miércoles, 9 de septiembre de 2015
Preguntas y respuestas con Jane Leavy, Parte III.
David Laurila. Baseball Prospectus. 24-11-2010.
David Laurila: ¿Cuanto tenían en común Mickey Mantle y Babe Ruth?
Jane Leavy: Ellos fueron más grandes que la vida. Tenían personalidades inmensas y generaban apetitos y el tipo de mitología que no tiene el pelotero ordinario. En parte eso ocurría debido a quienes eran ellos, cuando jugaban, y a la la exposición pública que tenían porque jugaban el jardín central de los Yanquis de Nueva York cuando Nueva York era el centro del mundo beisbolero sino del mundo entero. Había una apertura hacia ellos, y eso irradiaba desde sus rostros. Ellos pudieron haber sido autodestructivos en sus conductas pero no eran crueles.
La gente habla del atractivo que veían en el lenguaje corporal de Willie Mays, Mantle lo tenia en su sonrisa. Piensa en el pestañeo de Babe Ruth cada vez que se acercaba una cámara. Estos tipos disfrutaban ser quienes eran.
DL: En el libro, usted cita a Howard Cosell diciendo, “Mickey Mantle debería estar en la cárcel. Es un puto borracho”. ¿Hasta que punto era hiperbólica esa declaración?
JL: Pienso que fue una manera muy ruda de decir que él tenía problemas con la bebida, que él era un alcohólico, y que él era muy despreocupado. Las personas no son encarceladas por ser alcohólicos o mujeriegos. No me crucé con ninguna conducta criminal que me indicara, de alguna manera, “Caramba, él debió haber ido a la cárcel”, más que las historias que me contaron de él y Billy Martin encerrados en suis habitaciones durante la noche por ser desordenados o por dispararle a los pájaros desde su carro mientras paseaban alrededor de Commerce en el receso entre temporadas. Los locales llamaban eso “persecución en caliente”.
DL: ¿Como se compara la carrera de jonrones de Mantle y Maris en 1961 con la de McGwire y Sosa en 1998?
JL: Pienso que la carrera de McGwire-Sosa ha sido expuesta como una competición entre pantalleros. Ambos eran emperadores que necesitaban ropa nueva, cinco tallas más pequeñas. McGwire y Sosa usaron esteroides para hacerse más grandes que la vida. Mantle y Maris eran reales. Como lo dije en el libro, Mantle tenía músculos honestos. Si los había alterado, era en el antiguo sentido de la palabra, y por cierto, ninguno de sus compañeros de equipo pensaba que él iba al estadio borracho; enratonado quizás pero no ebrio. No había nada de alteración en su bate. Dado que ahora sabemos acerca de las “magnificaciones” de la carrera McGwire-Sosa, miro hacia atrás a lo que hicieron Mantle y Maris con más entrega. Fue extraordinario.
Tambien pienso que es un crimen absoluto que Maris no esté en el Salón de la Fama. Yo no voto, pero pienso que es vergonzoso que él no esté ahí. Pienso que luce mejor y mejor a medida que pasan los años. Mantle siempre dijo que Maris era el mejor jardinero derecho que había visto.
DL: Mientras Maris obviamente eclipsó la marca de Ruth, Mantle solo bateó cuatro jonrones luego del dia del trabajo y se quedó corto. Usted explica en el libro una de las razones del porque.
JL: Si, Mantle perdió mucho tiempo en septiembre, y yo encontré la gran historia no escrita. La leyenda era que él contrajo un resfriado, el cual se convirtió en refriado de cabeza, el cual se convirtió en resfriado de pecho, el cual se convirtió en resfriado de ojos, y entonces, de acuerdo al New York Post, se “alojó en su nalga”. Lo cual es cómico e irreal. Lo que me enteré por varias personas, comenzando por Clete Boyer, es que luego de pasar la mayor parte del verano en Queens con Maris y Bob Cerv, y tener el mejor verano de su vida desde 1956 y 1957, llegó el dia del trabajo y se autodestruyó. Había tenido suficiente de las estrecheces de portarse bien y dijo, “Me voy de vuelta a la ciudad”, lo cual significaba para él, Manhattan. Cerv dijo que pocas semanas después estaba tan afectado que no podía jugar en la Serie Mundial. Mel Allen lo envió a ver a “Dr. Feel Good”, Max Jacobson, quien trataba al Presidente Kennedy, a Eddie Fischer, y a la abuela de Billy Crystal, entre otros. Ellos recibían una dosis de inyecciones de una mezcla de anfetaminas y placenta de anguila. Boyer no creía la historia que habían comprado los reporteros. “Por qué iría él a ver a otro que no fuera el doctor del equipo?” dijo él. Le dije, “Porque él no quería que el doctor del equipo supiera lo que andaba mal”. Clete pensó que yo era algún tipo de genio por elucubrar eso. “El broche de oro”, dijo él.
Algunas personas han leido ese pasaje del libro y han concluido que Max Jacobson le suministró anfetaminas. Yo no lo creo y no lo escribí, de hecho el hijo de Jacobson, también doctor, me dijo que no pensaba que Mantle recibiera tratamiento de ese tipo. Pienso que Mantle fue y recibió una gran inyección de penicilina en su trasero, lo cual resultó en una herida infectada en su nalga. Si la aguja estaba sucia, como Mantle decía, o si la aguja fue colocada de manera indebida y toco un hueso, o ambas, nunca lo sabremos. Mantle dijo que nunca supo lo que había en la jeringa, pero sabía que el dolor fue inmediato y extraordinario.
Él tuvo que ser hospitalizado, se le practicó una cirugía para abrir la herida. No la cerraron para que drenara. Sus compañeros de equipo describieron la incisión del tamaño de un platillo de café con jirones de piel retraída. Joe DeMaestri me dijo que Mantle se acostaba en la mesa del masajista en el clubhouse y movía los dedos de los pies y se podía ver los ligamentos de los músculos y tendones moviéndose. Esa es una imagen sorprendente y otro caso, tristemente, de autodestrucción. Eso llevó a la simbólica escena de Mantle tratando de correr las bases en la Serie Mundial en Cincinnati, Jim Brosnan y Jim Maloney dijeron que todo el cuerpo de lanzadores conocía la historia antes de empezar la serie, y la sangre saliendo a través de su uniforme.
Cuando Ralph Houk dijo que lo iba a sacar del juego, Mantle se aflojó el cinturón y se bajó los pantalones en el dugout para ver que podían encontrar. La ironía es, él me lo dijo después, que perder la carrera de jonrones con Maris lo hizo un héroe más grande. Maris era el tipo malo quién le quitó el record a Ruth y también a Mantle, su justo heredero. Mantle dijo que todo lo que tuvo que hacer fue salir fuera del dugout para recibir una ovación de pie.
DL: ¿Sería justo decir que la historia de Mickey Mantle es, en alto grado, una de grandeza intercalada con autodestrucción?
JL: Si, pero tienes que entender que la autodestrucción estaba enraizada en sus experiencias y una carga genética la cual no tenía manera alguna de entender y asuntos que nadie en Estados Unidos estaba listo para discutir. Él no habría entendido, y nadie en el país entendió, que el alcoholismo era genético. No hubo nadie quien le dijera: “Hey muchacho, mejor ten cuidado porque tu familia tiene esta predisposición, y no sabemos como eso te puede afectar”. No hubo nadie quien le dijera, “Mejor hablas con alguien acerca de lo te que pasó con tu media hermana mayor”. No hubo nadie con quien hablar. Cuando no hablas de cosas como esas, ellas te afectan, como la infección le afectaba su trasero. No había lugar para que el fuese a hablar de eso, así que lo mantuvo dentro. Y eso se lo comió, y se lo comió más.
Entre las más sentidas de las 563 entrevistas que hice, estaba una con su compañero de equipo de ligas menores, Cromer Smotherman, quien fue encargado por el manager Harry Craft para ser el confidente de Mantle durante la temporada de 1950 en Joplin, Missouri. Le pregunté, si él pudiera hablar con Mantle hoy, cual sería la pregunta que le gustaría hacerle. Cromer tragó saliva y dijo: “Mickey, ¿que paso? ¿Por qué escogiste esa vida? Porque tú no eras ese tipo de persona. Ese no eras tú”.
Tomé esas como mis ordenes de marcha. Yo quería encontrar que le pasó a él, como ser físico quien se deterioró ante los ojos de Estados Unidos y como ser humano. Como Bob Costas dijo en su eulogía, pudimos sentir la emotividad en él antes de saber el significado de la palabra. Esa famosa rodilla derecha lesionada, dolía en los jardines durante la Serie Mundial de 1951 porque el destino conspiró con el cuidador del terreno quien olvidó cerrar la tapa del drenaje enclaustrado en la grama, eso se convirtió en el locus de la enfermedad. Resultó que la lesión fue solo el comienzo, solo a flor de piel y los huesos y el tejido suave.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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