lunes, 8 de junio de 2015

Cooperstown Confidencial: Los últimos juegos de Mickey Mantle.

27-09-2013. Bruce Markusen Mickey Mantle participó en su juego final en 1968. No recuerdo haber visto ese juego, o cualquier otro en 1968. Después de todo, yo solo tenía tres años de edad. Aunque mi memoria no llega hasta 45 años atrás, aún así vi jugar a Mantle ese verano. Al menos eso es lo que mi familia me ha dicho. Por años, mi familia me ha descrito como yo solía caminar hacia nuestro viejo televisor a blanco y negro, me paraba tan cerca a este como podía, y entonces empezaba a saltar arriba y abajo frenéticamente cuando Mantle venía a batear. Cuando blandía el bate, yo gritaba. Como tenía tres años de edad, en realidad no puedo recordar nada de eso. Pero mi familia me ha asegurado, para mi vergüenza, que eso ocurrió. Para 1968, las destrezas de Mantle se habían reducido a un fragmento de sus niveles originales. Aún así, él todavía tenía algún valor por su bate. Al retener su vista de bateador, él pudo negociar 106 boletos, lo cual le permitió embasarse 38% del tiempo. También descargó 18 jonrones, la cual era una figura decente en el ambiente del “Año del Pitcher”. Considerando estrictamente solo el bateo, Mantle se ubicaba tercero entre los primeras bases de la Liga Americana. Sólo Norman Cash de Detroit y Boog Powell de Baltimore estaban delante de Mantle. Si se pregunta por Harmon Killebrew, él había tenido dificultades con un verano plagado de lesiones, lo cual lo sacó de carrera. Respecto al resto, Mantle fue claramente que George Scott de Boston, Don Mincher de California, Tom McCraw de los Medias Blancas, Tony Horton de Cleveland, Danny Cater de Oakland y Mike Epstein de los Senadores. Si los números de Mantles eran considerados buenos en el contexto del año favorable a los pitchers que fue 1968, estos también escondían severos problemas en su juego. Si, Mantle se embasaba a menudo, pero apenas podía correr, estaba restringido a un vergonzoso rengueo que lo hizo uno de los corredores más lentos de la liga. Rodeado por un grupo de bateadores débiles ( a excepción de Roy White y Joe Pepitone), Mantle simplemente no tenía quién lo trajera al plato. Defensivamente, Mantle ofrecía poco o nada. Ya no era capaz de jugar en los jardines, solo podía jugar en primera base. Tenía poco alcance y carecía de reflejos para manejar los roletazos fuertes. Jugaba primera base solo porque no había otra parte donde jugar. Por supuesto, no tenía concepto de nada de esto en 1968. No tenía idea de que Mantle estaba jugando los juegos finales de su carrera de Salón de la Fama. Nadie sabía con certeza que Mantle se iba a retirar. Había comentarios de que 1968 representaría la vuelta final de Mantle, pero no había nada oficial de parte de Mantle o de los Yanquis. Él no anunciaría públicamente su retiro hasta el primer día de marzo de 1969, después que los yanquis se habían reportado a los entrenamientos primaverales. En completo contraste al retiro en curso del gran Mariano Rivera, no hubo ceremonia de retiro mientras Mantle aún jugaba en 1968, ni regalos entregados al héroe, ni gira de despedida. Aún si Mantle hubiese anunciado su retiro en 1968, no habría ocurrido una gira de despedida. Porque en esa época no existían las giras de despedida. Como lo recuerdo, la práctica de las giras de despedidas no empezó hasta que Kareem Abdul-Jabbar anunció su retiro de la NBA a finales de los ’80. La temporada de 1989 de los Lakers se convirtió en una larga cuerda de despedidas y regalos, todos en beneficio de Abdul-Jabbar. Los deportes eran más simples en los días de Mantle. Las ceremonias, los regalos, y otros eventos especiales ocurrían con menos frecuencia. Mientras la posibilidad del retiro de Mantle fue asomada en 1968, eso no apareció en los titulares de la manera como habría ocurrido en el ambiente del beisbol actual. De hecho, el titular más grande sobre Mantle llegó con un juego de finales de septiembre ante los Tigres, varios días antes de su verdadero día final. Fue un juego de jueves por la tarde el 19 de septiembre, con asistencia dispersa en Tiger Stadium, que de otra manera habría tenido una atención menor. Fue un juego insignificante de finales de temporada que había aparecido justo después que los Tigres habían asegurado oficialmente el banderín de la Liga Americana. Con los Tigres habiendo asegurado un lugar en la Serie Mundial y los las esperanzas de los Yanquis de ganar el banderín esfumadas desde hacia bastante tiempo, el juego significaba muy poco. Denny McLain, recién había ganado su trigésimo juego de la temporada, se enfrentaría a Mel Stottlemyre en una batalla de ases de cada rotación. Este día, McLain tenía algo especial en mente para Mantle, quien estaba empatado con Jimmie Foxx en el tercer lugar de las lista de jonroneros de todos los tiempos. Al oir los rumores de que Mantle podría retirarse el terminar la temporada, McLain quería asegurarse de que “The Mick” bateara ese histórico jonrón. Mientras Mantle se acercaba al cajón de bateo, McLain llamó a su cátcher, el veterano cátcher de reserva Jim Price, al montículo, “Quiero que Mantle batee una”, le dijo McLain a Price, de acuerdo a un extracto del libro de Tim Wendel, Summer of ’68. Al principio, Price no entendía lo que quería hacer McLain. Pero en pocos momentos, se dio cuenta que McLain intentaba servirle a Mantle un lanzamiento fácil de batear, para aumentar las posibilidades de que bateara un cuadrangular. Mclain lanzó una sucesión de lo que podía ser descrito como rectas de práctica de bateo. Pero Mantle o las dejaba pasar o las bateaba de foul. Price y McLain, tuvieron otra reunión en el montículo, McLain de decía a su compañero de batería que le informara a Mantle “que estuviera listo”. Price le llevó el mensaje a Mantle. McLain lanzó otra recta lenta a Mantle, quien movió el bate con fuerza y envió la pelota a lo profundo del jardín derecho de Tiger Stadium. La bola aterrizó en las gradas del right field, y Mantle cojeó alrededor de las bases, pasando oficialmente a Jimmie Foxx en la lista de jonroneros de todos los tiempos. Después del juego, Mantle recibió la pelota, la firmó y se la entregó a McLain como un regalo. De acuerdo al libro The Last Boy de Jane Leavy, la dedicatoria decía, “Denny, gracias por uno de los grandes momentos de toda mi carrera, Mickey”. Basados en las conversaciones entre McLain y Price, y el lenguaje corporal de McLain y Mantle, era obvio para la mayoría de los presentes que el turno al bate carecía de legitimidad. Despues del juego, McLain no admitió nada, pero sus respuestas ambíguas indicaban que había ocurrido algo extraño. El comisionado Spike Eckert reprendió a McLain después, le envió una carta recriminándole sus acciones. Pero Eckert no lo sancionó, quizás porque no tenía pruebas de que el controversial pitcher había alterado su actuación. Dificilmente fue un momento de orgullo para el juego, y hubiese ocasionado una reacción más ruda de los más escépticos medios del presente, pero McLain ha permanecido inconmovible. Desde entonces ha admitido que regaló la serie de pitcheos a Mantle pero no se ha disculpado. Como fanático de Mantle de toda la vida quie´n creció idolatrando a The Mick en los años ’50, McLain sintió que había hecho lo correcto al ayudarlo a conseguir una marca importante del beisbol. Seis días después, Mantle participó en lo que sería su último juego en Yankee Stadium, pero con poca fanfarria. Se enfrentó a Luis Tiant, quién daba los últimos toques a una brillante temporada de 21 victorias y 1.60 de efectividad, Mantle tomó cuatro turnos al bate, conectó un sencillo el jardín central, pero se quedó esperando remolque. En sus dos próximas visitas al plato, Mantle se ponchó mirando el tercer strike y tirándole. En su último tuno, negoció un boleto, pero de nuevo se quedó atascado en las bases, esta vez para terminar el juego, una victoria 3-0, un blanqueo de un hit para Tiant. Aunque el imparable de Mantle fue el único que permitió Tiant, fue una manera anticlimática de terminar una carrera legendaria en Yankee Stadium. Entonces llegó el final de la carrera de Mantle, en la carretera. Ocurrió el penúltimo día de la temporada, una tarde sabatina, con Fenway Park como escenario y los Medias Rojas como rivales. El manager de los Yanquis, Ralph Houk escribió el nombre de Mantle en la alineación, lo ubicó en primera base, donde había jugado la mayor parte de la temporada de 1968. En la apertura del primer inning, Mantle se enfrentó al derecho Jim Lonborg de los Medias Rojas. Con el bate quebrado ante una recta adentro, él levantó un débil elevado al jardín izquierdo corto, donde fue atrapado con facilidad por el campocorto Rico Petrocelli. Entonces Mantle corrió a su posición en primera base para empezar el cierre del primer inning. Mantle procedió a lanzar la pelota alrededor del cuadro interior, como se hace antes de empezar cada entrada. Pero solo estaba haciendo un papel; no tenía intención de continuar jugando. Mantle y Houk habían coordinado una partida especial. Después que el locutor interno Sherm Feller anunciara al primer bateador de los Medias Rojas, tomó una pequeña pausa, y luego anunció una sustitución defensiva para los Yanquis. En una decisión planificada, Houk indicó al jardinero/primera base Andy Kosco dirigirse a primera base para sustituir a Mantle. Al convertirse en la respuesta a una trivia, Kosco estrechó la mano a Mantle, le agradeció al Mick por la oportunidad de jugar con él. Mantle entonces cojeó hacia el dugout, los aficionados en Fenway Park le ofrecieron una ovación de pie. Mantle salió del campo por última vez. Mantle no asistió al juego final de los Yanquis en Fenway; la salida temprana le permitió tomar un vuelo hacia su hogar en Dallas ese sábado. Desde hacía tiempo, Mantle había planificado retirarse. Pero no hizo anuncio formal alguno, en gran parte porque los Yanquis y la Asociación de Peloteros le pidieron que no lo hiciese. Los Yanquis querían crear la ilusión de que Mantle jugaría en 1969, para poder vender más paquetes de boletos para la temporada. El sindicato de peloteros esperaba usar el nombre de Mantle para ganar fuerza en su próxima ronda de negociaciones con los dueños. Por eso fue que Mantle esperó hasta los primeros días del entrenamiento primaveral para hacer su anuncio a los medios y los aficionados. Yo también sospecho que Mantle quería muy poco una elaborada ceremonia que habría acompañado sus días finales como pelotero activo. Un público reverenciándolo así habría hecho que Mantle se sintiera incómodo, quizás hasta horrible. Si tal ceremonia era inevitable, podía esperar para más tarde, en 1969, cuando él estuviera retirado por completo y utilizara un flux en vez de un uniforme. Hasta este día, me siento mal por la forma como Mantle se fue del juego. Primero, egoístamente deseo que Mantle hubiera jugado un poco más, para permitirme haber recordado verlo jugar. Él aún podía negociar boletos y batear jonrones, y esos atributos podrían haberle permitido jugar otros dos o tres años. Yo de seguro me habría divertido viendo un poco más de Mantle. Tengo sentimientos encontrados acerca de la falta de pomposidad y circunstancia alrededor de la partida de Mantle del juego. Por una parte, hay una dignidad serena en dejar el juego sin ceremonias ni discursos. La espontaneidad usualmente está por encima del guión y la tarima. Luego de un rato, los logros se hacen repetitivos y cansones. Aún así, hay una parte de mí que quiere ver a un jugador como Mantle recibir una despedida formal de la manera que la tiene Rivera en 2013. Quizás la temporada final de Mantle en 1968 sería mejor recordada si estuviera acompañada de una ceremonia completa, un tributo, una conferencia de prensa, y hasta una gira de despedida. Habría sido agradable capturar esos momentos en una película o cinta de video. Por lo tanto, esos momentos no existen. Hace 45 años, el mundo del beisbol era un lugar muy diferente. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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