sábado, 13 de junio de 2015
Beisbol e historia negra.
12-06-2015. Frank Bruni. The New York Times.
Filadelfia- El pasado verano, una adolescente de 13 años llamada Mo’ne Davis aterrizó en la portada de Sports Illustrated, se convirtió en sensación nacional luego de lanzar un blanqueo en la Serie Mundial de Pequeñas Ligas, donde casi todos los otros jugadores son muchachos. Se cree que ella es la única muchacha negra en participar en esa competencia.
Este verano, ella planea hacer algo más sorprendente: Visitar la 16th Street Baptist Church de Michigan, Ala., donde fueron asesinadas cuatro muchacha negras en un bombardeo en 1963. Tres de ellas tenían 14 años. Mo’ne cumplirá esa edad el día cuando se presente en ese lugar.
Para Mo’ne, quién creció en un vecindario pobre de aquí, la vida ha sido eléctrica desde su coronación en Sports Illustrated: una reunión con los Obama en la Casa Blanca, un libro de memorias, una aparición en un comercial de Chevrolet dirigido por Spike Lee, hasta una línea de zapatos deportivos identificada con su nombre.
Pero alrededor de tres semanas hacia finales de junio y comienzos de julio, ella y otros 13 niños de su equipo de aquí, el resto de ellos muchachos, la mayoría de ellos negros, todos casi de su edad, tienen un calendario de juegos de exhibición alrededor del país que mezcla notas divertidas con otras sombrías.
Ellos no van de paseo. Van hacia el sur, hacia la historia: la iglesia de Birmingham, el puente de Selma. Ellos jugarán pelota, luego visitarán Little Rock Central High School, un campo de batalla en la pelea por integrar las escuelas. Ellos batearán duro hacia las cercas, luego voltearán sus cabezas hacia la casa de Jackson, Miss., donde viviera Medgar Evers.
En un país aun en vía hacia la armonía racial y que busca dar a los niños desprotegidos más espacio, firmeza y esperanza, este es un itinerario retador. Y en una época cuando la corrupción y la conducta criminal han puesto sus tentáculos sobre el futbol, futbol americano, boxeo y más, es un buen recordatorio el impacto positivo que el deporte puede tener en los jóvenes, y de la misma forma puede ser un puente.
Mo’ne me dijo que veía el viaje como un tributo a los pioneros quienes “entregaron sus vidas y fueron golpeados para que pudiéramos tener la libertad que tenemos”.
Pero ella también vislumbra la tristeza, particularmente en esa iglesia, con los fantasmas de esas chicas.
“Me siento muy mal, porque ellas pudieron haber cambiado el mundo”, dijo ella. “”Por qué tenían que perder sus vidas a tan temprana edad? Nunca se sabrá lo que pudieron haber hecho”.
Nunca sabrás lo que pudieron haber hecho. Esa verdad no es solo para niños quienes no crecieron. Aplica para otros millones, muchos de ellos minorías, a quienes se les niega una verdadera oportunidad, tal vez porque no hay nadie quién los guíe, tal vez porque nadie aparece y les lleva regalos.
Mo’ne tenía 7 años de edad cuando el entrenador del equipo, Steve Bandura, la vio lanzar una pelota de futbol americano. Él persuadió a la madre de ella, quién estaba escéptica, de que ella tenía un talento atlético excepcional, entonces la tutoreó, hasta la ayudó a asegurar una beca en una escuela privada.
Ella se ha desempeñado bien allí y su meta está al alcance: ir a la University of Connecticut y graduarse para jugar en la Women’s National Basketball Association. Es tan fiera en el tabloncillo como en el montículo.
Bandura, 54, ha intervenido de manera similar con otros cientos de niños quienes fueron o son miembros de su equipo, los Monarchs de Anderson. Él empezó esto hace dos décadas y lo ejecuta desde el Philadelphia Department of Parks and Recreation, donde trabaja.
Los Monarchs juegan baloncesto, futbol y beisbol, de acuerdo a la temporada, y los niños están juntos todo el año. El equipo lleva el nombre de Marian Anderson, quien en 1955 se convirtió en la primera cantante negra en actuar en el Metropolitan Opera de la ciudad de Nueva York, y con los Monarchs de Kansas City, un trabuco en las Ligas Negras cuando el beisbol estaba segregado. Jackie Robinson era su estrella.
De hecho, el bus que los Monarchs usarán en su aventura de este verano es de 1947, el año cuando Robinson rompió la barrera racial en el beisbol.
Escribí por primera vez del equipo el pasado agosto, y acerca de Bandura, quien utilizó una bien pagada profesión en ventas y mercadeo para dedicarse a un programa deportivo dirigido a inculcar orgullo, propósito y disciplina a los niños desprotegidos.
Con el programa el construyó un trato: Él aporta a los niños la diversión del juego y la camaradería de un grupo bien integrado, y ellos corresponden trabajando duro en la escuela, muchos de ellos son estudiantes excelentes, y prestando atención a las lecciones que van más allá del beisbol. El viaje por carretera, el cual implica diversión y educación, ilustra perfectamente este trato. Así ocurrió un domingo reciente que pasé con el equipo.
Aunque los niños no están supuestos a llegar a un juego de beisbol hasta las 3 p.m en el sur de Nueva Jersey, fueron citados a mediodía al centro de recreación South Philly que sirve como su base, y se les indicó que dirigieran sus miradas hacia la pantalla grande. En ella Bandura proyectó “4 Little Girls”, un documental acerca del bombardeo de la iglesia de Birmingham.
A través del año, el equipo ha sido reunido semanalmente para ver películas y discutir asignaciones de lecturas sobre la experiencia afroamericana y los derechos civiles. En referencia a una gira veraniega de 2012 de ciudades y estadios que fueron importantes en las Ligas Negras, Bandura pidió que estudiaran la historia del beisbol y su integración.
Él razona que si ellos aprecian como ha sido pavimentado el camino para ellos, estarán más dispuestos a tomar total ventaja de esto. Si ellos ven lo que resistieron y lograron los afroamericanos, entenderán su propia fuerza y habilidades. También entenderán su obligación, la cual no solo es beneficiarse del progreso sino perpetuar esto, para los niños que vienes después.
Él les dice constantemente cuan cruciales fueron los adolescentes y estudiantes universitarios en el movimiento de los derechos civiles.
“Quiero enviar el mensaje de que la gente joven puede efectuar el cambio y necesita efectuar el cambio, especialmente con el estado de nuestra nación después de todos los incidentes raciales recientes”, me dijo Bandura. Se refería a las muertes de hombres negros en enfrentamientos con la policía y a las protestas que siguieron.
Cuando hablé con los niños acerca de su presencia en el viaje, unos pocos también mencionaron esos eventos, y dijeron que mientras nuestro país haya hecho grandes progresos en los pasados cincuenta años, el recorrido aun esta incompleto.
“La gente aún le dice a los afroamericanos lo que hacían durante la esclavitud”, dijo Nasir Jackson, 13.
Le pregunté como se sentía con eso.
“Molesto”, dijo él.
¿Como hace para manejar la rabia?
“Me siento y espero hasta que se va”, dijo él.
Él es un muchacho pequeño, por eso me sorprendí cuando me dijo que su gran ambición era jugar futbol americano profesional.
“¿Tienes tamaño para eso?”, le pregunté gentilmente
“Todavía no”, dijo él. “Pero tengo el corazón”.
Bandura es blanco y creció en un vecindario de Filadelfia donde a menudo se horrorizaba con el racismo que veía. Su esposa, Robin, una terapista física, es negra, y uno de sus dos hijos, Scott, 13, juega con los Monarchs, a los cuales han convertido en su familia por extensión.
Ellos se desplazan en carro entre South Philly y la Springside Chestnut Hill Academy, unos 25 minutos de viaje. Esa es la escuela privada donde no solo Mo’ne sino también el hijo de Bandura y otros cuatro Monarchs, incluyendo a Nasir, asisten, gracias en gran parte a la estrecha relación que Bandura ha establecido con la presidente de la escuela, Priscilla Sands. Ella me dijo, “Cuando él dice que un niño puede tener éxito en mi escuela, sabiendo lo duro que es, eso vale la pena tomar el riesgo para mí”.
Para ayudar a los padres de los niños del equipo, Bandura y su esposa permiten a los jugadores usar su casa como un lugar para hacer tareas o dormir.
Mientras unos pocos jugadores son de hogares de clase media o clase media alta, la mayoría no lo son, y Bandura fue capaz de hacer que se diera el viaje de verano solo con la participación de patrocinantes: Chevrolet; Major League Baseball, Townsed Press, el cual publica materiales educativos y Easton, que vende equipos deportivos.
Los niños y sus padres describen al equipo como una línea de vida y una escalera.
“Me mantiene alejado de las calles”, dijo Zion Spearman, 14, quien acaba de treminar su primer año en Springside Chestnut Hill. “Siempre tengo algo que hacer, por eso no me meto en problemas”.
Su madre, Trazanna Spearman, dijo que la influencia del equipo en él ha sido más amplia que lo otro.
“Zion siempre fue muy tímido, de pocas palabras”, me dijo ella. Ahora él habla. Opina. Una vez vino a casa una noche después que Bandura había mostrado la película “Selma” al equipo y la discutió en profundidad con ella, admitió que lo había hecho llorar y rendirse a las lágrimas.
Él tiene un completo nuevo “nivel de confianza en sí mismo”, dijo su madre.
Los niños no son animados a apuntar a una educación superior. Son informados que van a ir a la universidad y punto. Esto es martillado en ellos por las cercas alrededor de su diamante de beisbol de South Philly. Estan cubiertas con pancartas que señalan las alma mater de antíguos Monarchs: Temple University, Penn State, University of Pennsylvania.
Los niños también son preparados para ser embajadores de la ciudad y de que en el beisbol, como en la vida, una cierta conducta inspira respeto. Bandura insiste en que sus camisas siempre vayan dentro del pantalón. No existe provocación hacia los rivales, nada de distraerse ente ellos cuando se supone que deben concentrarse.
Uno de los padres, Carlton Johnson, me dijo que desde el momento que trajo a su hijo a ver a los Monarchs hace más de cinco años, él notó que Bandura tenía una manera de sacar lo mejor de ellos.
“Al final de la práctica, yo estaba muy impresionado con él que dije, ‘Voy a confiarte a mi Alex no por lo que piense que puedes enseñarle de beisbol sino por lo que puedes enseñarle de la vida’”, recordó Johnson, un abogado. “Y es una de las mejores decisiones que haya tomado”.
Otros padres me dijeron que si ellos le pedían a sus hijos que vieran este documental o leyeran este libro, probablemente opondrían resistencia. Pero si “El entrenador Steve” lo hacía, los niños lo tomaban en cuenta.
Aunque la habitación en la cual él proyectó “4 Little Girls” carecía de aire acondicionado y pronto se convirtió en un sauna, los niños se quedaron sentados, sin quejas, sin chismes entre ellos, solo ocasionales gestos de sorpresa cuando aparecía una imagen brutal o una entrevista descorazonadora.
Aún más resaltante, dada su edad y nuestra época, ninguno de ellos miró su Smartphone. Ellos saben bien que Bandura veta los equipos electrónicos durante las prácticas y juegos, y hay una regla de no electrónicos para la gira de tres semanas. Si los niños necesitan enviar correos electrónicos o llamar a casa, pueden usar uno de los equipos de él.
“Tienes que ver el mundo”, explicó Mo’ne, y agregó que ella y sus compañeros de equipo no pueden hacer eso si están mirando hacia abajo, a las pantallas de sus equipos electrónicos, y no hacia arriba. “Tienes que verlo con tus propios ojos”.
Ella está tomando una gran, reflexiva mirada de este.
Y sabremos exactamente lo que ella podría hacer con su vida, porque está posicionado para hacerlo. Está preparada para desarrollar ese potencial. Ella y sus compañeros han recibido más que bates, ganchos y la promesa de un verano épico.
Ellos han recibido un sentido de misión y un par de alas.
Tarducción: Alfonso L. Tusa C.
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