en 1942, Taylor expresó su disgusto, porque pensaba que si hubiese lanzado ese juego se habría convertido en el primer pelotero sordo en una Serie Mundial.
Pero la influencia de Taylor iba más allá des béisbol. Algunos han discutido sobre la posibilidad de que las señas del béisbol se deben a él, aunque otros dicen que las señas precedían su llegada al juego. (Algún día Dummy Hoy, un sordo quien jugó en el siglo XIX, proporcionó el impulso para las señales de mano de los árbitros).
Las contribuciones de Taylor también incluían su gran sentido del humor. Hay una leyenda en la cual él como coach de base un día usó botas altas en medio de una tormenta para avergonzar a los árbitros y hacerlos suspender el juego. Fue un personaje punzante hasta en sus señas, tuvo varios encontronazos con los árbitros como jugador y luego como entrenador en la K.S.D. David W. Anderson, en un ensayo sobre Taylor, escribió del día cuando Taylor, entonces coach de primera base de los Gigantes, como hacían los jugadores de la época, se burlaba del árbitro del plato, Hank O’Day, en lenguaje de señas.
Lo que Taylor no sabía, escribió Anderson, era que O’Day había sido criado por padres sordos y podía entender las señas.
“Te vas para el clubhouse”, dijo O’Day con señas. “Paga 25$”.
En aquellos días, los jugadores sordos y mudos eran llamados rutinariamente Dummy, y Taylor no fue la excepción. (Los Gigantes tuvieron brevemente en 1901 otros dos peloteros con ese nombre, Dummy Leitner y Dummy Deegan). Los tiempos han cambiado, pero Kelly, la antígua directora y maestra de la Escuela de Kansas para Sordos, dijo que Taylor apreciaba el apodo porque eso indicaba que podía hacer señas y estaba orgulloso de ello. Los managers de Taylor, George Davis y después John McGraw, animaron a sus compañeros a que aprendieran el lenguaje para comunicarse con él.
Taylor pasó a los Bronchos de Cleveland de la Liga Americana en 1902 por más dinero pero regresó a los Gigantes porque no se sintió bienvenido en Cleveland donde los peloteros no hacían señas.
En “The Glory of Their Times” de LaurenceS. Ritter, Fred Snodgrass, un jugador de los Gigantes, explicó como Taylor rechazaba a permitir que sus impedimentos lo separaran de sus compañeros. “Si ibamos a un espectáculo de vaudeville, el quería saber de que trataba el chiste, y alguien tenía que contárselo”, dijo Snodgrass. “Así que todos aprendimos”.
No todos los peloteros sordos hacen señas. Cuando Curtis Pride, un pelotero con impedimento para escuchar, estaba en el sistema de ligas menores de los Mets en los años ’80 y ’90, no hacía señas porque podía leer los labios. Pero los Mets, dijo Steve Phillips, el director de las granjas del equipo a comienzos de los ’90, cambiaron sus protocolos en los jardines para que solo Pride pidiera las pelotas porque el no podía oir si los otros jardineros pedían la pelota.
Pride es el entrenador de béisbol en Gallaudet, una universidad privada para sordos y casi sordos en Washington donde Hubbard, el antíguo estudiante-atleta de K.S.D., era futbolista estrella. Hubbard, quien era seis años mayor que Taylor, jugaba de quarterback en Gallaudet y se le acredita el invento el círculo de conferencia como una manera de prevenir que los rivales vean las señales del equipo.
Como Taylor, Hubbard eventualmente regresó al area de Kansas City, y enseñó y entrenó en K.S.D. por décadas al lado de Taylor. El nieto de Hubbard, James, es abogado en Olathe y un gran aficionado de los Reales. El nació en 1943, tres años antes que falleciera su abuelo. Pero lo recuerda.
“Puedo recordarlo”, dijo James Hubbard por teléfono. “Sé que mi abuelo y Taylor fueron ambos entrenadores y miembros de la facultad en K.S.D. por muchos años. Mi madre enseñó ahí, también, y yo solía oir todas las historias”.
Hoy, Hubbard es un buen amigo y socio de golf de George Brett, la estrella de los Reales y vicepresidente senior del equip, así que Brett conoce a un hombre que conoció a un hombre que trabajaba con Luther Taylor.
Ahora Taylor yace a un paseo corto de Kansas City, donde su viejo equipo está tratando de ganar otra Serie Mundial 109 años después de su primera de la era moderna, la cual llegó gracias en partea un Gigante de Kansas.
Traducción: Alfonso Tusa
jueves, 23 de octubre de 2014
Chili Davis recuerda el día cuando Pedro Martínez estaba al rojo vivo
20-10-2014. Providence Journal
Bryan McPherson.
Nota del Editor: Esta historia fue publicada originalmente el 12 de enero de 2010.
Chili Davis, no necesariamente va a tomar crédito por los 17 ponches.
Pero Pedro Martínez no empezó a mostrar que estaba en una noche memorable en Yankee Stadium en 1999 hasta que Davis le dio aquel batazo largo.
“Se puede decir que desde el momento cuando calentaba tenía una recta centelleante y poderosa, y la iba a usar desde temprano”, dijo Davis, el nuevo coach de bateo de los Medias Rojas de Pawtucket (AAA), por teléfono desde su hogar en Arizona. “Iba a tratar de pasar por la alineación al menos una vez con esa recta para establecerse”.
“En el segundo inning le quemó el bate a Bernie Williams y a Tino Martínez. Le dije a Tino, ‘Este tipo tiene una gran recta’. Estaba sentado viendo los turnos de los bateadores y cuan rápido llegaba la pelota a ellos. Estaba retando a todos, primer pitcheo adentro, segundo pitcheo adentro. Me dije, ‘Cuando esté ahí, buscaré un primer pitcheo adentro. Tengo que hacerlo. Recta adentro’. Me lanzó una recta adentro, y respondí’. Eso fue temprano en el juego. Desde ese momento, más nadie le bateó imparable. Se hizo más dominante. Pienso que yo lo desperté”.
El jonrón solitario que Davis bateó en el segundo inning fue el único imparable que Martínez permitió en quizás el juego más grande que el futuro inquilino del Salón de la Fama lanzó alguna vez. Martínez ponchó 17, incluyendo a Davis en sus próximos dos turnos, y no permitió que nadie se le embasara luego del segundo inning.
Davis usaba el uniforma de rayas en 1999, la temporada final de una carrera de 19 años en las Grandes Ligas con los Gigantes, Angelinos, Mellizos, Reales y Yanquis. Él cambiará de lado en la rivalidad Yanquis- Medias Rojas la próxima temporada cuando comience a trabajar como coach de bateo de Pawtucket. A pesar de nunca haber sido coach en las ligas menores, Davis fue anunciado este lunes como la pieza final del cuerpo técnico del equipo AAA bajo el nuevo manager Arnie Beyeler.
“Todavía estoy sorprendido y feliz”, dijo Davis. “Pensaba que para regresar al juego, aun con mis credenciales de ex jugador, probablemente requeriría que fuera a trabajar a Clase A primero, a lo cual no estaba negado porque sé que puedo aportar algo al juego. He estado lejos del juego por 10 años, pero mis hijos ya están grandes, y tengo la oportunidad de regresar a algo que hice y disfruto hacer en el frente de entrenamiento. Es una oportunidad con una gran organización, una organización de respeto.
Como no muchos peloteros, Davis se alejó tanto del béisbol como pudo luego de retirarse en 1999. Su hijo mayor, por necesidad, había crecido con su padre en el estadio. Pero sus otros dos hijos, aun pequeños para el momento, tenían su niñez completa por delante. Antes que dedicarse a entrenar Davis pasaba sus veranos en el estado de Washington pescando en un bote con sus hijos.
Hace aproximadamente un año, sin embargo, Davis empezó a sentir la picazón. Todos lo que había hecho en el entretiempo fue entrenar durante un par de sesiones de ocho semanas con la Academia de Béisbol Australiana en 2003 y 2004, él indirectamente tuvo algo que ver en la medalla de plata ganada por Australia en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, y una aparición como invitado ocasional en un entrenamiento primaveral.
“Hablé con mis muchachos de eso, y dije, ‘Ustedes están en lo suyo. Me gustaría sentir que estoy haciendo algo que beneficiará a alguien antes que estar sentado sin hacer nada’”, dijo Davis.
Davis falló en su primer intento en un trabajo como coach hace un año. Simplemente empezó muy tarde. La mayoría de las posiciones de coach están ocupadas para el día de año nuevo.
Pero el tres veces Todos Estrellas recibió un llamado a su puerta en septiembre de los Dodgers para un cargo como coach en la liga instruccional de otoño para prospectos de liga menor. Una entrevista con los Dodgers para su puesto de coach de bateo en Grandes Ligas no llegó a nada, pero los Medias Rojas no esperaron más para llamarlo.
Como bateador, Davis ciertamente habría llamado la atención de cualquier oficina dirigida por Theo Epstein. Registró un promedio con gente en base de .380 o mayor en seis de sus últimas ocho temporadas completas en Grandes Ligas. Se embasó con un promedio de .429 con los Angelinos de California en 1995, bueno para ser quinto en la Liga Americana.
Pero ser coach para Davis, es más que haber sido un buen bateador.
“Uno de los factores más importantes es ganar la confianza de la gente y mostrarles que estás comprometido con ellos, no para tu promoción, sino por su beneficio”, dijo. “No necesariamente necesito ser promovido. No necesito más tiempo en Grandes Ligas. No necesito tiempo para la pension. Ya he conseguido todo eso. Tengo el deseo de enseñar. Me veo enseñando en cada forma possible. Cuando veo un juego, lo hago desde la perspectiva de un coach. He sido ese tipo de persona desde que era jugador”.
Sus experiencias en el campo, ganó una Serie Mundial con los Mellizos de Minnesota en 1991, y dos más con los Yanquis, en 1998 y 1999, le darán credibilidad instantanea en el clubhouse de Pawtucket.
Y si un pitcher rival sale del dugout dominando a los bateadores con rectas adentro desde el comienzo, él sabrá que hacer con eso también. Se lo hizo a Martínez en 1999 en lo que todavía puede ser el juego más grande lanzado por un pitcher de los Medias Rojas.
“He visto tres juegos perfectos y numerosos sin hits ni carreras”, dijo Davis. “He visto algo en mi carrera, y no necesitaba estar más tiempo en un equipo para ver que alguien viniera y nos dominara de esa manera. Cuando estás en esos juegos, quieres batear ese imparable lo más temprano posible. Cuando enfrentábamos a Nolan Ryan, mientras yo era novato, Joe Morgan decía, ‘Bateen ese hit temprano. No hay que dejarlo pensar que va a lanzar sin hits ni carreras hoy’. Ese es el tipo de pitcher que era Pedro Martínez. No quieres que él tenga esa adrenalina y pensar que tiene oportunidad de lanzar sin hits o un juego perfecto”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 21 de octubre de 2014
Tommy Harper todavía impresionado por lo que vivió en los Medias Rojas.
Bob Hohler. BostonGlobe. 21-09-2014.
Por décadas, Tommy Harper se encontró con extraños ansiosos de compartir sus memorias en los Medias Rojas: sus primeros juegos con sus padres, sus primeras miradas al verde de Fenway, sus adioses a Ted y Yaz.
Harper escuchaba pacientemente, aún cuando las historias se hacían muy predecibles, podía terminar de escucharlas. Pero nunca compartió sus memorias. Algunas eran inapropiadas para una conversación casual.
Como figura central de la complicada historia racial de los Medias Rojas, Harper soportó años de discriminación como jugador, coach, y empleado de la oficina principal cuando el equipo estaba bajo el régimen de Yawkey. Una vez el respondió a los maltratos y recibió algún tipo de reivindicación con un acuerdo fuera de la corte. Pero luego cargó con las cicatrices de la experiencia en el otoño de su vida.
Ahora, a los 73 años, Harper ha decidido develar sus historias antes de irse a la tumba. Dice que las futuras generaciones deberían saber lo que debió vivir como hombre negro en una organización que por mucho tiempo aplicó la forma equivocada de la justicia racial antes que la franquicia cambiara de manos en 2002.
Como ciudadano de segunda clase en un clima de prejuicios, Harper dice que debió soportar inequidades en el pago, oportunidades y alojamiento. Dijo que oyó ofensas raciales no solo de los fanáticos del equipo, sino de su personal uniformado. Por momentos, su vida beisbolera en Boston era un ejercicio de indignidad.
“Ellos la llamaban la Nación de los Medias Rojas”, dijo Harper, “pero nunca fue mi nación”.
Harper, quien no le guarda rencor alguno a los dueños actuales, introdujo demandas estadales y federales contra el equipo en 1986 y recibió una compensación financiera. Él alegó que los Medias Rojas fueron retaliativos con él por denunciar al equipo por mantener una política de admitir solo empleados blancos en un club social privado cercano al complejo de entrenamientos primaverales en Winter Haven, Fla.
Harper, en una serie de entrevistas recientes desde su hogar suburbano de Boston, dijo que el episodio marcó la segunda vez que los Medias Rojas lo despedían de un trabajo por denunciar la intolerancia racial. El caso del ’86 fue publicitado ampliamente, aunque no completamente reportado hasta ahora, y Harper nunca ha hablado públicamente de un episodio anterior, en el cual fue removido de un cargo en la oficina principal en 1979 luego de informar a la Comisión Contra la Discriminación de Massahusetts (MCAD) que los Medias Rojas habían violado su compromiso de mejorar la diversidad racial de la franquicia.
Los Medias Rojas nunca reconocieron haber despedido injustamente a Harper en ambos episodios y lo acusaron de pobre desempeño en el trabajo en 1986. Dijo que está hablando alto en parte para contrarrestar la imagen distorsionada que ellos han transmitido de él.
“No soy alguien enojado buscando revancha”, dijo harper. “Solo quiero dar mi versión de la historia sobre un equipo que me trató indebidamente y no lo admite, en público o privado. No puedo permitir que eso se quede así”.
Harper dijo que no está hablando por alguien más que haya usado un uniforme de los Medias Rojas. Ni cree que los Medias Rojas fue la única institución deportiva a través de los años con un mínimo compromiso de ecuanimidad racial.
Pero los historiadores han registrado el rol singular de la era Yawkey en los Medias Rojas, en desafiar el progreso racial, y la experiencia personal de Harper con la franquicia es como hablar de la de cualquiera.
El presidente de los Medias Rojas Larry Lucchino, en una entrevista reciente, dio crédito a Harper por reclamar justicia racial durante las décadas de intolerancia en el equipo.
“Además de ser un pelotero, coach, instructor, y personal administrativo, Tommy principalmente ha sido un agente de cambio para la organización de muchas formas positivas”, dijo Lucchino.
Las crueldades de la vida.
Un hijo del sur segregado en lo racial, Harper dijo que nunca se consideró un activista social. Nació en Louisiana, siendo niño se mudó con su familia a los proyectos habitacionales de Alameda, Calif., donde su padre trabajaba en un molino industrial, y su madre en una estación aérea de la naval.
Harper tenìa 4 años de edad en 1945 cuando los Medias Rojas tuvieron una aparente prueba en busca de talento en Fenway Park para tres jugadores negros, que incluìa a Jackie Robinson y Sam Jethroe. Un empleado de los Medias Rojas insultó a los hombres con ofensas raciales antes de ser invitados a largarse, para nunca más saber de los empleados del equipo.
Dos años después, Robinson rompiò la barrera racial de MLB con los Dodgers de Brooklyn, en ruta al Salón de la Fama. Jethroe fue el Novato del Año de la Liga Nacional en 1950, con los Bravos de Boston.
Harper tenía 8 años en 1949 cuando los Medias Rojas de nuevo tomaron el lado equivocado de la historia al desechar una oportunidad de firmar a uno de los peloteros más grandes de la historia, el antiguo prospecto de las Ligas Negras Willie Mays.
La intransigencia del equipo se debìa a su dueño Thomas A. Yawkey y asociados, quienes controlaron la franquicia desde 1933 hasta 2002. Su indisposición para firmar peloteros afro-americanos ayudaba a explicar la mediocridad crónica del equipo y la declaración de Robinson de que Yawkey era “uno de los tipos más intolerantes del béisbol”.
Solo cuando Harper cumplió 19 años en 1959, los Medias Rojas se convirtieron en el último equipo de las mayores en integrarse a la diversidad racial, con el debut de un infielder marginal llamado Pumpsie Green.
Harper pronto entendiò que el cambio sería lento, no solo en Boston sino en todo Estados Unidos. Cuando él empezó su carrera de ligas menores en 1960 con los Rojos de Cincinnati, gran parte de la nación permanecía bajo el efecto de la segregación de facto.
Cuando Harper llegó al aeropuerto de Tampa en 1961 para su entrenamiento primaveral, se alineó en una cola para tomar taxi, un funcionario le dijo, “Oye, esta cola es solo para gente balnca”.
Los grande ligas blancos y negros comían y dormían en alojamientos segregados por razones raciales. Cuando terminó el campamento, Harper fue asignado para viajar a un equipo de la organización afiliado a las ligas menores en Topeka, Kan., con dos peloteros blancos. En la vía, se detuvieron en un restaurant en Jacksonville, Fla., donde un camarero le informó a Harper, “No atendemos a gente negra”.
Harper dijo que se fue. “afectado y avergonzado”. En una memoria que escribió a su familia, recordó inventarse una frase filosófica para lidiar con las crueldades de la vida.
“Luego de alguna búsqueda espiritual, resolví disfrutar de lo que podía y soportar lo que debía”, concluyó.
A finales de 1971, Harper tenía 10 años en Grandes Ligas cuando los Medias Rojas lo adquieren de los Cerveceros en una negociación que envió a dos estrellas del equipo del Sueño Imposible de Boston, Jim Lonborg y George Scott, a Milwaukee.
Harper llevó una cualidad rara a la alineación de Boston: velocidad. En 1969, lideró las Grandes Ligas con 73 bases robadas para los Pilotos de Seattle. Fue un jardinero del Todos Estrellas en 1970 con los Cerveceros, terminó sexto en la votación del Jugador más Valioso de la Liga Americana y se unió a Mays, Hank Aaron, Bobby Bonds y Ken Williams, como los únicos miembros (para el momento) del club 30-30 de todos los tiempos (bateó 31 jonrones y estafó 38 bases). También lideró la Liga Nacional en carreras anotadas en 1965 con 126, ocho más que Mays.
Harper, a diferencia de Reggie Smith, su extovertido compañero de equipo afro-americano, mantuvo un bajo perfil como jugador de los Medias Rojas. No hizo ningún comentario público cuando presenció como eran distribuidos pases de cortesía en el club house de los Medias Rojas durante su primer entrenamiento primaveral en Winter Haven 1972, para asistir al Elks Club.
“¿Qué pasó con los de nosotros?”, Harper recordó haberle preguntado a Smith
“Ninguno para nosotros”, replicó Smith señalando el color de su piel.
Así fue por 13 años más, que los peloteros negros iban y venían al Chain O’Lakes Park pero nunca al Elks Club.
“Lo más irritante era que la práctica discriminatoria nunca fue un secreto para la gerencia de los Medias Rojas o los medios de Boston”, dijo Harper. Varios reporteros de béisbol de Boston después expresaron pesar por no reportar esa realidad.
John Harrington, un confidente de confianza de Yawkey y su esposa Jean, trabajó en la oficina de los Medias Rojas por casi 30 años. Fue jefe ejecutivo desde 1988 hasta que dirigió la venta del equipo en 2002 en representación de Yawkey.
Harrington declinó comentar. Pero mientras ha defendido a los Yawkey y los Medias Rojas contra los cargos de abuso racial, ha reconocido algunas pequeñas cosas.
“Hemos tenido algunos problemas en el pasado, no tengo que mencionar nombres, pero tuvimos algunas dificultades con algunos grandes hombres de herencia afro-americana”, le dijo Harrington al Boston Globe en 1997. “Hemos resuelto eso”.
Blanco del odio.
Harper dijo que él y Smith recibían regularmente correos de odio racial mientras jugaban con los Medias Rojas a principios de los ’70. También fueron blanco de ofensas raciales de los patrones de Fenway. Pero cuando Smith decribió públicamente a Boston como una ciudad racista, sus compañeros y la gerencia permanecieron silentes.
No solo había poca tolerancia en el béisbol para el activismo social en ese momento, sino que en Boston era normal la tensión racial. Debido a que los Medias Rojas no apoyaron a Smith cuando este habló, dijo Harper, “Fue más fácil para los medios hacer parecer que Reggie estaba exagerando algo de la nada”.
En el campo, Harper se ubicaba entre los líderes en varias categorías durante sus primeros dos años con los Medias Rojas. Fue el jugador mas Valioso del equipo en 1973, cuando lideró la Liga Americana con 54 bases robadas y rompió el record de la franquicia que tenía Tris Speaker con 52 desde 1912. La marca de Harper se mantuvo hasta que Jacoby Ellsbury estafó 70 bases en 2009.
En 1974, Harper tuvo dificultades en su juego y fue enviado a los Angelinos de California, sus mejores dìas como jugador habían quedado atrás. Los Angelinos lo negociaron a Oakland a mediados de la temporada de 1975, y para 1976 estaba retirado y buscando una segunda carrera en el béisbol.
Luego de ser ignorado por los Medias Rojas en su búsqueda de un trabajo como coach, Harper tocó la puerta de los Yanquis, quienes le dieron un contrato de tres años como instructor de ligas menores, 25000$ anuales. Entonces los Medias Rojas fueron a buscarlo, no por sus conocimientos beisboleros, resultó ser, que era por el color de su piel, dijo él.
El equipo tenía un problema racial de empleo. En 1977, la MCAD había sancionado cargos por discriminación contra los Medias Rojas, el equipo acordó adelantar varias políticas dirigidas a mejorar la diversidad racial en su fuerza laboral.
Los Yanquis no rescindirían el contrato de Harper a menos que le ofrecieran un trabajo de mayor nivel. Por lo que los Medias Rojas dijeron a Harper y los Yanquis que lo querían para que trabajara como instructor de ligas menores y relacionista público, con un salario de 40000$ anuales.
Solo después que Harper llegó a Fenway, descubrió que los Medias Rojas tenían otro trabajo para él.Lo supo por una reportera nacional quién hacía una investigación de la historia racial del equipo. La reportera le preguntó a Harper por su rol como funcionario de acción afirmativa del equipo.
“No sabía de que estaba hablando ella”, dijo Harper.
Decidió buscar a Harrington, entonces el tesorero del equipo.
“¿Nadie te lo dijo?” Harper recordó la respuesta de Harrington.
De hecho, él era el nuevo funcionario del equipo para la igualdad de oportunidades de empleo.
“Si hubiese sabido que mi trabajo tenía ese título, me hubiera quedado en Nueva York”, recordó.
Harper dijo que Harrington le entregó el documento de la política de acción afirmativa del equipo y lo puso a trabajar. Luego Harrington dejó el equipo temporalmente y Harper empezó a reportarle a Buddy LeRoux, quién lo trataba como alguien que estaba ahí por mandato de MCAD.
Cuando Harper informó a LeRoux que deseaba asistir a un seminario de MCAD para aprender de que trataba su nuevo trabajo, LeRoux abortó el plan, le dijo, “Vamos a bromear con esta gente”. LeRoux murió en 2008.
Semanas después de la conversación de Harper con LeRoux, un investigador de MCAD realizó una visita sorpresa a los Medias Rojas.
“Les dije que los Medias Rojas estaban ignorando todo el acuerdo”, dijo Harper. “Les dije que los Medias Rojas seguían realizando sus negocios sin ninguna intención de contratar a alguien de color. Todo era una charada”.
Le informóa la MCAD que los oficiales del equipo contrataban blancos para los cargos de la oficina principal sin seguir las reglas de acción afirmativa. Cuando se quejó a los ejecutivos del equipo, alegó Harper, los oficiales de los Medias Rojas respondieron dando instrucciones a un empleado nuevo para que abandonara temporalmente su cargo mientras ellos pretendieron satisfacer las prácticas justas de empleo al colocar un anuncio en el Bay State Banner, un periódico que esencialmente circula en una comunidad minoritaria.
Harper reportó otras irregularidades, como entrevistas simuladas para candidatos minoritarios que habían sio enviados a Fenway por Acción Afirmativa a través de Boston Community Development.
“Nunca llegaron a mi oficina”, dijo de los buscadores de trabajo. “Algunos de ellos fueron entrevistados por el recepcionista de turno y despachados”.
Harper tambien reportó que cuando advirtió a los oficiales del equipo que habían ignorado un acuerdo para reunirse anualmente con los líderes de las minorías de Boston, le dijeron que eso “no era una prioridad”, de acuerdo a una carta de MCAD a Haywood Sullivan, entonces presidente de los Medias Rojas.
La MCAD tomó acciones en 1979, citando al equipo por numerosas violaciones de su acuerdo de conformidad. Los Medias Rojas respondieron, dijo Harper, despidiéndolo de la posición de acción afirmativa, sin informar a MCAD o al público.
Por casi tres años más, mientras Harper ejecutaba otros trabajos, los Medias Rojas continuaron identificándolo ante la MCAD como el oficial de acción afirmativa del equipo, de acuerdo a documentos que él suministró al Boston Globe.
También entregó una carta de 1982 de un ejecutivo de los Medias Rojas a un representante estatal, Mel King, entonces lider de una comunidad minoritaria de Boston. El documento describía a Harper como el oficial de acción afirmativa del equipo. Para ese momento, Harper era el coach de primera base del equipo.
Al despedirlo del trabajo de acción afirmativa, dijo Harper, los Medias Rojas redujeron su salario hasta 26000 $ desde 40000$. Así lo hicieron a pesar de realizar durante la temporada las tareas para las que fue empleado. Dijo que el equipo nunca reconoció sus salarios caídos.
“Deposité mi confianza en las personas equivocadas y salí estafado”, dijo.
La próxima primavera, Harper comenzó una estadía de cuatro años como coach de primera base de Boston, una bendición a medias.
“Estaba feliz de regresar al terreno de juego”, dijo, “pero pronto descubrí que la cultura racista del clubhouse era similar a la de la oficina principal”-
Nada había cambiado
Harper había crecido acostumbrado en los años ’60 a oir la palabra “nigger” en el béisbol. Pero estaba sorprendido de que una generación después la oía pronunciada por peloteros y personal uniformado, incluyendo miembros de los Medias Rojas. Él declinó identificar a los individuos porque han pasado 30 años y algunos pueden haber cambiado sus actitudes. Otros fallecieron.
Harper fue coach bajo tres managers: Don Zimmer, Johnny Pesky y Ralph Houk. Cuando Houk se fue luego de la temporada de 1984, tambien lo hicieron sus coaches. Harper entonces aceptó un trabajo como uno de los asistentes especiales del gerente general de los Medias Rojas Lou Gorman, una parte del trabajo era como instructor de campo, un rol que lo llevaría de vuelta a Winter Haven en 1985.
Allí, el problema arreció. Dos años antes, Harper se había airado cuando se reportó al entrenamiento primaveral y descubrió un paquete de pases de cortesía solo para blancos del Elks Club en su casillero, en apariencia una broma. Él dijo que se quejó con Sullivan y se le aseguró que se acabaría el segregacionismo. Sullivan murió en 2003.
Pero cuando Harper regresó en el ’85, supo que nada había cambiado. Se quedó tranquilo en primera. Entonces su compañero de equipo Jim Rice, quien recientemente había firmado una extensión de contrato, hizo público el asunto disimuladamente al bromear con Sullivan en frente de los reporteros, “Ahora que firmé, ¿tengo derecho a un pase del Elks Club?”
El secreto estaba develado, aunque enprincipio recibió poca atención. El Boston Globe reportó los comentarios de Rice al final de la columna de los Medias Rojas de la edición del día siguiente.
“El Club Elks concede pases de cortesía a la delegación de los Medias Rojas, excepto aquellos que sean negros”, escribio Peter Gammons. “Crealo o no, todavía existe una institución segregada en este país, de manera que Rice, Mike Easler, Tommy Harper, y otros no pueden comer ahí”.
Entonces el periodista del Globe, Michael Madden, empezó a indagar. Le preguntó a Harper de esa política y este le dijo que esa práctica estaba vigente desde 1972.
“No me importa mucho lo que me ocurra, si ellos quieren que me despidan o lo que sea, pero esto ha ido demasiado lejos con este equipo”, Madden reportó lo que le dijo Harper de esta manera, “Ellos aún practican el racismo, y eso está equivocado”.
Madden reportó que fue amenazado en el Elks Club por un cliente quién lo acusó de tratar de revivir la Guerra Civil.
“Señor, ¿usted sabe con que se peleó la Guerra Civil? Con pistolas”, Madden reportó que el hombre dijo. “Si hay malas palabras sobre Winter Haven en lo que escribiste, yo sacaré las mías”.
Los pases de cortesía del Elks Club no se vieron más en el clubhouse de los Medias Rojas. Pero Harper pagó un precio por su postura. Le detrozaron los neumáticos de su vehículo, y empezó a recibir llamadas telefónicas misteriosas nocturnas en su hotel de Winter Haven, los que llamaban se quedaban en silencio. Y, aunque él no había reportado el vandalismo o llamadas violentas a los organismos legales, después un agente del FBI le preguntó si había recibido alguna amenaza directa. No la había recibido.
La postura de Harper arruinó su relación con la gerencia de los Medias Rojas. Él dijo que los ejecutivos del equipo inmediatamente lo degradaron, lo borraron de las reuniones de los entrenamientos primaverales, no le dieron asignaciones durante la temporada regular, lo aislaron hasta que fue despedido la semana anterior a la Navidad de 1985.
Harper tomó acciones respecto a lo que le había ocurrido. Introdujo denuncias de discriminación racial en la MCAD y la US Equal Employment Opportunity Commission. Los Medias Rojas negaron las acusaciones, catalogaron a Harper como un empleado descontento y de bajo nivel.
Los oficiales del equipo acusaron a Harper de incumplir con muchos de sus deberes regulares. Alegaron que él había recortado su estadía en un equipo afiliado de ligas menores que competía por el campeonato de la liga, falló al reportarse a la liga instruccional, y se negó a entregar los reportes de evaluación de los peloteros.
Peor, de acuerdo a Harper, el equipo lo acusó de usar inapropiadamente una tarjeta de crédito de la compañía para gastos personales.
“No hubo racismo ligado al despido”, dijo Gorman a los reporteros en su momento. “Solo sentíamos que él hacía un trabajo pésimo”.
Harper presentó evidencia al EEOC para rechazar cada acusación, y la comisión dictaminó a su favor. El panel halló que la causa probable de que los Medias Rojas hubiesen despedido a Harper ilegalmente, era el episodio del Club Elks. La comisión también dictaminó que “había suficiente evidencia” soportada por el alegato de Harper de que los ejecutivos del equipo habían “creado y perpetuado un ambiente de trabajo hostil a las minorías”.
Al llegar a un acuerdo financiero con Harper, los Medias Rojas no admitieron haber actuado indebidamente pero una vez más acordaron adherirse a las prácticas de empleo no discriminatorias.
Para Harper, el acuerdo trajo una comodidad fría. El despido le costó dos años de su carrera beisbolera, dijo él, porque varios equipos rechazaron sus solicitudes de trabajo y otro retiró una oferta para no contrariar a la gerencia de los Medias Rojas.
Entonces vino un hecho histórico del beisbol. En 1987, el gerente general de los Dodgers, Al Campanis desencadenó un temporal al declarar en televisión a nivel nacional que los negros “podrían no contar con los requisitos”, para ocupar cargos de manager y gerente general en las Grandes Ligas.
Campanis fue despedido, pero el daño estaba hecho, sus comentarios sugerían una medida de la intolerancia racial que había en el beisbol. El Comisionado Peter Ueberroth indicó a los equipos que mejoraran su política de empleos para las minorías, y los Expos de Montreal pronto firmaron a Harper como instructor de ligas menores.
Relación mejorada
Harper ascendió en el sistema y para 1990, un años despues que Dan Duquette se convirtió en gerente general de Montreal, fue promovido al cuerpo técnico de Grandes Ligas. Harper fue coach de los Expos hasta 1999, cuando Duquette, entonces gerente general de los Medias Rojas, lo contrató como coach de primera base de Boston.
“Me dijeron que todo había mejorado en la organización de los Medias Rojas”, recordó Harper.“Descubrí que no”.
Aquel mismo año, los Medias Rojas pagaron una demanda a un antiguo manager del Club Fenway’s 600 quien alegó que había sido atropellado racialmente por sus compañeros de trabajo y el equipo había fallado en investigar de manera apropiada sus denuncias.
Por su parte, Harper fue ofendido por los Medias Rojas al estos contratar en 2002 a Mike Stanley, un antìguo pelotero, con un salario de coach mayor al suyo en 50000 $, aunque Harper tenía 15 años de experiencia como coach de Grandes Ligas y Stanley ninguno.
Harper dijo que informó a los dueños de los Medias Rojas para ese momento sobre la injusticia y ellos resolvieron la diferencia entre su salario y el de Stanley, algo que el equipo confirmó.
Harper permaneció como coach de primera base hasta el otoño de 2002, cuando fue reasignado como consultor de desarrollo de peloteros, una posición que ha mantenido desde entonces.
Los nuevos dueños de los Medias Rojas no perdieron tiempo en reconocer el “innegable legado de intolerancia racial del equipo”, como dijo Lucchino en 2002. Se hicieron cambios, mejoró la diversidad racial, y en 2010 los Medias Rojas exaltaron a Harper a su Salón de la Fama.
Los ejecutivos del equipo atribuyeron la inducción de Harper a sus logros beisboleros y su batalla por la justicia racial. Lucchino emitió una declaración elogiando a Harper por su papel fundamental al denunciar el escándalo del Elks Club yaseguró que “la organización nunca más toleraría esta práctica”.
Harper se reuniò recientemente con Lucchino en las oficinas ejecutivas de Yawkey Way, donde por mucho tiempo se sintió ignorado. Lucchino reconoció que los Medias Rojas deben seguir tratando de reparar los daños del pasado, y ademàs dijo que estaba impresionado con la mejorada relación de Harper hacia el equipo.
Harper, por su parte, continuará representando a los Medias Rojas en charlas anuales con niños de edad escolar, sobre el legado de Jackie Robinson.
Dijo que podría empezar a conversar de su propia experiencia con los Medias Rojas.
“Las personas recuerdan a Jackie Robinson, Willie Mays y Pumpsie Green cuando hablan de los Medias Rojas y su historia racial”, dijo Harper. “Pienso que un día la gente podría querer saber mi historia”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
domingo, 12 de octubre de 2014
Código de ética
“La ética no consiste en formular preceptos caídos o dictados desde el cielo, sino que es consecuencia de tomar consciencia de lo que somos. Albert Jacquard
La Liga Venezolana de Béisbol Profesional ha procedido con mucha diligencia sobre un tema muy pertinente en cualquier sector de la actividad humana, las normas de convivencia. Como muy pocas veces visto en LVBP, quizás desde la época de Franklin Whaite, la directiva se ha enfocado en recordar que existe un reglamento de funcionamiento y ha ido más allá, ha creado un instrumento (Código de ética) mediante el cual se recuerda y actualiza cuan fundamental es tener en cuenta las normas a la hora de actuar, dentro y fuera del terreno. Se entiende que las normas, en primera instancia van dirigidas a peloteros, directivos y otros personeros. Sería bien interesante hacer notar también el tipo de sanciones directas o indirectas que pudiesen recibir las personas del público que violen las normas de convivencia.
Solo desde esta asertividad que ha decidido aplicar LVBP resulta más expedito evitar o solventar situaciones difíciles que se han vivido en el pasado. Una de las más refulgentes en la memoria se remonta al primer juego de la serie final de la temporada 1999-2000. Navegantes del Magallanes versus Águilas del Zulia. Estadio Luis Aparicio El Grande de Maracaibo. Desde el principio se notaron tumultos en las gradas y ausencia de personal de seguridad (Guardia Nacional, Vigilantes, etc.). Hacia mediados del juego, en medio de la efervescencia de ver a su equipo perder, los aficionados de las gradas generaron disturbios que desembocaron en el desprendimiento de la baranda del jardín central, además de agredir con pedazos de hielo a uno de los jardineros magallaneros. El juego estuvo detenido por más de 20 minutos. En el estadio brillaba por su ausencia el representante de LVBP. Era muy triste el espectáculo de los árbitros esperando por una decisión telefónica de LVBP desde Caracas. ¿Qué hubiese hecho Roberto Olivo o Armando Rodríguez? Además algún directivo zuliano en vez de asumir la responsabilidad por lo que ocurría en el estadio se quejaba de “el ventajismo central”. Entre los reglamentos de esa temporada existía uno que indicaba la confiscación del juego a favor del equipo visitante si el mismo permanecía detenido más de 20 minutos por causas extraterreno. El encuentro se reanudó luego de más de media hora detenido, antes el manager de Magallanes, Phil Regan estableció como condición que al primer objeto lanzado al campo retiraría a su equipo del terreno y no regresaría. En ese mismo episodio mientras fildeaba un elevado a segunda base, Richard Paz resultó impactado con una batería de radio. Luego de varios incidentes el juego hubo de ser suspendido. Lo que siguió a continuación con respecto a la decisión de LVBP sobre lo que ocurriría con ese juego, fue un ejemplo de cómo no se deben ventilar situaciones de esta magnitud. Pasaron dos o tres días y fue entonces que LVBP comunicó que el juego se realizaría después del quinto encuentro en Valencia, al ver que las Águilas habían ganado tres en fila. Sería muy importante que LVBP aclarara si la normativa de la confiscación de juegos está vigente.
También en juegos de post temporada se recuerda episodios bochornosos del público con peloteros en el estadio Universitario, los mismos que se rien al recordar aquella violencia de “Wilson ‘ta cagao” y de contarle el “1…2…3…4…5… nocaut” a Alex Delgado luego de quedar inconsciente o maltrecho sobre el plato tras el choque intenso con un corredor, son los que se quejan cuando muchos de esos que gritan los irrespetos saltan al terreno para agredir árbitros y hasta peloteros, como cuando algunos caraquistas persiguieron a un árbitro sobre el propio terreno d ejuego del estadio Universitario, o cuando unos magallaneros increparon al lanzador Jean Machí con gritos obscenos en el José Bernardo Pérez. Parecieran desconocer que la violencia verbal es tan o mas bestial que la física.
En episodios más recientes, se recuerda jugadores de equipos campeones cantando el fatal estribillo “…y donde están…y donde están..” en el clubhouse luego del juego definitivo, dándole fuerza al eco de las tribunas. Sería muy reparador que además del código de ética, LVBP adelante y practique campañas ciudadanas de sana convivencia y respeto a los derechos del otro entre los asistentes a los estadios.
Un episodio no menos bochornoso fue el ocurrido en la serie final de la temporada 2012-2013 entre Cardenales de Lara y Navegantes del Magallanes, en el último juego en Barquisimeto el locutor interno se refirió a los peloteros magallaneros de manera despectiva y luego la directiva de Cardenales dejó sin seguridad al dugout del Magallanes. Al día siguiente, en vez de solventar esa situación en las oficinas de LVBP, la directiva magallanera decidió devolver el golpe con más irrespeto de su locutor interno y el público. También se debería aclarar y remarcar las funciones de un locutor interno porque el juego de béisbol merece respeto y silencio en los momentos decisivos.
Alfonso L Tusa C.
sábado, 4 de octubre de 2014
Pequeño gran hombre
El balón pasó líquido por el aro oxidado.Todos voltearon. Si, era Tito con una maestría superior a la que impartía en las clases de inglés. Luego de varias acrobacias de cambio de ritmo y dribles con ambas manos, Sandy se puso la camisa sin dejar de observar la demostraciónde Tito. Agarró sus cuadernos de tercer año de bachillerato y empezó a caminar por la calle Las Hortensias. Cada vez apretaba más el paso. A dos cuadras del cine oyó el timbre. Empezó a correr hasta alcanzar la taquilla de los boletos.Había entrado a la galería justo cuando aparecían grandes letras amarillas en la pantalla de cemento “Little Big Man”. Dustin Hoffman. Desde la primera vez que había visto el cartelón de la película, Sandy preguntaba como podía ser grande un hombre pequeño.
Ahora, casi 40 años después, el segunda base de los Astros de Houston quizás tenía la respuesta. Llegó a las Grandes Ligas contra el pronóstico de los buscadores de talento y en 2014 desarrolla una actuación que desempolva las figuras de Cesar Tovar y Melvin Mora por un lado y las de Nellie Fox, Joe Morgan y Craig Biggio por el otro. Hacia principios de agosto, concretamente el 6, Altuve lideraba la Liga Americana con 158 imparables, .338 de promedio al bate y 45 bases robadas. A la defensiva comandaba a los segundas base de toda MLB en dobleplays con 81, segundo en asistencias de Brian Dozier (344) con 325, y segundo en outs de Chase Utley(217) con 212. Tovar resultó el primer venezolano en batear más de 200 imparables en Grandes Ligas, en 1971 despachó 204 imparables en 657 turnos al bate para un promedio de .311. Mora fue líder dela Liga Americana en OBP (Porcentaje de embasado) con .419 en 2004. Altuve marcha séptimo .375, donde José Bautista es el líder con .412.
En la película Hoffman hace el papel de Jack Crabb un viejo de 121 años que recuerda su vida que empezó al nacer en una familia de blancos, a los diez años los Pawnee matan a sus padres y se lo llevan a él y su hermana a la aldea Cheyenne. Ella escapa, pero Jack se convierte en el protegido del jefe de la tribu. Empieza una rivalidad con el Cheyenne Oso joven, sin embargo este le debe la vida porque Jack lo salva de morir a manos de un Pawnee. A los 16 años es recapturado por la caballería de Estados Unidos y renuncia a su formación indígena para salvar la vida. Es puesto bajo el cuidado del reverendo Silas Pendrake y su esposa Louise, quien intenta seducirlo. Jack escapa de casa de los Pendrake cuando sorprende a Louise teniendo relaciones sexuales con el dueño de la fuente de soda.
Morgan y Biggio han sido unos de los camareros más destacados que hayan vestido la camiseta de los siderales. Morgan fue líder en asistencias de la Liga Nacional con 482 en 1971, en 1965 había llegado en segundo lugar con 492 asistencias.Mientras que Biggio comandó la Liga Nacional en 1997 con 504 asistencias, fue líder en ese departamento desde 1993 hasta 1997 y luego en 1999. En outs Biggio obtuvo otros cinco lideratos en la Liga Nacional, el más significativo en 1996 con 361 outs.
El 2 de septiembre de 2014 Altuve bateó de 5-4 para llegar a 193 imparables, ese día se convirtió en el primer Astro desde Lance Berkman (4-6 de mayo 2008) en batear 4 imparables en dos juegos seguidos, ese día rompieron una seguidilla de seis victorias de los Angelinos de Los Angeles al vencerlos 8-3.
El 10 de septiembre, luego de dos juegos en blanco, Altuve se fue de 5-2 en la victoria de los Astros 5-2 sobre los Marineros de Seattle. Además de convertirse en el segundo jugador de los Astros en alcanzar los 200 imparables en una temporada (el otro es Craig Biggio) y el cuarto venezolano (Cesar Tovar, Magglio Ordóñez, Miguel Cabrera); el Pequeño Gran Hombre de Maracay también se unió a otro grupo de peloteros, los que han logrado al menos 40 dobles, 50 bases robadas y 200 imparables en una temporada, en este club están: Ty Cobb, Tris Speaker, Benny Kauff, George Sisler, Craig Biggio y Hanley Ramírez.
El día (16-09-2014) cuando superó la marca de Biggio de más imparables para un jugador de los Astros de Houston, Altuve recibió la visita de este en plena práctica de bateo, se acercó y le comentó: “Vamos, solo tienes que dar dos más para implantar otra marca”. Por ese motivo Altuve fijó la mirada en la primera fila del Minute Maid Park luego de conectar el doble que empataba la marca de 210 imparables, allí estaban Biggio y Nolan Ryan. Dos entradas más tarde, Ryan, Biggio y toda la multitud (18.381)ovacionaron de pie por dos minutos cuando Altuve despachó el imparable 211. Houston perdió el juego 4-2 ante Cleveland y su as emergente Corey Kluber.
Al día siguiente, el venezolano Carlos Carrasco blanqueó a los Astros 2-0, solo permitió 2 imparables, ambos de Altuve, el segundo de ellos para romper una seguidilla de 17 retirados. En ese juego igualó a Dustin Pedroia como los camareros con más imparables en una temporada desde 1975 con 213. Luego también alcanzaría a Rod Carew como el segunda base con más hits en una temporada (219) desde 1974.
El 20 de septiembre en una victoria 10-1 sobre Seattle en Houston, Altuve despachó dos imparables (217 y 218) para sobrepasar la marca de Magglio Ordóñez (216) de más imparables para un venezolano desde la temporada de 2007.
Al concluir la temporada había acumulado los lideratos en ambas ligas de promedio al bate (.341), primer jugador de los Astros en lograr un título de bateo, e imparables(225), tercer latinoamericano en conectar más imparables en una temporada detrás de Carew (239) y Mateo Alou (231), además de comandar las bases estafadas en la Liga Americana (56). También lideró las Grandes Ligas en juegos de más de un imparable (69). Al final de la temporada fue escogido para conformar el equipo de estrellas de Grandes Ligas que jugará una serie de partidos ante su similar de Japón en noviembre. Además fue nominado al premio Hank Aaron Award 2014 que se entrega al mejor bateador de cada liga.
Respecto al plano defensivo, Altuve terminó la temporada con 105 dobleplays (1ero.), 268 outs (2do.), 459 asistencias (3ro.),156 juegos como 2b (2do.), 10 errores (4to.).
El próximo juego de baloncesto Sandy entendió mejor como Tito se las ingeniaba para colarse entre el bosque de grandulones a los que les llegaba por el pecho, cada vez que se agachaba y corría hasta debajo del aro, también veía a Jack Crabb en Little Big Man.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 15 de agosto de 2014
Un brillo de la infancia reflejado en el box score.
Billy Altman. 03-08-2014
Mientras crecía en la parte alta de Manhattan en los años '60, nunca me cansé de mirar por la ventana de mi habitación en el apartamento de mis padres en Amsterdam Avenue durante la temporada de beisbol, veía las luces de ambos parques, Yankee Stadium en el cercano Bronx y empezando en 1964, Shea Stadium a la distancia en Queens.
Mientras nunca he querido sugerir que aprendí mucho por simplemente ver ambos estadios desde mi casas, me ha impresionado recientemente que puede haber existido un significado mayor en todo esto. El beisbol me llamaba, y ahora yo hago los llamados, septiembre marcará mi décimo aniversario como anotador oficial de los Mets y los Yanquis.
El trabajo significa estar enfocado en un promedio de 300 pitcheos por juego, los juegos duran más de tres horas. Esto significa tratar con un número creciente de ajustes defensivos en los cuales el tercera base puede terminar parado al lado del primera base. Y eso significa un rápido desarrollo de una piel gruesa, porque lo que sea que decida, hit o error, a menudo creará algún disentimiento.
Mi ruta hacia convertirme en parte de esta fraternidad inusual, nuestra membresía a través de los 30 equipos de Grandes Ligas del país llega a un número menor de 100, se desprende de las obsesiones usuales que la mayoría de los aficionados del beisbol comparten desde la niñez. Todavía me gusta recordar que más que hacer mi tarea escolar despues de la escuela primaria, prefería escuchar rock 'n' roll en el radio mientras devoraba la información de los reversos de las barajitas de beisbol. Si un profesor de geografía me preguntaba donde quedaba Albuquerque, mi respuesta era algo como "Texas League".
Al final, no fui músico, ni atleta. En su lugar, me hice de una carrera en periodismo, como crítico de música pop en los años '70, y no mucho después, escritor de beisbol. Una vez que empecé a pasar tiempo en el palco de prensa, me fasciné con las tortuosidades de anotar, una de las lineas de trabajo más extrañas de los deportes profesionales.
Así fue como empecé: Un día de 2003, estaba sentado junto a Bill Shannon en el palco de prensa de Shea Stadium y, como siempre, maravillado con la facilidad con que él manejaba las distintas facetas de llevar la anotación, de mantener inmaculada y llena de detalles la hoja de anotación para de manera rápida y confidencial tomar una decisión que cualquier jugada en el campo requiriera.
Shannon era una leyenda, al menos entre otros escritores, finalmente le pregunté como se hacía para aprender lo que él hacía.
Él me miró, algo divertido, y respondió con una pregunta ¿Quieres hacer esto?.
Si quería. Así empezó un período de poco más de un año que Shannon llamó anotación de "sombra" cada vez que estaba en alguno de los estadios de Nueva York en una asignación periodística y por tanto podía sentarme a su lado. En varios momentos del juego, Shannon me preguntaba la "línea" del pitcher abridor, su total de innings, hits, careras, carreras limpias, boletos y ponches. O lo que había hecho el tercer bateador en el quinto inning. Y si había que tomar una decisión, si yo pensaba si era hit o error, y preferiblemente antes de que se mostrar cualquier repetición en el monitor del palco de prensa. Hazlo desde tu percepción.
Shannon hacía entonces su propia observación a través del sistema público de comunicación interno del palco de prensa. Como cualquier juez, entendí que el anotador necesitaba interpretar la evidencia presentada ante él,tomar la decisión necesaria y seguir adelante. Y si no estaba seguro, podía revisar la decisión más tarde, si era pertinente, podía revertirla.
De hecho, los anotadores tienen hasta 24 horas para cambiar una decisión. También se permiten apelaciones, pero ese es otro proceso.
Este internado informal con Shannon también comprendió estudiar el libro de reglas del beisbol, específicamente las 30 (de 119 páginas) dedicadas a la anotación. Una de mis favoritas es la 10.06 (c), bajo el encabezado "Para determinar el valor de los imparables". Esta dice que si un bateador conecta una pelota entre dos y busca el extrabase, se le acredita doblete si se pasa de segunda base corriendo y es tocado tratando de regresar. Pero si se pasa de segunda base deslizándose y es tocado, es un sencillo. Vaya usted a saber porque.
Hacia finales de 2004, cuando una serie de lluvias obligó a los Yanquis a jugar varios doblejuegos nocturnos, Shannon recibió permiso del vicepresidente de Major League Baseball y supervisor de anotadores, Phyllis Merhige, para dejarme trabajar en un juego.
Naturalmente, me vi envuelto en un asunto truculento. Fue en el segundo de un doblejuego contra Tampa Bay, con los Ynaquis ganando 7-3 en el cuarto inning, su abridor novato, Brad Halsey, llenó las bases con un out. El manager Joe Torre lo sacó del juego.
Como Halsey no había pitcheado los reglamentarios cinco innings para ser elegible para la victoria, la regla 10.17 entró en juego. Si los Yanquis mantenían la ventaja por el resto del juego, sería responsabilidad del anotador oficial, que era yo, "acreditar como pitcher ganador al relevista, si hay solo uno, o el relevista que a juicio del anotador oficial fue más efectivo, si hay más de un relevista".
La decisión era mía, o como dijo en voz alta Pete Caldera de The Record of Hackensack en el palco de prensa. "¡Hey, Billy, es tu primer juego, y tienes que hacer de Dios!" Afortunadamente, Tanyon Sturtze, el primer relevista de los tres que se combinaron para lanzar el resto del juego, no solo sacó a Halsey del problemón de bases llenas sino que lanzó 3.2 innings en los que solo permitió 2 imparables sin carreras en ruta a una victoria de los Yanquis 10-5. Acreditarle la victoria era un tiro al piso.
En mi primera decisión para cargar un error, en un elevado de foul que se le cayó al tercera base de los Rayas cerca de la tribuna, hubo algunas desaprobaciones audibles de mis colegas. Fue, en efecto, mi bienvenida a las Grandes Ligas. A través de los años, por supuesto, vinieron más desaprobaciones.
Lamentablemente, Shannon murió en 2010 en un incendio en la casa de su madre en Nueva Jersey. Tenía 69 años, nos dejó a mi y otros tres anotadores, a quienes también había entrenado, para llenar el vacío. Jordan Sprechman y Howie Karpin estan trabajando en más de 60 juegos cada uno esta temporada. David Freeman y yo nos dividimos el resto de los 162 juegos en casa que los Mets y los Yanquis tienen programados.
Por supuesto, mientras más juegos anoto, más me encuentro con eventos memorables. En 2011, fui el anotador oficial de un juego de finales de agosto en el cual los Yanquis vencieron a los Atléticos de Oakland 22-9. Tres yanquis, Russell Martin, Robinson Canó y Curtis Granderson, batearon jonrones con las bases llenas. Es el único juego en la historia del beisbol donde un equipo ha hecho eso.
Tambien está el creciente número de configuraciones defensivas que hacen los equipos para tratar de contrarrestar a los bateadores zurdos que halan la pelota hacia el lado derecho del campo. ¿Genera eso un problema para el anotador oficial?
En cierta forma. Cualquiera que haya anotado un juego sabe que los jugadores a la defensiva están representados por números que identifican sus posiciones:
1 para el pitcher, 2 para el catcher, 3 para el primera base y así sucesivamente. Si el tercera base (tradicionalmente el número 5) de pronto es ubicado a la derecha de la segunda base, hacíéndolo en esencia el segunda base (N° 4), y él hace un tiro a primera base luego de recoger un rodado en su dirección, no sería lógico anotarlo 4-3 y no 5-3?
Mi respuesta es, realmente no. El tercera base, independientemente de donde esté ubicado para cualquier pitcheo, si el atrapa la pelota y la lanza a primera para completar un out, eso sigue siendo out 5-3 en mi libreta de anotación. Usualmente hago una pequeña marca en mi tarjeta de anotación para indicar la coreografía, en caso de que alguien necesite saberlo.
En cuanto a lo que estas configuraciones significan para los factores de alcance defensivos asignados a los jugadores del cuadro, eso es algo con lo que tiene que lidiar el batallón de sabermétricos del béisbol.
Estoy más que satisfecho de estar donde estoy, arriba en el palco de prensa, lejos del campo de juego pero manteniéndome en el rodaje del juego. Y 10 años despues, el trabajo aun tiene su fulgor, como aquellas luces brillantes que veía desde mi ventana hace todos esos años.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 31 de julio de 2014
El triunfo de Hank Greenberg sobre el discurso de odio
Michael Beschloss. 25-07-2014. The New York Times
En un campo de beisbol de Illinois central en 1931, un jugador de ligas menores de 20 años llamado Hank Greenberg fue vejado por el tercera base del equipo rival con insultos anti-semita, lenguaje que en 2014 llamaríamos discurso de odio. Cuando Greenberg no pudo resistir más a las provocaciones, las cuales eran apoyadas por una multitud airada y feroz, confrontó al tercera base y fue sacado del estadio con protección policial. Luego Greenberg dijo que lo había asustado mucho el ambiente hostil.
Greenberg nació en Greenwich Village de New York, media un poco menos de 1.83 m. pasó la mayor parte de su carrera de Grandes Ligas como primera base de los Tigres de Detroit. Bateó 58 jonrones en 1938, a solo dos del record de Babe Ruth en 1927, dos veces fue escogido como jugador más valioso de la Liga Americana. Logró esto a pesar de cargar con la recurrente aura de "Asesino de Cristo" y otros insultos antisemitas.
"En cada estadio que iba, había alguien en las tribunas que pasaba toda la tarde diciéndome barbaridades", recordó Greenberg en una historia oral en 1980. "Si estás teniendo un buen día", dijo él, "no le prestas atención. Pero se estás teniendo un mal día, de pronto se siente un ardor bajo el cuello de la camiseta.
Antes había existido peloteros judíos destacados, pero en los años '30, Greenberg era de lejos el más exitoso. (Fue el pelotero judío más famoso hasta el surgimiento de sandy Koufax, quién, como Greenberg, no jugaba en Yom Kippur).
Greenberg luego reconoció que, en contraste a los afroamericanos, los judíos nunca habían sido vetados sistemáticamente de Major League Baseball.Ni, añadió él, hubo peloteros judíos que resistieran el aumento de amenazas de asesinato como aquellas hechas contra Jackie Robinson cuando llegó a las mayores.
Pero Greenberg tenía que saber que siempre había el peligro de que alguno de los fanáticos anti-semitas de las tribunas podría un día tornarse violento contra él. Los años '30 fueron el pico no solo de la carrera de Greenberg sino tambien de la rabia anti-semita en los Estados Unidos.
Temiendo algunas de las repercusiones sociales de la gran depresión y de la batalla política de enfrentar a Adolfo Hitler, el Presidente Franklin Roosevelt le advirtió en privado a un amigo que si un demagogo como Huey Long (el gobernador de Louisiana y senador quién fuera asesinado en 1935) incitaba al odio contra los judíos, "podría haber más sangre en las calles de Nueva York que en las de Berlin".
Greenberg jugaba para un equipo cuya ciudad, Detroit, era compartida por dos de los anti-judíos más famosos de esa era: la estrella de la radio Padre Charles Coughlin, y el magnate automotriz Henry Ford, el una vez editor del notoriamente anti-semita Dearborn Independent y de un folleto llamado "The International Jew: The World's Foremost Problem".
En la mayoría de sus 12 años en las mayores (él interrumpió su carrera para combatir en Asia durante la segunda guerra mundial), Greenberg mostró un rechazo dignificado a perder la compostura. Su biografo Mark Kurlansky sentía que Greenberg llegó a entender que "las demostraciones públicas de odio solo provocarían a los anti-semitas y no le traerían respeto ni paz". Aún así, luego de un juego, Greenberg se quitó los zapatos, se dirigió al clubhouse de los Medias Blancas de Chicago y declaró que quería ver de frente al pelotero que lo insultó al decir "pararse en la planta de sus pies".
Greenberg participó al menos en una temprana prefiguración de las penas modernas para el discurso de odio. Durante la Serie Mundial de 1935 contra los Tigres, como recordó Greenberg, los miembros de los Cachorros de Chicago lo llamaban en voz alta "judio esto y judío lo otro". Pocas semanas después de la conmoción que siguió a la acción del árbitro al tratar de detenerlos, el comisionado de beisbol, el ex juez Kenesaw Mountain Landis, multó a tres peloteros de los Cachorros con 200 $ cada uno (aproximadamente 3480 $ actuales) por usar "lenguaje vil e impublicable". Aunque muy moletso porque el árbitro también había sido multado, Greenberg respaldó la sanción.
Cuando Greenberg se retiró del beisbol en 1947, él sabía que se había convertido en un símbolo de como los judíos se estaban moviendo dentro de la realidad estadounidense. "Cada jonrón que bateaba", dijko una vez, "era un jonrón contra Hitler". Aunque era un judío no practicante que consideraba su religión "un accidente de nacimiento", Greenberg dijo al final de su vida (falleció en 1986) que estaba sorprendido de "querer ser recordado no solo como un gran pelotero sino más aún como un gran pelotero judío".
El compañero de equipo de Greenberg, Birdie Tebbetts observó, "No hubo nadie en la historia del juego quién recibiera más abusos que Greenberg, a menos que fuese Jackie Robinson". Robinson, el primer afroamericano en jugar en la era moderna de las Grandes Ligas, llegó a los Dodgers de Brooklyn el mismo año que Greenberg se retiró.
"Ellos se mantendrán provocando a Jackie", dijo Greenberg a un reportero ese año, "y el responderá forzándose a jugar por encima de sus pensamientos". Al hablar de su experiencia propia, Greenberg predijo, "Mientras más lo provoquen, más se incentivará él".
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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