miércoles, 26 de octubre de 2016

Análisis previo de la Serie Mundial: Para Cachorros e Indios, décadas de espera están próximas a terminar.

Tyler Kepner. The New York Times. 24-10-2106 Podría ser el tema de una película: los dos equipos con las sequías más largas de títulos en el beisbol enfrentados en la Serie Mundial. Sin duda, Joe Maddon ha visto “El Campo de los Sueños” desde que sus Cachorros aseguraron el banderín de la Liga Nacional. “Lloro con facilidad”, dijo Maddon, el manager de los Cachorros. “La conexión con el pasado es muy importante”. Para citar el guión, las memorias podrían ser muy gruesas en esta Serie Mundial, los fanáticos tendrán que alejarlas de sus rostros. Los Cachorros han pasado 108 años sin un campeonato. Los Indios de Cleveland 68. Ningun otro equipo en el beisbol, ha estado tan cerca de tantas temporadas infructuosas seguidas. “Los dioses del beisbol están muy felices en este momento”, dijo Mike Napoli de los Indios. “Yo quería que ganaran los Cachorros, porque sabía lo bueno que sería ser parte de esto. Pienso que esta va a ser una Serie Mundial especial. Hay dos sequías, y habrá un ganador”. Hasta el sábado, los Cachorros no habían ganado un banderín desde 1945, lo cual significa que nunca han jugado una Serie Mundial por televisión o de noche, o con peloteros afroamericanos en su roster. Los Indios han estado en la Serie Mundial solo tres veces desde su último título: en 1954, 1995 y 1997. Si los Indios necesitan inspiración, pudieran mirar hacia los Cavaliers, sus vecinos, quienes recibirán sus anillos de campeonato de NBA, en la puerta de al lado cerca de una hora antes del primer juego en Progressive Field este martes. Cleveland, una ciudad que no había ganado un título en cualquier deporte desde que los Browns ganaron su corona de NFL en 1964, podría pronto ser el hogar de dos campeones. Los Cachorros son los favoritos porque ganaron 103 juegos en la temporada regular, nueve más que los Indios, y han lucido más imponentes últimamente. Los Indios solo batearon .168 en su victoria de serie de campeonato de la Liga Americana sobre Toronto, y su alineación carece del poder estelar que poseen los Cachorros, quienes tuvieron cinco peloteros elegidos al Juego de Estrellas. Entonces de nuevo, los Indios vencieron a los Azulejos en solo cinco juegos después de barrer a Boston en la serie divisional. Los Cachorros han perdido tres juegos de playoff. “hay una razón por la que estamos jugando aquí”, dijo el segunda base de Cleveland Jason Kipnis. “Hay una razón por la que solo hemos perdido un juego esta postemporada. Estamos jugando muy buen beisbol en este momento”. “Somos el batacazo debido que estamos a la par en términos de números o estatura o contratos. Pero cuando atravesamos esas líneas blancas y jugamos beisbol, me gusta la forma como nos fajamos con cualquiera”. En ocho juegos de postemporada, los Indios nunca han pasado de estar adelante en un juego a ponerse atrás. Sus dos mejores relevistas, Andrew Miller y Cody Allen, se han combinado para 19.1 innings en blanco. Los Cachorros se encontraron con un bullpen singular en la serie de campeonato de la Liga Nacional, ante Kenley Jansen de los Dodgers, quién los silenció por tres innings en el juego final. Para entonces, sin embargo, los Cachorros tenían una gran ventaja, haciendo irrelevante a Jansen. “Es lo mismo que Joe dijo antes del juego de esta noche: ‘Tienen que conseguir la ventaja’”, dijo el gerente general de los Cachorros, Jed Hoyer en el campo luego del juego del sábado. “Eso sirve el tono para el juego completo. Si quieres mantener al bullpen fuera del juego, o lo haces de la forma como lo hicimos esta noche, con Jansen entrando en desventaja 5-0, o consigues una ventaja tempranera”. Para conseguir una ventaja tempranera en el primer juego, los Cachorros necesitaran descifrar a Corey Kluber, quien tiene efectividad de 0.98 en tres aperturas de playoff. Chicago contará con Jon Lester, quien ha sido aun mejor en sus tres aperturas, con 0.86 de efectividad. A los Indios les gusta correr, y mientras Lester tiene problemas lanzando a las bases, él se mantiene ganando, con marca de 21-5 desde el día inaugural. Él compensa su problema de lanzamiento variando sus tiempos hacia el plato, bajando de la goma y dejando que sus compañeros manejen los toques. “Veo a Jon casi como un alfiletero”, dijo Chris Bosio, el coach de pitcheo de los Cachorros. “Ha estado atascado tantas veces y nunca dice, ‘Ay’”. Un cuerpo de lanzadores hecho en casa. No. Los cachorros generalmente priorizan a las bateadores amateur sobre los pitchers, creen que la actuación de los jugadores de posición es más fácil de predecir. De acuerdo a eso, quizás, ellos han construido un cuerpo de Serie Mundial casi totalmente con pitchers firmados por otros equipos. Ninguno de los 11 pitchers que los Cachorros usaron en la serie de campeonato de la Liga Nacional fueron drafteados o firmados internacionalmente por los Cachorros. El relevista Héctor Rondón fue firmado originalmente por los Indios en Venezuela a los 16 años, pero Cleveland lo dejó expuesto al draft de regla 5 de 2012 despues que tuvo una cirugía Tommy John y réplicas subsecuentes. Nueve innings sólidos en la pelota invernal persuadieron a los Cachorros a darle una oportunidad a Rondón, quien tiene efectividad de 2.97 en cuatro temporadas en Chicago. Peligrosos en las bases Mientras los Dodgers de Los Angeles se hicieron daño con un corrido de bases tonto en la serie de campeonato de la Liga Nacional, los Cachorros no pueden esperar el mismo tipo de ayuda de los Indios. “Hemos sido un equipo muy bueno corriendo las bases”, dijo el manager Terry Francona este verano. “Eso fue algo de lo que hablamos desde el primer día del entrenamiento primaveral, y he estado muy complacido. Tenemos que ser un equipo que se mueva con las pelotas contra el piso, que vaya desde primera hasta tercera base, y pienso que hemos hecho un buen trabajo en eso”. Los Indios también roban bases. Tuvieron 65 intentos de bases robadas más que los Cachorros aunque fueron hechos out tres veces menos. Ningún equipo con marca ganadora tuvo más bases robadas esta temporada que los Indios, con 134 en 165 intentos. Rajai Davis lideró la Liga Americana con 43 robos y fue puesto out solo seis veces. Moda Alta. Los peloteros jóvenes no siempre aprecian la moda de las generaciones pasadas, pero los Indios son la excepción. El campocorto Francisco Lindor y el novato jardinero central Tyler Naquin usan medias altas con tirantes que parecen sacadas de una barajita de beisbol de los años ’80. “A mi papá siempre le gustaron esas medias, siempre me dijo que las usara”, dijo Lindor a The New York Times este verano. “Es bueno. No es una apariencia deslumbrante. Es una apariencia de vieja escuela clásica”. Una apariencia única. En el tema uniformes, hay dos detalles sutiles acerca del uniforme de visitante de los Cachorros. Son el único equipo del beisbol con un logo en sus pantalones (una insignia pequeña de los Cachorros, justo debajo del cinturón en la cadera izquierda. Los Cachorros también son el único equipo de Grandes Ligas con un parche en la manga que muestra el logo de su liga. Cuando usan sus camisetas alternas azules, la manga derecha tiene un prominente parche con el logo del águila de la Liga Nacional Dos que se fueron Uno de los equipos menos exitosos del beisbol moderno, los Padres de San Diego, solo tienen que culparse a si mismos. Dos de los peloteros más importantes de esta Serie Mundial llegaron a sus equipos desde San Diego, Al necesitar un bate en una rara carrera por el banderín en 2010, los Padres enviaron a Corey Kluber, entonces en AA, a los Indios en un cambio de tres vías que trajo al jardinero Ryan Ludwick desde San Luis y envió al pitcher Jake Westbrook desde los Indios hasta los Cardenales. En enero de 2012, los Padres cambiaron al primera base Anthony Rizzo, quien había bateado .141 para ellos como novato, a los Cachorros en una negociación por el pitcher Andrew Cashner. Este fue el décimo año seguido de los Padres sin llegar al playoff. Bulls vs. Cavaliers Los equipos de NBA de las ciudades se han encontrado en playoff siete veces desde 1988, con los Bulls ganando las primeras cinco y los Cavaliers las últimas dos. Su enfrentamiento más famoso fue el juego decisivo de una serie de primera ronda a cinco juegos en 1989, en Ritchfield Coliseum, cuando Craig Ehlo de los Cavaliers gritó algunas famosas últimas palabras antes de una jugada adentro con un punto de ventaja y tres segundos por jugar: “Mr. Jordan no puedo dejarlo anotar”. Michael Jordan tenía otra idea, al quedar libre para lanzar un tiro de cinco metros sobre Ehlo para ganar el juego y la serie y luego lanzar un puñetazo al aire en señal de triunfo. Jugadores en común Como estos equipos son franquicias antiguas del beisbol, no debería ser una sorpresa que más de 200 peloteros hayan jugado para ambos. Dennis Eckersley y Hoyt Wilhelm para ambos clubes pero usan gorras de otros equipos en sus placas de Cooperstown. El antíguo Cachorro, Andre Thornton, un querido toletero de los Indios desde 1977 hasta 1987, lanzó el primer envío antes de la serie de campeonato de la Liga Americana, y Kenny Lofton, quien patrulló el jardín central para ambos equipos en octubre, lanzará el primer pitcheo antes del primer juego este martes. Pero el pelotero de más impacto con participación dual en estos equipos es probablemente Rick Sutcliffe. Despues de integrar el equipo de estrellas con Cleveland en 1983, Sutcliffe inició en baja forma el próximo año y fue enviado a los Cachorros en una negociación de siete peloteros. Tuvo marca de 16-1 para ganar el premio Cy Young y llevar a los Cachorros a los playoffs, y ahora tiene un ladrillo en su honor en la plaza del Paseo de la Fama estilo Hollywood detrás de las gradas de Wrigley Field. La negociación también funcionó para los Indios, quienes recibieron a un joven Joe Carter como pieza central de su retorno. Cleveland cambió a Carter para San Diego por Carlos Baerga y Sandy Alomar Jr., quienes ayudaron a los Indios a convertirse en una potencia en los años ’90. Alomar, quién bateara .367 en la Serie Mundial de 1997 y pudo haber sido nombrado pelotero más valioso si Cleveland hubiese ganado, ahora es coach de primera base de los Indios. El tráfico de Chicago. Terry Francona, quien bateó .311 para los Indios en 1988 y -250 para los Cachorros en 1986, dijo que lo que más recordaba de Chicago era el tráfico. Francona vivía en el suburbio Northbrook. Ill., y los Cachorros solo jugaban juegos diurnos en ese momento. Tenía que estar en Wrigley Field para la práctica de bateo a las 10:10 am, explicó Francona, así que planificaba al respecto. “Yo tenía que salir como a las 7”, dijo Francona. “Yo usualmente salía como bateador emergente alrededor de un cuarto para las seis. Había sombras, entregaba el out, y entonces me fajaba con el tráfico de vuelta a casa. Ese fue mi verano en Chicago”. Un pitcher que no batea. Los Indios planean usar a Trevor Bauer, quién sangró sobre el montículo en su apertura de la serie de campeonato de la Liga Americana, en el segundo juego del miércoles, contra Jake Arrieta. Bauer se cortó el dedo meñique derecho mientras reparaba un control remoto, lo cual hizo que su apertura de la serie de campeonato de la Liga Americana fuera retrasada, y sus suturas se abrieron cuando trató de pitchear. Los Indios prefieren usar a Josh Tomlin en el tercer juego en Chicago, donde el pitcher tiene que batear. Tomlin batea de 12-6 en su carrera, y Bauer es nulo en el plato. “No podía batear en las pequeñas ligas”, le dijo a The Cleveland Plain Dealer. “No voy a batear el pitcheo de la Serie Mundial”. Una oportunidad de ser catcher. David Ross, de los Cachorros, 39, se retira después de la temporada. Él tiene la oportunidad de irse con estilo al estar detrás del plato para el out final de la Serie Mundial. Ross hizo eso para los Medias Rojas en 2013, al recibir el envío de dedos separados de Koji Uehara que ponchó a Matt Carpenter de San Luis para ganar el campeonato para Boston. Ross sería el primer cátcher en estar detrás del plato para el out final de la Serie Mundial para dos equipos desde Rick Dempsey, quien estuvo allí para los Orioles en 1983 y para los Dodgers en 1988. Un estilo inusual Antes de empezar su swing, Jason Kipnis de los Indios, mantiene su bate casi paralelo al suelo, una técnica que aprendió en las ligas menores para evitar tener el bate detrás de su cabeza. El estilo viejo hacía el swing de Kipnis más largo, y ahora tiene más tiempo para reaccionar ante los pitcheos, aún cuando ese sea un estilo inusual que recuerda al inquilino del Salón de la Fama, Rod Carew, quién está inmortalizado en bronce en las afueras de Target Field. “Me rio cada vez que estoy en Minnesota y camino cerca de esa estatua”, dijo Kipnis. “’Sé por lo que estás pasando, amigo’”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 25 de octubre de 2016

Con una pelota de beisbol, se busca conectar a todos los 312 inquilinos del Salón de la Fama.

Corey Kilgann. The New York Times. 03-10-2016. El rótulo de Madera de la Sección 39 se movió con el viento y la lluvia mientras Ralph Carhart pasó por ahí y siguió hacia un espacio engramado en el Calvary Cemetery de Queens donde, hace décadas, a los parroquianos pobres les hacían entierros de caridad en tumbas sin identificación. Los oficiales del cementerio quienes esperaban la vista de Carhart, habían colocado un rótulo temporal en la grama que mostraba el nombre Cristobal Torriente, una estrella beisbolera conocido como el Babe Ruth cubano, quién falleció en la pobreza en 1938 y fue inducido en el Salón de la Fama del beisbol en 2006. Mr. Carhart sacó de su bolsillo, una pelota de beisbol desteñida con las palabras “The Hall Ball” escritas en marcador negro. La colocó junto a la tumba y tomó una foto con su teléfono. Con eso Mr. Torriente se convirtió en el inquilino 287 del Salón de la Fama que Mr. Carhart ha prestado homenaje desde que empezó su proyecto Hall Ball hace seis años. Su misión es conectarse con todos los 312 miembros del Salón de la Fama del beisbol, vivos y muertos, al colocar la pelota en la mano de cada miembro viviente y visitar la tumba de cada miembro difunto, y tomar una fotografía conmemorativa. Él ya ha visitado las tumbas u otros lugares significativos de 227 inducidos, dijo él, y ha conocido a 60 miembros vivientes, incluyendo a Mike Piazza, el cátcher de los Mets, quien fue inducido en el Salón en julio. Mr. Carhart, 43, es un ávido fanático de los Mets y tiene boletos para el juego de comodines del miércoles en la noche contra los Gigantes de San Francisco para clasificar a la próxima ronda de los playoffs. De los 25 inquilinos del Salón de la Fama que faltan en su lista, él planea visitar las tumbas u otros lugares importantes de 12 peloteros muertos para mayo, y espera contactar a los restantes 13 peloteros vivientes, más cualquier inducido de 2017, para el próximo verano. Mr. Carhart, gerente de producción en el departamento de drama, teatro y danza en Queens College, dijo que después de completar su misión espera que el Salón de la Fama acepte la pelota y sus fotos como parte de su colección permanente. Mr. Carhart, quien vive en Staten Island con su esposa Anna, y sus dos hijos, dijo que su meta era crear un vínculo entre las generaciones de las grandes estrellas del juego. Yo nunca entraré al Salón de la Fama por mi curva o excelencia bateadora, así que esta es mi única oportunidad, dijo él. Jon Shestakofsky, un vocero del Salón de la Fama, dijo que el proyecto de Mr. Carhart “ilustra el alcance ilimitado del fanatismo por el beisbol”. “El viaje de Hall Ball sirve como ejemplo brillante del poder y la motivación del beisbol, y el respeto y la reverencia asociados con los grandes del juego de todos los tiempos”, dijo Mr. Shestakofsky, aunque no se pronunciara acerca de si el Salón consideraría la solicitud de Mr. Carhart. “Él está tratando de hacer una conexión humana con los peloteros vivientes y una espiritual con aquellos que se fueron”, dijo John Thorn, el historiador oficial de Major League Baseball. Añadió que cuando se trata de la historia del beisbol del siglo 19, Mr. Carhart es “tan meticuloso como el que más, lo cual merece un gran elogio de mi parte”. Mr. Carhart dijo que el proyecto salió de su amor por el beisbol y la genealogía y nació durante un viaje de la familia a Cooperstown, N.Y., que es el hogar del Salón de la Fama, en 2010. Su esposa encontró una pelota de beisbol en una quebrada cercana a Doubleday Field, el cual es parte del complejo del salón, y eventualmente se convirtió en la Hall Ball (Pelota del Salón) Cerca de dos docenas de inducidos, dijo Mr. Carhart, están enterrados en o alrededor del area de la ciudad de Nueva York, mientras otros requirieron más viajes. Él ha invertido cerca de 25.000 dolares en gastos de viajes para el proyecto hasta el momento, dijo, incluyendo numerosos viajes por carretera a través del país, para visitar 182 pueblos y ciudades en 29 estados, así como Puerto Rico y Cuba. “Una cosa que aprendí es cuanto de beisbol está bordado en el lienzo de nuestro país, y todos esos rincones inusuales”, dijo él. “Me detenía en cualquier bar del medio de la nada, para buscar direcciones, y veía algun trofeo en el bar, de un equipo local de pequeñas ligas”. Para el puñado de miembros quienes no tienen una tumba pública accesible, Mr. Carhart trató de ubicar un lugar de conexión íntima con el inducido. Para el árbitro Al Barlick, fue el cobertizo de una mina de carbón en Illinois donde Mr. Barlick trabajó de joven. Para Phil Rizzuto, fue un terreno de beisbol conmemorativo en Hillside High School de Nueva Jersey. Para dos inducidos cuyas cenizas fueron esparcidas en Lake Michigan, el dueño de equipo Bill Veeck, y el catcher Mickey Cochrane, Mr. Carhart colocó la pelota en la costa y los conmemoró juntos con una foto. Para el toletero Ted Williams, quién falleció en 2002, Mr. Carhart visitó el laboratorio criogénico Alcor Life Extension Foundation en Scottsdale , Ariz., donde el cuerpo del pelotero está suspendido en nitrógeno líquido. Un guía turístico resumió la ubicación del cuerpo de Williams a varios contenedores de metal, los cuales Mr. Carhart fotografió con la Hall Ball. Del resto de los peloteros vivientes, incluyendo a Willie Mays, Hank Aaron, Sandy Koufax, Tom Seaver y Nolan Ryan, Mr. Carhart reconoció el reto de conseguir que ellos sean parte de su proyecto, especialmente debido a que no puede pagar los costos que la mayoría de los peloteros cobra hoy por un autógrafo. No está buscando un autógrafo, sino una adición para algo que planeó donar para muestra pública. Uno de los últimos viajes a tumbas, dijo él, también será un regalo para su familia por aceptar que las vacaciones familiares estuviesen relacionadas con visitas a las tumbas de las luminarias beisboleras. La recompensa de ellos sería un viaje a la tumba de Alexander Cartwright Jr., un neoyorquino quien a mediados del siglo 19 fue miembro influyente del Knickerbocker Base Ball Club. “Él está enterrado en Hawaii”, dijo Mr. Carhart. “Es una historia interesante”. Mr. Carhart dijo que ayudó a conseguir una lápida instalada en 2013, para Sol White, una estrella de las ligas negras quien falleció en 1955 y fue enterrado en una tumba sin nombre en el Frederick Douglass Memorial Park del vecindario de Oakwood en Staten Island, cerca de la casa de Mr. Carhart. De manera similar, Mr. Carhart espera obtener una lápida hecha para Mr. Torriente, de quien empezó a sospechar que estaba enterrado en Queens después de viajar a Cuba en 2014. Mr. Carhart visitó el cementerio Cristóbal Colón en La Habana, donde se ha creido por mucho tiempo que Mr. Torriente junto a otros grandes del beisbol cubano, estaba enterrado. La versión popular era que su cuerpo fue exhumado de Queens y transportado a Cuba durante el régimen del dictador Fulgencio Batista. En medio de una visita al lugar, dijo Mr. Carhart, fue llevado a parte por un prominente periodista deportivo cubano y le dijo: “Usted debería saber, mi amigo, que él no está enterrado aquí”. Los esfuerzos del lunes para verificar si Mr. Torriente estaba enterrado en el cementerio de La Habana fueron infructuosos. De vuelta en Nueva York, Mr. Carhart investigó al jardinero cubano y encontró que había pasado sus días finales muriendo de tuberculosis en Riverside Hospital, en North Brother Island en el East River. Mr. Carhart obtuvo el certificado de defunción de Mr. Torriente de los archivos de la ciudad. Allí se indica el lugar del entierro como Calvary Cemetery, al lado de las palabras cruzadas “City Cemetery”, el nombre oficial del camposanto mantenido por la ciudad en Hart Island en el Bronx. En Calvary recientemente, los oficiales del cementerio dijeron que sus registros indicaban que el cadáver de Mr. Torriente fue enterrado en Section 39 y nunca se sacaron de ahí. Esto convertiría a Mr. Torriente en el único inquilino del Salón de la Fama enterrado en un tumba sin identificación y olvidada, dijo Mr. Carhart, quien agregó que se ha adeudado por mucho tiempo una lápida para Mr. Torriente. “Eso sería un gran logro para justificación de este proyecto”, dijo él. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

En el clubhouse de los Cachorros no hay preocupaciones acerca de una maldición o una cabra.

Michael Powell. The New York Times. 12-10-2016. San Francisco—Está bien, sus Cachorros estuvieron abajo por tres carreras en la apertura del noveno inning. Sus oponentes, los Gigantes de San Francisco, eran unos rivales probados en la batalla y recientes campeones de la Serie Mundial. Si perdían, el equipo regresaría a Chicago en una condición principalmente enferma. ¿Que, los reporteros le preguntaron al manager de los Cachorros, Joe Maddon, luego del juego del martes (11 de octubre) por la noche, le dijo usted a sus jóvenes peloteros antes de salir a batear en ese inning de vida o muerte? Maddon, 62, se paró en el clubhouse usando un traje mojado de buzo y una gorra de beisbol en sentido opuesto. Impregnado en champaña, lucía extraño mientras ofreció una sonrisa críptica. “Solo les dije cosas típicas”, dijo él de su conversación de dugout. Entonces agregó, “Es no es citable, ni repetible”. Luego preguntó, “¿Es esta la versión de HBO? Con eso, él quiso decir que les había ofrecido una conversación gloriosa, cargada de expresiones motivadoras. Y su equipo respondió al despachar roletazos intensos y linietazos a granel para alcanzar una victoria 6-5 y asegurar un puesto en la serie de campeonato de la Liga Nacional. Los Cachorros ganaron 103 juegos en la temporada regular, la marca máxima en las ligas mayores. Pero en los días recientes, ellos de nuevo habían parecido en peligro de perder cuando se esperaba que ganaran. Si hubiesen caído el martes por la noche, hubieran tenido que regresar a Wrigley Field para jugar un encuentro decisivo frente a unos fanáticos locales arrasados de preocupación, duda y paranoia. Los Cachorros ganaron la Serie Mundial por última vez en 1908, cuando Theodore Roosevelt era presidente. Muchos de sus fanáticos están convencidos de que esa larga sequía de campeonatos se debe al hecho de que el equipo está hechizado. El hechizo involucra entre otras necrologías, a una cabra muerta. Es algo espectacularmente inaudito, excepto que en algunas temporadas se siente como una explicación casi lógica por tan extendido período de intentos fallidos. Antes del juego del martes, los reporteros le preguntaron por la maldición a Jon Lester, el veterano as del cuerpo de lanzadores de los Cachorros. Él sabe de episodios de maldición, al haber jugado para los Medias Rojas de Boston, quienes no habían ganado un título de Serie Mundial en 86 años y entonces ganaron tres en una década. Él estrujó su cara y sonrió en dirección hacia el clubhouse de los Cachorros. “A nadie allí adentro le importa una maldición o una cabra o lo que sea, ¿Entienden lo que digo?”, dijo él. “Siempre es mejor jugar con serenidad, salir y preocuparnos por nosotros y no por cualquier otra cosa, o, como dije, por cualquier animal”. Él sonó sano y racional. Cuando los Cachorros se pusieron a perder por tres carreras en el quinto inning, sin embargo, se podía ver demonios alados merodeando en el tope de la publicidad de Coors Light que está sobre la pizarra, conversando amenazantes. Y los misterios siguieron aflorando. Consideren a Connor Gillaspie, un pelotero de 29 años de hablar pausado que es el tercera base actual de los Gigantes, quien nunca ha terminado de asimilar su actuación mágica esta postemporada. Bateó de 4-4 el martes y empujó una de las carreras que los Gigantes anotaron en el quinto inning. Gillaspie es un bateador vitalicio de .256 quine bateó .400 esta postemporada. Sin duda él dijo en el clubhouse que bajo ningún respecto lo despertaran de ese sueño. De hecho, mucho salió bien para los Gigantes. Denard Span, el jardinero central de piernas rápidas, continuó conectando rectas a la altura de sus zapatos para dirigirlas hacia los jardines. Matt Moore, un pitcher zurdo de 27 años de edad quien regresó de una cirugía Tommy John hace un año, lanzó un juego magistral, al permitir dos imparables y ponchar 10 Cachorros en ocho episodios. Los Gigantes se sienten cómodos con las grandes sombras y el frío otoñal, este es su tiempo del año. Si Maddon es medio manager y medio adivino, un hombre que advierte de los peligros de “la confirmación del sesgo” cuando toma decisiones en el juego, el manager de los Gigantes, Bruce Bochy es el jefe mundial de mantenerse en bajo perfil, demasiado cordial para decirle a los reporteros que sus preguntas para probar su psicología son un gancho al hígado. “No caes hasta el último out”, dijo él de su equipo, el cual había perdido los dos primeros juegos de esta serie antes de mostrar su resiliencia de postemporada. “Sigues peleando, no tienes alternativa. Ese es tu trabajo”. Para el octavo inning, con los Gigantes arriba 5-2, AT&T Park estaba alegre, los fanáticos de San Francisco son apasionados, hasta exigentes, pero traicionan un poco la angustia suicida y los golpes de pecho de sus semejantes de la costa este. Una luna de tres cuartos brillaba en el cielo, los canoeros remaban en McCovey Cove detrás del jardín derecho, y los Troggs sonaban en los parlantes. Los fanáticos cantaban, saltaban y se tomaban fotos. ¿Qué tan mala era la vida? Pero la naturaleza sola no puede quitarle esta serie a los Cachorros. Ellos son un equipo en ascenso. Los Mets se reconstruyeron alrededor de pitchers jóvenes, y ahora muchos tienen las alas quebradas. Los Cachorros se reconstruyeron alrededor de jonroneros de swings libres y gimnastas del infield de calidad olímpica como el segunda base Javier Baez. Sus muchachos están sanos, y su entusiasmo es contagioso. Cuando el joven de 24 años Wilson Contreras, conectó un imparable clave al salir como emergente en la apertura del noveno inning, él corrió hacia primera base y más o menos perdió la cabeza, al golpearse el pecho, señalar hacia el cielo y hacia la multitud, hacia sus compañeros, hacia su novia. Es trabajo de Maddon tutorear y ajustar a su grupo como un Dr. Freud de buen humor. Hace un par de días, él mencionó que mientras lamentaba que sus hombres jóvenes se concentraran en batear pelotas hacia las gradas, no había ningún crimen en recortar el bate y dirigir la pelota para conseguir un sencillo. “Lo más importante que hay que hacerle entender a estos tipos es que recortar el bate no significa que eres menos viril”, dijo él. Despues del juego, mientras los compañeros de equipo rociaban la champaña como agua de los hidrantes de la calle, Ben Zobrist, con 35 años el miembro regular más viejo de la alineación de los Cachorros, reforzó el mensaje de Maddon. Dijo que el rally del noveno inning fue tal vez una epifanía. Los buenos equipos, dijo él, aprenden a “pasar el testigo” y no a apuntar al cielo con cada swing. “Vivimos del jonrón en la temporada regular, pero no puedes hacer eso en la postemporada”, dijo él. “El rally de hoy ni siquiera fue consciente, ese es el nivel de supervivencia por el que pasas como bateador”. Hay otro factor- El bullpen de los Gigantes se parecía a un cónclave de incendiarios. Bochy exploró toda la temporada, un director de cine haciendo pruebas para el papel de cerrador. Nunca encontró a su estrella. La apertura del novena se convirtió en un laboratorio disguncional, con boletos, imparables y errores. Llegó un momento cuando Bochy se sacó al chicle de la boca y lo lanzó furioso a un lado. Entonces caminaba hacia el montículo para hacer otro cambio de lanzadores. “Es un sentimiento raro”, reconoció Bochy después.. “Eso termina de manera abrupta”. El año pasado, Maddon se sentó en su dugout y miró como los Mets celebraban una barrida de cuatro juegos en postemporada ante su club- Él atravesó los túneles medievales de Wrigley después y se encontró con Terry Collins, su amigo y manager de los Mets, y le dio un abrazo. Pero esa derrota fue como una picada de alacrán. “Me mantuve diciéndole a mis muchachos, ‘Algo malo va a ocurrir durante este juego, también, y tenemos que quedarnos en el momento’”, dijo Maddon.”Cuando estás dejando afuera a alguien, ves esa mirada en sus ojos. No quiero ser esos tipos”. Los Cachorros sobrevivieron para jugar otra serie de playoff. Si pueden vencer la vieja maldición y mantener a esos demonios alados a raya no será contestado definitivamente hasta unas cuantas noches frías por venir. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

La hija de un fanático de los Mets atrapa la fiebre.

Michael Shapiro. The New York Times. 04-10-2016. Hablo de beisbol todos los días. En primavera y verano. En otoño e invierno, durante la temporada de cambios y chismes de agentes libre, y a comienzos de primavera, cuando cuento los días hasta que los pitchers y cátchers se reportan al sur para ponerse en forma para la temporada venidera. Entonces, como en el eterno ritual de la lectura de Los Cinco Libros de Moisés, empiezo todo de nuevo. Hay muchas cosas maravillosas acerca del beisbol, y una de esas delicias es la conversación entre personas desconocidas que nunca hablara de nuevo. Esto puede ocurrir en una cola en el bodegón o en la lavandería, “¿Viste esa jugada?”, y especialmente en el estadio, donde el extraño sentado a tu lado se convierte en tu compañero del alma hasta que termine el juego y ni siquiera piensas que sea necesario despedirse. El beisbol es un regalo de parlanchines, especialmente si usted, como yo, es un parlanchín con sus amigos. Tengo tres en particular. Mike, Alex y Paul. A través de los años, hemos ido ocasionalmente a los juegos en grupos de dos o tres. La conversación que hemos tenido por años, ahora está confinada al correo electrónico. Nunca estamos todos juntos, pero estamos unidos por los Mets. Nuestra dinámica, por supuesto, pueda aplicar a la de los fanáticos de cualquier equipo, quienes, como adolescentes en las garras del primer amor, están seguros de que nadie se ha sentido como ellos. Tenemos nuestras cualidades. Paul posee un conocimiento estadístico tan agudo que puede recitar sin esfuerzo los números vitalicios de Duffy Dyer contra zurdos con hombres en base y menos de dos outs. Alex es nuestro filósofo, dado a oscuros comentarios acerca de cual destino podría afectar a un Travis d’Arnaud en racha negativa. Mike, hay que bendecirlo, es el propio optimista, quien ante otro final de temporada lleno de lesiones siempre dice “tenemos otro juego mañana”. Mike canta en el coro de su iglesia, y lo queremos por eso. Yo soy el que se preocupa. En verdad, todos lo hacemos, pero mi preocupación es más del tipo de Upper-West-Side: “Dime que no tengo que asustarme”. Mi esposa no es fanática, tampoco mi hijo. Pero mi hija Eliza, quien tiene 26 años de edad, ha mostrado a través de los años un ocasional relumbrón de interés que me hizo pensar que ella podría llegar a convertirse. A mediados de la temporada pasada, con el equipo escalando posiciones, ella se proclamó fanática de los Mets. Mi hijo, dudoso de su alianza repentina, me advirtió que eso no duraría, que el fanatismo de ella era estrictamente una tormenta pasajera. Aún así vi potencial, una corazonada reforzada por el comportamiento estelar de ella durante los playoffs y la Serie Mundial. El punto más alto fue su asistencia al tercer juego de la serie de campeonato de la Liga Nacional contra los Dodgers de Los Angeles con una pancarta escrita a mano “For Ruben” y abucheando con la vehemencia de un fanático del futbol, a Chase Utley cuyo deslizamiento le había fracturado la pierna a Tejada. La verdadera prueba para cualquier fanático, por supuesto, no llega en los buenos tiempos sino en los malos. Esta temporada, luego de un abril prometedor, el equipo empezó a tener dificultades. Pero Eliza aún seguía allí, mostrando bien el equivalente del fanatismo al examen escrito: Sus mensajes de texto transmitían el dolor esencial. Yo: “No es la noche de Thor (Noah Syndergaard, pitcher de los Mets) Eliza: No quiero ver. Si no contamos con él, no contamos con nadie”. Así que a finales de junio, sentí que había llegado el momento de invitarla a unirse a mi grupo de seguidores de los Mets. Ella se unió cuando nosotros (si, nosotros, ella se adaptó a esto instantáneamente) estábamos en tercer lugar en el este de la Liga Nacional, a cinco juegos de distancia. Ella estaba agradecida por no tener que resistir la experiencia sola. Su novio, cuya pasíón está más dirigida hacia el balompié, la apoyó poco en ese momento. Eso cambió. “Ahora él entiende la urgencia de la situación”, escribió Eliza. Mientras tanto, los muchachos y yo estábamos listos apara ayudar, y ella lo sabía. Paul: Si podemos jugar para o por encima de .500 para el receso del juego de estrellas, estaré feliz. Eso requerirá jugar al menos para marca de 4-8 en los próximos 12 encuentros”. Mike: “Me gusta como está jugando Loney, por lo menos. Y d’Arnaud ha hecho varios outs con sus tiros a las bases”. Eliza: “Hola todos, esto de verdad me ayuda. Me he sentido desanimada los últimos dos días. Estoy tratando de no pensar en lo que rezamos para que haya menos mediocridad de parte de Matt Harvey o que Thor y Matz tengan menos dolor cada vez que lancen. Solo trato de mantener mis esperanzas para la segunda mitad de la temporada”. Para el 1 de agosto, la fecha límite para cambios normales, ella había encontrado su voz. Yo: “Está bien, ahí está la ironía de obtener a Dilson Herrera (Un movimiento inteligente ¿no?) considerando que él fue la razón para dejar ir a Murph (Daniel Murphy)”. Alex: “Me siento mucho mejor acerca de dejar ir a Nimmo”. Paul: “También, readquirimos a Jonathan Niese por Antonio Bastardo. No me gusta Niese, pero me gusta ese cambio, el cual se lleva a Bastardo del equipo”. Eliza: Estoy aliviada por no tener que ver con Bastardo otra vez”. Las semanas pasaron, y como el equipo mostrara chispazos de vida, Eliza se mostró más vigorosa y punzante. Alex: “¿Deberían los Mets hacerse cargo de la opción de 13 millones de dólares de Jay Bruce?” Eliza: ¡Bruce es inservible! Todavía, para finales de septiembre, la carrera estaba en su apogeo. Yo: “¿Un seguro jonrón de ces tomado sobre la pared? No me gusta eso…Gracias al cielo que perdieron los Cardenales”. Paul: “¡Mordedura de culebra, bebé!” Eliza: “Me siento de veras enferma”. Ella estaba lista la noche cuando los Mets botaron una ventaja de 2-1 sobre los Filis y perdían 6-4, cuando yo apagué el juego. Pero no mi teléfono, el cual se alumbró con el alerta de que José Reyes había empatado el marcador en el noveno con un jonrón. Entonces vimos el juego hasta que los Filis se fueron adelante en el undécimo inning, demasiado sufrimiento, así que nos perdimos el jonrón de tres carreras que ganó el juego en el cierre de ese inning. Temprano esa noche, yo le había enviado un correo electrónico a los muchachos reconociendo que había llegado el momento de aceptar la inevitabilidad de esperar hasta el año siguiente. La mañana siguiente, Paul estaba listo para levantarme el ánimo: “¡Bueno! Asdrubal Cabrera piensa diferente”. Mike lo secundó: “Si, hay que tener un poco de fé”. Toqué la puerta de Eliza, teléfono en mano, con el video listo para apretar “play”. Ella se levantó, sonrió, y replicó, “Ya lo he visto cientos de veces”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 17 de octubre de 2016

Todo lo que se necesita saber acerca de los Cachorros de Chicago de 1908.

Scott Ferkovich. The Hard Ball Times. 07-10-2016. Los Cachorros de Chicago han tenido un verano maravilloso hasta el momento. Sus fanáticos, los cuales son una legión, están confiados en que los hombres de Joe Maddon arrollarán a través de los playoffs. A medida que este equipo avance, oiremos más acerca de que ellos no han ganado una Serie Mundial en 108 años. Sabemos mucho acerca de la entidad de beisbol de North Side de 2016, pero podemos no estar tan familiarizados con los Cachorros de 1908. Por una cosa, ese equipo ni siquiera jugaba en North Side. Wrigley Field todavía estaba a pocos años de ser construido por los Whales de Chicago de la Federal League (De hecho, su nombre original sería Weeghman Park, por el dueño del equipo Charles Weeghman). Los Cachorros en 1908 jugaban en una estructura de madera dilapidada llamada West Side Park, situada en un pedazo de tierra limitado por Polk Street al norte, Taylor al sur, Wood al este, y Lincoln (ahora Wolcott Avenue) al oeste. Esa area en la actualidad es el hogar de la University of Illinois en Chicago Medical Center. Los Cachorros empezaron la temporada de 1908 como los dos veces campeones defensores de la Liga Nacional. Luego de perder ante los Medias Blancas del otro lado de la ciudad dos años antes, ellos vencieron a los Tigres de Detroit de Ty Cobb en 1907. Chicago ganó el primer juego, pero el segundo fue decretado empate 3-3 luego de 12 innings debido a la oscuridad. Los Cachorros barrieron los próximos tres juegos para llevarse la serie. Volvieron a enfrentarse contra Detroit en 1908, y ganaron. Que año aquel. Teddy Roosevelt despachaba desde su oficina en la Casa Blanca. Un Ford Model T, recién salido de la línea de ensamblaje podía ser adquirido por $850. Oklahoma se convirtió en estado. Jack Norworth escribió “Take Me Out To The Ballgame”. Y los Cachorros de Chicago eran una dinastía. Eso fue dos años antes de que Franklin Pierce Adams escribiera el poema, “Baseball’s Sad Lexicon”, más popularmente conocido como “Tinker to Evers to Chance”. Pero el trío de cachorros de oso estaba en su apogeo en 1908. Se ha escrito mucho acerca de cómo esa puede no haber sido una gran combinación de double-plays como sugiere su reputación. El gurú de la sabermetría, Bill James, sin embargo, cree que ellos fueron tan buenos como se decía, basado en una fórmula que ideó llamada “expected double plays” (“dobleplays esperados”). El campocorto Joe Tinker, el segunda base Johnny Evers, y el primera base Frank Chance se combinaron para 491 dobleplays entre 1906 y 1910, lo cual los empata en el tercer lugar de la Liga Nacional. James, sin embargo, luego de investigar algunos números, concluyó que ellos realizaron 50 dobleplays más de lo que se hubiera esperado. En cuanto a F.P. Adams, él era un columnista de periódico y experto en canciones de despecho. Tendríamos que tomarle la palabra en que Tinker-to-Evers-to-Chance eran las más tristes de todas las palabras. Chance, quien también era manager de los Cachorros, había empezado su carrera como catcher. Luego de amenazar con retirarse antes que aceptar un cambio permanente a primera base en 1903, él aceptó, para desarrollarse como uno de los mejores fildeadores del juego en la posición. Fue un inteligente corredor de bases, lideró las mayores en bases robadas en 1903 (67) y 1906 (57). Evers tenía 26 años de edad en 1908, y era poseedor de uno de los apodos más inusuales en la historia del beisbol: The Human Crab (El Cangrejo Humano). De hecho con su reducida contextura parecía más un camarón que un hombre. Para la mayoría de las personas, él se ganó el apodo por la manera como se deslizaba a través del infield para tomar los roletazos. Su personalidad irritable pudo haber sido la razón. “Ellos dicen que él es un cangrejo”, dijo un manager de él, “y quizás tienen razón. Pero me gustaría tener 25 cangrejos como ese jugando para mí”. Joe Tinker era un guante estelar en el campocorto. Él y Evers supuestamente tuvieron un encontronazo en 1906 y dejaron de hablarse por décadas. Tinker, sin embargo, mantuvo que la situación nunca fue tan mala, y que la prensa sacó todo fuera de proporción. Sin embargo eso funcionaba para vender las copias de un gran periódico. Tinker lideró a los Cachorros en 1908 con un WAR de 7.9; solo Honus Wagner de los Piratas de Pittsburgh tuvo una figura más alta en todo el beisbol (11.5) Para completar el infield estaba el tercera base Harry Steinfeldt, quien tenía uno de los brazos más potentes de su época. El cátcher, Johnny King era, en palabras del pitcher de los Cachorros Ed Reulbach, uno de los más grandes que usó una máscara. También era el campeón mundial de billar de 1908. El jardinero izquierdo Jimmy Sheckard podía hacerlo todo en un terreno de beisbol. Evers decía que Sheckard era “más una gran pieza de la vieja máquina invencible de los Cachorros, que el crédito que recibía por serlo”. En 1901, se convirtió en el primer pelotero del siglo 20 en batear dos jonrones de bases llenas en una temporada. Sheckard también era un gran hablador de tonterías. La mayor parte del tiempo podía respaldarlas. La víspera de la serie de 1906, había alardeado que batearía .400 contra el pitcheo de los Medias Blancas. Terminó sin imparables en 21 turnos al bate, sin poder sacar la pelota del infield. El 2 de junio de 1908, Sheckard estuvo involucrado en una pelea a puñetazos en el clubhouse con el compañero de equipo Heinie Zimmerman que casi fue trágica. Durante el enfrentamiento, el novato Zimmerman agarró el objeto más cercano, una botella de amoníaco, y se la lanzó a su oponente, el vidrio se quebró al golpear a Sheckard en la cara. Sheckard fue afortunado al no perder un ojo, pero estuvo incapacitado por varias semanas. El joven jardinero Frank Shulte era del tipo supersticioso; siempre andaba buscando ganchos de cabello, los cuales el sentía que eran indicadores de cómo le iría en el plato ese día. Un gancho de cabello pequeño significaba que podría irse de 4-0; uno grande y podía contar con un par de imparables. Antes que terminara su carrera de 15 años, se robaría el plato 22 veces. Solly Hoffman fue un valioso utility de los Cachorros, capaz de jugar en cualquier parte que lo pusiera Chance. También jugo un papel clave en una de las jugadas más famosas de la historia del beisbol, pero hablaremos de eso más adelante. En el montículo, los Cachorros tenían a un grupo formidable anclado por el derecho de 31 años de edad Mordecai Peter Centennial “Three Finger” Brown. Cuando era un muchacho, Brown perdió la mayor parte de su dedo índice derecho en un accidente con un instrumento agrícola. Poco después, mientras perseguía a un conejo, se cayó y se rompió otro dedo de la misma mano, lo cual se lo incapacitó permanentemente. Una vez que empezó a jugar beisbol, Brown descubrió que su mano afectada le permitía lanzar una curva tremenda. Un seis veces ganador de 20 juegos con los Cachorros, terminó su carrera con 223 triunfos. Ed Raulbach, otro abridor quien lanzaba una curva devastadora, pitcheó 44 innings seguidos en blanco durante un lapso de 1908, el record de la Liga Nacional para la época. A fines de septiembre, él lanzó dos juegos completos sin permitir carreras en un doblejuego, el único grandeliga que hizo eso. Brown y Reulbach se combinaron para 53 victorias en 1908. El pitcher Orval Overall era uno de los pocos grandeligas de su época que había asistido a la universidad. Graduado en ciencias agrícolas en la University of California Berkeley, fue elegido presidente de su clase de primer año. Como Brown y Reulbach, tenía una curva agresiva. Jack Pfiester era el único abridor zurdo de los Cachorros. Conocido como “Jack the Giant Killer”, él blanqueó al equipo de John McGraw nueve veces en su carrera de ocho años, con una marca de 15-5. Los Cachorros de 1908 fueron los beneficiarios de la famosa jugada “bonehead” de Fred Merkle. El 23 de septiembre, los Cachorros estaban empatados en el primer lugar con los Gigantes de Nueva York, con los Piratas a solo juego y medio. Merkle, un primera base de 19 años de edad, había permanecido en el banco la mayor parte de la temporada, pero estaba recibiendo la oportunidad de empezar el juego contra los Cachorros en un juego en Polo Grounds. Este compromiso de finales de temporada quizás contó con la jugada más controversial en la historia del beisbol. El futuro inquilino del Salón de la Fama, Christy Mathewson fue el pitcher abridor por Nueva York, con Jack The Giant Killer Pfiester subiendo al montículo por Chicago. Con el marcador igualado 1-1 en el cierre del noveno episodio, Merkle fue a batear con dos outs y Moose McCormick en primera base. Merkle despachó imparable a la derecha, y McCormick avanzó hasta tercera base. El próximo bateador, Al Bridwell, conectó el primer pitcheo hacia el jardín central para un aparente imparable de ganar el juego. McCormick bailó al pasar sobre el plato, la multitud de Polo Grounds se lanzó a celebrar sobre el terreno, y Pfiester bajó del montículo entristecido. En ese punto, se derramó la locura. Merkle, a mitad de camino entre primera y segunda, vio a los fanáticos invadiendo el terreno después del imparable de Bridwell. Al no querer ser atropellado, inmediatamente se volteó y corrió hacia el dugout de los Gigantes el cual estaba en lo más profundo del jardín central de Polo Grounds. Evers, al notar que Merkle nunca tocó segunda base, empezó a gritar y hacer señas a Hoffman en el jardín central para que lanzara la pelota. Evers conocía el libro de las reglas del beisbol de cabo a rabo, incluyendo la sección 4.09, la cual decía claramente que “Una carrera no será validada si el corredor avanza hasta el plato durante una jugada en la cual el tercer out es forzado”. Se presentó un remolino por la jugada. Al confrontar las versiones de lo que ocurrió a continuación se dibuja una imagen de confusión. El resultado fue que Evers eventualmente recibió la pelota y buscó la segunda base en aquel mar de personas. Pisó la almohadilla para forzar a Merkle, y el árbitro dio la señal de out, a pesar de las protestas de los Gigantes. El juego no pudo continuar debido a la gran cantidad de personas que había en el terreno, y fue declarado empate. Los Gigantes, por supuesto, sintieron que su victoria había sido birlada por un tecnicismo . Chicago y Nueva York terminaron la temporada regular en primer lugar con marcas idénticas de 98-55, y necesitaron un juego extra. Los Gigantes perdieron, para terminar su verano descontentos, mientras los Cachorros fueron a la Serie Mundial por tercer año seguido. Una vez más, los Tigres de Detroit probaron no ser rivales para los poderosos Cachorros, Chicago ganó en cinco juegos, los dos últimos fueron blanqueos de Brown y Overall. Frank Chance y sus hombres bailaron en el terreno de Bennett Park de Detroit para celebrar su segundo campeonato seguido de Serie Mundial. Desde entonces, los Cachorros han ido a la postemporada 14 veces, incluyendo siete viajes a la Serie Mundial (ninguno desde 1945), pero se han quedado cortos. Así que levantemos una copa por los Cachorros de Chicago de 1908, hace tiempo idos pero no olvidados. ¿Estará la ciudad de los vientos brindando por un nuevo campeón esta postemporada? Acerca de Scott Ferkovich Scott Ferkovich es miembro de la Society for American Baseball Research. Sus artículos acerca de la historia del beisbol han aparecido en páginas web tales como Seamheads.com, TheNationalPastimeMuseum.com, y DetroitAthleticCo., y ha revisado libros de beisbol para Spitball Magazine. Scott fue editor del libro de SABR, Detroit the Unconquerable: The 1935 World Champion Tigers. Está trabajando duro en su próximo libro, Green Seats and Yellow Mustard: Fifty Great Games at the Corner of Michigan and Trumbull. Él vive cerca de Detroit. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 10 de octubre de 2016

Esquina de las Barajitas: Reggie Smith y el cachorro joven.

Bruce Markusen Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown. Siempre me han fascinado las barajitas de beisbol que muestran más de un pelotero. Después de todo, el beisbol es un juego de acción y movimiento, un deporte de equipo que implica interacción, a veces hasta colisión, entre peloteros de dos bandos opuestos. Así que es natural que muchas barajitas de acción muestren dos o hasta tres peloteros a la vez. A veces es el “otro” pelotero en la barajita quien nos llama más la atención, sea por su jerarquía en el juego, o por su prominencia en la barajita. Este fenómeno ha ocurrido repetidamente en las barajitas de beisbol a través de los años. Lo noté por primera vez en la colección de Topps de 1972, la cual tenía una serie de barajitas “In Action”. Una de las barajitas retrataba a John Ellis, un primera base de los Yanquis de Nueva York. Mientras Ellis abre en primera base, lo vemos cuidado por Harmon Killebrew, el primera base del Salón de la Fama de los Mellizos de Minnesota. Esa podría ser fácilmente la barajita de Killebrew; el toma tanto espacio en el cartón como Ellis. Curiosamente, la presencia de Killebrew no le agrega valor monetario a la barajita. Aún así es considerada una barajita de John Ellis, una barajita común que puede ser procurada por un par de dólares si no te molesta adquirir una pieza de esa condición. En algunos casos, las barajitas muestran dos peloteros estrella de igual peso. Un ejemplo perfecto puede ser observado en la colección Topps de 1973. Es la barajita de Willie McCovey, una imágen en acción tomada durante un juego vespertino en San Francisco. Al batear en un juego contra los Rojos de Cincinnati, McCovey ha bateado de foul hacia la tribuna de tercera base. McCovey y el catcher miran hacia su izquierda, tratando de seguir la pelota. El catcher, quien es totalmente evidente, no es otro que Johnny Bench. Asi que haga su elección, un McCovey de pie o un Bench agachado. De cualquier modo, no puede perder con estos dos íconos del Salón de la Fama. Este fenómeno ocurrió a menudo en la colección de 1973, la cual se especializó en tomas de acción de larga distancia que incluían varios peloteros. Otro ejemplo es la barajita de Steve Garvey. Vemos a Garvey siendo felicitado por sus compañeros luego de batear un jonrón, aparece Wes Parker, cuyo apellido y número son completamente evidentes en la espalda de su uniforme. Pero el ángulo de la fotografía impide ver totalmente a Garvey. (El resto de la cara de Garvey es mostrada en sombra, lo cual hace indistinguibles sus rasgos). Podría alegarse que la barajita debería ser la de Parker y no la de Garvey. Sigamos un momento más con la colección Topps de 1973, los coleccionistas pueden encontrar a Bert Campaneris en otras barajitas además de la suya. Campaneris aparece en no menos de otras tres barajitas de peloteros: las pertenecientes a Bob Oliver, George Scott y el pitcher Bill Hand. Parecía que cada vez que un fotógrafo de Topps como Doug McWilliams aparecía en el Oakland Coliseum, estaba listo para capturar a Campy con su cámara. También hemos visto imágenes de otros peloteros en años más recientes. La barajita Topps 1986 de Tany Perez lo muestra recibiendo un “high five” de su compañero Eric Davis. La barajita Topps 1991 de mariano Duncan lo muestra eludiendo en un deslizamiento al inquilino del Salón de la Fama, Ozzie Smith. Y entonces está la terrífica barajita Topps 2014 de Jayson Werth, la cual lo muestra en el dugout señalando hacia las tribunas mientras sus compañeros de equipo Ian desmond y Anthony Rendon miran. Con todo esto en mente, llegamos a la barajita Topps 1983 de Reggie Smith. En el momento que fue publicada esta barajita, quizás solo los aficionados de los Cachorros de Chicago pudieron haber identificado inmediatamente al otro pelotero de la barajita. Por supuesto, más de tres décadas después, la identificación es más obvia. De hecho, es un inquilino del Salón de la Fama. El jugador en cuestión es Ryne Sandberg; parta el momento cuando fue tomada esa fotografía, durante la temporada de 1982, Sandberg era un tercera base novato de los Cachorros. (Despues se mudaría a segunda base, donde ganaría mucho de su fama por su excelsa defensiva). Vemos a Sandberg regresar sin apuro a primera base en un intento del pitcher por sorprenderlo, con Smith recibiendo el lanzamiento. Pienso que es justo decir que Sandberg regresa a la base quieto y sin incidente, al menos al juzgar por la manera casual como “Ryno” parece regresar a la base. Sandberg y Smith no eran los únicos rasgos familiares de la barajita. El otro es el simbólico entorno de Candlestick Park, notable por sus defensas de cadenas a lo largo de la zona de seguridad de los jardines. Ahora demolido, Candlestick Park tuvo sus críticos por mucho tiempo, principalmente debido a los vientos fríos, que calaban hasta lo huesos, que soplaban a través de las tribunas durante los juegos nocturnos, pero siempre pensé que el estadio lucía bien en las fotografías y las transmisiones televisivas. A diferencia de los estadios de Cincinnati, Filadelfia y Pittsburgh, Candlestick Park mantuvo una apariencia distinguida a través de mucha de su historia. Cuando los Gigantes abandonaron la grama artificial y restituyeron la grama natural en 1979, Candlestick de nuevo se convirtió en un atractivo estadio de ligas mayores, por lo menos a la distancia. El entorno provisto por Candlestick y el bono adicional de un inquilino del Salón de la Fama hacen de esta una barajita intrigante en una muy buena colección de Topps. Pero no dejemos de lado al pelotero central, quien agrega más atractivo y encanto a la barajita. Reggie Smith fue una de los peloteros más subestimados de su época, un período que se extiende desde mediados de la década de 1960 hasta comienzos de los años ’80. El hijo de un hombre quien una vez jugara en la Negro American League, Smith llegó a la escena nacional en los años ’60. Fue firmado originalmente por los Mellizos de Minnesota, Smith no fue protegido en el draft de peloteros de primer año. Los Medias Rojas de Boston aprovecharon la oportunidad, y asignaron a Smith a las ligas menores por dos temporadas adicionales de preparación. Smith fue llamado por primera vez a Boston en 1966, pero no consiguió la permanencia hasta 1967. Luego de empezar la temporada en segunda base, se mudó a los jardines, y se convirtió en el jardinero central de los Medias Rojas. El bateador ambidextro Smith descargó 15 jonrones y estafó 16 bases, terminó Segundo de Rod Carew en la votación del novato del año de la Liga Americana. Él siguió mejorando su rendimiento en la Serie Mundial, al batear dos jonrones y tener un porcentaje de slugging de .542 en una dura derrota de siete juegos ante los Cardenales de San Luis. Smith se convirtió en una estrella la mayor parte de los próximos seis años en Boston. Su larga lista de logros con los Medias Rojas incluyeron un guante de oro en 1969 y una temporada de poder en 1971, cuando bateó 30 jonrones y lideró la liga en dobles y bases totales. La actuación de Smith se hizo más impresionante a la luz de las presiones raciales enfrentadas por los atletas afroamericanos que se desempeñaban en la escena bostoniana. Algunos fanáticos de los Medias Rojas le enviaban correos de odio racista; otros expresaban su disgusto en persona, le lanzaban baterías desde las gradas del jardín derecho. Otro incidente ocurrió en su casa, donde algunos asaltantes desconocidos llevaran tambores de basura y los vaciaron en el jardín del frente. Las tensiones raciales de Boston hicieron difícil la vida para Smith. “Boston era claramente diferente de cualquier lugar donde yo hubiera jugado”, le dijo Smith al escritor Howard Bryant, autor del libro Shut Out. “Era la ciudad más dividida donde jugué alguna vez… En Boston, tenías que conocer las normas del lugar. Había sitios donde podías ir, y sitios donde no podías ir. Eso me molestaba, pero así era”. En 1973, Smith logró su mejor OPS con los Medias Rojas, .913, pero también perdió más de 40 juegos por una lesión. Frustrados por las lesiones de Smith, y quizás influenciados por el tratamiento desconsiderado del Boston racista hacia Smith, los Medias Rojas decidieron salir de él. Ese invierno los patirrojos lo enviaron a los Cardenales por Bernie Carbo, otro jardinero talentoso pero no se acercaba al tipo de jugador todoterreno que era Smith. El cambio fue agridulce para Smith, quien había encontrado a Boston difícil, pero también había desarrollado una amistad con Carl Yastrzemski, el pelotero más conocido de los Medias Rojas. Al final, el cambio le trajo buenos resultados a Smith, quien encontró en San Luis más aceptación hacia los atletas estelares negros. Al cambiarse desde el jardín central al derecho, el competitivo Smith disfrutó jugar en la Liga Nacional con su estilo de juego agresivo. Smith tuvo dos temporadas y media productivas en San Luis, pero una oleada de jardineros talentosos convenció a los Cardenales de hacer un doloroso cambio en junio de 1976; enviaron a Smith a los Dodgers por un trio de peloteros: el veterano cátcher/jardinero Joe Ferguson y dos jugadores de ligas menores llamados Bobby Detherage y Freddie Tisdale. El cambio representó el robo de la década para el gerente general de los Dodgers, Al Campanis. Aunque ahora tenía que jugar la mitad de sus juegos en un cementerio de bateadores como el Dodger Stadium, Smith forjó las dos mejores temporadas de su carrera de ligas mayores. A los 32 años, Smith alcanzó números que mostraron un avance, y no una caída, en su actuación. Desafiando su edad, logró topes en su carrera, con 32 jonrones y 104 boletos en 1977, lideró la Liga Nacional con .427 en porcentaje de embasado, y logró el mejor OPS de su carrera 1.003. Con Smith liderando la ofensiva, los Dodgers ganaron el banderín de la Liga Nacional. La actuación de Smith decayó en 1978, pero solo por un margen pequeño. Su OPS de ,942 representó el segundo mejor de su carrera, y sus 29 jonrones y 12 bases robadas ayudaron a los Dodgers a ganar su segundo banderín consecutivo, lo cual colocó a Smith en su tercera Serie Mundial. Continuó jugando en el jardín derecho, donde mostraba uno de los brazos más poderosos del juego. En las próximas tres temporadas, el cuerpo de Smith finalmente empezó a mostrar el paso del calendario. Afectado por una serie de lesiones en su muñeca y hombro, Smith solo participó en 201 juegos en ese período. Ahora de 36 años de edad, Smith salió de los Dodgers campeones mundiales, para firmar un contrato con los rivales Gigantes de San Francisco. Resultó ser un movimiento sabio para San Francisco, quienes pasaron a Smith a primera base, donde compartió tiempo de juego con el subestimado Darrell Evans y el difunto Dave Bergman. Aunque ya no era una estrella, Smith tuvo una temporada sólida. Bateó 18 jonrones, compiló un porcentaje de embasado de .360, y tuvo un porcentaje de slugging de .470. Los Gigantes querían continuar con Smith por otra temporada, pero se encontraron con la competencia de los Giants de Yomiuri de la liga japonesa, quienes casi habían firmado a Smith el invierno previo. Yomiuri superó a San Francisco, al ofrecerle a Smith un contrato de varios años y su barajita Topps 1983 terminó siendo irrelevante. Resultó ser que el dinero fue la única cosa buena de el acuerdo de Smith con la liga japonesa. La personalidad de Smith no compaginó con lo que él consideró una cultura japonesa regresiva. Casi inmediatamente, él chocó con sus coaches. Cuando estuvo inactivo por una legítima lesión de rodilla, los fanáticos lo ridiculizaron con la etiqueta de “El Calientabancos de un millón de dólares”. Smith se ponchaba mucho para los gustos japoneses, se ganó el insultante apodo “Abanico Humano Gigante”. Algunos fanáticos criticaban a Smith por despreciar la cultura japonesa. Unos pocos hasta lo punzaban con epítetos raciales. La situación llegó a su primer punto de ebullición en agosto de 1983, cuando Smith decidió ponerse la camiseta al revés y corrió de espaldas hacia el terreno de juego. El episodio de protesta de Smith enardeció a sus coaches, quienes no estaban acostumbrados a tales actos de rebelión de parte de sus jugadores. Los Gigantes le ordenaron a Smith abandonar el terreno. Más adelante ese mes, los Carp de Hiroshima le lanzaron pelotazos de manera recurrente a Smith, pitcheándole arriba y adentro. Cuando los árbitros no hicieron nada para detener el ataque sobre Smith, él decidió hacer justicia por su cuenta, al reclamar con intensidad ante los peloteros y coaches del banco de Hiroshima. A pesar de todo el conflicto cultural, Smith dejó números impactantes con Yomiuri, al batear 28 jonrones en 263 turnos al bate para empujar a los Gigantes hacia el banderín. Smith permaneció con Yomiuri la próxima temporada cuando la edad y una serie de lesiones finalmente le pasaron factura al toletero de 39 años. La temporada alcanzó su punto más bajo cuando una pandilla de fanáticos asaltó a Smith y su hijo en respuesta a que Smith había golpeado a un fanático de los Tigres de Hanshin un día antes. Al final de su estadía en el lejano oriente, Smith se refirió a la liga japonesa como “atrasada 50 años”. La barajita Topps 1983 de Smith resultó ser su última. Para ese momento, él era mejor conocido que Sandberg, quien fue a la elección del Salón de la Fama en 2005. Irónicamente, Smith se ha convertido en alguien olvidado desde que salió esa barajita, lo cual es desafortunado, dado todo lo qie hizo por los medias Rojas, cardenales, Dodgers, y Gigantes durante una larga carrera. Por su parte, a Smith no parece importarle la falta de publicidad. En una ocasión fue coach de bateo de los Dodgers, donde tutoreó a un joven Mike Piazza, desde entonces Smith salió de la escena de las ligas mayores. Él ha declinado varias ofertas para ser coach y poder trabajar en las sombras como educador de beisbol, enseñando a jugar a los jóvenes en una variedad de campamentos que ha operado. En 2006, Smith ayudó a lanzar Major League Baseball’s Urban Youth Academy, creada como una forma de exponer el juego a la juventud de las ciudades. Para Reggie Smith, ser el “otro” tipo de una barajita de beisbol no parece molestarlo mucho. Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Detrás de su desespero, José Fernández forjó una vida ebullente.

Tyler Kepner. The New York Times. 25-09-2016. José Fernández estaba nervioso. Ya había logrado mucho, al desertar de Cuba y convertirse en estrella de Grandes Ligas, pero la idea de hablar ante un salón repleto de personas una noche de enero en Manhattan era algo nuevo. Mientras se preparaba para subir al estrado en la cena anual de los premios de los medios escritos, Fernández compartía con el otro novato del año, Will Myers. Parecían niños de preescolar reunidos en el autobús antes del primer día de clases. Hank Aaron estaría en ese estrado, Sandy Koufax, Mariano Rivera y Miguel Cabrera, también. Cuando Fernández supo que estaría entre los primeros oradores, sonrió y pareció exhalar: menos tiempo para preocuparse acerca de su discurso, más tiempo para disfrutar la noche. Hablaría solo por un minuto, y se disculparía por sus nervios. Pero sus palabras contaron una historia poderosa. “Hace seis años, estaba tratando de venir a Estados Unidos, y estuve en la cárcel, pensando que un día jugaría en las Grandes Ligas”, dijo Fernández. “Ahora estoy aquí, al lado de estos muchachos. Aquí hay mucho talento y mucha historia”. Fernández tenía el talento para hacer historia por su cuenta como pitcher derecho dominante de los Marlins de Miami. Esa noche de 2014 no se suponía que fuese la única vez que él recibiera un premio importante. Fernández estaba en camino de ser uno de los grandes del juego cuando falleció este domingo 25 de septiembre, a los 24 años de edad, en un accidente de lancha en Miami Beach. La policía dijo que Fernández y otros dos hombres fallecieron, debido al impacto, cuando una lancha de 32 pies se estrelló contra una pila de rocas- La guardia costera descubrió la lancha en un patrullaje de rutina a las 3:30 am del domingo. Don Mattingly, el manager de los Marlins, rompió en llanto en una conferencia de prensa el domingo en Miami. Los Marlins habían cancelado su juego en casa con los Bravos de Atlanta. “Por más que te hacía enfurecer con algunas de las cosas que hacía, solo veías a ese niño pequeño que ves cuando estás en un juego de pequeñas ligas”, dijo Mattingly- “Esa era la dicha de jugar con José, y la pasión que él sentía por jugar. En eso es en lo que pienso”. La historia de fondo de Fernández fue un cuento de hadas del beisbol. Como adolescente, fue encarcelado por tratar de desertar. Finalmente lo logró en su cuarto intento, a la edad de 15 años en 2008, y salvó a su madre de ahogarse cuando ella se cayó desde la cubierta del barco en aguas turbulentas en su ruta a México. “Así de altas”, le dijo Fernández a The Tampa Bay Times en 2009, levantando su mano muy por encima de su cabeza para describir las olas. “Pensé muchas veces que iba a morir”. Fernández se estableció en Tampa, Fla., y se convirtió en estrella en Braulio Alonso High School. Fue escogido en el puesto 14 del draft de 2011 por los Marlins, fimó por 2 millones de dólares y estuvo en las mayores para 2013. Fernández nunca había pitcheado por encima de Clase A, pero los Marlins no podían retrasar su talento. Lo buscaron en el campamento de ligas menores y le dijeron que se uniera al equipo. “Él hizo su primera apertura aquí en Citi Field”, dijo el manager de los Mets, Terry Collins. “No lo habíamos visto en el entrenamiento primaveral; solo habíamos oído de él. Y cuando el primen envío salió de su mano, el primer pensamiento fue; ‘Guao. Esto es algo especial’”. Fernández tenía una recta de 95 millas por hora, una slider y otros dos pitcheos que dominaba muy bien. En cuatro temporadas, tuvo marca de 38-17 con efectividad de 2.58 y muchos más ponches que innings. La operación Tommy John no retrasó su ascenso, esta temporada, su segunda en el juego de estrellas, tuvo marca de 16-8 y lideró las mayores en ponches por cada nueve innings, con 12.5. Fernández podía irritar a los oponentes. Cuando bateó su primer jonrón, contra Atlanta en 2013, Fernández se quedó en el plato para disfrutarlo. Despues de correr las bases fue saludado con hostilidad por Brian McCann, el catcher de los Bravos. Fernández dijo después que estaba avergonzado por como había actuado Aún así, el protocolo deportivo nunca podría disminuir el picante del estilo de Fernández. Él pitcheó en solo 76 juegos de ligas mayores pero fue una presencia animadora en muchos más. “Cuando él estaba en el dugout”, dijo Jacob deGrom de los Mets, “veías hacia allá y él estaba aupando a su equipo más que cualquiera que hubieses visto”. Fernández se presentó como un puente cultural en el beisbol, al retar las normas del beisbol con entusiasmo desaforado. Sus compañeros apreciaban su sinceridad. “Inicialmente, lo veíamos como ‘¿Quien es este tipo, que viene y actúa así sin haber estado en la liga?’” dijo el cátcher veterano A. J. Ellis de los Filis de Filadelfia. “Él sobresale en el equipo, levanta el puño y grita, anima desde el dugout sin parar”, dijo Ellis. “Pero la consistencia con que lo hacía probaba lo genuino que era. Se podía ver la pasión y el disfrute de jugar, y se nota que no es para burlarse del otro equipo. Es la alegría de competir, la alegría de él y sus compañeros de quipo de ser exitosos. No se puede penalizar a nadie por eso. Se admira a las personas por eso”. Fernández trajo intensidad a un juego modelado más y más por sus jugadores latinoamericanos. Otros dos desertores cubanos, Yoenis Céspedes de los Mets y Yasiel Puig de los Dodgers de Los Angeles, fijaron camisetas con el nombre de Fernández y el número 16 en las paredes de sus dugouts el domingo. “Nosotros los latinos disfrutamos el juego un poco diferente de los estadounidenses”, dijo en español el cátcher de los Mets, René Rivera. “Él disfrutaba el juego y el sabor latino. Su alegría por el beisbol, eso es lo que recordaremos”. Giancarlo Stanton, el jardinero estrella de los Marlins, escribió en Instagram que él había llamado “niño” a Fernández porque parecía un muchacho entre hombres, “aún así, eso hombres rara vez podían competir con él”. Brandon McCarthy, un pitcher de los Dodgers, escribió en Twitter que los peloteros estaban celosos del talento de Fernández, “pero muy adentro pienso que lo que más envidiábamos era la diversión con que él hacía algo tan difícil”. La muerte de Fernández no fue la primera de un pelotero activo en un accidente de lancha. En 1993, dos pitchers de los Indios de Cleveland, Tim Crews y Steve Olin, fallecieron en un accidente durante el entrenamiento primaveral que también lesionó al pitcher Bob Ojeda. Tampoco fue la primera muerte de un jugador activo del Juego de Estrellas; Roberto Clemente y Thurman Munson fallecieron en accidentes aéreos en los años ’70, y Darryl Kile falleció de un ataque cardíaco en 2002. Rara vez ha fallecido tan joven un pelotero con logros. Como Ken Hubbs, un segunda base de los Cachorros de Chicago quién ganó el premio de Novato del Año de la Liga Nacional en 1962 y falleció en un accidente aéreo en 1964, Fernández tenía mucho más por hacer. “Él amaba estar ahí afuera”, dijo Collins, quién dirigió a Fernández en el juego de estrellas en julio. “Esa era su escena. Deseo que más tipos fueran así. Deseo que más tipos se divirtieran, como lo hizo él, jugando al beisbol”. Se suponía que Fernández abriera el lunes contra los Mets en Marlins Park. El juego se realizará. El vacío permanecerá. Traducción: Alfonso L. Tusa C.