martes, 28 de junio de 2016

Esquina de las Barajitas: El sucesor de Mazeroski

Bruce Markusen. Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados del beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown. ¿Donde empezó todo esto, esta extraña y absorbente obsesión por las barajitas de beisbol? Supongo que cada coleccionista tiene una historia del origen. Para mí, esto empezó durante la primavera de 1972. Yo vivía en el límite de Yonkers y Bronxville, NY. (En el último pueblo vivía Ford Frick, inquilino del Salón de la Fama, pero nunca nos invitó a cenar). Tomaba cerca de 15 minutos caminar desde mi casa hasta la villa de Bronxville, un pequeño pueblo de alrededor de 6.000 residentes. Una soleada mañana sabatina, hice el trayecto, con el propósito expreso de visitar Gillard’s Stationary Store, la cual estaba ubicada en la calle principal de la villa. Mientras se entraba a la villa, Gillard’s era la primera tienda con que tropezabas. Era una papelería a la antígua que vendía periódicos, tarjetas de ocasiones especiales, revistas voluminosas, y si, barajitas de beisbol. En este viaje a Gillerd’s, llevando mi propio dinero, yo estaba interesado en comprar barajitas. Fue en Gillard’s que compre mi primer paquete de barajitas. Recuerdo con claridad la primera barajita del paquete: Era la de Dave Cash 1972, Nº 125 de la colección. Como la barajita de Cash estaba arriba, y por tanto fue la primera barajita que vi, la identifiqué como la primera barajita de mi colección. Había otras barajitas notables en ese paquete, como la barajita final de Topps de Jim “Mudcat” Grant (quien luego se convertiría en visitante frecuente de Cooperstown), pero la de Cash fue la que se mantuvo por encima del resto. En su superficie, la barajita es relativamente simple. Es una pose clásica de bateo, con Cash ubicado contra el fondo del cielo azul, en la esquina superior derecha aparecen las torres de alumbrado del entrenamiento primaveral. Cash empuña el bate con expresión de intento serio evidente en su rostro, para el fotógrafo de Topps. Cash luce tan serio que parece casi un poco molesto, lo cual imaginaba podía ser atribuido al difícil e importante asunto de tratar de batear una pelota. En el fondo de mi mente, me preguntaba si Cash era una especie de tipo poco complaciente, alguien con quien no se podía jugar, ni de parte de los pitchers rivales ni los fotógrafos de barajitas. Como jóvenes impresionables, es importante considerar lo que ocurre en nuestras mentes. Desde el punto de vista del beisbol, la barajita de Cash del ’72 era una muy buena. Despues de todo, él era el segunda base regular de los campeones mundiales defensores Piratas de Pittsburgh, un equipo que me gustaba, pero también era el equipo que había sacudido a casi cada observador veterano del juego al vencer a los Orioles de Baltimore en una interesante Serie Mundial el otoño previo. Para ese momento yo sabía muy poco acerca de Cash, pero aprendería mucho más mientras mi fanatismo progresó. Desde temprana edad, él idolatró a Jackie Robinson, quién jugaba con los Dodgers de Brooklyn durante la infancia de Cash. Cash creció en Utica, NY, un lugar poco apropiado para el beisbol debido a sus largos inviernos, sin embargó él destacó en futbol americano, baloncesto y beisbol en Proctor High School. El talento de Cash para el baloncesto llamó la atención de Syracuse University, la cual lo reclutó, pero sus notas de escuela secundaria estaban por debajo de los requerimientos de los Orangemen. Sin beca de baloncesto a la mano, Cash se dedicó al beisbol a tiempo completo. Esa decisión empezó a pagar dividendos en 1966, cuando los Piratas lo hicieron su escogencia de la quinta ronda en el draft de MLB. Los Piratas cambiaron a Cash desde el campocorto a la segunda base y lo vieron avanzar con estabilidad a través de su sistema de ligas menores, para ganarse su primer llamado a Pittsburgh en septiembre de 1969. Bateó para un respetable .279 en 18 juegos, dada la esperanza de los Piratas de que habían encontrado al sucesor de su envejecido futuro inquilino del Salón de la Fama, Bill Mazeroski. Para 1971, Cash había suplantado a Mazeroski. Para su crédito, Maz dio lo mejor par ayudar a Cash, lo aconsejó acerca de cómo jugar la posición y hacer el dobleplay. Al ser apoyado grandemente por el hombre cuyo trabajo estaba asumiendo, Cash empezó a destacar. Al batear entre los callejones, alcanzó un sólido .289 como el segunda base principal de los Piratas en 1971, mientras también colaboraba en tercera base y el campocorto. En el plato, coleccionó más boletos que ponches; en el campo, mostró alcance y condiciones físicas. Aunque estaba a la sombra de grandes compañeros como Roberto Clemente y Willie Stargell, Cash cumplió su papel par ayudar a los Piratas a ganar su primera Serie Mundial desde 1960. Cash siguió con buenas actuaciones ofensivas y defensivas las próximas dos temporadas, pero su compromiso como reservista de la armada afectó claramente su desarrollo. Debido a sus deberes militares, los cuales tocaban usualmente en varios fines de semana de cada verano, Cash tuvo que perder períodos significativos de tiempo de juego. Una vez Cash perdió 15 días seguidos. Los Piratas también tenían un grupo de jóvenes camareros, con Rennie Stennett ya en el equipo grande y un joven Willie Randolph en formación. Así que luego de la temporada de 1973, los Piratas hicieron canjeable a Cash, y lo enviaron a los Filis de Filadelfia por el pitcher zurdo Ken Brett. Mientras Cash había jugado bien con Pittsburgh, él brilló en Filadelfia. Constante disciplinado, solo perdió dos juegos en las próximas tres temporadas, bateó dos veces sobre .300, y asistió tres veces seguidas al Juego de Estrellas. Con Cash y Larry Bowa solidificando el medio del infield, los Filis ganaron tres títulos seguidos del, este de la Liga Nacional. En términos de lo intangible, Cash aportó liderazgo y consejo a sus compañeros de equipo, al ayudar a calmar al inquieto Bowa y animar a un joven Mike Schmidt en tercera base. El fin de la temporada de 1976 vio la llegada de la libre agencia al beisbol. Entre aquellos quienes se beneficiaron de esa primera clase de agentes libres estaba Cash. Los Expos de Montreal aparecieron con la mejor oferta, y firmaron a Cash en un contrato de cinco años por más de un millón de dólares. Cash siguió siendo productivo, pero no jugó tan bien con los Expos como la había hecho en Filadelfia, eventualmente perdió su trabajo con Rodney Scott quien lo superaba en la defensiva. Despues de la temporada de 1979, los Expos cambiaron a Cash a los padres de San Diego, donde retomó su trabajo de segunda base pero solo bateó .227 en 130 juegos. La prim,avera siguiente, los Padres dejaron en libertad al envejecido Cash, para terminar su carrera antes del inicio de la temporada de 1980. A los 32 años, la carrera de jugador activo de Cash había terminado. Por los próximos ocho años, trabajó fuera del beisbol, primero para una empresa inversionista y luego como vendedor de carros en Pittsburgh. En 1987, mientras pasaba el tiempo como instructor en un campamento de fantasía de los Filis en Clearwater, Fla., Cash notó cuanto extrañaba el juego. Contactó a los Filis, quienes le ofrecieron un trabajo como coach de infield de su filial Clase A de Batavia, NY. Dada su inteligencia y su reputación de liderazgo, un trabajo como entrenador tenía mucho sentido. En tres años, Cash ganó una promoción, se convirtió en manager del equipo de la NY-Penn League. Cash entonces trabajó por varios años como coach de primera base en Scranton-Wilkes Barre, el equipo de AAA de Filadelfia. En 1996, Cash consiguió una promoción al cuerpo técnico de Grandes Ligas, pero después perdió su trabajo cuando Terry Francona fue nombrado manager. Cash entonces regresó a trabajar con la organización de los Orioles, en ligas mayores y ligas menores. Su último período como entrenador ocurrió en un equipo de liga menor independiente en la Golden Baseball League. Despues de la temporada de 2010, se retiró a su casa en Florida. Poco sabía de eso para el momento cuando conseguí su barajita Topps de 1972, pero yo desarrollaría dos nexos comunes con Cash. Quince años después de mi viaje a Gillard’s, durante la primavera de 1987, comenzaría mi primer trabajo. Trabajaba como narrador deportivo para Radio WIBX en Utica, el mismo pueblo del estado, donde Cash había pasado sus años de formación en los ’50 y ’60. No había manera de que yo supiese que iba a terminar trabajando en esa pequeña ciudad de Nueva York central. Caramba, yo tenía solo siete años de edad y no había oído de Utica en 1972. Mientras trabajaba en la estación radial, tuve la oportunidad de entrevistar via telefónica a Cash. Para mi satisfacción, él no era extremadamente serio o molesto, no de la manera como su barajita lo había mostrado. No, él era muy cordial, agradecido por la oportunidad de ser escuchado por los aficionados de su pueblo de Utica. No solo eso, estaba claro que él era inteligente y bien hablado. Durante nuestra conversación, Cash mencionó su interés en convertirse en manager de Grandes Ligas. Basado en sus destrezas de comunicación y su conocimiento del juego, parecía que Cash estaba en camino de lograrlo. Yo seguí en la estación de radio hasta marzo de 1995, cuando empecé a trabajar en el Salón de la Fama del beisbol. Poco sabía que Cash también terminaría conectado a Cooperstown, aunque fuese de una manera limitada. Como destacado jugador amateur del beisbol American Legion, Cash hizo varios viajes para jugar juegos organizados en el histórico Doubleday Field de Cooperstown. Ese fue un estadio donde Cash regresaría como profesional, para jugar con los Piratas en el juego anual del Salón de la Fama en Doubleday Field. Cash jugó en Doubleday en el verano de 1973, el año de la elección póstuma de Clemente al Salón de la Fama y solo un año después que yo coleccionara mi primera barajita de beisbol. Aunque él tuvo una buena carrera, Dave Cash nunca llegará al Salón de la Fama como jugador, y tristemente, no realizó el sueño de ser manager de Grandes Ligas. De todas formas, forjó una carrera duradera de la cual debería sentirse orgulloso, al jugar para los campeones mundiales Piratas de Pittsburgh en 1971, convertirse en parte integral de varios buenos equipos de los Filis a mediados de los años ’70, y lograr el éxito como manager y coach de ligas menores. A un nivel personal, Cash siempre será un nombre importante. Para este coleccionista de barajitas de beisbol, Dave Cash siempre será la barajita Nº 1, la que empezó todo. Acerca de Bruce Markusen Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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