lunes, 31 de agosto de 2015
Esquina de las barajitas: La vida supersticiosa de Mike Cuellar.
26-06-2015. Bruce Markusen.
Mike Cuellar ganó compartido el premio Cy Young de la Liga Americana en 1969. Aún una mirada rápida a la barajita Topps de Mike Cuellar de 1975 revela el rostro de un veterano endurecido. El primer plano extremo nos da una buena mirada lateral de su cara, la cual tiene marcas de acné y colores oscuros. Es la cara de un hombre quién ha resistido mucho en su vida, al crecer en Cuba y tener que emigrar a Estados Unidos. Luce como un veterano quién ha tenido su cuota de momentos difíciles, particularmente en sus días iniciales como pitcher profesional, antes de convertirse en pilar exitoso con varios equipos de campeonato en Baltimore.
Al hacer una inspección más cercana, también se puede notar un error en el frente de la barajita de Cuellar. Cuando miramos su nombre, impreso en la parte inferior de la barajita, se puede leer “Mike Cueller”. Eso es Cueller, con “e”. Pero debería ser Cuellar con “a”. Conociendo algo a Cuellar, puedo imaginar que no le gustó ver tal error en su barajita de beisbol. Uno de los hombres más supersticiosos del juego, Cuellar debió haber pensado que escribir mal su nombre conllevaría a un terrible grado de mala suerte. No, no creo que a Cuellar, le haya gustado eso para nada.
Para la primavera de 1975, cuando Topps publicó esta barajita de borde azul y anaranjado como parte de su colección anual, Mike Cuellar se había establecido como uno de los zurdos más ganadores del juego. Jim Palmer y Dave McNally habían monopolizado la mayoría de los titulares del cuerpo de lanzadores de los Orioles, pero Cuellar tuvo también su buena cuota de cargas pesadas, en términos de innings lanzados y lograr victorias. Las victorias se han convertido en un tema de debate para los pitchers; hay algunos sabermétricos a quienes les gustaría ver las victorias desconectadas o descartadas. Para bien o para mal, Cuellar alcanzó muchas victorias hacia finales de los años ’60 y comienzos de los ’70: 23 victorias en 1969, 24 en 1970, seguidas de años de 20, 18, 18, y 22, el último total correspondiente a 1974, cuando lideró la Liga Americana en porcentaje de victorias. El total disminuiría a 14 en 1975, marcando el inicio de la fase de declive de Cuellar.
Es fácil olvidar que la prolongada carrera de Cuellar empezó años atrás en Cincinnati, cuando la franquicia era aún conocida como los Red Legs (Piernas Rojas), y no Rojos. Cincinnati lo firmó en 1957 fuera de Cuba, donde él lanzaba para el equipo del ejército cubano. Esa no era una tarea fácil, dada la presión que los jugadores sentían del dictador cubano Fulgencio Batista, un hombre a quien no le gustaba perder. Luego de firmar a Cuellar, los Rojos lo asignaron a La Habana. Allí fue donde los Rojos habían juiciosamente establecido su principal equipo afiliado de ligas menores, conocido como los Sugar Kings, como estrategia para entrar al mercado cubano. (Los Rojos tenían otros valiosos jugadores cubanos en La Habana, incluyendo a Cookie Rojas, Leo Cárdenas y Tony González).
Cuellar agenciaría dos buenas temporadas para los poderosos Sugar Kings antes de recibir una promoción a Cincinnati a comienzos de la temporada de 1959. Hizo dos apariciones como relevista pero fue bateado muy duro, lo cual convenció a los Red Legs de que él necesitaba desarrollarse más en las ligas menores.
A su regreso a La Habana, Cuellar lanzó bien, pero su carrera fue afectada el siguiente verano, cuando los Red Legs reubicaron su afiliado de AAA desde La Habana hasta Jersey City a media temporada. Ese movimiento de la franquicia resultó ser un karma para Cuellar, quién pasó los próximos veranos de liga menor saltando de aquí para allá y acullá. Cuellar lanzó para unos cuantos equipos afiliados, pasó algún tiempo en préstamo a la organización de los Mellizos de Minnesota, y hasta jugó algún tiempo en la Liga Mexicana. Entonces los rojos lo cambiaron a los Indios de Cleveland, quienes lo prestaron por un tiempo a los Tigres de Detroit antes de negociar su contrato a los Cardenales de San Luis. Caaramba. Era suficiente para convencer a un hombre menos determinado de renunciar al juego, pero Cuellar perseveró en su búsqueda de un lugar más permanente en las Grandes Ligas.
Luego de tener dificultades con los Cardenales en 1964 y no aparecer para nada en la Serie Mundial de ese otoño, Cuellar recibió la oportunidad que necesitaba en la primavera de 1965. En la fecha límite para hacer cambios del 15 de junio, los Cardenales cambiaron a Cuellar y al veterano relevista Ron Taylor a los Astros de Houston por el lanzador derecho Chuck Taylor y el zurdo Hal Woodeshick.
Los Astros de la expansión, quienes habían entrado a la liga solo tres años antes como Colt.45s, tenían una necesidad mucho mayor de pitcheo que los establecidos Cardenales. Cuellar lanzó principalmente como relevista para Houston, pero también hizo cuatro aperturas . Él develó un screwball que había experimentado inicialmente en San Luis. Los Astros vieron lo suficiente para hacerlo parte de su rotación a tiempo completo en 1966.
Asistido por las dimensiones del Astródomo de Houston favorables a los pitchers y las condiciones generalmente difíciles que existían para los bateadores a mediados de los años ’60, Cuellar logró buenas efectividades en las próximos tres años. No ganó una tonelada de juegos. Pero un verano fue llevado al equipo de la Liga Nacional para el Juego de Estrellas, asomando algo del gran éxito que eventualmente le esperaba en el camino. También mostró una gran competitividad. Cuando el manager de los Filis de Filadelfia, Gene Mauch, lo mantuvo relegado en el banco, Cuellar tuvo que ser contenido para que no fuese tras él. “Quería darle un puñetazo en la nariz”, le dijo Cuellar a The Sporting News.
Luego de la temporada de 1968, Cuellar se reportó a la pelota invernal de Puerto Rico. Un día, él dominó a un equipo rival que contaba con un despliegue de jugadores de ligas mayores: Paul Blair, Orlando Cepeda, Dave Johnson y Tany Pérez. Al emplear su devastadora screwball contra la serie de experimentados bateadores derechos, Cuellar impresionó al manager rival. Este no era otro que el inquilino del Salón de la Fama, Earl Weaver, quien notó lo que el zurdo le había hecho a sus bateadores “parecen como tontos con esa screwball”.
Weaver hizo un reporte de Cuellar a su gerente general, Harry Dalton. El superscout de los Orioles, Jim Russo, uno de los grandes evaluadores de talento del juego, también avaló a Cuellar. Más tarde ese invierno, los Orioles empezaron a conversar de transacción con los Astros, quienes tenían interés en el utility de buen bateo Curt Blefary. Dalton pidió a Cuellar como parte del paquete de retorno. Así que el 4 de diciembre, los Orioles enviaron a Blefary y a un jugador de ligas menores a Houston por Cuellar, el campocorto de gran defensiva Enzo Hernández, y a otro jugador de ligas menores.
Los críticos del cambio cuestionaron porque los Orioles estaban tan interesados en un veterano de 32 años quién lo mejor que podía ser catalogado era como lanzador de pelotas engañosas. Otros críticos alegaron que Cuellar carecía de agallas y no quería lanzar en juegos importantes. Esos críticos sabían muy poco acerca de Mike Cuellar.
La apariencia física de Cuellar era muy engañosa. Con alrededor de 1,80 de estatura y 83 kg de peso, él no lucía particularmente grande o poderoso. Pero sus compañeros de los Orioles pronto se maravillaron con la fuerza de su apretón de manos, el cual podía ser comparado con la presión de una prensa. Al unirse a la rotación que contaba con Palmer, McNally y el derecho Tom Phoebus, la nueva adquisición de los Orioles tomó su lugar como uno de los ases dela rotación. La efectividad de 2.38 lograda por Cuellar casi alcanza la de Palmer. Acumuló un tope para los Orioles de 290 innings lanzados, ganó 23 de sus decisiones, también el tope de los Orioles. Tanto como cualquiera, Cuellar ayudó a los Orioles a tomar una ventaja de 19 juegos en la recién constituída división este de la Liga Americana. La actuación de Cuellar le ganó un premio Cy Young compartido, con el más famoso Denny McLain de Detroit.
El trabajo de Cuellar desmejoró algo en 1970, su efectividad subió a 3.48, pero en realidad él llevaba una carga más pesada para los Orioles. Sus 40 aperturas y 21 juegos completos no solo lideraron a los Orioles; sino a la liga. Cuellar ganó 24 de 32 decisiones, empujando su porcentaje de victorias hasta .750 para comandar la liga. Esta vez Cuellar llegó cuarto en la votación del Cy Young, mientras proveía el complemento perfecto para Palmer y McNally. Afincados en su pitcheo, los Orioles ganaron 108 juegos, ganaron la división este en otra escapada, y eventualmente vencieron a la “Gran Maquinaria Roja” de Cincinnati en enfrentamiento de super poderes en la Serie Mundial. En un desenlace apropiado, Cuellar finalizó la serie con una victoria de juego completo en el quinto juego, lo cual le permitió iniciar la celebración de los Orioles en el campo con un abrazo de Brooks Robinson.
Con 47 triunfos en las últimas dos temporadas en Baltimore, Cuellar había justificado por completo el cambio con los Astros, quienes ya habían salido del defensivamente exigido Blefary. Cuellar ganaría 20 juegos más en 1971, uno de cuatro abridores Orioles que eclipsaron esa marca aquel verano. Una vez más llevó una dura carga de más de 290 innings lanzados, Cuellar bajó su efectividad en más de media carrera y asistió al Juego de Estrellas por segunda vez consecutiva. Como se esperaba, los Orioles ganaron su tercer título divisional seguido, antes de perder la Serie Mundial en un disgusto monumental ante los piratas de Pittsburgh.
Fue durante esa serie que Cuellar tuvo un desliz momentáneo que afectó a los Orioles. En el tercer juego, Cuellar perdía 2-1, cuando enfrentó a Roberto Clemente para empezar el séptimo inning. Revisando el swing, Clemente bateó un rodado a manos de Cuellar quien atrapó la pelota fuera de balance. A sabiendas de que Clemente correría duro desde el comienzo, Cuellar apresuró su tiro a primera base, y Boog Powell hubo de abandonar la almohadilla. El error prendió la mecha para un racimo de tres carreras para los Piratas, quienes abrieron el juego para encontrar la manera de controlar la marea de los Orioles, luego de perder los dos primeros juegos de la serie.
Hubo un toque de dejà vu en la jugada que involucró a Cuellar y Clemente. El invierno previo, los dos veteranos habían tenido un encontronazo durante la liga invernal puertorriqueña. Cuellar jugaba para Clemente, un practicante de la vieja escuela quien creía que se debía aplicar las mismas reglas a todos. Desde el principio Cuellar dejó una mala impresión al reportarse a la pelota invernal fuera de forma. Entonces Cuellar hizo ver que el quería lanzar de acuerdo a su plan y no el de Clemente. Eso no funcionó con Clemente, quién le dejó saber a Cuellar que tendría que ajustarse. Cuellar no lo hizo; renunció al equipo a media temporada, Clemente estaba furioso.
La conducta de Cuellar en la pelota invernal ejemplificaba su personalidad fuera de lo normal y también ayudaba a explicar como se ganó el apodo de “Crazy Horse” (Caballo Loco) durante sus años con los Orioles. En quizás su arista más extrema, Cuellar creía fuertemente en el espíritu de una gorra de beisbol especial, la cual el sentía debía usar en cualquier juego que lanzara. En una ocasión, Cuellar olvidó esta particular gorra y pidió que los Orioles se la enviaran a Milwaukee, donde jugaban una serie contra los Cerveceros. “Tuvimos que llamar al hombre del clubhouse en Baltimore para que nos enviara por correo aéreo esa condenada gorra”, explicó Earl Weaver al Baltimore Sun. Pero cuando la gorra llegó a Milwaukee, Cuellar notó que esa era su gorra de práctica, y no la de jugar. Sin su habitual gorra usada, Cuellar no quiso pitchear contra los Cerveceros. De allí el apodo de Crazy Horse.
Mientras tales incidentes colocaban a Cuellar en la categoría de alto cuidado, los Orioles estaban más que deseosos de mantenerlo debido a su sentido del humor tipo payaso que lo hizo un miembro popular del clubhouse y un divertido participante de la celebrada “Kangaroo Kourt” (Corte de los canguros). La creencia de Cuellar en los poderes místicos de su gorra era una de una horda de supersticiones que mantenía y practicaba. Consideremos algunas de las otras:
• Cuando Cuellar llegó a los Orioles, insistió en que el cátcher de reserva Clay Dalrymple recibiera sus envíos de calentamiento previos al juego. No solo eso, Cuellar hizo las diligencias para que otro cátcher de los Orioles, Elrod Hendricks, se parara en el plato con un bate mientras el completaba su calentamiento. Dalrymple se retiró en 1971, y Cuellar se vio forzado a adoptar un plan de reemplazo. Llamó al coach de los Orioles, Jim Frey, parta que le sirviera como su nuevo cátcher antes del juego.
• Los días cuando lanzaba, Cuellar fumaba un cigarrillo en el pasillo del duogut mientras los Orioles bateaban. Una vez que un bateador de los Orioles era retirado, Cuellar apagaba el cigarrillo y lo botaba. Al final de cada inning, Cuellar no salía del dugout para regresar al montículo hasta que su cátcher, usualmente Hendricks o Andy Etchebarren, se había puesto las rodilleras. Entonces cuando caminaba hacia el montículo, nunca pisaba la raya de cal.
• Una vez en el montículo, Cuellar no permitía que nadie le lanzara la pelota. En su lugar el solo tomaba la pelota desde el suelo. En una ocasión, un jugador rival decidió divertirse con Cuellar. Alex Johnson de los Indios de Cleveland, otro interesante personaje, realizó el tercer out del inning y entonces caminó lentamente hacia el cuadro interior. Al caminar cerca del montículo justo cuando Cuellar llegó, Johnson le lanzó la pelota al peculiar veterano. Cuellar eludió la pelota aparatosamente, evitando que la pelota siquiera lo tocara. El recogebates tomó entonces la pelota y se la lanzó a Cuellar por segunda vez. De nuevo, Cuellar la eludió.
• En las giras de los Orioles, Cuellar siempre viajaba usando un traje azul. No solo un traje, tenía que ser azul, sin falta. Y entonces, la noche antes que lanzara, Cuellar siempre cenaba comida china.
Las supersticiones de Cuellar ganaban titulares, aparentemente más que su contínuo pitcheo de calidad. Aún cuando los Orioles tuvieron un año poco satisfactorio en 1972, Cuellar subió el nivel de su actuación otra vez. Lanzó para una efectividad de 2.57 (su más baja desde 1969), emergió como el claro número 2 detrás de Palmer. Tendría dos excelentes temporadas más en 1973 y 1974, para ayudar a los Orioles a otros dos títulos divisionales. Su calidad se mantuvo alta en la postemporada, aunque los Orioles perdieron series de campeonato seguidas ante los Atléticos de Oakland.
Aunque Cuellar permanecía subestimado por el público, quizás por la falta de una recta de alto octanaje, sus amigos y coaches de los Orioles llegaron a apreciar su talento. Su vasto repertorio de lanzamientos incluía dos tipos de screwball, dos curvas, un cambio, un slider y una recta. “Él era como un artista”, le dijo Palmer al New York Times años después al describir a un pitcher que alcanzó la marca de 200 ponches una vez. “Él podía plasmar una pintura diferente cada vez que salía allí afuera. Él podía trabajarte con minuciosidad. Podía matarte con la curva y el screwball. Desde 1969 hasta 1974, él fue probablemente el mejor pitcher zurdo de la Liga Americana”.
No fue hasta 1975 que Cuellar empezó a mostrar señales de desgaste, lo cual era perfectamente comprensible dado que para ese momento tenía 38 años. Su efectividad subió a 3.66, su nivel más alto desde que había tenido dificultades con los Cardenales en 1964. La situación empeoró en 1976, los problemas en el brazo lo limitaron apenas a superar los 100 innings, una efectividad de 4.64, y una poco característica marca de ganados/perdidos de 4-13. Convencidos de que Cuellar estaba acabado, los Orioles lo cesantearon en diciembre.
Debido a su nombre y status, Cuellar recibió una oportunidad más cuando los Angelinos de California lo llamaron. Necesitados de pitchers experimentados, los Angelinos lo firmaron en enero y lanzó dos veces a principios de temporada. Los resultados no fueron buenos. Cuellar permitió siete carreras en 3.1 innings, un indicativo de que era tiempo de irse. El 16 de mayo, los Angelinos despidieron al zurdo, terminó su carrera un mes antes de cumplir 40 años.
A excepción de un breve período en la Liga Mexicana en 1979, Cuellar permaneció fuera del beisbol organizado la mayor parte del tiempo. Trabajaba como coach de pitcheo en una liga independiente y en la liga invernal puertorriqueña. En 2009, él regresó a los Orioles como instructor voluntario de pitcheo en el campo de entrenamientos primaverales y también participó en una reunión del equipo de Baltimore de 1969.
En 2010, la salud de Cuellar empezó a desmejorar. Primero, fue diagnosticado con un aneurisma en el cerebro. Luego le extirparon la próstata. Y entonces vino el peor diagnóstico; tenía cáncer estomacal, lo cual resultó en su ingreso al Regional Medical Center en Orlando, Florida. Uno de sus amigos más cercanos con quién frecuentaba en el golf, el antíguo segunda base Félix Millán, lo visitó durante sus días finales. El 2 de abril, Cuellar falleció, perdiendo su batalla con el cáncer a la edad de 72 años.
En una época se dijo que en promedio la expectativa de vida de un hombre era 72 años. En el caso de Cuellar, muy poco en su vida fue promedio. Desde la época cuando crecía en Cuba, hasta la ruta difícil y convulsa que fue forzado a tomar para llegar a las Grandes Ligas, hasta el despliegue completo de supersticiones y creencias inusuales, Mike Cuellar tuvo una vida que bordeó lo extraordinario.
References & Resources:
• Baltimore Sun
• New York Times
• The Sporting News
• Mike Cuellar’s player file at the National Baseball Hall of Fame Library
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Nota del traductor: Actuación de Miguel Cuellar en LVBP con los Industriales del Valencia de la temporada 1961-62: 11 juegos, 7 aperturas, 4 juegos completos, 5 ganados, 5 perdidos, 63.1 innings lanzados, 68 imparables permitidos, 26 carreras limpias, 30 ponches, 22 boletos, 3.69 de efectividad.
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