jueves, 2 de junio de 2016
Cuando el deporte que amas no te corresponde.
Corinne Landrey. The Hard Ball Times. 14-04-2016.
La primera rutina diaria propia que recuerdo adoptar fue tomar la página deportiva en el desayuno cada mañana y revisar los box score. Yo decodificaba las columnas tituladas “AB”, “H”, y “R”. Estudiaba las tablas de posiciones y veía a los equipos subir y bajar al ritmo de “Gs y Ps”. Me preguntaba porqué los pitchers con grandes números en la columna de efectividad solo aparecían en un box score cada quinto día. Yo tenía 5 años de edad.
Mi amorío de la niñez con el beisbol no es particularmente único. Buscaba oportunidades para comprar barajitas de beisbol en la tienda de barajitas local. Pasé muchas horas jugando a lanzar la pelota cada verano con amigos y con mi papá. Tenía dificultades cada noche al quedarme dormida escuchando la voz de Harry Kalas en el radio que había al lado de mi cama. Yo era virtualmente idéntica a cualquier otro niño que amaba el beisbol con una excepción notable: yo era una niña.
Mi realidad como niña quien amaba al beisbol es que a través de mi vida el beisbol ha reforzado constantemente su mensaje de que aunque siempre soy bienvenida como seguidora, el beisbol no es en realidad para mi. El rechazo sutil pero firme del beisbol hacia mi empezó cuando tuve la edad suficiente para jugar en una liga recreacional y, como muchas otras muchachas a lo largo del país, fui urgida a jugar softbol en vez de beisbol.
Como niña, no se cuestiona la realidad que te toca vivir y si eso significaba que softbol era lo más cercano que podía llegar a jugar el deporte que yo amaba, así sería. Jugué desde la escuela primaria y a través de la secundaria sin un solo lamento. Me gustaba tener una prueba física de mi amor por el juego, aunque ese no era exactamente el juego. Pero con la perspectiva que proporciona el tiempo y la adultez, estoy impresionada por el absurdo de todo eso. Yo quería al beisbol pero el beisbol no me quería. El mensaje era tan claro como el cristal: El beisbol no es para ti, es para muchachos.
Cuando yo estaba en mi último año de escuela secundaria, una estudiante de primer año hizo la prueba de softbol y calificó para el equipo de la escuela. Una de primer año logrando jugar en el equipo titular era tan notable como parece, pero ella no solo hizo el equipo, se convirtió en la campocorto regular. Era extraordinariamente talentosa y yo recuerdo estar celosa por el camino que ella había tomado para llegar hasta ahí. La temporada cuando ella se convirtió en nuestra campocorto regular fue su primera ocasión jugando softbol. ¿Cómo lo consiguió? Ella había rechazado la restricción arbitraria del beisbol para las muchachas por tanto tiempo como fue posible y encontró la manera de jugar beisbol todo el trayecto a través de la escuela media. Cuando llegó a la escuela secundaria, sin embargo, finalmente fue forzada a cambiar su guante de beisbol por uno de softbol porque el beisbol rechazaba seguir aceptándola.
Esto no es percibido como algo de poca importancia o como una reacción exagerada a un comentario benigno. Este es un aislamiento real y prevalente desde el juego que las muchachas y, por extensión las mujeres, experimentan. Con este entorno, una retórica como la que usó el manager de los Azulejos, John Gibbons en la primera semana de la temporada solo sirve para profundizar la separación entre las aficionadas y el juego que aman. En respuesta a que su equipo fuera penalizado por un deslizamiento ilegal, Gibbons opinó “tal vez usaremos vestidos mañana. Tal vez eso es lo que todos están buscando”. Este no es solo un comentario, sino parte de un aparentemente patrón infinito de conducta en el beisbol en el cual la femineidad es presentada como inferior.
A pesar de ser forzada a ser una extraña mirando el beisbol, mi amor por el juego nunca ha disminuido. Al crecer en una época dorada de las películas de beisbol, yo devoraba cada cinta de beisbol que podía. A League of Their Own permanece como una de mis películas favoritas de todos los tiempos hasta este día y otras favoritas de la niñez incluían a El Novato del Año, Little Big League, y especialmente, The Sandlot. Yo tenía The Sandlot en VHS y la vi suficientes veces como para aun tenerla memorizada. El romance de la relación entre el beisbol y los niños que lo juegan fue mágica para mi. Y aún así, una de las partes más intensas de la película es un recordatorio de cómo el beisbol es un mundo en el cual no puedo pertenecer por completo.
La escena es un tributo a la gran tradición beisbolera de decir groserías y ocurre cuando un arrogante grupo de niños de un equipo famoso llega al solar y reta a nuestros queridos protagonistas a un juego. Nuestro héroe en la escena es Hamilton “Ham” Porter quien encara a un obsesivo idiota en una guerra viciosa de insultos.
En caso de que no lo recuerden, aquí está el diálogo:
Ham: ¡Ten cuidado, imbécil!
Jerk: ¡Cállate, idota!.
H: ¡Tarado!
J: ¡Come charco!
H: ¡Huele nalgas!
J: ¡Lame culo!
H: ¡Huele peo!
J: ¡Tú desayunas mierda de perro!
H: ¡Tú mezclas tu cereal con los pellejos de los pies de tu mamá!
J: ¡Tú te pones manzanas como senos en el baño… y te gusta!
H: ¡Tú juegas como una NIÑA!
Y justo con eso, se terminó la pelea. Ham ha lanzado el más vicioso de los insultos viciosos. El idiota grita incrédulo que alguien se atreva a comparar sus habilidades con las de una niña.
Solo es una broma. Lo sé. The Sandlot fue ambientada en los años ’60 cuando una broma a costa de la femineidad estaba entre los tipos de juego más domésticos. Pero como las declaraciones de Gibbons nos recordaron recientemente, las referencias a la femineidad como un rechazo característico no ocurren solo en las bromas de películas de otras épocas, ellas permanecen como parte del beisbol vernáculo moderno ( y de la cultura vernácula estadounidense, en ese tema).
Hace un año, el comentarista radial de los Filis y legendario inquilino del Salón e la Fama, Mike Schmidt se refirió a un tiro desviado como “afeminado”. Cuando Jessica Mendoza debutó como analista en la cabina de un juego televisado a nivel nacional por ESPN, los críticos se esmeraron en explicar porque ella no pertenecía allí. Los comentarios de Gibbons no fueron un tropiezo descuidado, fueron los últimos en una larga línea de lenguaje divisorio en el juego.
Luego de recibir críticas por su comentario, Gibbons dijo “el mundo necesita bajar la intensidad un poco”. Esta es una respuesta común. Después de todo, estas son solo bromas o alusiones de bromas acerca de cómo… Bien, aquí está la cosa, ¿Cuál es exactamente la anécdota? ¿Cuál es la broma? ¿Qué la femineidad es débil e inferior?
Nombre las personas más fuertes que conoce. La lista de cada quien variará pero muchas respuestas incluyen “mi esposa”, “mi mamá”, “mi abuela”. Todos conocemos o hemos conocido mujeres fuertes, así que no puede haber nada que niegue que las mujeres sean fuertes. Si esa no es la broma, entonces, tiene que ser que las mujeres son atletas inferiores ¿cierto?
He visto muchos deportes en mi vida y disfrutado momentos heroicos desde jonrones decisivos hasta atrapadas fantasmales hasta canastas al filo del reloj, pero si me pidieran que nombrara la actuación más contundente o corajuda que he visto, no hay duda de cual momento vendría primero a mi mente. Durante los Juegos Olímpicos de verano de 1996, el equipo de gimnasia femenina de Estados Unidos estaba a un evento de asegurar una medalla de oro en la competencia de conjuntos. Luego de algunos errores de sus compañeras, Kerri Strug se paró frente al potro como la competidora final. Si ella tenía éxito, el equipo ganaría el oro, pero si fallaba, el equipo ruso se convertiría en campeón olímpico. Luego de lesionarse el tobillo en el primer intento, Strug cojeó hacia su posición para hacer su segundo intento. El resto es historia:
Ejecutó una maniobra gimnástica de clase mundial en un pie en el momento más importante de una carrera que hasta la fecha permanece entre los logros atléticos más asombrosos que haya visto. Y eso fue realizado por una muchacha de 18 años de edad hace 20 años.
En la actualidad, una de las principales contendientes por el título arbitrario del atleta más dominante del mundo es la tenista Serena Williams. Ella es totalmente eléctrica en la cancha y tiene 21 campeonatos individuales de grand slam, una superestrella si alguna vez hubo una.
Cualquier discusión de los equipos deportivos estadounidenses más grandes estaría incompleta sin mencionar el conjunto femenino de baloncesto de la University of Connecticut. A principios de este mes, UConn vencía a sus oponentes en el torneo NCAA 554 por 305 en vía de asegurar su cuarto título nacional consecutivo y décimo desde 2000. Su actual seguidilla de 75 victorias se debe a un despliegue de dominio atlético que es inspirador.
Podríamos pasar todo el día enumerando los asombrosos logros atléticos de las mujeres. Así que de eso no puede tratar la broma tampoco.
Lo cual nos lleva a esta verdad inconveniente: la femineidad como anécdota deportiva simplemente no es divertida. ¿Por qué se sigue escribiendo la retórica sin base e insultante de “solo una broma” cuando es completamente claro que no hay ninguna broma siendo hecha? Ese es un lenguaje derivado de una cultura en la cual la masculinidad es injustificadamente mantenida por encima como un ideal atlético sobre la femineidad y eso debe parar.
“Si estas bromas no son divertidas, ¿por qué no las ignoras?”
He pasado mi vida entera subestimando el hecho de que el sexismo esta tejido en la tela del beisbol. Nadie me excluyó intencionalmente empujándome a jugar softbol en vez de beisbol o de hacer bromas a costa de mi género. Eso no fue personal. Pero es un hecho que existe en la cultura deportiva y ha impactado la relación entre el beisbol y sus seguidoras.
Como mecanismo de auto-defensa, siempre he dejado de lado los comentarios sexistas y continuaré haciéndolo, pero antes de seguir adelante es crítico condenar estos comentarios cuando son hechos. Si el comentario de los “vestidos” de Gibbons fuera solo un incidente, no merecería segundos comentarios, pero ese no es el caso que enfrentamos. No hablamos de una opinión aislada o de un puñado de opiniones aisladas. Hablamos de una extensa cultura deportiva la cual permite el sexismo casual y refuerza una y otra vez que la presencia de sus seguidoras en el beisbol no sea tan válida como la de sus contrapartes masculinos.
No hay fanaticada de beisbol “correcta” o “superior”. Mi historia no es más o menos válida que la de cualquier otro aficionado porque la mía sea la de un amor de toda la vida por el deporte. Hay aficionados de toda la vida, aficionados casuales, y recién llegados al deporte. Hay aficionados de diferentes géneros, razas, orientaciones sexuales y entornos socioeconómicos. Una hermosa consecuencia del hecho de que el beisbol es un deporte tan brillante que atrae una amplia variedad de personas en diferentes etapas de sus vidas. Toda fanaticada es válida y el mundo del beisbol es más que lo suficientemente grande para recibir y alentar todos los tipos de aficionados.
Major League Baseball se asocia y promueve iniciativas de beisbol juvenil para ayudar a adoptar el amor por el juego en personas que descubren el juego a una joven edad. Los equipos reciben aficionados que vienen de diferentes comunidades a eventos tales como Irish Heritage Night o African-American Heritage Night o Pride Night. Hay programas de extensión y educación para ayudar a motivar a los adultos que apenas descubren el juego y hay programas diseñados para conectar a las aficionadas con el beisbol. Estos son ejemplos fantásticos de las maneras en las cuales el beisbol está tomando acciones para construir un ambiente inclusivo, pero eso no es suficiente.
Mientras la institución del beisbol ha hecho grandes avances para llegar hasta los diferentes tipos de amantes del juego, las caras del beisbol, jugadores, managers, y comentaristas, aún no han mostrado disposición para comprometerse con medidas similares de inclusión. Los comentarios de John Gibbons son solo los más recientes en una línea constante y estable de retórica acéfala que ha permeado al beisbol en toda su existencia. Si la intención era disminuir el valor de las mujeres en el beisbol es irrelevante. Sus comentarios no ocurrieron en un lugar aislado, sino en el gran contexto de una cultura beisbolera que estable y consistentemente ha reforzado el hecho de que ese juego no es para mujeres. Necesitamos dejar de disimular la marginalización de un gran grupo de aficionados con la excusa de “es solo una broma” y enfocarnos en continuar construyendo una cultura que muestre decencia y prácticas inclusivas hacia todos sus aficionados.
Acerca de Corinne Landrey: Escribe acerca de los Filis de Filadelfia en Crashburn Alley.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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