lunes, 21 de septiembre de 2015
Reloj con acceso vitalicio a Ebbets Field tiene orígenes misteriosos.
James Barron. The New York Times. 13-09-2015.
El día de Acción de Gracias de 1990, un cliente se sentó en un restaurant del East Side de Manhattan y soltó un reloj de oro sobre la mesa.
“Esto es tuyo”, le dijo el cliente al sorprendido dueño del restaurant, quien lanzó el reloj al aire. Las letras grabadas en la parte posterior decían que era un pase vitalicio para Ebbets Field, el hogar de arcos y yeso de los Dodgers de Brooklyn.
El cliente era el teniente coronel Anthony F. Story. Él había sido el piloto personal del General Douglas MacArthur, el supremamente egoísta héroe de guerra del ejército despedido por el Presidente Harry S. Truman durante la guerra de Corea. El dueño del restaurante era Jimmy Neary, quien entendió inmediatamente que el reloj era una reliquia.
Lo que él no entendió entonces fue que el reloj también era un misterio. ¿Cuándo fue hecho, y por qué? ¿Y cuando fue entregado al Coronel Story?
Los pases vitalicios les han sido entregados a las celebridades por generaciones. Algunos son válido en cualquier estadio de Major League Baseball, algunos solo en estadios específicos. De cualquier forma, eran muy apreciados. En la película versión de “Sweet Smell of Success”, cuando el columnista de chismes y escándalos J.J. Hunsecker quería que alguien tuviera momentos rudos, acudía al agente de prensa quién hacía el trabajo sucio, Sidney Falco. Pero esta vez, Falco lo rechazó, dijo que no haría lo que Hunsecker quería. “Ni por un pase vitalicio para Polo Grounds”, dijo él.
MacArthur recibió un pase vitalicio para Ebbets Field en un juego de los Dodgers en mayo de 1951, pocas semanas después de su derrumbe con Truman, un pase vitalicio para una ahora distante Nueva York, una Nueva York con dos equipos en la Liga Nacional y Red Barber narrando los juegos de los Dodgers por radio.
Era una Nueva York en la cual Brooklyn era el mundo, para tomar el título de un libro escrito por un brooklynense. El autor, Elliot Willensky, fue por mucho tiempo el historiador de Brooklyn. Tambien fue vicedirector de la Landmarks Preservation Comission desde 1985 hasta su muerte en 1990.
Y era una Nueva York en la cual, hace 60 años el mes próximo, los Dodgers vencieron a los Yanquis para ganar su primera Serie Mundial. Mr. Willensky dijo que con esa victoria los brooklyneneses “por fin llegaron a su destino prometido”.
Cualquiera que sepa que Bedford Avenue y Sullivan Place es la dirección de Ebbets Field también sabe que el 24 de septiembre será el 58vo aniversario del último juego de los Dodgers allí. El colapso conocido como la mudanza hacia Los Angeles vino a continuación. O para citar a Mr. Willensky otra vez, “Para muchos aficionados leales, el destino de los ‘Dem Bums’ es el destino de Brooklyn”.
A juzgar por los fotógrafos de los periódicos, el pase que recibió el general lucía como la mayoría de los pases vitalicios, los cuales son del tamaño de una tarjeta de crédito. Un reloj de bolsillo, definitivamente no era. Cuando José Bautista de los Azulejos de Toronto publicó una fotografía de su pase a todos los estadios de Grandes Ligas en Instagram en 2013, el sitio web BuzzFeed declaró que un pase vitalicio era el “último accesorio de una cartera”.
El pase de MacArthur fue presentado por Walter O’Malley, el presidente de los Dodgers, y era de “oro sólido” y rectangular, de acuerdo a The Brooklyn Eagle. Ni The Eagle ni The New York Times mencionaron un pase vitalicio para el coronel Story, cuya salida del ejército había seguido a la del general.
El coronel Story le dijo a Mr. Neary que solo se habían hecho dos relojes de pase vitalicio, y el otro se lo dieron a MacArthur. “Yo le respondí al coronel Story, ‘Y la razón por la que usted consiguió este fue que el Presidente Truman despidió a su jefe’”, recordó Mr. Neary, agregó que el coronel Story le había mostrado el reloj muchas veces antes de su muerte en 1991. “Pero nunca pensé que me lo iba a dar”, dijo Mr. Neary.
Mr. Neary conocía al coronel Story desde los años ’50. El primer trabajo de Mr. Neary en Estados Unidos, luego que emigrara desde Irlanda, fue como portero en el New York Athletic Club, allí conoció al coronel Story. Luego que Mr. Neary abriera su restaurant, Neary’s, en 358 East 57th Street, cerca de First Avenue, en 1967, el coronel Story se hizo cliente regular. “Un informante diario” lo llamó Mr. Neary.
En los años ’50, el coronel Story era una celebridad que aparecía en las historias de MacArthur. Cuando la pipa de fibra de maíz del coronel desapareció camino a una audiencia en el senado, fue el coronel Story quien la encontró en el carro del ejército que los había llevado desde el aeropuerto hasta el capitolio. Cuando el humo emergía de una ventana del Waldorf Astoria y el coronel Story lo reportó, el titular fue sobre él, aunque en el artículo escribieron su apellido como “Storey”. (Las cortinas de la habitación 1286 ardían en fuego. Las personas alojadas en esa habitación estaban afuera, nadie salió lesionado).
Pero que hay del reloj. Si MacArthur recibió el otro reloj, ¿por qué nadie sabe de eso?
El hijo del general, Arthur MacArthur IV, dijo que no sabía nada acerca de un reloj. El dijo “envié todo lo que era importante” al MacArthur Memorial en Norfolk, Va., luego de la muerte de MacArthur en 1964. James Zobel, el archivista del memorial, dijo que no había tal artículo en la colección.
¿Era solo una coincidencia que el reloj llevara el nombre Jaeger? Cuatro años después que MacArthur recibiera su pase vitalicio, el coronel Story fue nombrado presidente de la división americana de esa compañía suiza, la cual ha manufacturado relojes caros desde el siglo XIX.
Él aparentemente duró hasta finales de 1956. Una vocera de Jaeger-Le Coultre, como es conocida a hora la compañía, dijo que la división americana había estado “teniendo un momento difícil” cuando él llegó. “El coronel Story no fue capaz de salvar la compañía”, dijo ella.
Jaeger-Le Coultre no tuvo registro del reloj del coronel Story. Pero cuando Mr. Neary llevó el reloj a la boutique de Jaeger-Le Coultre en Madison Avenue, los ojos detrás del mostrador se estiraron. La relojera, Nathalie Valdez, sabía de la historia de MacArthur, porque ella nació en Filipinas.
“¿Quién habría pensado que yo estaría sosteniendo un reloj que había sido de la mano derecha de aquel hombre, su confidente?” dijo ella. “El general MacArthur es parte de nuestra historia. Es parte de una historia en la que participaron mis abuelos. Ellos lo escondieron de los japoneses. Y cuando MacArthur se fue, dijo, ‘Regresaré’, y lo hizo”.
Peter O’Malley, el hijo de Walter O’Malley, recordó al coronel Story pero no al reloj. Los MacArthur asistieron varias veces a Ebbets Field, algunas veces se sentaban en el palco de Walter O’Malley, y la madre de Peter O’Malley, Kay O’Malley, era amigable con la esposa de MacArthur, Jean.
¿Dijo Walter O’Malley algo como, “Quiero que ustedes tengan estos relojes”, después de la ceremonia de 1951? ¿O el reloj vino después, cuando el coronel Story administraba la operación de Jaeger en su país, el mismo año que los Dodgers ganaron la Serie Mundial?
Aparentemente no hay manera de saberlo.
Mr. Neary, quien cumple 85 años el lunes, nunca se habría puesto en camino en Brooklyn, enseñado el reloj en la puerta del estadio y encontrado un asiento en la tribuna.
“Yo odiaba a los Dodgers”, dijo él. “Apoyaba a los Gigantes de Nueva York”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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