martes, 25 de octubre de 2016

Con una pelota de beisbol, se busca conectar a todos los 312 inquilinos del Salón de la Fama.

Corey Kilgann. The New York Times. 03-10-2016. El rótulo de Madera de la Sección 39 se movió con el viento y la lluvia mientras Ralph Carhart pasó por ahí y siguió hacia un espacio engramado en el Calvary Cemetery de Queens donde, hace décadas, a los parroquianos pobres les hacían entierros de caridad en tumbas sin identificación. Los oficiales del cementerio quienes esperaban la vista de Carhart, habían colocado un rótulo temporal en la grama que mostraba el nombre Cristobal Torriente, una estrella beisbolera conocido como el Babe Ruth cubano, quién falleció en la pobreza en 1938 y fue inducido en el Salón de la Fama del beisbol en 2006. Mr. Carhart sacó de su bolsillo, una pelota de beisbol desteñida con las palabras “The Hall Ball” escritas en marcador negro. La colocó junto a la tumba y tomó una foto con su teléfono. Con eso Mr. Torriente se convirtió en el inquilino 287 del Salón de la Fama que Mr. Carhart ha prestado homenaje desde que empezó su proyecto Hall Ball hace seis años. Su misión es conectarse con todos los 312 miembros del Salón de la Fama del beisbol, vivos y muertos, al colocar la pelota en la mano de cada miembro viviente y visitar la tumba de cada miembro difunto, y tomar una fotografía conmemorativa. Él ya ha visitado las tumbas u otros lugares significativos de 227 inducidos, dijo él, y ha conocido a 60 miembros vivientes, incluyendo a Mike Piazza, el cátcher de los Mets, quien fue inducido en el Salón en julio. Mr. Carhart, 43, es un ávido fanático de los Mets y tiene boletos para el juego de comodines del miércoles en la noche contra los Gigantes de San Francisco para clasificar a la próxima ronda de los playoffs. De los 25 inquilinos del Salón de la Fama que faltan en su lista, él planea visitar las tumbas u otros lugares importantes de 12 peloteros muertos para mayo, y espera contactar a los restantes 13 peloteros vivientes, más cualquier inducido de 2017, para el próximo verano. Mr. Carhart, gerente de producción en el departamento de drama, teatro y danza en Queens College, dijo que después de completar su misión espera que el Salón de la Fama acepte la pelota y sus fotos como parte de su colección permanente. Mr. Carhart, quien vive en Staten Island con su esposa Anna, y sus dos hijos, dijo que su meta era crear un vínculo entre las generaciones de las grandes estrellas del juego. Yo nunca entraré al Salón de la Fama por mi curva o excelencia bateadora, así que esta es mi única oportunidad, dijo él. Jon Shestakofsky, un vocero del Salón de la Fama, dijo que el proyecto de Mr. Carhart “ilustra el alcance ilimitado del fanatismo por el beisbol”. “El viaje de Hall Ball sirve como ejemplo brillante del poder y la motivación del beisbol, y el respeto y la reverencia asociados con los grandes del juego de todos los tiempos”, dijo Mr. Shestakofsky, aunque no se pronunciara acerca de si el Salón consideraría la solicitud de Mr. Carhart. “Él está tratando de hacer una conexión humana con los peloteros vivientes y una espiritual con aquellos que se fueron”, dijo John Thorn, el historiador oficial de Major League Baseball. Añadió que cuando se trata de la historia del beisbol del siglo 19, Mr. Carhart es “tan meticuloso como el que más, lo cual merece un gran elogio de mi parte”. Mr. Carhart dijo que el proyecto salió de su amor por el beisbol y la genealogía y nació durante un viaje de la familia a Cooperstown, N.Y., que es el hogar del Salón de la Fama, en 2010. Su esposa encontró una pelota de beisbol en una quebrada cercana a Doubleday Field, el cual es parte del complejo del salón, y eventualmente se convirtió en la Hall Ball (Pelota del Salón) Cerca de dos docenas de inducidos, dijo Mr. Carhart, están enterrados en o alrededor del area de la ciudad de Nueva York, mientras otros requirieron más viajes. Él ha invertido cerca de 25.000 dolares en gastos de viajes para el proyecto hasta el momento, dijo, incluyendo numerosos viajes por carretera a través del país, para visitar 182 pueblos y ciudades en 29 estados, así como Puerto Rico y Cuba. “Una cosa que aprendí es cuanto de beisbol está bordado en el lienzo de nuestro país, y todos esos rincones inusuales”, dijo él. “Me detenía en cualquier bar del medio de la nada, para buscar direcciones, y veía algun trofeo en el bar, de un equipo local de pequeñas ligas”. Para el puñado de miembros quienes no tienen una tumba pública accesible, Mr. Carhart trató de ubicar un lugar de conexión íntima con el inducido. Para el árbitro Al Barlick, fue el cobertizo de una mina de carbón en Illinois donde Mr. Barlick trabajó de joven. Para Phil Rizzuto, fue un terreno de beisbol conmemorativo en Hillside High School de Nueva Jersey. Para dos inducidos cuyas cenizas fueron esparcidas en Lake Michigan, el dueño de equipo Bill Veeck, y el catcher Mickey Cochrane, Mr. Carhart colocó la pelota en la costa y los conmemoró juntos con una foto. Para el toletero Ted Williams, quién falleció en 2002, Mr. Carhart visitó el laboratorio criogénico Alcor Life Extension Foundation en Scottsdale , Ariz., donde el cuerpo del pelotero está suspendido en nitrógeno líquido. Un guía turístico resumió la ubicación del cuerpo de Williams a varios contenedores de metal, los cuales Mr. Carhart fotografió con la Hall Ball. Del resto de los peloteros vivientes, incluyendo a Willie Mays, Hank Aaron, Sandy Koufax, Tom Seaver y Nolan Ryan, Mr. Carhart reconoció el reto de conseguir que ellos sean parte de su proyecto, especialmente debido a que no puede pagar los costos que la mayoría de los peloteros cobra hoy por un autógrafo. No está buscando un autógrafo, sino una adición para algo que planeó donar para muestra pública. Uno de los últimos viajes a tumbas, dijo él, también será un regalo para su familia por aceptar que las vacaciones familiares estuviesen relacionadas con visitas a las tumbas de las luminarias beisboleras. La recompensa de ellos sería un viaje a la tumba de Alexander Cartwright Jr., un neoyorquino quien a mediados del siglo 19 fue miembro influyente del Knickerbocker Base Ball Club. “Él está enterrado en Hawaii”, dijo Mr. Carhart. “Es una historia interesante”. Mr. Carhart dijo que ayudó a conseguir una lápida instalada en 2013, para Sol White, una estrella de las ligas negras quien falleció en 1955 y fue enterrado en una tumba sin nombre en el Frederick Douglass Memorial Park del vecindario de Oakwood en Staten Island, cerca de la casa de Mr. Carhart. De manera similar, Mr. Carhart espera obtener una lápida hecha para Mr. Torriente, de quien empezó a sospechar que estaba enterrado en Queens después de viajar a Cuba en 2014. Mr. Carhart visitó el cementerio Cristóbal Colón en La Habana, donde se ha creido por mucho tiempo que Mr. Torriente junto a otros grandes del beisbol cubano, estaba enterrado. La versión popular era que su cuerpo fue exhumado de Queens y transportado a Cuba durante el régimen del dictador Fulgencio Batista. En medio de una visita al lugar, dijo Mr. Carhart, fue llevado a parte por un prominente periodista deportivo cubano y le dijo: “Usted debería saber, mi amigo, que él no está enterrado aquí”. Los esfuerzos del lunes para verificar si Mr. Torriente estaba enterrado en el cementerio de La Habana fueron infructuosos. De vuelta en Nueva York, Mr. Carhart investigó al jardinero cubano y encontró que había pasado sus días finales muriendo de tuberculosis en Riverside Hospital, en North Brother Island en el East River. Mr. Carhart obtuvo el certificado de defunción de Mr. Torriente de los archivos de la ciudad. Allí se indica el lugar del entierro como Calvary Cemetery, al lado de las palabras cruzadas “City Cemetery”, el nombre oficial del camposanto mantenido por la ciudad en Hart Island en el Bronx. En Calvary recientemente, los oficiales del cementerio dijeron que sus registros indicaban que el cadáver de Mr. Torriente fue enterrado en Section 39 y nunca se sacaron de ahí. Esto convertiría a Mr. Torriente en el único inquilino del Salón de la Fama enterrado en un tumba sin identificación y olvidada, dijo Mr. Carhart, quien agregó que se ha adeudado por mucho tiempo una lápida para Mr. Torriente. “Eso sería un gran logro para justificación de este proyecto”, dijo él. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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